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Gustavo Molfino

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La figura de Mónica Pinus sobrevoló toda la jornada de esta audiencia. Primero con la extensa declaración de Eduardo Binstock, su compañero al momento del secuestro. Luego, con la declaración de los hijos de ambos: Ana Victoria y Miguel Francisco Binstock. Pinus fue secuestrada junto a Horacio Campiglia en Brasil, en marzo de 1980. Un grupo del Batallón de Inteligencia 601 llegó para capturarlos al pie del avión que los traía de Panamá. El juicio seguirá el próximo jueves desde las 9 horas. (Por El Diario del Juicio*)  👆 Foto de portada: Edy Binstock utilizó un lenguaje muy gestual para testimoniar durante dos horas y media, como lo muestra esta imagen. Estaba contando cómo era la militancia barrial junto a Mónica Pinus, hasta que llegó la Triple A.  📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio📷 Fotos: Gustavo Molfino/Fernando Tebele 📝 Textos: Fernando Tebele 💻 Edición: Martina Noailles 👆 Los imputados, durante el poco tiempo en el que permanecen en la sala, hasta que el tribunal les otorga el permiso para retirarse. El que observa fijo a la cámara, tercero en la fila, en Jorge Eligio Bano, uno de los integrantes del Batallón de Inteligencia 601 del Ejército, acusados en esta causa.  📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Eduardo Binstock respondió preguntas de todas las partes, incluyendo un extenso cuestionario de parte del abogado defensor Lisandro Sevillano. Como Binstock fue uno de los adultos a cargo de la Guardería de La Habana, Sevillano intentó profundizar respecto a los vínculos y el apoyo del gobierno cubano a esa iniciativa.   📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 En la primera fila, como siempre, afectos, compañeras, familiares. En foco está Andrea, la actual compañera de Binstock, que acompañó muy emocionada las tres declaraciones.   📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 El juez Matías Mancini, de 35 años, no tiene en este juicio el rol protagónico que tuvo durante en el primer juicio por los desaparecidos de La Tablada. Allí era el presidente del tribunal, cargo que en este juicio ocupa Esteban Rodríguez Eggers. Sin embargo Mancini consultó esta vez a Binstock respecto de lo que representó para él un reconocimiento que el Estado brasileño realizó acerca de los secuestros de Pinus y Campliglia. En la sentencia de la causa Tablada, el tribunal decidió que la condena al genocida Arrillaga tenía “carácter de reparación simbólica” para con el hijo de la víctima.  📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 La jueza Morguese Martín, recientemente incorporada, también realizó una pregunta esta vez más humana que técnica. Quiso saber cómo habían continuado la vida de Edy Binstock tras la desaparición de su compañera de vida.   📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 La segunda testigo fue Ana Victoria Binstock, hija mayor de la pareja Binstock/Pinus. Fue una exposición muy emotiva, en la que Ana Victoria pasó desde su teléfono celular un audio corto de su madre, extraído de unos de los casetes que enviaban los y las participantes de la Contraofensiva a la Guardería de La Habana. Contenían mensajes tanto para sus hijos e hijas, como para “los tíos”, como denominaban a las personas adultas a cargo.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 Ana Victoria se abrazó con su padre apenas finalizó su testimonio. Fue la primera vez que el aplauso con el que cierran todas las testimoniales se demoró. Fue fácil entender que la pausa tuvo que ver con la emoción y el impacto que causó el testimonio que con mucho esfuerzo emocional llevó adelante.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 Mientras Ana Victoria testimoniaba, detrás suyo, Andres y Edy formaban parte de la emoción general. En los momentos de mayor esfuerzo de su hija para poder continuar con el testimonio, Edy inclinaba su cuerpo hacia adelante como un intento por acercase más, por aportar liviandad sobre las espaldas sobrecargadas de su hija.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 El último turno lo ocupó Miguel Francisco Binstock. En una perfecta complementación entre los tres testimonios, Miguel utilizó su tiempo para contar algunos hechos puntuales que dan cuenta de cómo crecieron sin su madre. También puntualizó en su militancia en la Agrupación HIJOS.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 Miguel le pidió al tribunal que las condenas de los imputados sean cumplidas en cárceles comunes. Más del 60% de los genocidas han obtenido el beneficio de la prisión domiciliaria. Como ha quedado demostrado en este juicio (aunque el tribuna no lo convalidó), no respetan el cumplimiento de la pena y se manejan en las calles con total libertad.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 Al cierre de su testimonio, el primer abrazo fue también para su padre, ante la mirada de Andrea. Miguel también se refirió a lo que implica la acción del genocidio en la generación de los hijos de los hijos. Se refirió a cómo su pequeño va creciendo mientras conoce la historia de su abuela desaparecida.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 El abrazo más emotionado de Miguel fue con su compañera. En ese abrazo apretado pareció desinflarse luego de la carga que implica para todas las personas que pasan por la silla de los testigos, aportar datos que ayuden a conseguir Memoria, Verdad y Justicia.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 La familia completa, con la foto de Mónica que no consigue remplazar su ausencia. El parecido físico entre Mónica y Ana Victoria es notorio.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 Ana Victoria observa junto a un amigo de la familia, una foto registrada en la Guardería de La Habana. Allí se la ve junto a su hermano Miguel. Quien está observando a Ana Victoria es Yamila Collazo, una de las psicólogas del Centro Ulloa, que acompañana a quienes dan testimonio antes y durante ese momento tan especial.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta

