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Las excavaciones en El Atlético: una obra para desenterrar el horror del centro clandestino

Escrito por el marzo 23, 2022


Un equipo de La Retaguardia visitó el Ex Centro Clandestino El Atlético, que funcionó a pasos de la Casa Rosada durante el genocidio. Allí se realiza una megaobra de arqueología y conservación. Se quitó un montículo de tierra que sostenía la autopista y a la vez sepultaba casi por completo lo que fue el centro de torturas y exterminio. La búsqueda de huellas de las cerca de 1.500 personas que pasaron por allí, de las que apenas fueron identificadas unas 300. El aporte de quienes sobrevivieron para que quienes trabajan en la obra sepan qué buscar. 

Entrevistas Fotos y Videos: Bárbara Barros/La Retaguardia
Texto: Paulo Giacobbe
Textuales: María Eugenia Otero
Edición: Fernando Tebele/Pedro Ramírez Otero

Pocas cuadras de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires son las que posee el antiguo barrio de San Telmo. Ligado a la fundación de la ciudad, forma parte del casco histórico y es un polo turístico. Escenario de grandes luchas, como la Revolución de las escobas o el Argentinazo de 2001, este barrio porteño ha ido mutando su fisonomía. Por la densidad poblacional concentrada en las grandes urbes, la especulación inmobiliaria lo fue convirtiendo en un collage de estilos arquitectónicos, donde conviven ladrillos de tres siglos diferentes. La ciudad construida sobre la ciudad. Cada tanto, en alguna demolición o excavación arqueológica en alguna vivienda, se encuentran túneles inexplorados u objetos de la sociedad pasada. Una de las modificaciones edilicias más dramáticas que sufrió San Telmo, como la soportaron otros barrios, fue la construcción de la Autopista 25 de Mayo a manos del intendente de facto, el Brigadier General Osvaldo Andrés Cacciatore, en 1978. Significó el desarraigo de vecinos y vecinas cuyas casas fueron expropiadas. Se desconoce el patrimonio histórico perdido. San Telmo quedaría, para siempre, partido en dos por esa mole de cemento. 

En su límite al este, sobre la Avenida Paseo Colón, entre la Avenida San Juan y Cochabamba, estaba emplazado un edificio de tres plantas del Servicio de Aprovisionamiento y Talleres de la División Administrativa de la Policía Federal, que ocupaba toda la manzana. Desde mediados de 1976 hasta diciembre de 1977, en el sótano y parte de la planta baja, funcionó el Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio Club Atlético. Con la construcción de la autopista quedó bajo su traza y corrió la misma suerte que cualquier otro edificio: fue demolido. 

Según el “Cuaderno de la Memoria 4. Patrimonio”, del Instituto Espacio para la Memoria, el inmueble fue construido en 1903 como establecimiento de los talleres heliográficos de “Ortega y Radaelli”. Fue ocupado por la Compañía General de Fósforos y en 1932 se convirtió en sede del Servicio de Aprovisionamiento y Talleres de la División Administrativa de la Policía Federal. Entre 1932 y 1978 funcionaron “talleres gráficos, sastrería, suministros en general, rezagos, abastecimientos, racionamiento, taller mecánico, talleres de mantenimiento, carpintería y electricidad”.  También “actividades administrativas referentes a la entrega de uniformes, calzados y correajes para el personal policial”. Lo legal y lo ilegal convivían a pocas cuadras de Plaza de Mayo. 

¡Excavación Ya! 

El montículo que sostenía el tramo de la AU 25 de Mayo hasta enero de 2022.
📷Bárbara Barros/La Retaguardia
Así se ve el frente de la obra al momento de la publicación de esta nota en marzo de 2022.
📷Gentileza Salvador García

Producto de la lucha de organismos de derechos humanos y sobrevivientes, comenzaron las obras de excavación en donde había estado el Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio Club Atlético, que había quedado bajo un montículo de tierra que sostenía la autopista.

