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Fue llevada a la Justicia por Eduardo Kalinec, condenado por crímenes de lesa humanidad, y otra de sus hijas. El fallo rechazó el pedido de declararla indigna de heredar a su esposa, quien murió en 2015. La causa es mucho más que una disputa por bienes familiares. Redacción: Fernando TebeleEdición: Pedro Ramírez Otero La hija de un genocida podrá heredar a su madre. Lo que parece casi un trabalenguas o algo familiar, en realidad es gran noticia. Según el fallo del Juzgado Civil 67, Analía Kalinec no es “indigna”. Su padre, Eduardo Kalinec, temible torturador durante el último genocidio, intentó evitar que pudiera heredar los bienes de su madre, Ángela Marta Fava de Kalinec, quien falleció en 2015. Hizo la presentación junto a su otra hija, Alejandra Carolina. Es decir, toda la familia cargó judicialmente contra la única persona dentro de ese núcleo que rechaza públicamente los gravísimos delitos que cometió su padre. “En el lenguaje simbólico es que no se puede castigar a una hija por pensar distinto del padre genocida”, dijo Analía Kalinec a La Retaguardia apenas conoció el fallo. “No se puede eliminar de la familia a una hija por pensar distinto, sería como el subtitulado para mí. Porque en realidad, lo que se buscaba era un castigo económico, simbólico, material, porque yo no seguía alineada a los mandatos de silencio o a la convalidación de los crímenes de mi padre”, señaló Analía. Una de las referentes de Historias desobedientes, uno de los espacios que reúne a hijas e hijos de genocidas que rechazan a sus padres, dejó un mensaje para otras personas que estén en pleno proceso de dudas acerca de si hablar o no: “Que sepan que es un camino de construcción, de poder encontrarse a uno mismo más allá de lo que imponen a veces estos mandatos. Los costos emocionales son altos, pero también la recompensa también es alta, porque es poder mirar a los ojos a tus hijos, poder mirar a los ojos a una madre, a una abuela, a una víctima, a alguien que va caminando por la calle por un mundo mejor, sin mirar para otro lado”. Mientras tanto, el TOF N°2 que condenó a Eduardo Kalinec a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad, debe resolver si le otorga el beneficio de la domicilia. Analía también se metió en ese proceso judicial, cuando declaró junto a las víctimas de su padre.

La Sala de Feria de la Cámara de Casación Penal, en su último día de actuación, revocó el fallo que rechazaba las salidas transitorias del genocida Eduardo Kalinec. Compartimos en este texto escrito para La Retaguardia, las primeras sensaciones de Analía, una de sus hijas, referente de Historias Desobedientes. (Por Analía Kalinec, para La Retaguardia) ✍️ Redacción: Analía Kalinec 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Foto de portada: Analía junto a su padre en otra época de vínculo felíz. Archivo Analía Kalinec. Me llega hoy temprano la noticia, no entiendo nada… estoy de vacaciones en Mar del Plata, mañana vuelvo a presentar el libro… seguro hay un error… no puede ser… Escribo a algunos contactos de prensa y con mucho pesar corroboro que la Sala de feria de Casación Penal integrada por Juan Carlos Gemignani, Eduardo Riggi y Carlos Alberto Mahiques resolvió autorizar a padre genocida (condenado a perpetua por delitos de lesa humanidad cometidos en el circuito represivo Atlético-Banco-Olimpo), a realizar “salidas transitorias para afianzar y mejorar lazos familiares y sociales”.  ¿Otra vez? El pedido había sido rechazado por todas las querellas y por la fiscalía, incluso desde Historias Desobedientes también nos pronunciamos en aquella audiencia el 19 de febrero de 2020… fue entonces que se revirtió la medida y negaron las transitorias con fundamentos tan básicos como elementales: el derecho de las víctimas a que se cumpla la sentencia, la falta de arrepentimiento de este hombre que no solo sigue pensando que lo que hizo estuvo bien (secuestrar, torturar, desaparecer personas, matar, arrojar personas al mar, robar los bebés), sino que además guarda información acerca del destino de los desaparecidos y los bebés nacidos en cautiverio. ¿De verdad le van a otorgar salidas transitorias? ¿De verdad estos tres tristes y mediocres jueces van a permitir esto alegando “reinserción social y fortalecimiento de los vínculos familiares”? Leo el fallo, tomo notas, me llegan mensajes, contesto. Bruno se angustia y Gino hace sus ya típicos comentarios sarcásticos. Intento infructosamente compensar la amargura escribiendo.  Según estos tres tristes y mediocres jueces entender (como lo había hecho la instancia judicial anterior) que no hay en mi padre genocida “asunción de responsabilidad por los hechos admitidos” es una consideración “discrecional y arbitraria”. Estos infelices consideran que los informes elaborados por los “especialistas” (léase “uniformados”) del servicio penitenciario como “único elemento objetivo de valoración”. Según estos informes padre genocida tiene conducta ejemplar 10 y concepto ejemplar 9… padre genocida se negó a ser evaluado por equipo interdisciplinario externo al servicio penitenciario. Sostienen estos tres impresentables que los fundamentos que se utilizaron para negar las salidas transitorias en 2020 y que fueron tomados -entre otra fuentes- del Estatuto de Roma son “una base normativa errónea”. Hablan de “apreciaciones subjetivas y arbitrarias” en el fallo que negó las transitorias, dando la razón a padre genocida y su defensa… Se evidencian de manera contundente sus propias apreciaciones subjetivas y arbitrarias. ¿Por qué tenemos que soportar esto? Afirman la necesidad de padre genocida de “mejorar y afianzar sus lazos familiares”. ¿Se enteraron estos tipos que este criminal de lesa humanidad busca eliminar a su hija de la familia por pensar distinto? ¿No piensan en los lazos familiares de los detenidos desaparecidos? ¿En las heridas que siguen sangrando? ¿En el silencio que siguen sosteniendo y tanto mal hace?  ¿No se enteraron que hay acá una sociedad que sigue reclamando Memoria, Verdad y Justicia? Lazos familiares de padre genocida… qué ocurrencia… Claro que tiene un par de hijas obedientes. Su referente María de los Angeles Kalinec (mi hermana, la que nació el día de la Virgen María) y Alejandra aparecen como guardianas y defensoras de padre genocida. Las dos personal civil de la Policía Federal, una hasta da clases en la escuela de cadetes. Dignas hijas, claro, de un padre genocida. ¿Qué decir de todo esto? Me viene a la mente Silvio “la mato y aparece una mayor”… Y vuelven los sueños con serpientes. El mar azul de Mar del Plata se vuelve un mar de serpientes que mastican la paloma, pero no logran envenenarse del bien, ni se destruyen con la verdad.  Triste. Parece que la matamos y aparece una mayor con mucho más infierno en digestión… Que no se quede este pueblo dormido… Reforma judicial urgente y necesaria. No es ninguna novedad la existencia de un entramado mafioso en el poder judicial que junto con sectores del poder político, económico y grupos concentrados de comunicación bregan por el oscurantismo y la reafirmación de políticas neoliberales… Qué no se quede mi pueblo dormido… nunca lo hizo. Tal vez estuvimos golpeados o maltrechos en algunos momentos, pero no dormidos.  El martes 1F de vuelta a la calle, frente al palacio de tribunales. Porque Nunca más es Nunca Más.

