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Sandra De Lucca, la violencia de género en primera persona

Escrito por el abril 26, 2015


(Por La Retaguardia) Hace unos días, Sandra De Lucca decidió escribir una carta y publicarla en las redes sociales. Allí contó su propia historia como víctima de violencia de género, y también relató cómo -con mucho esfuerzo y trabajo- pudo salir de esa situación con la escucha y contención de las personas que la rodean. Explicó que una sola palabra puede ayudar a abrir los ojos y rescató la importancia de sentirse acompañada y comprendida para poder salir del círculo de violencia. También subrayó lo difícil que es sostener el no: “después del no, la persona violenta va a hacer cualquier cosa para volver a tener su objeto de obsesión. Entonces va a venir con lo más lindo, las promesas, el cambio, que te va a construir un mundo nuevo, que en realidad nunca va a llegar”. aseveró De Lucca en diálogo con el programa Mis hijos están con el padre, que se emite por Radio La Retaguardia.

“Me presento, mi nombre es Sandra y fui una MUJER GOLPEADA. Empiezo así porque aceptarlo, decirlo y admitirlo sigue siendo parte de mi cura (el silencio y la vergüenza en estos casos son la peor decisión). Por eso lo digo y por eso no me avergüenza.
Este último tiempo, entre las noticias que salen y, lamentablemente, lo que ocurre a mi alrededor, en la calle, en mi entorno, en la tele, la violencia de género es moneda corriente. Pero de eso se puede salir, ¡SÍ SE PUEDE! Y se puede aprender. Aunque no lo crean, salir y decir BASTA es la parte más fácil. Lo difícil viene después y por ahí de eso es de lo que no se habla, de lo que nadie te avisa y de lo que más cuesta salir”. Así comienza la carta que Sandra De Lucca difundió por redes sociales hace pocos días.
Invitada al programa Mis hijos están con el padre, que se emite por Radio La Retaguardia, De Lucca contó su historia y también la forma en que pudo salir de ese círculo de violencia: “yo sufrí violencia de género por una ex pareja que tuve –afirmó–. Si bien aguanté dos años y medio, pude despegarme, pero toda esta movida de empezar a hablar, de sanación como digo yo, surgió a raíz de otras personas cercanas a mí que sufrieron esta violencia en la que en algunos casos estuve involucrada solamente con palabras de ayuda, en otros casos acompañando a juzgados, comisarías y demás, y en otro muy puntual que fue con una persona muy allegada a mí y con el que me involucré mucho. A raíz de esto  surgió esta carta para poder ayudar no solo a la persona que sufre de violencia de género, sino a las personas que tiene alrededor esa persona que sufre la violencia: las personas que tiene alrededor son la salvación en muchos casos. Hay quienes pueden salir solas, sin ayuda ni palabras de nadie, y hay quienes necesitan mucho de que una persona, sea conocida, vecino, alguien que vos ves en la calle, te diga una sola palabra. Eso ya ayuda un montón para no sentir la culpa, para empezar a abrir los ojos, para empezar a tomar decisiones, a veces viendo algo en la tele, escuchando un programa de radio. A la persona que sufrió o que está pasando por esto le sirve escuchar que de esto se puede salir, que nadie puede llegar a pensar que vos podés hacer algo para que alguien te pegue una cachetada, un empujón, que te diga que sos una puta, que te diga que porque te vestís y maquillás de una manera merecés que alguien te trate mal, que por tener pensamientos un poco más liberadores también te merecés algo de ese tipo. No hay nada en este mundo que pueda hacer una mujer para que un hombre la maltrate. Nada”.

