Talleres textiles, clandestinos pero a la vista de todos
Por LR oficial en Uncategorized
El frente del taller incendiado hace 9 años. La historia se repite (Foto: Alejandro Cruz) |
(Por La Retaguardia) Otras 2 víctimas en un taller textil clandestino. Como si nada hubiera pasado, como si un incendio similar no se hubiese dado hace 9 años. Ayer en Luis Viale, hoy en Páez; ayer en Caballito, hoy en Flores. Todo en la misma ciudad, que convive abiertamente con la clandestinidad instalada y la muerte evitable esperando en cada habitación-taller. Durante el programa Otras Voces Otras Propuestas, que conduce Luis Angió junto a Ernestina Arias, que se emite por Radio La Retaguardia, se escuchó la voz de Juan Vázquez, uno de los integrantes de Simbiosis Cultural, que entre otras cosas dijo que un trabajador de un taller clandestino le contó que la Policía Federal hacía sus insignias en un taller clandestino.
“El colectivo Simbiosis Cultural está conformado principalmente por bolivianos que venimos de trabajar en estas situación. Hace 7 años que venimos pensando cómo es este sistema de trabajo. Este 30 de marzo conmemoramos los 9 años del incendio de Luis Viale en el que murieron 6 personas. 9 años con un solo procesado, Luis Sillerico, el boliviano que era una suerte de regente en el lugar. Los dueños del lugar, de las máquinas y de la ropa que se confeccionaban en el lugar ni siquiera fueron procesados. Este año nos toca vivir algo similar”, así comenzó Juan Vázquez, su explicación de por qué se reunieron en Simbiosis Cultural.
—Otras voces, otras propuestas: Esas cosas son las que dan el marco adecuado para que se repita. Si estuvieran procesados los dueños, probablemente algunos otros hubieran tomado conciencia, aunque sea por miedo, y hubieran dejado de hacerlo. Pero si hay impunidad, ¿por qué dejar de hacerlo?…
—JV: La impunidad siempre tiene un porqué. Dos ejemplos muy claros. Hace 3 años atrás una compañera aparece con un dedo enyesado. Nos contó que trabajaba en una fábrica bordadora y se lastimó ahí. No le pagaron los días que no trabajó. No reclamó porque “él es dueño de una radio comunitaria boliviana. Tiene el taller de bordado atrás de la radio”. Le dijimos que lo denuncie, porque si es dueño de una radio, “lo mediático le va a importar, te va a pagar”. Contestó: “Lo que bordamos son las insignias de la Policía Federal. La esposa del comisario es quien trae las insignias al taller”. También hace 3 o 4 años atrás veníamos discutiendo qué era la Policía Metropolitana, que era la resaca de la Policía Federal, y un amigo nos dice: “Yo ya sé cómo va a ser la campera. Nosotros las hacemos en el taller”. Existe ese nivel de connivencia. Por eso no es que es simplemente desidia de los que inspeccionan los talleres, tiene una articulación mucho más grande. En este caso se llevó la vida de dos pibes más. La semana pasada en Villa Celina encontraron a una chica de 20 años violada, golpeada, con muy poco peso porque la mataban de hambre y atada de pies y manos a la máquina. Se llama Rosa Pairo. En ese nivel de locura estamos.
—OVOP: Nosotros fuimos testigos de la agresión que sufrió Gustavo Vera en 2010 durante el intento de rescate de una víctima de un taller clandestino en Parque Avellaneda. Estaba allí Alfredo Ayala, sindicado como uno de los líderes de las bandas de tratantes. Ayala en un momento dice: “Traeme gente, traeme gente” a través de un handy y de repente caen Trafic cargadas con, evidentemente, trabajadores de los talleres clandestinos enfurecidos que casi linchan a Gustavo Vera. Cuánto deben tener que trabar ustedes con los mismos trabajadores. Les decían “Estos son los que vienen a dejarte sin laburo”. Ese miedo debe ser muy fuerte. ¿Cómo se combate eso?
