Canción actual

Título

Artista


Hernán Silva


La Cámara Federal de Casación Penal rechazó, por unanimidad, el pedido de prisión domiciliaria que realizó Marcelo Cinto Courteaux, jefe de Inteligencia de la Primera Sección en el Destacamento de Inteligencia 201 de Campo de Mayo imputado por el secuestro, tortura y asesinato de casi un centenar de militantes montoneros que formaron parte de la Contraofensiva entre 1979 y 1980. Cinto Courteaux, de 71 años, es el único de los nueve imputados de la causa que se encuentra detenido en cárcel común. (Por Martina Noailles para El Diario del Juicio*)  (Foto: Gustavo Molfino / DDJ) Marcelo Cinto Courteaux burló a la Justicia durante 37 meses. El ex jefe de Inteligencia de Institutos Militares disfrutó prófugo de su vida en libertad desde que la jueza federal Alicia Vence lo citó a indagatoria en marzo de 2014 hasta que la Policía de Seguridad Aeroportuaria lo detuvo el 6 de mayo de 2017 en pleno Barrio Norte. Ahora, es el único de los 9 imputados en el juicio por la represión a la Contraofensiva Montonera que llega cada martes al Tribunal Oral 4 de San Martín después de haber pasado la noche en una cárcel común. A veces, está esposado. Otras, quién sabe por qué motivo, no. Hace algunos meses, el defensor público oficial de Cinto Courteaux –Lisandro Sevillano- presentó ante el Tribunal Oral un pedido para que le dicten prisión domiciliaria, por su edad y por motivos de salud. Los jueces rechazaron la solicitud y la defensa recurrió ante la Cámara. El 13 de junio, por unanimidad, los tres magistrados que integran la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal -Ángela Ledesma, Alejandro Slokar y Guillermo Yacobucci- volvieron a denegar el beneficio. Coincidieron con el Tribunal Oral: que haber estado prófugo durante más de 3 años “hace presumir que en caso de concedérsele la detención domiciliaria, intentará eludir el accionar de la justicia”. Cinto Courteaux era el jefe de la Sección Primera de Ejecución del Destacamento 201 de Inteligencia del Comando de Institutos Militares cuando, entre 1979 y 1980, un centenar de militantes montoneros fueron secuestrados, torturados, desaparecidos y asesinados por formar parte de la Contraofensiva, acción política contra la dictadura cívico militar. Cuarenta años después de aquellos delitos de lesa humanidad, Cinto se encuentra sentado en el banquillo de los acusados junto a otros 8 miembros del Ejército.     En 2017, la PSA logró detenerlo luego de arduas tareas de inteligencia dispuestas por la jueza Vence que incluyeron seguimientos de Interpol, intervenciones telefónicas, filmaciones y seguimientos. Cuando lo apresaron, Cinto Courtaux tenía dentro de su billetera un recorte de una revista con la foto del abogado querellante, Pablo Llonto, y una indicación del lugar donde trabaja, la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata. Detrás del recorte, un número que nunca se supo su significado. Cuando el fiscal en la indagatoria le consultó sobre la fotografía, respondió: “Es que me gusta estar informado”. “El interno se encuentra tratado como corresponde a sus patologías dentro de la unidad carcelaria en la que se encuentra detenido, sin que se adviertan razones humanitarias, que a pesar de su condición etaria no resultan agravadas su dolencias por la condición de encierro. Se acreditó en autos que existen circunstancias que permiten sostener que en detención domiciliaria, intentará eludir el accionar de la justicia (….) Admitir la pretensión de la defensa sería una consecuencia más de seguir manteniendo criterios formalistas, basados en meros dogmatismos, propios de un sistema burocrático, escrito y de raíces inquisitivas”, sostuvo el fiscal Mario Villar quien también se opuso a que Cinto Courteaux abandone la Unidad 31 de Ezeiza y vuelva a su casa.   *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