El trabajito de bajar la autoestima, los celos y el aislamiento

Sandra De Lucca tiene un hijo de una pareja anterior, con la que nunca tuvo problemas de violencia, luego conoció a esta persona con la que mantuvo una relación de dos años y medio: “lo conocí y me enamoré muchísimo, hasta que comenzó su trabajito de bajar mi autoestima. Empezó a celarme, yo no estaba acostumbrada porque estuve diez años con el papá de mi hijo y él nunca me hizo ninguna escena de celos, o a lo sumo eran celos normales. Pero esta persona empezó a celarme. A veces no lo sabía manejar, no sabía si estaba bien permitirle o no la discusión, el ponerse nervioso, el tema de celar a mi propio hijo, compararse con mi hijo. Él me empezó a hacer sentir que sus celos eran por amor. Comenzó a alejarme de mis amigos, diciéndome por ejemplo que yo no me podía acercar  a una persona que estaba soltera y salía a bailar porque era una mala influencia. Después empezó a alejarme de mi familia. Comenzó a decirme que yo me merecía que él me tratara así porque le contestaba a lo que él me decía. En todas las discusiones que tuvimos me planteaba que yo al reaccionar de la forma que sea lo ponía peor, con un grito, con una discusión, o yéndome en medio de una discusión, todo servía como pretexto. Ahí empecé a sentir la culpa y a sentir que yo por ahí tengo un carácter fuerte y si algo no me gusta lo digo, hasta que un día sentí que era verdad, que por mi carácter yo hacía que él reaccionara así, y dejé de reaccionar, dejé de contestar, dejé que me insultara horas y horas y noches enteras por pensar que podía reaccionar peor, y fue al contrario, al callarme la boca, al no reaccionar, él empezó peor y tuvimos episodios muy fuertes de violencia”.

Se acabó

“Por ahí no tuve la oportunidad de que alguien me viniera a decir que eso estaba mal porque yo ocultaba, mentía, decía que estaba todo bien, que él me amaba, que los moretones que tenía eran porque me había golpeado con la mesa, porque me había caído, y solamente una persona supo que él me golpeaba, y me dijo que eso no estaba bien y que me tenía que ir. Nunca más la vi, porque me escapé de esa persona. Esto pasa mucho, el alejarse de las personas que nos quieren ayudar”, relató De Lucca a Mis hijos están con el padre.
Incluso, aclaró que fue ella sola la que hizo el clic que necesitaba para darse cuenta de lo que estaba viviendo: “estaba viendo un programa de televisión con él; allí una chica había sido asesinada por su novio, después de haberla violado la asesinó a golpes, y mostraron una foto de esta chica, que estaba con una minifalda, un escote, y él me dijo que se lo merecía por puta. Y en el momento en que lo escuché decir eso, hacia otra persona, no hacia mí, me di cuenta que ese tipo me podía matar, que un día me iba a matar. Y me prometí que la próxima vez que me levantara la mano o que me insultara se acababa, y pasó a los dos días. No fue ni una piña, fue un ‘correctivo’ en mi nuca, y ahí dije basta, se acabó, y tomé la decisión de decir no, que esto yo no me lo merecía, que me merecía otra cosa, tranquilidad, que estaba haciendo todo un proceso para poder estar tranquila, tenía como tres trabajos, una locura era mi vida para poder escaparme de todo esto”.

