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Alcira Machi


Después de seis intensas jornadas, finalizó el alegato de la querella mayoritaria representada por Pablo Llonto. El abogado y periodista tomó los últimos 4 casos de los 36 que representó en este juicio. Comenzó con Daniel Cabezas. Continuó con Luis Fleitas y Hugo Vocouber, integrantes de las Ligas Agrarias. y finalizó con Alcira Machi. La segunda mitad fue para identificar las tareas y roles de cada imputado. En el cierre, apelando a toda su emotividad para llegar a los jueces y la jueza, pidió condenas a prisión perpetua para los 6 imputados, de cumplimiento efectivo en cárcel común. La semana próxima será el turno de las querellas de las Secretarías de Derechos Humanos de la Nación y la Provincia de Buenos Aires. (Por El Diario del Juicio*) 📷 Fotos: Natalia Bernades ✍️ Textos 👉 Fernando Tebele 💻 Edición: Martina Noailles ☝ Foto de Portada: Un gesto muy característico de Pablo Llonto durante estas seis jornadas: con su dedo señala la pantalla en la que se ven imágenes que acompañan a sus palabras.  👆 👆 El caso de Daniel Cabezas dio lugar, en el comienzo de la última jornada de alegatos de las querellas particulares, al relato de las caídas en secuencia de las tres parejas que tenían, entre otras, la tarea de impresión de un libro de Montoneros que, no casualmente, el imputado Apa mostró durante su indagatoria, sin poder explicar cómo lo había conseguido. Cabezas y su compañera Nora Hilb sobrevivieron, al igual que Aixa Bona. En tanto, el compañero de Bona, Gervasio Guadix, y la pareja conformada por Graciela Álvarez y Alfredo Lires, fueron víctima fatales de la dictadura genocida.📷 Natalia Bernades/El Diario del Juicio 👆El índice de Llonto señala en la pantalla mientras se ve una foto de integrantes de las Ligas Agrarias, entre quienes estaban Luis Fleitas y Hugo Vocouber. El juicio fue revelador en torno de esa organización, no sólo de la represión que los alcanzó, sino también de la tarea que llevaron adelante en el Noreste y el Litoral, junto al campesinado explotado.📷 Natalia Bernades/El Diario del Juicio 👆 Entre las fotos de las personas desaparecidas en las sillas, ícono visual de las audiencias durante la pandemia, se puede ver a Alcira Enriqueta Machi, quien pasó por Campo de Mayo y fue llevada a la ESMA. Allí pudo dialogar con Víctor Basterra, quien falleció hace unos meses pero alcanzó a dar el que fue su último testimonio en un juicio por crímenes de lesa humanidad. Llonto se detuvo especialmente en el aporte de Basterra a la memoria colectiva vinculada al genocidio, que también marcó a fuego este juicio, no solamente por aquel diálogo con Machi, también por el aporte documental que el sobreviviente consiguió rescatar de la ESMA.📷 Natalia Bernades/El Diario del Juicio 👆 Margarita Vich tiene en sus brazos a María José Luján Mazuchelli, en una de las tantas fotografía de época en la que las y los militantes sostienen a hijas e hijos de sus compañeras y compañeros como si fueran propios.📷 Natalia Bernades/El Diario del Juicio 👆 El foco puesto en Sol Benítez, la hija de Ángel Servando Benítez. Más cerca está Joaquín Frías, el hijo de Federico Frías. En el fondo Martín Mendizábal, hijo de Horacio Mendizábal y Susana Solimano.📷 Natalia Bernades/El Diario del Juicio 👆 En el cierre de la jornada se escucharon los primeros aplausos desde que las audiencias del juicio se reanudaron de manera virtual. El cierre emocionante de Pablo Llonto, con la frase que titula este informe, conmovió a las personas presentes, y también a quienes siguieron la transmisión a través del canal de YouTube de La Retaguardia.📷 Natalia Bernades/El Diario del Juicio 👆 El video muestra la mirada intimidante del imputado Eduardo Eleuterio Ascheri. Sus ojos no se posan en la cámara que lo registra, sino en los ojos de quien lo está filmando.  Natalia Bernades/El Diario del Juicio *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

