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Francisco Provenzano


Durante la reciente visita ocular en el marco de un juicio por crímenes de lesa humanidad (Juicio Garachico), pudimos observar, al ingresar al RIM 7 de Arana, un cartel que reivindica, entre otros crímenes, la participación de militares de esa guarnición en la represión al intento de copamiento del RIM 3 de La Tablada parte del Movimiento Todos por la Patria, en 1989. (Por La Retaguardia) ✍️ Redacción: Fernando Tebele Un gran cartel se hace visible apenas se ingresa al cuartel del Ejército en Arana. Allí se destaca la historia del Regimiento de Infantería Mecanizada 7 desde su conformación. Se mezclan batallas independentistas con cacerías de pueblos originarios. También se señala que “fue la primera Unidad que intervino en la recuperación de los cuarteles de Monte Chingolo (23/12/75) y de La Tablada (23/01/89) ambos copados por delincuentes subersivos”. Escrito así de mal, además. Próximamente habrá un juicio por los crímenes del Ejército en Monte Chingolo. En el caso de La Tablada, el TOF N°4 de San Martín ya determinó en 2019, en el primer juicio por las desapariciones ocurridas allí, que en el accionar de las fuerzas del Estado se cometieron delitos de lesa humanidad, y condenó a perpetua al General Alfredo Arrillaga, jefe militar de la represión.  El presidente Alberto Fernández dijo hace poco tiempo que ya no quedan oficiales del Estado terrorista en el Ejército actual. Es verdad. El problema es cuáles son los héroes y quiénes los villanos para la nueva oficialidad. El cartel lo expone con brutalidad. Y a esta altura resulta inadmisible que se festejen las acciones desaparecedoras con tanta naturalidad.  En este nuevo aniversario de La Tablada, en el Ejército no hablarán de José Díaz, Iván Ruiz, Carlos Samojedny y Franciso Provenzano; peor que eso: los nombrarán como “delincuentes subersivos”.  Los 4 permanecen desaparecidos.

En un nuevo aniversario del copamiento del Regimiento de La Tablada por parte de militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP) y la posterior represión con las mismas formas del Terrorismo de Estado durante el genocidio, reproducimos un comunicado de la Comisión de sobrevivientes y familiares que impulsó el primer juicio. La entrevista con los jueces del fallo histórico y la carta de uno de los cuatro desaparecidos para su hija. (Por La Retaguardia) ✍️ Redacción: Luis Angió 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Fotos: Luis Angió A 32 años de los hechos solo hay un condenado por la represión al copamiento, el General Alfredo Arrillaga. Fue su sexta condena a perpetua. Las anteriores las recibió por crímenes de lesa humanidad en el marco del genocidio.  Esta no lo fue, pero igualmente su culpabilidad por el asesinato de José “Maradona” Diaz quedó comprobada, y el TOF N°4 de San Martín lo condenó por el homicidio, aunque el cuerpo de Díaz aún no fue hallado. El General Arrillaga durante el juicio en el que se lo vio activo y con sugerencias para su abogado. La Retaguardia participó durante ese primer juicio de 2018/2019 de una cobertura especial que quedó plasmada en El Diario de Juicio, tarea compartida con FM La Caterva y la Agencia Paco Urondo. En una entrevista realizada con posterioridad a la sentencia con los jueces Matías Mancini, Presidente del Tribunal, y Esteban Rodríguez Eggers, Mancini explicó similitudes y diferencias con los juicios por crímenes de lesa humanidad: -Diario del Juicio: ¿Es habitual que se genere tanta prueba? Acostumbrados a los juicios de lesa -sabemos que este no fue pero hay puntos en común- no se genera tanta prueba más que el testimonio de los sobrevivientes. -Mancini: Tiene un punto que se toca. Que es que el origen del gobierno era legítimo. Ahí nos hacen un planteo expreso y es razón por la cual dimos respuesta expresa. Es un planteo respecto de la cuestión de que se trató de un delito cometido en el marco de un crimen de Estado o Terrorismo de Estado y la definición de crimen de Estado y Terrorismo de Estado, habrán visto que ni la querella me trajo una ley que dijera ‘esto es crimen de Estado’. Es la fuente que elegimos, que nos aportó la querella. Cuando la querella habló de terrorismo de Estado dijo ‘conforme lo dicho por (Eduardo Luis) Duhalde’ y entonces leímos a Duhalde, a (Daniel) Rafecas, y ahí aportamos una definición de Terrorismo de Estado, a los efectos de dar respuesta a la sentencia. Los elementos determinantes son que el Estado sea ilegítimo y un plan sistemático de cometer delitos aberrantes.  “En el caso, no pudimos dar cuenta de un Estado ilegítimo con plan sistemático. La querella dijo ‘esto es un acto de crimen de Estado’, como una idea de que aunque este acto concreto no forme parte de un plan sistemático, en general el Estado tiene las particularidades propia de un crimen de Estado. Entendimos que eso era un poco estirar los conceptos más allá de que haya consenso en doctrina.” Los jueces del TOF 4 de San Martín. A la izquierda Esteban Rodríguez Eggers. En el centro el Presidente del tribunal, Matías Mancini. En el otro extremo Alejandro de Korvez. La sentencia del Tribunal se encuentra recurrida por la defensa a la espera del voto de segunda instancia. Mientras tanto, Arrillaga cumple sus múltiples condenas en prisión domiciliaria. La Comisión por la Verdad y la Justicia por los crímenes en la represión de La Tablada publicó hoy un comunicado en el que repasan las historias militantes de quienes murieron y quienes se encuentran desaparecidos:  “Pasaron 32 años del 23 de enero de 1989. Seguimos buscando justicia por nuestrxs caídxs y desaparecidxs de La Tablada, y reivindicando la militancia de nuestrxs compañerxs del Movimiento Todos por la Patria. Militaban en los barrios, militaban por los derechos humanos, militaban en toda la patria grande como internacionalistas que eran; desde sus distintas profesiones y trayectorias trabajaban para la transformación social, fundaron diarios y revistas, formaron compañer@s en las fábricas, en los barrios, acompañando con su cuerpo cada lucha por justicia. Su compromiso fue inclaudicable.  La casa no estaba tan en orden en aquellos turbulentos primeros años de democracia. La Tablada se enmarcó en un contexto de levantamientos carapintadas en busca de impunidad y poder. Treinta y Dos años después, La Tablada sigue siendo silenciada y estigmatizada.  La enormidad de los crímenes cometidos por parte del estado golpean nuestra consciencia colectiva en la Argentina. En el 2019 logramos condenar al máximo responsable de la represión y desaparición de 4 compañerxs en La Tablada, pero vamos por los demás responsables militares y judiciales, garantes de tantos años de impunidad. Al milico Arrillaga lo llevamos a juicio y fue condenado por el homicidio de José Díaz Maradona: hacemos un llamado a la justicia a que quede firme la sentencia en este caso, y seguiremos buscando justicia por los fusilamientos y torturas, y por saber que hicieron con Francisco Provenzano, Carlos Samojedny, Iván Ruiz y José Díaz. Es parte de la restitución de derecho, basado en la articulación de MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA. Vamos a continuar pidiendo Justicia, sin dejar de reivindicar a nuestrxs compañerxs, quienes coherentes con sus historias, pusieron sus propios cuerpos a sus palabras, con la frente en alto. Lxs caídxs nos enorgullecen, son nuestra bandera para pensar en qué mundo queremos vivir. Este 23/1 se siente además la ausencia física de Martha Fernández, quien nos dejó durante la pandemia. Militante de la primera hora, desde la FAP hasta la conformación del MTP, acompañó con su compromiso a lxs presxs y familiares cada segundo de su vida e impulsó incansablemente los pedidos de justicia. Los 23/1 para ella siempre fueron especiales, jamás dejó de recordar la lucha de su amado Quito Burgos y de cada unx de sus compañerxs. ¡MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA POR LOS 4 DESAPARECIDOS DE LA TABLADA! ¡MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA POR LXS CAIDXS DE LA TABLADA! COMISIÓN POR LA VERDAD

