El trasvesticidio, ¿etapa superior del femicidio?
Por LR oficial en CABA, Educación Y Salud, Género y Diversidad, Violencia institucional
Los asesinatos de travestis tienen un sentido político y no sólo criminal. La búsqueda de relevancia de un concepto marca el actual terreno para seguir dialogando. Diana Maffía, filósofa y directora del Observatorio de Género del Consejo de la Magistratura de la CABA, participó del programa Sueños Posibles que conduce Alfredo Grande junto a Irene Antinori. (Por La Retaguardia)
«Cuando se discutió la figura legal Femicidio, se quería hacer notar la falta de equivalencia cuando una mujer mata a un varón o un varón mata a un varón respecto de cuando un varón mata a una mujer. El homicidio está pensado entre pares, incluso la defensa propia; es decir, entre personas que tienen misma fuerza y determinado tipo de justificaciones que puede haber para la agresión. No es así cuando un hombre mata a una mujer, sobre todo en relaciones íntimas, donde hay una apropiación de esas mujeres por parte de los varones, asentada en un sistema de poder, en un sistema patriarcal. Lo que quiere hacer notar la figura de femicidio es que hay un sistema que se sostiene públicamente a través de intervenciones y de ausencias del Estado, que mantiene una minorización: las mujeres tratadas como menores de edad perpetuas, como personas no autónomas. Femicidio nos hace presente este sistema de opresión. Ahora, cuando la víctima es una persona travesti: una persona perteneciente no solamente a una minoría sexual, sino a una minoría que disputa la dicotomía de género; disputa que los géneros sean dos; disputa que los cuerpos estén divididos en cuerpo de mujer y cuerpo de varón, y que eso determine una orientación sexual, un género subjetivo, etcétera. Disputa algo que no disputan ni gays, ni lesbianas, ni transexuales, lo disputan las travestis. Esto genera una violencia dentro del sistema que hace que los crímenes contra las travestis pertenezcan a una situación de opresión que sufren, por ejemplo, por el hecho de que más del 90% de las travestis son víctimas de un sistema prostituyente. Y muchas de las situaciones de violencia que terminan en asesinato son por la explotación policial de la prostitución, o por el encubrimiento que los llamados clientes -eufemismo para hablar del prostituyente- que no pueden tolerar el haber elegido entre los cuerpos a consumir el cuerpo de una travesti».
Por eso, «muchas de las formas de violencia se deben a la propia condición de vulnerabilidad que sufren las travestis -continuó Maffía. Vulnerabilidad puesta en evidencia el año pasado, con el asesinato de Diana Sacayán, con una vida pública y representación tan relevante. En esta dirigente tan activa y respetada había jugado otro tipo de cosas que la hicieron vulnerable. No se había podido defender de ese sistema y finalmente fue asesinada».
Ni homicidio ni femicidio eran términos adecuados: «Fue algo que veníamos hablando hace tiempo con Lohana Berkins, quien muy penosamente murió a comienzos de este año. Para ello, habíamos empezado a consultar a algunas organizaciones de personas travestis y trans, para ver qué términos les parecía más apropiado. Por el momento viene tomando consistencia -insisto en la consulta con otros movimientos al igual que bibliografía internacional y con otras organizaciones que se ocupan de los crímenes contra travestis y personas transgénero- un concepto doble: travesticidio-transfemicidio. es decir, mujeres trans y travestis como víctimas de un sistema específico».
En cuanto a estos conceptos y su relación con el femicidio, Maffía expresó que se debe analizar con profundidad: «Pareciera que el sistema patriarcal, el sistema que se hizo evidente para analizar los femicidios, va a ser reemplazado por otro que tiene más que ver con la condicion de identidad sexual, o con la condición de alineamiento de cuerpos, identidades, orientaciones y prácticas sexuales, pero ya no con el sistema de opresión propio del patriarcado. Y en esto yo no estoy muy de acuerdo. Los movimientos han tomado del feminismo este concepto complejo de subordinación que se encarna sobre todos los cuerpos, pero no hay quizás tantos trabajos sobre estos múltiples factores que no son solamente la cuestión de género. Es también la cuestión de clase social, de etnia, de edad, de color, por supuesto de identidad, de corporalidades; pero en un complejidad que tiene el patriarcado y que no es solamente sexual. Me parece que es un término que tenemos que seguir discutiendo, masticando».
