La insólita defensa del policía Balbuena: “Lo que hacía en la Walsh era como una pasantía no remunerada”
Por LR oficial en CABA, Policías a juicio
El espía policial Américo Balbuena rompió el silencio para negar su condición de infiltrado en la agencia de noticias Rodolfo Walsh. Sus exjefes de la División Análisis de Seguridad de la Policía Federal, al declarar en el juicio, cerraron el cono de silencio al afirmar que ni siquiera recordaban cuál era la función que cumplía su subordinado en el grupo de inteligencia.
Redacción: Carlos Rodríguez
Edición: Pedro Ramírez Otero
Foto de portada: Bernardino Ávila
Para completar el cuadro de “no sabe no contesta”, los comisarios Adolfo Ustares y Alejandro Sánchez —también juzgados junto a Américo Balbuena— aseguraron incluso que ni siquiera sabían que, durante 11 años, tuvieron bajo sus órdenes a un joven emprendedor que trabajaba a destajo y gratis en un medio periodístico como si soñara con ganar el Pulitzer.
Con un tono ofuscado, agresivo, Balbuena dijo que son “unos mentirosos” los once testigos que dijeron en el juicio que el espía disfrazado de periodista era “el primero en llegar a cubrir las marchas y los juicios orales contra policías de la Federal y el último en irse”.
Tal fue la coordinación entre los tres imputados, que ni siquiera se pudo saber cuál era el horario que debía cumplir Balbuena en el servicio de inteligencia. El punto era importante para los querellantes, porque es imposible que el infiltrado pudiera cumplir un turno completo como policía y luego disfrutar su “hobby” por largas horas, sin mirar el reloj, grabador en mano.
Con la tercera jornada del juicio que se realiza en los tribunales de Comodoro Py, a cargo del juez federal Daniel Rafecas, finalizó la etapa testimonial y de recepción de pruebas. La Retaguardia solicitó el permiso para transmitir el juicio en vivo por TV, pero el juez lo denegó.
El miércoles próximo, desde las 14, se escucharán los alegatos de la querella, la Fiscalía y los defensores, en ese orden. Los tres imputados son juzgados por realizar tareas de espionaje prohibidas por la Ley de Inteligencia, hecho que configura el incumplimiento de sus deberes como funcionarios públicos.
En su indagatoria, Balbuena sostuvo que en la agencia Rodolfo Walsh cumplió “una pasantía no rentada para hacer la práctica de una carrera que había seguido, con vistas a ir armando un currículum a futuro”.
Luego hizo un confuso relato acerca de las normas que rigen la actividad del grupo de inteligencia. Dijo que no le interesaban las cuestiones políticas sino “hacer periodismo” y que sólo hacía entrevistas “en lugares públicos, no en la casa de nadie”. Precisó que hizo la carrera de periodismo en el Instituto Santo Tomás de Aquino.
Negó que se haya quedado “largas horas” haciendo entrevistas con referentes sociales, gremiales y políticos. Refutó los dichos de María del Carmen Verdú, quien afirmó que Balbuena estuvo en todas las audiencias de Cromañón y por el asesinato de Mariano Ferreyra.
“No estuve jamás en esas salas (de audiencia) todo el tiempo”, como aseguró Verdú al declarar como testigo en el juicio. También rechazó que hiciera preguntas personales o sobre las actividades de las organizaciones.
Además de reiterar que lo suyo fue una supuesta pasantía que se prolongó desde el 2002 al 2013, el espía se absolvió a sí mismo: “A ninguna persona de las que entrevisté le pasó nada, porque nunca le hice daño a nadie”. Afirmó que vivía de lo que cobraba en la policía y que no tenía “ni secretaria ni caja chica”. De esa forma rechazó los dichos de los testigos acerca de su solvencia económica.
Aunque fue muy locuaz y se mostró seguro, Balbuena se negó a responder preguntas. Dijo que si bien figura como “jefe de sección” en el grupo de inteligencia, solo se trata de “algo formal en lo administrativo” y que “no era así en la práctica”.
El segundo en prestar declaración indagatoria fue Alfonso Ustares, quien sorprendió cuando dijo desconocer “cuál era la actividad que desarrollaba” Balbuena en el servicio de inteligencia. Además, dijo que no podía recordar “quiénes eran sus coordinadores directos”, aunque se reunía con ellos “todas las mañanas”.