El proceso de decir NO

De todos modos, De Lucca advirtió que el camino que debió recorrer hasta poder decir definitivamente basta fue muy difícil: “me costó dos años y medio entender que yo nunca me merecí eso, ni me lo merezco.  Rescato el proceso, poder hablarlo, sanar aquellas heridas que por ahí siguen abiertas y van a seguir abiertas el resto de mi vida, ayudar, ayudando a otras personas para que puedan escuchar, para que sepan que se puede salir, que hay que mantener el no, que es lo más difícil, porque después del no, obviamente la persona violenta no es amor lo que tiene sino una obsesión, y al no tener a esa persona que es una obsesión, se desespera y va a hacer cualquier cosa para volver a tener su objeto de obsesión. Entonces va a venir con lo más lindo, que son las promesas, el cambio, que te van a construir un mundo nuevo, que en realidad nunca va a llegar. Puede durar una semana, dos, un mes, pero no va a llegar nunca ese momento. Entonces ante la persona con la cual vos estás que te hace promesas, te vende amor, te baja la autoestima; ante eso, el no es mucho más difícil de sostener: es pelear con uno mismo. Me sirvió mucho hacer terapia, tuve un intento de suicidio cuando estaba con él por el hecho de pensar que me merecía estar muerta. Pasaron los meses, hubo llamados de teléfono, cambios de celular, empecé a cortar toda conexión con él. Iba a mi casa, se me plantaba en la puerta, fui a hacer miles de denuncias contra él, hasta que logré que pusieran un impedimento de acercamiento. Me acerqué a la comisaría de Lanús a hacer la denuncia, él ya tenía dos denuncias, yo ya estaba peleada con él y al año y medio entró a mi casa en forma violenta, por la fuerza. Yo ya le había hecho una denuncia, que quedó en la nada porque la hice en la comisaría y no la seguí en Tribunales. Cuando uno hace una denuncia en la comisaría y no la sigue en Tribunales y no se abre la carpeta de tu caso, y no la seguís, y no vas, es como que la denuncia pierde sentido. Entonces la última denuncia que hice la seguí en Tribunales, le pusieron el impedimento de contacto. Él no la cumplió una o dos veces, yo llamé al 911 y enseguida tuve al patrullero en mi casa, y después se fue tranquilizando, yo me fui poniendo fuerte, volví a tener mi grupo de amigos, volvía a apoyarme mucho en ellos, en mi hijo, en el trabajo, en mi familia y gracias a Dios estoy hoy acá hablando”.

Sobran los motivos

En la carta difundida por redes sociales, De Lucca explicó qué es lo que la llevó a escribirla:
“Estas líneas son para hacerte saber que: Una mujer que pasa por una situación así está devastada, con su autoestima por el suelo (si es que aún le queda algo), sin fuerza y sobre todo con culpa, mucha culpa. Existen diferentes tipos de violencia; la física es grave, muy grave. Duele, lastima y mata. Pero existe la otra, la psicológica y de esa es mucho más difícil sobreponerse. El golpe de puño lo da una sola persona, el golpe psicológico lo recibimos de todos los ángulos de la sociedad, no solamente del hombre que da el golpe. Eso es devastador para una mujer que está pasando algo así.
Otras de las trabas que enfrentamos son la indiferencia de las comisarías y la justicia lenta y burocrática que te complica muchísimo más.
Muchas veces, la gente en la calle, incluso hasta la propia familia o entorno, no pueden entender que esa mujer es, aparte de víctima, una persona “enferma”. Lo pongo entre comillas ya que no me refiero a la enfermedad física, en estos casos la enfermedad es psicológica.
Por eso, con estas palabras que estoy escribiendo, te pido a vos que las estás leyendo que te involucres de la forma que puedas. Un llamado al 911, si ves algo en la calle o escuchás a algún vecino. Si tenés sentimientos o aprecio por esa mujer, que la acompañes, la entiendas, la ayudes a convencerse de que decir basta es la mejor solución o, en realidad, la única, aunque ella no pueda verlo. Si te toca algo así de cerca acordáte que es una lucha de la mujer y de su entorno, del que a veces nosotras mismas nos alejamos por vergüenza y miedo”.

