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Autor: Campo de mayo

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En el juicio que investiga los vuelos de la muerte realizados desde Campo de Mayo continúan las sorpresas. En este caso, no fue por algún dato o una mención específica sino por una extraña situación con un testigo que estaba declarando desde la virtualidad. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*) ✍️ Redacción: Diego Adur 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Foto de portada: Captura de pantalla transmisión de La Retaguardia   Rubén Agustín Stábile no era un testigo de los mas esperados por las partes acusadoras. Su aporte en la instrucción del juicio no había sido fundamental, aunque como cada uno que se sienta a declarar en este proceso judicial, algún aporte resulta relevante. Sin embargo, esa información que Stábile contó en la etapa de Instrucción no estaba siendo refrendada. Cuando esto sucede, el presidente del TOF N°2 de San Martín, Walter Venditti, procede a dar lectura a aquellos puntos donde no hay coincidencia respecto a la declaración del testigo, en general a pedido del Fiscal Marcelo García Berro. En la gran mayoría de los casos, vueltas más o menos, estas cuestiones quedan zanjadas; muchos de los excolimbas recuerdan los detalles mencionados cuando se les refresca su memoria. En este caso, fue distinto:  —Fiscal, ¿quiere ir punto por punto con las contradicciones que usted tiene advertidas? —preguntó Venditti, cuando se interrumpió a sí mismo y se dirigió al testigo— A ver, señor Stábile, ¿con quién está usted en la sala?  El presidente del Tribunal había visto por la cámara a una persona de saco y corbata que pasaba por detrás del testigo. Todas y todos lo vimos allí. —Estoy acá en la casa de un amigo —respondió Rubén Agustín Stábile. Después de recordarle que debía estar solo en la sala, el Presidente del Tribunal le solicitó al testigo que le mostrara con la cámara del celular el lugar desde donde estaba realizando su declaración, la habitación en la que se encontraba… —¿Qué hace su amigo? ¿Dónde está usted? —insistió Venditti. —Es un comercio, la oficina de un amigo —titubeó Stábile. —¿De qué es esa oficina? —Un abogado, señor. Cuando el presidente quiso saber el nombre del abogado, Stábile miró para el costado, escuchó a su “amigo” y respondió: ”Lencina, Juan Rubén”. Pero inmediatamente se escuchó la corrección del abogado, que el testigo repitió: “Encina, Juan Rubén”. Trastabillando, Stábile explicó que su “amigo”, el abogado, lo invitó a declarar en su oficina. “Soy una persona grande y no soy muy ducho con el Zoom”, dijo. “Para eso, nada más, señor”, quiso concluir Stábile. —Por qué dice que está solo si hay un abogado ahí con usted y hasta escuchamos sus respuestas —intervino Matías Mancini, otro de los jueces del Tribunal Después de esta extraña situación, Venditti dispuso que el testigo se trasladara desde Moreno, donde estaba prestando declaración, hacia el TOF 2 de San Martín, ubicado en Olivos. Ya antes de esto, la declaración del excolimba Rubén Agustín Stábile venía complicada. Iba a ser el segundo testigo de la jornada, pero por problemas con el audio de su dispositivo pasó al tercer lugar. Una vez conectado, su testimonio tampoco fue muy preciso. Muchos olvidos, muchos ”No lo sé” y ”No lo recuerdo”. Es bastante probable que algunos sucesos ocurridos hace 45 años no sean recordados con el lujo de detalle que a veces se pretende en juicios como estos, pero, además, Stábile había declarado en la etapa de Instrucción, hace no tantos años. Las contradicciones respecto a lo que dijo en aquella oportunidad con lo que estaba declarando en la presente audiencia eran muchas y muy notorias. Por eso el juez dispuso que se advirtieran dichas contradicciones dando lectura a ese testimonio de la Instrucción. Ahí fue cuando pasó por detrás el abogado que, después, conocimos como Encina, quien invitó a Stábile a su oficina. Una hora y media después, ya desde la sede del tribunal, Stábile gambeteó