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Armando Croatto


Después del comienzo arrollador la semana pasada, Pablo Llonto continuó con su extenso alegato representando a 36 sobrevivientes y familiares. Además de profundizar los casos de Jorge Quiroga; Regino González, junto a su compañera María Consuelo Castaño Blanco y sus tres hijas también secuestradas; Daniel Crosta y Armando Croatto. Con su particularidad de ser periodista además de abogado, Llonto abordó con claridad, contundencia y comodidad la relación estrecha y esencial entre los más influyentes medios de comunicación comerciales y la dictadura para perpetrar el genocidio. (Por El Diario del Juicio*)  📷 Fotos: Natalia Bernades/Julieta Colomer  ✍️ Textos 👉 Fernando Tebele 💻 Edición de Audios: Paulo Giacobbe 💻 Edición: Fernando Tebele/Martina Noailles ☝   Foto de Portada: Virginia Croatto clava su mirada en los ojos esquivos de Eduardo Ascheri, el único de los imputados presentes en la sala. 1- Regino, Croatto y Mendizábal 👇  DESCARGAR Al tomar el caso de Regino González, Llonto dio cuenta, tanto a través de documentos del Ejercito como a publicaciones de los medios comerciales, de la relación entre su secuestro y los hechos en los que fueron emboscados Armando Croatto y Horacio Mendizábal. ☝ La foto de Regino González junto a dos de sus tres niñas.📷 Natalia Bernades/El Diario del Juicio 2- Tres chicos y los derechos humanos 👇 DESCARGAR María Consuelo Castaño Blanco, la compañera de Regino González, y sus tres niñas fueron secuestradas y pudieron sobrevivir. Llonto mostró una nota de la Revista GENTE, titulada “Tres chicos y los derechos humanos”, en la que utilizaron diferentes recursos para ocultar los secuestros. El staff mostraba renombrados periodistas aún al día de hoy, como Samuel “Chiche” Gelblung. 3- Establecimiento especializado 👇 DESCARGAR El abogado recomendó ir a las diferentes hemerotecas para acceder públicamente a las publicaciones periodísticas sobre el secuestro de las tres niñas. “Los diarios hoy aún siguen mintiendo. Nunca se rectificaron”, dijo Llonto. “Para preservar a las niñas de los delincuentes fueron llevadas a un establecimiento especializado”, decía Clarín. En realidad no estaba tan errada la nota: era un lugar especializado sí, pero en mantener secuestrados/as a hijos e hijas de militantes. 4- Eso no se firma 👇  DESCARGAR  “Así como la cobardí ay el ocultamiento de los imputados que hablan de algo que denominan guerra pero dicen que no hicieron nada, en el periodismo pasa lo mismo: todas las notas que están en la causa por Regino, Consuelo y las chicas, no llevan firma. Estamos mostrando el staff, pero las notas no llevan firma”, explicó el abogado. ☝ La elocuencia de Llonto, un especialista en desnudar la función específica que cumplieron los principales medios tradicionales de comunicación durante el genocidio.📷 Natalia Bernades/El Diario del Juicio 5- La jueza y la prensa en el Estado terrorista 👇 DESCARGAR “Andrés Castaño, el papá de Consuelo Castaño Blanco, presentó un Hábeas Corpus, un trámite vergonzoso. El juzgado estaba a cargo de María Romilda Servini de Cubría, jueza federal aún hoy, quien lo rechazó”, contó Llonto mientras mostraba la firma de la jueza. 6- El exilio argentino contra el silencio 👇 DESCARGAR  “Había miles de miles de miles de miles de argentinos de diferentes partidos y ámbitos que estaban desparramados por el mundo. El exilio argentino fue la denuncia permanente que la dictadura luego llamó ‘Campaña Antiargentina”, dijo en otro tramo de su embate certero contra la prensa. 7- Vuelos de la Muerte 👇  DESCARGAR En el caso de Jorge Quiroga, Llonto recordó que durante su testimonio Gabriel Quiroga contó que cuando era bombero en el Partido de la Costa encontraron cuerpos que daban cuenta de los Vuelos de la Muerte. ☝ El abogado querellantes abordó también el caso del secuestro de Daniel Crosta, a quién se ve de fondo, sonriente desde la pantalla.