La búsqueda del concepto, ¿académico o político?
La necesidad de encontrar el término adecuado o considerar al travesticidio como etapa superior del feminismo (debido a todo lo que interpela) «es un diálogo todavía en construcción y sería muy difícil dar una solución incluso conceptual. Me parece que las alianzas que hemos establecido las feministas tienen mucho que decir, creo que las feministas hemos inspirado cierto activismo de la diversidad sexual. Pero creo que hay una necesidad de profundización de los argumentos; quizás por los peores motivos, debido al origen ilustrado del feminismo, clase media universitaria. Lo que conspira contra el esclarecimiento de otros aspectos, por ejemplo: aspecto anticapitalista o de clase, que le ha costado mucho más al feminismo admitir un feminismo popular. Porque se basaba en los argumentos, en la teoría, pero una teoría que no se ocupaba de determinado tipo de cuestiones cotidianas para muchas mujeres populares. Creo que en parte los movimientos de la diversidad tendrían que transitar también algunos de estos debates».
Con la presentación del Observatorio de Femicidio, se anunció la necesidad de agregar la categoría «travesticidio» en el informe 2015, a pesar de que lleva nueve años de trabajo relevado. «Otras organizaciones tradicionales como la CHA también están realizando una búsqueda para constatar la forma en que se dan estos asesinatos».
«No se trata de dar una definición académica sino política, por lo cual requiere diálogo, interacción, etc., y tomar en primera persona el testimonio de las organizaciones, pero más allá de eso, será importante discutir qué datos son los que se van a consignar, y cómo. Porque la paradoja es que tampoco se recogen datos de personas trans en la Oficina de Violencia (Doméstica) de la Corte. Las atienden, pero la consignación es de varones y mujeres».
El terreno político es más «farrangoso», en donde habrá ver las relevancias, comentó: «Si de acuerdo a la Ley de Identidad de Género, la definición identitaria corresponde a la que la propia persona da, habría que ofrecerle un menú de opciones y respetar la manera en que cada persona se defina. Por eso, entramos en un terreno para andar dialogando. ¿Es relevante o no es relevante distinguir si esa mujer es trans o cis?, como suelen decirlo las trans de las personas que hemos sido designadas con nuestro cuerpo a una identidad y no tenemos conflicto con eso. ¿Era relevante distinguir mesas femeninas de masculinas en el proceso electoral? Se unificaron las mesas pero no quedan consignaciones, con lo cual, además, se ha perdido un dato relevante para los análisis de filosofía política feminista, aportado por la estadística del voto femenino que en su momento votaban igual que los varones, y ello cambió después del ’83».
Justicia por Diana Sacayán
Diana Sacayán |
El 28 de junio se realizó una marcha «convocada por varias agrupaciones, principalmente por Justicia por Diana Sacayán, porque su asesinato generó gran conmoción dentro y fuera del movimiento travesti. El hecho llevó a que el mismo aparato del Estado, desde la fiscalía especializada, consignara ese crimen como dentro de los protocolos que tiene para analizar el femicidio. Esto implica que hubo una reacción respecto de la significación. Es decir, fue un asesinato con aspectos no sólo sexuales, o mal llamados crímenes pasionales, sino que también hubo un vínculo político, porque era una militante de base que había sido amenazada. Había recibido varias agresiones y amenazas de la Policía. La idea es que este crimen quede esclarecido y que haya justicia por Diana Sacayán y por todos los crímenes que puedan involucrar a personas travestis y a personas con esa militancia; militancia que muchas veces es muy irritante. Por este motivo se realizó la 1ª Marcha Nacional contra los Travesticidios, de Plaza de Mayo a Congreso, y para despertar interés político en esta paradoja: asesinatos que no son homicidios, son femicidios. Asesinatos que tienen unsentido politico y no sólo criminal».