Trabas burocráticas

Respecto a los obstáculos que las víctimas de violencia de género pueden encontrar en comisarías y oficinas públicas, De Lucca especificó: “yo creo y pienso que las leyes están y que la cosa es cambiar la mente de las personas que pueden hacer algo con esas leyes. Ahí es donde tenemos que apuntar. Está muy bien escrita esa ley, la cosa es llegar a la persona que tiene que hacerla cumplir. Por el mundo en que vivimos, machista, con tantos tabúes, se dice que el problema de pareja es solo de pareja, y que nadie más se tiene que involucrar, que la violencia que una recibe es porque hizo algo para recibir esa violencia o porque le gusta, o porque se puede pensar que es fácil si a vos te pegan levantar tus cosas e irte, y no es tan fácil. Entonces hay que cambiar la mente de esas personas”.
En este punto, De Lucca aseveró: “en la carta digo que esto es una enfermedad y cuando una está enferma no puede ver un montón de cosas, que las personas de afuera sí pueden ver. Cuando una está enferma no tiene fuerzas para tomar una decisión que tenés que tomar en la primera instancia que vos veas que puede llegar a pasar algo de violencia. Esas personas deben entender que no todas las personas somos iguales, que no todas actuamos de la misma manera, no todas tenemos la misma fuerza, y que se necesita de otro para poder salir. Es mucho más fácil cuando escuchás que alguien te dice que no es tu culpa, escuchar de un señor que te atiende en el juzgado que te va a ayudar, que te quedes tranquila, que va a hacer todo lo posible para que esto salga rápido. Escuchar de cualquiera sirve, de un vecino, cuando alguien pasa y te dice ‘nena, no dejes que te pegue’ y después sigue de largo: eso ya es involucrarse. Uno no necesita involucrarse metiéndose en la cama de alguien, se puede involucrar de diferentes maneras, desde cualquier ámbito, laboral también. Muchas veces las mujeres pasan por la violencia del golpe, del golpeador, pero tienen que pasar por otros tipos de violencia, en los juzgados, en las comisarías, en lo social, en el vecino que te mira mal, en el que mira que te están golpeando y no hace nada, en el mismo ámbito laboral cuando vos tenés que pedir permiso para poder ir a hacer la denuncia, porque tenés que ir a tribunales en un horario que es laboral, y tenés que pedir permiso y ese permiso se te complica, esos son todos golpes que una sigue recibiendo. Entonces por ahí cambiar un poquito y que la gente empiece a entender que no es tan fácil, y que con una ayuda, un ‘no es tu culpa’, ‘no te dejes pegar’, ‘tomate el día para hacer la denuncia, estar con tus hijos, estar en tu casa’, ya con eso se ayuda un montón para que a la persona se le haga más fácil el camino”.

Desde nuestro lugar

Al ser consultada sobre la violencia social y psicológica con la que los chicos crecen respecto a la figura y rol de la mujer, De Lucca afirmó: “creo que todos desde nuestro lugar podemos ir cambiando el mundo de a poquito, con sobrinos, con hermanos chiquitos, con hijos propios, empezar a enseñarles respeto, hacia la mujer y hacia todas las personas, que no todos pensamos igual, que no todos tenemos las mismas ideas, que podemos discutirlas, que podemos ponernos de acuerdo o no, pero las podemos discutir, y eso está bueno. Y enseñarle a nuestros hijos, si uno tiene una hija mujer que no tiene que dejarse bastardear, que no tiene que dejar que le falten el respeto, que no tiene que sentirse inferior a nadie por ser mujer. Ser mujer no es algo malo, al contrario, creo que es lo más lindo que te puede pasar; y después a los hijos varones, les podemos enseñar que la mujer no es un objeto, que es algo importante para su vida, él salió de una mujer, y sobre todo respetar. A mí hijo yo le enseño el respeto hacia todas las personas, pero en mi caso le hago sentir mucho el respeto hacia la mujer, entonces desde ahí ya poder hablar de esto con los chicos de cuatro, cinco años. Hoy mi hijo va a cumplir 12 años, ya está entrando en una edad donde tiene más contacto con las niñas, entonces empezar a enseñarle que tiene que respetar, que él puede estar en desacuerdo con una mujer pero no por eso la tiene que agredir, que no por eso la tiene que hacer sentir inferior. Espero y supongo que estoy haciendo un buen trabajo y que cuando sea más grande lo va a aplicar en su vida, y después se lo va a transmitir a sus hijos, nietos. Es como que yo de mi parte pongo ese granito, y otra persona desde su lugar de mamá o papá puede hacer lo mismo, es otra persona más que se suma, y si otra más se suma somos tres y así creo que podemos cambiar este mundo de a poquito”.
De Lucca se refirió especialmente a los discursos aprendidos por los menores en sus propias casas; aquellos que califican de “capo” al hombre que sale con muchas mujeres y de “puta” a la mujer que sale con muchos hombres: “todo eso también se aprende desde casa. Cuando alguien le dice que tiene que tener muchas novias, o esas cosas, al chico eso le queda en la cabeza, y como que va sintiendo que cuanto más mujeres tiene, más hombre se siente, y yo siempre le digo a mi hijo que un hombre es más hombre cuando tiene una sola mujer y la sabe cuidar”.