las preguntas con un concierto de “No me acuerdo”. El juicio por los Vuelos de la Muerte en Campo de Mayo puso en la escena central a los excolimbas que realizaron el Servicio Militar Obligatorio en el Batallón de Aviación 601 del Ejército entre los años 1976 y 1978. Son ellos quienes, a partir de la tercera audiencia en adelante, declaran lunes a lunes y cuentan lo que han visto, escuchado y sabido respecto a esta siniestra operatoria para desaparecer personas. El nerviosismo e incluso algún temor a la hora de declarar, parece lógico en personas no habituadas a participar de juicios de lesa humanidad, como ocurre con sobrevivientes y familiares. El material testimonial en este juicio, que aún no ha cumplido su audiencia número 20, ya parece suficiente para probar los vuelos de la muerte y condenar a sus responsables. Sin embargo, es fundamental que todos los exconscriptos que son citados cada semana brinden su mayor esfuerzo, hagan memoria y puedan contar la verdad de todo lo que supieron de aquellos tiempos. Los detalles, muchas veces, pueden ser fundamentales para las familias, que exigen saber qué pasó con sus desaparecidos y desaparecidas. Sabemos que muchos de los excolimbas que forman parte del grueso testimonial de esta causa eran jóvenes de 18, 19 o 20 años al momento de los hechos que se investigan. Muchos de ellos no tenían una militancia política en aquel momento. Incluso al día de hoy no se han interesado en reconstruir la memoria de aquellos tiempos. Es entendible que los testigos puedan sentir algún temor por estar declarando ante la justicia o incluso que se sientan ofuscados y molestos por tener que hacerlo. Por ello, el Presidente del Tribunal siempre les aclara: declarar en este juicio es una carga pública; es decir, es obligatorio, y cada uno de ellos lo hace en calidad de testigo, no como imputado, por lo tanto están obligados a decir la verdad. El contexto represivo en Campo de Mayo en esos años era extremo y, como muchos reconocieron durante este juicio, ellos mismos fueron torturados, o bien podrían haber sido víctimas también de los

Declaran los exconscriptos Hugo Márquez Silvano, Rubén Agustín Stábile y Alberto Raúl Torres.

El testigo Manuel Víctor Almirón declaró de qué manera un sargento del Batallón de Aviación 601 del Ejército le confesó que tiraban los cuerpos de las personas desaparecidas a 700 kilómetros de la costa de Mar del Plata. Además, Almirón vio a alrededor de 30 personas encapuchadas y encadenadas en uno de los hangares cercanos a la pista de aviación. Entre ellas, observó a mujeres embarazadas. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)  ✍️ Redacción: Diego Adur 💻 Textuales: Agustina Sandoval Lerner 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Foto de portada: Captura de pantalla transmisión de La Retaguardia Cada jornada de lunes en la que se celebran las audiencias del juicio aporta nueva información relevante para conocer cómo se desarrollaba la siniestra tarea de desaparición de personas a través los vuelos de la muerte en Campo de Mayo. En este caso fue gracias a la declaración testimonial del exconscripto Manuel Víctor Almirón, quien realizó el Servicio Militar Obligatorio en Campo de Mayo entre abril de 1977 y enero de 1978. Fue destinado al Batallón de Aviación 601 del Ejército, en la compañía de Servicios. Durante su testimonio, el excolimba contó una situación en la que un tal Sargento Castillo “se quebró” y en un total estado de ebriedad confesó que estaba harto de seguir asesinando a sus propios hermanos. Almirón volvía de su puesto de guardia a descansar a la cuadrilla cuando se topó con el Sargento Castillo. Rodeado de varios soldados, se lamentaba por lo que estaban haciendo. Ante la pregunta de uno de los colimbas presentes, que quiso saber qué hacían con los cuerpos, el militar le respondió que los tiraban a 700 kilómetros de Mar del Plata: “Cuando yo llego del puesto de guardia, lo encuentro a él sentado, rodeado de soldados, ya en estado de ebriedad. Repetía y repetía que asesinaban hermanos nuestros, los tiraban al mar. Los compañeros que estaban alrededor le pedían detalles y él contaba: los tiraban a 700 kilómetros de la costa de Mar del Plata ¿Cómo los tiraban? Les ponían un peso en la pierna a algunos, a otros los dormían, los pichicateaban y a otros los mataban. Los subían al Hércules y los tiraban al mar”, declaró. En ese momento, al testigo le cerró todo. Antes, había contado cómo vio ingresar a Campo de Mayo camiones de correo de la empresa ENCOTEL, que pasaban por los puestos de guardia y se dirigían a la pista. Allí les esperaba el avión Fiat G-222.  