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Daniel Moyano: habitar un exilio

Por LR oficial en Arte y Cultura, Otras

El 1 de julio se cumplen 30 años de la muerte de Daniel Moyano, un perfecto desconocido para muchas personas, una referencia ineludible para otras. En este recorrido por su vida y su obra, intentamos acercarnos a un escritor de culto, que genera admiración de sobra, pero no de tanta gente como debiera.

Redacción: Daniela Cormick
Edición: Pedro Ramírez Otero/Fernando Tebele/Eugenia Otero
Fotografía: Pepe Lamarca

Su vida —y la obra que con ella hizo— es un milagro. Milagro del deseo y la necesidad de decir, constatación de un universo capaz de abrirse y florecer más allá de cualquier adversidad.

MARÍA TERESA ANDRUETTO

Si tenemos que describirlo, para quienes no lo conocen, podemos mencionar su recorrido como escritor: novelista y cuentista, admirado por Augusto Roa Bastos, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Leopoldo Marechal, uno de los grandes narradores en español de la segunda mitad del siglo XX, multipremiado a nivel nacional e internacional por cuentos y novelas. Su obra es una fuente inagotable de análisis literarios, filosóficos, históricos, a través de tesis, artículos, ensayos.


Sin embargo, esto deja de lado mucho de lo que fue, de las experiencias y recorridos de los que se nutren sus textos: soldador, albañil, músico, docente y estudiante (y un constante autodidacta), periodista, obrero, fotógrafo, cronista crítico de su espacio y tiempo, migrante, sudaca… «Soy el plomero Moyano e intento ser escritor», decía dando cuenta de esa humildad y humor presentes en sus textos y palabras.
El 24 de mayo pasado, además, marcó los 46 años desde su exilio en España. Un exilio entre tantos en el contexto del Golpe de Estado genocida de 1976, tremendo y doloroso como todos. Un exilio más también para él, dentro de la sucesión de desarraigos que marcaron su biografía, su identidad, cuya vivencia es un componente ineludible y constante en su obra literaria y en los personajes que supo construir.


Su producción literaria, calificada de “realismo profundo” (alejado de lo “pintoresco”) y “escritura musical”, fue ignorada —y prohibida— por mucho tiempo en Argentina, y solo reciente y lentamente está retornando a ser conocida y valorada.

Su obra, como la de varios compañeros de época, interrumpe su circulación en el momento de mayor reconocimiento, a raíz del golpe de Estado, que silencia, expulsa, apresa o asesina, por lo cual estamos todavía en deuda con su escritura”


dice Teresa Andruetto, escritora cordobesa de prestigio internacional. En ese sentido, fue uno de los autores recuperados por una muestra en el Sitio de Memoria del D2 de Córdoba, cuya biblioteca comparte autores prohibidos y perseguidos en la última dictadura argentina.
Daniel Moyano nació en Buenos Aires el 6 de octubre de 1930, un mes después del golpe de José Félix Uriburu contra Hipólito Yrigoyen, que él señalaría como marca en su vida, signada por los golpes militares. “No es la primera vez que vienen. En cuarenta años el viejo los ha visto llegar en caballos, en camiones, siempre de noche, desde todos los puntos cardinales llegan ellos siempre, cambian todo de sitio llamando sur al norte, lo miran todo sospechando”, dice Moyano en la novela “El vuelo del tigre”.
Su primer exilio lo vivió con cuatro años, cuando su familia se mudó a Córdoba. Y continuó trágicamente en 1937, cuando su padre, Cayetano Moyano, asesinó a su madre, María Bellini, y fue encarcelado, hecho que marcó su vida inexorablemente (y surge en su novela “Dónde estás con tus ojos celestes”).
A partir de entonces, vivió en distintos pueblos de las sierras de Córdoba, con parientes, junto a su hermana Blanca: “Mi padre desapareció. Reapareció años después. Todos los tíos me dieron material para los cuentos… Pasé un tiempo en un reformatorio, y mi hermana en un colegio de monjas”. En casa de sus abuelos comenzó a leer clásicos y a desarrollar el gusto por la escritura y la música, acompañado por su abuelo Giuseppe Bellini.

