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José Almada


Tras un largo juicio donde quedaron demostrados los delitos de lesa humanidad que se cometieron en la “recuperación” militar del cuartel, el exgeneral Alfredo Arrillaga fue condenado a prisión perpetua como coautor penalmente responsable del homicidio con alevosía de José Alejandro Díaz, uno de los cuatro militantes del MTP que aún continúan desaparecidos. Ante el pedido de cárcel común el tribunal falló diferir esa decisión a cuando la sentencia quede firme. Asimismo, rechazó encuadrar esos delitos en el marco de crímenes de Estado como había solicitado la querella.En el día de hoy se conoció la sentencia en el primer juicio que se ocupó de las graves violaciones a los derechos humanos cometidos por las fuerzas armadas tras el intento fallido de toma del RIM 3 de La Tablada por parte del Movimiento Todos por la Patria en 1989. Matías Mancini, Esteban Rodríguez Eggers y Alejandro de Korvez, integrantes del TOFC 4 de San Martín, condenaron al exgeneral Alfredo Arrillaga a cadena perpetua como coautor del homicidio agravado por alevosía de José Alejandro Díaz, uno de los cuatro militantes del MTP que aún continúan desaparecidos. Antes de eso, el abogado querellante Pablo Llonto volvió a referirse a los archivos de la exSIDE, que fueron sumados al juicios hace algunas semanas. Reafirmó que José Díaz aparece allí “mencionado 18 veces como abatido”. También aseguró que en esos mismos archivos ahora desclasificados “hay 4 NN y 27 muertos”. Los 4 desaparecidos son José Díaz, Iván Ruiz, Francisco Provenzano y Carlos Samojedny. Los jueces siguiendo atentamente las últimas palabras de Arrillaga (Foto: El Diario dle Juicio) También hizo uso de la palabra el genocida. El exgeneral Arrillaga, que tenía antes de esta 5 condenas por delitos de lesa humanidad ocurridos en Mar del Plata, leyó sus palabras finales. Dijo que los presos por crímenes de lesa humanidad “somos los kelpers de esta sociedad. Hoy nos persiguen, procesan y encarcelan. Hacen museos de la memoria, ponen placas. No existe para nosotros Memoria, Verdad y Justicia”. Calificó a los testigos como “mentirosos”, por haber dicho que él negoció la rendición y que se presentó como Dios. Durante los 5 meses que duró el juicio fueron numerosos los testigos que derribaron la versión oficial que por 30 años le brindó impunidad a Arrillaga y sus secuaces. Y también se pudieron por primera vez demostrar en sede judicial las numerosas violaciones a los derechos humanos que allí cometieron las fuerzas armadas en la “recuperación” del cuartel. Arrillaga es el primer condenado, pero las/os familiares y compañeras/os que han impulsado la causa buscarán además lograr llevar al banquillo de los acusados a los autores materiales de tales delitos. Ésta vez se logró justicia por el caso de Jose Alejandro “Maradona” Díaz, quien contaba por entonces con 29 años. Es de esperar que próximamente puedan realizarse otros juicios donde se sepa.la verdad de lo que pasó con los otros tres militantes del MTP que aún permanecen desaparecidos: Iván Ruiz (muy presente en este juicio, ya que se rindió el 23 de enero de 1989 junto a Díaz), “Pancho” Provenzano y “El Sordo” Samojedny. Como así también puedan juzgarse las torturas y apremios ilegales a que fueron sometidas/os quienes lograron sobrevivir a la masacre comandada por Arrillaga. *Este diario del juicio por los desaparecidos de La Tablada es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, FM La Caterva y Agencia Paco Urondo, con la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en http://desaparecidosdelatablada.blogspot.com