Otra intensa y larga jornada se dio este martes. Asistimos al testimonio de Nora Hilb, secuestrada y salvada por la diplomacia alemana; Lía Martínez y Solana Guangiroli, madre y hermana de Mariana Guangiroli, desaparecida en la represión a la Contraofensiva; y el de Ana María Ávalos, militante y además mamá de Verónica Cabilla, otra de las mujeres desaparecidas. Las cuatro mujeres entregaron diferente información que agrega pruebas a la responsabilidad de los integrantes del Batallón de Inteligencia 601. Desde un mensaje de Whatsapp en el teléfono de Hilb, hasta una docena de papeles recopilados por Ávalos, se agregaron a la causa en este día que repasamos en imágenes. (Por Gustavo Molfino para El Diario del Juicio*) Foto de Portada: Nora Hilb compartió un mensaje de Whatsapp que le envió un amigo suyo al que no vio nunca. La voz de Adalberto Herrera, que estuvo en Campo de Mayo y vio allí a Hilb, aportó otra prueba de los vuelos de la muerte desde Campo de Mayo. “A mí me dijeron: estos dos van al río (por Hilb y su pareja por entonces: Daniel Cabezas)  y uno sabe que cuando decían eso… por eso me volvió el alma al cuerpo cuando me dijeron que te comunicaste”. Hilb sostenía el teléfono con una mano, mientras se secaba las lágrimas con la otra. (Gustavo Molfino/DDJ) Ya una costumbre. Los imputados se van con la mirada al piso, sin poder ver las fotos de sus víctimas.(Gustavo Molfino/DDJ) Volvió el Dr. Hernán Silva, defensor oficial de 6 de los imputados. Su rol en el juicio es mucho más activo que el de sucompañero Lisandro Sevillano. Silva recibió el casi infaltable reto de Esteban Rodríguez Eggers, el presidente del tribunal,que lo frena cada vez que intenta incomodar a quienes dan testimonio con preguntas en general poco relevantes.(Gustavo Molfino/DDJ) Hilb estuvo secuestrada en Campo de Mayo junto a su pareja por entonces, Daniel Cabezas, que declaró en las primeras  jornadas del juicio. Eran parte de un grupo de prensa. Encuadernaban y distribuían clandestinamente libros. A Hilb la blanquearon por demanda diplomática de Alemania, ya que ella es ciudadana de ese país, y fue presa legal durante 4 años. Al finalizar su testimonio, estalló en un llanto incontenible y sonoro, que sonó a explosión de alivio. (Gustavo Molfino/DDJ) Solana María Lía Guangiroli declaró por su hermana mayor Lía Mariana. El cartel que pide silencio, se condice con la historia de esta familia. Solana contó cómo aprendieron a negar a la mayor de 7 hermanas/os. Finalmente, fueron recuperando la historia. Solana leyó cartas de su hermana, muy conmovida. (Gustavo Molfino/DDJ) Guangiroli relató también la historia de Víctoria, su sobrina, que quedó en la Guardería de La Habana. Fue entregada por Montoneros a su abuelo, Hugo Guangiroli, un psicólogo que vive en Brasil. Victoria se crió en ese país, regresó luego a Argentina. Entre otras ciudades vivió en Andalgalá, donde luchó contra la megaminería. Hoy reside otra vez en Brasil.(Gustavo Molfino/DDJ) Guangirlo también recibió consultas de los abogados defensores. (Gustavo Molfino/DDJ) Luego de Solana, ingresó su mamá, Lía Emma Martínez. La mujer contó cómo la pequeña Victoria tuvo que crecer con documentos falsos, aunque conociendo su identidad, porque en Argentina a ella le decían que tenía que ir o su papá o su mamá, ambos estaban muertos por la acción represiva. (Gustavo Molfino/DDJ) Muy emocionadas, ambas se abrazaron al terminar la declaración. A la izquierda se acerca Ana Montoto Raverta. También las acompaña, con una carpeta en la mano, una de las psicólogas del centro de asistencia Fernando Ulloa, que depende de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. (Gustavo Molfino/DDJ) Ingresa a la sala Ana María Ávalos. Sus papeles en la mano dan cuenta de una declaración con documentos, cartas y fotos para mostrar. La acompaña una de las secretarias del juzgado, mientras dos abogados defensores se acomodan para continuar. (Gustavo Molfino/DDJ) Ávalos declaró como militante, pero además por su hija Verónica Cabilla, que está desaparecida. En primera fila estaba su hijo Horacio. Aquí vemos al joven emocionado al mismo tiempo que su madre, mientras relataba cómo se enteró del secuestro de Verónica y sus compañeros y compañeras, a los que conocía por su propia militancia. (Gustavo Molfino/DDJ) Ávalos aportó documentación y fotos. Contó cómo fue accediendo a esos papeles. En su condición de militante de Montoneros, dio una visión particular de la desaparición de su hija que la que dan otras mamás que no eran parte de la militancia. Por supuesto todas las madres dan cuenta del tremendo dolor que les significó el secuestro y desaparición de hijos o hijas y sus consecuencias. (Gustavo Molfino/DDJ) Entre las copias que aportó, hay una carta que Verónica Cabilla escribió para su hermanito Mariano (que no estaba en la sala). Antes de irse, Verónica le propuso dibujar el contorno de su piecito, y le dijo que allí le escribiría una carta, cosa que finalmente hizo. “La despedida fue muy triste”, aseguró su madre. Aquí la observa el abogado defensor Silva.(Gustavo Molfino/DDJ) Aquí el momento en el que Verónica Cabilla toma el contorno del pie de su hermanito.(Gentileza de Ana María Ávalos) También mostró un ejemplar del libro Montoneros, el camino de la Liberación, que se encuadernó y distribuyó desde la casa de Villa Luro (en la calle Virgilio) en la que fueron secuestrados Hilb y Cabezas. “El libro se lo quiero regalar a Luli (Dolores Guadix), que es la hija de Paco (Gervasio Guadix) y Aixa Bona”. En la casa que ellos habitaban se editó el libro.(Gustavo Molfino/DDJ) Al finalizar su testimonio, Ana María se abrazó con el nieto recuperado Guillermo Amarilla Molfino. Ávalos había relatado que fue la primera persona que recibió de la sobreviviente Silvia Tolchinski la noticia de su posible nacimiento en Campo de Mayo. (Gustavo Molfino/DDJ) Ávalos recibió el abrazo apretado de Daniel Cabezas, que escuchó toda la jornada desde la última fila, como su ex compañera relataba sus caídas, y también toda la secuencia de caídas del grupo del que eran parte. (Gustavo Molfino/DDJ) *Este diario del juicio

