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De la victoria cultural a Victoria Villarruel

Escrito por el septiembre 10, 2023


El cambio de discurso de los sectores progenocidas como construcción paciente. De Cecilia Pando a Victoria Villarruel con parada obligada en Ceferino Reato. El fallo de Servini sobre el atentado en Coordinación Federal. Los desafíos de los sectores populares ante la avanzada.

Redacción: Fernando Tebele
Ilustración: Chechu Rodríguez / La Retaguardia
Edición: Valentina Maccarone / Pedro Ramírez Otero

Una sensación oscura nos ronda y cuesta asumirla del todo. Con sorpresa e incertidumbre asistimos al empoderamiento de las hordas fascistas promilicos, como nunca antes había sucedido en 40 años. Si bien algunos y algunas habíamos percibido que esta distopía podría resultar posible, una mayoría abrumadora negaba que pudiéramos estar ante un peligro serio: que ya pasó otras veces, que Patti, que Bussi, que Gómez Centurion, que Biondini, que son modas y duran poco. Nadie imaginó el alcance que podrían tener. Milei encarna otra cosa. Es lo inverosímil hecho realidad. La Argentina convertida en un sketch de Diego Capusotto en la piel de  Micky Vainilla. 

Lo cierto es que Javier Milei está. Y no está solo. Tiene detrás la reivindicación más cruda del último genocidio. Si los discursos prodictadura fueron inescuchables desde los 80 en adelante fue, sobre todo, porque nunca se habían democratizado. Sostenían los mismos improperios, eran brutalidad enajenada. Desde los discursos casi graciosos por lo grotescos de FAMUS (Familiares de Muertos por la Subversión) en los 80; pasando por Cecilia Pando, de la Asociación de Familiares y Amigos de los Presos Políticos de la Argentina, por 2005; hasta Karina Mujica con Memoria Completa más cerca. Con voceros así, quienes sostenemos que en el país ocurrió un genocidio, podíamos mantener la calma y hasta relajarnos. Enfrentando la situación con cierta tranquilidad por tener de nuestro lado la lucha amorosa de Madres y Abuelas, y la sensatez y la persistencia con la que quienes sobrevivieron construyeron vida y memoria desde el dolor. Pero algo nuevo comenzó a gestarse durante el kirchnerismo, como respuesta al proceso de Memoria, Verdad y Justicia, fundamentalmente para intentar revertir con algún tipo de seriedad la derrota cultural que sufrieron las fuerzas genocidas ante las populares. A pesar de haber regado la tierra con nuestra sangre, la construcción cultural siempre estuvo del lado de los derrotados/as. Sin embargo, este proceso cultural de Memoria Verdad y Justicia, que en el movimiento de derechos humanos creímos definitivo cuando volteamos el 2×1 ―algo así como “con este tema no se meten más, porque les salió el tiro por la culata”―, tiene ahora preocupantes posibilidades de ser revertido. No hablamos ya de la cuestión judicial, sino de la cultural. ¿Qué pasó? Fundamentalmente, que aprendieron de sus errores. Los sectores más reaccionarios tomaron nota de que sus ideas, con aquellos discursos, eran inescuchables. Y comenzaron la tarea de reformularse. 

San Ceferino, el santo de las fuentes genocidas

Desde el periodismo, asomaron figuras como la de Ceferino Reato. Cuidadoso de no reivindicar la masacre, dedicó su tiempo a hablar de “la otra violencia”. No es que fuera nuevo el intento de levantar la Teoría de los dos demonios. En todo caso, la novedad era que no reivindicaba tan directamente el Terrorismo de Estado; más bien, dejaba sobrevolando una idea justificadora para que la terminara de completar quien leía sin demasiado contexto. Después de Operación Traviata (2008) y Operación Primicia (2010), que tomaba dos acciones de Montoneros, puede verse hoy en la publicación del libro Disposición Final (2012), tal vez, el comienzo de este revisionismo justificador del genocidio, pero que se cuida de no expresarlo tan brutalmente. Que un libro de diálogos entre el autor y el genocida Jorge Rafael Videla haya tenido el recorrido que tuvo, debió haber generado preocupaciones similares a las que observamos en estos días. Tuvo que haber sido un llamado de atención: hablar con Videla y no tratarlo como uno de los peores asesinos seriales de nuestra historia, es algo que no debió salirle gratis al autor. Lejos de pagar costos, se posicionó como un “escritor serio” tras esa trilogía. Así, los libros sobre aquella época ya no eran solo con diferentes miradas desde los sectores populares. La derecha brutal podía convertirse también en intelectual. Como el libro de Videla pegó, a tal punto que lo leímos hasta quienes detestamos al genocida, el siguiente paso fue publicar Masacre en el comedor: La bomba de Montoneros en la Policía Federal. El atentado más sangriento de los 70 (2022), un intento de tratado sobre la violencia política de aquellos años, tomando como ícono el atentado de Montoneros en el comedor de Coordinación de la Policía Federal. Y la primera parte de un plan bien elaborado para intentar castigar a quienes sobrevivieron al genocidio llevándolos a la Justicia como imputados.

