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“La frutilla del postre: el caso de Arroyo Leyes” es el título que se eligió para el documental en el que participa el periodista Patricio Eleisegui. Allí se denuncia un ecocidio en la localidad santafecina. Facundo Viola, periodista y activo defensor del medio ambiente, dialogó con Graciela Carballo, Carlos Morchio y Nicolás Rosales en el programa Tengo una Idea y brindó más detalles sobre el caso. (Por La Retaguardia)Contaminación a mansalva con agrotóxicos. Connivencia política. Zona liberada para ejercer la violencia y la amenaza. La frutilla siembra desgracia en Arroyo Leyes.En una extensa charla con el periodista oriundo de la localidad, se conoció cuántas frutillas se producen, cuánta contaminación genera, y qué casos que afectan a la salud siguen apareciendo. “Nosotros tenemos desde hace 20 años fumigaciones sin control en la localidad de Arroyo Leyes, que es un población costera, que está rodeada de lagunas y ríos entre los que son humedales del río Paraná. Estamos a 20 km al norte de la capital de Santa Fé. Las fumigaciones son para producir frutillas. Antes era una zona poco poblada y también se usaban agrotóxicos, en este caso para producir flores. El modelo productivo fue mutando hacia el monocultivo de frutillas, y hemos detectado el uso de hasta 40 agrotóxicos diferentes”, comenzó el periodista Facundo Viola. Salud y muerteAl mencionar las consecuencias sobre la salud de la población, dijo: “Esto para nosotros es una fuente contaminante muy importante, porque vemos lo que pasa con los vecinos después de las fumigaciones con las probables consecuencias agudas como son fiebres altas sostenidas, irritaciones oculares, en la piel, en mucosas nasales. Sobre todo en los niños. Y también efectos en el ambiente como son mortandad de pájaros, la tierra que se seca, los árboles que terminan abortando la fruta. Luego nos fuimos dando cuenta que los vecinos se morían de cáncer, de leucemia. Hay unos cuantos niños que se murieron de cáncer en la zona. Empezamos a tener algunas evaluaciones que fueron realizando la Universidad del Litoral y distintas facultades como la de Ciencias Médicas, de Ciencias Bioquímicas, y la de Arquitectura y Urbanismo. Y fueron detectando alto índice de discapacidad de los vecinos en promedio en el año 2010. Detectaron patologías pocos frecuentes en niños como son los ‘niños azules’ probablemente relacionada con la contaminación de los fertilizantes que se usan en estos monocultivos. El agua contaminada por nitritos, nitratos y amonios. Y también hay un estudio de referencia a esta cuestión que es el que hizo desde la Facultad de Bioquímica de la Universidad del Litoral que en el cinturón frutihortícola santafesino, que es donde nosotros nos encontramos, detectó que quienes estaban expuestos de manera involuntaria o voluntaria -como los fumigadores- respecto a los que no están expuestos, tienen doble probabilidad de contraer daño genético. También pueden contraer cáncer, leucemia, y contagiar y trasladar estas consecuencias en la salud a las futuras generaciones”. Complicidad políticaViola continuó la charla haciendo hincapié en su actividad en defensa del medio ambiente y la complicidad política que existe hasta el día de hoy en Arroyo Leyes: “Nosotros venimos luchando hace 6 años tratando de erradicar las fumigaciones, visibilizar la situación y concientizar al vecino del riesgo que implican estas fumigaciones entre la población. Creemos que hay una complicidad desde el poder político. Hay un negocio que es la venta de frutillas y hay un negocio que es la venta de agrotóxicos que llevan adelante los mismos ingenieros del INTA, del SENASA, incluso ligados a la Universidad que son los que deberían asesorar sobre las supuestas buenas prácticas agrícolas. Sobre métodos adecuados a la legislación vigente que no permite fumigaciones a menos de 500 metros de zonas densamente pobladas en la provincia de Santa Fé y que por supuesto esto no se cumple acá. Así que, hay toda una cadena de complicidades donde también a veces las organizaciones intermedias, donde están