📷 Natalia Bernades/El Diario del Juicio 8- Estaría bueno saber la verdad 👇 DESCARGAR Eso fue lo que dijo Nicolás Crosta en su intervención en el juicio como testigo. Se refería al secuestro y desaparición de Daniel Crosta, su papá. 9- Palabras para Julia 👇 DESCARGAR Siempre a través del testimonio de Nicolás, Llonto narró la estremecedora historia que a su vez Nico recibió de su madre: su padre, Daniel, uno de los encargados de las interferencias a medios comerciales durante la Contraofensiva, ponía una canción de Paco Ibañez para que su compañera supiera que era él quien las hacía. ☝ Símbolo destellante durante el juicio, también en las instancias de alegatos la rosa roja resalta desde el pecho de cada una de las pocas personas que asisten presencialmente al juicio.📷 Natalia Bernades/El Diario del Juicio 10- Guardería 👇  DESCARGAR Entre los testimonios que tomó para referirse a Armando Croatto, tomó el de su hija Virginia Croatto: “Además de todo lo que hizo para esta causa, Virginia sumó lo que hizo con la película sobre la guardería”, a la que calificó como una “bella historia de amor y militancia”. 11- Enfrentamientos 👇  DESCARGAR Con citas también a la prensa internacional, abordó el hecho en el que fueron baleados, secuestrados y desaparecidos Armando Croatto y Horacio Mendizábal. Entre ellos recordó la nota de el diario Uno más uno de México. 12- Dos compañeros 👇  DESCARGAR “Para los militares mataron dos terroristas; para la verdad, dos compañeros asesinados con una trampa tendida con un secuestrado en Campo de Mayo”, contrastó Llonto en referencia a los crímenes de Croatto y Mendizábal. Del operativo hicieron participar a Jesús María Luján, quien ya estaba secuestrado e intentó avisarles a sus compañeros que se trataba de una trampa. ☝ El juez Rodríguez Eggers toma notas mientras escucha a Pablo Llonto. 13- Revista GENTE 👇  DESCARGAR De la mano del testimonio de Virginia Croatto, el abogado remarcó el rol de los medios, especialmente el de la Revista GENTE por la masividad y repercusión en otros medios que tenía ese semanario de la Editorial Atlántida. 14- Burdos 👇  DESCARGAR “Hay una tarea para la sentencia que es poder contar bien cómo ocurrió este caso. Tiene que quedar registrado como fue, con las fechas, los testimonios (…). ¿Saben lo que significa para los nietos ir a las hemerótecas y encontrarse con estas publicaciones sin niguna aclaración? ☝ Al cierre de la jornada, posaron para El Diario del Juicio, de izquierda a derecha:

La fiscal Gabriela Sosti continúa con su alegato. En la segunda jornada, volvió a reafirmar que pedirá declarar cumpables a los seis imputados por todos los casos repasados hasta aquí. En otra extensa jornada, con extraordinaria precisión y prolijidad, la fiscal dejó en claro entre los testimonios y los documentos que obran en la causa, alcanza para solicitar condenas. (Por El Diario del Juicio*)  📷 Fotos 👉 Gustavo Molfino📷 Selección de fotos 👉 Martina Noailles ✍️ Textos 👉 Martina Noailles/Fernando Tebele ☝ Gabriela Sosti remarca cada palabra con una entonación particular. En un ir y venir entre testimonios escuchados en el juicio y documentos probatorios que sostienen la causa judicial, las imágenes acompañan el relato. Con sus anteojos grandes que ocupan casi la mitad del rostro observa el pasado con precisión. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ De izquierda a derecha: Luciana Milberg, sobrina de Raúl Milberg; Susana Brardinelli, sobreviviente y esposa e Armando Croatto; Daniel Cabezas, sobreviviente; Florencia Tajes Albani, hermana de Daniel Crosta; y Virginia Croatto, hija de Armando y Susana, asistieron a la audiencia, respetando las distancias físicas, pero a la vez con todo lo que implica regresar a la presencialidad, aunque sea acotada. En el fondo asoma Luis Picoli, primo de Carlos Piccoli. