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Puente 12 III -día 7- Cambio de reglas 

Escrito por el junio 18, 2023


En la séptima audiencia del juicio Puente 12 III, tres mujeres relataron pormenores sobre la identificación de los restos de Ángel Gertel, y las desapariciones de  Alicia López y del matrimonio compuesto por Sebastián Llorens y Diana Triay. Silvia Cruces contó que para identificar a Gertel hubo que exhumar los restos de su padre, sepultado en París. Alicia Olivera, la hija de Alicia López, tenía 12 años cuando secuestraron a su madre y estuvo “40 años” reconstruyendo el drama familiar. El juez Obligado comandó las preguntas a quienes dieron testimonio. 

Redacción: Carlos Rodríguez
Edición: Pedro Ramírez Otero
Fotos: Captura transmisión de La Retaguardia

Yolanda Ripoll se refirió al secuestro y asesinato en Puente 12 de Diana Triay,  compañera de militancia en el PRT-ERP. Habló, además, de la desaparición de su esposo, Carlos Enrique de la Fuente, y del increíble rescate de su hijo menor, cuando tenía apenas dos años. El chico había quedado perdido en la calle, el día del secuestro de su padre, y fue cobijado por el dueño de una mueblería al que 12 años después Ripoll pudo darle las gracias. 

Además de pedir justicia para sus compañeros y compañeras, Ripoll afirmó como cierre de su testimonio: “Las utopías siguen estando en mi corazón y con ellas caminaré hasta que me vaya del planeta”. 

La séptima audiencia del juicio Puente 12 III, estuvo signada por controversias entre los jueces del Tribunal Oral 6 y las partes acusadoras. Luego de un reclamo de las querellas ante la Cámara de Casación para que se amplíe el número de audiencias semanales y su extensión, los jueces resolvieron modificar la dinámica de los testimonios. Esto, a todas luces, significó una carga extra para personas que desde hace casi 50 años vienen arrastrando el dolor por la pérdida de sus seres queridos. 

El caso Ángel Gertel

La audiencia comenzó con la declaración de Silvia Cruces. Un dato llamativo fue que, a diferencia de lo ocurrido desde el comienzo del debate, el primero en hacer las preguntas fue el presidente del Tribunal Oral 6, Daniel Obligado, quien le pidió a la testigo que se refiriera a cómo fue la identificación del cuerpo de Angel Salomón Gertel, quien estuvo secuestrado en Puente 12 en diciembre de 1975. 

La testigo dijo que Gertel “era el cuñado” de su hermana Diana Cruces —compañera de Fernando Gertel, hermano de Ángel— y el tío de su único sobrino, Guillermo Cruces. Su hermana falleció en 2017. 

En principio, quién debía presentarse en el juicio era Guillermo Cruces, pero la querella dejó su testimonio para otro momento, porque él no se encontraba en condiciones, desde lo emocional, de declarar. La testigo resaltó que Guillermo “es el único sobreviviente de esta familia”. 

Luego de aclarar que Ángel Gertel no tenía pareja ni hijos al momento de su secuestro, recordó que sus restos fueron hallados en octubre de 2012 a orillas del Río Matanza, junto con los cuerpos de Diana Triay, Sebastián Llorens e Ismenia Inostroza.  

Desde el momento del hallazgo del cuerpo, se hicieron gestiones para poder identificarlos ya que el único familiar directo vivo era  Guillermo Cruces, hijo de Fernando Mario Gertel, quien fue secuestrado en julio de 1976 y permanece desaparecido.  Como las muestras genéticas de su sobrino Guillermo no daban total certeza, hubo que recurrir a la exhumación del cuerpo del papá de Gertel, que había fallecido en París. 

Recién entonces se pudo confirmar con certeza que los restos hallados eran los de Ángel Salomón Gertel. “Hace poco tiempo el juez Daniel Rafecas (el instructor de esta causa) nos informó de la restitución de los restos”, dijo. 