No mirar hacia otro lado

“Espero que esta carta haya servido de algo. Con que una de las personas que lea esto pueda llegar a hacer algo o ver un poquito las cosas de manera diferente, entonces lo hizo.
Espero y deseo que así suceda y nos empecemos a INVOLUCRAR, a dejar de mirar para el otro lado (…)
PD: Por último te pido un favor. Quizás, aunque sea por una vez, puedas ayudar a alguien que está en esta condición. Por eso te pido que hagas una copia de esta carta y se la des a otra mujer o, porque no, a un hombre, para que ellos continúen la cadena. Pensá que tu copia o la copia de la copia pueden llegar a manos de alguien que lo necesite y puede que esto le sirva”, escribió De Lucca hacia el final de su carta pública.
En diálogo con Mis hijos están con el padre, la joven remarcó: “la carta surgió después de un episodio de violencia que tuvo una amiga mía, en el que estuve muy involucrada, ella recibía amenazas de su ex pareja, me involucré en ese caso, es compañera mía de trabajo, y sufrimos golpes o yo sentí que sufríamos golpes desde lo laboral, desde las personas cercanas a nosotros, familia, amigos, y todo eso me movilizó un montón y me hizo escribir esta carta, que está destinada si bien a la mujer que está pasando por este tema de violencia, más que nada está destinada a la gente que tiene al lado, para que puedan entender aunque sea un poquito que la persona que está pasando por esto no es que lo desee, o le guste pasar por esto, no lo puede ver, o muchas veces sí lo puede ver pero no puede salir, los hombres que son violentos a veces llegan hasta amenazar de muerte a sus propios hijos, a hijos de otras parejas, y si bien esta mujer dice basta y no, el miedo a esas amenazas hace que una siga, en otros casos no existen amenazas pero es igual de difícil salir. Siempre digo que cada caso es particular, por eso la ayuda del que tenés al lado es importante, porque cada caso particular de violencia es de cada mujer. Y lo más cercano que tiene es la ayuda inmediata. Y después llegar al juzgado, a las comisarías, hay muchas comisarías de la mujer que nos atienden bien, que nos escuchan y ayudan, otras no. El problema de la justicia, ahí es donde vamos más complicados. Yo creo que las leyes están, existen, que lo que hay que cambiar es la cabeza de las personas que están dentro de esos juzgados, de los abogados que nos defienden, de la persona que te recibe la denuncia, la jueza que autoriza lo que vos estás pidiendo o la que no lo hace, la que te hace hacer entrevistas locas, como que a una jueza se le ocurra entrevistar juntos al violento y a la persona que está siendo violentada. Cuando me pasó eso no lo podía creer, entonces esas cosas tenemos que cambiar”.