Con solo dos testimonios se llevó adelante la séptima jornada del debate oral por la represión durante la Contraofensiva de Montoneros. Declararon Mario Piccoli, hermano de Carlos Piccoli, asesinado en Chaco, y Mario Álvarez, testigo ocular de los secuestros de Horacio Mendizábal y Armando Croatto. Antes, el tribunal rechazó un pedido del imputado Cinto Courtaux, que solicitó domiciliaria. Cinto es el único que está preso, porque estuvo prófugo durante la instrucción del juicio. (Fotos: Gustavo Molfino/Fabiana Montenegro/Luis Angió para El Diario del Juicio*) Susana Brardinelli, esposa de Armando Croatto, repartiendo las rosas rojas tejidas por su mamá, que tiene 92 años.(Foto: Luis Angió/DDJ) Cinto Courtaux es el único imputado preso. Apenas comenzada la audiencia, se acercó a su defensor oficial, Hernán Silva,para pedirle que solicitara la domiciliara. Lo hizo, y el tribunal la rechazó. (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Silva solicitando la domiciliaria para uno de sus defendidos. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Gabriela Sosti, la fiscal, argumentando contra la domiciliaria de Cinto y también contra el pedido de la Cámara al Tribunalpara que acelere el juicio. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) El juez De Korvez (izq.) y el presidente del tribunal, Rodrìguez Eggers, analizando el pedido. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) La fiscal pregunta al testigo Mario Piccoli, hermano de Carlos Piccoli, asesinado durante la Contraofensiva. Iba a visitar asu madre en Sáenz Peña, Chaco. (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Piccoli responde a las consultas. (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Piccoli también respondió a las consultas de los abogados defensores. (Foto: Luis Angió/DDJ) Piccoli, junto a su sobrino (también sobrino del asesinado Carlos) y a Susana Brardinelli, una de las infaltables del juicio.(Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Mario Álvarez era mozo del bar de Munro del que secuestraron a Horacio Mendizábal y Armando Croatto.(Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Álvarez, a falta de pizarra, realizó un croquis. Todas las partes se acercaron a ver su dibujo.(Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) El juez Rodríguez Eggers consulta sobre el dibujo de Álvarez. (Foto: Luis Angió/DDJ) En primer plano, Virginia Croatto y su mamá, Susana, escuchando al testigo ocular del secuestro Armando Croatto.(Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Álvarez al finalizar su testimonio. (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Brardinelli en charla con su abogado, Pablo Llonto. detrás, Coco Lombardi, también abogado querellante.(Foto: Luis Angió/DDJ) *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

La quinta jornada del juicio por la represión a la Contraofensiva de Montoneros contó con los testimonios de Joaquín Frías, el hijo de Federico Frías, uno de los desaparecidos de esta causa. Luego fue el turno de Ana Testa, sobreviviente de la ESMA, querellante por la desaparición de su compañero JuanCarlos Silva. El cierre fue con Claudia Bellingeri, integrante de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que se refirió a los archivos desclasificados de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA). Te invitamos a repasar la jornada en imágenes a partir de nuestra cobertura colectiva. (Por Gustavo Molfino/Fabiana Montenegro/Julieta Colomer/Luis Angió/Hernán Cardinale para El Diario del Juicio*) Foto de tapa: Joaquín después de dar testimonio, con una foto de su papá Federico Frías (Julieta Colomer/El Diario del Juicio) El frente de los Tribunales de San Martín amaneció con los rostros de los y las desaparecidas (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Los imputados se retiran antes de que comiencen los testimonios, con permiso del tribunal, como cada jornada. Aquí se van Raúl Guillermo Pascual Muñoz y detrás aparece Jorge Eligio Bano. (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Roberto Dambrosi y Bano se retiran. No pueden dejar de ver los rostros en las paredes (Foto: Hernán Cardinale/DDJ) Roberto Dambrosi y Bano se retiran. No pueden dejar de ver los rostros en las paredes (Foto: Hernán Cardinale/DDJ) Joaquín Frías ingresa para dar su testimonio (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Frías leyó publicaciones de diarios peruanos que relataron los 4 crímenes. Su padre figura en esa lista por error,ya que fue llevado desde Buenos Aires, lo regresaron secuestrado y lo fusilaron en Campo de Mayo.