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Gloria Canteloro


Hija de una madre delegada de fábrica y nieta de un abuelo que formó parte de la resistencia peronista, Gloria Canteloro militó en la UES, estuvo tres años presa en Devoto y al salir en libertad se exilió en España. Allí conoció al amor de su vida, Manuel Camiño, con quien decidió volver a Argentina como parte de la Contraofensiva. Pañuelo verde en su muñeca, Canteloro brindó su testimonio en la cuarta audiencia del juicio. (Por Fabiana Montenegro, Martina Noailles y Fernando Tebele para El Diario del Juicio*)Levantar la teoría de los dos demonios. Esa parece ser la principal estrategia de, al menos, dos de los abogados que defienden a ex militares imputados en este juicio. Sus preguntas e intervenciones en cada audiencia así lo denotan. Como las que hizo en la última Marcelo Botindari, defensor de Raúl Guillermo Pascual Muñoz, ex jefe de Personal en el Comando de Institutos Militares. En la silla para las y los testigos está Gloria Canteloro, sobreviviente de la Contraofensiva.Botinardi viste traje y corbata, como casi todos los abogados varones del juicio. La camisa bien apretada contra el cuerpo. Nunca lo hemos visto reir. Ni siquiera a modo de ironía. Su cabello rapado estimula el gesto adusto. A su lado tiene una asistente poco activa. Está por llegar su turno y va a preguntar con poca técnica y visible enojo. Aprieta la tecla del mic que le habilita el sonido y suelta: —Usted dio como sustento ético y jurídico la resistencia a un modelo conservador desde lo ideológico y liberal desde lo económico, ¿verdad? —pregunta Botindari—.—Sí —confirma Canteloro.—Para esto se integró a ese llamamiento de la contraofensiva y recibió instrucción en el Líbano. También habló de que esa instrucción era defensiva, ¿me quiere contar de qué constaba? Se oyen murmullos en la sala de audiencias y el juez Esteban Rodríguez Eggers pide silencio. Será uno de los momentos más álgidos durante el testimonio de Gloria Canteloro, integrante de las Tropas Ede Infantería (TEI) durante la Contraofensiva ‘79. El abogado defensor parece no contentarse con la respuesta de la testigo, quien explica que eran ejercicios de supervivencia y manejo de armas para, en caso de ser detectados, poder defenderse. Y arremete contra ella: —O sea, solamente una actitud defensiva ¿Y con respecto a los atentados de Montoneros? El murmullo crece. La incomodidad se hace notoria. La fiscal Gabriela Sosti se opone a la pregunta.El juez intenta reacomodar la situación para no transformarla“en una charla de café”: —¿Usted formó parte de las TEA? —pregunta el magistrado, en referencia a las tropas de agitación y propaganda.–Formé parte de las TEI. Era miliciana –aclara Gloria, por las Tropas Especiales de Infantería-. Podíamos realizar tareas políticas o militares, no era exclusivo.El defensor va a insistir en la posibilidad de que la pregunta que planteó sea aceptada.—Venimos asistiendo a diversos testimonios de oídas en lo que hay cosas juzgadas, unos buenos y otros malos. Pretendo saber cuál fue el accionar que motivó este despliegue militar e inclusive cuáles fueron las formas de financiamiento.Ante la negativa, Botindari reformula la pregunta:—En este despliegue de personas que viajan, ¿cuál fue la fuente de financiamiento?—No lo sé —responde Gloria—. Yo no formaba parte de eso.—¿Pero esos costos quién los asumía?—La organización Montoneros. De dónde sacaba el dinero no lo sabía. Nunca pregunté. Como organización, las finanzas las manejaría alguien. En qué lugar, en qué banco, yo no tenía porqué saberlo. No me mueve el odio ni la venganza“Nuestra participación en la organización no fue movida por el odio ni por la venganza”, dice Gloria Canteloro, la segunda testigo en la cuarta audiencia del juicio que investiga la represión contra quienes formaron parte de la Contraofensiva de Montoneros. “Todo lo contrario. Fueron las Fuerzas Armadas, el brazo armado de los poderosos, que sumieron al país en la miseria y destruyeron todo. No me mueve el odio ni la venganza. Yo siento un desprecio desde lo más hondo del alma por ellos. No les llegan ni a las suelas de los zapatos de nuestros compañeros -los vivos y los muertos, los desaparecidos y los sobrevivientes-. Necesitaron ir en manada y armar la cacería desde un escritorio para darles vía libre a los sádicos y a las bestias porque ni siquiera se los puede llamar animales”.Para entender los motivos que la llevaron a participar de la Contraofensiva –como otros testigos también han señalado- es necesario hacer referencia a la historia que cada uno de ellos protagonizó en el contexto de las políticas que se desarrollaron en el país. Gloria u Osito –como aún la siguen llamando quienes la conocieron entonces- se crió en un barrio de obreros y pequeños comerciantes de Rosario. “Viví las dictaduras, el Onganiato, y vi el Rosariazo en la esquina de mi casa con tan solo 12 años”, recuerda.Hija de una madre delegada de fábrica y nieta de un abuelo que formó parte de la resistencia peronista, Gloria trabajó desde los 14 y estudió en el turno noche de la Escuela Superior de Comercio, una de las mejores de la ciudad. En el ’74 comenzó a militar en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios). Allí compartió discusiones políticas y conoció la alegría y el compañerismo. Era feliz con eso. El objetivo del centro de estudiantes –una actividad clandestina debido al estado de sitio que regía en el país- era luchar por el medio boleto estudiantil. “No se trataba sólo de una reivindicación, era una conciencia, un posicionamiento ideológico. Pensábamos en colectivo, que todos pudieran acceder a la educación. Eso era pensar en el otro”, enfatiza.El tema de la solidaridad va a atravesar todo su testimonio como si fuera un sello indeleble que marcó a los compañeros y compañeras de su generación y a su familia. En este sentido, Gloria recordará que, cuando estuvo detenida en la cárcel de Devoto, fue su propio padre, Domingo Canteloro, quien además de mandarles cartas a las otras compañeras presas, se ofreció como rehén para que ella pudiera salir en su lugar.No será el único ejemplo. Habrá