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Crónicas del juicio -día 34- Quién es quién

Escrito por el agosto 22, 2021


“La verdad que cuando uno se pone a mirar quién es quién en esta historia, solamente hay que tratar de recordar un poco y ver lo que escuchó, qué se decía y lo que realmente pasaba”. Así reflexiona Pablo Verna sobre su lugar en la historia argentina reciente. Pablo es hijo de Julio Alejandro Verna, médico del Ejército que inyectaba a las víctimas de los Vuelos de la Muerte, y ha vivido toda su infancia en medio de una familia represora. El pasado 2 de agosto prestó declaración como testigo para esta causa. A pesar de que su padre no revistaba en Campo de Mayo para los hechos que se ventilan en el juicio, aportó una cantidad inmensa de información. Su valioso testimonio da cuenta de la historia familiar que le llevó años descifrar completamente. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*) 

✍️ Redacción: Noelia Laudisi De Sa

💻 Edición: Diego Adur

✍️ Textuales: Valentina Maccarone

📺 Cobertura del juicio: Noelia Laudisi De Sa / Diego Adur

📷 Foto de portada: Captura de pantalla de la transmisión LR

La jornada se abrió con una intensa declaración de dos testigos (Miguel Angel Alberti y Domingo Fortunato Ferraro) vinculados a los casos de desaparición de Juan Carlos Rosace y Adrian Accrescimbeni, dos de las cuatro víctimas de este juicio. Pasadas las dos horas de audiencia, el Tribunal Federal Oral Nº 2 de San Martín permite la entrada del tercer y último testigo del día: Pablo Verna. Lleva sus lentes puestos  para facilitar la lectura de esa gran cantidad de información y documentación que se amontona a su lado; Habla rápido, quiere contar todo lo que sabe. El presidente del Tribunal, Walter Venditti, le pide que se lo tome con calma. Que va a tener todo el tiempo que necesite para llevar adelante su declaración. Detrás del testigo se erige su prominente biblioteca de abogado, imponiéndose casi como una metáfora de su propia mente. Quien toma la palabra en primer lugar es Pablo Llonto, representante de la querella de las familias, y le pide al testigo que cuente brevemente su historia.
La historia 
Pablo Verna es hijo de Julio Alejandro Verna, quien fue Capitán del Ejército Argentino entre 1972 y 1980. Se desempeñó como tal en el Batallón Esteban de Luca entre 1976 y 1978 y además, entre 1979 y 1980, cumplió funciones como médico en el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio que funcionó en Campo de Mayo: “La verdad es que en mi niñez las cosas que he escuchado puertas adentro de mi familia de origen, de mi padre, de mi madre, son muchísimas”,  comienza a contar su primeros años y la historia que vivió junto a un padre represor y participe de la última dictadura cívico-militar-eclesiástica. Pablo es parte del colectivo Historias Desobedientes, que está conformado por una gran cantidad de hijos, hijas y familiares de genocidas que luchan por  Memoria, Verdad y Justicia. En el año 2017, Verna, junto al colectivo, redactó un proyecto de ley con el objetivo de que se modificara la prohibición vigente en el Código Penal, que impide declarar en contra de familiares imputados, salvo que se trate de la víctima directa del delito. Aunque ese proyecto de ley aún no sea una realidad, el Tribunal Oral Federal Nº 4 de San Martín le ha permitido a Pablo declarar en 2019 para la causa Contraofensiva Montonera respecto de las actividades que realizaba su padre en Campo de Mayo. Del mismo modo, el pasado 2 de agosto declaró también en esta causa que investiga los Vuelos de la Muerte que partieron desde ese lugar. Esta posibilidad se fundamenta en el hecho de que Julio A. Verna no forma parte de los imputados de ninguna de las causas mencionadas: “Les puedo contar sobre las certezas que tuve en el año 2013 y cómo las tuve”, dice sobre el momento en que, después de años de sospechas e interrogantes irresueltos, pudo salir de la sombra de la duda y conocer finalmente la verdad sobre su propia familia.
Certezas
“En ese año -2013- recibo un llamado telefónico de mi hermana. El 13 de mayo, ella se había reunido con mi madre, habían cenado juntas y mi madre le cuenta que mi padre había participado en operativos de secuestros de personas durante la dictadura cuando estaba en Campo de Mayo y en los Vuelos de la Muerte con el grado de Capitán que tenía en ese tiempo, en el año ‘79 y ‘80, inyectando anestesia a las víctimas que luego eran arrojadas al mar”, escupe Pablo y, en un acto de solidaridad, pide disculpas por adelantado teniendo en cuenta que su testimonio puede resultar difícil de escuchar para las víctimas del Terrorismo de Estado. Luego, paseando la vista por su escritorio, se percata de que debe permiso al Tribunal para utilizar toda la documentación que posee a la mano en forma de ayuda memoria debido a la cantidad de información que aportará.