Es la última audiencia del primer juicio por los desaparecidos de La Tablada y se corta la calle. Se instala una radio abierta desde los medios que hacemos este Diario del Juicio. Se ponen las fotos de los cuatro, Pancho, el Sordo, Maradona e Iván, para esperar el veredicto. Están sus familiares, sus compañeros y compañeras. Están quienes iniciaron el camino de exigencia de justicia, hace 30 años, los primeros abogados de cuando MTP era mala palabra. Están las viejas. Los pañuelos. Los hijos, las hijas que no conocieron casi a sus madres y padres, las que los conocieron un poco más. Las tías, hermanos, sobrinos. Amigos, amigas. Entre todos y todas aún siguen reconstruyendo sus historias con pedacitos que les cuentan otras personas.  “La fortaleza del edificio a atacar determinará los medios a utilizar debiendo ser los mismos de una contundencia tal que dobleguen o destruyan a los subversivos que combaten en el lugar”. La cita es de octubre de 1989, de la revista SOMOS. Allí se publicaba, en la prensa gráfica del momento, en exclusiva “las enseñanzas prácticas que tuvo un jefe militar después del combate a La Tablada”. Casi oficiando de maestro, Arrillaga cuenta, a pocos meses de los hechos, cuál es la intencionalidad que tuvo como jefe máximo del operativo militar: destruir a los “subversivos” que estaban dentro del Regimiento de Infantería Mecanizado N° 3 de La Tablada.30 años más tarde, en el primer juicio por los desaparecidos de La Tablada, el ahora ex jefe militar Alfredo Arrillaga fue condenado a cadena perpetua por ser coautor penalmente responsable del homicidio agravado por alevosía de José Díaz, uno de los cuatro desaparecidos. Esta es su sexta condena, la anteceden cinco, todas cadenas perpetuas por delitos de lesa humanidad.  La orden de aniquilamiento que se lee en SOMOS y se presenta como las “enseñanzas”, fue señalada en el juicio oral desde el día uno. Fue negada una y otra vez por el genocida que por el ‘89 era aplaudido y daba clases de combate. La última jornada del juicio no fue la excepción. Con una sala colmada de familiares, amigos, amigas, ex militantes del MTP, Madres de plaza de Mayo, el otrora Dios y maestro de combates militares hizo uso de sus últimas palabras y volvió a negar su responsabilidad: “Lo que sí manifiesto es mi inocencia en base en que no he asesinado en ninguna forma y manera a persona alguna. No he impartido orden de manera directa o indirecta para que se le quite la vida a alguien o se la desaparezca”. Es la última audiencia del primer juicio por los desaparecidos de La Tablada y se corta la calle. Se instala una radio abierta desde los medios que hacemos este Diario del Juicio. Se ponen las fotos de los cuatro, Pancho, el Sordo, Maradona e Iván, para esperar el veredicto. Están sus familiares, sus compañeros y compañeras. Están quienes iniciaron el camino de exigencia de justicia, hace 30 años, los primeros abogados de cuando MTP era mala palabra. Están las viejas. Los pañuelos. Los hijos, las hijas que no conocieron casi a sus madres y padres, las que los conocieron un poco más. Las tías, hermanos, sobrinos. Amigos, amigas. Entre todos y todas aún siguen reconstruyendo sus historias con pedacitos que les cuentan otras personas.  La sala está repleta en medio de la tensión que genera la espera. De esos minutos. De 30 años. Estamos todos y todas. La primera fila es de pañuelos blancos en las cabezas de las Madres de la Plaza. Ahí nomás, Daniel Díaz, con la foto de José pegada al pecho, y una angustia que se le torna incontenible. Arrillaga no entra. Es la primera vez en estas 18 audiencias que hay que avisarle que sólo falta él para iniciar. Entra acompañado por la policía y una mujer que se sienta a su lado, suponemos familiar. No es la hija que lo acompañó y conocimos en los alegatos, ella tenía un pasaje de avión hace mucho para vacacionar y eligió viajar a escuchar una nueva perpetua para su papá. Del otro lado, Hernán Silva, su defensor. Estamos una hora tarde. Son las 10:00 y empiezan las presentaciones de las partes. No sin antes acudir una vez más a un planteamiento por parte del defensor oficial Hernán Silva. Los “carteles”, sostiene, y se refiere a las pancartas en la sala con las caras de Pancho, el Sordo, Maradona e Iván, lo intimidan. Pide al tribunal que le pida a la gente que no tenga “carteles” atrás suyo. Un minuto más de espera a pedido del defensor oficial, los jueces se retiran a deliberar. Regresan y, una vez más, no hacen lugar. La imagen de Hernán Silva pasará a la historia al lado del genocida, con las caras de los desaparecidos detrás.  Antes del veredicto que condenó al genocida a una nueva prisión perpetua escuchamos sus últimas palabras. Una vez más una extensa declaración de quien no se arrepiente de nada, dice una y otra vez la palabra terroristas, se permite hablar de la dignidad “la querella no puede ignorar mis declaraciones sobre los terroristas, donde expresé que no compartía su ideología pero les reconocí que habían combatido muy bien causando once bajas a las fuerzas de recuperación”, dice con un cinismo al que ya nos acostumbró y termina aconsejando a sus pares: “soldado si tu vida estuvo en peligro no te arrepientas, defendiste la patria”. 30 años y 79 días después del 23 de Enero de 1989, Alfredo Arrillaga sigue sosteniendo que defendió a la Patria y tal vez por eso se siente “víctima de una política vengativa y revanchista”.  Dejar de ser los ogros A las 12:35 del viernes 12 de abril del 2019 escuchamos por fin  “condenar a Alfredo Arrillaga por considerarlo coautor penalmente responsable del delito de homicidio agravado con alevosía en perjuicio de José Alejandro Díaz a la pena de prisión perpetua” Prisión perpetua. Aplauso contenido. Pedidos de silencio. Esperar de nuevo, hasta el fin de la