Eso le decían en su familia a Sergio Triaca, hijo de Numa Osvaldo Triaca y de Olga Elvira Chistoph. Su padre fue juez militar hasta su muerte en 1977, atribuída falsamente a Montoneros. Ambos llevaban a su hijo adolescente a Campo de Mayo, donde Sergio asegura haber visto a por los menos 3 secuestrados. Dice que podría reconocer a una víctima de los Vuelos de la muerte con la que cruzó miradas. El nuevo integrante de Historias Desobedientes de Argentina declaró el 3 de noviembre ante la jueza Alicia Vence, a cargo de la Instrucción de la Megacausa. Su testimonio, como todos los anteriores de hijos e hijas de genocidas, es un golpe de nocaut contra los discursos neonegacionistas y un nuevo aporte a la Memoria, la Verdad y la Justicia. (Por La Retaguardia) 🎤 Entrevista y ✍️ Redacción: Fernando Tebele 💻 Edición: Pedro Ramírez Otero 📷 Foto de portada: Captura de imagen del YouTube de La Retaguadia —Hola, quería felicitarlos por el trabajo que hacen con los juicios. Es la noche del jueves 18 de noviembre en el Auditorio de ATE Capital. Acaba de finalizar el acto de cierre del año de la Comisión Vesubio y Puente 12. Su saludo se confunde con el de tantas otras personas que nos colman de cariño. Pero rápidamente se advierte algo que lo distingue del resto: Sergio Triaca comienza a tirar algunos datos de su historia. Le decimos que nos cuente más cuando quiera y que quedamos a disposición. Semanas después se lo empieza a ver activo en el chat de las transmisiones de TV que La Retaguardia realiza en el Canal de los Juicios en YouTube. Entonces volvemos a contactarlo, y nos dice que quiere hacer pública su historia. Otra vez es jueves. De prolija camisa celeste, Sergio está ansioso. Se le nota. También nosotros lo estamos. Después de haber leído la declaración que dio el 3 de noviembre en el juzgado de la Dra. Alicia Vence, que instruye la Megacausa Campo de Mayo, queda claro que su testimonio da un paso más entre los que han entregado hijas e hijos de genocidas: él no solo va a contar lo que vivió en el seno familiar. También va a emocionarse hasta la angustia narrando lo que vio en Campo de Mayo en 1977, cuando tenía 14 años. En este momento en que los discursos neonegacionistas tienen incluso hasta representación parlamentaria, cada vez que aparece alguien que ha sido criado en esos entramados militares que se pueden imaginar rígidos, duros y monolíticos en lo ideológico, y que rompe con todo eso para cruzarse a la vereda de enfrente, el impacto es notable. Y despierta otras historias. Siempre despierta otras historias que conoceremos más pronto que tarde. Lo presentamos como un testimonio valiente, pero Sergio duda. “Estoy participando de Historias Desobedientes Argentina, que también me da mucha fuerza, pero no sé si lo mío es valentía. Yo simplemente quiero aportar un granito de arena para el histórico informe del Nunca Más. Y mi humilde pretensión es aportar lo que he vivido, lo que he escuchado, lo que he visto, y rendir homenaje con este simple testimonio que empecé, pero que voy a continuar. Hice un testimonio hace poquito en el Tribunal este de la Dra. Vence y bueno, es el puntapié”, comienza. —¿Quiénes eran tu papá, que está fallecido; y tu mamá, que tiene 93 años, y qué hacían en Campo de Mayo? —Mi padre, Numa Osvaldo Triaca, coronel de Ejército de Infantería. Su último destino fue en Campo de Mayo, en el Comando de Institutos Militares. Y mamá, Olga Elvira Christof de Triaca, trabajó junto a mi padre los últimos seis años. Mi padre falleció en el año 77, así que calculo que del 71 en adelante mi madre viajaba todos los días con papá a Campo de Mayo. Doy fe porque se iban temprano juntos a trabajar y eso fue así durante cinco o seis años. Ese fue el último destino de mis padres. Han habido otros destinos, pero ese fue el que ha marcado mi vida. En el año 77 era más conciente, yo tenía 14 años, nací en 1963. Lo que ha marcado mi vida fue ese último año, en especial 1977. Esos son mis padres y dónde trabajaron y ahí estoy situado yo con esa edad, en esos momentos.  —¿Vos ibas frecuentemente a Campo de Mayo? te llevaban frecuentemente?  —Sí, iba frecuentemente, porque los hijos de militares… o como cualquier padre o madre que lleva a sus hijos al trabajo, a veces inocentemente. Quizá por casualidad, quizá yo no tenía que ir al colegio ese día, o tenía que ir quizás al Hospital Militar de Campo de Mayo, porque esa era mi obra social. Me hacían atender con un clínico o con el odontólogo. Recuerdo muchísimo haber ido a Campo de Mayo y entonces también iba a la puerta de entrada del Comando de Institutos Militares y mi padre me dejaba en el Casino de Oficiales. Yo fui muchas veces, respondiendo a tu pregunta, a Campo de Mayo, por estos motivos de ir a mi obra social o de quedarme en el Casino. —En tu declaración judicial vos decías que una de las cosas que más te llamaba la atención cuando ibas al hospital era que veías como un movimiento fuera de lo común o que ahora asumís como fuera de lo común: muchas personas civiles ensangrentadas en los pasillos.  —Sí… imagínate que… para un chico de 14 años que solamente vivía esa educación tradicional, hermética, un colegio alemán, todo muy estricto, pero siempre con la disciplina, que se decía: “ustedes no tienen que pensar” o en inglés, cuando teníamos esa materia lo decían también: “You don’t have to think”… Significaría: ustedes no tienen que pensar. Esa era mi formación. Pero eso no quitaba  que a pesar de que eso me inculcaban, de que no tenía que pensar, que cuando yo salía a la vida o iba a acompañar a mi padre, uno está como una esponja y esa esponja absorbe,

Analía Kalinec es la hija de Eduardo Emilio Kalinec, genocida condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad perpetrados durante la última dictadura cívico militar eclesiástica. Es psicóloga y cofundadora del colectivo Historias Desobedientes, una agrupación conformada en 2017 por hijos, hijas y familiares de genocidas. Con motivo de la publicación de su libro “Llevaré su nombre: La hija desobediente de un genocida”, Kalinec pasó por el programa radial La Retaguardia y habló del proceso íntimo y doloroso de escribir sobre sus lazos más primarios y su historia personal. (Por La Retaguardia) 🎤 Entrevista: Fernando Tebele/Pedro Ramírez Otero ✍️ Redacción: Gabriela Suárez López 💻 Edición: Pedro Ramírez Otero 📷 Foto de portada: Editorial Marea Los mandatos familiares actúan sobre los integrantes del “clan” como un legado emocional, como creencias y representaciones que suelen operar de modo inconsciente e influir en el recorrido de cada uno. Romper con ellos muchas veces significa autoexcluirse del círculo íntimo, de las relaciones primarias y más estrechas. Analía Kalinec, psicóloga e integrante del colectivo Historias Desobedientes, relató en primera persona este recorrido como hija del genocida Eduardo Emilio Kalinec: “Yo ignoraba completamente la condición de genocida de mi padre y había empezado a escribir de manera muy ingenua e íntima. Una especie de diario íntimo donde le iba contando a los hijos que alguna vez tendría. En esa época recién estaba conociendo a quien hoy es mi compañero, estábamos proyectando una familia y empezaba a querer registrar esto para cuando tuviera hijos. Casi sin darme cuenta, de un modo inconsciente, como una manera de subsanar aquello que a mí me faltaba. Porque yo no era consciente en esa época de que me faltaba reconstruir mi propia historia. Sin embargo, aparece ese deseo de que mis hijos la tengan narrada y entonces es muy genuino cómo se ve narrado en primera persona ese proceso que me va llevando a escribir en los años 2002, 2003, 2004 y en 2005. Aparece esto de que ‘te quiero contar’ y le decía a mi hijo que en ese momento era