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Enrique Martínez, una mirada crítica desde el kircherismo

Por LR oficial en Uncategorized

Martínez y su mirada crítica de un
proceso al que apoya

(Por La Retaguardia) Minería, soja, kirchnerismo, justicialismo, Chávez y el escritor cubano Padura fueron algunos de los temas sobre los que conversamos con el ingeniero Enrique Martínez. Decano de la Facultad de Ingeniería de la UBA en 1973 y 1974, a cargo del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) entre 1986 y 1988 y entre 2002 y 2011, Martínez coordina actualmente el Instituto para la Producción Popular (IPP) en el Movimiento Evita.

Instituto para la Producción Popular del Movimiento Evita

Tras años en la función pública, Enrique Martínez coordina este espacio que definió como un intento nacido del puro rigor intelectual: “con un grupo de compañeros llegamos a la conclusión de que los humildes, a los que habitualmente se los califica de diversas maneras como los excluidos, los subsidiados, los que tienen problemas serios de ocupación, tienen un conjunto de frentes de reclamos del Estado, pero en condiciones de mucha desventaja porque reclaman por su situación pero no tienen un claro concepto de cómo resolver el problema. Solo saben que les falta el ingreso entonces reclaman trabajo, y una serie de demandas, pero no están en condiciones de definir la solución. El instituto se armó hace un año, a los efectos de caracterizar las soluciones más adecuadas, más sustentables para cada demanda y acompañar con esa solución el reclamo de manera de cambiar cualitativamente la relación de los más humildes con el Estado”.
Martínez explicó además que desde el Instituto se busca eliminar la relación de poder que existe en las burocracias públicas: “yo he trabajado obviamente en estos temas durante muchos años como funcionario público y eso implica situaciones complejas. El Estado tiene obviamente muchos más recursos que los que tiene nuestro instituto pero también tiene una serie de mecanismos de decisión que terminan siendo muchas veces muy tortuosos y dificultan la posibilidad de terminar con el problema. En rigor, nosotros hemos tratado de ponernos del otro lado del río y advirtiendo cuáles son las ventanillas que están a disposición y cuál es la gran gama de recursos que el Estado tiene para situaciones de este tipo, ir con las ideas mucho más masticadas y tratando de evitar la dependencia de decisiones multiministeriales o decisiones donde los funcionarios por diversas razones entran en conflictos de celos, francamente es una situación novedosa donde por momentos nos sentimos muy débiles, y por momentos creemos estar dando soluciones fácilmente difundibles, que podrían llevarse de boca en boca y que construyendo algún par de casos que se diseminen solos por la Argentina”.
En el marco del Instituto, Martínez ha trabajado con cartoneros desarrollando un programa de reciclado; en barrios carenciados que no tienen cloacas llevando adelante programas de tratamiento de efluentes domiciliarios a escala individual y sistemas confiables de extracción de agua; también en la posible utilización de calefones solares en viviendas de todo tipo, y sistemas que garanticen la presencia de agua cuando falta el suministro de energía eléctrica.

“Con la minería se pone el negocio por encima del entorno”