El desamparo y la pobreza son ejes en muchos de sus cuentos sobre infancia: “Sus tíos eran muy pobres y tenían muchos hijos y lo habían adoptado a él como si verdaderamente hubieran sido capaces de mantenerlo. La casa le pareció inmediatamente un lugar de castigo” (“La puerta»). Supo contar la miseria de esos tiempos con humor. Compartió juegos y travesuras con su vecino Ernesto Guevara.
Vivió en Córdoba hasta los 30 años, donde se desarrolla su primera novela “Una luz muy lejana”, y decía haber comenzado a escribir, justamente, “para entender esa ciudad monstruosa que era Córdoba”, y a los familiares con quienes había vivido de niño.
En esta provincia se publicó su primer libro de cuentos, “Artistas de variedades”, en 1960, luego de ganar un premio en 1957. Trabajó de albañil y soldador. Autodidacta y curioso, buscaba aprender idiomas para leer autores en su lengua original, concurría a clases en la universidad sin ser alumno (terminó el secundario para adultos entre el 74 y 75) y, contaba: «Además de pretender ser escritor, quiero ser el violinista Moyano, aunque no cuadre mi apellido con tanta tradición judía del instrumento. Mi apellido, más bien, se adaptaría a un cuchillero no borgeano».

Su segundo exilio, en 1959, fue hacia La Rioja, donde encontró su lugar por un tiempo, lo que recupera en muchos relatos con un sentimiento de pertenencia y añoranza, como en “Caballo de izquierda” (uno de sus últimos cuentos): “Estaba entrando en mi propio país interior, en mis 29 años, en todo lo que había dentro de mí y no sabía que lo tenía, entraba en un período que duró 17 años, los más fecundos, acaso los más hermosos de mi vida, en la única tierra donde nunca me sentí forastero o extranjero. Es más: en una tierra que casi inmediatamente sentí mía”.
Allí se casó con Irma Capellino, y nacieron su hijo Ricardo y sus hijas Beatriz y María Inés. Fue profesor en el Conservatorio Provincial de Música junto a su esposa, pianista, y formó el Cuarteto de Cuerdas y Orquesta de Cámara. Sus historias recuperan esa relación cotidiana y profunda con la música, desde relatos sobre conciertos, ensayos, o con la presencia de notas, piezas, melodías en diversas circunstancias.
Moyano construyó su casa avanzando en función de los ingresos que recibía por premios: los cimientos, el techo, el laboratorio fotográfico, el lote vecino que usó de huerto y donde construyó una pieza extra. Quizás esos impulsos y deseos de construir y transformar se relacionen con la constante reescritura de sus obras, aun mucho después de publicadas, que recuerdan quienes lo conocieron y el testimonio de sus archivos.

Aunque no hay muchas referencias sobre su militancia en términos partidarios (fue candidato en 1973 por el Partido Revolucionario Cristiano), surgen anécdotas, textos y reflexiones propias que dan cuenta de su amplio compromiso político y social: “La sensibilidad con la que veo está del lado de los que sufren, del lado de los humildes. (…) No se trata de que no crea en la acción. Escribir es también una acción.”
Fue parte del equipo fundador del diario riojano El Independiente, en una carrera periodística cuyo mayor desarrollo fue como corresponsal del diario Clarín entre 1960 y 1976. Moyano aprovechó esa oportunidad para obtener ingresos extra —que ciertamente necesitaban para vivir—, pero también para escribir crónicas de la provincia, con denuncias textuales y fotográficas sobre ese interior olvidado, y notas de opinión recuperando la voz crítica de su amigo, Monseñor Angelelli. “Lo que hay que erradicar es la miseria”, expresaba en una crónica sobre el Chagas y las políticas sanitarias.
En “El rescate y otros cuentos”, Juan José Hernández, uno de sus amigos escritores, recuerda y marca su distancia con la antinomia literaria entre Buenos Aires y el interior: “Seguíamos con Daniel en el redil de los escritores regionales, nada folclóricos, por cierto, y mucho menos porteños, pero sí un tanto subversivos o ‘rojillos’, como se decía en España, cuando de manera implícita dábamos una visión descarnada de la realidad de nuestras provincias y de sus problemas endémicos”.
La migración obligada, el desarraigo, la miseria, la marginalidad, fueron parte de su experiencia como riojano por adopción y del “interior” (categoría que problematizaba: “No somos paisaje”). Reflejó, cruda pero poéticamente, esos movimientos y exilios varios en sus relatos, a través de personajes de provincias pobres en las grandes ciudades, en su extrañamiento e imposibilidad de encontrar el propio espacio, en la búsqueda de un refugio o inserción social.