(Foto:Julieta Colomer/DDJ) El periódico peruano que habla de secuestros el 17/06/80. (Foto: Luis Angió/DDJ) En la primera fila de público, la familia de Frías colocó una foto de Federico, que quedó pegada a la espalda de su hijo.(Foto: Luis Angió/DDJ) El abogado Hernán Corigliano, defensor de Jorge Norberto Apa, observa el pasaporte falso con el que Frías ingreso para laContraofensiva. (Foto: Luis Angió/DDJ) A la izquierda la familia de Frías. A la derecha los abogados de las querellas. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Adriana Taboada, de la Comisión por la Memoria de Zona Norte, observa el testimonio con el pañuelo de las Madrescomo estandarte. (Foto: Julieta Colomer/DDJ) Los defensores oficiales Lisandro Sevillano (izq.) y Hernán Silva a cargo de asistir a la mayoría de los imputados. Aquípreguntándole a Frías. Para Pablo Llonto, abogado querellante, hubo hostigamiento al testigo.(Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Tras más de dos horas y media de testimonio, Joaquín Frías toma sus documentos para retirars. (Foto: Julieta Colomer/DDJ) Frías tras el final. (Foto: Julieta Colomer(DDJ) En segundo turno ingresa Ana Testa. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Testa escucha las preguntas de la fiscal Gabriela Sosti. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) La fiscal Sosti escucha con atención el testimonio de Testa. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Testa colocó sobre la mesa un portarretrato con la foto de Juan Carlos Silva, su compañero, secuestrado en un micro cuandointentaba salir del país vía Paso de los Libres. (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Los defensores privados Corigliano y Botindari (atrás), realizaron preguntas a Testa. (Foto: Julieta Colomer/DDJ) El presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, frena una pregunta del defensor. A su lado Alejandro de Korvez.(Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Al finalizar su testimonio Testa era esperada por saludos y abrazos. Aquí con Florencia Tajes Albani, una de las familiares que empuja la causa. (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Ana Testa sonríe y muestra la foto de Juan. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

Con el testimonio de Roberto Cirilo Perdía comenzó la segunda audiencia en el juicio por la represión a la Contraofensiva de Montoneros. Quien fuera el Nº2 de esa organización, en un largo testimonio de casi 3 horas, marcó un contexto histórico y reivindicó a la Contraofensiva como una de las maneras en las que se acortó la extensión de la última dictadura. También contó cómo se organizó el ingreso al país de quienes venían del exilio y estimó la participación en 450 militantes. Dijo que el 80% de las bajas fueron para los grupos con tareas políticas, no militares. (Por Fernando Tebele para El Diario del Juicio*)Foto: Fabiana Montenegro Son exactamente las 11 y se abre la puerta. Todos sabemos quién va a entrar a la sala, pero la expectativa es tal que parece que no supiéramos. Camina lento. Se apoya levemente en un bastón. Entra acompañado por el mismo silencio con el que saldrá casi exactamente tres horas después. Todas las miradas apuntan a Roberto Cirilo Perdía. Tiene una camisa que se adivina por los cuellos, que disputan espacio con un pulóver color ladrillo; por supuesto el escote es en V. Lo recibe el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, con las preguntas de rigor previas al testimonio. Sin que transcurran más de dos minutos, le da la bienvenida también, menos amigablemente aunque sin perder nunca el gesto amable, el defensor oficial Hernán Silva: —¿Estuvo imputado en alguna causa por su accionar durante la Contraofensiva? —intenta amedrentarlo. La pregunta queda