En un alegato está reunido todo lo que pasó en un juicio. Si se trata del primer juicio por los desaparecidos de La Tablada eso no es poca cosa. Entonces no sorprende que el alegato haya durado tantas horas y que no se llegara al final. Aquí un informe de la primera parte, que fue realizada por Pablo Llonto y Liliana Mazea, una de las abogadas históricas de esta causa. Llonto se refirió a documentos de la SIDE que avalan los asesinatos y las desapariciones. Mañana miércoles será un día de doble alegato, porque terminará la querella y realizará el suyo la fiscalía. El Diario del Juicio realizará una transmisión radial.Liliana Mazea fuma a cuatro manos. No hay cuarto intermedio en la que no se la vea detrás del humo. Durante todo el debate estuvo tomando notas y comparando lo que se escuchaba con declaraciones anteriores, metiendo la mano cada tanto en una bolsa con bizcochitos. Puede adivinarse la ansiedad de 30 años en esta abogada militante que fue una de las que estuvo acompañando a los y las militantes de La Tablada desde el primer momento, cuando no era fácil estar.Mazea habló una media hora. Utilizó su tiempo para responder (y refutar) diversos pedidos de la defensa, como los ya clásicos pedidos genocidas de nulidades y prescripciones que los diferentes tribunales terminan rechazando en la sentencia. Sobre el cierre, su voz se entrecortó. La emoción se apoderó de su cuerpo encorvado hacia el micrófono de la sala. “Querría, atento a la edad mía, pasarles a mis queridos colegas la bandera que enarbolaron las víctimas desde hace tanto tiempo pidiendo justicia. Y agradezco mucho a ellos que sigan entonces pidiendo justicia… Perdón —se interrumpió tomando aire para poder seguir—. Quisiera entonces acompañarlos con este verso de Pablo Neruda, que es muy largo pero que dice: ‘Por estos muertos, nuestros muertos, pido castigo. Muchas gracias”. El muchas gracias casi no se oyó, inundado en lágrimas. Se la dejó difícil a Ernesto Coco Lombardi, un abogado recibido después que su hija Susana, que siempre está sentada a su lado. Lombardi era intendente de Moreno cuando ocurrieron los hechos de La Tablada. Hoy es parte del equipo de Pablo Llonto que lleva adelante querellas en causas de lesa humanidad y en otras de violaciones a los derechos humanos, como esta. “Primero, señores jueces, permítanme, creo que en nombre de todos los abogados de esta querella, especialmente en nombre de mi hija y mío, vamos a tomar esa bandera, la vamos a enarbolar bien alto, y no dejaremos nunca de militar por la humanidad y por el respeto de los derechos humanos, haciendo de la historia de esta causa, que es la que acaba de hablar, también, una bandera de lucha, de sacrificio, ad honorem, por todos aquellos injustamente humillados. Gracias… La tomamos”. Pocos momentos en el juicio tendrán tanto valor simbólico y emotivo como ese pase de bandera en una causa de camino tan sinuoso como ha sido el de la justicia para los y las militantes que sufrieron en La Tablada las peores formas del terror implacable del Estado.  DESCARGAR Los documentos de la SIDE Si el alegato actúa como ordenador de las pruebas, por lo tanto es difícil que entregue novedades, esta vez fue la excepción. Casi al final de la jornada, Pablo Llonto sorprendió al hacer mención a un documento de la AFI (Agencia Federal de Informaciones, por aquel entonces SIDE) sobre La Tablada. Esos documentos reservados fueron pedidos durante el debate. Hace algunas semanas, el presidente del tribunal, Matías Mancini, anunció que habían llegado las carpetas y que quedaban a disposición de las partes. Allí saltó la novedad. Después de saludar que la AFI entregue información sobre crímenes políticos, fue al detalle. “Con el valor A1 (fuente completamente confiable y confirmada por otras fuentes) y PPM (por propios medios, no por los medios de comunicación), está el nombre de José Maradona Díaz y al lado tiene un número 2. Ese número 2 quiere decir: abatido. O sea que ya lo sabían a través de la SIDE, a los pocos días. Luego dice que hubo 27 abatidos y 4 NN, que no sabemos a quiénes se refieren. Más tarde, el 2 de febrero de 1989, colocan entre los abatidos a Francisco Provenzano”. Esa fue la gran novedad de la jornada. Antes de Mazea, durante 25 minutos, Llonto realizó la primera parte del alegato. Ante la mirada atenta de Carmen Lareu (la madre de Claudia, que murió en La Tablada) y de Nora Cortiñas, comenzó abriendo un trípode especial desde donde partir. “Las tres vías que nos enseñaron las madres, algunas de ellas aquí presentes, fueron: Memoria, Verdad y Justicia. Con esas tres vías venimos a este alegato. Esas tres consignas no son solo para recordar en estos días especiales de marzo, sino que son consignas para aplicar. Pedimos que se apliquen porque creemos en la Vía Argentina que ha recorrido gran parte de las sentencias en el resto del mundo también, para intentar pelear por ese Nunca Más, y que no vuelvan a ocurrir esas graves violaciones a los derechos humanos en la Argentina y en el mundo”. Situó claramente el comienzo de la búsqueda de justicia en el mismo día de los hechos. “En el caso de La Tablada, aquellas tres consignas se empezaron a aplicar el 23 de enero de 1989. Desde aquel día se empezaron a denunciar las violaciones a los derechos humanos. Las primeras denuncias fueron realizadas a las pocas horas. El 24 continuó, y también los días posteriores”, sostuvo el abogado, que se afirmó en que las denuncias iniciales están probadas tanto por los documentos que recientemente recibió el tribunal por parte de la AFI, como en el libro que publicaron Pablo Waisberg y Felipe Celesia, La Tablada A vencer o morir, que es prueba en la causa. “Se hicieron esas denuncias vía Uruguay, por comunicados, publicaciones periodísticas, a través de las primeras denuncias de los pocos sobrevivientes. Tiempo después se hicieron en la

Se realizó este mediodía la 14ª audiencia del primer juicio por los desaparecidos de La Tablada. Se esperaba la declaración del único imputado en esta causa, el General Alfredo Arrillaga, pero sobre el final de la audiencia adujo sentirse mal, por lo que postergó su testimonio para el 15/3, día en el que también se realizará el alegato de la querella. Sí dieron testimonio 2 militares: Sergio Fernández y Daniel Alfredo Suárez. Foto: Iván Ruiz adelante, José Díaz en el centro. Camino a ser desaparecidos (Télam) —Hoy no. No me siento bien para declarar —dijo Arrillaga esta tarde, alrededor de las 14, cuando la expectativa estaba puesta en su decisión de declarar antes de los alegatos de las partes. En realidad se lo notó igual que siempre: activo, muy atento a los dos testimonios militares del día. Incluso sugirió un par cosas al oído de su abogado defensor. Hasta sonrió relajado cuando el oficial Sergio Fernández se hizo cargo de haber sido él quien supuestamente intimó a la rendición de los y las militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP), contrariando en soledad los testimonios de los ocho sobrevivientes que declararon en este juicio, que aseguraron haber reconocido la voz de Arrillaga como la de quién los intimó a la rendición. La jornada era esperada centralmente por el anuncio de que iba a hablar el único imputado en esta causa. No es habitual que los acusados