“Estoy aquí porque Manuel y Nora se lo merecen”

El sobreviviente Humberto Amaya y el testigo Federico Westerkamp lograron aportar datos clave acerca de qué sucedió con Manuel Guerra, el primer secretario de la Juventud Comunista Revolucionaria. Sucedió en la audiencia 13 del juicio por crímenes de lesa humanidad del circuito de los ex Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio “Club Atlético”, “Banco” y “Olimpo”. Redacción: Camila Cataneo (La Retaguardia)Textuales: Alejandro Volkind (Radio Presente)Edición: Fernando Tebele / Pedro Ramírez Otero (La Retaguardia)Foto: Transmisión conjunta de Radio Presente y La Retaguardia A Manuel Guerra lo secuestraron el 1 de noviembre de 1977. Tenía 26 años cuando fue interceptado por hombres vestidos de civil en un bar de la Ciudad de Buenos Aires, según contó el testigo Federico Westerkamp. Tiempo después se supo que estuvo en “El Atlético”, gracias al testimonio del sobreviviente Humberto Amaya, quien lo reconoció estando en cautiverio. Manuel fue el primer secretario de la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR). En sus años de militancia participó del Cordobazo y fue responsable de la comisión juvenil del SMATA Córdoba, que lideraba René Salamanca. Crónica del secuestro Ese día Manuel entró al bar “Plazon”, que estaba ubicado en Avenida Pueyrredón a metros de la Avenida Las Heras. Eran las cinco y media de la tarde. Federico Westerkamp también se encontraba ahí y fue testigo de lo sucedido. “Entraron dos personas e intentaron sacarlo del bar. Él logra escaparse y se mete en la farmacia que había en la esquina”. Al ver esa situación, Federico salió del bar y observó cada detalle. Desde la calle vio que los hombres sacaban a Manuel del local y lo reducían para meterlo en un auto. En ese momento pasó un patrullero. Federico lo paró y le informó que estaban secuestrando a alguien. El testigo contó que se bajaron y se dirigieron hacia el auto parado que estaba sobre Pueyrredón mirando hacia Santa Fe. Ahí dijeron:soSon de la Brigada”, y se fueron. En ese momento, Federico se acercó a Manuel y le hizo una seña con las cejas. Manuel le gritó su nombre y entonces lo metieron en el auto. Era un Taunus color ladrillo. Chapa C 740920, según contó en su declaración durante la Instrucción de este juicio. Al ver que se iba el auto, anotó el número de la chapa y llamó a su casa donde estaba su madre. Su padre era miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y fue miembro fundador del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). “Llamé y conté todo lo que sucedió”, dijo Federico. El testigo comentó que no conocía a Manuel antes del secuestro, pero recordaba del instante en el bar que era de tez morena y muy fornido. En el momento del secuestro las personas que se llevaron a Manuel estaban vestidos de civil, pero tenían el arma reglamentaria. Federico agregó: “Eso lo sabía porque yo hice el Servicio Militar en la Policía. Cuando lo conocí Luego declaró el sobreviviente Humberto Amaya. Su relato estuvo cargado de dolor y de detalles que fueron de gran ayuda para reconstruir su historia y la de Manuel. Comenzó el relato contando sus orígenes. Su voz estaba quebrada y la mirada un tanto perdida. Los recuerdos comenzaron a salir de su boca: “Vengo de una provincia y de un pueblo olvidado, de una familia pobre, con siete hermanos, de Alvear, Mendoza (…) Cuando llegué a Córdoba, mientras hacía el secundario, trabajaba en fincas y empresas, como golondrina”. En ese contexto, Humberto hizo referencia a que lo “unió una amistad con un muchacho pobre, como yo; que venía de un pueblito, como yo. Ese muchacho se llamaba Manuel Guerra. Esas compatibilidades reforzaron una amistad profunda”. Humberto habló sobre su relación con Manuel y donde militaban: “Decidimos sumarnos a una militancia concreta, y ahí nos sumamos a organizaciones políticas: yo, a la Corriente de Izquierda Universitaria, y Manuel también”, al tiempo que señaló a Guerra como uno de los fundadores. Humberto fue delegado de la Federación Universitaria de Córdoba y de la UBA y pasaron a formar parte de un partido político: el Partido Comunista Revolucionario (PCR). “En Córdoba siguió tomando responsabilidades políticas y Manuel se instaló en Buenos Aires”, agregó. El sobreviviente recordó: “En Córdoba yo vivía con mi pareja Nora Gandini. Cuando se produjo el sangriento golpe de 1976 sabíamos lo terrible que iba a ser. Esa misma noche dejamos el lugar donde estábamos. Me expulsaron de la Universidad”. Y puntualizó: “Así las cosas, seguimos con la militancia. Perseguido, me fui a Mendoza. El día previo al cumpleaños de mi pareja, allanaron esa casa y se llevaron a Nora y a dos compañeros más. Y supimos que los habían llevado a La Perla, en Córdoba. Yo seguí viviendo como podía y donde podía. Finalmente me enteré de que Nora, tras un mes, había quedado en libertad, así que me trasladé a Buenos Aires para verme con ella”. Durante la madrugada del 8 de noviembre de 1977 rompieron la puerta de la casa que alquilaba su familia. Los tiraron al piso. “Abajo todos”, gritaba un grupo de civiles armados. Golpearon a todos los que estaban ahí. Humberto contó que “preguntaban dónde estaban las armas. Los chicos eran chiquitos, estaban llorando, y les preguntaban si habíamos hecho pozos”. Luego les vendaron los ojos a ambos. Los metieron en autos separados y los llevaron a un lugar que “era espacioso”. El sobreviviente hizo referencia al número que le asignaron para quebrarles la subjetividad: “X78 y X79. Nos pusieron candados en pies y manos. Sólo podíamos mirar hacia abajo, se escuchaba que jugaban al ping pong. Nos interrogaron, golpearon a mi mujer. Había que bajar escaleras”. Lo vi Humberto relató cómo fue su cautiverio. Su relato fue crudo y cada palabra expresó ese dolor que guarda en el cuerpo. “Nos pusieron separados pero en el mismo lugar. Era una penumbra, había muchas personas tiradas en el piso, pero había pequeños divisorios. Yo veía algo por debajo de la venda”, dijo, y agregó: “Todo el interrogatorio se basaba no solo … Sigue leyendo “Estoy aquí porque Manuel y Nora se lo merecen”