sin respuesta, porque el juicio es para ventilar los delitos cometidos por los militares de inteligencia que participaron de la represión a la Contraofensiva Estratégica de Montoneros. Tanto la fiscal Sosti como el juez se lo remarcan. No alcanzará.No lo sabemos, pero es fácil presumir que Perdía sabe que le esperan ese tipo de preguntas de parte de quien fuera el defensor del genocida Alfredo Arrillaga, recientemente condenado por los desaparecidos de La Tablada. No será el único. Hay otros dos defensores privados que esperan su turno para caerle encima.Perdía pregunta si va a poder revisar, mostrar y dejar copias al tribunal de una serie de papeles “que estuve buscando justamente para esta declaración”. Le responden que sí, por lo que apoya sobre la mesa pequeña una carpeta casi del mismo color que su pulóver. De cartulina fina, la carpeta desborda. Contiene documentos, copias de artículos periodísticos de esa época y de otras, originales de la revista Evita Montonera. Las irá citando con el correr de su extenso testimonio.Quien fuera el Nº2 de Montoneros utiliza la primera hora entera para realizar un contexto histórico. “El 67% de los desaparecidos eran trabajadores; de ahí, la mitad eran obreros industriales”, dice para señalar el sujeto social principal al que apuntaban como actores esenciales de la resistencia contra la dictadura. “Parece una clase de Sociedad y Estado de la UBA”, se escucha por allí. De a poco, a preguntas, lo van metiendo en la Contraofensiva. “Buscábamos el retroceso del poder militar con una lucha planificada del campo popular”, asegura antes de reivindicar el objetivo concreto de la acción, que era voltear a la dictadura. Repasa la duración de las largas noches latinoamericanas de aquellos años. “En Uruguay duró 12 años. En Chile, con Pinochet, 17. En Bolivia 18 y en Brasil 24 años”. Remarca Perdía que el promedio de las dictaduras del cono sur fue de 17 años . “No incluyo a Paraguay porque, bueno… con Stroessner el promedio se iría mucho más alto”, aclara. “En Argentina duró 7 años. Eso no fue casualidad. Eso se debe al sacrificio del pueblo argentino y sus organizaciones. Por eso duró 10 años menos. Fueron 10 años más de libertad. Ese es el fruto alcanzado, aunque el objetivo era mayor”, señala quizá en el momento de mayor vehemencia en su discurso.El Pelado -como le dicen quienes integraron Montoneros, lo sigan admirando o no- tira cifras de inflación y de caída del PBI. “Tengo materiales de la época que muestran cuáles eran nuestros programas —dice mientras exhibe un ejemplar de Evita Montonera de septiembre de 1978—. Y aquí está el programa para la pacificación de la Argentina con sus puntos: ‘Destitución del ministro Martínez de Hoz y cambio de las políticas económicas en favor del interés nacional y popular. Restitución de los derechos y garantías constitucionales. Rehabilitación sin excepción de todos los partidos políticos. Liberación de todos los presos políticos. Eliminación de los campos de concentración y publicación de las nóminas completas de los secuestrados. Convocatoria a elecciones’”. Perdía muestra los 10 puntos del Programa de oposición de Montoneros y pide dejar fotocopias al tribunal. “Esta es la prueba de cómo nos movíamos. A qué aspirábamos, Qué queríamos. El programa político abarcaba una lucha general que se estaba dando en ese momento. La respuesta de la dictadura es la que conocemos: a través de sus estructuras de inteligencia del ejército, no sólo operaban sobre la opinión pública para inclinarla a su favor a través del control de los medios de comunicación, sino que también operaban sobre nosotros a los fines de poder conseguir compañeros sobre los cuales operar para ir reproduciendo las caídas cotidianas a través de la tortura y los métodos de opresión harto conocidos”, define con convicción. “Ese es el momento en el que se desata la Contraofensiva”, delimita. “Aquella lucha, además de responder a la necesidad del pueblo, tenía un sentido histórico. Ese mismo año ‘79 se daba la Revolución en Irán y en Nicaragua se imponían los Sandinistas”. La organización de la Contraofensiva Con un pañuelo beige en su mano izquierda se va secando la boca luego de tomar agua. Está por dar detalles de cómo se organizó la operación. Cuenta que estaban divididos en cuatro grupos y pone ejemplos del accionar de cada uno de ellos. El militar: “a través de las TEI, que eran grupos para acciones militares”; agitación y propaganda: “los TEA, de tareas de propaganda que con equipos interferían las pantallas de televisión,  las anulaban y transmitían