La mirada inolvidable En una de esas oportunidades, Almirón detalló que en el interior del camión, a través de una ventanita con barrotes, vio a un prisionero que lo miró con una mirada que nunca olvidaría. Esa mirada fue tan angustiante para el testigo que aseguró recordarla hasta el día de hoy. El diálogo con el fiscal Marcelo García Berro fue el siguiente: —García Berro: ¿Usted sabe qué era lo que transportaban estos camiones? —Almirón: Personas.  —GB: ¿Esto cómo lo supo? —A: Porque lo he visto. Los camiones tienen una ventanilla, una ventanilla con un vidrio corredizo, pero en aquella época tenían barrotes. Vi a un muchacho de aproximadamente 20 años, barba negra, agarrado de los barrotes y mirándome. Sentado en el banco de la guardia. Vi que entró el camión con la Federal y cuando pasó por delante el pibe nos miró. Nos miró, y esa mirada cara a cara es inolvidable. Hasta ahora lo imagino, un muchacho de barba negra, joven. —GB: ¿Le pareció que esta persona iba privada de la libertad en ese lugar? —A: Yo creo que sí. Porque detrás de él se veían varias cabezas, como que querían mirar también para afuera. —GB: O sea que no solamente iba esta persona que usted vio, sino que había otras. —A: Había varias. Más adelante, el testigo trataría de explicar lo impactante que le resultó esa mirada del joven secuestrado y la comparó con la expresión de un animal encerrado en una jaula: “Cuando vas a un zoológico y ves un animalito ahí en la reja, da esa impresión, que te pide que lo saquen de la jaula. Esa impresión me dio”, graficó. También dio precisiones sobre los días. Aseveró que los camiones que llegaban al Batallón, “generalmente era los jueves que entraban”. Los primeros meses que el testigo presenció esto, relató que se dirigían directamente a la pista a encontrarse con el avión, donde subían a las personas detenidas para consumar los vuelos de la muerte. Más adelante, “ya no iban a la pista de aviones”, sino que “los metían dentro de los hangares”, donde se guardaban las aeronaves. “Estaban tan callados…” En una oportunidad, entre junio y julio del ’77, Almirón pudo observar efectivamente cómo alojaban a las personas detenidas dentro de los hangares, a la espera de ser fusiladas o arrojadas al mar o al río en los viajes también llamados vuelos fantasma: “Un día, que entraban camiones del correo, yo había dejado la guardia y los hangares estaban a 200 metros. Había que cruzar un bosque y se me dio por ir a chusmear, a mirar. Dónde iban, qué iban a hacer, a ver si es verdad que los subían a los aviones, a ver si es verdad que los mataban. El portón de los hangares nunca quedaba cerrado, siempre quedaban las hendijas de las bisagras o las hendijas donde chocan los portones, y en una de las hendijas miro… Fui hasta el hangar. Arriesgándome, que no me viera nadie. Miro y había unas 30 personas más o menos. Muchachos desnudos, chicas embarazadas; algunas de cuclillas, otras paradas, muchachos parados o sentados, apoyados en la pared. La mayoría estaban encapuchados. Los muchachos estaban de jean, con el torso desnudo y las mujeres estaban desnudas. Eso fue lo que vi. En un santiamén me volví, no pude ni siquiera ver. Fue una ráfaga, no los conté porque no me dio tiempo. Me fui de vuelta a donde estaba mi puesto y le comenté a los compañeros que estaban ahí”, declaró conmovido. Ante los testimonios de

Declaran los exconscriptos Juan Carlos Herrera, Ramón Argentino Duré y Manuel Víctor Almirón.

