Eduardo Lucita: qué hacer con los fondos buitres
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Eduardo Lucita |
(Por La Retaguardia) En una charla organizada por Resumen Latinoamericano en el Bar La Diginidad (Aguirre 29, CABA) convocó a Eduardo Lucita y Claudio Katz de los Economistas de Izquierda (E.D.I.)* y a Emanuel Alvarez, del Movimiento Popular La Dignidad el pasado 27 de Junio de 2014, se debatió sobre las distintas alternativas y perspectivas respecto a los pagos que debe realizar Argentina y la deuda externa en general. Compartimos la transcripción de lo expuesto por Eduardo Lucita, en una cobertura especial de Luis Angió.
Introducción
Creo que en momentos como estos, en que las patronales y el Estado aprovechan la debilidad, la incertidumbre que la crisis genera al interior de las filas obreras y de los sectores populares, el triunfo de la Carpa Villera retempla el ánimo y permite mirar el futuro con mayores esperanzas, con mayor capacidad de resistencia y al Movimiento Popular La Dignidad, que sigan los éxitos.
El tema de los fondos buitres es complejo, que se puede enfocar de distintas maneras. Unos amenazan con el apocalipsis, otros plantean la necesidad de la negociación, se abre un campo de incertidumbre. Porque si uno va viendo los movimientos de estos días, es un verdadero juego de ajedrez: el Gobierno mueve una pieza, Griesa responde con otra pieza; y estamos en esa cuestión que no genera ningún tipo de certezas, sino de incertidumbre por el futuro.
Cuál es el panorama actual
Desde los Economistas de Izquierda (E.D.I.) hace ya casi dos años cuando fue el primer fallo de Griesa dijimos que esto no es otra cosa que el resultado de que, administración tras administración de Gobierno, desde la salida de la dictadura, se negaron a investigar la crisis, se negaron a auditarla, se negaron a distinguir lo legítimo de lo ilegítimo y actuar en consecuencia.
Es cierto que últimamente en este período se escuchan voces: “Bueno, después de tanto canje y recontracanje, no hay posibilidades de investigar nada”. Esta afirmación no se puede definir si es tal hasta tanto no se investigue. A lo mejor se investiga y se llega a la conclusión de que no se puede investigar, pero al menos quedaría claro quiénes fueron los responsables de aquí y de afuera que hicieron semejante negociado.
Si esto pudiera ser cierto para los bonos reestructurados, es absolutamente inocuo y falso para la deuda con el Club de París, que, en primer lugar, es una deuda de Estado a Estados. Y, en segundo lugar, es una deuda que nunca fue reestructurada, porque no admite reestructuración. Fue refinanciada, pero el curso de esa deuda —está muy clarito— se puede investigar.
Hay por lo menos tres aspectos. Uno de ellos es la famosa deuda de una empresa, Cogasco, distribuidora del gas del oeste. Tomó un préstamo de 900 y pico de millones de dólares y solo entraron al país 200 y pico. ¿Qué pasó con la diferencia? Nadie sabe dónde está lo que falta.
Otro aspecto es que al momento de la crisis de 2001 la deuda en el Club de París, tomada por la dictadura militar, era de 1800 millones de dólares. Si a eso se le suman los intereses de estos diez años más los intereses punitorios, ahí se llega a la cifra que hay que repudiar. Porque eso entra en la jurisprudencia internacional que considera deuda odiosa, que ya se aplicó en 1800 y tantos en la disputa de Estados Unidos y España por Filipinas y se acaba de aplicar años atrás en el caso de Irak.
Acá es perfectamente aplicable, porque deuda odiosa es cuando un régimen despótico toma deudas para afirmar su régimen. El régimen de la dictadura militar, cuando menos, fue despótico.
El último aspecto en cuestión en esta refinanciación y pago de la deuda. Se han pagado 9700 millones de dólares, cuando, en realidad, hasta el año pasado los registros daban seis mil y pico de millones. De dónde salió una diferencia de tres mil y pico, no se sabe porque las negociaciones han sido totalmente secretas.