chiquitito, ‘que el abuelito está preso, yo no entiendo muy bien porqué’. Iba poniéndole palabras siempre a todo lo que me pasaba y esto se ve reflejado en el libro”, dijo. La portada del libro tiene una imagen impactante: se ve a una Analía adolescente en la rambla marplatense dándole un beso amoroso a su papá. Conmueve porque conocemos su historia y el relato tiene una distancia enorme con lo que se puede ver en la imagen. Ante la pregunta sobre esa elección, la autora contó: “Cuando en la editorial me proponen incorporar fotos al libro, yo empiezo a buscar las pocas que tengo de cuando era chica porque quedaron en mi casa materna. En la casa de mi mamá y mi papá, y ahí yo no tengo acceso. Encuentro esta foto de Mar del Plata, yo debía tener 12, 13 años. Año 92, 93, 94. Lo más gracioso es que cuando en la editorial me muestran el proyecto de tapa yo casi me infarto”. Kalinec le planteó su desacuerdo a la editorial, la foto le resultaba contradictoria y le daba “mucho pudor”. En un intento de suavizar el antagonismo entre imagen y narración, les propuso otras foto de ella jugando en la playa y, ante la duda y la mezcla de emociones, lo consultó con uno de sus hijos: “Gino, que es el más grande, me decía ‘Tiene sentido porque vos estás contando una historia entre él y vos, y está bien que los dos estén en la tapa’. Y ahí me terminó como de cerrar. Pero sí, entiendo que impacta”, afirmó.  Analía es la hija desobediente de Eduardo Kalinec, condenado en el juicio sobre los delitos de lesa humanidad cometidos en el circuito de centros clandestinos de detención, tortura y exterminio Atlético, Banco y Olimpo, donde era conocido como el Doctor K, responsable de secuestros, torturas, asesinatos y otros crímenes. La autora escribe su libro como una declaración de principios, como un faro que la acompañe en esta búsqueda de la verdad y que le aporte la distancia necesaria para lograr la construcción y resignificación de su propia historia. En “Llevaré su nombre” incluyó una crónica de La Retaguardia sobre la audiencia de 2020 en la que Eduardo Kalinec solicitó que se le otorgue el beneficio de salidas transitorias. En esa ocasión se sumó a la querella la participación de Historias Desobedientes como amicus curiae y la voz de Analía se enfrentó al pedido de su padre. En este camino de resistencia al interior del universo familiar, Analía eligió la escritura como modo de expresión para dar a conocer esta historia rompiendo los pactos de silencio y también como parte de una trabajo introspectivo donde aparece el descubrimiento de una fortaleza en el lugar donde se señalaba una debilidad: “Yo creo que es todo un proceso de sanación. Tengo muchas faltas de ortografía y en mi caso siempre fue motivo de hostigamiento, esto de que yo escribía mal. Recuerdo en la escuela, cuando hacían un dictado siempre me sacaba nota baja o cuando escribía mi mamá me retaba porque escribía mal las palabras. Después estudié para maestra y siempre fue un complejo tener que escribir en el pizarrón o cuando corregía los cuadernitos o las carpetas de los chicos, y estar muy atenta de no tener faltas de ortografía. Esto lo fui leyendo después en mi análisis y en mis lecturas más amorosas conmigo misma como un síntoma de algo. Por eso, cuando empiezo mis lecturas universitarias en la Facultad de Psicología para mí siempre escribir era una traba y me sentía torpe escribiendo. En los exámenes escritos sentía que no reflejaba lo que quería decir, en los trabajos prácticos siempre encontraba alguna traba en esto de poder decir lo que quería expresar”, contó. Y agregó que hubo un momento en que hizo un click ya avanzada en  la carrera de psicología donde pudo observarse con la escritura a partir de un reposicionamiento subjetivo propio: “Me llevaba a no estar