El defensor oficial Hernán Silva pidió la absolución del militar Alfredo Arrillaga, único acusado en el primer juicio por los desaparecidos de La Tablada. Previendo un rechazo de este punto, dijo que no se sabía cómo había muerto José Díaz. Anticipándose a una condena, terminó pidiendo que no se le otorgara la cárcel común en el caso de ser condenado. El veredicto será el viernes 12 de abril. El Diario del Juicio transmitirá en vivo. “Sin embargo, no juzgar y no condenar el crimen sería fomentar la impunidad y convertirse, de algún modo, en su cómplice. Es de curiosa observación que los militares, que abolieron el Código Civil y prefirieron el secuestro, la tortura y la ejecución clandestina al ejercicio público de la ley, quieran acogerse ahora a los beneficios de esa antigualla y busquen buenos defensores. No menos admirable es que haya abogados que, desinteresadamente sin duda, se dediquen a resguardar de todo peligro a sus negadores de ayer”. Así cierra el texto Lunes 22 de julio de 1985. Lo escribió Jorge Luis Borges después de haber asistido a la audiencia del histórico Juicio a las Juntas. Presenció la declaración de Víctor Basterra, que duró 6 horas y fue una de las más significativas, porque luego abriría la chance de juzgar a los genocidas de la ESMA con contundencia a través de las fotos que el testigo rescató del infierno. Durante ese juicio regía a pleno la teoría de los dos demonios. Tanto que la sentencia intentó no dejar bien parado al testigo, confundiendo el trabajo forzado que debieron realizar quienes sobrevivieron, con una colaboración que nunca fue. La historia se encargó luego de poner las cosas en su lugar: los genocidas siguen siendo condenados, sobre todo por el aporte de los y las sobrevivientes, que ahora tienen el reconocimiento que se merecen.Algo similar viene ocurriendo con los hechos de La Tablada. La justicia, apenas meses después de los hechos ocurridos en enero de 1989, más que aplicar la teoría de los dos demonios, se empecinó en que hubiera uno solo: los y las militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP). Quienes sobrevivieron sufrieron durísimas condenas y pasaron entre 8 y 14 años presos. De juzgar a los militares, ni hablar, hasta ahora; aun cuando se denunciaron las torturas y desapariciones desde el primer momento. Sin embargo, 30 años después, este juicio -del que solo queda conocer el veredicto el 12 de abril- parece haber llegado para torcer esa historia de injusticia e impunidad.El lunes pasado, el defensor oficial de Alfredo Arrillaga, Hernán Silva, alegó intentando quitarle de encima las responsabilidades al único imputado, que ya tiene 5 condenas por delitos de lesa humanidad ocurridas en Mar del Plata durante el genocidio. Lo primero que hizo fue lo mismo que hacen todos sus colegas: pedir la prescripción de los delitos. Es decir, que ya pasó el tiempo legal para juzgarlo. Seguramente, la lectura del veredicto comenzará con el rechazo de este y otros planteos de la defensa. Luego vendría la condena.Silva lo presentó a Arrillaga como a un general democrático. Lo trajó otra vez al entonces presidente Raúl Alfonsín -ya lo había hecho Arrillaga en su indagatoria de hace algunas semanas-, esta vez para decir que fue un presidente de izquierda (“aunque no de la izquierda revolucionaria”, aclaró por si hiciera falta) y que como tal no hubiera aceptado que sucedieran las cosas que sucedieron.Vestido con traje gris, adelantando siempre sus manos a sus palabras con gestos ampulosos, Silva utilizó buena parte de su tiempo para negar la evidente complicidad judicial que surgió en este juicio: “que alguien me explique por qué no lo sobreseyeron totalmente a Arrillaga para hacerlo pasible de la cosa juzgada”. Habría que preguntarle a Larrambebere, pero la impunidad puede ser una respuesta posible; es decir, que se pensara que este juicio no iba a llegar nunca. También dijo, aunque sea claramente comprobable lo contrario, que Arrillaga fue siempre el único imputado. En realidad, el militar Jorge Eduardo Varando no está en este juicio solo porque falleció, ya que también estaba imputado.Mientras tomaba Coca Cola sin azúcar permanentemente desde la botellita de plástico, o eventualmente jugando con un breve jopo que cae sobre su frente, el abogado pidió la absolución de Arrillaga basado en que “no sabemos ni cuándo ni cómo ni dónde murió Díaz. Podríamos pensar, por ejemplo, que murió por el balazo que recibió en la cabeza”. Si bien está comprobado que Díaz tenía una herida en su cabeza y que uno de los colimbas desertores le dio su camisa para que se vendara, luego puede verse a Díaz, en fotos y videos, caminar e incluso responder a la orden de arrodillarse mientras le apuntaban con un fusil. Silva reconoció el “derecho de los familiares a saber la verdad”, aun cuando consideró que su defendido no puede ser condenado en esta causa.