Entre los testimonios de la jornada, dos fueron por Enrique Quique Pecoraro, una de las víctimas de la represión a la Contraofensiva de Montoneros. Su compañera, Alicia Ruszkowski, y su hija mayor, Ana Pecoraro, recuperaron su historia militante y narraron con tristeza la ausencia y su muerte. Las cartas que les escribió a sus dos hijas y a su hijo son un testimonio en sí mismo y cobraron un valor especial en la voz de su hija. (Por Fernando Tebele para El Diario del Juicio*)  Colaboración especial: Valentina Maccarone/Diana ZermoglioFotos: Gustavo MolfinoFoto de Portada: Ana Pecoraro lee una de las cartas de su padre. (Julieta Colomer)—Él nos quiere explicar que él no nos abandona, que él no elige la muerte. “Hijos me gustaría jugar con ustedes eternamente, verlos crecer, aconsejarlos, protegerlos, pero tambien me gustaria que esa posibilidad no sea individualmente  la que yo les podría brindar sino el fruto de las condiciones de vida de nuestro pueblo. Me gustaría conversar con ustedes en vuestra adultez y en mi vejez, me gustaría verlos caminar por la vida y comprobar que eché buenas raíces. (…) La mejor demostración de amor que puedo brindarles, la mayor demostración que puedo entregarles, es una vida con sentido, una vida que luchó por realizarse, no en abstracto sino con ideas ideales y deseos de solidaridad, igualdad y amor a los demás como forma de realización individual”. El que habla ante el tribunal es Enrique Pecoraro. Quique no está aquí. Fue asesinado durante el genocidio. Pero está, de alguna manera, no de la mejor, que sería de cuerpo presente. La voz que se oye es la de su hija mayor, Ana Cristina Pecoraro. Está leyendo fragmentos sueltos de largas cartas que Quique les escribió a ella y sus hermanos, Esteban y Laura. Sostiene las copias de las originales, escritas en máquina de escribir. Hay tanto amor en esa lectura, que es posible oír el golpeteo de las teclas contra la cinta cargada de tinta negra. Ana tiene las palabras elegidas resaltadas en rosa. Aunque a veces su garganta parece a punto de bajar la persiana, increíblemente, no se quiebra mientras lee. Quizá porque no es solo su voz la que está allí. *** Alicia Ruszkowski está sentada para comenzar con su testimonio mientras los imputados todavía permanecen en sus asientos. Como la semana pasada, tienen que volver a pasar al lado de quien está por dar la testimonial. Alicia los mira, ellos bajan la vista; tal cual ocurrió la jornada anterior. Lleva puesta una campera de cuero que no se quitará en todo el día. Viene para hablar del padre de sus hijas, Enrique Pecoraro. En la primera fila, Ana, la mayor, espera su turno para declarar inmediatamente después. Está con su hijo y su hija, dos adolescentes mulatos que contrastan con la blancura polaca de su abuela. “En el ‘68 me recibo apurada —dice la socióloga— porque ya veíamos venir la represión y la derechización de la universidad. Había muchas amenazas, eso es a fines del ‘74. Marzo del ‘75 se produce la matanza en Mar del Plata, 16 de abril nos expulsan a todos”. Ruszkowski repasa así, rápidamente, la secuencia de secuestros, desapariciones y asesinatos desatados por la Concentración Nacional Universitaria (CNU), el brazo estudiantil de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), organizaciones que estiraron la línea de comienzo del genocidio hasta antes del golpe de Estado, como ya ha ratificado la justicia argentina en juicios como el de La Perla (Córdoba), por el Operativo Independencia (en Tucumán), o contra miembros de la CNU en La Plata y Mar del Plata. En ese final “democrático”, ya asomaba el genocidio.  “Vino una patota de la Concentración Nacional Universitaria, quiso entrar en la casa porque aparte venían con apoyo de La Plata, porque la organización estaba radicada en La Plata, Mar del  Plata y Bahía Blanca. Sabíamos que venían, como represalia, a seguir matando gente, entonces por resguardo dormimos en diferentes casas hasta que yo le digo a Quique ‘Tenés que irte sí o sí’. Yo estaba con mi hija que tenía seis meses y recién ahí, después de abril, me voy a Buenos Aires”, cuenta.“Por razones de seguridad, entre fines del ‘75 hasta el ‘79, más precisamente el 13 de noviembre donde lo asesinan a Quique, vivimos en cinco casas diferentes. Nos mudamos de Díaz Vélez y Salguero a Parque Chas, de ahí a Saavedra, después a una primera casa en Castelar y luego a una segunda casa (también en Castelar, lindante con la Base Aérea de Morón)”, detalla Alicia. Alicia Ruszkowski responde a las preguntas de los defensores. (Gustavo Molfino/DDJ) Ser parte de la Contraofensiva “Quique era una persona muy reflexiva, con un pensamiento crítico muy importante. Tenía discusiones muy fuertes dentro de la organización. A su vez una pertenencia también muy importante, se daban las dos cosas”, explica Alicia, que en ese camino dejó su militancia. “Cuando llegamos a Buenos Aires, yo ya no tengo militancia activa. Nació Ana en el año ‘76; en la maternidad Sardá nació Esteban. Era la época en la que llevaban a las mujeres secuestradas a parir. En septiembre del ‘78 nació Laura, en Capital. Yo tenia a esos tres niños pequeños y permanentemente nos movíamos de un lado para el otro. Quique pertenece a la organización Montoneros en el área de documentación y enlace con el exterior, por eso nosotros no nos fuimos del país. Él sí viajaba al exterior por períodos muy cortos. Él tuvo participación en la Contraofensiva. Como yo no estaba encuadrada en ese momento activamente, una forma de resguardo era no tener demasiada información. No sabíamos en qué momento se podía producir una caída, ser torturados, entonces también la idea era preservar la vida de uno y de los compañeros y compañeras”. Menciona que Quique tuvo que ver con la salida del país de Jaime Dri luego de su fuga de la ESMA. Que viajó a Panamá y Perú. Que su último viaje fue a Madrid. También dio cuenta de que Quique confeccionó documentación

En una extensa jornada, se escucharon testimonios que aportan a abrir nuevas historias en el juicio. Las dos primeras fueron Alicia Ruszkowski y Ana Pecoraro, esposa e hija de Enrique Pecoraro. Ruszkowski relató además su secuestro en la ESMA. Luego testimoniaron Arturo Helman y Dalia Canteloro, una pareja de sobrevivientes que repasaron la convocatoria y la preparación para la Contraofensiva. El cierre estuvo marcado por la interrupción que sufrió la testigo Ana María Lazarini. Especialmente llegada desde Barcelona para declarar, en el medio de su declaración el juez Alejandro de Korvez abandonó la sala para asistir al médico. Luego de estudiar variantes legales, los jueces Rodríguez Eggers y Matías Mancini repararon el desplante y continuaron la audiencia con el acuerdo de todas las partes y el aporte de la cuarta jueza. Cuando pudo, Lazarini se refirió al secuestro de Antonio Luis Tovo, ocurrido el 4 de junio de 1980 en Rosario. (Por Gustavo Molfino/Julieta Colomer/ Fabiana Montenegro/Fernando Tebele para El Diario del Juicio*)  Los imputados se retiran de la sala de audiencia. Como la semana anterior, la primera testigo, Alicia Ruszkowski, los mira.La respuesta es la mirada al suelo. Lo mismo ocurre con las fotografías de las víctimas en esta causa.(Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Ruszkowski dio testimonio por su compañero, Enrique Pecoraro, que fue asesinado, y por su propia situación, ya que fuesecuestrada y llevada a la ESMA.  