Hablar

En diálogo con Mis hijos están con el padre, De Lucca manifestó que en el largo proceso de salir adelante es imprescindible escuchar a las personas que uno tiene cerca: “a los que uno sabe que te quieren bien, poder abrir los oídos, la mente, los ojos y sobre todo la boca, poder hablar es una forma de empezar a sanar y buscar ayuda. Cuando uno abre la boca te comés al mundo, y ahí es donde está el hablar sin vergüenza, sin miedos, aunque están siempre, la palabra es algo que es invencible, y cuando uno puede hablar, pedir ayuda, contar lo que le pasa, a la otra persona se le hace mucho más fácil poder entrar y ayudar. El silencio es una pared que nos divide, que por ahí hay personas que quieren ayudar pero no saben cómo, si bien involucrarse está bueno, dejar que otros se involucren hace todo más fácil para las dos partes, tanto para el que recibe ayuda como para el que la quiere brindar. Es mucho más rápido, tenés dónde poder desahogarte, dónde poder sentir apoyo, puede ser una persona del trabajo, un familiar, un amigo, un desconocido, el poder hablarlo y pedir ayuda es lo primordial creo. El pedido de ayuda todo el tiempo y el no que se tiene que poner uno mismo es importante, las dos cosas van de la mano, si bien la ayuda del otro es importante, la ayuda de uno mismo, el poder creer que no es tu culpa, que hasta acá llegué, que no quiero más de esto, eso es también todo un trabajo en conjunto”.

Hoy

Sandra De Lucca afirmó que tras las experiencias vividas le costó mucho volver a confiar en la gente, en el amor: “hasta el día de hoy me sigue costando, es un trabajo día a día. Hoy por hoy estoy en pareja, muy bien, pero el tema de la confianza es muy difícil, el estar con alguien, más si tenés hijos, involucrarlos, el último tiempo que estuve con la persona violenta yo lo veía a escondidas, y gracias a Dios, que me iluminó, o alguien me iluminó, y en los últimos meses con él yo ya no dejaba que viera al nene, a él lo veía solamente cuando el nene estaba con su papá. Así que los últimos momentos heavys con él, mi hijo no los vivió”.

Decir NO

Hacia el final de la entrevista, Sandra De Lucca recitó una poesía de autor anónimo que le acercó su psicóloga y que le sirvió – según sus propias palabras – a sostener su NO:
No es no, y hay una sola manera de decirlo
No.
Sin admiración, ni interrogantes, ni puntos suspensivos
No se dice de una sola manera
Es corto, rápido, monocorde, sobrio y escueto
No.
Se dice una sola vez, no.
Con la misma entonces, no
Como un disco rayado, no, no, y no.
Un no que necesita explicaciones y justificaciones, no es no
No, tiene la brevedad de un segundo, es un no para el otro porque ya fue para uno mismo
No es no, aquí y muy lejos de aquí
No, no deja las puertas abiertas, ni en trampa con esperanzas
Ni puede dejar de ser no aunque el otro y el mundo se pongan patas para arriba.
No, es el último acto de dignidad, es el fin de un libro sin más capítulos ni segundas partes
No se dice por carta, ni se dice con silencios, ni con pena, y menos aún con satisfacción
No es no porque no
Cuando el no es no se mira a los ojos y el no se descuelga naturalmente de los labios
La voz del no, no es trémula, ni vacilante, ni agresiva, y no deja duda alguna
Ese no, no es una negación del pasado, es una corrección del futuro
Y solo quien sabe decir no puede decir sí.

A dónde recurrir

En Argentina existe la línea nacional 144, que contiene, brinda información y asesoramiento sobre la prevención contra la violencia hacia las mujeres. Es gratuita y funciona las 24 horas de los 365 días del año.
También se puede llamar al 911, que según Sandra De Lucca es lo más accesible: “es lo primero que se viene a la mente, muchas veces la ayuda es inmediata, otras no, es a la suerte de quien te atiende”.
A su vez, se puede asistir a las Comisarías de la Mujer y la Familia: “funcionan muy bien, te tienen que tomar la denuncia, no necesitás tener el ojo morado. Y vos tenés que seguir esa denuncia en Tribunales. Es cansador, agotador, te ponen miles de trabas, pero hay que seguir”, aseguró De Lucca.
Además, en el Consejo Nacional de las Mujeres, ya sea a través de su sitio web www.cnm.gov.ar o llamando al 4342-9010, se puede obtener información.
En la Ciudad de Buenos Aires, la Oficina de Violencia Doméstica atiende las 24 hs. todos los días del año de manera interdisciplinaria en Lavalle 1250 y en los teléfonos 4123-4510 al 14.

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