Desobedientes y escribiendo su propia historia
Por LR oficial en Uncategorized
Durante la emisión de uno de los jueves del programa “Enredando Las Mañanas“, de La Red Nacional de Medios Alternativos, Analía Kalinec, integrantes del colectivo “Historias desobedientes”, integrado por hijas e hijos de genocidas, contó detalles de por qué su padre la demandó en la justicia por considerarla “indigna” de heredar los bienes de su madre. También hizo referencia al reciente libro presentado en el Centro Cultural Haroldo Conti de la ESMA, que recopila testimonios en primera persona de quienes integran el grupo. (Por RNMA)
Foto: Analía Kalinec observa una foto de la familia que la considera indigna (Mariano Militello)
Romper con la familia
Kalinec es integrante del colectivo Historias Desobedientes, son hijos e hijas de genocidas que se oponen a los crímenes de lesa humanidad cometidos por sus progenitores, y que rompieron sus relaciones con ellos. Su padre es el genocida Eduardo Kalinec, era policía y fue parte del grupo de tareas del circuito ABO, los ex centros clandestinos de detención, tortura y exterminio conocidos como Atlético, Banco y Olimpo.
“El colectivo “Historias desobedientes” está conformado por quienes mantenemos un vínculo filiatorio con los genocidas, sus hijos, sus nietos. Y repudiamos su accionar y tomamos las banderas de Memoria, Verdad y Justicia. Es un colectivo relativamente nuevo que surge en el 2017. Más allá de la construcción colectiva y que ya trascendió las fronteras de este país, hay cuestiones personales que se dan al interior de nuestras familias, donde lo personal se hace político. Mi papá, particularmente condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad, me inició una acción legal en el marco de la sucesión de mi mamá para declararme ‘indigna’ y que yo no pueda heredarla. Él alega, en ese escrito presentado en el juzgado civil, que yo fui ‘detectada’ por grupos de activistas en la Facultad de Psicología. Que a partir de eso yo me empecé a distanciar de la familia”.
—Enredando Las Mañanas: Que fuiste secuestrada de algún modo por una secta sería.
—Analía Kalinec: Él habla de que fui detectada Yo ahí me imaginaba unos radares dentro de la Facultad, no sé… es muy cínico todo, por lo que significa a nivel simbólico. La verdad que una persona como mi papá, que secuestró, que torturó, que asesinó, que desapareció, que fue juzgado y que está cumpliendo condena con sentencia firme, se presenta cual “carmelita descalza” al juzgado civil a decir que yo soy una mala hija, una hija indigna. El objetivo de él es que yo no herede a mi mamá. Como a modo de castigo también, si se quiere, y además aclara en el escrito que si se muere antes que yo él me quiere desheredada.
—ELM: ¿Cómo quedó la relación con tu madre después de que vos hiciste pública la ruptura con tu progenitor?
—AK: Mi mamá se enojó conmigo; yo siempre trato de historizarla, nunca de justificarla. Ella fue condicional a mi papá hasta útlimo momento, y todo esto le generó un sufrimiento y le hizo síntoma. Ella lo conoció a mi papá a los 15 años, a los 18 se casó, y a los 24 ya tenía 4 hijas que encima somos todas mujeres. Desde muy joven, allá por los ‘90, le detectaron un “linfoma de hodking”, un cáncer en la sangre, que le afectó al sistema inmune con lo cual convivió prácticamente toda su vida hasta que a los 58 años, en el 2015, falleció. Mi mamá, cuando yo tomo esta postura, a partir de entender de que mi papá había sido parte del genocidio, su primera reacción fue enojarse, de decirme que era una desagradecida, una mala hija, con todo lo que mi papá había hecho por nosotras, etc. Fue un distanciamiento, yo también empecé una terapia, que sigo sosteniendo. Que me ayudó un montón. Y después, volver a retomar ese vínculo, porque era mi mamá, la abuela de mis hijos. Y no sin dificultad lo pudimos retomar, siempre a condición de no hablar de mi papá. A tal punto que yo en los últimos años estuve turnándome con mis hermanas yéndola a cuidar al hospital donde pudimos estar juntas, manifestarnos mutuo cariño, hasta que se fue.
—ELM: Esta pretensión de declararte “indigna” de él, ¿a vos que te que genera?, si se puede poner en palabras…
—AK: Enojo. Bronca. Como diciendo “¿qué te pensás?, desde que lugar vos me venís a decir todo esto”. Igualmente, mucho más grave me parece que mis dos hermanas menores, que tienen prácticamente mi misma edad, acompañen con su firma el escrito. Que una generación después estén convalidando lo que mi papá escribe en ese escrito. Está escrito en primera persona por mi papá, porque ellas con su firma adhieren a todo lo que él dice, en este lugar de padre omnipotente que es donde siempre se ubicó mi papá.