—JV: Esto fue una denuncia por violación de una nena de 15 años, por ir a rescatar las pertenencias. No compartimos la manera, aunque sí estamos de acuerdo con el reclamo, porque eso le sirve a Alfredo Ayala, eso lo legimitiza a Ayala como defensor de los talleres. Dentro del gueto en el que estamos los bolivianos funciona ese miedo. En la colectividad boliviana hay más de 100 radios. Ayala maneja gran parte de esas radios en Capital Federal, en provincia de Buenos Aires no tiene tanta injerencia. Cuando él llama y dice “Están allanando, se quieren llevar las máquinas” ―mentira—, todo el mundo le cree porque termina siendo el enemigo externo (el que denuncia). Es por eso que nosotros empezamos a trabajar con otra cosa, sobre todo evitando la mirada victimizante. No es que a nosotros nos traen porque sabemos coser —de hecho, aprendemos a coser acá—, no es que nos traen porque conocemos el oficio; nos traen porque, primero, cuando migramos, cundo cualquier persona migra, se vulnerabiliza de tal forma que en los primeros momentos de estar en el nuevo lugar les dicen las reglas y las terminan naturalizando. Una vez que las naturalizan, empiezan a entender cómo es el sistema, aprenderlo y a proyectar ellos estar en esa escala social. Entonces, claro, cuando el tipo está cosiendo, está proyectando “Yo voy a ser tallerista”. Cuando viene La Alameda o alguna organización —estoy hablando siempre desde la mirada de dentro de la comunidad boliviana— y Alfredo Ayala te dice “nos quieren sacar las máquinas”, vos también me vas a salir a defender. Es eso lo que no se entiende desde afuera. Pero no se entiende porque tienen la mirada victimizante. A nosotros no nos gusta llamar y convocar en grande porque creemos que no tenemos la capacidad como para manejar algo enorme; pero ayer sobrepasó las cosas. Es por eso que decidimos llamar a una asamblea y organizaciones que nos conocen se dieron a la cita junto con varios vecinos de la zona de Flores más algunos de otros barrios, organizaciones bolivianas. Había más de 200 personas en ese lugar. Hablamos de todas las capas que tiene esto, no es una sola, no es la cuestión de los bolivianos. Empezamos a armar grupitos para ir trabajando con cada una de esas capas. No creemos que sea la solución, pero es lo que no se intentó hasta ahora.
—OVOP: ¿Cómo creés que se puede salir de un esquema tan extendido como es el de la producción textil en Argentina y la invitación al consumo permanente que se hace desde el propio Estado, invitando a gente que no tiene casa, que vive en condiciones indignas, a meterse en el sistema de consumo comprando lo que sea y mostrando eso como un logro? Uno escucha a los empresarios textiles y te dicen “Si nosotros no hacemos esto, no podemos producir. Es esto o no producir, porque los chinos nos ganan con el costo”. Muchos Estados subvencionan algunas actividades porque les interesa que no les entre lo importado. ¿Han pensado propuestas de este estilo?
—JV: Es tan variado que calculo que se les va a ir de las manos. De hecho, el Estado estuvo subvencionando muchas cooperativas de trabajo, con organizaciones amigas de ellos. El polo textil de Barracas funciona con pocas cooperativas, está preparada para 25 más o menos; hay 9 y cada vez son menos. Porque, claro, la subvención que da el Gobierno haciendo guardapolvos la pagan a partir 3 a 6 meses después. Entonces, cualquier cooperativista que está apostándole a algo diferente se termina cansando y yendo.
—OVOP: ¿A dónde se van, a un taller clandestino?
—JV: Obvio. Eso es lo lacerante. Una de las patas en la cual Simbiosis está es la de proponer algún taller distinto. Un experimento para ver cómo se puede modificar la estructura de un taller y a partir de eso, que se desarrolle como se tiene que desarrollar. Creo en esa potencialidad. No es que somos sumisos, borrachos, sucios y todos los estereotipos, sino que hay un montón de personas que tienen potencialidades que se vienen desarrollando. Salir de la mirada victimista es importante para entender que el otro puede lograr cambios. Es arrimarnos, acercar, mostrar, estar. Es una sociedad que tiene ya treinta años en sociedad argentina. Creo que por ahí puede venir algo interesante.
—OVOP: Hay que hacer un laburo fuerte también hacia fuera de la comunidad. Daba por hecho que todos los que venían de Bolivia sabían el oficio y venían por eso.
—JV: Nosotros sacamos un libro hace poco, Chuequistas y overlockas. Ahí se desarrolla un poco la imagen más clara de este sistema. Se puede bajar de internet en la página de la editorial Tinta Limón. También está el libro No olvidemos, que habla del incendio de 2006.