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Adriana Meyer y su libro: “La cana desaparece por plata”

Por LR oficial en desaparición forzada, Facundo Astudillo Castro, Jorge Julio López, Juicios en vivo, Transmisiones en vivo

La periodista Adriana Meyer presenta su nuevo libro Desaparecer en Democracia. En él detalla los casos de desaparición forzada a partir de 1983. En entrevista durante la transmisión de los juicios de La Retaguardia, contó el porqué del libro y cómo influyó el caso de Facundo Astudillo Castro para su publicación. El rol de los medios de comunicación en estas causas. (Por La Retaguardia)

🎤 Entrevista: Fernando Tebele/Paulo Giacobbe

✍️ Redacción: Agustina Sandoval Lerner

💻 Edición: Fernando Tebele

📷 Foto de portada: Captura de pantalla Transmisión La Retaguardia


Editado por Marea, Desaparecer en Democracia, el nuevo libro de la periodista Adriana Meyer, reúne casos de desaparición forzada ocurridos desde 1983 y analiza la trama de participación estatal, que va desde actores  policiales, políticos y judiciales. 
Al finalizar parte del alegato de la fiscal Gabriela Sosti, en el marco de la televisación del juicio por crímenes de lesa humanidad  conocido como Megacausa Campo de Mayo, Meyer comienza explicando su libro y cómo se relaciona el pasado con el presente: “El origen, la semilla de esto es después de la segunda desaparición de Jorge Julio López. Porque desaparece en dictadura y vuelve a desaparecer en democracia después de haber dado su testimonio. Claramente, las desapariciones que vinieron después, que mi libro recorre y anticipa, que son más de 200 las que están documentadas, es una cifra alta que amerita en todo caso dedicarle un libro completo. Y eso, precisamente, fue lo que me hizo pensar que había algo que se repetía, que había un modus operandi”. 
La periodista también dio cuenta del cambio del sujeto social a perseguir desde el Estado: “La mayoría de las que vinieron no tuvieron la clara intencionalidad política que la de López. Podemos decir, en términos generales, que la víctima mutó; en todo caso, ya no era como en la dictadura, sino chicos jóvenes, de barriadas y pobres. Pero también hay casos vinculados a la trata. Están los militantes de La Tablada. Está Osvaldo Sivak, que comparte la doble desaparición, no las razones políticas, las razones meramente económicas, porque la patota que desaparece también hacía secuestros extorsivos, y eso aparece en el libro. Cuando vos les preguntas a algunas personas, por ejemplo, de La Bonaerense, gran desaparecedora, te dicen que a ellos ni siquiera les importa si era militante, si estaba a favor de los mapuches en el sur”, señala y profundiza con foco en “la caja”. “Por lo menos en territorio bonaerense van por la tarasca, esa frase que fue dicha y repetida tanto por Marcelo Saín como por Alejandro Incháurregui, alguien que sabe mucho de este tema, es nada más y nada menos que el Director de Personas Desaparecidas de la Provincia de Buenos Aires desde siempre, salvo en el macrismo, y fue el perito de parte de la familia Maldonado. Él también coincide en que la cana desaparece por plata. Entonces, un poco la recorrida es esta, haciendo la salvedad de que no estamos hablando de las personas desaparecidas por asuntos psiquiátricos, ni de los niños desaparecidos que se perdieron, ni de las mujeres que se escapan de un hogar violento y desaparecen del mapa. No estamos hablando en mi libro de personas extraviadas. Estamos hablando de desaparición forzada en democracia”, indica. 