en causas de violaciones a los derechos humanos den testimonio. Por lo general, los altos mandos toman el derecho de las últimas palabras antes de la sentencia, y enarbolan allí una defensa política del genocidio al tiempo que denostan el proceso de Memoria, Verdad y Justicia que ha ido determinando sus responsabilidades criminales. Sin embargo, luego de que el presidente del tribunal, Matías Mancini, anunciara las fechas de los alegatos y la lectura del veredicto, le volvió a preguntar al defensor Hernán Silva si iba a declarar Arrillaga. —Habíamos entendido que hoy eran las testimoniales y que habría una fecha más para que declarara mi defendido —dijo Silva. —Habíamos dicho que hoy terminaban los testimonios y pasábamos a los alegatos. En todo caso le propongo que hagamos un cuarto intermedio de una hora y volvemos, para que pueda preparar su declaración, que supongo que ya la habrán ido preparando —respondió Mancini. En ese intervalo se definió la suerte de la jornada. No hubo testimonio del genocida, que ya recibió condenas por causas de lesa humanidad en Mar del Plata. Cuando el defensor comentó informalmente la negativa de su defendido a hablar hoy, el tribunal insistió en la conveniencia de terminar con las testimoniales; ese fue el momento en el que, súbitamente, Arrillaga anunció que no se sentía bien. Su declaración, entonces, será el viernes 15. Ese mismo día, luego de otro cuarto intermedio, será el alegato de la querella a cargo de Pablo Llonto, Ernesto Lombardi y Liliana Mazzea, a quienes acompaña siempre muy atenta Susana Lombardi. El Diario del Juicio transmitirá los alegatos y la sentencia en vivo. Las comunicaciones La defensa sugirió varias veces, con el acompañamiento de varios testigos, que los militares no contaban con comunicaciones radioeléctricas. La intención de esa afirmación parecería ser desacreditar el testimonio de José Almada, a carga de las comunicaciones de la Brigada X de La Plata, que vio cómo Ruiz y Díaz fueron sacados del cuartel en un Ford Falcon blanco, tras haber sido torturados. Hoy declaró Daniel Alfredo Suárez. Su nombre resonó en la sala durante la declaración de Almada. Cuando el defensor le preguntó si estaba solo o con quién estaba, Almada citó varios apellidos, uno de ello fue Suárez, que también revistaba en esa unidad y en el área de comunicación. Si bien no vio lo mismo que Almada “estaba tras un montículo de tierra que me impedía ver”, Suárez confirmó que hubo comunicación radial entre las fuerzas militares, y sostuvo que estuvo junto a Almada un tramo de aquella jornada.  El abogado defensor intentó, una vez más infructuosamente, revalidar la hipótesis oficial sobre la ausencia de comunicaciones también con el testigo Fernández, que, para desgracia del general, estaba orgulloso de sus equipos de comunicaciones:  —¿Comunicaciones radiales tuvieron todo el tiempo? ¿O en algunos momentos sí y otros momentos no? -consultó el defensor tratando de orientar la respuesta. —Yo tenía buenas comunicaciones radioeléctricas. Era una de las pocas cosas buenas que tenía la compañía, la cantidad de equipos civiles que se habían comprado en algún momento anterior a mi gestión. Con esas comunicaciones yo podía controlar toda mi organización y podía enlazar con elementos que me apoyaban, Regimiento 3, Regimiento 7,el equipo de sanidad, y con el puesto comando del general Arrillaga. Varias veces me pidió cuestiones operativas, muévanse más acá o venganme a vera través del equipo de radio. —¿Equipos propios de su compañía? —Propios de la compañía. La única manera de tener a todos los elementos en contacto era proporcionando equipos handys a cada uno de ellos para poder mantener una red funcionando hasta el último momento gracias a Dios.  No sólo tenían comunicaciones; hoy, Fernández, le agradeció a Dios que funcionaran bien hasta el último momento.  “Sí, lo juro” Hace varias jornadas que el defensor venía mostrando una carta. Preguntó a varios testigos si no estaban al mando de Sergio Fernández. En aquel momento no se alcanzaban a entender esas consultas; pero este mediodía, cuando Fernández se sentó en el sillón de los testigos, la estrategia comenzó a quedar más clara. El por entonces Mayor, que llegó a ser luego de Tablada Jefe del II Cuerpo del Ejército, le puso tono militar a sus primeras palabras. Cuando le preguntaron si juraba o prometía decir la verdad, respondió con tono marcial “Sí, lo juro”. A la pregunta de si tenía algún impedimento de decir verdad, preguntó: “No sé si haber combatido contra algunas personas que están acá me inhabilita”. Le dijeron que no. —¿Estaba el General Arrillaga cuando se realizó la intimación a la rendición? —quiso saber el

Este miércoles 6 de marzo, en la 14ª audiencia del primer juicio por los desaparecidos de La Tablada, será el momento de escuchar al único imputado: el general Alfredo Arrillaga. Ya condenado a cadena perpetua en causas de lesa humanidad, gozando de prisión domiciliaria, el exgeneral solicitó ampliar su declaración indagatoria en la causa que investiga el asesinato y desaparición de José Maradona Díaz. La frase del título es de Daniel Díaz, el hijo nicaragùense de uno de los cuatro desaparecidos. La dijo durante una entrevista junto a Irene Provenzano, hija de Pancho, otro de los desaparecidos.Mañana sigue el juicio por los desaparecidos de La Tablada. Dice Pilar Calveiro en su libro Poder y Desaparición, hablando de los juicios a los genocidas de la última dictadura que “los militares transitaron por la negación de los hechos, luego el desconocimiento y, por último, la obediencia a órdenes”. Arrillaga parece estar transitando el último estadío de la defensa militar y, fiel a la actitud general corporativa, no da indicios de romper el pacto de silencio. A pesar de eso, Daniel Díaz, querellante del juicio, hijo de José Maradona Díaz, no pierde las esperanzas de que hable: “yo deseo que él abra su conciencia, su mente, que se recuerde dónde jodido mandó los restos de mi papá. Dónde mandaron a los compañeros también. Eso sería lo grandioso de este testimonio que podría pasar. Puede que no, puede que sí. Como son ellos, difícilmente. Lo que yo espero es que él diga dónde están los restos de mi viejo y de los cuatro compañeros. Solo él lo debe saber. Tengo muchos deseos y expectativas positivas que yo le doy al testimonio de él. Que él diga dónde están los restos”. No es esperable que esto suceda, sobre todo observando a Arrillaga durante el debate oral y público. Pero también es cierto que este juicio ya arrojó inesperadas declaraciones. El proceso judicial que se está desarrollando desde el año pasado no deja dudas sobre la actuación de Arrillaga al mando del operativo militar que comandó la “recuperación” del cuartel el 23 de Enero de 1989. Daniel lo reafirma “en manos de él estaba este escenario de los cuatro desaparecidos, él sabe muy bien que paso con ellos, y debe saber dónde están”.Encontrarse con, aunque sea, los restos de su padre, es algo a lo que no renuncia. De hecho, en estos días, durante su extendida estadía en