Otro testimonio de un excolimba aportó un dato revelador: un oceanógrafo, el Capitán Delfín Varela Gorriti, iba a Campo de Mayo para charlar con los pilotos de los aviones que realizaban los Vuelos de la Muerte. Lo dijo José Luis Miceli justo cuando su declaración estaba por culminar. Además agregó que “se comentaba que traían a los zurdos y subversivos, que estaban destinados a morir” arrojando sus cuerpos al mar o al río en los Vuelos de la Muerte. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)  ✍️ Redacción: Fernando Tebele 💻 Textuales: Valentina Maccarone/Noelia Laudisi De Sá 💻 Edición: Diego Adur 📷 Foto de portada: José Luis Miceli sorprendió con su testimonio. Aquí responde preguntas del fiscal García Berro. (Captura de pantalla transmisión de La Retaguardia) 📷 Fotos: Archivo Gustavo Molfino/La Retaguardia —Le agradecemos su testimonio, su tiempo, ya puede irse a su casa —le dijo Walter Venditti, Presidente del TOFC Nº2 de San Martín al testigo.—Una ultima cosa, Señor, que les puede servir o no. Había un oceanógrafo que había entrado. Nos llamó la atención porque un oceanógrafo en la División del Ejercito… Se llamaba Delfino Varela, era un Capitán. Eso sí me acuerdo, de decir: “¿Y este que hace?” Es el que estudia las corrientes; o sea todos los temas referentes, el mar, el rio, las corrientes. Eso sí me acuerdo.  La voz tranquila de José Luis Miceli sorprendió a todas las partes, sobre todo porque su participación en el juicio estaba finalizando. Por fortuna, Miceli agregó ese dato que no había dado en su declaración durante la instrucción de la megacausa Campo de Mayo. Y hasta acercó un nombre, que si bien impreciso, ayudó a que la fiscalía hallara a la persona de referencia: se trata del Capitán Rodolfo Delfín Varela Gorriti, Jefe de la Compañía de Servicios del Batallón de Aviación 601 del Ejército en Campo de Mayo, desde dónde salían los Vuelos de la Muerte. Varela Gorriti pasó a integrar en abril de 1977 el Instituto Geográfico Militar, y se retiró voluntariamente en 1979.  Las partes acusadoras levantaron la mano para reiniciar las preguntas. —Respecto del tema de las corrientes marinas ¿Esto quién lo decía? ¿Él? —consultó el Fiscal Marcelo García Berro. —No, él estaba ahí y decíamos: “¿Qué hace un oceanógrafo acá?, es lo mismo que llevar un buzo a la montaña”, y siempre aparecía con Arce (en realidad Del Valle Arce, uno de los acusados del juicio) y me decía: “este estudia las corrientes marinas”. Estábamos en el Ejército. Había gente que teníamos sexto grado, había otros que se estaban por recibir de médicos, había médicos también, esos entraban como subtenientes. Pero estaban con nosotros un tiempo y había comentarios, había gente que sabía mucho más. Por los estudios estaban preparados de otra manera. Yo con sexto grado estaba preparado para manejar camiones y eso.  Vestido con una camisa rosa, José Luis Miceli no perdió nunca su tranquilidad, aun cuando parecía asumir que estaba dando un dato importante, a tal punto que quiso decirlo antes de retirarse, incluso aunque no se lo preguntaran. Pero su interés de aportar a la verdad, que reiteró varias veces, generó una nueva ronda de preguntas: —¿Usted en algún momento vio a esta persona junto a los pilotos o en la torre de vuelo? —quiso saber el fiscal. —Él estaba siempre en la oficina. Después por ahí se iba. Nosotros hacíamos guardia, hacíamos abajo y arriba, y no lo veíamos llegar. Por ahí venían los oficiales de los pilotos a la oficina de él, ahí andaban —reveló. —¿Los pilotos iban a verlo? —intentó precisar García Berro con su pregunta. —Sí, estaban con él.  —¿Usted recuerda qué pilotos? —Había uno que andaba siempre ahí, el Teniente Bunce.  —¿Algún otro?  —Había oficiales que lo iban a ver. Apellidos mucho no me acuerdo. Hay algunos que nos quedaron. Por ejemplo, el Capitán Devoto, un hombre que era temido. Le tenían miedo hasta los suboficiales. Un día agarró al Cabo Primero y le dijo: “Apúrese Cabo” y no corrió y le metió como veinte días de arresto. Decíamos: “¿cómo puede pasar esto?” y decían: “No, este es complicado”. Luis Alberto Devoto debió haber participado como acusado en este juicio, pero se lo eximió por incapacidad: Devoto se recicló en democracia en altos cargos durante uno de los mandatos de José Manuel de la Sota como Gobernador de Córdoba. Fue su secretario privado y ocupó cargos en Defensa Civil y en la Policía Ambiental. En otro tramo de esta segunda rueda de preguntas, el abogado Eduardo San Emeterio le preguntó cómo supo que “Delfino Varela” era oceanógrafo. Todavía el fiscal no había clarificado la identidad del Capitán mencionado. “¿Cómo supe? —se repitió la pregunta—. Un día me fui de franco y en lugar de llegar el lunes, como tenía a mi mamá enferma, volví el martes. Me agarraron y me pegaron un baile… unas pataditas, y me mandan a hablar con él”. Varela Gorriti era el Jefe de la Compañía de Servicios de Batallón de Aviación 601. Miceli contó que fue a verlo y que él mismo se presentó, porque hacía poco que estaba. El Capitán oceanógrafo le advirtió que no lo hiciera más y le levantó una sanción que le querían imponer otros oficiales.  Antes de aportar el nombre del militar que estudiaba las mareas para que los pilotos de los Vuelos de la Muerte supieran donde arrojar a las personas desaparecidas, el testigo ya había revelado que durante su estancia en Campo de Mayo “se sabía que algo fuera de lo normal estaba pasando”. Dio precisiones sobre los días en que se realizaban los vuelos fantasmas, “los martes y jueves llevaban gente y la tiraban”, y también contó que vio cómo bajaban a una persona “robusta y canosa, de camisa rosa y saco gris” de un auto Ford Fairlane y lo subían a un helicóptero Bell. Además, agregó que al Batallón llegaban Ford Falcon con personas que se presentaban como pertenecientes a Coordinación Federal para encontrarse con Luis Del Valle Arce y Delsis Malacalza, imputados

Continúan declarando exconscriptos: Héctor Osmar Godoy. José Luis Miceli. Guillermo Torres y Hugo Víctor Sánchez.

3 excolimbas vieron cómo subían personas secuestradas a los aviones para ser arrojadas al mar.  Lo declararon hoy en la audiencia 15 del histórico juicio sobre estos hechos, transmitido en vivo por La Retaguardia. Los testigos Francisco Villegas, Juan Carlos Lameiro y Carlos Dornelis dieron detalles precisos: “Estaban encapuchados y atados con las manos atrás”, dijo Lameiro, que vio la operatoria unas diez veces. Dornelis aseguró que “ya nos habíamos acostumbrado a los vuelos”. Villegas además relató cómo sus jefes lo estaquearon por haber llegado tarde de un franco. Otro testigo agregó que los vuelos nocturnos regresaban llenos “de sangre y excrementos”. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)  ✍️ Redacción: Diego Adur/Fernando Tebele 💻 Edición: Fernando Tebele 🎧 Edición de audios: Paulo Giacobbe 📷 Foto de portada: Francisco Villegas se quiebra al contar que lo torturaron durante la colimba ante la mirada del fiscal García Berro. (Captura de pantalla transmisión de La Retaguardia) 📷 Fotos: Archivo Gustavo Molfino/La Retaguardia   En lo que fue hasta aquí la audiencia más cargada de datos relevantes para las partes acusadoras, al menos cuatro de los cinco testigos de la audiencia 15 del juicios por los “Vuelos de la muerte de Campo de Mayo”, aportaron información tan valiosa como escabrosa. Hasta aquí varios testigos habían descripto la operatoria de los aviones desde los que se arrojaron personas vivas al mar: que fueron en horarios nocturnos. Que relevaban a los conscriptos de las guardias, o que se encendían las luces de la pista a pleno para los Fiat G-222 y los Twin Otter. Pero hoy otros tres testigos aportaron data directa sobre cómo los subían a los aviones después de traerlos en camiones.  DESCARGAR El ex conscripto Francisco Edgardo Villegas declaró en la causa por los Vuelos de la Muerte en Campo de Mayo y relató que vio cómo fueron golpeadas y subidas al avión Fiat G222 personas vestidas de civil que habían llegado al aeródromo del Batallón 601 de Aviación del Ejército trasladadas por dos camiones “tipo de los que llevan carne”. Divisó esta situación desde el “helicóptero de Videla”. En el año 1977, el por entonces soldado conscripto Francisco Edgardo Villegas estaba haciendo guardia en el hangar donde se guardaba el helicóptero que transportaba al entonces presidente de facto, Jorge Rafael Videla, quien murió en cárcel común