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Nandon, el artista que vende su ego pero no su memoria

Por LR oficial en Arte Callejero, Arte y Cultura, CABA

El artista Fernando Salimbene, “Nandon”, quien llenó de carteles las calles de Buenos Aires con la frase “Vendo mi ego” y otras leyendas, visitó el estudio de Radio La Retaguardia. En diálogo con el programa Estás Muteadx, habló acerca de su obra y de la convocatoria que le hicieron desde la AMIA en el 28 aniversario del atentado para realizar la muestra “Mi memoria no se vende”. La exposición puede verse en Pasteur 633 hasta el 16 de agosto. 

Entrevista: Pedro Ramírez Otero/Catalina Goldszmidt/Julián Bouvier
Redacción: Julián Bouvier
Edición: Pedro Ramírez Otero

Hace un tiempo, el artista Fernando Salimbene vendía su Instagram “completo”. Eso veíamos, tanto en los carteles en las calles, como en sus redes sociales: “Vendo mi Instagram @N.a.n.d.on”, podía leerse en una superficie color azulado con letra roja manuscrita. Se generó toda una mística alrededor. Ahora vende su ego. Si caminás por las calles de la Ciudad de Buenos Aires —aunque también por las de Mar del Plata y algunos lugares como Bariloche, Alemania, o Brasil— podes encontrarte con esos carteles. También tiene merchandising propio y ese azulado del fondo de los carteles tiene su propio nombre en la carta de colores: “Aguamarina Nandon”.

Toda la producción y el montaje de sus obras en las calles es realizado por él. Desde encontrar la madera, cortarla, agujerearla, pintarla, escribirla y la acción de salir a la calle a colgarlos. «Todo muy manual, a la vieja escuela. Pero a su vez, cada vez más de manera casi fabril, en masa», dice el artista. «Mucha gente se copa en otras partes del proceso, tanto como la difusión o el colgado, hasta la gente que viaja para otras partes del país o del mundo, y se llevan carteles y los cuelgan. Eso está muy bueno. Tiene mucho que ver con la esencia del graffiti, eso de estar en todos lados. De abarcar gran parte del territorio. Eso genera un poco de posverdad, porque la Provincia (de Buenos Aires), el país, el mundo, es muy grande. Pero hay tanto por abarcar que hace que el juego sea más ilimitado», cuenta.

La obra de Nandon se completa cuando la gente  fotografía los carteles y los sube a sus redes. A veces etiquetándolo. O otras veces no, porque ni siquiera saben quién lo hizo. «La foto está muy presente, porque creo que la frase sola excede al autor. Entonces que la gente lo suba es la otra gran parte. Al principio me sorprendía que haya gente que no me conocía pero llegue a etiquetarme. Ahora ya es parte del día a día. Me llegan solicitudes de mensaje a Instagram, gente que ni me sigue. Es loco», dice.

El artista del barrio de Mataderos comenzó a finales de 2018 con esta obra. Antes trabajaba en otras formas de artes visuales. Si bien su obra ya estaba relacionada con su cuenta de Instagram, cuenta que los carteles fueron lo que más se viralizó. Lo anterior había sido la difusión del “Vendo mi Instagram”. «En verdad, el planteo era vender todo el contenido que tenía dentro de la plataforma, como si fuera una galería, donde yo vendía la cuenta con contenido, historias, seguidores, mensajes. Todo lo que queda guardado dentro de la cuenta. Por eso el valor que tenía. La cuenta se veía más bien desde el feed, no publicación por publicación. Porque entre todas las imágenes, conformaban un gran collage. Lo llegué a vender a un poquito más de 80 mil pesos, a una panadería», cuenta. 

Antes de la pandemia por Covid-19, cuenta Nandon, trabajaba principalmente en el arte digital: «Lo pensaba como un nuevo mercado por fuera de los espacios hegemónicos de visibilidad del arte, que ya desde antes de la pandemia estaban en crisis. Y teníamos que salir de manera urgente a mostrar lo que estábamos haciendo porque nadie nos estaba viendo. Existe tanta oferta, y tanta saturación de imagen y de contenido. Entonces la idea era salir de ahí, y volver a las raíces: las calles».

Hoy el concepto que más rodea la obra es “Vendo mi ego”. «El ego para mí es algo que está muy asociado al Instagram, es un sinónimo. Esa red es como la representación del ego de uno. Y la frase es un poco más corta, pega un poco más», dice.