muchas veces los mismos productores, son parte de estas instituciones y conforman por ejemplo las cooperadoras de las escuelas. Entonces se van generando una serie de complicidades y de maneras de seguir manteniendo el estatus de que no pasa nada”. Y continuó: “En todo el país para introducir el modelo transgénico, asociado en el paquete tecnológico con los agrotóxicos, se dijo que el glifosato era una agüita, acá se dice que son remedios, que están curando las plantas cuando fumigan. Es toda una instalación de un modelo y un lenguaje, y por supuesto con la cara de piedra del egoísmo. Tiene el interés monetario de unos pocos para obtener rédito a costa de la salud de toda la población”. Militando por la vida“En mi caso yo tengo una hija con discapacidad de 7 años, estuve afectado por cáncer de piel, también mi hermana; mi vecino se murió de leucemia, le colapsaron los riñones a los cuarenta y pico de años. Niños muertos de cáncer muy cerca, amigos que les murieron los hijos de muerte súbita de 2 o 3 meses. Toda esta situación nos hace involucrar en esto por necesidad. A veces la gente piensa que los militantes somos idealistas y no, estamos luchando por nuestra propia vida”Facundo y su compañera sufrieron reiteradas amenazas. Desde octubre del año pasado a mayo de este año fueron cinco. “Es una situación sumamente delicada, pero venimos resistiendo con la conciencia de que si no se erradican las fumigaciones no hay posibilidad de supervivencia. Nos sentimos como vecinos directamente afectados en la posibilidad de dar testimonio para que se pueda visibilizar y concientizar a la población acerca de las consecuencias de las fumigaciones”, expresó.También comentó que gracias a la lucha y resistencia han logrado algunos avances. “Cuando nosotros empezamos fumigaban a dos metros de la ventana de la escuela cuando nuestros niños estaban dentro en clases. Hoy las fumigaciones están a 400 metros más o menos. En algunos de esos campos se hace pastura, y en otros esa producción se está convirtiendo en cultivos hacia la agroecología. Vamos avanzando. Este año tuvimos también una ordenanza que obliga en un plazo

En la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires se realizó un debate sobre la sanción de una Ley de Semillas. Con argumentos en contra y a favor, muchos especialistas expusieron sus puntos de vista. Gustavo Schrauf, profesor titular de la Cátedra de Genética en esa facultad, dialogó con Pedro Ramírez Otero en La Retaguardia, contó sobre la actividad y dio su opinión acerca del modelo agroindustrial que hoy tiene la Argentina. (Por La Retaguardia) El debate sobre la Ley de Semillas se pregunta básicamente cómo se produce y qué alimento se genera. Esos puntos son la esencia del interés de las empresas extranjeras en que el proyecto se lleve adelante, lo que dejaría atrás al derecho de la resiembra de pequeños y medianos productores.Gustavo Schrauf fue uno de los especialistas que participó del debate en la Facultad de Agronomía: “La actividad surgió porque hubo una agrupación estudiantil que presentó un proyecto de declaración en contra del proyecto de Ley de Semillas. La Comisión decidió hacer una reunión abierta y que fueran los consejeros, además del público en general, a escuchar las distintas posiciones respecto a la Ley de Semillas. El aula estuvo repleta, se demostró que había muchas ganas de escuchar. Además se filmó y va a estar en la web de la Facultad para poder escucharlo”, contó, y dio detalles de las exposiciones: “Hubo una presentación de Fernando Villela, titular de Agronegocios, defendiendo la Ley de Semillas aunque también le hizo alguna crítica. También estuvo un profesor de la Universidad Austral que estuvo un 50-50 a favor y en contra del proyecto de ley. Tamara Perelmuter no pudo estar y su exposición, muy antagónica al proyecto y con una visión de la agricultura familiar, fue grabada. Estuvo Javier Rodríguez, un economista, que analizó los números de lo que estaba en juego. Después estuvo mi posición respecto al proyecto de ley, que es muy negativa”, manifestó Schrauf y compartió por qué: “El mercado de semillas