“Mi madre le dijo que mi padre participó inyectando a las víctimas en los Vuelos de la Muerte. Y que incluso en una oportunidad tuvo que inyectar o arrojar a una familia entera”. Unas frases más tarde aclarará que “en esa charla ella corrige ‘no arrojar, inyectar, la función del médico era inyectar “. 
Sin embargo, inyectar y sedar a las víctimas no era la única función de Julio A. Verna. Uno de los fragmentos que la madre de Pablo decide transmitir a su hija corresponde a una parte del operativo que ejecutaban las fuerzas represivas para llevar adelante los secuestros.  “En los secuestros lo que ocurría era que iban a bares y confiterías donde tenían pautadas las citas los militantes. Ellos les llamaban “los subversivos”, siempre la palabra más común era ésta. Entonces en estos encuentros o citas, esos bares o confiterías estaban plagados de personas que parecían ser comensales como cualquiera que iban a tomar un café. En realidad era todo personal del Ejército, de Inteligencia, que terminaban camuflados de civil, por si pasaba cualquier cosa. En esos operativos mi padre estaba en un vehículo que ellos describieron como si fuera una especie de Trafic, así, espaciosa, desde donde incluso los compañeros secuestrados señalaban los bares o las confiterías donde iba a ser el encuentro”, explica Pablo. Este relato está muy en consonancia con los ya conocidos operativos militares que se llevaban a cabo para la desaparición de personas, y que ha sido comprobado a partir de los miles y miles de testimonios de víctimas, sobrevivientes y testimonios. Las personas eran abordadas en calles, en bares y lugares públicos, en diferentes instituciones educativas y, sobre todo, durante reuniones de militancia, que para aquella época se disponían de forma clandestina. Incluso recuerda, más entrado el testimonio, algunos detalles de la camioneta que utilizaban: “Tenía en las ventanillas, como tenían las ambulancias, un contacto interlineado. Entonces se ve para afuera, pero para dentro es complicado ver”, detalla.   
En ese momento, el Dr. Eduardo San Emeterio, defensor de Eduardo Lance, uno de los imputados, interrumpe la declaración para llamar la atención sobre las personas que llega a apreciar reflejadas en los anteojos de Pablo y le recuerda que no debe estar acompañado. El testigo se disculpa, explica que dichas personas no están de ninguna forma apuntándole información ni otorgando asistencia alguna, dado que sería imposible que alguien le dictase sus propias vivencias. Sin embargo, atendiendo el pedido expreso por parte del presidente del Tribunal, Walter Venditti, procede a indicarles que se retiren de la habitación. 
Cuando el testigo logra retomar el relato, refiere un momento que resulta clave no sólo para su vida sino también como parte del testimonio que está prestando: “Entre el 10 y el 12 de junio del año 2013 me reúno con mi padre y tuvimos una charla de más de tres horas muy tensa, muy difícil, donde él primero me niega; En una segunda etapa, por lo menos, como yo lo divido, me dice: ‘Bueno, yo te lo niego, quédate con lo que te dijo tu madre, pero te lo niego’. La charla siguió, yo seguí insistiendo en que me contara si eso era así, porque con tantas cosas que yo venía escuchando desde mi niñez hasta incluso poco tiempo atrás, era imposible que me lo negara. Y bueno… terminó confirmando que sí, que era así, que había participado en los secuestros. Me admitió que participó en los secuestros y en los Vuelos de la Muerte inyectando a las personas”, sentencia el testigo. 
Recordar 
Reiteradas veces en su testimonio, Pablo Verna explica que mucha información que él posee viene a su memoria de forma asociativa con lo que se encuentra relatando en ese momento o por preguntas y comentarios de las partes, y este caso no es la excepción: “Ahora se me viene a la mente ese suceso que él había inventado. Decía que cuando él -Verna padre- estuvo en el Batallón Esteban de Luca, había habido un ataque subversivo, con bombas, granadas, donde hubo militares muertos. Algo así dijo y bueno la verdad que hoy está al alcance de todos, en Google se encuentra muchísima información. Yo busco, busqué y sigo buscando. Ese es un hecho del año 1976, si no me equivoco, donde en La Razón se publicó que se abatió a diecisiete guerrilleros. En realidad fueron veintidós víctimas, que por lo poco que se sabe, por ejemplo, una de ellas es Beatriz Oesterheld, que fue secuestrada el 19 de junio del ‘76 y que estaba o habría estado detenida en Campo de Mayo. Y en realidad fue una masacre que ya está suficientemente desmentida,  que la dictadura genocida lo plantea en su acción psicológica que aplicaban y ya es harto conocido también. Bueno, esa misma mentira y esa acción psicológica es la que yo escuchaba y la escuché varias veces puertas adentro de mi familia”, comparte el testigo, mientras consulta la documentación que descansa a su lado para ser más preciso respecto a fechas y