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ En esta segunda parte del alegato, casi al comienzo, Sosti atraviesa con su relato las historias de Armando Croatto (en la foto de la pantalla) y Horacio Mendizábal, quienes cayeron en el mismo operativo en un supermarcado de Munro. Mostró documentos de inteligencia. “Con el numero 4 y 5 del listado de bajas lo mencionan como Petete, Mayor, Primer Secretario de la Rama Sindical. En el informe del GT2 CRI del 15 de octubre 79 anotaron su asesinato. La función de Armando Croatto era netamente política. Desde el exterior denunció las violaciones a los derechos humanos en organizaciones internacionales de trabajadores. Conocemos el legajo del Jefe de la SOE del Departamento de Inteligencia de IIMM el Mayor Eduardo Francisco Stigliano de donde surge con claridad que el operativo de secuestro y asesinato de Croatto y Mendizábal, partió de Campo de Mayo a cargo de la patota del SOE, y sin dudas de las unidades de inteligencia, fueron hasta del 601”,  “La determinación de ese blanco estaba indicada en la orden 604/79. Y su cumplimiento, que incluyó el aniquilamiento de Armando, fue volcada como análisis final en el informe elaborado por la Jefatura II donde hacia sus análisis Apa, para que los rubrique Alberto Valin”, señala. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Entre el público estaba Susana Brardinelli, la esposa de Croatto. Con la foto de Armando en el pecho, más dos rosas rojas, clavadas en sus ropas, escuchó una vez más el relato de cómo lo asesinaron. “Ese día Susana Brardinelli desesperada se cargó sus hijos al hombro y ‘levantó la casa’. El tiempo de llegada de su compañero estaba superado. Debían resguardarse. Susana no sabía aún que habían asesinado a su marido y la atormentaba la idea de que sus hijos fueran usados para arráncale información a Armando. Porque esa también era una práctica de la Inteligencia para sacar información. Para explotar sus fuentes. Torturar a los hijos para que hablen sus padres. No tenían límites”, narró la fiscal. “El 21 de setiembre de 1979 después de una odisea Susana logró salir de la Argentina, con sus hijos”, finalizó sobre el caso. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ En otro documento desclasificado, se desprende que “Viola se jactaba ante el embajador norteamericano Castro, de que Croatto y Mendizábal habían sido eliminados con su autorización, y le garantizaba que otros van a recibir el mismo tratamiento. Y cumplió. Esta es la prueba determinante de que los mataron a todos después de tenerlos cautivos en Campo de Mayo. Viola lo dijo”, asevera con tono firme la fiscal. “Los militares argentinos informándole a la embajada que guardó durante años bajo 7 llaves esta y mucha otra información que en cuentagotas y tardíamente va saliendo a la luz”. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ “El 26 de junio del 2019 Martín fue la memoria de su familia diezmada. Su relato, como el de Benjamín Ávila, es un reflejo de cómo el genocidio atravesó las historias familiares y las clases sociales”, dice Sosti. “Horacio Mendizábal fue miembro de la Conducción Nacional y Comandante Montonero. Y en estos años fue asignado como Secretario de Agitación, Prensa, Propaganda y Adoctrinamiento. Entró a la Argentina como responsable de las tareas de agitación. Fue en marzo de 1979 que se tomó la decisión del retorno. Así se lo anunció a Martín. Y lo consoló cuando su hijo lloró por temor a que lo maten”. En la sala, cierra los ojos Martín Mendizábal. No está dormido. Sostiene su cabeza con la mano entera y deja, seguramente, que sus recuerdos se vayan cruzando sin pedir permiso. