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Lo dijo Malena Villarino, autora de “Nuestra venganza es ser felices”, un documental sobre la explotación sexual. La protagonista es Sonia Sánchez, sobreviviente de trata de personas y prostitución. Villarino pasó por el programa radial “Estás Muteadx” y habló acerca del documental y del cine como herramienta política. Actualmente se puede ver en el BAFICI el 26 y 28 de abril.  Entrevista: Pedro Ramírez Otero/Julián BouvierRedacción: Gabriela Suárez LópezEdición: Pedro Ramírez Otero El documental “Nuestra venganza es ser felices”, de Malena Villarino, tiene como protagonista a Sonia Sánchez, sobreviviente de trata con fines de explotación sexual. La directora contó cómo nació su interés por la temática: “Arranqué hace 7 años. Tuve una caída fuerte, me rompí un pie. Vivo en el Delta y estuve obligada a estar en la Ciudad por la rehabilitación. Estaba haciendo la rehabilitación a la vuelta de Plaza Once y ahí empecé todos los días a contactarme con esta situación. Veía a las chicas y empecé a darme cuenta, a tomar dimensión de esto”, dijo. A partir de ese momento, comenzó a investigar sobre la historia de la prostitución: “Se decía esa frase popular que, después de conocer a Sonia y al abolicionismo me parece siniestra: ‘la prostitución es el trabajo más antiguo del mundo’”, planteó. El camino para llevar a cabo el documental empezó cuando Villarino leyó el libro Ninguna mujer nace para puta, de Sonia Sánchez: “Sonia lo que en realidad hace es desenmascarar el sistema prostituyente, la cultura prostituyente, que va más allá de las chicas explotadas, de la trata de personas. Tiene que ver con una manera de entender el mundo y a las personas como objetos”, dijo. La documentalista buscó a Sonia e investigaron juntas muchos años hasta que llegó la pandemia por Covid-19. “Fue un laburo muy profundo para las dos y así llegó ‘Nuestra venganza es ser felices’ que inicialmente se llamaba ‘La batalla del fin del mundo’, recordó. “Ninguna mujer nace para puta habla de la situación de la esposa que está casada y que no tiene ganas y al final se entrega, y muestra los distintos niveles de sutilezas que tiene la prostitución, la explotación y la dominación de unos por sobre otros. Generalmente otras. Y es muy interesante más allá de su historia de vida. A mí me parece muy interesante lo que hizo con eso”, contó la cineasta acerca del libro. Villarino reconoce que eso fue lo que le atrajo de Sonia como persona y como personaje: su transformación, su metamorfosis real, que pasó por un montón de momentos. “Y la película intenta mostrar eso, la metamorfosis de ella”, agregó. El cine como herramienta de lucha Al pensar el arte y la militancia, el documental y la denuncia, la cineasta expresó: “Creo que toda herramienta es política. Cualquier situación artística es política, conlleva una postura política que no tiene que ver con lo partidario. La cámara por ejemplo, no da lo mismo ponerla mirando para arriba, que para abajo. Vos filmás una represión y no es lo mismo filmarla desde los que golpean o filmarla desde los que están siendo golpeados. Se va construyendo esa mirada y esa postura en cada decisión que se toma que por supuesto después desencadena en una película que es como muchas decisiones políticas sumadas que van hacia un mismo lado. Sí, es mi herramienta, no solo de denuncia”. Villarino explicó además que el documental no es una biografía de Sonia: ”Es mucho más. Porque intenta ser una especie de ensayo, es una situación reflexiva. Es un documental que realmente interpela y eso es lo que a mí me parece interesante. No queda en algo cerrado y por eso siempre lo acompañamos siempre con charlas-debate, cada vez que podemos. No es una obra de arte por sí sola y ya está cerrada. Y además las interpretaciones porque yo tengo mi postura, soy abolicionista. Pero a veces uno hace una cosa y la gente interpreta otra, y también está bien. No hay una sola lectura. Por supuesto que el documental es abolicionista y es claro, pero después hay gente que les pega más una parte, a otros les pega más de denuncia, a otras más un costado poético”.  Acerca del título del documental y la búsqueda artística y discursiva de la autora, Malena expresó: “Mi documental anterior es sobre la locura. La locura, la prostitución, la explotación sexual, la trata, son temas que tienen una oscuridad y una densidad muy grande pero sí siento que van hacia la luz. No es el típico final feliz, en el sentido que te vas a quedar pensando, te vas a quedar movilizada, no te vas a ir tranquila o tranquilo a tu casa. Creo que eso también tiene que ver con la felicidad. No como algo que te transmite paz nada más, sino que te lleva a moverte y a querer modificar las cosas. Han pasado cosas desde que la película ha circulado clandestinamente por las amistades y demás muy fuerte. Una realmente no sabe hasta dónde puede llegar a hacer efecto”. La autora remarcó que el documental es abolicionista y que cuando el espectador o la espectadora vaya a verla “se va a encontrar con Sonia que eso es un montón, porque Sonia es una gran caja de pandora, llena de enseñanzas pero potentes”. Villarino también es música y también aportó a la película desde ese lugar: “Se van a encontrar con un documental que está muy diseñado desde lo sonoro, desde lo musical. El documental arranca de situaciones disonantes, oscuras, todas las primeras partes hay sombras, hay performances con sombras, hay maneras de contar diferentes. Hay material de archivo también con respecto a la cultura prostituyente. Por eso digo, es la vida de Sonia pero es más que eso. Si yo tuviera que definir y decir que Sonia es la protagonista, diría que el antagonista es el sistema. El sistema que toma diversas formas y sí hay material de archivo de distintas épocas de nuestra querida televisión argentina que dan cuenta de

