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Rodolfo Ortega Peña, a 40 años de su asesinato

Escrito por el agosto 4, 2014


La tapa del Diario Noticias tras el
asesinato de Ortega Peña

(Por La Retaguardia) El 31 de julio de 1974, el abogado de presos políticos y diputado de 36 años recibió una ráfaga de 13 disparos mientras se encontraba por Carlos Pellegrini, casi esquina Arenales, en pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires. El de Ortega Peña fue uno de los primeros crímenes cometidos por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina). Recordamos su figura con Pablo Waisberg, periodista y coautor junto a Felipe Celesia de la biografía “La ley y las armas”; y Víctor Basterra, sobreviviente de la ESMA y militante de la Federación Gráfica Bonaerense con la que Ortega Peña estrechó lazos en su última etapa.

Con motivo de cumplirse 40 años del asesinato de Rodolfo Ortega Peña, el periodista Pablo Waisberg publicó una nota en el sitio Infojus Noticias, en el que relató cómo la Policía Bonaerense y el Ejército siguió durante años a este abogado defensor de presos políticos y diputado electo en 1973 por el Frente Justicialista de Liberación (Frejuli), aunque una vez en el Congreso conformó una bancada unipersonal, el Bloque del Peronismo de Base.
“El primer informe de inteligencia que aparece es de 1965 y tiene que ver con la formación de CONDOR (Centros Organizados Nacionales de Orientación Revolucionaria), que es un grupo de agitación política, que impulsan Eduardo Luis Duhalde y Rodolfo Ortega Peña. Lo plantean en el marco del debate que venían teniendo con intelectuales como Hernández Arregui y John William Cooke, en ese proceso en el que iban buscando la mixtura entre el marxismo y distintos pensadores del peronismo y el nacionalismo. En ese marco, le plantean a Hernández Arregui armar algún tipo de estructura político más de tipo intelectual, de agitación, diferente a lo territorial, y entonces se plantean armar esto que se termina llamando CONDOR, a propuesta de Hernández Arregui. Lo que hace este primer informe de inteligencia es analizar el armado de ese grupo, nombra a sus integrantes, y entre ellos por supuesto estaba Ortega Peña”, detalló Pablo Waisberg en diálogo con Oral y Público.
No hay registros previos a 1965 y esto se debe, según el periodista, a la ubicación política que hasta ese momento tenía el abogado, y su puesto como asesor legal del sindicato de la UOM de Augusto Vandor: “a lo mejor no aparecía como un problema para los servicios de inteligencia eso. Pero a partir de 1965, hay un seguimiento bastante detallado de todos los lugares por los que va pasando él en su proceso de formación y construcción política”, agregó Waisberg.
Los distintos informes encontrados varían en el nivel de acercamiento y seguimiento a Ortega Peña: “uno que a nosotros nos llamó mucho la atención –especificó Waisberg– es un informe que hacen en 1971, cuando Ortega Peña va a pasar el verano con su familia al campo, al pueblo San Carlos de Bolívar del que era su mujer. El intendente, preocupado por su presencia, pide un seguimiento a la comisaría de Pehuajo, que era la que correspondía a la zona. El oficial al que mandan a hacer el seguimiento cuenta que Ortega Peña pasa de jueves a domingo con la familia en el campo, y que de lunes a jueves se vuelve a Buenos Aires, se queda en su casa, incluso da la dirección, y luego regresa. Todo esto se hace por la preocupación del intendente a partir de que trasciende el contenido de una cena familiar en la que le preguntan a Ortega Peña por el juicio por el secuestro de (Pedro Eugenio) Aramburu, ya que él había sido abogado defensor de algunos acusados, y le preguntan además por otros sucesos del momento, como (el asalto al banco de) La Calera. Esa conversación, que tuvo los ribetes que puede haber en cualquier conversación política en el que los participantes le preguntan a uno que tiene más cercanía con un suceso, trascendió y generó la preocupación del intendente que hizo este pedido de informes”, explicó Waisberg.
Los legajos llegan hasta febrero de 1973: “uno de los últimos, o por lo menos de los que trascienden como más importante por la profundidad que estaba planteada en términos políticos y el grado de cercanía con la observación que daba, analizaba una serie de reuniones que habían tenido abogados de presos políticos, en donde se planteaba el tema que después se tradujo en una consigna que era ‘ni un día de gobierno popular con presos políticos’, que era el tema de la amnistía para los presos políticos de las dictaduras. En ese informe se detallaba por ejemplo que Ortega Peña era uno de los que más insistía en la necesidad de garantizar un esquema legal que fuera amnistía, que lo resolviera el Poder Ejecutivo o el Congreso pero que había que resolverlo rápidamente. Ese informe está firmado por (Alberto) Valin, que era el jefe de inteligencia del (Batallón) 601, por eso para mí además adquiere un grado mayor de importancia por quién era el que estaba firmando el informe”.
Todo este material y documentos se encuentra dentro del archivo de la Comisión por la Memoria (CPM) de la provincia de Buenos Aires, y consiste básicamente en legajos que guardaba la Policía Bonaerense, que se hallaron en 1998: “en realidad reúne lo que se llamaba en aquel momento la comunidad informativa, y en esos legajos están los documentos retraducidos de las distintas estructuras de inteligencia que actuaban en aquel momento a nivel nacional y provincial. A la ficha de Ortega Peña nosotros accedimos a través de un familiar al que le pedimos que solicitara la carpeta porque por una cuestión legal la información que tienen los servicios de inteligencia solamente puede ser pedida por la propia persona o en el caso que esté fallecida, por algún familiar directo”, explicó Waisberg a Oral y Público. 