Graciela Franzen declaró desde el Juzgado de Posadas, Misiones. Relató sus tres secuestros, un intento por quitarse la vida, el amor de un palestino que la tomó por sorpresa en medio de la preparación para la Contraofensiva. Su superviviencia trabajando en una casa de familia como empleada doméstica, el exilio y su regreso con la democracia, pidiendo justicia por su hermano, asesinado en la Masacre de Margarita Belén. (Por El Diario del Juicio*) ✍️ Texto 👉 Martina Noailles✍️ Colaboración en Texto 👉 Fabiana Montenegro💻 Edición  👉 Fernando Tebele/Diana Zermoglio📷 Fotos 👉  Gustavo Molfino/El Diario del Juicio y Alicia Rivas (desde Posadas)📷 Foto de Portada 👉 Franzen en Posadas mostrando fotos de sus compañeros y compañeras desaparecidas. (Gentileza de Alicia Rivas) La fiscal Gabriela Sosti levantando su mano para poder preguntar.Gustavo Molfino/El Diario del Juicio “Soy sobreviviente”, es lo primero que sale de su boca cuando la fiscal Gabriela Sosti le pide que comience con el relato de ese período de su vida que la marcó para siempre. Tres secuestros en 4 años. A los 20, a los 21 y a los 24. Y hoy está viva para contarlo. Es Graciela Franzen, sobreviviente de la Contraofensiva. Militante popular, madre, abuela. Su historia llega hoy desde Misiones, vía virtual. Así le tocó. “Este juicio era un sueño”, dirá durante su testimonio, el primero de la jornada. La audiencia se atrasa. No puede comenzar porque falta uno de los abogados defensores. Durante media hora, Hernán Corigliano intenta conectarse sin éxito desde su casa. Finalmente opta por trasladarse hasta el tribunal. Graciela Franzen mira la pantalla desde Posadas. Acumula 40 años esperando que se haga justicia. Una hora más de espera no le desdibuja la sonrisa. En la pantalla van apareciendo las caras de algunos familiares que siguen la audiencia desde una computadora. Como Guillermo Amarilla Molfino, Virginia Croatto o Ana Montoto Raverta, que aguarda el comienzo con su flor roja en el pecho. Antes de arrancar, el presidente del Tribunal anuncia que, a pesar del endurecimiento de la cuarentena, las audiencias continuarán. “No vamos a detener el desarrollo del juicio, aunque estuvieran vedadas las posibilidades de concurrir”, asegura, y los 40 años de espera parecen estar más cerca de llegar a su fin. Ahora la pantalla se posa en María Graciela Franzen, sentada frente a un escritorio del tribunal oral federal de Posadas, Misiones, la provincia donde nació, militó y a la que decidió regresar tras su exilio forzado. En su cuello, enrosca un pañuelo blanco de la CTA que grita Nunca Más. En el pecho, sobre la remera roja que eligió para este día, tres prendedores se unen a la lucha. “Desde niña, 8 años, estuve en la acción católica con los padres tercermundistas y en la adolescencia me sumé al Luche y vuelve, en la Juventud Peronista. En el ‘74 entré a la facultad donde estudié ingeniería química hasta el ‘76 que me secuestran”, resume Graciela en el arranque, y enseguida aclara: “Ese fue mi segundo secuestro: el primero fue en 1975 en el marco de la campaña para gobernador del Partido Auténtico, acá en Misiones”. Por entonces, su hermano mayor Luis Arturo Franzen, trabajador del Correo, había organizado una comisión pro-recuperación de tierras en Posadas. “Había problema de tierras, uno de los terrenos de mi papá estaba siendo usurpado por una de las inmobiliarias más importantes y se descubrió que también pasaba lo mismo en ocho chacras más donde vivían 300 familias desde hacía más de 50 años. Por esto mi hermano estaba siendo amenazado y perseguido”. La primera vez En la madrugada del 19 de diciembre de 1975 las amenazas se convierten en secuestro: ese día la Aeronáutica había intentado un golpe de Estado y cuarenta hombres de civil allanan la casa familiar de los Franzen. Luis Arturo no estaba. Logra esconderse en Resistencia, donde finalmente lo secuestran cinco meses después, en mayo de 1976. Lo ponen a disposición