Ante preguntas del querellante Pablo Llonto, la testigo detalló los trámites que tuvieron que realizar en Francia para encontrar la tumba donde estaban los restos de David Gertel, el padre de Ángel. Con intervención del cuerpo médico forense “se tomaron muestras después de la exhumación de David y se cotejaron” con las de su sobrino Guillermo Cruces. 

Consultada sobre la relación familiar y de militancia que compartían Diana Cruces y Ángel Gertel, la testigo dijo que estuvieron exiliados en Perú en 1975 y que en diciembre de ese año regresaron a la Argentina en forma clandestina. El 7 de diciembre de 1975 se hizo una reunión familiar por el cumpleaños de Diana, a la que asistieron Fernando, Ángel y Clara Diament, la mamá de los hermanos Gertel. “Esa fue la última vez que lo vimos a Ángel, porque luego nos enteramos que al día siguiente no se había presentado a una cita, ni a la siguiente”. Ángel fue uno de los 24 secuestrados en distintos operativos que se realizaron entre el 7 y el 9 de diciembre de 1975. 

Acerca de la identificación de los restos de Gertel, mencionó que cuando se produjo el hallazgo ya habían fallecido sus padres, Clara y David. El  papá de Ángel había fallecido en la vía pública, en París, donde se había exiliado luego de la desaparición de sus hijos. La circunstancia de morir en la calle, dificultó la tarea de encontrar el lugar donde había sido sepultado. Clara, la mamá de Ángel y Fernando, también se había exiliado en Francia, pero había regresado a la Argentina.  La testigo dijo que la identificación de los restos de Gertel “fue como cerrar una etapa, fue tener la certeza y un lugar donde poder homenajearlo, fue una satisfacción interna”. Resaltó que la búsqueda fue “un trabajo muy exhaustivo de mucha gente”, sobre todo de su hermana y de su sobrino. Insistió en que encontrar los restos fue encontrar “una paz interna”. 

A los 12 años perdió a su mamá

La siguiente testigo fue Alicia Cristina Olivera, hija de Alicia Mabel López. Tenía 12 años cuando su madre fue secuestrada y torturada en Puente 12. Ella pudo reconstruir la historia “40 años después”. En ese momento, supo que Alicia Mabel fue secuestrada en diciembre de 1975, junto con Ricardo Elías Abdón, militante al igual que ella del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). 

Las preguntas del presidente del Tribunal, Daniel Obligado, apuntaron siempre a saber si Alicia López y Abdón desarrollaban “actividades políticas”, una cuestión obvia a esta altura del proceso. 

El abogado que representa a las víctimas, hizo regresar a la testigo a sus 12 años, al momento de su pérdida. Ella recordó que a finales de octubre de 1975 la familia vivía en Rafael Castillo, partido de La Matanza. Estaba constituida por su mamá; su pareja, José Antonio Jiménez; sus dos hermanos menores, Fernando, de 8 años y Ernesto, de 6; y ella.

En ese mes de 1975 realizaron un viaje por Santiago del Estero, Catamarca y Tucumán. Iba toda la familia y se sumó en el camino un hombre joven cuyo nombre no recuerda. Ese viaje es el último recuerdo compartido con su madre, porque cuando regresaron a Buenos Aires no la vio “nunca más”. 

Eso ocurrió el 7 de diciembre de 1975, cuando hubo una redada en la casa donde vivían. Ella y sus hermanos tuvieron que escapar. Después se fueron a vivir al sur del país. Se enteró de la desaparición de su madre al leer el hábeas corpus que fue presentado por la desaparición de su mamá, de Abdón y de otras 22 personas, en apenas dos días de ese trágico diciembre. 

Muchos años después, a partir del contacto con otros hijos e hijas de personas desaparecidas, pudo saber que su madre “estuvo secuestrada en Puente 12, donde había sufrido torturas”. Ella tomó conocimiento del testimonio prestado ante la Justicia por Ofelia Santucho, otra de las personas secuestradas en ese mismo momento. 