La sobreviviente narró su secuestro en Mar del Plata, su traslado a la ESMA y la posterior libertad vigilada a la que fuesometida durante dos años. (Gustavo Molfino/DDJ) En primera fila la observan su hija, Ana, junto s sus hijos. La nieta de Ruszkowski lleva la pancarta de su abuelo asesinado,Quique Pecoraro. (Gustavo Molfino/DDJ) Al finalizar, recibió el abrazo de su hija, Ana Pecoraro, que declaró inmediatamente después. Cuando finalizó su testimonio, su mamá le devolvió el abrazo anterior. Ambas estaban muy emocionadas. Quique Pecoraro apretado por la rosa roja tejida (un símbolo que llegó a los juicios lesa humanidad para quedarse).La foto cuelga del cuello de uno de sus nietos. Una de las nietas de Enrique Pecoraro, esbozando la misma sonrisa que su abueloen la foto inmortal. (Fabiana Montenegro/DDJ) Arturo Helman participó de la Contraofensiva. En su testimonio dio cuenta de cómo fue la convocatoria y la preparación.(Gustavo Molfino/DDJ) Aquí Helman responde una de las preguntas de la defensa oficial, mucho menos activa que en las primeras audiencias.  El cuarto turno fue para Dalia Canteloro, también militante de Montoneros. Es la compañera de Helman. Su hermana, GloraCanteloro, ya fue testigo en el juicio. (Gustavo Molfino/DDJ) La familia de Dalia Canteloro en la primera fila, que siempre es ocupada por los afectos de la persona que testifica.(Gustavo Molfino/DDJ) Ellos y ellas, que no han podido, entre otras cosas, ser testigos en este juicio,están presentes en todas las jornadas a través de las fotos, de los testimonios yde cada recuerdo silencioso. (Gustavo Molfino/DDJ) El último testimonio, ya pasando las 15 horas, fue el de Ana María Lazarini, que llegó especialmente desde Barcelona. Elesfuerzo de quienes viajan y no utilizan la videoconferencia, tiene que ver con que claramente no es lo mismo estar allí quea través de la fría imagen de una tv. Pero el testimonio de Lazarini fue interrumpido por un imprevisto insólito: uno de losjueces se tuvo que ir. (Grupo de Familiares/DDJ) El juez Alejandro de Korvez dijo que se tenía que ir al médico, ya que arrasta un problema en la vista: “de hecho renuncié aljuzgado”, anunció para sorpresa de todos y todas allí, mientras caminaba hacia la salida. (Gustavo Molfino/DDJ) El presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers y el otro juez, Matías Mancini, intentaron reparar la situación. Luegode buscar otras variantes de días (la testigo regresa el lunes a Barcelona), le ofrecieron a Lazarini y a las partes que continuara con el relato, sumando a la cuarta jueza para la ocasión. Todas las partes estuvieron de acuerdo en continuar deesa manera. (Grupo de Familiares/DDJ) Lazarini continuó con su testimonio, con la particularidad de la silla del juez vacía. Se refirio al secuestro de Antonio Luis Tovo, padre de sus dos hijas, que también viven fuera del país y son querellantes en la causa.(Fernando Tebele/DDJ) Sobre la mesa, los cuerpos del expediente instruido para llegar a este juicio oral. La fiscal Gabriela Sosti le pregunta aAna María Lazarini. (Fernando Tebele/DDJ) Al cierre de la jornada, la primera testigo, Alicia Ruszkowski, y la última, Ana María Lazarini,se dieron un emotivo abrazo. Dar testimonio, además de aportar datos para la causa judicial,implica para quienes han sobrevivido una reparación histórica difícil de explicar, pero queresulta notoria en cada final. (Grupo de Familiares(DDJ) *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

Con algunas rutinas alteradas, esta jornada del juicio sirvió para agregar tramos a varias historias ya abiertas en otros testimonios. Los cinco testigos del día agregaron datos acerca del operativo del Batallón de Inteligencia 601 en Perú, los secuestros en una casa de San Antonio de Padua y el contexto sindical en el que intentó operar Montoneros durante la Contraofensiva. (Por Fernando Tebele para El Diario del Juicio*) Fotos: Gustavo Molfino/DDJFoto de portada: Juan Carlos Villalba, después de su testimonio, junto a Gustavo Molfino (Paula Silva Testa)Colaboración: Diana Zermoglio  Esta mañana es diferente a las otras. Entre las rutinas de este juicio, la primera que ocurre cada martes es cuando los cinco imputados que están en Buenos Aires entran a la sala. Eduardo Ascheri, Jorge Bano, Jorge Apa, Raúl Muñoz, Roberto Dambrosi y Cinto Courtaux (escoltado por agentes del Servicio Penitenciario porque es el único que está preso), traspasan la puerta. Las pancartas con los rostros de los y las militantes que no están, se levantan bien alto. Los imputados miran al piso, indefectiblemente. Se entablan las comunicaciones por videoconferencia con Mar del Plata y Tucumán, donde están los otros dos imputados, Luis Firpo y Alberto Sotomayor, respectivamente. Los esfuerzos del sonidista nunca son suficientes para que los enlaces funcionen correctamente; el equipamiento de la sala es más precario de lo que el esfuerzo de todas las partes del juicio se merecen. En ocasiones parecen más eficientes las comunicaciones clandestinas que recuerdan los y las testigos -una carta guardada en un frasco en el hueco de un árbol del monte, por ejemplo- que una simple videoconferencia en la era digital. Antes de comenzar con los testimonios, el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, les dice: “los imputados están dispensados”. Los integrantes del Batallón de Inteligencia 601, acusados por los secuestros, desapariciones, asesinatos y todo tipo de vejaciones contra 94 personas, se levantan y comienzan a arrastrar sus pies hacia la puerta de salida. Otra vez se levantan las pancartas. Con cada mirada de los acusados que se clava en el piso, más se agigantan los rostros jóvenes que nunca envejecieron.Pero esta mañana es diferente a las demás. Los imputados todavía no salieron. Llega el permiso del tribunal y comienzan a andar. La escena transcurre como siempre, pero hay algo que altera la rutina. Gonzalo Cháves está sentado en la silla para dar su testimonio. Entonces se cruzan por primera vez los imputados con un testigo listo para declarar. Tienen casi la misma edad. Cháves está por decir que tiene 80 años. Le pasan por al lado. El testigo los mira. Las otras miradas nunca sueltan el suelo. Hay una fuerte victoria simbólica en esa imagen. *** Gonzalo Cháves parece más joven que lo que cuenta. El cuello de una camisa a cuadros se monta sobre el pulover azul. Es un testigo de la querella mayoritaria, razón que altera otra vez la rutina. No es la fiscal la que comienza con las preguntas, sino el abogado querellante, Pablo Llonto. —Gracias por venir a dar tu testimonio. Quería que le cuentes al tribunal, brevemente, si tuviste alguna actividad sindical en los años ’60 y ’70 y en los años de la Contraofensiva —da pie Llonto.