También quisiera colocar el tema de la cesión de soberanía. Y para esto hay que remontarse a la salida de la crisis capitalista de los años 70. Hablamos mucho de la crisis capitalista mundial de los años 2007-2008 y siempre se la referencia con la crisis mundial de los años 30. Pero, en realidad, la crisis actual es derivada directamente de la forma en que el capitalismo resolvió la crisis mundial de los años 70 sobre la base de la reestructuración capitalista, por un lado, y de la hegemonía financiera de esa reestructuración.
Esa hegemonía financiera es sobre la base de una plétora de capital dinero, una plétora de capital financiero que no tenía zonas donde invertir en la economía real, en el capitalismo productivo. Por lo tanto, se crearon y re-crearon una serie de mecanismos artificiales para garantizar la taza de ganancia que ese capital dinero necesitaba. Actualmente se dice que el capital dinero que está girando en el mundo es diez veces el PBI global. Solo para tener una idea de magnitud.
Ya al principio de los años ’70, cuando comenzaba a expresarse esta magnitud del capital financiero, el sistema financiero internacional comenzó a adecuar sus dispositivos jurídicos a la nueva realidad. Así que fue en el año 72 la Unión Europea planteó la necesidad que para los litigios por deuda se eligiera un tercer país. Esto fue seguido por Estados Unidos en el año 76 y por el Reino Unido en el 78. Y en paralelo con esto se fue planteando que en todas las emisiones de bonos tenía que ir figurando, se recomendaba esa cesión de soberanía hacia terceros países.
Una cesión de soberanía que equipara el interés o la necesidad de los Estados soberanos con sujetos jurídicos privados. Es decir, equipara los Estados con las empresas (una empresa demanda a un Estado). Pero lo equipara también con un grupo de individuos, como es el caso del fondo buitre Elliott, que demanda al Estado argentino como si estuvieran los dos en las mismas condiciones.
Esto se perfeccionó luego en América Latina, y en Argentina particularmente, con el Plan Brady, que es la titularización de todos los bonos. Es decir, ya no eran los organismos financieros, ya no eran los bancos, sino que era una multiplicidad de individuos que compraban bonos para invertir. Esos bonos ya llevaban la cláusula de cesión de soberanía jurídica.
En la Argentina esta cesión de soberanía jurídica empieza bajo la dictadura militar, con lo que se llamó la Cláusula Martínez de Hoz, que fue instalada en los bonos que se colocaron en ese momento y que es la que está en los bonos que están ahora en discusión. Porque esos bonos que tienen los fondos buitres son los emitidos en el año 2001 —no son de este Gobierno—, que no entraron a los canjes de 2005 y 2010; el famoso 7%. Los que están ahora es solo 1% del 7%. Por eso es la cifra de 1330 millones, que no sé por qué reglas llega a 1550, seguramente punitorios.
Pero está el resto, que es lo que está en discusión, si son otros 15.000 millones más lo que entrarían en este juicio. Lo que es cierto es que en el camino por el que vamos Argentina tendría que emitir nuevos bonos, cómo mínimo por 8000 o como máximo por 15.000. Y esta el tema de la clausula RUFO que puede abrir una verdadera caja de pandora.
Este fallo de la Corte Suprema que ratifica el fallo en primera y segunda instancia del juez Griesa no cae en un cielo sereno en la economía argentina. Una economía que tiene dificultades, sobre todo en lo que se llama la restricción externa. Necesita ingreso de dólares para poder financiar crecimiento, seguir pagando deudas, etcétera.
Esto es lo que ha hecho que en el último año el Gobierno argentino haya dado un giro, lo que yo llamo el “Nuevo Curso”. Abrió un camino de negociaciones y cerró frentes externos, tendiente a volver a una política de endeudamiento con el mercado internacional. Por eso arregló con el CIADI y pagó; por eso arregló con el Fondo Monetario Internacional, por eso el arreglo con el Club de París; por eso arreglo con REPSOL, que no se le iba a pagar nada y finalmente se le pagaron 6500 millones de dólares.