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Ella es Adriana Lesgart. Fue secuestrada durante la visita de la Comisión Interamicana de Derechos Humanos, en septiembre de 1979, en la mismísima Av. de Mayo, donde miles de personas aguardaban para poder hacer sus denuncias. En la foto se la ve con su compañero, Héctor Eugenio Talbot Wright, secuestrado y asesinado en 1975.  📷 Gustavo Molfino/El Diaro del Juicio  ☝ “Como una muestra más de las operaciones de tortura psicológica sobre los familiares, para mantenerlos callados, para que no hagan reclamos, para que se queden esperando, fraguaban cartas en las que hacían decir a la persona secuestrada que estaba en el exterior que volvería pronto, que había abandonado la militancia y una sarta de patrañas, que -insisto- le obligaban a escribir de puño y letra desde el centro clandestino donde la tenían cautiva bajo tormentos. En el caso de Adriana (Lesgart), no solamente la forzaron a escribir esto, sino que mandaron estas cartas desde Brasil. Desde dos hoteles de Copacabana donde Adriana nunca estuvo. Esas dos cartas prueban que operaban desde Brasil, pero además demuestran que en diciembre del ‘79 aun la tenían en Campo de Mayo bajo tormentos”, dice Sosti mientras en la pantalla se lee la carta fraguada. 📷 Gustavo Molfino/El Diario

Con algunas rutinas alteradas, esta jornada del juicio sirvió para agregar tramos a varias historias ya abiertas en otros testimonios. Los cinco testigos del día agregaron datos acerca del operativo del Batallón de Inteligencia 601 en Perú, los secuestros en una casa de San Antonio de Padua y el contexto sindical en el que intentó operar Montoneros durante la Contraofensiva. (Por Fernando Tebele para El Diario del Juicio*) Fotos: Gustavo Molfino/DDJFoto de portada: Juan Carlos Villalba, después de su testimonio, junto a Gustavo Molfino (Paula Silva Testa)Colaboración: Diana Zermoglio  Esta mañana es diferente a las otras. Entre las rutinas de este juicio, la primera que ocurre cada martes es cuando los cinco imputados que están en Buenos Aires entran a la sala. Eduardo Ascheri, Jorge Bano, Jorge Apa, Raúl Muñoz, Roberto Dambrosi y Cinto Courtaux (escoltado por agentes del Servicio Penitenciario porque es el único que está preso), traspasan la puerta. Las pancartas con los rostros de los y las militantes que no están, se levantan bien alto. Los imputados miran al piso, indefectiblemente. Se entablan las comunicaciones por videoconferencia con Mar del Plata y Tucumán, donde están los otros dos imputados, Luis Firpo y Alberto Sotomayor, respectivamente. Los esfuerzos del sonidista nunca son suficientes para que los enlaces funcionen correctamente; el equipamiento de la sala es más precario de lo que el esfuerzo de todas las partes del juicio se merecen. En ocasiones parecen más eficientes las comunicaciones clandestinas que recuerdan los y las testigos -una carta guardada en un frasco en el hueco de un árbol del monte, por ejemplo- que una simple videoconferencia en la era digital. Antes de comenzar con los testimonios, el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, les dice: “los imputados están dispensados”. Los integrantes del Batallón de Inteligencia 601, acusados por los secuestros, desapariciones, asesinatos y todo tipo de vejaciones contra 94 personas, se levantan y comienzan a arrastrar sus pies hacia la puerta de salida. Otra vez se levantan las pancartas. Con cada mirada de los acusados que se clava en el piso, más se agigantan los rostros jóvenes que nunca envejecieron.Pero esta mañana es diferente a las demás. Los imputados todavía no salieron. Llega el permiso del tribunal y comienzan a andar. La escena transcurre como siempre, pero hay algo que altera la rutina. Gonzalo Cháves está sentado en la silla para dar su testimonio. Entonces se cruzan por primera vez los imputados con un testigo listo para declarar. Tienen casi la misma edad. Cháves