“Cuando el edificio se vacía y se demuele no es con intención de ocultarlo, sino justamente porque a pesar de que estaba en funcionamiento el centro clandestino y se invirtió un montón de plata para usarlo, se iba a tener que tirar abajo por la autopista. Eso, que era ésto, se empieza a demoler en el año 78 y queda completamente bajo tierra hasta el año 2002 que se hace la primera excavación”, explicó a La Retaguardia, al comienzo del recorrido, Ángeles Aguilar, parte del equipo interdisciplinario de la Dirección Nacional de Sitios y Espacios de Memoria que depende de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Aguilar resaltó la tarea de denuncia llevada adelante por sobrevivientes que lograron señalizarlo: “Cuando lo ubican y se cruzan también con militantes del barrio, de organismos de derechos humanos, barriales o políticos, se hacen varias jornadas en este lugar denunciando que había funcionado como centro clandestino. Durante la década de los 90, ahí se hacen intervenciones artísticas, como es esa intervención en la columna de la autopista. La silueta, que acá quedó como el negativo. Hoy está la nueva silueta. Aprovechando la pendiente de tierra, esto era un bajo autopista como los antiguos, ahora hay varias construcciones en los bajo autopista, pero era tierra que llegaba hasta la vereda, sin ningún tipo de reja ni de protección. Y esas primeras marcas lo que hacían era denunciar lo que había funcionado en este predio en la década del 70. Y en el 2002 se hacen las primeras excavaciones, después se hicieron en 2004 y 2009. Parte de que no se pudo continuar excavando tiene que ver con que no era solamente venir y sacar tierra, sino que no en un momento también se supo que parte de la autopista apoyaba sobre esta tierra. Entonces era una cuestión de ingeniería mucho mayor”. 

Encontrar evidencias

El arqueólogo Leonardo Mucciolo, cuyo rol específico es el seguimiento de esta obra, se refirió a las expectativas que tienen sobre posibles hallazgos: “Sabemos que a partir de lo que se puede encontrar podemos suponer que el resto del sitio está bastante o gran parte en pie por abajo de la autopista. Y es una oportunidad única, porque sería un sitio que al dejar de funcionar no tuvo un ocultamiento deliberado y específico más allá de lo que se hizo por la autopista, con lo cual podríamos encontrar evidencia que es muy difícil encontrar en otros lugares”. Mucciolo marcó esa diferencia con otros centros clandestinos que se desmantelaron y sus instalaciones pasaron a tener otro uso o cambiaron sus estructuras. “Entonces la expectativa es que esté en mucho mejores condiciones originales que los otros centros clandestinos”. 

Aguilar coincidió: “Eso también se fundamenta por las excavaciones que ya se hicieron al encontrar algunos recintos en pie, otros que por ahí alguna pared estaba demolida por el peso, la demolición del edificio, o por los objetos que se encontraron, monedas o paquetes con fechas que hablan del 77 nos dice… este lugar no tuvo otra intervención, se tapó y todo lo que quedó escondido acá pertenece a eso, sea del uso ilegal del centro clandestino o del uso legal que tenía la Policía arriba, que era un edificio de talleres y aprovisionamiento”. Sabiendo eso, para Mucciolo es muy probable que las celdas o las salas de tortura estén “en condiciones bastante parecidas a cuando dejó de funcionar”. 

Explicada rápidamente, la obra consiste en colocar más columnas para poder sacar la montaña de tierra que sostiene a la autopista. La primera parte ya está cumplida: “Ahora viene la parte de sacar la tierra. Una vez que esté toda esa tierra afuera, va a estar liberado para poder excavar, que es más o menos el 80% del sitio. Esto va a quedar a nivel de la vereda, sin tierra arriba. Y de ahí para abajo, que es donde está el sótano, que era el centro clandestino”, dijo el arqueólogo.