Su humor, particular, irónico e irreverente, lúdico y a veces inocente, es parte hasta de los momentos más oscuros de sus relatos, y lo utiliza tanto en escenas cotidianas como para burlarse de las figuras de poder, los próceres, la historia “oficial”. Entre innumerables ejemplos, podemos mencionar su cuento “Civilización y Barbarie” sobre Domingo Faustino Sarmiento, “Anthropus Pampeanus”, sobre Florentino Ameghino, o la fundación de La Rioja en “El trino del diablo”: “En la novísima ciudad, por su curiosa situación geográfica, no sólo sería muy difícil el acceso: salir de ella parecía, de entrada, una dificultad tremendamente complicada, ya que estaba lejos de todo, incluso de los puntos cardinales”.
Un día después del Golpe de Estado de 1976, Moyano fue detenido en su casa de La Rioja por las Fuerzas Armadas. Luego de ser encarcelado y torturado, fue liberado bajo amenaza de muerte y, en un exilio más, el más perturbador de sus viajes, se fue definitivamente a España en mayo de ese año con su familia.
“El día del golpe de 1976 yo estaba en Córdoba, intentando inscribirme en la Facultad de Filosofía, porque se me había ocurrido estudiar. Cuando regresé a La Rioja había controles como si fuera una ciudad ocupada. Llegué a casa… Me dijeron que habían detenido a casi todos los intelectuales. Muchos eran del diario El Independiente. Además estaba detenido Ramón Eloy López, un poeta, un sacerdote, uno de los tres miembros del Partido Comunista, algunos de la JP y el arquitecto que proyectó la cárcel. Lo metieron en la celda de castigo. Esa noche dormí en casa, sabía que me podían detener. Había sido amenazado por la Triple A, y por LV14, la emisora local. Una locutora estaba leyendo un capítulo por día de ‘El trino del diablo’ y le dijeron que si seguía leyendo iban a volar la radio. Me amenazaron a mí, recurrí al gobernador, Carlos Menem y me había puesto custodia policial en casa -contó en una entrevista con Andrew Graham-Yooll-. Me levanté temprano, estaba preparando mi ingreso a la Facultad con ese placer de entrar por primera vez a esas disciplinas. Abrí un libro y vi que se detenía un auto: eran cuatro, tres caminaron despacio hacia casa. Mi hija María Inés, de siete años, dormía. Mi hijo Ricardo, que tenía catorce, estaba levantado junto a dos hijos de una familia amiga, y estaba mi mujer. Me apresuré a abrirles la puerta antes de que la derribaran. ‘¿Llevo documentos?’ ‘No los va a necesitar’, dijo uno. Eso me asustó. Pero no tuve tiempo de tener miedo. Quedé incapaz de reaccionar porque eso era insólito. Yo era periodista, además de escritor, trabajaba para Clarín, y músico y plomero. Me llevaron de casa al cuartel, en silencio. Estaba cerca. Al cuartel entré a los empujones. En un salón enorme estaba media La Rioja de pie, contra la pared (no nos dejaban sentar), con un colchón al lado. (…) Me enteré de que mis libros los secuestraron de la librería Riojana y los quemaron en el cuartel, junto con los de Cortázar y Neruda. Qué honor. (…) Cuando me dijeron que podía abandonar la provincia, me fui a Buenos Aires, gestioné mi pasaporte, volví a La Rioja y en una semana levanté mi casa”.

La violencia, en diversas formas pero particularmente vinculada a su ejercicio desde el Estado, está presente en formas profundamente metafóricas en muchos de sus cuentos y novelas, como en “El oscuro” (cuyo protagonista es un coronel del Ejército, donde aparece una historia asociada al asesinato del estudiante Santiago Pampillón en 1966, en Córdoba), “El Trino del Diablo” y “El vuelo del tigre”, el cuento ganador del Premio Juan Rulfo, “Relato del halcón verde y la flauta maravillosa”, o “Después de este destierro” entre muchos otros.