Un tipo íntegro

 
Ortega fue velado en la Federación
Gráfica Bonaerense
(Foto: archivo ARGRA)

De la charla sobre Rodolfo Ortega Peña también participó Víctor Basterra, sobreviviente del ex centro clandestino de detención, tortura y exterminio que funcionó en el predio de la Escuela de Mecánica de la Armada. Sobre la figura del abogado y diputado, Basterra afirmó: “fue un tipo que hizo un cambio importante, él había sido asesor legal del sindicato de la UOM, en el que estaba Vandor, Rucci, Rosendo García, Otero, todos ellos, y después dio un salto y pasó a ser abogado de presos políticos, de los compañeros que caían y se comprometió muy profundamente. Cuando es elegido diputado forma después un bloque unipersonal  que se llamó Bloque del Peronismo de Base (PB), muy cercano a nosotros de alguna forma, sacaba muchas de las noticias que nosotros emitíamos, tanto del Peronismo de Base como las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), o sea que él no entró dentro de la hegemonía montonera, sino que se mantuvo al margen de eso. Y nosotros nos cruzábamos bastante seguido en la (Federación) gráfica hasta el año ’73; por supuesto cuando fue diputado ya no nos encontramos, y yo asistí al velatorio que se hizo en la Federación Gráfica y saludé a la señora que me acuerdo que tenía un tiro en el pómulo, fue muy impactante. Nos dolió muchísimo a nosotros. Ortega Peña era un tipo íntegro, tenía principios. El flaco se había impuesto una línea, que no se la iba a manejar así nomás cualquier ñato, él respondía a las bases”.

Basterra compartió con Ortega Peña muchos momentos y anécdotas. En el aire de Oral y Público contó una de ellas: “una noche salimos de la gráfica, nos quedamos charlando y llegamos a la esquina de Chile y PaseoColón. Él había comentado que se tenía que ir, y un compañero le dice en un momento que se le hacía la hora, y él entonces dijo que tenía que tomar un taxi y no tenía un mango, entonces hicimos una vaquita los tres compañeros que estábamos y le dimos la guita. Y un día, cuando fue electo diputado, me acuerdo que le mandé un mensaje en joda a través de otro compañero diciéndole que se acuerde de las deudas que tenía. Son esas cosas que a uno le quedan de esas figuras emblemáticas”, recordó Basterra, sonriendo.

