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La mamá de Facundo Astudillo Castro aportó detalles de la investigación, en diálogo con el programa radial Hasta que vuelvan los abrazos. Allí, habló de negligencia judicial y denunció hostigamiento policial. Sobre el final, se refirió a quienes la sostienen para seguir adelante con el dolor que la atraviesa, hasta encontrar justicia. (Por La Retaguardia)



🎤 Entrevista: Fernando Tebele/Rodrigo Ferreiro
✍️ Redacción: Nicolás Rosales
💻 Edición: Pedro Ramírez Otero
📷 Foto de portada: Archivo Natalia Bernades La Retaguardia


—La Retaguardia: ¿Cómo estás?

—Cristina Castro: Acá estamos, llevando días tristes. Se viene el Día de la Madre y para mí es lo más doloroso que hay, no voy a tener a mi flaco. Desde los medios trataron de imponer que se trató de un accidente. Los fiscales lo descartaron completamente.  Se dice accidente, como que se ahogó accidentalmente, ya que el cuerpo de Facu no presenta golpes. O que fue un accidente cayendo por las vías, como dicen… De haberse golpeado con algún riel tendría algún golpe en sus huesos, y no los tiene. Tampoco creo que se haya tratado de un suicidio dado que Facu era un pibe alegre, peleaba por la vida, y no por la muerte. La causa sigue teniendo la misma carátula: desaparición forzada seguida de muerte. Seguido a eso, el mismo día que nos entregaron los resultados de las autopsias, también me entregaron los resultados de ADN que faltaban, y faltan más. Se encontró mi ADN, por concordancia de mi hijo, en un patrullero en el que supuestamente nunca había estado. 
 

—LR: ¿Es uno de los patrulleros de la Policía Local de Bahía Blanca?

—CC: No, de acá de Villarino. Siempre fueron estos, con la colaboración de los patrulleros de Bahía Blanca. El patrullero (Toyota) Etios donde se encontró cabello y la piedra turmalina de la que estamos esperando los resultados, estaban en el baúl del auto. Si mi hijo ha viajado, o sus pertenencias están ahí, ha sido en el baúl del auto, no en la parte de los asientos. Seguido a eso se han pedido muchísimas otras pruebas. Se le han pedido a la jueza María Gabriela Marrón, y hasta el día de hoy no tenemos nada, no nos ha contestado. Nos extrañó mucho, dado que se lo hemos pedido dos veces y con urgencia. Esta mujer se ha dado como al olvido. Yo sí supe desde un principio que ella quería cerrar la causa. Y obvio que no se lo voy a permitir, mi hijo tiene que tener justicia. No queremos estar peleando mil años con una jueza y con fiscales como veníamos haciendo con ella y con el doctor (Santiago Ulpiano) Martínez desde un principio. Cuando yo les dije “siento que mi hijo no está vivo”, era porque sentía realmente eso. Y esta gente me tomaba y me tomó el pelo todo el tiempo. Esta señora ha dejado nuestra causa de lado. Los medios lo hacen también, lo he visto en muchos otros casos. Es doloroso saber que te dejan sola. Y yo no voy a bajar los brazos, ya lo dije. Lo único que me queda es pedir justicia por mi hijo, porque haga lo que haga, y diga lo que diga, a mí hijo con vida no me lo van a devolver. Él ya no está para defenderse, para contar la verdad. Pero estamos nosotros que somos lo que vamos a seguir, no vamos a bajar los brazos. 
—LR: ¿Has recibido algún tipo de amenaza u hostigamiento por parte de la Policía en este tiempo que pasó desde la aparición de Facundo hasta hoy?

—CC: En un principio sí. Cuando salía de mi trabajo, primero iba y venía en mi moto, y tenía siempre un patrullero pegado atrás. Después empecé a cambiar de sistema, mis jefas me han cambiado a un horario fijo donde yo puedo ir y venir con alguna de mis compañeras que esté de turno. Y nos seguía un auto de la policía, como intimidándonos. Yo nunca les tuve miedo. Es más, cuando vi uno parado enfrente de mi casa, salí y le pregunté qué hacían ahí, y me dijeron que estaban descansando. Acá no descansen, no es lugar para descansar, es sospechoso que estén acá. Y se fueron.  No volvieron más a mi casa, pero yo fui y los encaré. No he sido solo yo, a Leandro Aparicio (uno de los abogados), volviendo de Buenos Aires, nos encontramos con que dos linyeras, dos personas con ropa muy estropeada, que era muy evidente que no eran linyeras, porque estaban muy bien alimentados, con unas cámaras Canon impresionantes, le estaban sacando fotos y filmado el auto. Luciano Peretto (su otro abogado) se encontró un domingo con que estuvo parado todo el día un patrullero en la puerta de su casa. Los amigos de Facu, que tienen una cervecería que sigue trabajando con el modo delivery, también. Salían a repartir y se les pegaba un patrullero con las luces apagadas atrás. Mismo a los amigos que no trabajan en la cervecería, les rondaban el barrio, o pasaban por las puertas de sus casas con las luces apagadas. Hemos hecho la denuncia. Pedimos un hábeas corpus, que la jueza automáticamente nos negó. Seguido a eso, la Cámara le ordenó que investigara esto, pero pusieron otro fiscal, éste tomó el testimonio de todas las personas y nos lo volvió a negar. Volvimos a hacer la denuncia, porque no pueden actuar así. Y no son todos, son algunos policías. Porque yo tengo policías acá, en mi lugar de trabajo, que vienen a cargar combustible y siempre con respeto, buena onda, saludan. Pero hay algunos que nos persiguen. No sé por orden de quién. 
—LR: ¿Cuál ha sido la respuesta de la comunidad de Villarino ante todo esto?