—Voy a pedir permiso para usar un ayuda memoria porque tengo muchas fechas y nombres que no recuerdo —arranca Cháves y hace un punteo rápido de varias décadas de historia—. Nací el 14 de agosto de 1939. Tengo 80. En 1963 ingresé a la Juventud Peronista de La Plata y fui miembro de la conducción. En 1964, ingresé a la empresa nacional de teléfonos. Ahí comenzó mi actividad gremial: fui delegado y también miembro de la mesa de conducción de esa actividad. A fines de 1972, la JP de La Plata resolvió por unanimidad sumarse a la organización Montoneros. El 8 de agosto, en 1974, en un raid de muerte, la organización paramilitar Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) mató a 4 compañeros en La Plata. Gringo (Carlos) Pierini, dirigente petrolero; Luis Marcor, estudiante recién recibido de periodista; a mi padre Horacio Irineo Cháves, suboficial mayor del ejército (RE) y secretario general del PJ de La Plata, y a mi hermano Rolando Horacio (Cháves), que era técnico mecánico. Con esa crudeza inicia su relato Gonzálo Cháves. “La Triple A también me fue a buscar a mi casa en Los Hornos. Me había mudado hacía unos meses así que zafé en esa oportunidad”, dice. Recuerda que su padre participó de un intento de levantamiento militar contra la autodenominada Revolución Libertadora, por lo que fue condenado a fusilamiento aunque, a última hora, “la fusiladora”, como se la conoce popularmente, lo perdonó. “Después de la muerte de mi hermano y mi padre, viví 10 años en la clandestinidad, hasta que llegó la democracia en el ’83. En marzo de 1977 nos fuimos del país con mi familia. Estuvimos en Roma y en Madrid. Participamos del lanzamiento del Movimiento Peronista Montonero, el 22 de abril de 1977 en Roma. En Madrid se formó el Bloque Sindical del Peronismo Montonero. Ahí me volví a encontrar con Armando Croatto, que lo conocía de la militancia sindical y conocí a José Dalmaso López y Aldo Morán (sobreviviente de la redada del 601 en Perú durante la Contraofensiva)“. Cháves relató la gira que emprendieron para denunciar, donde se los escuchara, las atrocidades del genocidio en Argentina. Pasaron por España, Argelia, Cuba, Ecuador y México con sus disertaciones. También estuvieron ante la OIT (Organización Internacional del Trabajo) “donde entregamos por primera vez una lista de dirigentes sindicales, delegados y activistas presos, muertos y desaparecidos. Además de una lista de todos los sindicatos intervenidos. Pedíamos en ese dossier el levantamiento de la intervención a los gremios y la CGT. Traje una fotocopia de ese documento”, busca entre sus papeles y lo levanta. Intentos de asesinato en Europa Sin prisa y con precisión, Cháves habla de sí mismo en tercera persona para contar la persecución de la Triple A en Europa. “El 12 de octubre de 1979, se presentaron ante la

Gonzalo Cháves, Aída Gabriela Chicolla, Teresita González, Juan Carlos Villalba y Mariano Amarilla (desde Suecia), fueron las cinco personas que dieron testimonio en esta jornada. Cháves puso en contexto la conflictividad sindical de aquel momento. Chicolla se refirió a la desaparición de Juan Carlos Silva, que vivía en su casa. González y Villalba dieron asilo en Perú a Gustavo Molfino después del secuestro de su mamá Noemí Gianetti de Molfino. Por último, desde Suecia, Mariano Amarilla contó sus recuerdos de niño. Fue uno de los cinco niños/as secuestrados en el operativo en el que también capturaron a su papá, Rubén Amarilla y a su tía, Marcela Molfino. (Por Gustavo Molfino para El Diario del Juicio*) Foto de portada: Los genocidas se retiran de la sala. Fue la primera vez que lo hicieron con un testigo ya sentado para declarar. Mientras Gonzalo Cháves -militante montonero durante la Contraofensiva, actualmente tiene 80 años- los mira al pasar, los imputdados miran al piso hasta que quedan de frente con sus defensores (Fernando Tebele/DDJ) Los imputados esperando el permiso para retirarse de la sala. Esta vez lo hicieron cuando el primer testigo, Gonzalo Cháves,(adelante del cerco de madera) ya estaba preparado. (Gustavo Molfino/DDJ) Los imputados se retiran. Para hacerlo, pasan por al lado de Cháves. Sus miradas al piso sólo se levantan cuando quedande frente a sus defensores. Entre la gente que levanta las pancartas, y ante el testigo, las miradas se clavan en el suelo.(Gustavo Molfino/DDJ) En su testimonio, Cháves dio cuenta de la conflictividad sindical de la época. Dio números de conflictos y trabajadores/asafectados; mostró volantes de la época y un cable de la Agencia de noticias Télam que nombra a las empresas que seplegaron al paro nacional que la CGT lanzó en 1979. (Gustavo Molfino/DDJ) Con la rosa roja tejida en el pecho, la hija de Cháves observa el testimonio de su padre. (Gustavo Molfino/DDJ) Gabriela Chicolla tenía un taller de cuadros (pictóricos, no políticos) en el barrio porteño de Palermo. Juan Carlos Silva vivíacon ella. El secuestro del militante ocurrió cuando salía hacia Brasil en el marco de la Contraofensiva. Luego, Chicollarecibió una visita inesperada en búsqueda de una caja que Silva le había pedido que no entragara a nadie. Esa secuenciafue la base de su testimonio. (Gustavo Molfino/DDJ) Paula Silva Testa, que ya fue testigo en la causa, es la hija de Juan Carlos Silva. Acompañó a la amiga de su padre.(Gustavo Molfino/DDJ) Chicolla recibió preguntas de los defensores, que están mucho menos participativos después de la feria judicial.(Gustavo Molfino/DDJ) Al finalizar el testimonio, Chicolla se abrazó con Silva Testa y posaron juntas paraEl Diario del Juicio. (Gustavo Molfino/DDJ) Teresita González estaba en Perú, mimetizada con la sociedad en Lima. Junto a su compañero, que declaró después, mantenían las relaciones políticas locales. En su casa fue recibido Gustavo Molfino después del operativo en el quesecuestraron a su mamá Noemi Gianetti de Molfino. Contó cómo le tiñieron el pelo y le proveyeron documentos para quesaliera del país. (Gustavo Molfino/DDJ) Juan Carlos Villalba, pareja de Teresita, relató cómo vivieron ellos los operativosinesperados en Perú. Su tarea de mimetización social les impidió asistir a la conferenciade prensa en la que Roberto Perdía denunció los secuestros. Sin embargo, trabajaronpolíticamente ese evento con intensidad. (Gustavo Molfino/DDJ) Villalba escucha las preguntas de la fiscal Sosti (de saco a rayas). Detrás del testigo, de frente a la cámara, los abogadosdefensores de los integrantes del Batallón de Inteligencia 601. (Gustavo Molfino/DDJ) Teresita observa la declaración emotiva de su compañero desde la primera fila. (Gustavo Molfino/DDJ) Sosti mira a Villalba, que tuvo que detener varias veces su relato para quitarse los lentes y secarse las lágrimas.