Enrique Martínez ha sido funcionario durante casi todos los años de gobierno de Néstor y Cristina Kirchner y ahora integra un movimiento claramente alineado al kirchnerismo. De todos modos, mantiene una mirada crítica ante algunas políticas implementadas.
Uno de los ejes de gobierno que cuenta con un gran rechazo desde distintos puntos del país es el relacionado con la minería a cielo abierto. Al respecto, Martínez señaló que el apoyo oficial a la minería no es nuevo en Argentina: “el Banco Industrial de la República Argentina en la década del ‘50 tenía un área específica para apoyar a los pequeños industriales mineros si les compraba material sin procesar que luego hacía procesar en industrias, y desde entonces hasta acá ha habido variaciones fuertes en el apoyo a la minería. Lo que sucedió en la década del ’90 es que las grandes corporaciones mineras internacionales decidieron que era el momento de tomar las grandes reservas argentinas que ya se habían estudiado con todo cuidado en la década del ’60, promovieron la ley de minería que es una de las más favorables para el capital internacional que existen en el mundo, y a partir de esa ley tomaron casi diría que por asalto las grandes reservas mineras que tiene el país, siempre pensado en términos de gigantismo. Yo creo que la minería no tiene absolutamente ninguna necesidad de gigantismo, simplemente lo han decidido así los grandes capitales y que solo tiene sentido en tanto y en cuanto se integre verticalmente la producción. No tiene absolutamente ningún sentido que nosotros hagamos un inmenso agujero en la tierra en Catamarca, por ejemplo, en la mina La Alumbrera, sacando concentrado de cobre con muy poco valor agregado e importemos todo el alambre de cobre que necesita la Argentina; en realidad debiéramos haber extraído el mineral de cobre al ritmo que la Argentina necesitaba cobre o que consideraba que podía exportar cobre elaborado y probablemente procesarlo allí mismo con técnicas que están al alcance. La pequeña minería no entra en colisión en el ambiente en de la manera en que sí lo hace la gran minería. Este tema del conflicto ambiente-producción es un tema en el que Argentina entra cuarenta años tarde o después, en parte por suerte y en parte en términos simplemente mucho más salvaje que lo que se está dando el resto del mundo, porque por ejemplo la agencia de protección de Estados Unidos ya ha dictado normas absolutamente cuidadosas sobre qué hay que hacer con una mina de oro, de cobre, plomo y cualquier otro material que aquí seguramente no se aplican de la misma manera”.
Para Martínez, la minería tiene muchos más puntos de contacto con los problemas del monocultivo agropecuario de lo que parece: “en ambos casos se trata de poner el negocio por encima del entorno, pero eso claramente no marca el único camino posible, la agricultura puede producir los alimentos que necesitamos en condiciones totalmente compatibles con el desarrollo humano y el desarrollo regional, y la minería entendemos que es lo mismo”.

Acerca de la soja: “En Europa está prohibida la fumigación aérea y en Argentina nos ufanamos de fabricar un avión fumigador”

Al ser consultado acerca de cómo se sale de una dependencia tan grande como la que se generó con la soja desde el sistema financiero, Martínez reflexionó: “no hay necesidad de producir menos soja o no hay necesidad de producir menos maíz y exportarlo, o sea la presencia de los granos en las exportaciones argentinas es un hecho histórico, tiene que ver con la dotación de recursos naturales y casi lo debemos considerar un regalo del cielo, el punto es que no tenemos ninguna necesidad de producir esa soja y ese maíz con un modelo que invita a sacar los alambrados, a considerar las unidades productivas cada vez más grandes donde el chacarero pasa a ser rentista en buena medida y las grandes unidades de siembra y cosecha son el esquema de producción hegemónico. Yo creo que en los dos casos, el de la minería y el del monocultivo, hemos discutido temas importantes pero colaterales. En el caso de la agricultura, para tomar el ejemplo, hemos discutido el tema de la semilla genéticamente modificada como tema central y la verdad no se ha demostrado seriamente en el mundo que constituyan un peligro para la salud, lo que constituye es un peligro para el ambiente en tanto y en cuanto se usen indiscriminadamente y se diseminen por un país como lo está haciendo la agricultura pampeana, pero semillas genéticamente modificadas se utilizan en Estados Unidos en mucha menor proporción que en Argentina y sin los daños que se están generando en el país. El problema no está tanto en la semilla sino en que el modelo permite, con el uso del herbicida total y del gigantesco equipo de siembra y de cosecha, trabajar en una dimensión y con un tamaño de unidad productiva que termina despoblando el campo. La semilla genéticamente modificada no parece ser el problema más serio para la salud, lo que sí es un problema serio es el uso de herbicidas sin ningún tipo de regulación. En Europa está prohibida la fumigación aérea y en Argentina nos ufanamos de fabricar un avión fumigador”.
En cuanto a la utilización de agrotóxicos en otros países, Martínez agregó: “los han utilizado en condiciones de población distribuida en el campo distinta a las nuestras. En la Unión Europea, los que están a favor del monocultivo o del uso del modelo Monsanto, llamémoslo así, sostienen que la diferencia es básicamente económica, y yo no coincido con eso, creo que hay algunas diferencias económicas entre Europa y el modelo Monsanto, pero básicamente lo que hacen es defender un territorio que hay que manejarlo con muchísimo cuidado. Aquí fumigar una escuela se considera un accidente que podrá repetirse tres o cuatro veces, pero que no parece muy grave, pero en rigor en cualquier país que cuida el ambiente y a la gente con la atención debida es un hecho absolutamente imperdonable. La diferencia de grado marca la diferencia de extensión de aplicación del modelo”.
En cuanto a la utilización de chicos banderilleros para la fumigación aérea en los campos, Martínez explicó que los defensores del modelo sostienen que esta situación se superó porque ahora las máquinas sembradoras, de labranzas y cosechas tienen instalado un sistema de GPS que hace que no sea necesario que una persona marque los límites para la fumigación: “en consecuencia, no hay banderilleros en el campo, pero es todo coherente, eso obliga a que cada vez sea más grande y más sofisticado el equipamiento, y cada vez está menos al alcance del productor pequeño”.