En una tensa audiencia para decidir si se le otorga el beneficio de salidas transitorias al genocida Eduardo Kalinec, su hija Analía lo enfrentó mientras el temible Doctor K la observaba desde el Penal donde cumple la condena a prisión perpetua. El dolor de las víctimas, los argumentos de las partes y el intento del genocida para convencer a los jueces de la Sala IV de Casación Penal, Mariano Borinsky, Gustavo Hornos y Javier Carbajo. (Por La Retaguardia)✍ Redacción  👉 Fernando Tebele💻 Edición de texto 👉  Rodrigo Ferreiro📷 Fotos y 📹 Videos 👉 Fernando Tebele💻 Edición de video 👉 Natalia Bernades Sonríe, pero es evidente que está nerviosa. Enfrentar a un genocida no es una tarea sencilla. Mucho menos si se trata de tu padre. Analía Kalinec es la principal referente del grupo Historias Desobedientes – Familiares de genocidas por la Verdad, la Memoria y la Justicia. “Es la líder, por qué no decirlo así”, precisará en la audiencia Pablo Verna, otro miembro del grupo, además abogado. El espacio de espera de la Sala IV de Casación Penal es un murmullo incontenible. Unas 50 personas, entre ellas integrantes del grupo, militantes de Derechos Humanos y víctimas directas del furioso accionar del genocida Eduardo Kalinec en el ex Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio El Olimpo, saben que la audiencia es importante. Luego de varias idas y vueltas, los jueces Hornos, Borinsky y Carbajo deberán resolver en un plazo de cinco días si le otorgan el beneficio de las salidas transitorias a Kalinec, condenado a prisión perpetua por crímenes de Lesa Humanidad, o si atiende los reparos de su hija y de los sobrevivientes, que se oponen a que así sea. Cuando habilitan el acceso a la sala, se nota la ansiedad. La gente se agolpa ante la puerta. Sin embargo, las sillas alcanzan para todos y todas. Una de las secretarias del tribunal avisa a la prensa que no se podrán registrar audios, fotos y videos durante la audiencia. Sí en la previa.Cuando ingresan los jueces, Borinsky abre la audiencia. “Es el de la tele”, dice alguien por lo bajo. El juez ha tenido algunas apariciones públicas defendiendo las reformas al Código Penal. Cuando la justicia se abre y los jueces se esfuerzan por parecer seres humanos, todo se vuelve más amigable. La justicia se ha mantenido encerrada durante décadas con la máxima que los jueces sólo hablan a través de sus sentencias. Hoy es una de las instituciones más desacreditadas socialmente. Parece que algunos actores y actrices lo han comprendido, y se abren a tratar y ser tratados como personas normales.La primera voz que se escucha es la de Alejandro Alagia, fiscal de la Unidad especializada en crímenes de Lesa Humanidad. Sus argumentos de oposición al otorgamiento de las salidas se basan en dos puntos: “No hay ninguna constancia de arrepentimiento o de real conciencia de los hechos cometidos. Además de que en la instancia anterior no se escuchó a las víctimas del Doctor K, como se lo conocía en el espacio concentracionario El Olimpo”. La defensa Hay dos televisores en la sala. Uno está sobre las cabezas de la línea de asientos que ocupan el fiscal y quienes se sienten damnificados/as. El otro alumbra del lado en el que está la defensora oficial del genocida Kalinec, María Florencia Hegglin. Analía acaba de escuchar al fiscal. La imagen que vemos quienes estamos entre el público es fuerte. Mientras la hija está sentada, arriba, con cierto halo de superioridad, está el padre. Esa imagen de poder desigual se desarma cuando se sabe que en realidad el Doctor K lleva 15 años en la cárcel. Es de los pocos desafortunados, apenas un 30% de los genocidas, que todavía purgan sus penas en cárcel común, que no han salido durante el festival de domiciliarias de los últimos años. Aunque nunca se hayan arrepentido, aunque jamás hayan aportado a la verdad, quieren privilegios. En el televisor que Analía tiene enfrente, todavía se proyectan todas las cámaras a la vez, con