del Poder Ejecutivo, es un preso legal. No alcanza para evitar que en diciembre de ese mismo año se convierta en uno de los fusilados de lo que se conoce como la Masacre de Margarita Belén. “Nosotros no sabíamos de su secuestro en Resistencia cuando vienen y allanan otra vez mi casa. Una vecina le avisa a mi mamá y ella me logra avisar. Así que pensé: ‘Arturo ya no está, la próxima soy yo. Así que me fui a las afueras de Posadas”. Cuando la madre regresa a su casa la estaban esperando. Secuestran a toda la familia, menos a las dos hermanas más pequeñas de Graciela, que tenían 10 y 14 años. “Los tienen 10 días a mi hermana de 19, la de 7, mi papá y mi mamá. Y a mí me secuestran en las afueras, llegan a esta casa, disparo, corro, me escapo, corro por un descampado, me meto en el monte hasta que me secuestran. Me llevan a la casita de los mártires, me torturan con picana eléctrica a batería, porque no había luz. Me desmayo, me llevan al Departamento de Informaciones, me vuelven a torturar, llaman a un médico, el Dr. Mendoza, para controlar hasta cuánto aguantaba, hasta que me empiezo a desangrar y como no tenían donde matarme, me atienden. A la semana, cuando logro volver a caminar, me llevan a la alcaldía de mujeres incomunicada en una celdita, por un mes, hasta que paso a disposición del PEN (Poder Ejecutivo Nacional). El 26 de julio de 1976 me trasladan con 6 presas políticas a la cárcel de Villa Devoto, vendada, esposada en un avión militar, con golpes y amenazas de que nos tirarían al Paraná”, explica a paso rápido y un cantar en su voz que sabe a tierra colorada. En la cárcel de Devoto, Franzen permaneció 2 años y un mes. Allí se entera de la Masacre de Margarita Belén, en Chaco, aunque “jamás pensé que estaría mi hermano ahí”. Encerrada, sufre la noticia de que Arturo fue uno de los fusilados. Tiempo después, a mediados de 1978, el teniente general Leopoldo Galtieri visita Devoto. “Venía a interrogar a las

El hecho destacado de esta jornada fue que Marcelo Cinto Courtaux, uno de los imputados, decidió quedarse a presenciar toda la audiencia. Entre los testimonios, se destacó el de Víctor Melchor Basterra, de las pocas personas que alcanzó a ver a un con vida a varias de las víctimas de la represión a la Contraofensiva que están desaparecidas. También declararon el sobreviviente Enrique Ghezan; el nieto recuperado Carlos Goya Martínez Aranda; su medio hermano, Juan Manuel Goya; y Daniel Genoud. (Por El Diario del Juicio*) 📷 Fotos  👉  Fabiana Montengro  👉 María Eugenia Otero  👉 Fernando Tebele📝 Textos  👉  Fernando Tebele💻 Edición  👉  Martina Noailles☝ Foto de portada: Cinto Courtaux, el único imputado que está preso en cárcel común porque estuvo prófugo cerca de tres años, decidió quedarse durante toda la audiencia. Si bien la presunción que rondó como rumor en la sala fue que el motivo de la sorpresiva decisión podría ser la presencia de Víctor Basterra, la realidad es que se desconoce por qué lo hizo. Por primera vez en treinta audiencias, un imputado elige no aprovechar el beneficio que les otorga el tribunal: retirarse apenas comienza la audiencia. Esta fotografía fue tomada durante un cuarto intermedio, dentro de la sala. Cuando se reanudó la audiencia, el defensor Lisandro Sevillano, mostró cierta molestia por la fotografía: “es un hecho que me pone incómodo, no por él (por su defendido), sino por mí. En el cuarto intermedio estábamos charlando sobre el proceso y se me acercan y me sacan la foto. Yo me ofrezco a que si alguien desea hacerme una foto, me lo pida. Reconozco que hay un hecho periodístico y el valor que hace a la noble tarea que se realiza, pero siempre con el respeto de una cuestión que puede ser privada”. El presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, luego de pedirle disculpas a Basterra, que permanecía sentado y esperando para dar su testimonio, le dijo: “Más allá de rogarles a los periodistas que se pueda cumplir lo que comparto