Es la última audiencia del primer juicio por los desaparecidos de La Tablada y se corta la calle. Se instala una radio abierta desde los medios que hacemos este Diario del Juicio. Se ponen las fotos de los cuatro, Pancho, el Sordo, Maradona e Iván, para esperar el veredicto. Están sus familiares, sus compañeros y compañeras. Están quienes iniciaron el camino de exigencia de justicia, hace 30 años, los primeros abogados de cuando MTP era mala palabra. Están las viejas. Los pañuelos. Los hijos, las hijas que no conocieron casi a sus madres y padres, las que los conocieron un poco más. Las tías, hermanos, sobrinos. Amigos, amigas. Entre todos y todas aún siguen reconstruyendo sus historias con pedacitos que les cuentan otras personas.  “La fortaleza del edificio a atacar determinará los medios a utilizar debiendo ser los mismos de una contundencia tal que dobleguen o destruyan a los subversivos que combaten en el lugar”. La cita es de octubre de 1989, de la revista SOMOS. Allí se publicaba, en la prensa gráfica del momento, en exclusiva “las enseñanzas prácticas que tuvo un jefe militar después del combate a La Tablada”. Casi oficiando de maestro, Arrillaga cuenta, a pocos meses de los hechos, cuál es la intencionalidad que tuvo como jefe máximo del operativo militar: destruir a los “subversivos” que estaban dentro del Regimiento de Infantería Mecanizado N° 3 de La Tablada.30 años más tarde, en el primer juicio por los desaparecidos de La Tablada, el ahora ex jefe militar Alfredo Arrillaga fue condenado a cadena perpetua por ser coautor penalmente responsable del homicidio agravado por alevosía de José Díaz, uno de los cuatro desaparecidos. Esta es su sexta condena, la anteceden cinco, todas cadenas perpetuas por delitos de lesa humanidad.  La orden de aniquilamiento que se lee en SOMOS y se presenta como las “enseñanzas”, fue señalada en el juicio oral desde el día uno. Fue negada una y otra vez por el genocida que por el ‘89 era aplaudido y daba clases de combate. La última jornada del juicio no fue la excepción. Con una sala colmada de familiares, amigos, amigas, ex militantes del MTP, Madres de plaza de Mayo, el otrora Dios y maestro de combates militares hizo uso de sus últimas palabras y volvió a negar su responsabilidad: “Lo que sí manifiesto es mi inocencia en base en que no he asesinado en ninguna forma y manera a persona alguna. No he impartido orden de manera directa o indirecta para que se le quite la vida a alguien o se la desaparezca”. Es la última audiencia del primer juicio por los desaparecidos de La Tablada y se corta la calle. Se instala una radio abierta desde los medios que hacemos este Diario del Juicio. Se ponen las fotos de los cuatro, Pancho, el Sordo, Maradona e Iván, para esperar el veredicto. Están sus familiares, sus compañeros y compañeras. Están quienes iniciaron el camino de exigencia de justicia, hace 30 años, los primeros abogados de cuando MTP era mala palabra. Están las viejas. Los pañuelos. Los hijos, las hijas que no conocieron casi a sus madres y padres, las que los conocieron un poco más. Las tías, hermanos, sobrinos. Amigos, amigas. Entre todos y todas aún siguen reconstruyendo sus historias con pedacitos que les cuentan otras personas.  