—Y si alguien viene y dice «te compro el ego», ¿a cuánto se lo venderías?

—Y, por lo menos tengo que cambiarlo por una propiedad en la Ciudad de Buenos Aires.

—Pero te quedas sin ego.

—Sí, quedo muy chiquito.

—Aunque también el ego tiene una connotación bastante negativa, ¿no?

—Trato de darle la vuelta y no verlo siempre del lado malo. Es algo que se necesita. Sobre todo en este contexto de sociedad capitalista, en la que tenes que pisar cabezas para escalar un poco, ¿no? Si fuéramos budistas, por ejemplo, quizá mejor deshacerse.

—¿Te gustaría vivir del arte? 

—Sí, es mi idea. Haciendo algo honesto y algo bueno. Siento que todavía no llegué a la parte más alta de la obra que estoy construyendo, pero se va armando. Ahora estoy haciendo collares, pines, stickers, remeras, todo lo que es mi merchandising. Se que no es algo que no me va a permitir vivir de eso. Pero bueno, de a poco, creciendo en las redes, a modo de influencer. 

Su obra genera polémica. Hay quienes la celebran. También están sus detractores. «Siempre hay una búsqueda de polemizar. A mí me gusta mucho todo lo que tenga que ver con el humor, la ironía, la sátira. Y también pienso que encontrarse algo repetidas veces en la ciudad puede ser hincha pelotas. Lo entiendo, pero también es parte del juego, esto de estar insistiendo e insistiendo, metiendo el dedo en la llaga. Eso hace que se reproduzca y viralice, a su vez. También hay mucho hateeo, mucha gente que bardea, que dice que es una mierda lo que hago. Pero bueno, es parte del juego. Está bien que la gente piense y opine. Igual, por lo general, hay muy buena onda», dice.

Nandon se reconoce como artista visual, contemporáneo y conceptual. «Hoy estoy persiguiendo más las ideas que las técnicas. Busco que sea un arte más para pensar y que transmita cosas. Que sea crítico y político. Pero también con humor, porque creo que el humor une mucho. Si no hay humor no hay entretenimiento, un poco por ahí también funcionan las redes. Si no hay entretenimiento hoy estás afuera», agrega. En cuanto a la contemporaneidad de su obra, destaca la cuestión de trabajar temáticas que interpelen a la sociedad de hoy. «Ahora estoy en un proceso de hacer ‘pequeñas cosas’. Memes, por ejemplo. No busco volverme un entretenimiento de masas. Si veo que algo está yendo a un lado, trato de ponerme un paso adelante y ver qué está sucediendo ahí. Siempre quiero estar haciendo cosas con las manos, con materiales. Eso es el futuro que quiero. Tener un taller grande, con herramientas. Y que después todo pase por la calle», comenta.

—Si una persona pasa por la calle y ve un cartel tuyo y no lo entiende, ¿cómo se lo explicarías?

—En verdad, que entienda lo que quiera, no tengo que estar explicándole nada. Pero si me pregunta, sí. Pasó muchas veces. Es de lo más interesante. Que una persona que quizá no tiene vínculo con el arte se relacione con lo que yo hago es lo más valioso. Sino terminamos siendo artistas haciendo obras para que vean otros artistas. Y queda tanta gente afuera que no estás compartiendo nada, estás siempre en el mismo círculo. Los carteles también buscan ser una respuesta a salir de las galerías y esos espacios de concentración del arte. Es una búsqueda que me gusta mucho.

En este momento, Nandon está haciendo una muestra en la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), en la Ciudad de Buenos Aires, en el marco del 28 aniversario del atentado. Lo convocaron para realizar 85 carteles con los nombres de las víctimas, que están colgados en intersecciones de la Ciudad, rodeando el espacio de AMIA (desde Pueyrredón a Callao y de Sarmiento hasta Santa Fé), en los barrios de Once y Balvanera. Y luego hay entre 200 y 300 carteles con la frase “Mi memoria no se vende”, que están colgados por toda la Capital Federal. Desde el 30 de junio está montada una muestra dentro de la AMIA (Pasteur 633), en la que pueden verse fotografías de estos carteles colgados en las calles y un mapa del recorrido de los mismos. La muestra permanecerá hasta el 16 de agosto y se puede visitar de forma gratuita.