está por decir que tiene 80 años. Le pasan por al lado. El testigo los mira. Las otras miradas nunca sueltan el suelo. Hay una fuerte victoria simbólica en esa imagen. *** Gonzalo Cháves parece más joven que lo que cuenta. El cuello de una camisa a cuadros se monta sobre el pulover azul. Es un testigo de la querella mayoritaria, razón que altera otra vez la rutina. No es la fiscal la que comienza con las preguntas, sino el abogado querellante, Pablo Llonto. —Gracias por venir a dar tu testimonio. Quería que le cuentes al tribunal, brevemente, si tuviste alguna actividad sindical en los años ’60 y ’70 y en los años de la Contraofensiva —da pie Llonto.—Voy a pedir permiso para usar un ayuda memoria porque tengo muchas fechas y nombres que no recuerdo —arranca Cháves y hace un punteo rápido de varias décadas de historia—. Nací el 14 de agosto de 1939. Tengo 80. En 1963 ingresé a la Juventud Peronista de La Plata y fui miembro de la conducción. En 1964, ingresé a la empresa nacional de teléfonos. Ahí comenzó mi actividad gremial: fui delegado y también miembro de la mesa de conducción de esa actividad. A fines de 1972, la JP de La Plata resolvió por unanimidad sumarse a la organización Montoneros. El 8 de agosto, en 1974, en un raid de muerte, la organización paramilitar Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) mató a 4 compañeros en La Plata. Gringo (Carlos) Pierini, dirigente petrolero; Luis Marcor, estudiante recién recibido de periodista; a mi padre Horacio Irineo Cháves, suboficial mayor del ejército (RE) y secretario general del PJ de La Plata, y a mi hermano Rolando Horacio (Cháves), que era técnico mecánico. Con esa crudeza inicia su relato Gonzálo Cháves. “La Triple A también me fue a buscar a mi casa en Los Hornos. Me había mudado hacía unos meses así que zafé en esa oportunidad”, dice. Recuerda que su padre participó de un intento de levantamiento militar contra la autodenominada Revolución Libertadora, por lo que fue condenado a fusilamiento aunque, a última hora, “la fusiladora”, como se la conoce popularmente, lo perdonó. “Después de la muerte de mi hermano y mi padre, viví 10 años en la clandestinidad, hasta que llegó la democracia en el ’83. En marzo de 1977 nos fuimos del país con mi familia. Estuvimos en Roma y en Madrid. Participamos del lanzamiento del Movimiento Peronista Montonero, el 22 de abril de 1977 en Roma. En Madrid se formó el Bloque Sindical del Peronismo Montonero. Ahí me volví a encontrar con Armando Croatto, que lo conocía de la militancia sindical y conocí a José Dalmaso López y Aldo Morán (sobreviviente de la redada del 601 en Perú durante la Contraofensiva)“. Cháves relató la gira que emprendieron para denunciar, donde se los escuchara, las atrocidades del genocidio en Argentina. Pasaron por España, Argelia, Cuba, Ecuador y México con sus disertaciones. También estuvieron ante la OIT (Organización Internacional del Trabajo) “donde entregamos por primera vez una lista de dirigentes sindicales, delegados y activistas presos, muertos y desaparecidos. Además de una lista de todos los sindicatos intervenidos. Pedíamos en ese dossier el levantamiento de la intervención a los gremios y la CGT. Traje una fotocopia de ese documento”, busca entre sus papeles y lo levanta. Intentos de asesinato en Europa Sin prisa y con precisión, Cháves habla de sí mismo en tercera persona para contar la persecución de la Triple A en Europa. “El 12 de octubre de 1979, se presentaron ante la