dice el señor defensor, dentro de los parámetros lógicos del trabajo, pero también tengo que destacar que más allá de esta foto, no ha habido ninguna otra situación que me permita adoptar otro temperamento”. La fiscal Gabriela Sosti, por su parte, opinó: “Si el defensor en todo caso quiere tener un espacio, que lo solicite y se le conceda un espacio privado”.La foto del imputado y su defensor fue tomada en el lugar donde se desarrollan las audiencias. Allí había mucha más gente, incluso partes actuantes en el juicio. A través de sus notas y de sus imágenes, El Diario del Juicio busca difundir y visibilizar las audiencias de este debate oral histórico, acercando toda la información posible a quienes no pueden estar presentes. El carácter del juicio es público. ☝ Fue uno de los jefes de los sectores de inteligencia dependientes del Batallón de Inteligencia 601 del Ejército que participaron de los secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos de los y las militantes que participaron de la Contraofensiva de Montoneros. Cada vez que llega, el personal del Servicio Penitenciario que cuida con recelo que no se le tomen fotografías, le quita las esposas, y se las vuelve a colocar antes de que se retire. En esta jornada, eso ocurrió recién al finalizar la audiencia.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio ☝ Marcelo Cinto Courtaux fue capturado en mayo de 2017 luego de haber permanecido cerca de tres años prófugo. Cuando lo atraparon, le hallaron entre sus pertenencias recortes periodísticos con una reseña de la labor del abogado querellante en este juicio, Pablo Llonto.  📷 Fabiana Montenegro/El Diario del Juicio ☝ El primer turno fue para el nieto recuperado 92, Carlos Goya Martínez Aranda, que declaró por su padre, Francisco Goya. El testigo narró toda su historia de apropiación, y cómo fue recuperando su identidad. Se refirió a “Las abuelitas” durante todo su testimonio. Fue apropiado por un oficial de inteligencia. “Me dijeron que había una lista de espera para anotarnos como hijos propios”.  📷 Fabiana Montenegro/El Diario del Juicio ☝ “A mí me bautizan en España, con el capellán de Montoneros, que también está desaparecido, el Cura Jorge Adur. Y luego, en Mendoza, mis apropiadores me vuelven a bautizar, pero con el capellán del Ejército”, contó Carlos Goya Martínez Aranda. Su madre era mexicana, se llamaba María Lourdes Martínez Aranda. “Cuando me dieron los resultados tenía vergûenza de ser hijo de Montoneros. Me había criado en la vereda de enfrente. Venía de la escuela de que los derechos humanos eran un curro, pero en 2014 quise conocer a mi abuelita y no tenía plata. Entonces escribí a Abuelas y ellas me ayudaron. Cuando eso pasó fui a agradecerles, y no les puedo contar la alegría con la que me recibieron”. 📷 María Eugenia Otero/El Diario del Juicio ☝ Mientras el nieto recuperado relataba su bautismo en España, una foto del cura Adur colgaba de la baranda apenas a pasos de Carlos Goya Martínez Aranda. El cura fue secuestrado cuando viajaba desde Argentina hacia Brasil.  📷 María Eugenia Otero/El Diario del Juicio ☝ El segundo turno fue para Enrique Ghezan. Dos audiencias atrás había declarado su esposa en aquel entonces, Isabel Fernández Blanco. Ambos, cuanda estaban en libertad vigilada (o en prisión morigerada) en Tandil, les llevaron a dos niños que, sabrían después, eran los hijos de dos militantes de la Contraofensiva de Montoneros: Miguel Angel De Lillio y Mirtha Haydeé Milabara. 📷 Fabiana Montenegro/El Diario del Juicio ☝ Luego aportó su testimonio Juan Manuel Goya, hermano del primer testigo e hijo de Francisco Goya. “Les pido como hombre que sean capaces de entregar la información”, dijo en referencia a los imputados. A través de informes de inteligencia sumados a la causa, se enteró de algunas de las torturas a las que fue sometido su padre. “Dice que lo golpearon de pies y manos y lo golpearon hasta la muerte. Esa cobardía de atarlo para pegarle… No la entiendo”, expresó.  📷 Fabiana Montenegro/El Diario del Juicio ☝ El cuarto testimonio fue para Daniel, uno de los hermanos de Julio César Genoud. “Él es convocado a la Contraofensiva a través de (Mario) Montoto. Claudia (otra de