“Cuando hay algo enterrado, está como en un estado de estabilidad. Cuando vos lo cavás, le quitás ese estado de estabilidad, entonces tenés que tratar de minimizar lo más posible cualquier agresión que pueda llegar a tener. Son muros que evidentemente no están mal, porque se mantuvieron en pie, con máquinas que trabajaron arriba y con toda la agresión que tienen desde la autopista, que genera presiones, de la montaña de tierra que también genera presiones. O sea, se la re bancaron”, analizó el arqueólogo al tiempo que es consciente del entorno en que trabajan: “No es muy limpio que digamos. Se ensucia, se agrieta, son impactos que se tienen que manejar. Siempre va a haber tierra, siempre vamos a tener la autopista arriba. Las condiciones son esas”. También es imperioso un techo más grande sobre el área a excavar, porque se pueden producir daños o inundaciones a causa de la lluvia. 

 “No hay muchos casos de obras dentro de sitios arqueológicos. Lo más lógico, lo más común, es que durante la ejecución de una obra aparezca algo. Entonces ahí tienen que rescatarlo. Pero esto es al revés. El sitio ya estaba. Entonces vos tenés que pensar toda la obra en función de no dañarlo, lo que lo hace un poco más difícil”. analizó Mucciolo.

Ingreso al centro clandestino

El arqueólogo detalló que las excavaciones llegaron hasta donde estaba el ingreso vehicular. “El circuito era: venían por Paseo Colón, había un portón que daba a una entrada vehicular. De esa entrada vehicular se bajaba al detenido, encapuchado, por una escalera. Después le tomaban los datos, lo trasladaban generalmente a una celda grande, que se le decía leonera y era una celda en la que había varios detenidos, generalmente después iban a la sala de tortura para la interrogación. Y después, a la zona de celdas. Ese era más o menos el circuito y esa forma de entrar es una de las cosas características de este sitio. No digo que sea el único. En auto, se escuchaba un portón. Luego se bajaba por una escalera y esto que te contaba. Es uno de los indicadores”. 

Entre los sonidos propios del centro clandestino también estaba el característico del juego de ping pong, deporte que los represores practicaban en ese lugar de exterminio. Por eso no fue tan extraño hallar una pelotita de ping pong en una de las excavaciones anteriores. 

“Uniendo todos esos datos o incluso el código que le daban a las personas secuestradas, porque le sacaban su nombre y apellido, les daban una letra y un número que era su identificación en ese lugar. Entonces, uniendo todos estos cabos, podían confirmar algunas personas que seguramente las tuvieron secuestradas acá. Y saber eso implica que si vos recordás un nombre de represor, de otra persona secuestrada, algún acontecimiento extraordinario dentro del centro clandestino, hay una investigación que se cierra y que va a ser mucho más certera. Gracias a ese dato y gracias a que vos pudiste saber adónde estuviste secuestrade”, amplió Aguilar. 

El plano

Con la vista fija en un plano extendido, Aguilar señaló las partes excavadas y lo que falta. “Lo que está bajo tierra son las zonas de mayor importancia testimonial, porque todes les sobrevivientes hablan de que, o pasaban por la sala de tortura, o estuvieron alojades en una celda, o que les ingresaron primero a la leonera. Hay testimonios que hablan de que en su celda dejaron alguna marca en el muro. Por eso también pensamos que quizás haya otras marcas que desconocemos, porque no tenemos los testimonios para que lo prueben. Por eso la importancia de continuar excavando. Y además de los baños –se excavó solo el ingreso a los baños– en esta zona había un pañol, que era una especie de depósito donde sabemos que, por ejemplo, había ropa de las personas secuestradas. Cuando las ingresaban, además de que les dieran este código a las personas secuestradas, les sacaban su ropa y les daban la ropa de otros secuestrados. En este proceso de deshumanización, todo lo que te hace a vos y tu identidad va a ser corrido. Y, solo excavando la entrada de los baños, se encontraron algunas prendas de ropas pertenecientes a personas secuestradas que incluso familiares han reconocido que pertenecían a un familiar. Por eso también se esperan encontrar objetos. Nosotros siempre esperamos que nos arrojen algún dato, la verdad es que no lo podemos decir de antemano, pero bueno, hasta que no se excave y no veamos que hay, y lo podamos relacionar e investigar, eso no lo vamos a saber”. 