—¿Qué rol ocupa en la decisión del libro el caso de Facundo Astudillo Castro, que estuviste cubriendo? 
—Con Facundo pasó algo parecido a lo que me había pasado con Santiago. Cuando desaparece Santiago Maldonado y yo hablo por primera vez con Verónica Heredia (abogada de la familia), la conversación fue: “no puedo creer que esto esté pasando de nuevo”. Y esto es un trágico dramático deja vú. Volviendo a que los gendarmes digan “éramos cuatro”, cuando fueron más de trescientos. Cuando pasa lo de Facundo, fue decir esto sigue pasando, entonces ameritaba darle un enfoque y encontrar esos hilos de continuidad. Y con Facundo hay algo particular: él desapareció en un contexto, donde a raíz de la pandemia, quizás hasta acertadamente, el gobierno de turno necesitaba controlar la circulación. Pero, ¿qué pasa? ¿Le estamos dando el control de la circulación a quien? ¿De qué manera? ¿Con qué herramientas de control se lo damos a esa policía? Bueno, lo dicen las cifras… Alguien, en esos días donde todavía no había desaparecido ninguna persona, pensó en hablar de una policía del cuidado, una policía que nos cuide. Y la verdad es que, de las 411 personas asesinadas a manos de la fuerza de seguridad en ese año, el 70% ocurrió en la primera fase del aislamiento social preventivo y obligatorio. Y antes de que nos enteráramos del caso de Facundo, lo desaparecieron a Luis Espinoza en Tucumán. Entonces ahí fue donde, después de cubrir exhaustivamente el caso Espinoza, donde podemos decir que hubo un caso modelo de la trágica desaparición de persona: lo mató la policía, encubrió, le mintió a la familia y lo tiró en otra provincia. Si eso no es la dictadura, con perdón de la exageración, ¿qué es? Funcionaron algunos reflejos oficiales para que eso fuera rápido. Hay un abismo entre el gobierno de Patricia Bullrich y (Mauricio) Macri negando todo. Pero bueno, el desenlace fue el mismo. A la familia de Luis Espinoza no creo que le interese quién gobierna, en todo caso, estarán agradecidos que por lo menos tienen un cuerpo para velar. Y en el caso de Facundo, lo mismo: la intervención de La Bonaerense, mintiendo, altos funcionarios diciéndole a la madre: “le voy a llevar el cuerpo”, y después llevándose toda la data cuando estuvieron por la zona. Por lo tanto, Facundo fue como “acá hay que parar la pelota y barajar y dar de nuevo y poner la lupa en este fenómeno que se repite”. 
—En los casos de desapariciones en democracia, como el de Luciano Arruga, Facundo Astudillo Castro o Santiago Maldonado, se evidencia un modo de actuar, dos patas actuando en conjunto, que son un sector de los medios de comunicación y el Poder Judicial. ¿Cómo profundizás esto en el libro?  
—Cuando nosotros decimos desaparición forzada estamos hablando del Estado. Y el Estado es tanto el Poder Judicial, el Legislativo y el Ejecutivo, con distintos niveles de responsabilidad. No hay un Poder Judicial cómplice y un Estado que hace lo que puede. Digo, porque hay por ahí una teoría que hace una diferenciación respecto del nivel de complicidad en las desapariciones y a mí me parece que no va por ahí y el libro explica por qué. Lo que yo preferí hacer para que la lectura fuera más amena, para que diera ganas de leer un libro que resultó ser extenso en cada una de las 216 historias, algunas un poco más conocidas, algunas un poco más desarrolladas, otras menos, se van a encontrar con muchos casos que han tenido cero visibilidad hasta ahora, pero en cada uno de los casos se ve claramente la huella de complicidad que dejó cada poder. Me pareció más piola eso, porque en realidad cuando uno termina de mirar todo se da cuenta de que fue absolutamente cómplice. Por ejemplo, las morgues en el país son policiales y judiciales y tienen un rol importantísimo. Recién mencionabas a Luciano. ¿Cómo es posible que la persona que hizo la autopsia haya hecho una descripción de Luciano que decía que era de tez blanca y de 25 a 35 años? Con razón no lo encontraron, y eso no es un error. Eso es la desidia mezclada con la complicidad. Cuando alguien intenta bajarle el tono y decir que no hay un grupo de personas en democracia pensando en desaparecer sistemáticamente a la gente, yo me pregunto: ¿pero entonces cómo puede ser que los cuerpos de determinadas personas pasen desapercibidos? ¿Cómo puede ser que todavía no tengamos puesto un sistema integrado para que esto no vuelva a ocurrir? Y respecto de la prensa sí, claramente hay una llamada a hacer un periodismo de investigación, de respeto. Así como hay pautas para hacer periodismo de género, yo aspiro a que haya pautas para hacer periodismo con una mirada de represión estatal y violencia institucional, y también una especie de llamada a tener en cuenta que el periodismo policial como tal no sirve para trabajar los casos de lo institucional por sí mismo. Esta cosa de tomar a la familia con una actitud condescendiente, como ha ocurrido en el caso de Facundo, a la familia hay que escucharla y punto. A ver, por decirlo de una manera suave, mi pedido, en todo caso, es que los estudiantes de periodismo sí tomen la versión policial, pero que sospechen de ella y la chequeen cinco veces. 
—A veces pasa que no están muy interesados en la versión familiar y tienen como única fuente la policía, como en el libro de Germán Sasso, Operación Facundo. 
—Nosotros hacemos periodismo comprometido y con una mirada social, claramente posicionados, como decía Osvaldo Bayer y como decía (Rodolfo) Walsh, del lado de las víctimas. En eso no tenemos nada que renegar y tenemos la objetividad que requiere buscar la verdad, no para taparle el trasero a ningún funcionario, sino para que la familia tenga justicia y verdad. Incluso cuando no sea exactamente lo que la familia pensó, pero ese es nuestro compromiso. En cambio, está claro que amparado en el amplio campo del periodismo, hay muchas personas que directamente hacen operaciones mediáticas. A ver, el prólogo de ese libro está hecho por Miguel Ángel Pierri, que, a la sazón, es funcionario de Sergio Berni, entonces es muy complejo. Esa es la paradoja con esas versiones tan interesadas en cubrirle las pisadas y toda responsabilidad a la Policía Bonaerense e insistir en que ahora se les acabó el recurso del accidente, ahora van por el suicidio. Pero sí tuvieron acceso al expediente. Pero la paradoja de eso, es que solamente hay eso. Hay declaraciones de la exnovia de Facundo y de los amigos que cuentan que el chico estaba desesperado en algunos momentos, que decía que si su novia no lo aceptaba de nuevo se iba a matar. Sacado de contexto, me consta que no habló con los protagonistas. Justamente el problema es que se basó solo en una parte del expediente.