Diana Sacayán trabajaba en el INADI, puesto poítico clave como los cargos que en simultaneidad ocupaban «las dirigentes más esclarecidas dentro del movimiento trans -remarcó Maffía-. Trabajaban en cargos públicos de mucha relevancia: Marlene Wayar en un área de inclusión laboral en el Ministerio de Trabajo y Lohana Berkins en el Observatorio de Género, donde dirigía una oficina de identidad de género y diversidad sexual. Ello permitió que se avanzara en políticas públicas vinculadas con las identidades más allá de la cuestión legal del matrimonio igualitario o de la Ley de Identidad de Género. Justamente políticas que tenían que ver con la inclusión real a través de derechos económicos, sociales y culturales como el derecho al trabajo, el derecho a la no discriminación; el derecho a la vivienda, la educación, la salud. Bueno, que no nos obnubile de tal manera la cuestión de la identidad suponiendo que con ello logramos equiparar derechos», sostuvo.
¿Travesticidio o crímenes de odio?
Durante la larga charla con Alfredo Grande e Irene Antinori, Maffía se esforzó por pensar y explicar conceptos, en una búsqueda por ajustar palabras cargadas de simbolismos muy fuertes: «En algunos países se los llama ‘crímenes de odio’, es decir, basados en un rasgo que un grupo de poder no tolera; entonces se transforma en un criterio de persecución. El problema que encontramos con esta denominación, es que apela a lo subjetivo, algo que se relaciona con la emocionalidad y la evaluación de los sujetos. En realidad, tanto en el femicidio como en el travesticidio, queremos poner en evidencia las cuestiones estructurales de sometimiento de todos los sujetos pertenecientes a una comunidad. Cuando pensamos en ‘genocidio’ -sabemos que hubo en su momento mucho debate con relación a los desaparecidos, e incluso Naciones Unidas fija una cantidad determinada- referimos quizás a algo numérico; pero no estamos pensando en algo numérico sino en algo conceptual, político, en sentido de la ‘marca’ que ciertos sujetos tienen; la marca que va a producir su propio riesgo de muerte, su propio riesgo de persecución. Al pensar en ‘crímenes de odio’, al pensar en la discriminación extrema, veo aspectos que involucran menos la cuestión estructural que estas cuestiones de discursos donde la subjetividad tiene un papel importante, y por lo tanto un poco aleatoria. Habría que pensarlo. Habría que pensar si genocidio, que por otro lado tiene esa raíz que parece basada en la naturaleza, en la genética o en el genoma, con motivos de odio y raciales, es un concepto aceptable. Habría que pensarlo en estos casos donde estamos disputándole al genoma, en donde a la necesidad biológica le estamos disputando la prioridad y poniéndola en la cultura o en la subjetividad o en la identidad autopercibida. Insisto en que todo esto hay que discutirlo con las organizaciones, pero habría que ver si sería deseable para las protagonistas quedar bajo un concepto que tiene esta raíz».
La cultura represora odia muchas cosas, entre ellas la diversidad, no la tolera. Esta cultura genera sicarios (como «analizador» de un sistema) que son los que ejecutan los «crímenes de odio». «Esta herramienta de generar una figura penal tiene doble filo -dijo Maffía-, porque estás poniéndote en un sistema que sabés que no es para liberarte ni emanciparte, sino para perseguirte. O sea, pretender alcanzar la igualdad a través del sistema penal no es un camino positivo ni idóneo. Sí trato de entender cuál fue la intención al proponer la figura de femicidio: señalar una conducta social que la propia sociedad considera inaceptable».
El patriarcado se encarna en cuerpos que se transforman en mercancías (como para la prostitución) dentro de un sistema capitalista que deshumaniza -cerraron el diálogo Maffía, Grande y Antinori-, y le quita trascendencia a esas vidas y a esos cuerpos. La relación entre patriarcado, como sistema, como lógica de funcionamiento, y el sicariato, debe ser transitado, porque lo singular (la expresión en cada uno) no anula lo universal. «Este concepto de ‘analizador’ -con referencia al sicario- nos permite poner en evidencia algo; se pone en evidencia ese sicario, y al ponerse en evidencia aparece el aparato de control que hay detrás», dijo Maffía.