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La Retaguardia

Todo desaparecido es político *

Por LR oficial en Derechos Humanos, Kosteki y Santillán, Luciano Arruga, Opinión, Santiago Maldonado

Con la desaparición forzada de Santiago Maldonado se despertaron muchas discusiones que nuestra militancia tiene, y que solemos mantener en suspenso ¿Por qué? Porque gobierna Macri. Los organismos y organizaciones independientes y los organismos y organizaciones kirchneristas tratamos, a los cachetazos, de encontrar pisos de acuerdo que no obturen los reclamos comunes. Pisos siempre tamizados por una rivalidad política -no le temo a la palabra rivalidad y mucho menos si es política- que es insoslayable. (Por Rosaura Barletta para La Retaguardia)

 A esa rivalidad política se suman otros elementos, que surgen de la historia de un país: como movimientos políticos en exigencia de juicio y castigo al tiempo que paulatinamente pudieron recomponerse lentamente los tejidos sociales diezmados por el genocidio, el clamor por la verdad y la justicia tuvo una introducción violenta -tampoco le temo a la violencia-, disruptiva en la agenda de los gobiernos constitucionales. Así, con la mejor experiencia política que dio nuestro país en sus años de historia, la de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, se abrió paso uno de los lemas más contundentes: No olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos. El lema que enarboló con énfasis Nora Cortiñas en la Plaza de Mayo que clamaba por Santiago Maldonado.
En ese contexto, los organismos de derechos humanos, con fuertes fricciones -varios integrantes de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos aseguran que los consideraban un «organismo de segunda», por ejemplo-, dieron la pelea por los juicios a los genocidas, no sin antes pelear contra los indultos, por el reconocimiento del genocidio y de los sobrevivientes, por la recuperación de los nietos y un sinfín de consignas ligadas a la reparación y la justicia.
Todo eso aglutinó el nacimiento del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, la coordinación de organismos y organizaciones que se atrevió, en 1996, a marchar el 24 de marzo con todos esos reclamos. El surgimiento de HIJOS también tuvo un impacto político inusitado, por ser hermanos de los bebés apropiados, y por su impronta como reivindicadores de la lucha de una generación que aún se recomponía.
Más allá de todo lo que implicó para el movimiento de derechos humanos la llegada del kirchnerismo, no pueden soslayarse (ni olvidarse) diferencias previas que se pueden constatar con cualquier militante del palo entrado en años. La ruptura del EMVyJ fue entonces, el acarreo de diferencias y el baldazo de agua fría que nadie podría discutir: un sector de los organismos decidió resignar su independencia en pos de un gobierno en el que creían, sobre todo a partir de la posibilidad de juzgar a los genocidas. Hubo un punto de inflexión nada agradable que dio curso a esa ruptura: 2007, el primer año en que hubo dos marchas, fue el primer 24 de marzo sin Jorge Julio López.
En paralelo, los movimientos de familiares contra el gatillo fácil o, para ser más amplios, la represión democrática, ni cerca estaban de identificarse con la lucha de las víctimas de la dictadura, pero algo allí se empezó a mover. La problemática social del asesinato de jóvenes pobres por parte de las Fuerzas de Seguridad crecía y crecía, hasta que se hizo innegable desde todo punto de vista la característica sistemática de los crímenes. En el auge de la denuncia, fue nula la cabida que tuvo en la militancia y la agenda oficialista.
Cuando Luciano Arruga desapareció, no fue fácil hermanar su historia con los organismos que integran el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, pero algunos factores perforaron ese techo. Seguramente, y es un tema a debatir, uno de esos factores fueron los recursos intelectuales de que dispone su hermana Vanesa Orieta. Seguramente; otro factor fueron las características de la desaparición y todas las violaciones a los derechos humanos que allí convivían: represión, persecución, hostigamiento, abuso de poder, pobreza, falta de educación, investigación viciada, etc. Por supuesto que fue un factor que, a pesar de reticencias de ambos lados, abrió el juego a un debate que introdujo una nueva agenda en el movimiento por los derechos humanos. De la misma forma, estimo, aunque sin conocimiento de causa, se habrán introducido las luchas por los pueblos originarios, los derechos de las mujeres, lesbianas, gays, bisexuales y trans, y otras reivindicaciones que tomaron relevancia en la militancia política en general.
Si tengo que arriesgar una hipótesis, seguro que una de las fricciones centrales con que se encontró este debate y que no está superada del todo, tiene que ver con la procedencia de las víctimas. Pobres, no organizados, no levantados en una marcha, con una conciencia de clase precaria, de la que se adquiere a los tumbos, sin academia, sin compañeros. Es real que no pueden ignorarse las diferencias entre Maldonado, López y Arruga. Son tres casos radicalmente distintos y particulares, son tres casos a analizar con absoluto criterio y comprensión. Son tres casos. Pero la desaparición forzada no por nada es un crimen cometido por el Estado. El direccionamiento político puede desmenuzarse en los tres casos, y en todos los demás.