el siguiente paso fue publicar Masacre en el comedor: La bomba de Montoneros en la Policía Federal. El atentado más sangriento de los 70 (2022), un intento de tratado sobre la violencia política de aquellos años, tomando como ícono el atentado de Montoneros en el comedor de Coordinación de la Policía Federal. Y la primera parte de un plan bien elaborado para intentar castigar a quienes sobrevivieron al genocidio llevándolos a la Justicia como imputados.

La mirada sobre las víctimas

Después de la caída de Mujica en 2006, a quien le descubrieron una doble vida de prostituta inaceptable para la moral familiar de estos sectores, y con Pando fuera del juego público por poco mostrable, crearon el CELTyV, un Centro de Estudios Legales del Terrorismo y sus Víctimas. Ya era una apuesta full time a la nueva estrategia: repasar con qué herramientas habían perdido la batalla cultural y hacerlas propias. Pretendido espejo del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), comenzaron a levantar la figura de “las otras víctimas”. Si un dinosaurio genera temor, una víctima merece siempre ser escuchada, al menos por las personas sensibles. Y eso sucedió. Detrás del decorado, se dejaban ver los mismos discursos de viejos vinagres de siempre: la búsqueda de impunidad, el intento por judicializar a quienes participaron en organizaciones guerrilleras; dar vuelta la taba, esperar el momento adecuado para volver a la carga y terminar justificando el desastre genocida. Allí comenzó a publicitarse la figura de la actual candidata a vice por La Libertad Avanza.

Las apariciones públicas de Victoria Villarruel siempre fueron muy cuidadas, en espacios amigables libres de preguntas incómodas. Lo más cercano a un debate fueron algunas intervenciones en el programa Intratables, de América TV. Necesitaba popularizar su figura y valía la pena correr el riesgo de que alguien le preguntara qué opinaba sobre Videla. Su esmero para que no la corran del eje de las “víctimas de las que nadie habla” era notorio, pero casi siempre mantenía el rol sin alterarse. Esta alta exposición como candidata a vicepresidenta (¿o debemos decir vicepresidente porque ella pidió que se la nombre de ese modo?) le plantea nuevos desafíos. Ya no le será tan sencillo esconder lo que verdaderamente piensa: que en el país hubo una guerra. Que los “terroristas” no dejaron opción. Que los militares nos “salvaron del comunismo apátrida”. En ese sentido, estamos en manos del periodismo de los medios tradicionales. De cuánto serán capaces de dejar de lado el intento de reacomodarse a los posibles nuevos tiempos, para preguntar y repreguntar hasta que la candidata efectivamente diga todo lo que piensa. ¿Qué harán desde el Estado para encontrar a los nietos y nietas que faltan?, por ejemplo, puede ser una buena pregunta para desubicarla de cara a la sociedad. Algo de su verdadero rostro ya se le escapó en una entrevista posterior al acto en la que descalificó de manera inaceptable a Estela de Carlotto. Tampoco es que anda escondiendo todo el tiempo su verdadera faceta, solo parece manejar con cierta habilidad el sentido de la oportunidad. Por eso, Villarruel nunca respondió a la aparición de su nombre en un cuaderno del chacal Miguel Osvaldo Etchecolatz, que presentó la abogada Guadalupe Godoy después de una entrevista con La Retaguardia y Pulso Noticias. Por la misma razón, no hace referencia alguna a si organizaba o no visitas de jóvenes al genocida Videla. Sube la apuesta y organiza un acto en la Legislatura porteña, también para aplacar a las fieras que la hicieron llegar hasta aquí, y que se enojaron por las respuestas que le dio Milei sobre el tema a Rolando Graña: “Si cometieron delitos de lesa humanidad, tienen que cumplir la pena”, dijo. E incluso fue más allá criticando la ferocidad de la dictadura para enfrentar al “terrorismo”. Por eso el acto. Por eso ahora. Por eso lo más institucional posible. 