Argentina, dejó muestras de su sangre al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) con la esperanza de que puedan ser utilizadas cuando, por fin, se encuentren los restos de su papá. El último 23 de Enero, al cumplirse 30 años de La Tablada, Irene Provenzano y Daniel Díaz, participaron de un programa especial en La Retaguardia. El Diario del Juicio reproduce hoy esa larga charla. A José Díaz le decían Maradona porque jugaba bien a la pelota. En Nicaragua, donde estuvo exiliado antes de regresar a Argentina para sumarse al Movimiento Todos por la Patria (MTP), todavía lo recuerdan por eso y así se lo contaron a Daniel. “En Nicaragua en ese entonces no se jugaba mucho. Se juega más al baseball. Ahora sí está entrando mucho el fútbol, pero en ese entonces los argentinos eran los que estaban más familiarizados con el tema del fútbol. Y ellos, organizados ahí en Nicaragua, armaban sus grupos y siempre salían a jugar en algún campo, en la UNI, que había un campo de fútbol y también en cierto momento me di a la tarea de conocer a Pablo Monsanto, guatemalteco, que también estuvo en Nicaragua y me aseguró que jugó con mi padre y que jugaba muy bien”.También hablaron del significado de encontrarse con los cuerpos o lo que quede de ellos. —Diario del Juicio: En algún momento dijiste algo así como que tu pretensión para este juicio era saber no solo qué había pasado con tu padre, sino también saber dónde está su cuerpo y de alguna manera reencontrarte con sus restos. Aquí tenemos tan naturalizada la desaparición forzada de personas que no esperamos eso de los juicios de lesa humanidad. Lo que esperamos es justicia, pero no esperamos que nos digan dónde están, porque nunca dicen nada ¿Por qué le das tanta importancia a eso en particular?  —Daniel Díaz Padilla: Del momento que estoy acá en Argentina estoy conociendo sobre el panorama de cómo se ha venido tornando la justicia. Me entero de que el General Arrillaga ha sido condenado y todavía goza de una libertad condicional (está con prisión domiciliaria). Se ve en perfectas condiciones. Puede que lo condenen y va a gozar siempre de lo mismo. Entonces siempre estoy pensando y compartiendo con los compañeros, en buscar una manera donde se haga un impulso para que dentro de la misma corte se haga presión para que él diga dónde pueda estar. Y si se puede hacer una reforma ante todo esto, porque si vemos bien la historia siempre ha pasado lo mismo: todos los militares que han sido condenados de lesa están gozando de una libertad condicional, ¿no? (la mayoría de ellos, más del 60%). De eso yo me vine a dar cuenta acá. Yo siempre he tenido el deseo de darle cristiana sepultura a mi padre. Igual lo comparto con mi familia y siempre lo dije, cuando estaba en el proceso inicial que fue bastante fuerte porque yo no tenía una identidad para poder representar a mi padre aquí en Argentina: nadie sabía de mí, sabían los compañeros, pero jurídicamente estaba en cero, porque tenía una identidad clandestina que fue la que me apuntó mi padre en Nicaragua. —DDJ: Él cuando se fue a vivir a Nicaragua lo hizo clandestino y por eso entró con otro apellido, y cuando vos naciste te anotó con esa identidad ¿Así fue?  —DDP: Claro, él sale de Argentina en la clandestinidad y sale con el nombre de Daniel Alejandro González. Estuvo en varios países de América Latina, tratando de llegar a Nicaragua y también llegó a Guatemala. Siempre

Este miércoles 6 de marzo, en la 14ª audiencia del primer juicio por los desaparecidos de La Tablada, será el momento de escuchar al único imputado: el general Alfredo Arrillaga. Ya condenado a cadena perpetua en causas de lesa humanidad, gozando de prisión domiciliaria, el exgeneral solicitó ampliar su declaración indagatoria en la causa que investiga el asesinato y desaparición de José Maradona Díaz. La frase del título es de Daniel Díaz, el hijo nicaragùense de uno de los cuatro desaparecidos. La dijo durante una entrevista junto a Irene Provenzano, hija de Pancho, otro de los desaparecidos. (Por El Diario del Juicio*) Mañana sigue el juicio por los desaparecidos de La Tablada. Dice Pilar Calveiro en su libro Poder y Desaparición, hablando de los juicios a los genocidas de la última dictadura que “los militares transitaron por la negación de los hechos, luego el desconocimiento y, por último, la obediencia a órdenes”. Arrillaga parece estar transitando el último estadío de la defensa militar y, fiel a la actitud general corporativa, no da indicios de romper el pacto de silencio. A pesar de eso, Daniel Díaz, querellante del juicio, hijo de José Maradona Díaz, no pierde las esperanzas de que hable: “yo deseo que él abra su conciencia, su mente, que se recuerde dónde jodido mandó los restos de mi papá. Dónde mandaron a los compañeros también. Eso sería lo grandioso de este testimonio que podría pasar. Puede que no, puede que sí. Como son ellos, difícilmente. Lo que yo espero es que él diga dónde están los restos de mi viejo y de los cuatro compañeros. Solo él lo debe saber. Tengo muchos deseos y expectativas positivas que yo le doy al testimonio de él. Que él diga dónde están los restos”. No es esperable que esto suceda, sobre todo observando a Arrillaga durante el debate oral y público. Pero también es cierto que este juicio ya arrojó inesperadas declaraciones.El proceso judicial que se está desarrollando desde el año pasado no deja dudas sobre la actuación de Arrillaga al mando del operativo militar que comandó la “recuperación” del cuartel el 23 de Enero de 1989. Daniel lo reafirma “en manos de él estaba este escenario de los cuatro desaparecidos, él sabe muy bien que paso con ellos, y debe saber dónde están”.Encontrarse con, aunque sea, los restos de su padre, es algo a lo que no renuncia. De hecho, en estos días, durante su extendida estadía en Argentina, dejó muestras de su sangre al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) con la esperanza de que puedan ser utilizadas cuando, por fin, se encuentren los restos de su papá.El último 23 de Enero, al cumplirse 30 años de La Tablada, Irene Provenzano y Daniel Díaz, participaron de un programa especial en La Retaguardia. El Diario del Juicio reproduce hoy esa larga charla.A José Díaz le decían Maradona porque jugaba bien a la pelota. En Nicaragua, donde estuvo exiliado antes de regresar a Argentina para sumarse al Movimiento Todos por la Patria (MTP), todavía lo recuerdan por eso y así se lo contaron a Daniel. “En Nicaragua en ese entonces no se jugaba mucho. Se juega más al baseball. Ahora sí está entrando mucho el fútbol, pero en ese entonces los argentinos eran los que estaban más familiarizados con el tema del fútbol. Y ellos, organizados ahí en Nicaragua, armaban sus grupos y siempre salían a jugar en algún campo, en la UNI, que había un campo de fútbol y también en cierto momento me di a la tarea de conocer a Pablo Monsanto, guatemalteco, que también estuvo en Nicaragua y me aseguró que jugó con mi padre y que jugaba muy bien”.También hablaron del significado de encontrarse con los cuerpos o lo que quede de ellos.