Sobreviviente de la ESMA, su aporte a la memoria histórica es, aún hoy, de un valor incalculable. Durante su cautiverio, engañó a sus captores para obtener alguna libertad de movimientos dentro del campo de concentración, lo que le permitió fotografiar documentos de inteligencia que son fundamentales en esta causa. En sólo cuarenta y cinco minutos, aportó datos únicos, como la chance que tuvo de ver con vida a varios militantes de la Contraofensiva que están desaparecidos/as, entre quienes se cuentan Alcira Machi Durante, Sara Isabel Ponti, Jorge Alberto Pared, Orlando Ruiz y Silvia Dameri. (Por El Diario del Juicio*) 📝 Texto  👉 Fernando Tebele 💻 Colaboración especial  👉 Valentina Maccarone 💻 Edición  👉 Diana Zermoglio 📷 Fotos  👉 Fabiana Montenegro   📹 Video  👉  Fernando Tebele☝ Foto de Portada: Basterra en pleno testimonio ante el TOCF Nº4   Fabiana MontenegroEs una suerte de celebridad de los juicios de lesa humanidad, si cabe esa calificación muchas veces utilizada para personajes demasiado banales. Víctor Basterra es, tal vez corresponda más señalar, una suerte de héroe de nuestro tiempo. No por haber conseguido sobrevivir a cuatro años de torturas de todo tipo en la ESMA; a esta altura ya sabemos -y este juicio lo ratifica con mucha precisión y certeza- que la supervivencia o no dentro de lo que Pilar Calveiro llamó sistema concentracionario, siempre estuvo en manos de los genocidas, nunca en las de sus víctimas. Es un héroe de nuestro tiempo por la ética con la que se movió en ese camino fangoso del secuestro y la desaparición, por el arrojo con el que se jugó la vida para fotografiar todo tipo de pruebas durante su cautiverio, y por su obsesión posterior dedicada a “perseguir a los ñatos”, como suele llamarles a los genocidas. “Es la persona más valiente que conocí en mi vida”, dijo alguna vez Carlos Lordkipanidse, otro sobreviviente de la ESMA que “convivió” con él “en la misma escuela”, como suelen decirse, pisando una línea risueña sobre aquellos hechos que sólo ellos pueden transitar.Es tal celebridad Basterra, que se le puede atribuir responsabilidad en que, por primera vez en este juicio, un imputado haya solicitado quedarse en la sala. Es Marcelo Cinto Courtaux, el único que está preso en cárcel común por haber estado prófugo varios años. Nadie sabe por qué eligió quedarse esta vez. No es una locura pensar que pudiera ser por su testimonio en particular. Cinto Courtaux es un “peso pesado” de la inteligencia. Y Basterra siempre recuerda, lo hará más tarde, que cuando le anunciaron su libertad, en diciembre de 1983, “Me dijeron: ‘te vas, pero no te hagas el pelotudo porque los gobiernos pasan, pero la comunidad informativa siempre queda’. Cosa que corroboré y se puede corroborar ahora”, dirá. Estamos a punto de certificar, una vez más, a través de su testimonio, cuánta verdad hay en lo que él mismo dijo hace pocos meses en una visita a la ESMA: “No me hice el pelotudo, me hice el re-pelotudo”. *** Basterra llegó con la audiencia ya comenzada. Probablemente por su presencia, el tránsito de público saliendo y entrando de la sala es mayor al habitual. Todos y todas quieren charlar con él. Algunas personas vinieron por primera vez al juicio sólo para poder darle un abrazo, como Liliana Pellegrino, también sobreviviente de la ESMA, que vive en Suecia y, de paso por Buenos Aires, no quiso perderse la ocasión. El testigo está habituado a pasar largas horas ante los jueces. Su declaración en el Juicio a las Juntas duró más de cinco horas. Alguna vez contó que, cuando fueron a declarar a España ante el juez Baltasar Garzón, porque aquí había impunidad, Enrique Cachito Fukman, otro sobreviviente de la ESMA, le dijo: “esta