Otro dato al menos curioso es que tampoco tenía conocimiento de que su subordinado era “periodista” y que haya recibido algún reproche por su incorporación a la agencia Walsh. “Si hubiera tenido alguna inconducta, sus coordinadores (los que él no recuerda) me lo hubieran comunicado”, estimó.
Para confirmar su mala memoria, dijo que el cuerpo funcionaba en Moreno 1417, a una cuadra del departamento central de la Federal, pero no supo decir si “en el sexto o en el séptimo piso”.
Comentó que entre 2001 y 2002, durante la crisis que determinó la renuncia del presidente Fernando de la Rúa, la agencia se encargaba de controlar las actividades de las asambleas barriales y las manifestaciones propias de la época. Por ese motivo, llegó a tener a cargo a 90 oficiales.
Aseguró que la tarea era la de “gestionar” las situaciones de posible conflicto mediante el “contacto directo” con los “referentes” de los distintos grupos que se habían formado en el ámbito de la Capital Federal. Para ratificar la desprolijidad que caracterizó el relato de los imputados, Ustares dijo no recordar en forma concreta cuáles fueron esas asambleas “gestionadas”. Sólo mencionó “una sobre la avenida Rivadavia”, dato ambiguo teniendo en cuenta que es la arteria más larga del área metropolitana.
A continuación, Alejandro Sánchez pidió ampliar su declaración indagatoria. Con visible enojo, se dedicó en forma exclusiva a refutar todo lo que expuso en el juicio el extitular de la Policía de Seguridad Aeronáutica, Marcelo Saín, quien aportó datos sobre dos decretos de las dictaduras de los años 50 y 60, que seguirían regulando el funcionamiento secreto del grupo conocido como “Los Plumas”. Ese es el nombre con el que, en la jerga de los servicios de inteligencia, se conoce al cuerpo al que pertenecían los tres imputados.
Sánchez dijo que “lo único cierto que expuso Saín fue cuando dijo ‘desconozco’”. Llamó la atención tanto rechazo, cuando se sabe que Saín es un especialista dedicado al análisis crítico de las normas que rigen el funcionamiento de las fuerzas de seguridad en el país.
La principal diferencia que marcó Sánchez tuvo que ver con las críticas de Saín sobre la existencia de decretos que determinan que los grupos de inteligencia desarrollen “tareas de espionaje como objetivo principal”, en lugar de colaborar con la Justicia en la investigación criminal.
Los testigos
La primera en declarar fue Diana Kordon, psiquiatra y militante por los Derechos Humanos. Coincidió con todos los testigos en que el espía Balbuena era “presencia permanente” en las actividades de Memoria, Verdad y Justicia. Aclaró que no tuvo una relación de amistad con él, pero señaló que era “muy cumplidor, me llamaba siempre y me preguntaba cómo nos estábamos organizando”. Llegó a participar “en reuniones previas de coordinación”.
Luego fue el turno de Roberto Daniel Sagame, titular de la Cámara de Transportistas Escolares, testigo de la defensa. Su declaración se limitó a señalar su relación personal con el imputado Sánchez, con quien coordinaba el traslado de personas hacia la Ciudad de Buenos Aires durante las manifestaciones. Su declaración poco aportó a lo que se analiza en la causa, salvo su buena relación con Sánchez.
El perito Matías Castellani ratificó los resultados del informe pericial que realizó sobre las computadoras y archivos electrónicos secuestrados en el domicilio de Américo Balbuena. Sostuvo que le había llamado la atención “la cantidad de elementos borrados de los discos rígidos peritados”. Precisó que en total fueron once los elementos que fueron objeto de peritajes. Estimó que los archivos habrían sido borrados por un software y reiteró que “no pudieron recuperar”. Declaró que uno de los elementos directamente “había sido destruido”.
Otro testigo de la defensa fue el comisario retirado Javier Echevarría, quien fue integrante del Cuerpo de Investigaciones de la Policía Federal. Ante una consulta, negó tener conocimiento de la existencia de “fichas” con datos de varios de los dirigentes sociales, políticos, estudiantiles y de DDHH que fueron entrevistados por Balbuena.
Aseguró que el grupo estaba “abocado a tareas de seguridad”. Llamó la atención que dijera que no recuerda “a qué se dedicaba la Sección de Reuniones”.