—Diario del Juicio: En algún momento dijiste algo así como que tu pretensión para este juicio era saber no solo qué había pasado con tu padre, sino también saber dónde está su cuerpo y de alguna manera reencontrarte con sus restos. Aquí tenemos tan naturalizada la desaparición forzada de personas que no esperamos eso de los juicios de lesa humanidad. Lo que esperamos es justicia, pero no esperamos que nos digan dónde están, porque nunca dicen nada ¿Por qué le das tanta importancia a eso en particular? —Daniel Díaz Padilla: Del momento que estoy acá en Argentina estoy conociendo sobre el panorama de cómo se ha venido tornando la justicia. Me entero de que el General Arrillaga ha sido condenado y todavía goza de una libertad condicional (está con prisión domiciliaria). Se ve en perfectas condiciones. Puede que lo condenen y va a gozar siempre de lo mismo. Entonces siempre estoy pensando y compartiendo con los compañeros, en buscar una manera donde se haga un impulso para que dentro de la misma corte se haga presión para que él diga dónde pueda estar. Y si se puede hacer una reforma ante todo esto, porque si vemos bien la historia siempre ha pasado lo mismo: todos los militares que han sido condenados de lesa están gozando de una libertad condicional, ¿no? (la mayoría de ellos, más del 60%). De eso yo me vine a dar cuenta acá. Yo siempre he tenido el deseo de darle cristiana sepultura a mi padre. Igual lo comparto con mi familia y siempre lo dije, cuando estaba en el proceso inicial que fue bastante fuerte porque yo no tenía una identidad para poder representar a mi padre aquí en Argentina: nadie sabía de mí, sabían los compañeros, pero jurídicamente estaba en cero, porque tenía una identidad clandestina que fue la que me apuntó mi padre en Nicaragua. —DDJ: Él cuando se fue a vivir a Nicaragua lo hizo clandestino y por eso entró con otro apellido, y cuando vos naciste te anotó con esa identidad ¿Así fue? —DDP: Claro, él sale de Argentina en la clandestinidad y sale con el nombre de Daniel Alejandro González. Estuvo en varios países de América Latina, tratando de llegar a Nicaragua y también llegó a Guatemala. Siempre

En el juicio por el asesinato y desaparición de José Díaz durante la represión militar en el cuartel de La Tablada comparecieron ayer 3 testigos. El aporte mayor vino quizá del menos esperado: Walter Gualberto Cruz, un enfermero general que hace 3 años se retiró del Ejército. Declaró por primera vez ante la justicia y aportó datos esenciales sobre la caída del sargento Esquivel, a quien la teoría oficial daba muerto por Ruiz y Díaz antes de la supuesta fuga. Como ya está más que claro, ambos fueron desaparecidos por las fuerzas que comandaba el General Arrillaga. Cruz describió ayer cómo Esquivel murió a su lado por fuego cruzado. También fueron testigos un militar que armó un informe que ratifica la versión de Cruz y que el ejército se negó a publicar; y otro que intentó eludir sus propias responsabilidades con un mensaje de paz y unidad que sonó poco convincente. (Por El Diario del Juicio*) Foto: Arrillaga cada vez más preocupado (El Diario del Juicio)—¿El Capitán Cabrera es un personaje? —preguntó el abogado querellante Ernesto Coco Lombardi al militar retirado Julio Ruarte.—Sí, Cabrera es un personaje.—Esquivel murió en esa circunstancia? —intentó precisar el juez Rodríguez Eggers.—Para mí sí. Esquivel murió como está ahí —dijo Ruarte señalando su libro.—¿Y cómo construyó el relato de Cabrera? —preguntó Lombardi.—Con varios testimonios. Uno de un tal Galeano,  Galesi, no recuerdo bien, y seguramente le pregunté al Sargento Cruz. Ese intercambio, que podría interpretarse incluso como una charla literaria, fue central en la jornada de ayer. Julio Ruarte es un militar retirado, autor del libro La Tablada: Un ataque para recordar. Su testimonio había sido solicitado porque en su informe, más tarde publicado como libro, se describe la muerte del sargento Ricardo Esquivel. Su motivación, según expresó varias veces, fue saber qué pasó con Ricardo Rolón, uno de los militares caídos durante el combate y “rendirle un homenaje a mi amigo y camarada”. El informe Ruarte fue escrito entre 1990/1991, y en 2003 el autor ya contaba con una edición para publicar. Sin embargo, en ese entonces, el ejército rechazó su publicación: “Me mandaron una nota que no era conveniente para la imagen de la fuerza, que podía traer problemas al autor” declaró. La querella solicitó que el testigo aporte esa respuesta oficial de la Secretaría General del Ejército, una prueba más del encubrimiento, que además suena amenazante: “la voy a buscar. Tuve varias mudanzas en el medio”, dijo Ruarte, que publicó el informe finalmente en 2016 luego de retirarse un año antes.Develar los minutos finales del sargento Esquivel es una de las claves de este juicio. Casi sin saberlo, el militar, en su búsqueda personal por saber qué pasó con su amigo Rolón, aportó un dato revelador: cómo fue la muerte de Esquivel. Al ubicar en el lugar a Walter Gualberto Cruz, permitió que se escuchara su relato, por primera vez, luego de 30 años. Otro testimonio que fulminó la versión oficial. La palabra de Cruz Walter Gualberto Cruz tiene todo el aspecto de un laburante común y corriente. Sin embargo, fue militar hasta hace casi 3 años. Morocho y petiso, tiene la palabra simple y segura a mano. Es la primera vez que declarara en la justicia por los hechos de La Tablada. Su aporte es esencial; seguramente por eso, justicia encubridora mediante, nunca estuvo ante un tribunal hasta ayer. Así relató la muerte de Esquivel. “En un momento quedé solo en medio de una balacera importante, y me di cuenta de que estaba Esquivel cerca, fue entonces que le dije me cubriera mientras avanzaba hacia el Casino de Oficiales”, indicó. “En un momento cruzo para agarrar mi botiquín para seguir avanzando, y sentí un quejido que vino desde atrás. Entonces me di cuenta de que no me estaba cubriendo y me replegué adonde estaba él. Lo vi a Esquivel tirado en el piso, lo ausculté, busqué una herida superficial y no tenía, le giré la cabeza y ahí tenía la entrada de un proyectil 7,62 mm., calibre del FAL, sin orificio de salida”.En el relato oficial de los hechos, las huellas de Ruiz y Díaz llegaban hasta el oficial Esquivel, quien fue señalado como la última persona que vio con vida a los militantes del MTP, apenas antes de su propia muerte. Esquivel obviamente nunca estuvo para dar su versión. De alguna manera era el testigo perfecto para la versión militar/judicial; no había chance de contradicción alguna. Pero la cadena de mentiras se rompió en la 3ª audiencia, cuando el exmilitar César Ariel Quiroga, ambulanciero en La Tablada, que supuestamente les había entregado a Ruiz y Díaz al sargento Esquivel, no solo negó haberlo hecho, sino que aseguró no haber conocido a Esquivel ni haber tenido contacto con guerrilleros del MTP.  En aquella misma jornada ya histórica de diciembre pasado, otro exmilitar, José Almada, se ubicó como testigo ocular de la caída de Esquivel.