El Kirchnerismo

Para Enrique Martínez una de las asignaturas pendientes de esta fuerza política es la re-industrialización del país: “Argentina ha seguido adelante con el modelo que tenía, el de la década del ’90 –explicó–, controlado por grandes corporaciones, y la inercia ha llevado a que la concentración y trasnacionalización no disminuyeran sino que, a la inversa, aumentaran, y por lo tanto las grandes cadenas de valor, la electrónica, la automotriz, buena parte de los bienes de consumo tienen actores hegemónicos que son extranjeros, que desarrollan en la Argentina parte de la cadena de valor, las partes con costos trasladables al país de menor importancia, y en consecuencia nos han generado una dependencia de la importación que ya es pública y notoria, que es muy relevante; el país crece y la importación crece mucho más, y estamos en una trampa donde el campo nos salva cuando en realidad no debería suceder así, deberíamos tener una estructura de intercambio con el mundo en el plano industrial que fuera infinitamente más razonable. Aclaro que ese es un problema no solo argentino, sino Latinoamericano, Brasil tiene la misma situación, y esa es la consecuencia de haberse dejado ordenar la economía o el sistema productivo mansamente por las grandes corporaciones trasnacionales”.
A su vez, Martínez afirmó que el proceso kirchnerista que comenzó 2003 no ha valorado lo suficiente en los planos técnicos y productivos la necesidad de tener propuestas propias: “el Plan Estratégico Agroalimentario y el correlativo Plan Estratégico Industrial son documentos débiles, producidos por consultores en el caso del agro, y para la industria por la CEPAL, después aprobado por la Argentina, pero con ninguna capacidad de seguimiento propia, y no se han fortalecido los cuadros técnicos medios ni superiores. Me parece que se le ha dado un cariz político al tema que es necesario, pero poco cariz estructural en un país que necesita cambiar su estructura. No es un problema de que uno esté o no, sino que estas ideas no se están discutiendo en los términos en que debería suceder; yo siempre he dicho que francamente no hay mayor debilidad para el proceso que yo apoyo y acompaño desde el 2003 hasta ahora que el de haber tenido un cuasi súper ministro de Economía como Guillermo Moreno o tener hoy una ministra de Industria como Débora Giorgi, que son expresión de una forma de conducir muy autoritaria, pero un conocimiento estructural por debajo, débil o, en todo caso, equivocado”.