vez no me vas a cagar. Entro yo primero y me vas a tener que esperar vos”. En esta ocasión se sabe que no durará tanto. No es un juicio por la ESMA, donde los documentos aportados por Basterra prácticamente sostienen, por sí mismos, la prueba documental del juicio entero (“Sólo con su testimonio podría condenarse a casi la totalidad de los 60 imputados”, dijo alguna vez Mercedes Soiza Reilly, fiscal del tramo III de esa megacausa, el juicio más importante de la historia argentina). Su presencia en la causa por la represión a la Contraofensiva sorprende a muchas personas. El testimonio será breve , la espera no. Cuando uno de los secretarios del tribunal sale a buscarlo, él camina con seguridad, pero también con esa carga que implica tener que recordar todo otra vez, no olvidarse de ningún nombre, de nada importante. Tiene la columna hecha trizas. Estaba casi imposibilitado de caminar, pero una operación que le realizaron en 2007 le ayudó a enderezar el rumbo, aunque todavía lo agobian esos dolores. Si no fuera consecuencia de las torturas, no estaría mal suponer que ese padecimiento podría obedecer al peso de la responsabilidad de recordar todo con su memoria envidiable. Pero el genocidio cancela todo tipo de metáforas.  Basterra ingresa a la sala y se sienta frente al tribunal. apoya debajo de la mesa una suerte de maletín informal de color negro. Hace un rato nos mostró lo que traía allí: unas publicaciones de aquella época del Peronismo de Base. Se lo ve en ellas treintañero, con su cabello llegando a los hombros. “En la foto estamos El Tordo Mars, José Osvaldo Villaflor, Jorge Di Pasquale y yo. No sé qué fue de El Tordo. Villaflor se suicidó en julio del ‘92, Di Pasquale está desaparecido. Y yo, ya sabéis…”, dice con complicidad, y larga una risotada. A punto de cumplir 75 años el 1 de diciembre, tiene una calvicie prolijamente afeitada. Está igual de petiso que siempre, aunque su accionar le agiganta la figura. Una campera beige tapa casi por completo la camisa blanca, pero no impide que se vea la rosa roja tejida a mano, el sello simbólico de este juicio, que pidió durante la espera y que sobresale de su pecho.  “Tengo interés en que se aclare esta historia. Siempre he apoyado la Memoria ,la Verdad y la Justicia”, dice a modo de presentación. También pide disculpas

Silvia Canal dio testimonio acerca de Carlos Marcón, un militante de las Ligas Agrarias de quien fue pareja durante el exilio. Marcón desapareció al regresar al país para salvar a dos militantes. Susana Machi y Nora Patrich trajeron a la sala la historia de Alcira Machi, hermana de Susana y cuñada de Nora. Desde sus sensibilidades de mujeres, consiguieron que una jornada corta tuviera alta calidad emocional. (Por  Fernando Tebele para El Diario del Juicio*)  Colaboración especial: Valentina MaccaroneEdición: Martina NoaillesFoto de portada: Susana Machi y Nora Patrich al final de una jornada en la que Alcira Machi estuvo presente. (Julieta Colomer/DDJ)“Quiero que se haga justicia por los compañeros muertos o desaparecidos”, dice Silvia Alicia Guadalupe Canal apenas después de prometer decir la verdad. De su cuello se sostiene una foto que cae y se amarra fuerte en su piel. Es el rostro de Carlos Marcón, uno de los militantes que fueron víctimas de la represión a la Contraofensiva.“Yo a Carlos lo conocí a principios del año `80 en España donde circunstancialmente había viajado dos meses antes con mi papá. Yo vivía en México y estaba exiliada desde el año `76. Había estado presa y fui opcionada a México”. Canal cuenta que luego se quedó sola en Madrid y allí conoció a un grupo de compañeros/as, entre ellos algunos que formaban parte de las Ligas Agrarias. “A principio del ‘80, en un partido de fútbol, una mateada, conozco a muchos compañeros que eran de las Ligas Agrarias. Yo militaba en la JUP de Ciencias Económicas de Santa Fe. Lo conocí a Carlos y a dos compañeros más que estaban siempre con él, con los