“Estuve en las inmediaciones de la Compañía B cuando explota parte del primer piso, por lo que tuve que asistir a varios soldados”, relató Cruz. “Luego apareció Esquivel, que bajó de un vehículo en el cual estábamos haciendo las evacuaciones de los heridos”. En su detallado testimonio, Cruz indicó que “a viva voz pedí un vehículo para movilizarlo, como tardaba me puse a arrastrarlo, era un hombre fortachón, me costó mucho y a duras penas pude subirlo al blindado. Esa fue la última vez que lo vi, pero ya sabía que era inevitable su deceso, estaba agonizando”, agregó. Además, sumó un nuevo dato que muestra la complicidad del Ejército para ocultar la verdad y construir un relato que sirviera de coartada. Consultado por la querella sobre si alguna vez había tenido que contar en alguna instancia lo que estaba relatando, luego 30 años, en la sala del TOFC 4, dijo: “Unos meses después me llamaron del Estado Mayor para explicar la muerte de Esquivel. En la parte de legales del Edificio Libertador en Azopardo 250. Les dije que fui el único testigo de la muerte de Esquivel, porque nadie sabía

En el juicio por el asesinato y desaparición de José Díaz durante la represión militar en el cuartel de La Tablada comparecieron ayer 3 testigos. El aporte mayor vino quizá del menos esperado: Walter Gualberto Cruz, un enfermero general que hace 3 años se retiró del Ejército. Declaró por primera vez ante la justicia y aportó datos esenciales sobre la caída del sargento Esquivel, a quien la teoría oficial daba muerto por Ruiz y Díaz antes de la supuesta fuga. Como ya está más que claro, ambos fueron desaparecidos por las fuerzas que comandaba el General Arrillaga. Cruz describió ayer cómo Esquivel murió a su lado por fuego cruzado. También fueron testigos un militar que armó un informe que ratifica la versión de Cruz y que el ejército se negó a publicar; y otro que intentó eludir sus propias responsabilidades con un mensaje de paz y unidad que sonó poco convincente. Foto: Arrillaga cada vez más preocupado (El Diario del Juicio)—¿El Capitán Cabrera es un personaje? —preguntó el abogado querellante Ernesto Coco Lombardi al militar retirado Julio Ruarte.—Sí, Cabrera es un personaje.—Esquivel murió en esa circunstancia? —intentó precisar el juez Rodríguez Eggers.—Para mí sí. Esquivel murió como está ahí —dijo Ruarte señalando su libro.—¿Y cómo construyó el relato de Cabrera? —preguntó Lombardi.—Con varios testimonios. Uno de un tal Galeano,  Galesi, no recuerdo bien, y seguramente le pregunté al Sargento Cruz. Ese intercambio, que podría interpretarse incluso como un intercambio literario, fue central en la jornada de ayer. Julio Ruarte, es un militar retirado, autor del libro La Tablada: Un ataque para recordar.Su testimonio había sido solicitado porque en su informe, más tarde publicado como libro, se describe la muerte del sargento Ricardo Esquivel. Su motivación, según expresó varias veces, fue saber qué pasó con Ricardo Rolón, uno de los militares caídos durante el combate y “rendirle un homenaje a mi amigo y camarada”. El informe Ruarte fue escrito entre 1990/1991, y en 2003 el autor ya contaba con una edición para publicar. Sin embargo, en ese entonces, el ejército rechazó su publicación: “Me mandaron una nota que no era conveniente para la imagen de la fuerza, que podía traer problemas al autor” declaró. La querella solicitó que el testigo aporte esa respuesta oficial de la Secretaría General del Ejército, una prueba más del encubrimiento, que además suena amenazante: “la voy a buscar. Tuve varias mudanzas en el medio”, dijo Ruarte, que publicó el informe finalmente en 2016 luego de retirarse un año antes.Develar los minutos finales del sargento Esquivel es una de las claves de este juicio. Casi sin saberlo, el militar, en su búsqueda personal por saber qué pasó con su amigo Rolón, aportó un dato revelador: cómo fue la muerte de Esquivel. Al ubicar en el lugar a Walter Gualberto Cruz, permitió que se escuchara su relato, por primera vez, luego de 30 años. Otro testimonio que fulminó la versión oficial. La palabra de Cruz Walter Gualberto Cruz tiene todo el aspecto de un laburante común y corriente. Sin embargo, fue militar hasta hace casi 3 años. Morocho y petiso, tiene la palabra simple y segura a mano. Es la primera vez que declarara en la justicia por los hechos de La Tablada. Su aporte es esencial; seguramente por eso, justicia encubridora mediante, nunca estuvo ante un tribunal hasta ayer. Así relató la muerte de Esquivel. “En un momento quedé sólo en medio de una balacera importante, y me di cuenta de que estaba Esquivel cerca, fue entonces que le dije me cubriera mientras avanzaba hacia el Casino de Oficiales”, indicó. “En un momento cruzo para agarrar mi botiquín para seguir avanzando, y sentí un quejido que vino desde atrás. Entonces me di cuenta de que no me estaba cubriendo y me replegué adonde estaba él. Lo vi a Esquivel tirado en el piso, lo ausculté, busqué una herida superficial y no tenía, le giré la cabeza y ahí tenía la entrada de un proyectil 7,62 mm., calibre del FAL, sin orificio de salida”.En el relato oficial de los hechos, las huellas de Ruiz y Díaz llegaban hasta el oficial Esquivel, quien fue señalado como la última persona que vio con vida a los militantes del MTP, apenas antes de su propia muerte. Esquivel obviamente nunca estuvo para dar su versión. De alguna manera era el testigo perfecto para la versión militar/judicial; no había chance de contradicción alguna. Pero la cadena de mentiras se rompió en la 3ª audiencia, cuando el exmilitar César Ariel Quiroga, ambulanciero en La Tablada, que supuestamente les había entregado a Ruiz y Díaz al sargento Esquivel, no solo negó haberlo hecho, sino que aseguró no haber conocido a Esquivel ni haber tenido contacto con guerrilleros del MTP.  En aquella misma jornada ya histórica de diciembre pasado, otro exmilitar, José Almada, se ubicó como testigo ocular de la caída de Esquivel.“Estuve en las inmediaciones de la Compañía B cuando explota parte del primer piso, por lo que tuve que asistir a varios soldados”, relató Cruz. “Luego apareció Esquivel, que bajó de un vehículo en el cual estábamos haciendo las evacuaciones de los heridos”. En su detallado testimonio, Cruz indicó que “a viva voz pedí un vehículo para movilizarlo, como tardaba me puse a arrastrarlo, era un hombre fortachón, me costó mucho y a duras penas pude subirlo al blindado. Esa fue la última vez que lo vi, pero ya sabía que era inevitable su deceso, estaba agonizando”, agregó. Además, sumó un nuevo dato que muestra la complicidad del Ejército para ocultar la verdad y construir un relato que sirviera de coartada. Consultado por la querella sobre si alguna vez había tenido que contar en alguna instancia lo que estaba relatando, luego 30 años, en la sala del TOFC 4, dijo: “Unos meses después me llamaron del Estado Mayor para explicar la muerte de Esquivel. En la parte de legales del Edificio Libertador en Azopardo 250. Les dije que fui el único testigo de la muerte de Esquivel, porque nadie sabía en qué circunstancias había muerto.