la pantalla partida en cuatro. Pero sobre su cabeza está Kalinec, como ella misma lo llama, así, por el apellido. Entonces, cada tanto tuerce su cuello y lo mira. “Cuando lo observaba buscaba entender”, dirá por la noche, mientras festeje el cumpleaños número 12 de Bruno, uno de sus niños, que no conoce a su abuelo porque nació cuando ya estaba preso.Es el turno de la defensa. Hegglin es parte del cuerpo de defensores/as oficiales que el Estado está obligado a garantizar cuando la persona imputada no recurre a asistencia letrada privada. La mayoría de los genocidas enjuiciados tienen defensa oficial. En muchas ocasiones, la argumentación defensiva hasta es ideológica. No parece el caso. Hegglin se muestra sólida y recurre a la idea de que los derechos son para todas las personas, que nadie debe quedar excluido. “Tiene una conducta ejemplar. 10 en conducta y 9 en concepto”, dice como si se tratara de un alumno secundario y no de un genocida. “Kalinec tiene dos hijas y un yerno que es el grupo continente. La ley no pide ni arrepentimiento ni reparación, ni tampoco discrimina por delitos”. El Doctor K tiene cuatro hijas. Dos se proponen como garantes del cumplimiento de las salidas temporarias. Una se mantiene al margen de la disputa familiar y mantiene la relación con su padre. La otra está aquí sentada, y sonríe cada tanto, ahora con ironía además de con ansiedad. Antes de terminar su intervención Florencia Hegglin dice que está bien que participen las víctimas, aunque marca un límite. “Nos parece bien que se puedan expresar, que el Tribunal los escuche, porque lo que digan no será vinculante”. Es difícil suponer que los jueces no tendrán en cuenta lo que van a escuchar a partir de ahora. El palo y las astillas El siguiente turno es para Pablo Verna. Está ahí con doble standard. Por un lado, es abogado y fue quien presentó el escrito por el que Historias Desobedientes pide ser tomado en el caso como Amicus Curiae, como

El viernes pasado se supo que a partir de una decisión del Tribunal Oral Federal N°2, Eduardo Emilio Kalinec, condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad cometidos en la última dictadura en el circuito Atlético-Banco-Olimpo, comenzará a tener salidas temporarias. Parte de la resolución dice que tendrá tres salidas bimestrales, dos de doce horas y una de veinticuatro horas para promover la revinculación familiar. Habitualmente, esto genera preocupación a las víctimas de sus delitos durante el genocidio. En este caso se agrega el repudio de su hija, Analía Kalinec, integrante del colectivo Historias Desobedientes. La Retaguardia dialogó con ella para conocer sus sensaciones. (Por Fernando Tebele y Nicolás Rosales para La Retaguardia) Foto: Mariano Militello Todavía conmovida por las salidas transitorias otorgadas a su padre, el genocida Eduardo Kalinec, su hija Analía dialogó con La Retaguardia para compartir sus sensaciones, que van del enojo a la preocupación, de la indignación a la tristeza. —La Retaguardia: ¿Qué implica en tus circunstancias esta decisión de la justicia? —Analía Kalinec: En primer lugar quiero solidarizarme con las víctimas. Yo he tenido contacto con varias de ellas, incluso con familiares de víctimas que no han sobrevivido, algunas víctimas directas de mi padre. En estas salidas transitorias primero pienso en ellos, y en cómo se deben estar sintiendo. Lo que me pueda generar a mí es secundario, obviamente lo entiendo como una situación de injusticia, desde el momento que entiendo que mi papá pasó más años impune que preso. El actualmente tiene 67 años, toda su vida la pasó en la impunidad. Hace 14 años que está preso, y pensar en que pueda estar transitando en un colectivo, caminando por las calles; conociendo sus crímenes, su falta de arrepentimiento y su falta de predisposición para colaborar con la búsqueda que están llevando adelante las