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Alejandro Korz


La construcción de un estadio cubierto en los terrenos de la sede del Club Atlanta, en Villa Crespo, preocupa a un grupo de vecinos y vecinas que piensan que el barrio no está preparado para ese tipo de emprendimiento y temen por las consecuencias que pudiera traer aparejadas. Desde el club aseguran que el “miniestadio” cumple con todas las normas legales e impactos ambientales, además de traer beneficios para Atlanta y para el barrio. En Radio La Retaguardia decidimos escuchar a una de las vecinas, Leila, en el programa Otras Voces Otras Propuestas; y también al actual vicepresidente de Atlanta, Alejandro Korz, en el programa La Retaguardia. (Por La Retaguardia)Fotos: la obra avanza a toda velocidad (Fotos de Luis Angió) Las noticias acerca de la construcción de un estadio cubierto en terrenos en desuso de la vieja sede social del Club Atlanta, dan cuenta de que esta historia comenzó en 2014. En realidad, conviene irse a los ’90.El 25 de septiembre de 1991 es una fecha que nadie que quiera a ese club olvidará jamás. Ese día, la justicia declaró la quiebra. La sede fue inmediatamente clausurada. Un club social que en los ’80 debatía acerca de si estaba bien que en ese lugar hubiera canchas de tenis en lugar de canchas de fútbol, ya no tenía debate posible. Fue la muerte. Con el correr del tiempo, y gracias a una Comisión de Apoyo que se conformó para intentar salvar al club, pudieron reabrir el Estadio de la calle Humboldt. En las sombras, había una figura tan oscura que costó bastante tiempo divisar: Miguel Ángel Broda, operador financiero encumbrado; la persona a la que Carlos Menem iría a buscar poco tiempo después para remplazar a Domingo Cavallo. Broda, con especial apego por construir poder desde el perfil bajo, diría que no. Volvamos a Atlanta. A cambio de seguir funcionando, Atlanta entregó su sede a una empresa llamada Consucont, perteneciente mayoritariamente a la familia Peirano, por entonces dueña de Su Supermercados, que luego se convertiría en la cadena Disco. La empresa se encargó de negociar con los deudores el pago de las deudas. Durante años la vieja sede permaneció cerrada, a la espera de que pudiera cambiarse el código urbanístico que impedía allí levantar un complejo de torres de departamentos.Con el nuevo siglo ya instalado, un grupo de socios organizados, y también los directivos a cargo, consiguieron reabrir la sede. No fue tan fácil. Debieron movilizarse varias veces a la legislatura porteña, hasta que consiguieron que el Gobierno de la Ciudad expropiara los terrenos y se los entregara al club en comodato. La misma gente que lloraba en 1991 sobre la calle Humboldt, desconsolada por el diágnostico de agonía para el club, volvió a llorar, pero esta vez de alegría, el 27 de mayo de 2007. Entre los escombros, el efímero jefe de gobierno porteño Jorge Telerman, dio un discurso de reapertura del lugar. Había también una nueva generación que no vivió la quiebra y que se esperanzaba con la nueva vieja sede. Allí también estaba, como presidente, Alejandro Korz, un joven trabajador bancario, alto y flaco, con mucha capacidad discursiva y evidentemente hábil para la política.¿Qué tiene que ver todo esto con el estadio cubierto que hoy enfrenta al club con un grupo de vecinos y vecinas? Todo. Porque hace 30 años, esas puertas parecían cerradas para siempre. Hoy, la discusión pasa por si es poco o mucho lo que la empresa pagará, y si el barrio está dispuesto a cambiar su fisonomía y seguramente alguna costumbre. Es una discusión que merece ser dada, pero al menos hay sobre qué discutir futuro.La obra de construcción de un estadio cubierto en parte de los terrenos de la sede del Club Atlanta comenzó en el año 2014 y avanzó hasta su detención en 2015 debido a falta de financiamiento de la empresa constructora y un accidente en la obra. Se vino abajo una parte de lo que intentaba ser un techo, por suerte sin consecuencias para las personas que estaban allí, más allá del enorme susto. Originalmente, el proyecto hablaba de un microestadio para eventos deportivos y artísticos con capacidad para 10 mil personas. Cuando se retomó el proyecto en 2017, se incrementó la capacidad a 11.500 sentadas y un total de 16 mil ocupando el campo. También se aumentó el tamaño de 17 mil metros cuadrados a 28 mil. Tras una votación en la Legislatura porteña, el terreno fue cedido al Club Altanta en comodato, y este decidió rentarlo a un concesionario para la construcción del Estado, con capacidad mayor a la del Luna Park. El financiamiento está a cargo de capitales norteamericanos -la empresa AEG Worldwide- y el diario La Nación, que firmaron con el club un contrato por 40 años. Ya están pagando un canon mensual de 30 mil dólares mensuales al club, que se incrementarían a 50 mil cuando comience la explotación. Algunos vecinos y vecinas de Villa Crespo temen que la construcción de esta obra pueda impactar ambientalmente en el barrio, trayendo problemas como falta de luz, ruidos molestos, un mayor caudal de tránsito y la contaminación que deviene de tener más autos circulando por las calles. También presienten que podría ser el inicio de una oleada de negocios gastronómicos que lleguen a asentarse en la zona y otros negocios inmobiliarios que traerían mayores complicaciones al barrio, que ya no está tan tranquilo como antes.Lo cierto es que la obra está en marcha –supuestamente se terminaría en abril de este año- y para el Club Atlanta es la solución económica a los problemas financieros que tiene, pero también la oportunidad de generar más y nuevos espacios para que vecinos y vecinas del barrio puedan disfrutar. Los miedos del vecindario Leila es una vecina del barrio. Está preocupada y comenzó a juntarse con más gente. Arrancó relatando la historia de esta obra que para ella traerá muchos problemas al barrio: “Había un esqueleto de ese estadio que hizo la empresa Lugones Center SA, pero se frenó la construcción