La sala está repleta en medio de la tensión que genera la espera. De esos minutos. De 30 años. Estamos todos y todas. La primera fila es de pañuelos blancos en las cabezas de las Madres de la Plaza. Ahí nomás, Daniel Díaz, con la foto de José pegada al pecho, y una angustia que se le torna incontenible. Arrillaga no entra. Es la primera vez en estas 18 audiencias que hay que avisarle que sólo falta él para iniciar. Entra acompañado por la policía y una mujer que se sienta a su lado, suponemos familiar. No es la hija que lo acompañó y conocimos en los alegatos, ella tenía un pasaje de avión hace mucho para vacacionar y eligió viajar a escuchar una nueva perpetua para su papá. Del otro lado, Hernán Silva, su defensor. Estamos una hora tarde. Son las 10:00 y empiezan las presentaciones de las partes. No sin antes acudir una vez más a un planteamiento por parte del defensor oficial Hernán Silva. Los “carteles”, sostiene, y se refiere a las pancartas en la sala con las caras de Pancho, el Sordo, Maradona e Iván, lo intimidan. Pide al tribunal que le pida a la gente que no tenga “carteles” atrás suyo. Un minuto más de espera a pedido del defensor oficial, los jueces se retiran a deliberar. Regresan y, una vez más, no hacen lugar. La imagen de Hernán Silva pasará a la historia al lado del genocida, con las caras de los desaparecidos detrás.  Antes del veredicto que condenó al genocida a una nueva prisión perpetua escuchamos sus últimas palabras. Una vez más una extensa declaración de quien no se arrepiente de nada, dice una y otra vez la palabra terroristas, se permite hablar de la dignidad “la querella no puede ignorar mis declaraciones sobre los terroristas, donde expresé que no compartía su ideología pero les reconocí que habían combatido muy bien causando once bajas a las fuerzas de recuperación”, dice con un cinismo al que ya nos acostumbró y termina aconsejando a sus pares: “soldado si tu vida estuvo en peligro no te arrepientas, defendiste la patria”. 30 años y 79 días después del 23 de Enero de 1989, Alfredo Arrillaga sigue sosteniendo que defendió a la Patria y tal vez por eso se siente “víctima de una política vengativa y revanchista”.  Dejar de ser los ogros A las 12:35 del viernes 12 de abril del 2019 escuchamos por fin  “condenar a Alfredo Arrillaga por considerarlo coautor penalmente responsable del delito de homicidio agravado con alevosía en perjuicio de José Alejandro Díaz a la pena de prisión perpetua” Prisión perpetua. Aplauso contenido. Pedidos de silencio. Esperar de nuevo, hasta el fin de la

El defensor oficial Hernán Silva pidió la absolución del militar Alfredo Arrillaga, único acusado en el primer juicio por los desaparecidos de La Tablada. Previendo un rechazo de este punto, dijo que no se sabía cómo había muerto José Díaz. Anticipándose a una condena, terminó pidiendo que no se le otorgara la cárcel común en el caso de ser condenado. El veredicto será el viernes 12 de abril. El Diario del Juicio transmitirá en vivo. “Sin embargo, no juzgar y no condenar el crimen sería fomentar la impunidad y convertirse, de algún modo, en su cómplice. Es de curiosa observación que los militares, que abolieron el Código Civil y prefirieron el secuestro, la tortura y la ejecución clandestina al ejercicio público de la ley, quieran acogerse ahora a los beneficios de esa antigualla y busquen buenos defensores. No menos admirable es que haya abogados que, desinteresadamente sin duda, se dediquen a resguardar de todo peligro a sus negadores de ayer”. Así cierra el texto Lunes 22 de julio de 1985. Lo escribió Jorge Luis Borges después de haber asistido a la audiencia del histórico Juicio a las Juntas. Presenció la declaración de Víctor Basterra, que duró 6 horas y fue una de las más significativas, porque luego abriría la chance de juzgar a los genocidas de la ESMA con contundencia a través de las fotos que el testigo rescató del infierno. Durante ese juicio regía a pleno la teoría de los dos demonios. Tanto que la sentencia intentó no dejar bien parado al testigo, confundiendo el trabajo forzado que debieron realizar quienes sobrevivieron, con una colaboración que nunca fue. La historia se encargó luego de poner las cosas en su lugar: los genocidas siguen siendo condenados, sobre todo por el aporte de los y las sobrevivientes, que ahora tienen el reconocimiento que se merecen.Algo similar viene ocurriendo con los hechos de La Tablada. La justicia, apenas meses después