multicondenado por delitos de lesa humanidad. Era una noche lluviosa y con mucho viento, así que decidió guarecerse dentro de la aeronave. Allí se quedó dormido hasta horas de la madrugada, mientras lo buscaban las camionetas “guerrilleras” en las que levantaban a los conscriptos de guardia cuando se realizaban estos vuelos. Lo despertaron gritos e insultos que llegaban de la pista del Batallón de Aviación 601 del Ejército. Villegas vio desde allí cómo golpeaban a personas “vestidas de civil”, secuestradas, y las subían a un avión que luego reconoció como el Fiat G222: “Bajaban gente de los camiones, les pegaban y las metían en el avión”. Durante la audiencia, el testigo contó que sintió mucho miedo, ya que estaba presenciando algo que nunca debería haber visto y, al hacerlo, corría peligro su vida: “Vi todo eso y escapé. Si me veían ahí me mataban”.  Después de que el avión que realizaba los Vuelos de la muerte en Campo de Mayo partió y las camionetas del tipo de transporte de sustancias alimentarias se fueron del lugar, Villegas decidió escapar y no regresó. Antes, había contado algunas de las torturas a las que fue sometido por personal del Ejército, que remiten a las sufridas por los soldados durante la Guerra de Malvinas. Fue golpeado y estaqueado: lo tiraron al piso y lo ataron a cuatro estacas clavadas en la tierra. Allí, con una manta negra lo dejaron a los rayos del sol. En otra oportunidad, contó el testigo, estuvo a bordo de un vuelo que se dirigía a la Isla Martín García para llevar “sidra y pan dulce”, según le dijeron. Faltaba poco para navidad. Ese vuelo, que duró “entre 45 minutos y 1 hora”, nunca aterrizó en su lugar de destino anunciado sino que retornó al Batallón. Villegas después presumió que podría haberse tratado de un vuelo de la muerte.  DESCARGAR  Uno de los Fiat G-222 que se encuentran abandonados todavía en el Batallón de Aviación 601 de Campo de Mayo, fotografiados durante la visita ocular en el marco de este juicio. Tras esa visita, los aviones están bajo cuidado judicial.📷 Archivo Gustavo molfino/La Retaguardia A cualquier zurdo En la misma audiencia declaró también el ex conscripto Alberto Amadeo Espila, quien cumplió el Servicio Militar Obligatorio en el Batallón de Aviación 601 de Campo de Mayo entre marzo de 1977 y mayo de 1978. Cumplió funciones en la compañía de Servicios, específicamente dentro del Casino de Oficiales. Espila también declaró haber visto camionetas de detenidos que ingresaron al Batallón y se dirigían a la pista donde los esperaba el avión Fiat. A los soldados que estaban realizando alguna función en esos momentos “nos levantaban de los puestos”. Contó que los vuelos se realizaban de madrugada y cuando los aviones regresaban estaban “llenos de sangre y excrementos”. El testigo relató haber escuchado un rumor que decía que los helicópteros que se ponían en marcha en la pista y no despegaban eran utilizados para atenuar el ruido de disparos en los fusilamientos de personas. Por último, a pregunta del fiscal Marcelo García Berro respecto a si durante su estadía en Campo de Mayo había tenido algún tipo de instrucción específica para combatir la llamada lucha contra la subversión, Espila respondió que él y los demás soldados tenían órdenes de “exterminar a cualquier zurdo”.  DESCARGAR Luego fue el turno de Juan Carlos Lameiro. El testigo fue, de todos hasta aquí, quien aportó mayor información directa del trayecto de personas secuestradas entre los camiones en los que llegaban y los aviones que marcaban el “destino final”, cruel eufemismo para una de las metodologías de exterminio más utilizadas durante el genocidio: “Subían gente al avión en horarios tardíos. Los subían encapuchados y me daba

Continúan declarando exconscriptos. En este caso Luis Bommer, Alberto Amadeo Espila, Juan Carlos Lameiro, Carlos Enrique Dornellis y Francisco Edgardo Villegas.

Continúan declarando exconscriptos. *Este diario del juicio por los Vuelos de la Muerte de Campo de Mayo, es una herramienta de difusión llevada adelante por  La Retaguardia,  medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores/as independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://vueloscampodemayo.blogspot.com/