“No queda otra alternativa para proteger el derecho de la defensa de Arrillaga que su absolución”, dijo varias veces. El testigo estrella “Si les parece monocorde mi tono, me piden y hacemos un cuarto intermedio”, se excusó en un par de segmentos ante el tribunal. Salvo una interrupción al mediodía, más por el almuerzo que por el tono monocorde, los jueces Mancini, Rodríguez Eggers y De Korvez permitieron la continuidad de la intevención del defensor. Aunque esta vez cambiaron sus ubicaciones, que habían mantenido hasta aquí durante todo el juicio.En un par de pasajes de su discurso, Silva se refirió a José Alberto Almada. Lo apodó “el testigo estrella”. Almada es uno de los militares que rompió el pacto de silencio, y que relató que vio cómo se llevaban a Diaz y a Ruiz en un Ford Falcon blanco, Más que rebautizándolo, no aportó ninguna razón subjetiva u objetiva por la que desechar su testimonio. Solo un endeble: “es el único que declara eso”. En el caso del otro testigo clave, el exmilitar César Ariel Quiroga, que desarmó la trama de complicidad judicial. ni lo nombró. Como ya explicamos líneas

La querella y la fiscalía coincidieron en pedir prisión perpetua para el exgeneral Alfredo Arrillaga, como autor mediato de homicidio con alevosía en el caso de José Alejandro Díaz, en el marco del primer juicio por la represión contra los y las militantes del MTP, tras el intento de toma del RIM 3 de La Tablada en 1989. La querella fue mucho más allá que el fiscal, lo consideró coautor del hecho y pidió además cárcel común y una serie de “reparaciones”, entre las que resaltó el pedido para que el Estado financie la realización de un audiovisual que desande el camino cultural que llevó a la demonización de quienes en realidad sufrieron “un crimen de Estado dentro del estado de derecho”. Tras las intervenciones de Pablo Llonto y Liliana Mazea, parte del equipo de abogados/as que actuaron en este juicio, fue el turno de Ernesto “Coco” Lombardi. La larga lista de “38 afirmaciones, hechos totalmente acreditados” que presentó Lombardi comenzó con la acción inicial: un grupo del Movimiento Todos por la Patria ingresó a La Tablada con la convicción de impedir nuevos alzamientos militares. Indicó que “entre esos militantes ingresó Jose Alejandro Díaz, de 29 años”. Ante cada afirmación, el abogado querellante repasaba qué testimonios habían sido fundamentales para llegar a las conclusiones; en este caso, quienes lo habían visto en el cuartel o podían asegurar que allí estuvo: los entonces Daniel Salas, Daniel Humberto Valenti y Alejandro Gentile; el militar José Almada; los sobrevivientes Miguel Ángel Aguirre, Sergio Manuel Paz, Carlos Néstor Rodríguez, Joaquín Ramos, Roberto Felicetti, Carlos Motto y José Moreyra; y los periodistas Pablo Waisberg y Felipe Celesia, entre otros. Luego fue el turno de un dato clave que permitiría identificar a Díaz en las fotos y filmaciones que se conservan de aquel 23 de.enero de 1989: “fue herido en la cabeza, por lo que tenía una vincha que le cubría la herida”. Así se lo ve saliendo por una ventana de la guardia de prevención después del feroz ataque contra el edificio. “Se realizó un cerco que la sometió a un fuego desproporcionado”, definió Lombardi. Junto con él, en la guardia, se encontraban otros 10 militantes del MTP, 3 soldados y 3 desertores. “Desde un primer momento las fuerzas de Arrillga supieron que había conscriptos y desertores allí. La orden era no dejar a ningún militante del MTP con vida”, indicó la décima placa presentada por Lombardi. Previamente había explicado que el 23 de enero de 1989, aproximadamente a las 7:50, Arrillaga fue designado como Comandante de la recuperación. El plan criminal fue expuesto en la propia acción: “las personas dentro de la guardia, impedidos a salir por las balas, se encontraban condenados a morir en su interior por el fuego”. En tanto que “algunos fortuitamente lograron hacer ceder un barrote y escaparon, no corrieron la misma suerte los heridos, quienes murieron allí calcinados”. Este juicio oral y público permitió demostrar los pasos finales de la tragedia vivida por José Díaz e Iván Ruíz: “los soldados y desertores que logran escapar de la guardia se identifican con Naselli (primer uniformado con el que entran en