No puede ni debe relativizarse la responsabilidad del Estado en cada uno de ellos. No puede tampoco hacerse un podio de responsabilidades. El objetivo puede variar pero, ¿alguien podría arriesgar a conciencia y sin malicia que Julio López no fue desaparecido por el Estado? ¿O acaso no basta con la responsabilidad del segundo de la Policía Bonaerense en los peores años de nuestra historia? ¿Alguien podría decir que Etchecolatz no dispone del Estado para perpetrar una desaparición? ¿Alguien podría sostener que ese expediente que investiga su desaparición no es parte de su desaparición? ¿O que, como el Estado que lo desapareció también condenó a su desaparecedor, eso lo hace menos Estado? Nadie podría negar, sobre todo, que la desaparición de López es un categórico mensaje al resto de los testigos en juicios de lesa humanidad. Esa es la intencionalidad política del crimen.
¿Alguien podría esbozar que los asesinos de Luciano Arruga, formados en democracia, actuaron al margen del Estado? ¿O que no forma parte del delito de desaparición forzada la acción del Estado en la confección de una autopsia delirante, la negación de información, que le gatillen en la cabeza a un testigo o apaleen a una amiga de la familia, que le incendien el auto a la hermana o que el ministro de Justicia declare que es un caso hospitalario? ¿No es el Estado que la presidenta haga silencio? ¿No es el Estado que se lo busque por averiguación de paradero? El intento por disciplinar a jóvenes pobres que no se dejan aplastar es un demoledor mensaje del Estado para todos los demás.
No pueden hacerse escalas de responsabilidad e importancia porque no hay detenidos desaparecidos ‘más’ o ‘menos’ políticos.
Si Santiago Maldonado no fuera un detenido-desaparecido, si el gobierno no tuviera responsabilidad, no estaríamos frente al montaje mediático descomunal que lo acusa desde ser familiar de un ex dirigente de Montoneros, terrorista financiado por ISIS, miembro de la RAM, ‘el artesano’, que pone en tela de juicio a su familia e instala que ésta no colabora, señala que los mapuches aterrorizados que no declaran ‘no quieren dar la cara’. Si el gobierno no fuera responsable y no hubiera una explícita operación, ningún periodista con respeto por su carrera, por más oficialista que sea, podría decir lo que hace algunos días afirmó en Intratables Natasha Niebieskikwiat en relación a información proveniente de la SIDE: “La teoría que está dando vueltas es que el pibe se les murió, que no lo mató nadie. Y que se les murió entre los heridos” ¿Entre los heridos? ¿En qué contexto político puede un periodista sortear la responsabilidad de dar explicaciones luego de una declaración de ese tipo? ¿Heridos de qué? ¿A quiénes ‘se les murió’? También debería dar explicaciones Fernando Carnota, que afirmó que la familia y los organismos ‘quieren y necesitan’ que haya sido la Gendarmería. Si Santiago Maldonado no fuera un detenido-desaparecido, no habría funcionarios difamando a su madre, ni a sus compañeros, ni dando información falsa sobre el curso de la investigación. Tampoco habría una explícita persecución política a los docentes que eligen la temática para analizar en el aula, ni el secretario de Derechos Humanos calificaría esta práctica de ‘peligrosa’. Si Santiago Maldonado no fuera un detenido-desaparecido, ya sabríamos dónde está y qué pasó. Si en este contexto político y represivo, la lucha por nuestro compañero Santiago no arroja, de mínima, la renuncia de la ministra de Seguridad, será una enorme derrota política para el pueblo.
La necesidad de accionar de conjunto se pone de manifiesto sobre todas las diferencias de nuestros movimientos y hay citas ineludibles. Como ya nos reunimos, volveremos a hacerlo el 1 de septiembre para exigir la aparición con vida de Santiago Maldonado y la renuncia de Patricia Bullrich. No hay discusión que dar en ese aspecto: estaremos. Santiago Maldonado es un desaparecido en democracia, el gobierno cerró filas con la Gendarmería criminal y busca criminalizar a los compañeros del chico, como hizo Aníbal Fernández con Kosteki y Santillán.  Estaremos, como decidimos estar contra el 2×1 y seguiremos haciéndolo siempre que los pisos de acuerdo lo permitan. Lo que no podemos permitir, ni permitirnos, como independientes, como Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, como familiares de Luciano Arruga, como compañeros de Julio López, como militantes políticos por los derechos humanos, como inclaudicables defensores de los pueblos indígenas, como medios comunitarios, alternativos y populares, como generación Arruga, no podemos permitirnos que allí no esté la expresión de nuestra sangre, de la sangre que el Estado se cargó en todos los tiempos. No sólo por las familias que sufren, sino por el bien de nuestra historia política y de la construcción de nuestra memoria como pueblo que se levanta por los derechos humanos. Esa expresión indispensable puede estar de muchas formas, pero no puede no estar. Ayer, la Mesa de Organismos y el EMVyJ llegaron a un acuerdo: habrá un solo orador que será Sergio Maldonado, no habrá documento unificado y el total de representantes políticos, gremiales y estudiantiles de ambos sectores compartirán el palco. Juntos, pero no revueltos, como arriesgó Nora Cortiñas cuando el nuevo gobierno nos empezó a marcar trayectos comunes. Un solo grito nos convoca: Aparición con Vida YA de Santiago Maldonado.

*El título de esta nota está tomado de un tweet de Diego Aysine.