(Gustavo Molfino/DDJ) Al finalizar su aporte en el juicio, Villalba era esperado por Gustavo Molfino, esta vez fotografiado.(Paula Silva Testa/DDJ) Desde la embajada argentina en Suecia declaró Mariano Amarilla. Tenía 4 años cuando fue testigo del secuestro de su padrey su tía. Él tambien fue secuestrado junto a su hermana y 3 primos. (Gustavo Molfino/DDJ) Su mamá, Susana Hedman, la única sobreviviente adulta del operativo, dio su testimonio la semana pasada. Esta vez le tocóver a su hijo desde Estocolmo. Aquí, registrando el momento. (Gustavo Molfino/DDJ) Amarilla aportó fotos de una visita que realizó en 1994 a la casa de San Antonio de Padua donde todo ocurrió. Fue el primero en regresar al lugar después del operativo del 17 de octubre de 1979. Las fotos serán remitidas al tribunal por laembajada, pero Mariano quiso mostrarlas durante su declaración. (Fernando Tebele/DDJ) *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

De los cuatro testimonios de la jornada, tres tuvieron que ver con la redada genocida contra la familia Amarilla/Molfino. El nieto recuperado Guillermo Amarilla Molfino; su hermano mayor, Mauricio, testigo con casi 5 años de edad del secuestro de su mamá y su tío, y a la vez también secuestrado por unos días; y Susana Hedman, la única mayor sobreviviente del operativo criminal, dieron cuenta de la secuencia genocida que tuvo como acto reparador la recuperación de la identidad en 2009 de Guillermo, a quién no buscaban, porque desconocían el embarazo de Marcela. Dolor, muerte y la esperanza de saber que la verdad siempre aparece, y que se es más feliz con ella. (Por Fernando Tebele para El Diario del Juicio*) Fotos: Gustavo Molfino/DDJ Ilustración de portada: Gustavo Molfino tomando fotografías durante el testimonio de su sobrino, Guillermo Amarilla Molfino (Antonella di Vruno/DDJ) El cierre de la campera de jean muerde hasta el último diente. Por encima caen los flecos de la bufanda multicolor. En una mano se lleva de nuevo consigo fotos y algunos documentos como su partida de nacimiento que dice, como único dato veraz, que nació en Campo de Mayo. También tiene una vieja agenda telefónica, con hojas amarronadas por el paso del tiempo, que le robó a su apropiador: “Esto es una agenda, muy muy larga. Esta agenda me la robé… Me robaron a mí, yo me puedo robar una agenda”, dijo. El público lo interrumpió con aplausos y risas cómplices que el tribunal esta vez no reprendió, quizá también valorando la ocurrencia, que no puede hacerle a nadie el daño que le hicieron a él y a su familia. La picardía de Guillermo Amarilla Molfino dejó en evidencia, en pocas palabras, el eje de su historia: el secuestro y la desaparición de su padre, Guillermo Amarilla, y de su madre, Marcela Molfino, más su posterior apropiación.Durante la misma mañana, un rato antes, dos testimonios presenciales de sus secuestros rearmaron aquella instancia dolorosa. *** Marcela Susana Hedman respondió segura cuando el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, le consultó si tenía algún interés especial en la causa: “Que se haga justicia”, dijo. “Militaba en la Juventud Universitaria Peronista (JUP), en Chaco. Ahí conocí a Rubén Darío Amarilla, en las peñas, él cantaba folclore y muy bien. Ahí comenzamos una relación y también conozco a Marcela Molfino”, arrancó. “Estoy acá por el secuestro de mi familia: mi cuñada, mi cuñado, mi marido y los cinco niños que estaban con nosotros”. Se refería a la casa de Los Aromos 350 en San Antonio de Padua, que fue invadida por un nutrido grupo de hombres armados el 17 de octubre de 1979. Hedman fue la única que pudo escapar. Guillermo Amarilla -el padre del nieto recuperado y cuñado de Hedman- había sido secuestrado un rato antes porque había salido. El resto de las personas que habitaban la casa, incluyendo a los cinco hijos e hijas de las dos parejas, fueron secuestradas, aunque corrieron luego destinos diferentes.Hedman tiene un larguísimo pelo castaño claro que se apoya con comodidad sobre su espalda. Le dejó su campera abrigada a alguien por allí, por lo que su bufanda roja sobresalía entre sus ropas oscuras. También colgaba otro pañuelo de colores. Sus anteojos de armazón negro contrastan con su tez blanca. Recordó durante su testimonio parte de su militancia en Resistencia. Nombró a diferentes compañeros y compañeras. “Algunos están presentes en la sala, como Ana Testa”, señaló.“Mi compañero tenía un laboratorio fotográfico y lo que hacíamos era revelar los negativos que nos mandaban desde el exterior. Documentos de la organización o la revista Evita Montonera. Venían todas las fotografías sin revelar, entonces lo que hacía mi compañero era revelarlas y pasarlas a papel”, detalló acerca de las actividades que desarrollaban en la casa de San Antonio de Padua. “Vivíamos ahí con Rubén y mis dos hijos (Mariano y Valeria). Más o menos por marzo/abril (de 1979), llegaron Guillermo y Marcela con sus tres hijos (Mauricio, Joaquín e Ignacio). Creo que venían de España y Francia, y entraron para participar de la Contraofensiva”, precisó. Los niños/as tenían entre nueve meses y cinco años. 17 de octubre de 1979 —Bueno, ¿y qué pasó? —le consultó la fiscal Gabriela Sosti.—¿Vos querés saber sobre el día del secuestro? —constestó Hedman. Sabía que estaba allí sobre todo para narrar aquel día fatídico— Bueno. El 17 de octubre de 1979, a eso de las siete de la tarde, ya estaba bajando el sol. Mi cuñada (Marcela Molfino) y yo estábamos preocupadas porque no volvía Guillermo. Mi compañero estaba afuera haciendo trabajos de carpintería y los chicos jugando alrededor. En un momento viene Mauricio (no llegaba a los 5 años), que era el mayor, junto con mi hijo Mariano (4 años). Mauricio dice: “Mami, mami, hay unos tipos con pistolas”. Yo salgo afuera y mi compañero me dice “rajá”. En el fondo, en el muro, habíamos apilado escombros para en un caso de emergencia salir saltando el muro. Lo único que atino hacer es lo que él me ordena. Me dijó rajá y yo salí directamente al muro. Justo veo a un tipo asomado en el muro, que primero pensé que era un policía, pero me doy cuenta de que era mi vecino. Le pido ayuda y me ayuda a saltar el muro. Mientras yo corría y escuchaba tiros escucho: “bajen a esa, bajen a esa”. Lo último que veo antes de saltar es a mi cuñada yendo para la parte de adelante de la casa por el costado con Joaquín de la mano. Después de eso no veo más nada. Marcela Susana Hedman relató el operativo del que pudo escapar. El mayor de los niños Mientras Hedman le contaba al tribunal cómo su sobrino de casi 5 años, les advirtió de la presencia de militares armados afuera de la casa, Mauricio Amarilla esperaba en la sala contigua, que habitualmente se utiliza para que cuando la sala principal está completa más gente pueda seguir la audiencia a través de una pantalla. Esta vez