de los hechos ocurridos en enero de 1989, más que aplicar la teoría de los dos demonios, se empecinó en que hubiera uno solo: los y las militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP). Quienes sobrevivieron sufrieron durísimas condenas y pasaron entre 8 y 14 años presos. De juzgar a los militares, ni hablar, hasta ahora; aun cuando se denunciaron las torturas y desapariciones desde el primer momento. Sin embargo, 30 años después, este juicio -del que solo queda conocer el veredicto el 12 de abril- parece haber llegado para torcer esa historia de injusticia e impunidad.El lunes pasado, el defensor oficial de Alfredo Arrillaga, Hernán Silva, alegó intentando quitarle de encima las responsabilidades al único imputado, que ya tiene 5 condenas por delitos de lesa humanidad ocurridas en Mar del Plata durante el genocidio. Lo primero que hizo fue lo mismo que hacen todos sus colegas: pedir la prescripción de los delitos. Es decir, que ya pasó el tiempo legal para juzgarlo. Seguramente, la lectura del veredicto comenzará con el rechazo de este y otros planteos de la defensa. Luego vendría la condena.Silva lo presentó a Arrillaga como a un general democrático. Lo trajó otra vez al entonces presidente Raúl Alfonsín -ya lo había hecho Arrillaga en su indagatoria de hace algunas semanas-, esta vez para decir que fue un presidente de izquierda (“aunque no de la izquierda revolucionaria”, aclaró por si hiciera falta) y que como tal no hubiera aceptado que sucedieran las cosas que sucedieron.Vestido con traje gris, adelantando siempre sus manos a sus palabras con gestos ampulosos, Silva utilizó buena parte de su tiempo para negar la evidente complicidad judicial que surgió en este juicio: “que alguien me explique por qué no lo sobreseyeron totalmente a Arrillaga para hacerlo pasible de la cosa juzgada”. Habría que preguntarle a Larrambebere, pero la impunidad puede ser una respuesta posible; es decir, que se pensara que este juicio no iba a llegar nunca. También dijo, aunque sea claramente comprobable lo contrario, que Arrillaga fue siempre el único imputado. En realidad, el militar Jorge Eduardo Varando no está en este juicio solo porque falleció, ya que también estaba imputado.Mientras tomaba Coca Cola sin azúcar permanentemente desde la botellita de plástico, o eventualmente jugando con un breve jopo que cae sobre su frente, el abogado pidió la absolución de Arrillaga basado en que “no sabemos ni cuándo ni cómo ni dónde murió Díaz. Podríamos pensar, por ejemplo, que murió por el balazo que recibió en la cabeza”. Si bien está comprobado que Díaz tenía una herida en su cabeza y que uno de los colimbas desertores le dio su camisa para que se vendara, luego puede verse a Díaz, en fotos y videos, caminar e incluso responder a la orden de arrodillarse mientras le apuntaban con un fusil. Silva reconoció el “derecho de los familiares a saber la verdad”, aun cuando consideró que su defendido no puede ser condenado en esta causa.“No queda otra alternativa para proteger el derecho de la defensa de Arrillaga que su absolución”, dijo varias veces. El testigo estrella “Si les parece monocorde mi tono, me piden y hacemos un cuarto intermedio”, se excusó en un par de segmentos ante el tribunal. Salvo una interrupción al mediodía, más por el almuerzo que por el tono monocorde, los jueces Mancini, Rodríguez Eggers y De Korvez permitieron la continuidad de la intevención del defensor. Aunque esta vez cambiaron sus ubicaciones, que habían mantenido hasta aquí durante todo el juicio.En un par de pasajes de su discurso, Silva se refirió a José Alberto Almada. Lo apodó “el testigo estrella”. Almada es uno de los militares que rompió el pacto de silencio, y que relató que vio cómo se llevaban a Diaz y a Ruiz en un Ford Falcon blanco, Más que rebautizándolo, no aportó ninguna razón subjetiva u objetiva por la que desechar su testimonio. Solo un endeble: “es el único que declara eso”. En el caso del otro testigo clave, el exmilitar César Ariel Quiroga, que desarmó la trama de complicidad judicial. ni lo nombró. Como ya explicamos líneas