Los desafíos

Pero no todos los desafíos están del lado de Villarruel. También algunos quedan de nuestro lado. ¿Vamos a seguir dejando que se instale el concepto de “terrorismo”? Con incomodidad, pocas veces se abordó el tema de la lucha armada desde los sectores populares. Una de las consecuencias está a la vista: ante el silencio, la construcción cultural sobre este punto quedó en manos de los sectores reaccionarios que, por supuesto, hablan de “terrorismo”, porque ante una contraparte, es mayor la chance de justificar el Terrorismo de Estado que, vale decirlo aunque resulte obvio en estas líneas, resulta siempre injustificable.

Esta semana, la Justicia volvió a tomar posición sobre el accionar de las organizaciones político-militares. La jueza María Romilda Servini de Cubría recibió el año pasado, en su Juzgado Criminal y Correccional Federal N°1, un pedido para reabrir una causa judicial por las muertes ocasionadas tras el estallido de la bomba en el comedor de Coordinación de la Policía Federal, el caso  del libro de Reato, no tan casualmente. En ese edificio funcionaba un Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio. La bomba que explotó el 2 de julio de 1976 la habría colocado José “Pepe” Salgado. Conviene usar el condicional, porque nunca conoceremos su versión de los hechos. Salgado fue secuestrado en 1977. Lo torturaron brutalmente en la ESMA y en Coordinación. Según constató su madre cuando le entregaron el cuerpo dos meses después de asesinarlo, le faltaban la dentadura completa y los dos ojos. Con sus fuentes genocidas bien aceitadas, Reato relata con lujo de detalles las torturas a las que fue sometido Salgado. Los medios de comunicación de la época dieron la noticia de su muerte como si hubiese ocurrido en un enfrentamiento; continúan sin dar cuenta por cómo operaron en favor de la dictadura, aunque ya varios fallos judiciales les han pasado la adición. 

Servini de Cubría volvió a cerrar la causa, porque no considera que el hecho haya sido “un crimen de guerra”. También asevera que no constituyó un acto de terrorismo. 

Retomando el camino judicial con el pedido de reapertura de la causa de la bomba en Coordinación, la solicitud ante Servini tiene firmas que no deberían llamar la atención, pero conviene desglosar. Uno de ellos es Eduardo Kalinec, genocida condenado por sus crímenes como feroz torturador en el Circuito Atlético Banco Olimpo. Su hija, Analía Kalinec, es una de las referentas de Historias Desobedientes, el grupo de familiares de genocidas que rechazan públicamente el accionar de sus progenitores. Analía llegó, incluso, a comparecer ante la Cámara de Casación en una audiencia por la libertad condicional de su padre. Allí dio certezas de por qué consideraba peligroso que eso sucediera. Hace pocos meses, la Justicia tuvo que tomar partido ante un intento de Kalinec padre por evitar que la hija heredara los bienes de su madre por considerarla “indigna”. Analía asegura que una de las fuentes más importantes del libro de Reato, que figura con el nombre falso de César, es su padre. Cuenta a La Retaguardia que no hace tanto coincidió con Reato presentando ambos sus publicaciones; el de Analía se llama Llevaré su nombre, la hija desobediente de un genocida. La coincidencia fue en la Feria del Libro de Tandil. Ella presenció la charla de Reato. Cuando se abrió a la participación, pidió la palabra. Dijo quién era y le preguntó si, ya que había tenido la chance de hablar con Kalinec/César, le había consultado por el destino de las personas desaparecidas. Reato se disgustó por su intervención y no respondió ninguna de las preguntas. Para Analía, el episodio resultó confirmatorio de que una de las fuentes más importantes de ese libro fue su padre genocida. ¿Cuánta seriedad puede tener un periodismo basado en fuentes genocidas? Detrás de ese disfraz de periodista equilibrado está el discurso justificador lookeado más a la moda. Es la voz de los genocidas disfrazada de periodismo.