nombres. De esta forma un nuevo fragmento llega a su mente: “Respecto de la familia entera a la que hizo referencia mi madre, yo recién hasta hace poco, cuando acá el Dr. Pablo Llonto, que está en esta audiencia, hizo su alegato -en el juicio Contraofensiva Montonera- habló de una familia de apellido Goffi, que está desaparecida. Ahí veo y busco en internet quiénes son estas personas. Eran cuatro personas, tres personas de apellido Gofin y una de ellas de otro apellido. Desaparecieron las cuatro personas juntas justo en el periodo en que mi padre estaba en comisión en el Comando de Institutos Militares, lo que surge claramente de sus legajos. Mi padre estuvo en el período del 1 de octubre hasta el 1 de diciembre en comisión, al Comando de Institutos Militares”, refiere Pablo y también rememora el emblemático caso de Horacio Mendizabal, miembro de la conducción de Montoneros, crimen del que su padre también fue testigo: “Ese hecho fue días previos a que mi padre fuera comisionado al Comando de Institutos Militares. Entonces mi padre lo que contó varias veces, incluso en esa charla que tuve con él en el año 2013, es que lo vio a Horacio Mendizábal en la terapia intensiva del Hospital Militar de Campo de Mayo con una bala que le había ingresado por el hombro, se le había alojado en un pulmón y que querían salvarle la vida. Y no le pudieron salvar la vida, finalmente se murió”. 
Verna hace una pausa y parece reflexionar sobre la situación que acaba de narrar. En algún punto revive la pregunta inocente, tal como él la califica, que le hizo a su padre durante esa charla: ¿para que querían salvarle la vida si después lo iban a matar? Sin embargo, ahora conoce la respuesta y la comparte ante el Tribunal. “Él me dice: ‘Claro, para sacarles información, ¿para qué va a ser?”, recuerda Pablo imitando la cínica, pero absolutamente natural reacción de su padre ante la pregunta. “También contó, era exactamente lo mismo, respecto de una oportunidad que él estuvo en el Hospital Militar. Siempre habló del Hospital Militar de Campo de Mayo. Trajeron de urgencia a una chica que había recibido un balazo en una pierna, si no me equivoco, y que se estaba desangrando. Querían evitar que se muriera, entonces la estaban atendiendo de urgencia. Y en un momento, en la camilla, como que la pone en boca arriba y la chica despedía una espuma por la boca porque se había tragado su dosis de cianuro. Por eso murió y no la pudieron salvar”, sigue recordando y continúa reflexionando: “Estaba esa cuestión de que la querían salvar para sacar la información. En alguna oportunidad, también creo que fue una charla de 2013, él refirió que la urgencia de sacarle información era porque tenían que frustrar las futuras citas de los militantes”, expresa Pablo.
Campo de Mayo 
En ese momento Pablo Llonto toma la palabra y le pregunta al testigo: 
—¿Sabés en el período de la dictadura en qué lugares cumplió tareas? Si es posible año por año.
Verna refiere que le parece entender que su padre ingresó en 1972. Aclara que entre los años 1976 y 1978 desempeñó funciones en el Batallón Esteban de Luca, para más tarde ser destinado al Hospital Militar de Campo de Mayo durante los años ‘79 y ‘80, hasta su retiro. Incluso recuerda el nombre de su jefe: Norberto Atilio Bianco. Entonces  comienza a recordar secuencias que ha escuchado a lo largo de los años y que en sus términos resultan “muy importantes y muy graves”. De esta forma ingresa en el relato de algunos operativos y del funcionamiento de este Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio: “Él contó que vio varias veces como llevaban a las embarazadas a tener cesáreas en Campo de Mayo. Que después las enfermeras les decían que les daban los bebés a la policía femenina para que se los llevaran a sus familiares,”. A continuación pide disculpas a Llonto por haber interrumpido su pregunta y vuelve a recalcar que en su memoria se agolpan los recuerdos y la información de tal forma que las cosas vienen a su mente casi por voluntad propia: “Ahora me acuerdo que en un momento, año 2007, le pregunté sobre las torturas”. Inmediatamente, se remonta a sus años de estudiante de derecho, cuando aún se encontraba cursando la materia derecho penal. Explica que un tópico tratado en clase era la ineficacia del método de tortura como obtención de la verdad, ya que la victima dirá lo que el torturador quiera en pos de librarse de la situación: “Yo me quedé pensando en eso y en cosas que había escuchado años anteriores contadas por mi madre que los subversivos, todos, en algún momento se quebraban. Y hasta ellos mismos señalaban la puerta de la casa de sus compañeros con el dedo de la mano, eso contaba. Eso era para demonizarlos”, explica y continúa: “Pero también demonizaba a ‘los más malos o los más terribles’, algo así decía, aquellos que ‘eran tan terribles que podían llegar a morir en estas sesiones de tortura y no iban a hablar’“ le expresa Pablo al Tribunal.  
