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Divanes de Palo, otro filoso cuchillo teatral de Alfredo Grande

Escrito por el septiembre 1, 2015


El 14 de agosto se presentó en el complejo teatral La Clac la obra Divanes de Palo, un grotesco psicoanalítico escrito y dirigido por Alfredo Grande. Ya lleva en cartel tres semanas, y puede verse los viernes a las 21 en Avenida de Mayo 1156, CABA. El elenco está compuesto en su totalidad por profesionales del psicoanálisis: Daniel Delguy, Alicia Prieto, José Graiño, Jorge Rosso, Gabriel Trebliner, Gloria Abadi, Adriana Cabuli, Ana María Balboa, Marisa Federico, Marta de Giusti, Ana López y Joaquín Hernández Moronta. Para reservar entradas: 4382-6529/4115-3510. En el programa Sueños Posibles que se emite por Radio La Retaguardia, Alfredo Grande e Irene Antinori dialgoaron con Jorge Rosso para reflexionar sobre la obra.

(Por La Retaguardia) “Le llamamos grotesco psicoanalítico”, comenzó Rosso. “Tiene una particularidad: somos once profesionales en escena”. Explicó que todos trabajan en el rubro del psicoanális: “nos lanzamos a pensar y burlarnos un poco”. La idea es caricaturizar el costado ridículo de los terapeutas que, según Irene Antinori, “es mostrarnos distantes”. “Nos planteamos cuestiones desde otro lugar, desde el humor y el amor”, dijo Rosso y definió a estos recursos como dos herramientas para “continuar el psicoanálisis por otros medios”.

La estructura

“La obra está marcada por tres personajes que existieron en la realidad del psicoanálisis”, adelantó Roso. Se refiere a Sigmund Feud, “el creador, el maestro originario”;  Joseph Breuer, un colega de Freud que “quedó en el camino para dedicarse a la hipnosis y que incursionó en el psicoanálisis con una paciente que lo hizo famoso” y, por último, esa paciente, Ana O, cuyo nombre era Bertha Pappenheim. Estos son los personajes cruciales, sobre todo Freud y Ana O, en el comienzo y el final de la trama, y sus aportes a la teoría psicoanalítica, signan todo lo que ocurre.

Escenas

Son cuatro, y están interpretadas por diferentes actores que representan, en todo momento, contextos diferentes con el tono grotesco como hilo conductor.
En la primera se desarrolla una terapia individual. Según explicó Rosso, “el terapeuta atraviesa lo que llamamos transferencia erótica, y se enamora y se siente seducido por la paciente”. La historia toma un giro, sin embargo, pues quien ejercía “el control, la supervisión que acompaña siempre la tarea nuestra” era amiga de la paciente y cuestionó, desde el principio, el desarrollo de ese escenario.
En la segunda escena “aparecen cinco mujeres que pretenden desarrollar un Congreso interdisciplinario”. Por un lado, contó Rosso, “están las que llamamos ‘Las cachuchitas’ que son las terapeutas más atrapadas en la captura de la sexualidad y de la superficialidad”; por otro lado “hay alguien que intenta mediar entre ellas” y, finalmente, “otra figura de contrapunto que es una metodóloga rigurosa y muy estricta”.
“Hay una tercera situación”, relató el actor y psicoanalista, “que incluye a tres personas; una pareja y la psicoanalista. Lo peculiar es que el hombre pretende armar un trío”. La escena “da lugar a cuestiones desopilantes”, se vislumbran, además, “problemáticas humanas y de la sexualidad”.
En la cuarta y última escena del tronco de esta obra hay dos personajes: “una mujer que ingresa a un consultorio donde un profesional hombre la recibe y que en realidad pivotea del grotesco hacia una escena que podríamos llamar dramática”. Luego de esas situaciones, vuelven Freud, Breuer y Ana O, y “van cerrando con la presencia final de todos los personajes y una interacción con Freud”. Según Rosso, “le dan un cierre consistente a todo lo que fragmentariamente se ha ido desarrollando”.

El público

“La reacción fue muy emotiva”, aseguró Rosso. “Cuando uno escucha las risas y algún aplauso que aparece a mitad de obra, conmueve y nos llama a ponerle más fervor al trabajo”, admitió interpelado. El psicoanalista destacó que los públicos son diferentes: “Hay más cálidos y amigables y otros más resistentes y confrontativos”. Rosso aseguró: “Nos estamos templando”, en referencia a que la puesta es nueva para el público y los actores, pues no son “profesionales”.

La experiencia

“Mi personaje me conmueve. En la primera presentación, confieso, se me cayeron unas lágrimas”, dijo y compartió el mérito: “se logró, la compañera de escena logró conmoverme”. Rosso sostiene que la obra comprende una búsqueda que intenta mostrar “el lado más humano” del psicoanalista. “Nos exponemos al ridículo, al bochorno, hacemos cosas que están fuera de lo habitual”, contó.
“El escenario es un lugar en el que no solemos estar”, luego de esa frase, el psicoanalista hizo una salvedad: “no lo sentimos así finalmente porque cada vez vamos consolidando más el lugar de actores”.
Rosso contó que todo el elenco está trabajando con dureza varias veces a la semana grupal e individualmente, siempre guiados por el director Alfredo Grande. “Hacemos un pulido que intenta llevar el tono actoral al punto máximo de posibilidad de cada uno”, finalizó.

Alfredo Grande ya incursionó en teatro con la creación de varios espectáculos donde quien estaba en el escenario era él mismo, haciendo gala de un histrionismo que también deja ver en cada emisión de Sueños Posibles. Sin embargo, esta vez su lugar está en la dirección, donde juega un rol parecido, si se quiere seguir con el juego psicoanálisis-teatro, de aquel psicoanalista que realiza la supervisión. Vale la apuesta. ¿Dejamos acá?

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