Mario Álvarez era, en septiembre de 1979, mozo de un bar de Munro. Vio el momento en el que una patota del Ejército se llevaba a Horacio Mendizábal, que había ido allí para encontrarse con Armando Croatto, que también cayó minutos después. (Por Fabiana Montenegro para El Diario del Juicio*)Ilustración de tapa: Antonella di Vruno—¿Qué haces, Julio, no trabajás más? –le preguntó Álvarez a su compañero al ver que salía del bar sin el saco.—No, el viejo (como llamaban al dueño) me pidió el saco porque iba a probar un mozo –le contestó Julio.Álvarez, que hacía unos días había renunciado, estaba ahí para cobrar lo que le adeudaban. Entró por el pasillo de atrás del lugar, que lo llevaba al bar. Habrá avanzado unos metros cuando vio, en medio de un tumulto, cómo sacaban a un hombre que estaba sentado en una de las mesas, casi a la salida. Uno de los que intervenía forcejeando para llevárselo era el que supuestamente estaban probando como mozo. Álvarez podría haber pensado que se trataba de un borracho, si no fuera por los gritos de “corransé, Ejército, Argentino, salgan de acá”. Segundos después, se oyó una explosión. Entonces, no tuvo dudas: se trataba de un operativo.El que relata en la séptima audiencia frente al Tribunal es Mario Álvarez, testigo presencial de los hechos ocurridos aquel 17 de septiembre de 1979 cuando cayeron en una emboscada, en el Bar La Barra de Munro, Armado Croatto y Horacio Mendizábal.“A esta persona –continúa Álvarez— se la llevaron de manera violenta por la puerta lateral, por donde iba a intentar ingresar el otro. El ruido de la explosión –supo después por los comentarios— era de una granada. Y se le atribuía a la persona que, luego de estacionar el auto en la precaria cochera de la Ciudad Comercial Canguro, donde se hallaba el bar, intentó ingresar al local. Pero al escuchar la orden de detención, reaccionó lanzando el explosivo y corrió hacia la calle Drago. Estas personas armadas, de civil, lo persiguieron a los tiros”. Todo ocurrió rápido, con la velocidad de las balas. Lo siguiente fue el charco de sangre que quedó en la vereda de la calle Drago.Lo demás fueron comentarios que le hicieron, aclara Álvarez. “Al otro día, o al siguiente, yo tenía la costumbre de leer Clarín. Ahí mencionaban el tema de un muerto, y hablaban de Mendizábal. Años después, rememorando este hecho con un compañero,  me dijo que el otro muerto era Croatto”.—¿Usted vio alguno de los dos muertos? –le pregunta el juez Rodríguez Eggers.—No. Yo vi que sacaron a una persona.—¿Y se acuerda si era alguno de los dos? ¿O asoció después con el tiempo?—Por los relatos, casi no tengo dudas de quién era quién –afirma Álvarez—. Porque además una de las cosas que decían era que el que bajó del auto estaba gordito porque casi no podía correr. Después, cuando conocí a Virginia –la hija de Armando Croatto—, sin que yo le dijera esto, me dijo: “y, mi viejo estaba gordo”.—El que sacaron, ¿quién era? —Rodríguez Eggers insiste para que quede claro.—El que sacaron, a mi entender, era Mendizábal. Un falso enfrentamientoPara Virginia Croatto –que declaró en la segunda audiencia— se trató claramente de una emboscada. “Por el rango que ocupaban dentro de la organización, ellos no tenían contacto directo: el contacto era José María Luján Vich (el Pelado Luján), que había sido secuestrado y llevado a Campo de Mayo (y estaba bajo tortura en ese momento). A Croatto, su padre, y a Mendizábal los juntó el ejército con la idea de fabricar un enfrentamiento para justificar su accionar frente a la Comisión Interamericana de Derechos humanos (CIDH). Para la dictadura era importante encontrar a Croatto, pero más a Mendizábal que, por su jerarquía, era más requerido”, afirmó entonces. Mendizábal era parte de la conducción de Montoneros.El testimonio que ahora brinda Mario Álvarez como testigo del hecho permite reconstruir los detalles de esa cita en el bar de Munro entre los dos referentes de la organización. Una cita sospechosa porque ya la habían cambiado en dos oportunidades. Pero Croatto fue igual porque pensó que algo había que hacer por los amigos de la familia que habían desaparecido días antes: Regino Adolfo González (Gerardo), su mujer María