La escalera

“De esta escalera se encontró un escalón entero y el segundo ya partido. De los baños está el ingreso. De la enfermería, por ejemplo, no se encontraron las paredes en pie. Hay una que está volcada, pero también se decidió dejarla porque trasladarla quizás era seguir rompiéndola. Sí se excavó un poco, se sacó un pedacito de esa pared para llegar al piso original, porque había testimonios que hablaban del piso particular que tenía la enfermería y se encontró ese piso”, relató Aguilar.

Muciollo explicó las particularidades de ese piso: “Era un piso de Flexiplás, como un piso vinílico, de goma. Antes era muy común, como si fuera una alfombra, pero en vez de alfombra, de plástico. Se usa para los baños, porque se limpia fácil y se pega. Está el piso de Flexiplás verde”.

Nuevamente el testimonio de sobrevivientes será crucial. Son los que guían la obra. “Cuando se empezó a excavar ¿desde dónde se partió? De testimonios de sobrevivientes”, se preguntó y respondió Aguilar, aclarando que algunos conocían el lugar con más detalle por realizar algún trabajo de manera forzosa. “Entonces pudieron ver el lugar, lo dibujaron. Les arqueólogues buscaron los planos originales del edificio y los compararon con lo que habían dibujado sobrevivientes. Había toda una manzana por excavar, ¿por dónde empezar? Entonces, así es como se fueron guiando. Y a partir de lo que se fue encontrando también dio la certeza de que los planos que se tenían, ya sean testimoniales o sean los legales del edificio, coincidían. Por eso también se va excavando cada vez más certeramente y comparando con lo que van diciendo. Si aparece una pared, ¿acá qué se dice que hubo? ¿Para qué era usado? Ahí también el testimonio de sobrevivientes es y fue fundamental en este proceso”. 

Dos celdas

Aguilar marcó la ubicación de dos celdas que pudieron excavar. Una pared encastrada las dividía. “En esa pared se encontró una inscripción, que dice “Ayúdame Señor” que esa la tenemos en conservación en lo que es la sala de exhibición. No sabemos quiénes hicieron estas marcas, es una incógnita aún. Pero también eso nos lleva a pensar que quizás otras personas hicieron marcas. Y así como ocurrió en otros espacios de memoria, que la marca pueda ser reconocida por una persona sobreviviente o pueda llevar a algún indicio de otra persona secuestrada. Pensemos que por Club Atlético pasaron  entre 1.200 y 1.500 personas en solo un año de funcionamiento y solo tenemos identificadas a 300 personas”.

De Trelew a El Atlético

“Este era el tanque cisterna del edificio y abajo de este tanque se encontraron también objetos muy particulares, como la lápida que se había puesto en el cementerio de un militante”. Se trata de Víctor José Fernández Palmeiro, el “Gallego”, militante del PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores/Ejército Revolucionario del Pueblo). Ángeles Aguilar repasó la historia del “Gallego” y su lápida: “Él estuvo involucrado en la fuga del Penal de Rawson, (el 15 de agosto) de 1972, cuando posteriormente se hizo la Masacre de Trelew. Una vez que la gente de adentro del penal lograra salir y fuera al aeropuerto, él era el encargado de secuestrar el avión que había en el aeropuerto para que esas personas fueran a Chile y después a Cuba. Esa fuga sale mal”. La idea era una fuga masiva, pero solo escaparon 3 dirigentes de distintas organizaciones. Otro grupo de 19 personas que también logró fugarse tuvo que entregarse en el aeropuerto. Entre las condiciones pactadas estaba que regresaran al Penal de Rawson. Pero no fueron llevados al penal, sino a la Base aeronaval Almirante Zar y en la madrugada del 22 de agosto los fusilaron en sus calabozos. s sobrevivieron y en la cárcel de Devoto dejarán grabado su testimonio frente a Paco Urondo, en lo que sería el libro La Patria Fusilada. Los militares quisieron hacer pasar ese crimen como un intento de fuga, pero fracasaron. 