“Chávez visitó el INTI antes que cualquier presidente argentino”

Durante la segunda gestión de Enrique Martínez en el INTI, se dio una relación de cooperación y consulta con el gobierno de Venezuela durante las presidencias de Hugo Chávez Frías. Sobre esta experiencia, el ingeniero remarcó: “tuvimos una oportunidad histórica, absolutamente invalorable, de esas que uno arrastra toda la vida: cuando Venezuela comenzó con los acuerdos de cooperación con la Argentina tuvo especial interés en acuerdos con el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) y el INTI. Chávez visitó el INTI antes que cualquier presidente argentino, y vino tres veces. Hicimos un convenio de cooperación que abarcó cuatro años de mi gestión, donde pudimos entender las necesidades venezolanas y cooperar a la medida de las posibilidades argentinas que eran insólitamente superiores por la actitud, la predisposición a cooperar que las de Brasil, China, Rusia, que pretendían vender solamente plantas o equipos y no cooperar en transferencia de tecnología; pero a la vez se incursionó en un campo donde la Argentina estaba haciendo sus primeros pasos, o sea que no solo estuvo el problema de que Hugo Chávez falleció sino que el cambio en la Cancillería, el reemplazo de Jorge Taiana por Héctor Timerman, hizo perder empuje enormemente al sistema porque aquí en la Argentina buena parte del empresariado no lo entiende, prefiere exportar los productos finales o los equipos y no ayudar a los venezolanos a fabricarlos y esa asignatura diríamos que está pendiente. Es una asignatura absolutamente valorable pero está pendiente”.

Ser crítico y no morir en el intento

-Fernando Tebele: En estos días visitó la Argentina el escritor cubano Leonardo Padura que aunque apoya la Revolución tiene una mirada crítica. Vi que en algún momento usaste las redes sociales para decir que Padura era un ejemplo de cómo se puede apoyar una gestión, ser crítico y no morir en el intento.

-Enrique Martínez: En realidad hay algunos mitos. Cada país es caracterizado por los que no viven en él de una cierta manera, y sobre Cuba una de las cosas que hay es un prejuicio generalizado de que allí no se puede ser opositor o ni siquiera disidente. En sus libros, Padura demuestra un profundo cariño por su patria, un respeto profundo por los objetivos de la Revolución del ’59 y claras diferencias en la ejecución de una cantidad de cosas que indican que el resultado, sesenta años después, no era el pretendido en 1959, y lo ejemplifica en un análisis de situaciones sociales muy interesantes. En su último libro, Herejes, Padura analiza la situación de la juventud cubana desde un cariño desgarrado por su propia patria que es absolutamente conmovedor. Me parece que seguir la trayectoria de Padura muestra la obligación que tenemos todos aquellos que tenemos una vocación de justicia social para nuestro país de no detenernos en el análisis de conveniencia puntual o circunstancial, o si es políticamente correcto o no apoyar o no tal o cual personaje, criticarlo o no públicamente. Me parece que lo más valioso que podemos hacer es marcar lo antes posible las situaciones que nos alejan del horizonte, porque el camino es muy pesado y será complicado corregir los errores si se prolongan en el tiempo.

-FT: Más allá de que vos lo hagas, ¿hay margen en el kirchnerismo para hacer este tipo de críticas y no quedar marginado?

-EM: El tiempo es inexorable para todos, no solo para los que ya tenemos setenta años. El proyecto que se inició en 2003 va a sufrir en 2015 una prueba muy categórica, porque se enfrenta la imposibilidad constitucional de continuar el liderazgo de Cristina en el Ejecutivo, y ya la discusión que aparece es una discusión, por un lado marquetinera de ver quién habla mejor o hace mejor campaña como candidato alternativo, y por otro lado la que el Movimiento Evita ha comenzado a sostener que es que es necesario confrontar a los candidatos del Frente para la Victoria con las ideas que dicen defender hoy y que decían defender en 2003 y cómo van a ejecutar un horizonte de justicia social después de 2015. Aquí no es hablar genéricamente de proyectos y genéricamente de lo simpáticos que son tal o cual candidato, sino qué es lo que vamos a hacer en lo que Taiana calificó como el segundo tomo del proyecto de recuperación del sentido de la justicia social que empezó en 2003.

-FT: ¿Encontraste en el Movimiento Evita un lugar para estar dentro del proyecto y poder sostener este tipo de críticas?