El eje de esta audiencia fue, otra vez, la familia Amarilla-Molfino. En este caso declararon Marcela Susana Hedman y los hermanos Mauricio Amarilla y Guillermo Amarilla Molfino. Hedman fue la compañera de Rubén Darío Amarilla, y consiguió huir del operativo en la casa de San Antonio de Padua donde fueron secuestrados Rubén Amarilla, Marcela Molfino y los cinco niños de entre nueve meses y cinco años de edad que se encontraban en la casa. Los niños/as sobrevivieron luego de haber permanecidos secuestrados varias semanas. Uno de ellos, Mauricio, hijo de Guillermo Amarilla y Marcela Molfino, era el mayor y fue testigo presencial del operativo. Guillermo Amarilla Molfino, hermano de Mauricio y nieto recuperado, habló de su historia, la de sus padres desaparecidos y de sus apropiadores del Batallón de Inteligencia 601. Sus testimonios fueron muy emotivos y sirvieron para comprobar lo ocurrido el 17 de octubre de 1979. Guillermo Amarilla, secuestrado un rato antes en la calle, Marcela Molfino y Rubén Amarilla, permanecen desaparecidos. También declaró Haydeé Mabel Quiroga, hermana de Jorge Quiroga. (Por Gustavo Molfino para El Diario del Juicio*)  Foto de portada: Amarilla Molfino se va. En su mano derecha lleva, entre otras cosas, una agenda  telefónica que le robó a su apropiador: “Si me robaron a mí, cómo no voy a poder robar una agenda”, dijo. En su mano izquierda lleva hecha un bollo una foto donde se lo veía de niño junto a sus apropiadores. (Foto Gustavo Molfino/DDJ) La imagen repetida de cada jornada: cuando los genocidas entran y salen de la sala, el poco tiempo que permanecen en ella,son acompañados por las fotos en alto de las personas desaparecidas o asesinadas durante la Contraofensiva de Montoneros.(Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Haydeé Mabel Quiroga es la hermana de Jorge Quiroga, una de las víctimas de la represión a la Contraofensiva en 1979 y 1980.Fue el primer testimonio de la jornada, y también el más corto del juicio hasta aquí. En 15 minutos, contó lo querecordaba sobre la militancia de su hermano. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) El segundo turno fue para Marcela Susana Hedman. Fue la única habitante de la casa de San Antonio de Padua que pudosobrevivir. Lo hizo trepando un muro del fondo de la vivienda con la ayuda de un vecino. Los dos niños de Hedmansecuestrados allí, Mariano y Valeria, fueron luego devueltos a la familia. Susana se exilió y desde allí denunció el genocidio.(Foto: Gustavo Molfino/DDJ) El tercer turno lo ocupó Mauricio Amarilla. El hijo de Guillermo Amarilla y Marcela Molfino (ambos desaparecidos), era uno de los cinco niños/as que fueron secuestrados el 17/10/80 en la casa de San Antonio de Padua. Su padre fue secuestrado  ese mismo día, pero en la calle, tras haberse despedido de él con la promesa de traerle sus obleas favoritas. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Amarilla realizó un croquis de la casa a la que fue llevado. Por la descripción que realizó, podría tratarse de la Brigrada femenina de la Policía bonaeranse en San Martín, a la que fueron conducidos, por lo menos, Martín Mendizábal y Mariana González. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Al finalizar la testimonial de Mauricio, su hermano Guillermo se acercó para darle el primer abraza. Minutos después,  Guillermo estaría ocupando el lugar del testigo, bajo la atenta mirada de Mauricio. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) El cierre fue para el nieto recuperado Guillermo Amarilla Molfino. Casi siempre con una sonrisa en su rostro, relató su apropación tras el nacimiento en la maternidad clandestina de Campo de Mayo. (Foto: Gustavo Molfino) En la primera fila asoma Diego, un amigo que permanece al lado de Guillermo desde aquella infancia robada. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Amarilla Molfino aportó fotos, papeles y agendas de su apropiador. Sobre la foto que seve debajo de su mano, en la que está, pequeño, junto a sus apropiadores, dijo que despuésde mostrarla al tribunal, la rompería, cosa que finalmente hizo.(Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Su testimonio, como el del resto, fueron seguidos con especial atención. Aquí Adriana Taboada, de la Comisión por la Memoria de Zona Norte. Más allá, Pablo Verna, hijo del genocida Julio Verna y que ya declaró en esta causa. En el centro su compañera, la cantautora Mariela Milstein. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Amarilla Molfino mostró fotos de sus apropiadores: “las fotos de nuestros compañeros son conocidas y ya están en la historia. Es hora de ponerles rostro a los malos”, dijo. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Tatiana Sfiligoy (Ruarte Britos), nieta recuperada y Gabriel Eduardo Corvalán Delgado, que busca a su hermandoapropiado, junto a los hijos de Amarilla y Molfino. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Quienes dieron testimonio ayer junto al abogado Pablo Llonto, al cierre de la jornada. Con mochila al frente y celular enmano, Gustavo Molfino, el autor de todas estas fotos, salvo esta, registrada por su compañera.Molfino es el tío de Mauricio y Guillermo. (Foto: Florencia Tajes Albani/DDJ) *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