“¿Qué hace el Ejército Revolucionario del Pueblo después de esa Masacre de Trelew? Se quiere vengar de quien dio la orden de esa masacre, que fue Hermes Quijada. Entonces organizan un operativo donde ven los movimientos, lo persiguen, hay un intercambio de balas, el custodio de Hermes fallece y a Víctor Fernández Palmeiro lo hieren y fallece. Se lo entierra, sus compañeros le rinden un homenaje en la Chacarita, y a los pocos días estalla una bomba en su sepultura y no se supo más nada. Ni quién hizo el atentado, ni qué pasó con la lápida, nada. Año 73. Hay testimonios de un sobreviviente que en el año 77, estando en el Club Atlético, un represor le pregunta su nombre y él le contesta su nombre y apellido, Miguel D’Agostino, pero le tendría que haber contestado ese código que les daban, la letra y el número. Lo golpean, lo golpean, lo golpean y Miguel se esconde abajo de un tanque cisterna. Y cuando se pone ahí abajo y se golpea con algo duro, el represor le dice: ‘¿sabes con qué te golpeaste? Con los restos de Fernández Palmeiro’. Miguel lo que entendió siempre, es que había un ataúd con los restos físicos de Fernández Palmeiro. Y cuando en el 2002 en las excavaciones se encuentra la lápida, Miguel ahí pudo decodificar con lo que se golpeó. También diciendo: ‘¿por qué me nombra a un militante que mataron las Fuerzas Armadas?’ O sea, esta cuestión de la tortura permanente de diferentes maneras. Y después también lo que hace este objeto es pensar, bueno, esto pasó antes de la última dictadura y sin embargo se encontró en un centro clandestino que funcionó durante la última dictadura. Como cuáles son las relaciones de los represores con las dictaduras previas. Porque la del 76 fue la sexta. ¿Dónde estaban, cómo se formaron, qué hacían, en qué actuaron? Bueno, pensar esas conexiones, que no se llega al 76 por generación espontánea, sino que tanto desde la lucha armada hubo todo un camino que hicieron muchos militantes porque la represión estatal cada vez era peor, y lo mismo de las Fuerzas Armadas: formarse para llegar a ser una dictadura en todo el país, en coordinación con dictaduras del Cono Sur, con lo que fue el Plan Cóndor y con este plan de secuestro, tortura y exterminio y robo de niñes, sistemático en todo el país”. 