“La muerte no duele, lo que duele es el hambre del pueblo, la dominación”

El taxi del que bajó Ortega con su
compañera. (Foto: archivo ARGRA)

En función del relato realizado por Pablo Waisberg respecto al seguimiento que los servicios de inteligencia le hacían a Rodolfo Ortega Peña, le preguntamos a Víctor Basterra si en aquellos años se sentía esta presión y seguimiento permanente: “sí, yo recuerdo haber salido de la gráfica en el año ’70, ’71, militaba en la Federación Gráfica Bonaerense, me crucé muchas veces con el Pelado (por Ortega Peña). Recuerdo que vivía en Villa Celina y un tipo me siguió desde la gráfica hasta que lo eludí entre los monoblocks de Villa Celina porque yo era más conocedor del lugar, pero te seguían abiertamente. Me acuerdo que se daba, por ejemplo, la película ‘Operación Masacre’ en casas particulares, con mucho cuidado, y siempre quedaba al descubierto algo, siempre se cometía algún error, y la presencia de los servicios de inteligencia estaba siempre. Después de Trelew y cuando accede Cámpora al gobierno, se da la primavera camporista y todo el desarrollo de las organizaciones tanto político militares como las barriales o de base. Siempre estaba la presencia de los servicios, era habitual, de alguna forma uno los tenía en cuenta, convivía con ellos, y estaba siempre alerta, se hacía siempre una forma de filtro para mirar a ver con quién hablaba, cuál era la tendencia que tenía y se cuidaba mucho; no obstante nunca era suficiente”.
Dado el nivel de seguimiento y exposición que tenía el propio Ortega Peña, cabe preguntarse hasta qué grado intuía esta situación y el peligro que corría su vida. Al respecto, Waisberg respondió: “eso lo habían estado discutiendo en las últimas semanas, sobre todo con Eduardo Luis Duhalde y otros amigos de militancia que le habían planteado con distintos grados de seriedad que tenía que cuidarse, y él lo había descartado en términos que él decía ‘nos quieren empujar a la clandestinidad y no podemos ir a la clandestinidad’, y por otro lado decía una frase que después trascendió bastante recortada, que era ‘la muerte no duele’, pero en realidad la frase completa es ‘la muerte no duele, lo que duele es el hambre del pueblo, la dominación’ y demás, como un planteo más político. Entiendo que él asumía el riesgo que corría, incluso no es como algunos creen que andaba como se decía en esa época regalado, sino que llevaba el arma que le daba el Congreso. Por lo menos hasta hace poco tiempo, los legisladores tenían permiso de portar armas, iban las pedían y el Congreso les daba un arma, que después la tenían que devolver cuando terminaba el mandato. En ese momento esto estaba vigente, entonces él tenía una pistola nueve milímetros, pero además llevaba una segunda arma en una carterita. Él decía que la única forma de evitar un ataque era pasando a la clandestinidad, que era lo que no quería hacer; entendía que el hecho de haber llegado a ser diputado era un arma política que le permitía un montón de cosas, eso era lo que estaba intentando utilizar”.
Rodolfo Ortega Peña fue una de las primeras víctimas de la Triple A, crímenes que recién ahora empiezan a judicializarse, con mucho cuidado y sin ningún tipo de apoyo de los sectores ligados al peronismo, incluso el kirchnerismo. Sin duda existe una deuda política y judicial con esa época, pareciera estar toda la lupa puesta en lo que fue el Terrorismo de Estado con la dictadura ya instalada, pero en la etapa previa al golpe cívico militar están estos hechos a los que la justicia aún no ha llegado.
A 40 años, el asesinato de Rodolfo Ortega Peña sigue esperando juicio y castigo.

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