Ante una pregunta, precisó que tomó conocimiento de varios testimonios que acreditan “el padecer” de su mamá en el centro clandestino de secuestro y exterminio. Dijo, por otro lado, que en un allanamiento de las fuerzas represivas en la casa donde vivían “rompieron todo y, lo que no rompieron, se lo llevaron”. Contó que lo que más la impactó, siendo una niña, fueron sus muñecas porque “a las que no se llevaron, las rompieron”. Lo único que pudieron recuperar fue la libreta de matrimonio y ese fue el documento que utilizaron para poder viajar a Neuquén el 31 de diciembre de 1975. 

Alicia Olivera dijo que estuvo en Puente 12, antes de la pandemia, y que tomó contacto con otras víctimas. “Me impactó lo que me dijo Cristina Comandé y también percibir (al estar en el lugar) el dolor de lo que deben haber sufrido los que estuvieron ahí”, dijo. Sobre las consecuencias de la pérdida de su madre, contó que toda la vida quiso “llegar a esta instancia y conseguir justicia, paz interior para mí y eso lo estamos logrando con estos pequeños pasos” que se están dando en este juicio. En su familia, a la madre “no se la nombraba, pero yo siempre quise cerrar mi historia, era algo pendiente, y ahora lo estoy logrando”.

Ripoll y las utopías

La última testigo de la jornada fue Yolanda Estela Ripoll, quien se refirió al conocimiento que tuvo sobre la suerte corrida por Diana Triay, una de las 24 personas secuestradas en diciembre de 1975. Ella y Diana se conocieron cuando estaban presas, en 1971, en un traslado a la cárcel de Rawson.  

En diciembre de 1975, cuando estaban en libertad, se habían comunicado porque ambas militaban en el PRT-ERP. Yolanda sabía que el 8 de diciembre, Diana y su compañero, Sebastián Llorens, se iban a encontrar en Buenos Aires. La testigo escuchó en la radio la noticia del secuestro de la pareja y después vio la foto de sus hijos, Cristina y Joaquín Llorens, en el diario La Razón. Al confirmar quiénes eran los secuestrados, Ripoll llamó por teléfono “a las cinco personas con apellido Triay” que figuraban en la guía y logró comunicarse con una hermana de Diana. Eso fue lo que posibilitó que los dos niños se reencontraran con sus familiares, que vivían en Córdoba. Ella supo del secuestro de Diana y Sebastián, al igual que del hallazgo de sus cuerpos, en octubre de 2012, a orillas del Río Matanza. 

Las primeras preguntas las hizo el presidente del Tribunal Oral 6,  quien luego invitó al abogado querellante Pablo Llonto a “seguir la línea” del interrogatorio. Ripoll dio detalles sobre las actividades políticas que venían realizando Diana y su marido, él en Mendoza, ella en Buenos Aires. Por eso habían estado separados durante siete meses y ante el reencuentro “Diana parecía una novia” feliz porque iba a estar de nuevo con su pareja “a quien extrañaba, por esa forma que teníamos para relacionarnos con nuestro compañero” de vida. El relato volvió a tener humanidad. 

La testigo supo de la infiltración en las filas del PRT-ERP por parte del agente de inteligencia Jesús Ranier, el Oso, un personaje que generaba dudas porque “tenía actitudes extrañas, diferentes”. Aunque ella no conoció personalmente a Ranier, supo de él por la descripción que le hizo a ella su pareja, Carlos Enrique De la Fuente, conocido por el apodo de “sargento León”, quien también está desaparecido. De la Fuente había visto una vez a El Oso: “Me dijo que a él le parecía sospechoso, cuando yo le pregunté ‘cómo es posible que esta persona conozca a tanta gente y tantas cosas, algo inexplicable en una organización clandestina’”, declaró. 

Ripoll aclaró que nunca tuvo información sobre el destino final de quien fue su pareja. “Nadie lo vio en ningún campo de concentración, salió una mañana y no nos vimos más”. 

El día de su desaparición, De la Fuente salió de su casa junto con su hijo más pequeño, Carlos, que tenía dos años y diez meses. Ella, cuando salió a buscar a su hijo, tuvo que mentir: “Dije que mi esposo sufría de amnesia, que tal vez lo había dejado en alguna guardería”. Encontró al niño porque en los diarios salió la noticia de que estaba “con un señor de apellido Mazzucco”, dueño de una mueblería en la localidad bonaerense de San Francisco Solano. 