Ingreso a los baños

“Este es el ingreso a los baños, es solo el ingreso lo que se logró excavar y que la particularidad que tiene es que tiene un escalón que hace un desnivel entre lo que es el suelo original del sótano y lo que sería el ingreso a los baños. Y eso fue muy importante, porque muchos testimonios hablan de que cuando les ingresaban a los baños que los sacaban a todes juntes. Pensemos que siempre estaban con los ojos vendados y además con cadenas en los tobillos. Entonces les hacían hacer un trencito, poner la mano en el de adelante con los ojos vendados, aunque vayan al baño. Y ahí ingresaban. Y por este escalón muchas veces se tropezaban o les empujaban o los golpeaban en ese ingreso, sabiendo que eso les iba a proporcionar un golpe. Entonces, por un lado era un camino tortuoso. Además de lo que significa la tortura de que por ejemplo, no te dejan ir al baño cuando lo necesitás. Ni comer, ni tomar agua, ni nada. Y por otro lado, también era un momento de contacto con otros sobrevivientes. Porque esa mano de compañere era un motivo de sentir que había alguien con vos, un motivo de dar fuerza a les compañeres. A veces se han logrado pasar ropa en ese trencito. Porque algunos sobrevivientes nos contaron que pasaron mucho frío. Y entonces, de repente, una mano alcanzó un pulóver, sabiendo que esta persona se jugaba la vida. Pero eso logró también generar otras condiciones dentro de toda esta tortura”, describió Aguilar y subrayó que el sótano tiene forma de L, que por esa particularidad se pudo encontrar Club Atlético. Cuando comenzó la demolición del edificio, hubo un periodo en el que el sótano quedó al descubierto. En ese momento un sobreviviente pasó por el lugar y no tuvo dudas. “Vio esa forma de sótano que le fue inconfundible y efectivamente, era el Club Atlético”.

El ascensor

“Este lugar es el ascensor. Gracias a los testimonios de los juicios se pudo saber que por el ascensor les bajaban la comida, cuando les daban de comer. Hay sobrevivientes que dicen que cuando escuchaban el tintineo, que era como el carrito de hospital, era un momento de alegría porque sabían que ese día iban a comer. Aunque a veces el centro clandestino estuvo superpoblado y a las últimas celdas la comida no llegaba. Nosotros siempre decimos que acá hubo tortura física, pero la psicológica también fue súper importante. Saber que estás cagado de hambre, escuchás que viene la comida, y a vos no te llega. O no te dan agua. O escuchar el grito de las torturas de tus compañeres”, dijo Aguilar. 

En el pozo del ascensor se encontraron objetos importantes, como la pelotita de ping pong o petacas de bebidas alcohólicas; emborracharse era otra de los costumbres de los represores. “También fue importante porque durante mucho tiempo se consideró —porque no había testimonios— que el ascensor no tuvo relación con el centro clandestino. Se llegó a pensar que estuvo inutilizado”.

La puerta de ingreso es una habitación tapada, inaccesible y “era una sala de inteligencia. A toda persona secuestrada, cuando la ingresaban, en una máquina de escribir se anotaba: nombre, apellido, familia, militancia, trabajo, estudios, todo. Y eso se hacía en esa sala de Consejo. Y además había como unas fotocopias grandes o un mapa de la ciudad, para ir marcando lugares donde se hicieron secuestros, o posibles lugares donde ir a hacer nuevos”, Aguilar señalizó así la dinámica que tenían los genocidas para obtener información en su plan de exterminio. Secuestrar, torturar, obtener datos para volver a secuestrar y torturar. 