Además de Kalinec, también firman el escrito ante Servini la abogada Celia Andrea Alarcón, quien representó a Kalinec contra su hija. Y una dupla a la que se ha visto maltratar sin cuidado alguno a las víctimas en varios juicios por crímenes de lesa humanidad.

Saint Jean y Olea intimidando a Bárbara García, testiga presencial del secuestro y desaparición de su mamá, Rocío Ángela Martínez Borbolla.

Son Ricardo Saint Jean y María Laura Olea. Uno es hijo de Ibérico Saint Jean, quien como gobernador de la dictadura en la Provincia de Buenos Aires, además de comandar la represión, definió más acertadamente que nadie al autodenominado Proceso de Reorganización Nacional: “Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, enseguida a aquellos que permanecen indiferentes y, finalmente, mataremos a los tímidos”. Saint Jean padre murió preso con domiciliaria sin llegar a escuchar su condena. Olea no tiene mejores antecedentes familiares que su socio. Es hija de Enrique Braulio Olea, condenado a 25 años de prisión en uno de los juicios de Neuquén; ella fue su abogada defensora. Llegó a decir que su padre no estaba al tanto de las detenciones ilegales y las torturas, a pesar de que fue, entre diciembre de 1975 y noviembre de 1977, el jefe del Batallón de Ingenieros de Montaña 181, en el que funcionó un Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio conocido como La Escuelita. Saint Jean y Olea son dos dulzuritas que, desde la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia, califican de “Montoneros” a cualquiera que se cruce en su camino en defensa de los genocidas, entre ellos este medio, que entonces también seríamos “terroristas”.

A su vez,  son querellantes del pedido de la reapertura de la causa, Alicia de León, quien sufrió la muerte de su hijo Ernesto Osvaldo Matienzo en el atentado, y la Asociación de Defensores de Derechos Humanos de Latinoamérica, compuesta por abogados de genocidas como Guillermo Jesús Fanego, quien se entretiene durante los juicios en los que participa increpando a víctimas de sus defendidos en el chat de la transmisión en vivo de La Retaguardia. 

Servini de Cubría volvió a cerrar la causa, porque no considera que el hecho haya sido “un crimen de guerra”. También asevera que no constituyó un acto de terrorismo. 

Los objetivos

Todos estos discursos, los más edulcorados y los más duros, los que hacen foco en las “víctimas del terrorismo” y quienes directamente justifican el genocidio, persiguen los mismos dos objetivos: por un lado, conseguir una segunda ola de impunidad después de la que duró 20 años con los alzamientos de militares carapintadas y las consecuentes leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Por otra parte, vienen a dar vuelta la batalla cultural. Desean, algún día, subirse al banquito para volver a colgar el cuadro de Videla.


Opiniones
  1. Oscar Stumpfs   /   septiembre 11, 2023, (12:58 pm)

    Por un lado, siento que además de este ” Cecilia Pando a Victoria Villaroel” tenemos un “Julio López a José Ignacio Sallago” pasando por Santiago Maldonado, Facundo Astudillo Castro, Luis Espinoza y más hechos con responsabilidad del Estado que no hacen más que avalar estos discursos por parte del sector pro genocidas y además desde representantes directos del Estado como Mauricio Macri y Darío Loperfido a partir del año 2015 y la teoría de los dos demonios.
    La reacción del pueblo en defensa de la Democracia fue clara y potente en la intención de otorgar el beneficio del 2×1 a algunos represores por parte de la corte Suprema de Justicia de Macri. Asi que me pregunto, porqué no pudimos masivamente y sin dudas volver a salir a las calles? Nos queda la sensación de que solo un pequeño sector juega de conciencia popular, que se manifiesta, pero que no alcanza. Y mientras tanto, el Estado sigue avalando a la Derecha avanza, cediendo la Legislatura Porteña con un operativo de seguridad a cargo de la policía de la Ciudad para un acto negacionista.

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