Lo que es cierto es que el fallo del juez Griesa frena este “nuevo curso” hacia la marcha de endeudamiento y por el momento lo pone en una suerte de stand-by sin saber lo que va a pasar. Puede llegar a pasar que todo este gran esfuerzo que hizo la Argentina pagando lo que no iba a pagar finalmente quede perdido en el camino. O finalmente haya que emitir nueva deuda por nuevos 15000 millones de dólares.
En términos de moneda extranjera, o lo que se conoce como la deuda exigible, la relación deuda-PBI de la Argentina es de la más baja del mundo: en este momento es solo el 10% del PBI. Inclusive, si le agregamos toda la nueva deuda emitida, y supongamos que se emiten 15000 millones más de deuda, eso podría llegar al 15%. El mercado internacional no registra esa cifra, es muy baja. En el mercado internacional, que un país tenga una relación deuda-PBI del 50% está admitido, forma parte de la lógica normal.
Uno de los problemas que tiene la administración kirchnerista, o el capitalismo argentino de esta etapa, es que se ha ido desendeudando de los organismos internacionales, y el sistema financiero global eso no lo perdona. Porque, en realidad, lo que el sistema financiero internacional quiere es que uno pague permanentemente los intereses y renueve los créditos para estar siempre enganchado al círculo perverso del endeudamiento.
Argentina se fue desendeudando. La contrapartida de este desendeudamiento externo es el endeudamiento interno: se endeudó con el Banco Central, con el ANSES, etcétera. Pero de todas maneras es una situación diferente desde el punto de vista del manejo de la deuda, aunque claro, repercute en el déficit y en los activos del BCRA y luego en la inflación.
El fallo no cae en un cielo sereno porque la economía está mostrando que después de una década de crecimiento, en Argentina vuelven a aparecer los límites estructurales del capitalismo dependiente argentino. Por la sencilla razón de que hubo mucho crecimiento, pero no hay cambios estructurales en la conformación de la economía.
Si uno analiza la composición del PBI del año 1998 —el año más alto de la convertibilidad— y lo compara con el PBI de los años 2010 o 2011 —que son años muy buenos en cuanto a crecimiento de la economía—, entre cada uno de los componentes del PBI puede haber un punto más o un punto menos, pero no hay cambios profundos, estructurales.
El límite es el capitalismo
Entonces reaparecen una vez más los límites estructurales del capitalismo argentino. Que no tiene que ver con este u otro Gobierno. Son los problemas de un capitalismo dependiente sometido a la presión imperialista. Y un Gobierno de naturaleza pequeño-burguesa, como el actual, o como lo fue el alfonsinismo, que necesita buscar un lugarcito bajo el sol, que necesitan cierta intervención del Estado, cierta mejora en la distribución del ingreso, cuando aparecen estos límites estructurales se ven en la imposibilidad de resolverlos en términos progresivos.
Límites estructurales en términos de restricción externa, que aparece cada vez que hay una crisis, falta de divisas; aparece con la inflación estructural; aparece con las debilidades del Estado argentino para sustituir importaciones, y mucho más en la globalización actual, que es mucho más difícil. La matriz insumo-producto en la Argentina actual, tiene entre un 37% y un 40% de importados. Ya no solo importamos como en el pasado bienes de capital, sino que importamos componentes e insumos intermedios.
Pero estas son las condiciones que impusieron la globalización y la reestructuración productiva, sobre todo en los años 90.