Ana Fraile, co-directora de ¿Quién mató a mi hermano?, la película sobre la desaparición seguida de muerte de Luciano Arruga, recibió la mención especial en la competencia Derechos Humanos del BAFICI.  En charla con Fernando Tebele y Pedro Ramírez Otero en el programa radial La Retaguardia, Fraile compartió lo que significó el estreno del documental en el marco del festival y los objetivos que alcanzó la película. (Por La Retaguardia) Foto: Ana Fraile habla ante la atenta mirada de Vanesa Orieta la noche del estreno en el BAFICI. (Captura de video)Es de madrugada en Nûremberg, Alemania. Son casi las dos de la mañana. Ana Fraile está del otro lado del teléfono y del mundo. Su segunda película, ¿Quién mató a mi hermano?, esta vez en codirección junto a Lucas Scavino, ha pasado por el BAFICI haciendo bastante ruido. Se llevó la Mención Especial del jurado en la sección de Derechos Humanos del festival. Una suerte de segundo premio entre las diez competidoras. Tres funciones a sala llena y mucha curiosidad por ver cómo habían conseguido contar una historia tan dramática como la de Luciano Arruga, un joven desparecido a manos de la policía, con cuidado y parados en un lugar claro: al lado de la familia. Con tono bajo para no despertar a sus hijos/as, Fraile se conecta con la charla y con la obra que tantos años de realización le llevó. —La Retaguardia: ¿Qué sensaciones te dejó el estreno de la película? —Ana Fraile: A la mañana del domingo hubo una proyección de prensa. Uno de los periodistas se acercó muy interesado. Los chicos que estaban organizando las proyecciones del BAFICI se metieron a ver la película. Era la primera vez que con Lucas (Scavino) la veíamos en una pantalla grande. Fue bastante movilizante. —LR: La conmoción que generó la película se sintió también en las dos funciones posteriores. —AF: También hubo como una suerte de satisfacción. Con Eugenia (Otero) y con vos (Fernando Tebele) trabajamos juntos en la película. Verla proyectada e ir recolectando los momentos que pasaron fue muy importante. Era como poder cerrar una parte de todo el ciclo que tiene una película. Hacer una película cuesta un montón. Sobre este tema fue bastante costoso también desde lo emocional. Tenerla terminada ahí me parecía algo emotivo. Viajé ese día solo para estar ahí. Al otro día me volví (a Nûremberg, Alemania, donde vive temporariamente). No quería perderme esa sensación de satisfacción por algo logrado.—LR: ¿Qué tanta carga llevaban ustedes antes del estreno de la película? —AF: Es un proceso. No sé si es ese día o el último, cuando ya sabemos que la vamos a terminar. Es como una sensación de vértigo. Yo trabajé mucho el tema de los subtítulos. Cada vez que la vi me emocioné, pero no sabía si mi emoción era porque era yo o porque la película funcionaba como estructura. Es un tema muy complicado de tratar. Lo que elegimos contar también era muy difícil: salirse un poco de ciertos formatos y ciertas formas de mostrar la vulnerabilidad o la pobreza y al mismo tiempo ponerse en un lugar donde se podía mostrar la lucha de Familiares y Amigos de Luciano Arruga durante un montón de años. Todo sin perder de vista que estaba Luciano, había un caso de desaparición forzada que también teníamos que contar. Fue un desafío, pero fue un proceso bastante colectivo. Todo el proceso de pensar la estructura fue un ida y vuelta muy dialéctico con ustedes (en la investigación periodística), entre Lucas y yo, y también escuchando mucho al grupo de Familiares y Amigos cada vez que interactuábamos. Eso nos fue ayudando a buscarle la vuelta a cómo contarlo” —LR: ¿Cómo manejaron el tema de mostrar sin dar golpes bajos en la película? —AF: Lo hablamos un montón de veces. A mí me atormentaba el tema de la no revictimización ytener mucho cuidado en proteger todo lo que sea Luciano y también el grupo de Familiares y Amigos. Es un golpe bajo en el sentido que es una cachetada a la historia. Ese es el golpe que uno tiene que recibir. Cada vez que íbamos aprendiendo más cosas sobre el caso, eran cada vez peores. Cualquier cosa que uno dijera no era suficiente. A mí los golpes bajos no me gustan. Me parece que no es la manera de tratar a las personas que están mirando la película. Sí buscar la manera para que después de mirar la película sintieran algún tipo de conmoción. En un momento lo que queríamos hacer es que se prendiera la luz a la mitad de la película, que es cuando aparece la cara de Luciano. Después todo se pone blanco. Fue la forma que encontramos de hacer eso. Queríamos que todos se vieran la cara y se cortara un poco eso de la negrura del cine para verse y ver al que está al lado. Nos parecía importante que el cine estuviera iluminado en ese momento para que uno se pueda reconocer. Nos pasaba más por ahí, no tanto por el golpe bajo o por contar alguna atrocidad. Las atrocidades que se pueden contar son tan atroces que no tiene sentido contarlas de esa manera para movilizar al otro. La idea con la película era poder contar una historia para contagiar todo eso que tiene Familiares y Amigos y poder trasladarlo a tu propia vida. —LR: ¿Tenés esperanzas de que la película pueda mover un poco la causa de Luciano? —AF: Las causas, el juez o el sistema judicial pueden llegar a recibir cierta presión por lo que sucede en los medios de comunicación. Pero no lo sé, estoy muy descreída de todo eso. Lo que sí puede llegar a recibir un empuje es al trabajo que se puede hacer con todos los familiares de desaparecidos en democracia y familiares de asesinados. Me parece que es una herramienta para cambiar y ayudar en todo el trabajo que se pueda hacer con jóvenes y con familiares. A nivel de la causa no sé.