sobrenombres de Pato y Ernesto. Después de muchos años, por otra causa, me enteré porque me hicieron reconocer sus rostros, de que eran Hugo Vocouber y Luis Fleitas. Carlos no tenía pareja en ese momento, Pato y Ernesto sí tenían, pero en ese momento no estaban en España con ellos. Entonces hicimos un grupo donde salíamos siempre juntos. Ellos venían al departamento donde yo vivía”.Marcón es uno de los integrantes de las Ligas que pudieron salir del país luego de estar ocultos por años en el monte. Canal y Marcón se engancharon. “Al poco tiempo yo inicio una relación de pareja con Carlos y él se viene a vivir al departamento donde yo vivía, que estaba cerca de la Puerta del Sol. Estuvimos unos meses viviendo ahí y alrededor del mes de abril él me comenta que tiene que viajar a la Argentina para tratar de darles dinero y documentos a dos compañeras que estaban en una situación muy vulnerable de seguridad, para que pudieran salir del país. Nunca le pregunté quiénes eran”, relata. Silvia tiene el pelo blanco prolijamente recortado. Algunos mechones negros resisten todavía. Un tapado rojo y larguísimo invade sus piernas. Desde atrás, se adivina un cuello de polera negro. No tarda demasiado en ir al punto dramático, el del regreso al país de Carlos, el de su secuestro y desaparición. “Tenía que venir a traer eso sólo, era una cuestión puntual, no iba a tardar más de un mes, un mes y medio. De hecho yo lo ayudé a esconder en una agenda de cuero unos documentos y plata que él traía. Con eso vino para estas dos mujeres que tenían que salir”. Cuenta que Marcón pasó por San Pablo. Puede precisar las fechas. Las cartas, otra vez las cartas como testimonio certero e inalterable. “El 1 de mayo (estaba en San Pablo), porque tengo acá algo que les quiero mostrar, él me manda un telegrama. Él me iba a avisar qué día iba a entrar al país. Ese mismo día mandó una carta aparte de esto, diciendo que mandaba un telegrama. Me la mandó a mí. Entonces yo sabía que el 4 de mayo, este telegrama yo se los había mostrado a Pato y Ernesto, y era como que las noticias que yo tenía de él se las contaba. Luego él me escribió dos cartas más. Una fue el día 12 de mayo. Me contaba cómo había sido el ingreso al país, pero no me decía por dónde había entrado, yo nunca supe. Me contó que en la frontera no le habían revisado ningún bolso, había pasado tranquilo y que había tomado un micro. Y que todo el viaje se había desarrollado normalmente hasta que llegó a la altura de Campana, como a las 6 am decía, y que había un operativo policial con gente de civil, tres Falcon que estaban deteniendo a los micros que vienen del exterior. Hacían bajar a los de entre 15 y 40 años, los hacían formar en fila, y con las luces de los autos los alumbraban y les revisaban los documentos hoja por hoja. Dijo que se habían presentado como si fueran de migraciones. Gente de civil y policías. No sé si dije que decía que había una fila como con cinco micros”, revisa Canal, con miedo de olvidarse de algo, con la responsabilidad que siente cada testigo de no olvidar ningún dato, mucho menos algún nombre. Silvia Canal frente al tribunal (Foto: Luz Deñisoff/DDJ) La caída Silvia advierte que Carlos siempre trató de darle tranquilidad, pero un día llegó la noticia posible, la más temida. “Él siempre me tranquilizó diciéndome que no iba a pasar nada porque iba a poder volver. El 3 de junio mandó la última carta. Esta carta yo la recibí después de enterarme que a él lo habían detenido y que estaba desaparecido porque él mandó esa carta que también decía Argentina el 3 de junio”. Antes de recibir la carta, Canal supo de su secuestro a través de Vocouber y Fleitas. “Pato y Ernesto me vinieron a decir que él había hecho una cita en Río de Janeiro con las dos compañeras que venía a buscar y que las compañeras estaban a salvo en Río, que habían ido a la cita dos días seguidos (no sé qué días eran) y que Carlos no se había presentado y temían lo