Finalizado el receso invernal, el martes 6 de agosto se reanudó el Juicio Contraofensiva Montonera en el Tribunal Nº 4 de San Martín. En la audiencia, dio testimonio Susana Diez de los Ríos, concuñada de Juan Carlos Silva y la última en verlo con vida. Luego lo hizo  Mariano Goicochea y su tía Mabel Riveiro, encargada de criarlo tras el secuestro de su madre, Adriana Teresita Riveiro.Germán López fue el último en declarar  por la desaparición de su padre, Dalmaso “la chancha” López -integrante de la JTP del cordón industrial rosarino-. Germán junto a sus dos hermanos también padeció el secuestro durante 15 días hasta que fueron entregados a la comisaría de J. C. Paz. Su madre, Elsa Roldán de López, fue secuestrada hasta que la legalizaron en Devoto. Pero antes de su declaración,  a raíz de una mención que Mabel Riveiro hizo sobre Diana Schatz, Fito Bergerot, quien ya había declarado en audiencias anteriores, y se encontraba en la sala, fue invitado a hacerlo nuevamente. (Por Gustavo Molfino para El Diario del Juicio*) Foto de portada: Custodiadas por el tiempo y la memoria, Mabel Riveiro muestra a los miembros del Tribunal, a los abogados querellantes y a la fiscal, las fotografí­as tomadas a compañeros en el exterior. El rollo lo reveló 20 años después de su ingreso al paí­s.   Mabel Riveiro, oriunda de Mercedes, es la hermana de Adriana Teresita y la encargada no solo de la crianza de Mariano Goicochea sino de transmitirle su historia. (Gustavo Molfino/DDJ) Entre sus manos, las fotos de Jorge Villar (petiso Lucas) y Jorge Gullo. Ambos cayeron, víctimas de la represión. (Gustavo Molfino/DDJ)  Susana Diez de los Ríos ingresa a la sala portando la foto de su concuñado, Juan Silva. (Gustavo Molfino/DDJ)  Paula Silva, junto a su compañero, escucha el testimonio sobre su padre. Ella lo hizo en audiencias anteriores. (Gustavo Molfino/DDJ)  Paula y Susana se saludan al finalizar la declaración. (Gustavo Molfino/DDJ)  Mariano Goicochea relató el secuestro de su madre, Adriana Teresita Riveiro, en el que estuvo presente. Atrás, sus hijas lo escuchan con emoción. (Gustavo Molfino/DDJ)  Mariano Goicochea responde a las preguntas de la fiscal Gabriela Sosti.(Gustavo Molfino/DDJ)  El emotivo abrazo de Mariano con su hija. (Gustavo Molfino/DDJ)  Fito Bergerot ya había declarado pero fue invitado a hacerlo nuevamente a raíz de la mención que hace Mabel vinculándolo con Adriana. (Gustavo Molfino/DDJ)  Mariano espera a su tía para saludarla luego de la declaración. Miradas que lo dicen todo, miradas por donde respira el alma. Y cerca, su hija para continuar la lucha. (Gustavo Molfino/DDJ) Germán López es hijo de Dalmaso, la chancha, López (desaparecido). Germán permaneció secuestrado junto con sus hermanos. Quince días después fueron entregados en la comisaría de José C.Paz. (Gustavo Molfino/DDJ)    Germán se retira de la audiencia con la alegría del deber cumplido y la imagen de su padre en el pecho. (Gustavo Molfino/DDJ) Como cada martes, familiares y compañeros muestran los rostros de las víctimas de la represión a la Contraofensiva Montonera. (Gustavo Molfino/DDJ) *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

La Cámara Federal de Casación Penal rechazó, por unanimidad, el pedido de prisión domiciliaria que realizó Marcelo Cinto Courteaux, jefe de Inteligencia de la Primera Sección en el Destacamento de Inteligencia 201 de Campo de Mayo imputado por el secuestro, tortura y asesinato de casi un centenar de militantes montoneros que formaron parte de la Contraofensiva entre 1979 y 1980. Cinto Courteaux, de 71 años, es el único de los nueve imputados de la causa que se encuentra detenido en cárcel común. (Por Martina Noailles para El Diario del Juicio*)  (Foto: Gustavo Molfino / DDJ) Marcelo Cinto Courteaux burló a la Justicia durante 37 meses. El ex jefe de Inteligencia de Institutos Militares disfrutó prófugo de su vida en libertad desde que la jueza federal Alicia Vence lo citó a indagatoria en marzo de 2014 hasta que la Policía de Seguridad Aeroportuaria lo detuvo el 6 de mayo de 2017 en pleno Barrio Norte. Ahora, es el único de los 9 imputados en el juicio por la represión a la Contraofensiva Montonera que llega cada martes al Tribunal Oral 4 de San Martín después de haber pasado la noche en una cárcel común. A veces, está esposado. Otras, quién sabe por qué motivo, no. Hace algunos meses, el defensor público oficial de Cinto Courteaux –Lisandro Sevillano- presentó ante el Tribunal Oral un pedido para que le dicten prisión domiciliaria, por su edad y por motivos de salud. Los jueces rechazaron la solicitud y la defensa recurrió ante la Cámara. El 13 de junio, por unanimidad, los tres magistrados que integran la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal -Ángela Ledesma, Alejandro Slokar y Guillermo Yacobucci- volvieron a denegar el beneficio. Coincidieron con el Tribunal Oral: que haber estado prófugo durante más de 3 años “hace presumir que en caso de concedérsele la detención domiciliaria, intentará eludir el accionar de la justicia”. Cinto Courteaux era el jefe de la Sección Primera de Ejecución del Destacamento 201 de Inteligencia del Comando de Institutos Militares cuando, entre 1979 y 1980, un centenar de militantes montoneros fueron secuestrados, torturados, desaparecidos y asesinados por formar parte de la Contraofensiva, acción política contra la dictadura cívico militar. Cuarenta años después de aquellos delitos de lesa humanidad, Cinto se encuentra sentado en el banquillo de los acusados junto a otros 8 miembros del Ejército.     En 2017, la PSA logró detenerlo luego de arduas tareas de inteligencia dispuestas por la jueza Vence que incluyeron seguimientos de Interpol, intervenciones telefónicas, filmaciones y seguimientos. Cuando lo apresaron, Cinto Courtaux tenía dentro de su billetera un recorte de una revista con la foto del abogado querellante, Pablo Llonto, y una indicación del lugar donde trabaja, la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata. Detrás del recorte, un número que nunca se supo su significado. Cuando el fiscal en la indagatoria le consultó sobre la fotografía, respondió: “Es que me gusta estar informado”. “El interno se encuentra tratado como corresponde a sus patologías dentro de la unidad carcelaria en la que se encuentra detenido, sin que se adviertan razones humanitarias, que a pesar de su condición etaria no resultan agravadas su dolencias por la condición de encierro. Se acreditó en autos que existen circunstancias que permiten sostener que en detención domiciliaria, intentará eludir el accionar de la justicia (….) Admitir la pretensión de la defensa sería una consecuencia más de seguir manteniendo criterios formalistas, basados en meros dogmatismos, propios de un sistema burocrático, escrito y de raíces inquisitivas”, sostuvo el fiscal Mario Villar quien también se opuso a que Cinto Courteaux abandone la Unidad 31 de Ezeiza y vuelva a su casa.   *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com