—ELM: Tu padre ¿niega lo que hizo, o directamente dice: ‘lo hice’ y no se arrepiente porque ‘era lo que había que hacer’?
—AK: Mirá, mi papá cuando fue juzgado, basó su estrategia de defensa negando todo. Él fue reconocido por sobrevivientes del Circuito ABO, y quedó harto comprobado a partir de la lectura de su legajo y de algunas declaraciones que él mismo también hizo, donde queda ubicado dentro de lo que fueran los grupos de tarea por aquellos años. Después, al interior de la familia, aparece un discurso justificatorio. Diciendo, “yo no tengo nada de qué arrepentirme, yo salía a defender a la patria, los subversivos estaban poniendo bombas”, y un discurso todo el tiempo que lo que intenta es justificar lo injustificable: que haya torturas, que haya desapariciones, que haya centros clandestinos…
—ELM: ¿Es habitual esto de que ustedes terminan rompiendo el vínculo con las familias enteras, como que el resto termina poniéndose del lado del genocida?
—AK: En términos generales sí, pero no es que es un patrón. Igual te digo que de la mano del enojo también hay tristeza. Porque estamos hablando de los vínculos más primarios. Después nos está pasando al interior del colectivo, que crece todos los días, se sigue contactando gente, que también tenemos “hermanos”, que son parte del colectivo, que son mi gran envidia digamos (sonrie). Hemos tenido nietos de genocidas que se acercan, hermanos de genocidas, sobrinos, ahijados. Y lo más novedoso es que, ayer justamente, estuvimos hablando de un acercamiento que una viuda de un genocida hizo al colectivo. Entendemos que es un campo no explorado, que pasa con quienes tememos un vínculo cercano, filiatorio con los genocidas, cómo repercute eso al interior de las familias, esto de lo no dicho, esto de un crimen tan atroz también, que está ahí latente en el corazón de las familias y que nos damos cuenta de que tenemos un trabajo importante por delante como colectivo.
Historias hechas libro
—ELM: Es natural que las historias individuales de ustedes y como colectivo derivaran en un libro, cualquier periodista con un algún tipo de ambición literaria ha visto en ustedes y sus historias un posible libro. Ahí está el libro de “Historias desobedientes”, nos contás un poco de eso…
—AK: Sí, la verdad es que fue algo espontáneo y que tiene que ver con la palabra como expresión, la palabra oral, la palabra escrita. Lo que tiene de particular el libro es que está escrito por nosotros mismos. Esto también, nosotros hemos tenido un montón de propuestas para que se escriban nuestras historias, y la verdad es que no nos convencía eso de que hay alguien nos cuente, o nos escriba, o escriba de nosotros. Entonces surge la idea, a partir de que muchos de nosotros analizamos nuestras inquietudes a partir de la escritura y de cómo fuimos elaborando estas cuestiones tan íntimas empezamos a compartir nuestros escritos entre nosotros, y surge la idea de recopilarlo y tenemos al interior del colectivo compañeras que escriben. Una compañera que hizo todo el trabajo de edición, Carolina Bartalini que se puso el proyecto al hombro. Y después el contacto que subimos así en una red hermosa que se va armando con la Editorial Marea, que enseguida tomó el proyecto y que ya está materializado. Tiene esa particularidad, que está redactado íntegramente por el colectivo, de textos personales que fueron escritos muchos años atrás, hasta estos que se escribieron para el libro en formatos de guión de una compañera, posteos en Facebook, una carta, un fragmento de una novela. Siempre me gusta contarlo, porque mi hijo de 10 años aporta un texto al libro. Y también incluimos un manifiesto en esta necesidad de manifestarnos, nos estamos escribiendo todo el tiempo. Hace poquito también hicimos un encuentro internacional de historias desobedientes donde también arrancamos leyendo un manifiesto.
EL libro ya se puede conseguir en todas las librerías. Es evidente que la aparición de las hijas e hijos (o ex hijas y ex hijos, como se denomina otro grupo), ha sido un golpe certero al corazón de cualquier intento del gobierno de Cambiemos de reflotar la teoría de los dos demonios. Hasta sus propias hijas e hijos repudian a los genocidas. Y hacen público ese rechazo de manera colectiva. Ahora en forma de libro. Caminando con los organismos integrantes del movimiento de derechos humanos que, con mayor o menor cautela, les fueron abriendo sus puertas, sus brazos y sus historias.