Madres y las Abuelas, la verdad que me genera tristeza, mucha bronca. Y ganas de salir y redoblar esfuerzos desde el colectivo, del lugar de ciudadana común también para tratar un poco de contar la historia personal y las reflexiones para todos aquellos que no están empapados del tema, o que lo miran de lejos, visibilizar esta situación que la verdad que es de una terrible injusticia. —LR: ¿Quién es Eduardo Emilio Kalinec si tuvieras que explicarle a alguien más allá de tu relación biológica con él? —AK: Es un miembro de la Policía Federal, es un comisario retirado. Yo ahí estuve leyendo algunos repudios que estuvieron saliendo que lo nombran en algunas noticias como un ex comisario, y ahí hago la salvedad porque él sigue siendo parte de la Policía Federal. Nosotros desde el colectivo denunciamos que personas como él no han sido exoneradas de las “fuerzas” a las que pertenecen. Mi papá sigue formando parte de las instituciones que siguen teniendo en sus filas a criminales de lesa humanidad. Durante los crímenes de la dictadura él era un oficial joven, era subinspector, ese era el rango que tenía. Y dentro de la cadena de mandos lo que hacía era ejecutar las órdenes. Era parte de las patotas de los grupos de tareas que salían a secuestrar y que luego llevaban a los centros clandestinos a las personas que eran detenidas que muchas de ellas permanecen  desaparecidas. Durante 30 años de impunidad vivió haciendo carrera. Gozando de una vida holgada que le permitía su sueldo como miembro de esta fuerza. Y en al año 2005, a partir de la reapertura de los juicios y de la derogación de las leyes de obediencia debida y punto final, él queda detenido por los crímenes que había cometido. Un hecho que él jamás pensó que iba a suceder, porque sigue reivindicando sus crímenes y entendiendo que lo que hizo está bien. Que lo que hizo fue defender a la patria. Fue un momento muy duro, yo ignoraba en aquellos años todo este accionar y todo lo que había pasado en esa época de la historia argentina donde yo apenas había nacido. Fue de a poco ir tomando un poco de conciencia, leyendo e interiorizándome del tema hasta poder entender acerca de la participación y la implicancia de mi papá en estos crímenes. En el 2005 le dieron prisión preventiva, y en el 2010 lo condenaron a prisión perpetua que cumplía hasta el viernes. —LR: Vos estuviste cerca de 10 años sin tener contacto con él, y volviste a verlo hace poco en circunstancias que él generó.  —AK: Sí, es de público conocimiento que mi papá hace unos años inició acciones legales en el fuero civil para que yo no pueda heredar a mi mamá. Ella falleció en septiembre del 2015 y en el marco de la sucesión y en mi participación en ese hecho jurídico como hija, tanto mi papá como mis dos hermanas menores que son las dos personal civil de la Policía Federal y también egresadas del Instituto Universitario de la misma fuerza -como para encuadrar todo en una cuestión ideológica y corporativa que hay en torno a esta forma de pensar- en un texto que redacta claramente mi papá y que es acompañado con las firmas de mis hermanas  es presentado en el Juzgado Civil N°67 y lo que buscan es que a mí se me declare “indigna”, que una figura que se contempla en el Código Civil y Comercial y que yo no pueda heredar a mi mamá. A mí esto se me notifica el año pasado, y la notificación oficial me llegó este año, el 22 de Febrero. A partir de ese momento, hay una contrademanda en contestación de una demanda donde yo me defiendo y contraargumento. Cuando esto llega a las manos de la jueza, después de varios años, la primera medida que toma es citar a las partes. Que somos yo por un lado, y mi papá y mis hermanas por el otro. En ese marco, el pasado 30 de Octubre me apersoné en el juzgado y, para sorpresa mía, se presenta también mi papá. No se presentaron mis hermanas. Yo hacía más de 10 años