Consuelo Blanco, y sus tres hijas pequeñas. Álvarez aporta además otro dato significativo. Según su relato, ese día, no pudo ver nada más porque las personas armadas de civil impidieron que ingresara. Él y otros compañeros se refugiaron en una parrilla que estaba en la parte de atrás del predio. Y finalmente se fueron sin cobrar. Pero al día siguiente, cuando volvió, Julio le comentó que la noche anterior lo habían citado a declarar. Álvarez no tiene el registro exacto en su memoria, pero entiende que era en la Comisaría de Boulogne. “Me mostraron un muerto con un tiro en la cabeza –recuerda Álvarez que le dijo, sorprendido, Julio— . Y tenía que declarar que esa era la persona que había intentado escapar y tirotearon. Pero no, esa era la persona que estaba tomando café. Julio cuando salió del bar lo había visto sentado”. El dibujo de Álvarez y el índice aclaratorio del juez Rodríguez Eggers. (Foto: Luis Angió/DDJ) El Bar La barraCasi 40 años después, Álvarez dibuja frente al Tribunal y los abogados y abogadas, el lugar elegido por los militares para fraguar el enfrentamiento. Ante la ausencia de una pizarra, en lugar de pararse a dibujar y que lo vemos todos y todas en la sala, las partes se acercan y lo rodean mientras él afina la pluma de su memoria y la vuelca al papel, sentado en su silla de testigo. Entre mediados de agosto y septiembre de 1979, Álvarez trabajó como mozo en el bar La Barra, dentro de lo que se conocía como Ciudad Comercial Canguro, en Munro. El lugar era un antiguo mercado que habían arreglado, con filas de locales comerciales en el centro; hoy podríamos decir una especie de shopping. La zona tenía una urbanización poco relevante:

El último turno del primer día de testimoniales fue para Virginia Croatto. La cineasta realizó una película sobre la Guardería de La Habana donde los niños/as de quienes partiparon de la Contraofensiva quedaron al cuidado de otros compañeros/as. Croatto dio un testimonio muy emotivo, en el que recordó a su padre, Armando Croatto, uno de los diputados del FREJULI que rompieron con Perón ante la profundización de la represión. Croatto participó luego de la Contraofensiva, en la que fue asesinado. (Por Fabiana Montenegro para El Diario del Juicio*)Foto: Virginia Croatto en pleno testimonio. (Fabiana Montenegro)Virginia Croatto será la última en dar testimonio en la intensa jornada del juicio oral y público que se prolongará por casi 8 horas. El cansancio sobrevuela la atmósfera y se hace notar cuando el juez Esteban Rodríguez Eggers interrumpe a la fiscal, que ya comenzó con el interrogatorio, porque se da cuenta de que olvidó de hacerle una de las preguntas de rigor: —¿Jura o promete? Es la hora, pido perdón —dice, con su estilo descontracturado que nunca pierde seriedad. El desliz es un momento que provoca risas entre el auditorio. Todos y todas allí necesitamos reírnos un poco. —Estamos cansados, fue un día largo —dice Virginia. Yo estoy en condiciones, pero no sé…—Nosotros también —responde el juez. Virginia suele hablar con la velocidad de un rayo y sus palabras salen arremolinadas como un huracán. Quienes la conocen saben de esta particularidad. Por eso vuelven a reír cuando el juez se dirige a ella otra vez. —Le voy a pedir si puede hablar un poquito más despacio… es para poder tomar apuntes —le solicita el presidente del tribunal.—Es la historia de mi vida. Todo el mundo me pide siempre eso. —Virginia sonríe de nuevo. Se controla. Sus palabras se atemperan, toman el cauce de un arroyo manso, aunque en algunos momentos vuelven a su normalidad, como si tuviera urgencia por decirlo todo; en otros, las palabras le salen titubeantes, entrecortadas, apenas un hilo de voz apretado por la angustia y el dolor que le provocan ciertos hechos, como por ejemplo, cuando la fiscal le pregunta cómo fue su vida a partir de la muerte del papá. “En el sorteo de estas tragedias -dice Virginia- tuvimos un poco de suerte, porque mi mamá quedó viva. Yo tuve la suerte de poder reconstruir bastante de la historia personal y política de mi papá”. Por primera vez sus palabras tiemblan. Es uno de los momentos más emotivos de esta segunda audiencia.