“En ese ataúd se pensaba que estaba Provenzano. Había dos fémur derechos. Uno era de Sánchez. Se pensó por coincidencia genética que era Ruiz. El otro fémur era de Burgos, que era el cuerpo que estaba en el lugar que se creía estaba Provenzano. Los restos estaban en bolsas negras, en algunos casos con vestimentas. Estaban esqueletizados pero no completos. Habían sido sometidos a agentes térmicos”. Son palabras de Luis Fonderbrider, el director ejecutivo del mundialmente reconocido Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Lo relató con la frialdad de aquellas personas que conviven en su tarea cotidiana con el análisis de restos óseos; lo que para todo el planeta puede resultar escabroso, para ellos/as es cotidiano.  En el recorte que antecede, en tan solo cinco líneas de texto que no tardó más de dos minutos en expresar, se entremezclan las historias de 4 militantes del MTP que hoy no están. 2 fueron asesinados (Roberto Gordo Sánchez y Carlos Alberto Quito Burgos). Los otras 2 también, pero sus cuerpos están desaparecidos (Iván Ruiz y Francisco Pancho Provenzano). Pero además de la impunidad con la que actuaron los militares, aquí se suman las “desprolijidades” de los forenses.En ese ataúd, entonces, no estaba Provenzano, por eso se sumó recién en 2010 a la lista de desaparecidos. Coincide con la fecha en la que el EAAF realizó una segunda intervención, pero ya con su técnica que no es sólo genética. En ese año, el equipo asumió el trabajo desde una perspectiva integral, explicó Fonderbrider en su testimonio. Allí se reconocieron a 6 militantes entre los restos que faltaban identificar: Roberto Sanchez, Juan José Tosi, Juan Manuel Murúa, Carlos Burgos, Roberto Gaguine y José Mendoza. Y otros 2 que se creía identificados, pasaron a engrosar la lista de desaparecidos: Iván Ruiz y Francisco Provenzano.Irene Provenzano, hija de Pancho y de Claudia Lareu (que también murió en La Tablada) lo contó desde su lugar de familiar: “En el caso de mi papá, es de los que negocia la rendición con Arrillaga. Todos relatan que luego de las torturas, de los simulacros de fusilamiento, de no saber si efectivamente iban a lograr seguir con vida aun después de la rendición, lo que hacen es escucharse las voces y saber quienes están, además de los que saben que se rindieron con ellos, porque estaban encapuchados. Nosotros como familia siempre supimos que él se había entregado con vida el 24 y que después había sido fusilado”, pero creyeron que su cuerpo estaba sepultado, “hasta el 2009, que interviene el equipo de antropología forense con la hipótesis que el cuerpo estaba mal identificado en su momento. Luego de hacer un análisis de todos los cuerpos que todavía estaban sin reconocer para ese momento llegan a la conclusión antropológica y genética de que hay 4 compañeros que no están”. Uno de ellos es su papá.Otra cuestión que encierra la intervención de ayer de Fonderbrider con la que comienza este texto, es el error en la identificación de los restos de Sánchez y Ruiz, que el EAAF corrigió. “Ruiz tenía 20 años. Estaba emparentado con Sánchez (era su sobrino), que tenía 40. Nos podríamos haber quedado con los análisis genéticos que dieron positivo cuando se cruzaron con las muestras de familiares de Ruiz, pero al realizar un análisis más integral, nos dimos cuenta de que esos restos no pertenecían a una persona de 20 años, sí a una de 40”, por lo que al realizar el análisis genético con las muestras de familiares de Roberto Sánchez, también dio positivo “el famoso 99,999999%”, explicó el antropólogo, que también dio cuenta de la impunidad con la que trataron los cuerpos de los integrantes del MTP, tanto en vida como después de muertos. “2 de los cuerpos estaban completos, otros 2 tenían pérdidas importantes. En un caso creo que faltaba el cráneo. Esto puede ser por dos razones: o producto de la acción (golpes, amputaciones, todo tipo de torturas) o por el mal levantamiento de los cuerpos”.En el video que acompaña esta nota, durante una entrevista que El Diario del Juicio le realizó luego de su testimonial, Fonderbrider también explicitó aquello de que los cuerpos “fueron sometidos a agentes térmicos”; es decir: las altas temperaturas a las que estuvieron sometidos, o bien por el incendio de la Guardia de Prevención, o por efecto de la incineración intencional. Otro palo para la justicia Miguel René Rojas llegó a la Terminal de Ómnibus de Retiro por la madrugada. Se encontró luego con uno de los secretarios del Tribunal Oral en lo Criminal 4 de San Martín, que lo llevó hasta el juzgado. Su declaración mereció la misma atención que todas. En este juicio, puede pasar cualquier cosa. Pero a esta altura lo inesperado se convirtió en esperable. Hay casi una pretensión de que todos los testimonios aporten algo significativo. La de Rojas fue una declaración de una hora. Entró a la sala vestido con un jean gastado, con los bolsillos traseros deformados por el uso, una remera con rayas horizontales grises y una mochila que rápidamente dejó apoyada en un costado del estrado en el que se sentó. Como dijo el exmilitar César Quiroga en la tercera audiencia que torció para siempre el rumbo del juicio: “Vengo a sacarme una mochila que llevo hace 30 años”. Rojas trajo la suya pero decidió también quitársela de encima. El vuelco en su declaración ocurrió exactamente en la mitad, cuando ya parecía que su testimonio no saldría de lo común. —Yo declaré dos veces antes -dijo con su tonada salteña cerrada e inconfundible-. Una en Morón y otra en San Martín. La de San Martín, nada que ver. La de Morón fue la última. —¿Usted recuerda haber declarado en el Regimiento? —le consultó Matías Mancini, presidente del Tribunal, ya dispuesto a escuchar cualquier cosa acerca de la instrucción de esta causa. —No, yo en el regimiento no. —Porque aquí dice que usted declaró en el regimiento el 14 de febrero de 1989 —agregó Mancini. Hasta ahí todo más o