“La película se estrena en un contexto muy particular, muy sórdido”
Por LR oficial en Arte y Cultura
Lo dijo Almudena González, protagonista de El viento que arrasa, séptima película de la directora argentina Paula Hernández. Esta road movie, adaptación de la novela homónima de la escritora Selva Almada, se estrenó en un contexto de fuertes recortes al cine nacional. La actriz conversó con La Retaguardia acerca de su experiencia durante la grabación de la película y sobre la importancia de continuar resistiendo desde el cine.
Redacción: Valentina Maccarone
Edición: Pedro Ramírez Otero
El viento que arrasa llegó a los cines durante marzo de este año, casi en simultáneo al anunció de la serie de recortes que atraviesa el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). Luego de recorrer distintos festivales internacionales, la película llegó a las salas del Cine Gaumont, pero sin la certeza de que este espacio continúe funcionando. A pesar de tantos ataques e incertidumbre para el ámbito del cine nacional, es para festejar el estreno de una nueva película de la directora Paula Hernández. En esta coproducción argentina-uruguaya, se sigue de cerca (muy de cerca) la vida de Leni (Almudena González), una joven que acompaña a su padre, un reverendo evangélico (Alfredo Castro), en sus prédicas por distintos pueblos del litoral argentino durante los 90.
Almudena González, protagonista de la película, cuenta su experiencia en la piel de este personaje y delinea un panorama respecto del cine nacional.
—¿Cómo llegas a El viento que arrasa?
—Me llegó el casting en marzo de 2022. Al principio, tuve que mandar un monólogo filmado en mi casa y después empezaron una serie de encuentros presenciales con la directora y otros actores, hasta llegar a una última instancia donde viajé a Uruguay para encontrarme con el equipo entero. Fue un proceso largo que duró cinco meses en el que estuve muy nerviosa, ansiosa y con muchas ganas de quedar en el proyecto. En 2018, había leído la novela en la Universidad Nacional de Las Artes (UNA) donde hago la Licenciatura en Actuación. Ahí, me dieron El viento que arrasa y Ladrilleros, otra novela de Selva Almada, como material de texto. También conocía a Paula Hernández por las películas que había visto de ella. Por eso me hacía mucha ilusión ese cruce entre literatura y cine, y de dos mujeres artistas que, genuinamente, admiro mucho.
Almudena explicó que, como había leído la novela años antes de comenzar las grabaciones de la película, al leer el guión lo leyó como un texto nuevo, sin entrar en grandes comparaciones. “Los personajes tienen algo del mundo literario, porque son personajes de mucha composición. Pero me parece que puede ser un material en sí mismo el guión. Está basado en la novela, pero es una readaptación. Hay muchas cosas que están en el guión y en la novela no, y viceversa”, detalló la actriz. De hecho, el punto de vista desde el cual se narra la historia cambió. En la novela, se despliega el relato a partir de una charla entre Gringo (Sergio López) y el Reverendo. En cambio, en la película, es a partir de la perspectiva de Leni: cómo transita el hecho de acompañar a su padre sin tener una casa fija, sus incomodidades y cuestionamientos.
—Se suele decir que los papeles en los que un actor o una actriz quedan seleccionados siempre tienen algo que ver con sus propias historias. ¿Cómo fue el proceso de ponerte en la piel de Leni? ¿Alguna de las capas del personaje te interpela especialmente?
—Para mí, interpretar a Leni fue algo muy novedoso y que me enseñó un montón de cosas. Algo del personaje es su simpleza, su observación y desconocimiento sobre el mundo. Es un personaje que tiene muchas menos herramientas que yo, Almudena en la vida real. Hay un texto en la película que dice: “Todo lo que sé, lo aprendí de mi papá”. Como que hay algo ahí mucho más precario en un imaginario. Eso me llevó a entrar en zonas súper desconocidas, sorprendentes e interesantes para mí. Después, también, meterme en el mundo de lo religioso. Yo soy una persona atea, no tengo educación religiosa. Fue súper interesante, porque al principio lo primero que me salía era juzgarlo y creo que el gran desafío de todo el proceso que atravesé fue no juzgarlo. Dejar que eso me tomé a mí, más que yo controlar a ese universo y a este personaje. Hubo un proceso de ensayos de un mes y medio previo a filmar la película donde trabajamos los acentos con una foniatra, porque es una piba (Leni) que está en la frontera. No está especificado en la película si es Chaco, Entre Ríos, con Uruguay. Y yo soy porteña, nací y viví en Capital Federal. Al principio, dije “Uh, bueno, tengo que llegar a hablar así”. Después, me di cuenta de que el acento era más un medio que un fin, que me metió en zonas desconocidas.
—¿Qué significó esta película en tu carrera?
—En lo personal, sacando el lado más profesional, fue un antes y un después. Es la segunda película que filmo, la primera fue Argentina 1985. Lo viví con mucha intensidad. Fueron 33 días de rodaje. Me fui a vivir dos meses a Uruguay y estuve lejos de mí casa, de mí gente. Fue una experiencia no solo profesional, sino humana. Aprendí un montón de cosas. Me reencanté del cine que es una tarea muy intensa, demandante y hermosa. Cuando uno ve una película, no concibe la cantidad de gente que hay trabajando en esa película, además de los actores o el director que son las caras más visibles. También aprendí de la entrega que tenemos los actores, de que una vez que uno arranca un proceso ya entrás en algo medio incontrolable y misterioso que tiene la actuación. Y, a su vez, todo el trabajo y esfuerzo que requiere eso. En total, entre ensayos y rodaje, fueron cuatro meses de trabajo a fondo. A veces, volvía al hotel a dormir y seguía pensando en cosas de lo que habíamos hecho en el día, de lo que teníamos que hacer al día siguiente. Entrar en otros estados que para mí son novedosos y tienen que ser efectivos, también, porque el cine tiene tiempos muy tiranos.
Finalmente, la protagonista habló acerca del contexto de recortes que sufre el cine nacional, en el cual se inserta el estreno de El viento que arrasa. Hace algunas semanas, el Gobierno nacional había anunciado, entre otros recortes, el posible cierre del INCAA y fue pausada, por 90 días al menos, la producción de películas nacionales, la presentación de proyectos y devolvieron los que ya habían recibido. Almudena planteó: “La película se estrena en un contexto muy particular, muy sórdido. Es una situación muy crítica y sin precedentes para el cine nacional”.
Acerca de cómo se siente al respecto, la actriz dijo: “En lo particular, estoy muy enojada, triste y preocupada, porque no solo se está poniendo en riesgo la cultura nacional, sino que también, concretamente, hay mucha gente que se está quedando sin trabajo, que no tiene para comer y que tiene que mantener a su familia. Eso me parece súper grave. Y me pregunto qué va a pasar”.
Además, González enfatizó en la necesidad de pensar de qué manera se puede reorganizar el colectivo del cine para no dejar de hacer producciones nacionales. “No tengo la respuesta. Creo que lo vamos a necesitar todes. De lo que estoy segura, es que no nos van a extinguir. Vamos a seguir acá, al pie del cañón, porque tenemos la necesidad de expresarnos y de comer”, concluyó la actriz.