Pero está también la impotencia del Estado para arbitrar las disputas intercapitalistas por la apropiación del excedente económico, que es una de las fuentes del proceso inflacionario. Más en una economía como la argentina, altamente concentrada. Aquí hay quinientas empresas que explican el 30% del PBI nacional. Pero dentro de estas quinientas hay cincuenta que explican prácticamente la mitad de ese 30%. Para que tengan una idea del grado de concentración. Dentro de este grado de concentración, lo que prima, a su vez, es la extranjerización de la economía. Es decir, una cantidad de empresas cuyas decisiones no se toman pensando en el mercado local, sino pensando en el mercado mundial.
Esto impone ciertas limitaciones a cualquier de estas expresiones del nacionalismo burgués, del neodesarrollismo, de la posibilidad de cierto grado de autonomía. Hay cierta autonomía, pero dentro de ciertos límites.
Qué significa este fallo
El fallo viene a agravar este tipo de condicionantes de la economía argentina. Todo lo que había en discusión es qué variantes hay para pagar la deuda. Y yo no estoy en condiciones de decir que hay que pagar la deuda.
Siempre hemos sostenido lo opuesto: o no pagar la deuda, o investigarla o auditarla, diferenciar legítima de ilegítima. Investigarla significa, primero, suspensión unilateral de los pagos, si no, no se puede investigar.
Ahora, eso significa entrar en default. El default, en las condiciones actuales, con este régimen, es absolutamente negativo, y las clases trabajadoras y los sectores populares van a sufrir el default.
Yo no estoy contrario al default, porque, en realidad, si tuviéramos un Gobierno y si hubiera una relación de fuerzas sociales necesarias como para soportar los inconvenientes que va a causar y avanzar sobre los sectores del capital que pueden aportar para resolver el default, sería otra historia.
Otra discusión sería cual tendría que ser la relación de fuerzas sociales que hay que tener para esa salida,y qué tipo de propuestas. Eso ya es otra discusión.
Finalmente, si todos están dispuestos a pagar, porque no es solo el Gobierno, sino también son todos los otros sectores de la oposición derechista, que también son pagadores seriales —todos hacen críticas menores, pero en realidad todos son pagadores seriales—, que apliquen un impuesto extraordinario a las quinientas grandes empresas que se la llevan con pala, no recarguen a los sectores obreros y populares y sí carguen al conjunto de las clases dominantes, que son las que verdaderamente han usufructuado y siguen usufructuando de esta deuda y que, a pesar de la crisis, siguen acumulando ganancias como nunca en períodos anteriores.
Cómo se sale de esta situación
Salir de esta encrucijada no es sencillo. Porque en este período histórico el capitalismo concentra, centraliza y homogeniza por arriba. La salida de este fin de ciclo kirchnerista es más a la derecha que el propio kirchnerismo. No hay mayores diferencias entre las fuerzas que se disputan ese mayor posicionamiento a derecha, porque el nivel de concentración del capital requiere una expresión política más acorde a las necesidades del gran capital que lo que es este Gobierno.
Este proceso de acumulación que hace esto por arriba, por abajo escinde, divide, fragmenta y heterogeniza. Y esa es una gran dificultad para una alternativa política. Más allá de las disputas interpartidarias, de las políticas de autoconstrucción, de las cooptaciones y de la Iglesia, que hoy más que nunca está interviniendo en todos lados, porque también juega, y juega en algunas alternativas que aparecen como populares. Ese es un gran campo de dificultades que tenemos. El primer nivel de análisis es la lectura de esta dificultad.
El segundo nivel es que en los últimos tiempos hay algunos movimientos que están surgiendo de la izquierda, que no pueden dejarse de lado. Los últimos resultados electorales están demostrando que una parte embrionaria de la población está mirando hacia alternativas de izquierda, distintas a todo lo demás, y esto es muy importante.
Y, por otro lado, siguen manteniéndose el conjunto de los movimientos sociopolíticos culturales, con mayores o menores dificultades. Eso también tenemos que incorporar al análisis.
La posibilidad está también en aprovechar los resquicios que permite la coyuntura para aportar a construir algo, que tiene que ser una instancia popular más amplia para enfrentar la situación que se viene.