Más tarde vuelve sobre el tema y aclara que ante esa incertidumbre que se le había provocado, recurre a su padre y lo interroga: “La pregunta mía era cómo sabían ellos cuando la persona era torturada y mentía una vez, mentía dos veces, mentía tres veces, que la cuarta o la quinta cosa que respondía en ese momento había dicho la verdad. Entonces él me contesta: Bueno, era muy sencillo porque si el que tenés acá te dice lo mismo que el que tenés acá, el que está acá, acá y acá, entonces ahí es cuando la persona te dijo la verdad’. Entonces me explicó que había un cuadro, como una pizarra o algo así sobre eso. Unos años después yo vuelvo a preguntarle sobre eso y le digo: “Si vos sabes que estaba ese cuadro y cómo funciona eso es porque vos estabas ahí”, relaciona el testigo. Mientras relata esto se dibuja en su mente las vivencias compartidas con el colectivo Historias Desobedientes quienes también, como familiares  de genocidas, tuvieron que vivir a la sombra de la duda y la sospecha durante una parte muy larga de su vida. “Cada vez que las preguntas mías eran: ‘¿Y cómo saben todo eso? ¿cómo sabés todo esto?’, él respondía que eran las enfermeras que contaban. Pero había cantidad de detalles que no lo podían saber las enfermeras. Volviendo a ese cuadro, yo le digo: ‘Vos estabas ahí, ese cuadro no podía estar en el hospital’. Y se quedó callado, no tenía más alternativa que quedarse callado”, define, poniendo en crudas palabras aquellos silencios. 
Vuelos de la Muerte
Pablo Verna cuenta varios detalles de la dinámica del operativo. En algunos casos incentivado por las preguntas de Llonto y en otras animado por su propia memoria, narra situaciones que vivió y oyó: “Anestesiaban a las personas antes de subir a los aviones, que los subían en muy malas condiciones. Mi madre dijo: ‘Pobrecitos en el estado en el que estaban’, porque el efecto que les hacía la anestesia podía ser diferentes a unos y a otros”, declara Pablo, haciendo un inmenso esfuerzo por recordar textualmente las palabras que su madre le profirió respecto del estado en que se encontraban las víctimas al ingresar sedadas a los aviones. Justo en ese instante recuerda un dato fundamental: “Un detalle importante que me acuerdo es que años anteriores, en alguna oportunidad, él contó que los Vuelos de la Muerte recibieron la orden de hacerlos a más de 200 km. de la costa porque habían aparecido cuerpos en las orillas”, relata. Esta pieza de información evoca aquel relato hecho por Ricardo Ojeda, quien cumplía funciones de guardia en Campo de Mayo durante la realización de los vuelos. Ojeda declaró el 9 de julio de 2021 ante este mismo Tribunal y allí hizo referencia a comentarios de sus superiores que mencionaban los cangrejales y los pirañales como zona donde se arrojaba a las víctimas. Una zona de cangrejales en Buenos Aires se ubica en la Bahía de Samborombón, que posee un área protegida a cargo de la Reserva de Biosfera de Punta Indio, cerca de donde aparecieron los cuerpo de las víctimas en esta causa. Allí también hay una guarnición del Ejército.
Aprovechando la pausa que hace Pablo Verna para intentar recordar más detalles, Llonto vuelve a preguntar. Esta vez interroga al testigo sobre las funciones de los médicos durante los vuelos: “Mi madre, en la primera conversación que mantiene con mi hermana, le dice que él iba en los vuelos. Ya con las charlas siguientes buscan la manera de bajarle el tono a las situaciones. Entonces, en vez de tres o dos, dicen: ‘ Creo que fue uno solo’. Pero lo primero que le dijo fue así: ‘dos o tres Vuelos de la Muerte’, y que una vez fue una familia entera, que viajaban en vuelos. Bueno y mi padre me dijo también en esa conversación: ‘¿Y que querías que le dijera a tu madre? si yo me iba a Campo de Mayo a la noche cuando vivíamos en San Fernando”, cuenta Pablo. 
Enseguida, cuando el abogado querellante pregunta respecto de la droga que se le inyectaba a las víctimas, Pablo contesta que no recuerda su nombre, pero que su padre le habría hecho comentarios sobre el tema a su hermana: “Eran unas  anestesias que adormecían muscularmente, que no se podían mover”, determina en la declaración. Más tarde, San Emeterio retoma la pregunta por el nombre de la droga. “No, nunca escuché, lo que sí escuchaba eran algunos latiguillos. Me parece recordar, pero no estoy tan seguro, de que dijera ‘Pentonaval’, con un latiguillo”, explica.
Luego es el turno de Marcelo García, representante del Ministerio Publico Fiscal. Su cara se asoma a la pantalla, y abrigado como se encuentra por las bajas temperaturas de la Ciudad de Buenos Aires, pregunta al testigo por el tipo de avión que se utilizaba. Pablo Verna intenta aclarar que no recuerda nombres puntualmente, sin embargo su padre “destacaba al que tenía una puerta trasera que se abría por una gran compuerta y lo destacaba como si fuera mucho mejor por esto”. 