El hombre había encontrado al niño perdido en la calle y fue a un programa de televisión para hacer público el hallazgo. Ripoll tenía miedo de caer en una trampa y ser secuestrada, de manera que le pidió a un hermano suyo que fuera a recuperar al niño. “Me saqué una foto junto con mi hijo mayor, Pablo, y el señor Mazzucco le entregó el niño a mi hermano”, recordó. Ella estuvo 17 días buscándolo “desesperada”. 

Cuando su hijo Carlos tenía 14 años, le pidió que lo llevara a la casa de Mazzucco “porque quería verlo”. Ella antes había intentado ir a conocer al hombre que cuidó a su hijo, pero “subía al colectivo y me bajaba porque tenía una sensación muy fuerte”. Al final fue con su hijo y cuando llegaron se enteraron que “la mueblería ya no estaba en el mismo lugar” porque el local se había incendiado. Los vecinos les dijeron que Mazzucco había instalado su mueblería “en unos quinchitos” que había al costado de una ruta, donde vendía muebles usados. 

“El nene cuando lo vio quería correr hacia él, pero yo le dije que esperara. Lo veía muy canoso, distinto a la foto que había aparecido en el diario”, dijo Ripoll. Cuando estuvo frente a frente con Mazzucco, ella le dijo que venía “a pagar una vieja deuda” y su interlocutor le respondió: “Soy muy fisonomista y no recuerdo que usted me haya comprado ningún mueble”. Ella le aclaró entonces que era “una deuda de vida”. Cuando Mazzucco vio a su hijo lo reconoció de inmediato. Entonces, Carlos “se colgó de su cuello”. Mazzucco le contó que había encontrado a su hijo “paradito en una esquina” porque su papá le había dicho “corre a la esquina para que la policía no te lleve”. 

Mazzucco y Carlos caminaron juntos unas cuadras, hasta que el niño le pidió: “‘Tío, ¿me alzas?’, y el señor recordó que él tenía un  sobrino militante y otro desaparecido”. Sobre el final, Yolanda dijo que ella quiere “justicia, ese es mi propósito, porque las utopías siguen estando en mi corazón y con ellas caminaré hasta que me vaya del planeta”. 

La controversia final

La fiscal general, Angeles Ramos, finalizados los testimonios, señaló que había cambiado la dinámica en cuanto a la declaración de los testigos y que es “muy difícil precisar”, como pidió el Tribunal, “el tiempo que puede durar la declaración de un testigo”. La fiscal auxiliar Viviana Sánchez dejó sentada su oposición a la convocatoria “intempestiva” de testigos-víctimas, tanto sobrevivientes como familiares. Precisó que “ellos necesitan un tiempo para prepararse” y planteó que por eso le “parece intempestivo convocarlos para cualquiera de las partes”, sin darles tiempo para estar preparados para un ejercicio de memoria siempre doloroso. Lo dicho por la fiscal general dio lugar a una intervención de la jueza Sabrina Namer, quien con visible molestia, afirmó: “Doctora, con el afecto que le tengo, no le voy a dejar pasar el ‘intempestivamente’ porque el listado de testigos está disponible desde hace tiempo. Intempestivamente es un término fuerte teniendo en cuenta el esfuerzo que está haciendo el Tribunal y el esfuerzo que estamos haciendo todos” para incrementar el número de las audiencias que se vienen realizando. El tribunal había pretendido que se convocara en el momento a otras personas que pudieran dar testimonio, o que se las convocara para el lunes siguiente, mediando solo sábado y domingo de por medio, por lo que Ramos advirtió que quienes dan testimonio y son víctimas, deben saber con mayor antelación cuando van a declarar, sobre todo por lo que implica emocionalmente para quienes han esperado casi 50 años por llegar a juicio y hoy ven cómo en un clima enrarecido, a los cuarenta minutos se vuelven para sus hogares, en general con un sabor amargo, que se aleja de la instancia reparatoria que debiera ser la Justicia tardía.


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