La experiencia de “Otro Camino para superar la crisis”, en el 2008 con la crisis del campo. En aquel momento había una perspectiva, uno de los costados tenía un contenido un poco más progresista que permitía intervenir en forma independiente. Hoy ese costado progresista no aparece por ningún lado. Entonces, esto hay que incorporarlo también al análisis.
Lo que hay detrás de todo esto es el sistema imperial de dominación, más allá de las contradicciones internas que pueda tener. Porque uno ve la cesión de soberanía; ahora, no hay ningún bono argentino que haya cedido la soberanía en favor del Uruguay o en favor de Bolivia; son todos en favor de los países imperiales.
Construir un frente amplio antiimperialista y anticapitalista
Esta es la oportunidad de construir un frente amplio antimperialista en la Argentina. Habrá sectores nacionalistas, antimperialistas puros, habrá resabios de los estalinistas. Pero para muchos de nosotros, entre los cuales me incluyo, no hay posibilidad de una perspectiva antiimperialista si no está incluida la superación de la relación capital-trabajo, no hay posibilidades en esta etapa de la globalización de superar el antiimperialismo sin una perspectiva anticapitalista.
Pero ese será un debate también al interior de ese frente. La situación actual, que permite identificar más claramente cuál es el enemigo que está apareciendo. Más allá de los errores de este Gobierno que se está yendo y del que vendrá y de los que pasaron, el que está manejando los hilos son estos mecanismos de dominación de los países centrales.
Esto creo que es una posibilidad y un debate interno. Podemos decir que no es ni el default, ni es el pago. Pero si nosotros lográramos imponer la investigación de la deuda, que tiene que ir precedida por la suspensión unilateral de los pagos, si no hay posibilidad de investigar nada. Hay que estar dispuestos a estatizar el comercio exterior, porque si no, no hay posibilidad de apropiarse de divisas. Si uno quiere evitar la fuga de capitales, se necesita un control integral, pero se necesita que el Estado también le meta mano a la banca porque si no, no hay ningún control de cambios ni de flujo de capitales. Se necesitará también una reforma tributaria profunda.
Hay que avanzar sobre intereses concretos capitalistas en Argentina
.La relación antiimperialista y la relación anticapitalista es una sola. Ya no estamos en los años 50, 60, que se hablaba de revolución por etapas. No todos estuvimos de acuerdo con la revolución por etapas, pero digamos que en aquellos tiempos esa concepción era hegemónica.
Hoy no es posible, entre otras cosas, porque una de las grandes fallas del neodesarrollismo actual es que no encuentra sujeto social en cual apoyarse porque no hay burguesía nacional en la Argentina. No quiere decir que no haya burgueses nacionales: Heller, el banquero guevarista, es un burgués nacional y defiende esos intereses; Buzzi, el de la Federación Agraria, es un burgués nacional, que cuando le tocaron el bolsillo se fue detrás de la Sociedad Rural para defender sus intereses.
Son burgueses nacionales, pero no tienen la fuerza o la capacidad que tenían en los años 50 y parte de los 60 para disputar un poquito la orientación de la acumulación y reproducción de capitales. Hoy eso no existe.
Todos estos Gobiernos de naturaleza pequeñoburguesa, como este o como el alfonsinismo, se presentan como los representantes de una fracción de capitales nacionales, inexistente como fuerza política. Esta es la base de todas las frustraciones de este tipo de gobiernos. Pero también es la base para plantear que el nacionalismo hoy no alcanza, que no hay posibilidades de una etapa burguesa antimperialista, sino que es una etapa antimperialista de transformaciones anticapitalistas profundas, si no, no hay ninguna posibilidad. Claro esta que no es fácil.
* Economistas de Izquierda (E.D.I.) surgió de una asamblea en la Facultad de Economía de la UBA en enero de 2002, y el primer punto que selló el acuerdo era la deuda y su investigación.