—CC: Acá está muy dividido el tema. Siempre vamos a ser muchos más los buenos. Cuando veían un patrullero cerca de casa los vecinos siempre me avisaban. O cuando ven seguir un patrullero a la camioneta de Turmalina avisan enseguida a la cervecería. Para que no vuelva a pasar esto que pasó con Facundo. Después están los otros, que cuando se dio el resultado de la autopsia, pedían y defendían a gritos a esta gente (a la policía), que les pidiéramos disculpas… Nosotros sabemos que no son inocentes. Todos los días juzgandome en redes sociales, policías subiendo que yo a mi hijo lo había abandonado. Hay políticos también diciendo: ‘esta mamá que lo dejó’, como si yo hubiera dejado a mi hijo librado al azar. Como si lo hubiera abandonado. Y quienes nos conocen de toda la vida saben que no es así. El mismo sector político de Villarino trató de ensuciar a Facundo, diciendo que era mula, narcotraficante. Que nuestra familia era narcotraficante. Desde el intendente para abajo. Que ellos mismo habían mandado a la Policía a apretar al hermano de Daiana (su exnovia) que vivía en Buratovich, que se tuvo que ir, porque lo estaba apretando la Policía para que dijera eso. En algunas cabezas retorcidas quedó esa idea y por ahí te encontrás con gente que te dice ‘tu pibe era’… Vos no lo conocías a mi pibe. Pero les encanta juzgar. Esto fue porque lo implementó el mismo intendente de Villarino.
—LR: Se acerca el Día de la madre. Con lo de Facundo hablás poco de tus otros hijos, pero te apoyás mucho en ellos.

—CC: Yo me apoyo en mi familia, que es hermosa. Cuidándolos. Nosotros somos así: reservados, humildes. Me quedan mis otros dos hijos. El mayor y el menor, porque Facu era el del medio. Tengo dos nietas que son mi cable a tierra. Que con sus abrazos me reinician. Y me dan la fuerza que necesito para salir a pelearla. Y que esto cambie, para que yo pueda dormir tranquila y pueda decir que mi nieta salió y no le va a pasar nada. Va a volver. Porque ellas son chiquitas pero van a crecer. Mis dos hijos están todo el tiempo conmigo, apoyándome. Somos una familia chiquita pero a su vez de corazón grande. Y se me suman los otros. Que vienen y me abrazan, que son los amigos de Facu. Que son sus hermanos de la vida también. Porque nosotros al venir de San Juan para acá, hace tanto tiempo, no tenemos familia directa. Tengo una sola hermana viviendo en Villarino, y tengo sobrinos. Somos muy poquitos de familia, pero estamos unidos. Siempre tirando para el mismo lado. Después tengo familia de corazón, amigos, compañeros de trabajo, gente conocida, que están todo el tiempo y que son parte de mi familia. Paso más tiempo en mi trabajo que en mi casa. Y de mis hijos qué puedo decir, si yo soy la mamá. Los amo, son mi razón de ser. Lo han sido siempre. 
Sepan que yo la voy a pelear. Cuando me pasó esto con Facu, yo tenía dos opciones, con él la vengo peleando desde la neonatología, se la peleé a una máquina. Cuando me dijeron: ‘tu hijo está mal’ (al nacer), lo llevaban a terapia intensiva y yo lloraba y le pedía a Dios que me lo devuelva. Que no se lo lleve, que era mío, por más que había nacido chiquito, quería que viviera. Educándolo, y tratando de hacer de ese ser tan chiquito una persona honesta. Lo logré con mis tres hijos. Pero el flaco era mi milagro, y a mí me lo sacaron. Entonces yo tuve que salir a pelear: era tirarme en una cama y morirme de tristeza y no encontrar nunca más a mi hijo, o salir, levantar los puños y ponerme el poncho de mamá para pelearla. Es lo que estoy haciendo, lo que me mantiene en pie. Yo creo que mi flaco va a descansar cuando tenga justicia y que todos los que le hicieron daño estén tras las rejas. Ahí va a descansar en paz él, y yo voy a estar satisfecha de decir que la muerte de mi hijo no fue en vano. 
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