-EM: El Movimiento Evita es muy representativo de los sectores excluidos, que están realmente en la base social acompañando el proyecto pero que han podido ordenar sus vidas tenuemente o con mucha dificultad, y en ese sentido ya de por sí es un espacio valioso. Luego tiene en su interior una cantidad enorme de compañeros muy valiosos y las contradicciones que tiene todo espacio político porque la política, en realidad, invita a segregarse de los representados y a hacer carreras personales; la política profesionalizada en Argentina y en cualquier otro país del mundo tiene ese problema de que en definitiva un dirigente absolutamente honesto y con vocación puede pasar algunos años y descubrir que está en una cúpula hablando de quienes representa pero sin vincularse con ellos. Ese riesgo también lo tiene el Evita y hay que pelear contra eso.

-FT: Como persona que se identifica claramente con el peronismo, pero no tanto con la estructura partidaria, ¿ha sido un error o una virtud del kirchnerismo rearmar los dos grandes partidos tradicionales de la Argentina? Porque no solo rearmaron el PJ, sino también a la UCR.

-EM: Creo que el proceso de conformación del espacio UNEN era medio inexorable. El radicalismo tiene mucha tendencia a los aparatos partidarios y las fuertes derrotas electorales del pasado iban a llevar a reconstruir aparato para tener alguna chance futura. Respecto del PJ, yo también creo que había que fortalecerlo y estoy complemente en desacuerdo de la forma en que se ha hecho. Creo que el peronismo tenía y tiene la obligación y la posibilidad de mostrar lo que significa la construcción de un espacio democrático que intente tener vocación hegemónica en Argentina, no juntarse 800 personas y elegir entre ellos a los representantes y si no tenían una silla fabricar una maceta, como dijo Mario Wainfeld irónicamente en Página 12, para poner un secretario más. Quiero dar un ejemplo alternativo, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) tuvo un desarrollo de afiliación importantísimo que lleva a que tenga más de dos millones y medio de afiliados, y contra la opinión de buena parte de los caciques del partido, Hugo Chávez en su momento decidió que para todas las internas los candidatos se podían inscribir por internet, y en consecuencia había gobernaciones o alcaldías en las que de golpe había veinticinco candidatos y eso le dio vida y fuerza al partido, y me parece que es una manera absolutamente democrática. Recuerdo haber escuchado discursos de dirigentes aborígenes diciendo primero que habían tenido una oportunidad que no imaginaban en su vida, y segundo que haber salido décimos en una competencia entre veinte para ellos era un avance espectacular que iban a intentar consolidar a futuro. Bueno, yo creo que así se construye la democracia interna en un partido y no como lo ha hecho recientemente la conducción del Frente para la Victoria con el PJ.

-FT: Lo que hizo Chávez cuando ganó su primer acto electoral fue sepultar a los dos partidos tradicionales para crear esa estructura nueva a diferencia de Kircher que los refundó.

-EM: En realidad no es demasiado importante si se construye un nuevo partido o se reconstruye el anterior. En Venezuela no había un partido con las características del PSUV, en Argentina diríamos que parecía interesante y sigue pareciéndolo marcar una línea histórica con el justicialismo del ’50 pero no importan los títulos, sino los métodos.

-FT: Aunque quepa un Menem adentro…

-EM: Es que si Menem estuviera adentro y lo manejáramos democráticamente seguramente perdería cualquier elección interna.

Sin duda, resulta muy interesante dialogar con personas como Enrique Martínez, que siempre ha intentando desde el Estado relacionarse con las organizaciones sociales; conocer sus opiniones sobre temáticas que abordamos habitualmente desde los medios alternativos, y también los modos en que desde el Estado o desde movimientos que responden al oficialismo se pueden llevar adelante políticas sociales positivas.
Las palabras de Martínez pueden servir para demostrar dos cosas: la primera, es que se puede ser crítico dentro del kirchnerismo; la segunda es que solo su mirada crítica puede explicar que no esté ocupando un espacio para generar políticas desde el Estado.