Otros nombres 
A lo largo de la audiencia,  fue haciendo referencia a distintos nombres que recuerda haber oído vinculados a su padre: “Cuando le pregunto a mi madre sobre maternidades clandestinas en Campo de Mayo, me dijo Cesareto o algo así. En algún momento, en búsquedas en internet habían citado a un imputado que seguramente ya está fallecido o condenado con ese apellido. Después, De Bianco, como apropiador de los dos ”hijos” que se apropió, uno de elloa identificados como Pablo Casariego Tato. Eso ellos lo sabían, supuestamente en un momento mi mamá se siente sorprendida por eso y le pregunta  a mi padre sobre eso y mi padre le admite que se los había agarrado de ahí o algo así. También Mirabelli, que ya lo comenté antes, y El alemán Lederer”, dicta Pablo al Tribunal.
Por último, antes de concluir su testimonio, Verna dedicó unas palabras a los genocidas: “Interpelo para que hablen, porque estos crímenes los siguen cometiendo. Me refiero a todos los genocidas para que hablen, si bien son genocidas lo van a seguir siendo. Tienen que pagar por sus crímenes. Es lo que yo pienso, entiendo que hoy tienen la oportunidad histórica de hacer una cosa correcta. Una cosa en favor de la humanidad que es decir todo lo que saben sobre todos los bebés apropiados y arrancados de sus madres al nacer y sobre todas las personas que continúan desaparecidas”, concluyó.

*Este diario del juicio por los Vuelos de la Muerte de Campo de Mayo, es una herramienta de difusión llevada adelante por  La Retaguardia medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores/as independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://laretaguardia.com.ar/



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