En su libro “Conversaciones con Daniel Moyano” (2010), Juan Croce recupera una breve crónica y una conferencia de los años setenta, donde Moyano habla de la unidad latinoamericana, las dictaduras, la apropiación de niños y secuestros de personas, como una de las primeras denuncias públicas sobre este tema


En España, trabajó como obrero en una fábrica de maquetas para subsistir, y como crítico literario del diario El Mundo. Realizó talleres literarios, encuentros de escritores y cursos sobre literatura argentina en diversas universidades. La de Oviedo llegó a convertirse en un “refugio moyaniano”.
Durante el primer tiempo de su exilio no pudo seguir escribiendo, ya que decía que cada vez que debía nombrar una palabra no sabía cómo hacerlo. Luego, pudo reconstruir y publicar la novela “El vuelo del tigre” (1981), “Libro de navíos y borrascas” (1983), “Tres golpes de timbal” (1989) y su obra póstuma, el libro de relatos de “Un silencio de corchea”. Aunque sus obras se tradujeron al inglés y francés, Moyano decía sentirse un sudaca en el ámbito literario español. En 1983 volvió brevemente a la Argentina para la filmación de un documental de la Televisión Española, “El amargo pan del exilio”, de la serie “Vivir cada día”.

Su interés por los lenguajes, las formas de nombrar y crear a través de las palabras, y los modos de comunicación, entre seres humanos y también con los animales (o incluso objetos) que participan en las historias, es otra peculiar característica. En su novela “El vuelo del tigre” es central la invención de un lenguaje percusivo entre las personas cautivas y vigiladas en su propia casa: “Los idiomas nacen solos, por necesidades extremas. Cuando algo necesita ser nombrado, el primer sonido que surja ya le corresponde”.

Además, resalta en esa obra la escritura con el uso de la negrita acentuando palabras o frases, o el hecho de no señalar casi los diálogos dentro del relato, en el que se van mezclando las voces de los personajes. Quizá que esta obra haya sido de algún modo “reconstruida” desde el exilio —la había escrito en La Rioja con el nombre de “El Salvador”, y fue enterrada allí por su mujer— puede vincularse con ese específico modo de escritura, que también puede mezclar pensamientos y discursos verbalizados.

Su compromiso con el registro como testimonio en fotos y crónicas, así como en la recuperación de elementos biográficos en las ficciones (en personajes, paisajes, situaciones, relaciones, objetos, lugares, anécdotas), marca también su valoración de la historia y la memoria, personal y colectiva, de la necesidad de construirlas y conservarlas, y las posibilidades de revisitarlas, reconstruirlas, compartirlas. “Los recuerdos mismos son una forma de permanencia, vida detenida, no sepultada, que está siempre al alcance de la mano, que es siempre una nueva posibilidad de vivir” (“El oscuro”).
Falleció en España el 1 de julio de 1992, mientras estaba escribiendo la novela corta “Un sudaca en la corte” (editada inconclusa) y un libro de memorias musicales. Luego de su muerte se publicó en Buenos Aires su novela “¿Dónde estás con tus ojos celestes?”.
Su novela “Tres golpes de timbal”, ambientada en un lugar inspirado en la localidad de Jagüé (La Rioja), dio origen a un particular encuentro anual de «artistas, enlazadores y astrónomos muleros» iniciado en 2017 en ese pueblo, tan peculiar como su propia obra.
El valor de la identidad, la defensa de la memoria, la recuperación de la historia frente al olvido y los intentos de borramiento, contra los abusos del poder y la desigualdad, son claves que atraviesan su obra y su vida, no solo como elementos de construcción de pertenencia —con su constante referencia a una “patria”, no pensada desde el Estado Nación— sino como bases ineludibles para la proyección del futuro y de una sociedad justa. “Ante el peligro de que Minas Altas desaparezca, he querido rescatar nuestra historia (…); recuperar un pasado que nos permita elegir un camino y prolongarnos en el tiempo, aquí o donde haya que huir. Los que nos persiguen desde siempre saben que nuestra memoria vale mucho” (“Tres golpes de timbal”).
A 30 años de su muerte, recuperamos a Moyano y todo lo que él supo y quiso resguardar para otras personas: para compartir el placer de su lectura y para sostener el desafío de continuar esa tarea colectiva y necesaria.

Bibliografía

Libros de cuentos
“Artistas de variedades”. “La lombriz”. “El fuego interrumpido”. “El estuche del cocodrilo”. “La espera y otros cuentos”. “El monstruo y otros cuentos”. “Mi música es para esta gente”. “El rescate y otros cuentos”. “Un silencio de corchea”.
Novelas
“Una luz muy lejana”. “El oscuro”. “El trino del diablo”. “El vuelo del tigre”. “Libro de navíos y borrascas”. “Tres golpes de timbal”. “El Trino del diablo y otras modulaciones”. “Dónde estás con tus ojos celestes”. “En la atmósfera”. “Los pájaros exóticos”.