Una placa de metal

“Este objeto es muy particular. El objeto es éste. Esa placa de metal. Cuando se la encontró, se la clasificó como placa de metal y se la guardó y cuando se la sacó de ese guardado inicial para empezar a tratarla, dijeron: esta placa tiene una imagen. Se le puso tinta, se le estampó y es la imagen que aparece en esta hoja, la de arriba. Entonces vieron que en la imagen aparece una manifestación con diferentes banderas de la UMA y del Partido Comunista Revolucionario (PCR) y empezaron a investigar si no habría salido en algún periódico. Y justo hay un compañero de la Comisión de Trabajo y Consenso que es parte del PCR, el Partido Comunista Revolucionario. Y hurgando en los periódicos, encontró que en una publicación del periódico de esa organización, que es el periódico Nueva Hora, esta imagen ilustró una manifestación en Chile en el año 73 contra el Golpe de Estado. Cuando hicieron una comparación, por eso esa hoja tiene las dos imágenes impresas, la del periódico y la de la placa, vieron que las imágenes daban como los mismos errores, como un salto, un corrimiento en la imagen y decían que hay dos placas de cliché —así se llama, que era como un grabado— que pueden tener la misma imagen, pero es muy difícil que dos placas tengan los mismos errores, una abolladura, algo corrido de ese sello. Entonces se llegó a la conclusión de que era esta placa la que ilustró ese periódico y ahí empezaron a investigar si había algún secuestrade desde el Partido Comunista Revolucionario que estuviera en prensa. Y ahí se arrojó el nombre de Manuel Guerra, que es un desaparecido, que no tiene vistos en el centro clandestino, sí estaba el testimonio de un compañero que durante la tortura le preguntaron por él, pero después, nadie más, no se sabe si llegó efectivamente al Club Atlético. Pero la compañera de vida cuenta que después de que a él lo secuestran, la patota va dos veces a la casa y le llevan todo, le revuelven toda la casa. Entonces una hipótesis es que lo hayan secuestrado a él y que tuviera la placa y otra es que después la patota del Atlético, cuando va a la casa, entre lo que agarra está esa placa. Y Manuel Guerra, al no tener vistos adentro del centro clandestino, que es un requisito para ser parte de un juicio, su caso nunca pudo ser juzgado. Pero a partir de esta investigación, en mayo del año que viene, cuando arranque el quinto tramo del juicio Atlético/Banco/Olimpo (ABO), él va a ser un caso y la compañera va a poder declarar”. 


Policía nazista 

“Los represores adentro del centro clandestino no estaban uniformados. Eso fue algo que dificultó también identificar el lugar. Por otro lado, objetos que eran de la Policía permitieron identificarlo. Los represores estaban de civil, sin el uniforme y usaban también apodos. Los sobrevivientes hablaban de golpes con palos y se encontraron cachiporras. Podemos llegar a pensar que los palos eran cachiporras. Como era un edificio de talleres y aprovisionamiento de la Policía Federal, se confeccionaba todo lo que usa la policía. Las camisas, los pantalones, las gorras, los zapatos, todo eso se armaba en el edificio y había gente que entraba a buscar lo que necesitaba de su uniforme para trabajar. Entonces, por ejemplo, la cartuchera para guardar un arma, que nos contaban que era una cartuchera de gala, pedazos de ropa, están incluso los moldes de las camisas, no el molde en papel, sino en tela, pero el molde de la camisa de lo que usaban para el recorte y demás, las insignias, escarapelas, escudos de la policía, taza con el logo. Y esta banda que vemos acá es el interior de una gorra que justamente en la parte de adentro la escribieron nasista (sic), mal escrito, y la esvástica. Y esto que hablábamos antes, que ser adeptos a la ideología nazista ¿cómo lo manifestaba? Con las marchas en alemán todo el tiempo, a muy fuerte volumen, para enloquecer, siendo mucho más brutales con las personas cuyo apellido era de origen judío, sean o no creyentes o practicantes. Y cuando se encuentra esto, una apoyatura más del ser adeptos a ese exterminio masivo. Personas judías, gitanas, de diversidades sexuales.”


Los objetos

Ángeles Aguilar dio cuenta del valor que tienen los objetos encontrados, no solo histórico, sino también reparador: “Cuando se encuentran los objetos y pueden dar respuesta a les secuestrades. Hay otra cosa que también pasa. Hay una cuestión más sanadora también que puede llegar a pasar. Por eso también las ganas y la importancia de excavar: no solo recuperás algo histórico, dentro de un sitio histórico, de un espacio de memoria, parte de nuestra historia, sino que en las individualidades, que por ahí no sabemos si hay torturas que continúan, también puede ayudar con eso”.

Con la demolición del edificio, las y los secuestrados fueron trasladados al Centro Clandestino El Banco, en el Partido de la Matanza, Provincia de Buenos Aires, hasta que fueron trasladados nuevamente a otro centro clandestino de la Capital Federal, en el barrio de Floresta, El Olimpo. Incluso a ese lugar llevaron parte de la infraestructura del Club Atlético.   


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