“Lo mataron, pero tengo el cuerpo, algún lugar donde ir a llorarlo, y no padecí la tortura de no saber qué pasó con tu viejo”, dice. Así de trágica fue nuestra historia que la fortuna pudiera pasar por tener el cuerpo del ser querido, evitando la angustia de la búsqueda, del no saber.Después, entre más lágrimas, va a contar que su hermano murió de cáncer a los 40 años. “Para él fue más duro todo esto, era más grande, tenía más noción de lo que estaba pasando”.Cuando las víctimas hablan, todos los asistentes tragan saliva. Los imputados, incapaces de oír las atrocidades cometidas por ellos, están ausentes, porque fueron “dispensados” por el tribunal, y pudieron retirarse. Levantar el nombre de Armando Croatto Virginia tenía 3 años cuando asesinaron a su padre. Su relato es parte de una reconstrucción que ella inició en la adolescencia por una necesidad personal, de las investigaciones que realizó para su documental La Guardería (Ver completo al final de esta nota), donde aborda este período, y también de la búsqueda de información para la causa junto a otros familiares. “Trabajamos mucho para llegar a este momento”, dice.Armando Daniel Croatto nació en 1945. Comenzó su militancia en la juventud de la Acción Católica de la Iglesia de Loreto, en Avellaneda, en un momento en que la Iglesia Católica tuvo un profundo cambio y compromiso en lo social, al menos en alguna de sus líneas internas. Trabajó en la Municipalidad de Avellaneda. Se afilió al Sindicato de trabajadores municipales y armó con otros militantes históricos, que hoy están desaparecidos, una lista opositora a la oficialista.En 1972 hirieron a un militante y Armando Croatto lo llevó al hospital. Esto ocasionó la presencia de policías en la puerta de su casa.  El hostigamiento fue creciendo luego de renunciar a su cargo como diputado por el FREJULI junto a otros 7 diputados. Se habían ido después de una reunión con el mismísimo presidente Perón, luego de que se incrementara la represión y se endurecieran las penas del Código penal para combatir a la otrora juventud maravillosa. Era el momento en el que en el país comenzaba a actuar la Triple A.A partir de entonces, Croatto se integró a la rama sindical de Montoneros. Viajó a Córdoba donde tenía la tarea de armar el partido Peronista Auténtico. En 1976, ya instalada la dictadura militar, otro hecho familiar, no ajeno al contexto político, golpeará a la familia Croatto. Laura Victoria Croatto, hermana de Virginia, que había nacido con síndrome de down, tuvo que ser internada por su estado crítico y falleció en diciembre de ese año.Armando Croatto viajó al exterior para participar en la difusión de las violaciones a los derechos humanos en el país, primero a Europa y luego a México desde donde regresó en el marco de la Contraofensiva. Por voluntad propia “Quiero ser clara con esa postura –enfatiza Virginia- porque hay una discusión sobre la decisión de los compañeros, más allá de las valoraciones que se puedan hacer sobre esta operación: hay una decisión que toman conjuntamente los militantes en un encuentro en el año ‘78, donde se evalúa la posibilidad de entrar o no al país. Y mi papá toma la decisión de entrar”.Luego agrega: “Quiero aclarar que mi papá era amigo personal de Juan Gelman y ellos también habían tomado la decisión de participar en la contraofensiva, la habían votado, y después deciden no hacerlo. Mi papá decide de entrar, a pesar de esta división interna”.Como parte de la Contraofensiva, Croatto realizó funciones políticas junto