es muy monopólico. La libertad que puede tener el productor de comprar o no comprar una semilla, ese derecho de guardar la semilla y volver a sembrar, es casi la única barrera que existe para que el monopolio no sea completo. Sino, el productor estaría obligado a comprar todos los años las semillas a las empresas y no tendría libertad de guardarlas. Más allá de eso, tiene un montón de defectos y todos se enumeraron. El eje de la discusión está en el derecho al uso propio que sería quitado a los productores”, remarcó el profesor en Radio La Retaguardia.Gustavo explicó el peligro que significa dejar en manos de empresas privadas la soberanía alimentaria, así como también la seguridad y salubridad de los alimentos que consumimos cada día: “El gobierno ha desfinanciado a todos los organismos de investigación, el INTA e universidades. El INTA, desde hace tiempo atrás, está reduciendo su incidencia en la generación de cultivares y su desfinanciación es total. Eso hace que el desarrollo tecnológico quede todo en manos de empresas privadas y es confiar en que esas empresas van a tener un beneficio para el país. La mayoría de las empresas están vinculadas a un agrotóxico ya utilizado. Las empresas siguen con el mismo juego de darte una semilla que necesita un agroquímico para que exprese su potencial productivo. Es un doble negocio. La empresa te da la semilla y te obliga a comprar un agroquímico. En este caso, son agroquímicos mucho más cuestionados que el glifosato: El glufosinato de amonio tiene evidencias de producir daños a la salud. El 2,4 D está muy comprobado que es cancerígeno. ¿Esta alternativa es la que queremos? Tenemos que discutir qué agricultura queremos, cómo queremos producir, cómo queremos alentar a nuestra industria semillera con sus nuevos productos. Como país tenemos que pensar una solución parecida a la de Uruguay de extremar las rotaciones. Si hacemos monocultivos estamos seleccionando malezas resistentes también, lo que implica que se ponga otro nuevo herbicida. Estamos usando el mismo remedio al problema cuando podemos tener una rotación de cultivos que sería mucho mejor para conservar el suelo y tener un ambiente mucho más saludable y sustentable”, aseguró.Estas empresas monopólicas de semillas, terminan juntándose con otras de agroquímicos y farmacéuticas por lo que terminan fusionándose en un monopolio aún más grande que solo responde a sus intereses comerciales sin preocupación por la calidad de los alimentos y si su consumo es más o menos tóxicos para quienes los ingerimos: “Su modelo de negocio está basado en generar muchas patentes. Ha implicado también una monopolización. Fueron reduciéndose la cantidad de empresas, hasta ahora que tenemos tres empresas a nivel mundial que monopolizan el mercado de semillas. El negocio de las empresas químicas, también unidas a farmacéuticas, es venderte el agroquímico. Estamos muy atados, más aún si no favorecemos una investigación alternativa”, señaló; y agregó: “El doctor Aldo Casella es un especialista en Ley de Semillas y dio un montón de argumentaciones sobre qué intereses están detrás de cada reclamo de mayor beneficio de las grandes empresas. “No hay una respuesta a ciertas demandas” “Nos preguntaron bastante por el modelo de tomate y su modelo alternativo de mejoramiento participativo. Arcor, que es La Campagnola, nos llamó y nos dijo que ellos querían poner un tomate de calidad, pero que su demanda a las empresas no les movía la aguja. Entonces tenía que poner dentro de la lata lo que la empresa semillera les daba, como que no tenían alternativa. La Campagnola es la empresa más importante en la Argentina de producción de tomate, es el 1% de tomate del mundo. Si esa empresa no puede exigir un tomate con gusto, qué nos queda al resto de los productores agropecuarios”, lamentó. ¿Son tan necesarios los agroquímicos?Scharauf explicó que existen maneras de producir alimentos más sanos y seguros, pero que al no haber una conveniencia económica para las empresas esos métodos no se desarrollan: “Hay un montón de genes de las plantas que se saben que dan resistencia a ciertos hongos.