contacto) y señalan como atacantes a Ivan y José”. Allí es cuando “Naselli ordena detener a Díaz y Ruiz, y el sargento Stegman los lleva con Varando”. “Ivan y José son sometidos a interrogatorio bajo tortura en los fondos del cuartel, por Varando, entre otros”, y luego “son trasladados al puesto de comando de Arrillaga, donde son torturados y sacados del cuartel dentro de un Ford Falcon blanco”. Esa fue la última vez que se los vio con vida. “Díaz y Ruiz fueron asesinados y sus cuerpos posteriormente desaparecidos”, afirmó Lombardi, que también consideró probadas por los testimonios las desapariciones de Samojedny y Provenzano, lo que seguramente derivará en nuevas causas que lleguen a instancia oral y pública más adelante. Parte del silencio que cayó sobre esta causa se debió a las operaciones orquestadas para ocultar la verdad. “Arrillaga desde el mismísimo 24 de enero de 1989 generó una amplia operación de encubrimiento”, explicó la querella. El exgeneral “alteró las circunstancias de la muerte de Esquivel creando una falsa coartada”, que cayó durante el juicio cuando el ambulanciero César Ariel Quiroga admitió que había sido obligado a mentir 30 años atrás, en el juzgado de Morón a cargo de Gerardo Larrambebere y con el joven secretario Alberto Nisman tomando las declaraciones falsas.El viernes pasado, en el segundo día de alegato de la querella tras un cuarto intermedio, Lombardi ocupó otras dos horas para terminar su intervención pidiendo prisión perpetua para Arrillaga.Parte importante de esa etapa final la ocupó el pedido de cárcel común, ya que el genocida, que fue condenado en cinco causas en Mar del Plata (en tres tiene perpetua), goza del beneficio de la prisión domiciliaria. “Démosle una oportunidad para que pueda arrepentirse. Mandémoslo a un lugar con todo lo que él requiera para tratarse si en algún momento tiene un problema, pero que también tenga la oportunidad de arrepentirse. Porque a esta edad, cuando realmente tenga tiempo de pensar y darse cuenta de que la sociedad lo ha condenado y mandado tras las rejas, tiene la oportunidad de decir: ‘y bueno… si total, esta medalla no es una medalla, es algo realmente muy triste, les voy a decir a las víctimas dónde escondí el cuerpo’”, sugirió en su fundamentación.En cuanto al pedido de condena sin que esté el cuerpo de la víctima, en este caso Díaz, Lombardi citó jurisprudencia en causas por crímenes de lesa humanidad ocurridas durante el genocidio, en las que se arribó a condenas habiéndose considerado que estaban probados los asesinatos, aun cuando los cuerpos estuvieran desaparecidos. Muchas de esas sentencias ya se encuentran reafirmadas por la Corte Suprema de Justicia de la Nación.  DESCARGAR Lombardi recordó algunas de las situaciones que se vivieron en el juicio, que dan cuenta del muy buen estado de salud del imputado. “Arrillaga tiene autonomía, tiene autovalidez, tiene excelente respuesta al strees, y tiene atención y concentración.

En el juicio por el asesinato y desaparición de José Díaz durante la represión militar en el cuartel de La Tablada comparecieron ayer 3 testigos. El aporte mayor vino quizá del menos esperado: Walter Gualberto Cruz, un enfermero general que hace 3 años se retiró del Ejército. Declaró por primera vez ante la justicia y aportó datos esenciales sobre la caída del sargento Esquivel, a quien la teoría oficial daba muerto por Ruiz y Díaz antes de la supuesta fuga. Como ya está más que claro, ambos fueron desaparecidos por las fuerzas que comandaba el General Arrillaga. Cruz describió ayer cómo Esquivel murió a su lado por fuego cruzado. También fueron testigos un militar que armó un informe que ratifica la versión de Cruz y que el ejército se negó a publicar; y otro que intentó eludir sus propias responsabilidades con un mensaje de paz y unidad que sonó poco convincente. Foto: Arrillaga cada vez más preocupado (El Diario del Juicio)—¿El Capitán Cabrera es un personaje? —preguntó el abogado querellante Ernesto Coco Lombardi al militar retirado Julio Ruarte.—Sí, Cabrera es un personaje.—Esquivel murió en esa circunstancia? —intentó precisar el juez Rodríguez Eggers.—Para mí sí. Esquivel murió como está ahí —dijo Ruarte señalando su libro.—¿Y cómo construyó el relato de Cabrera? —preguntó Lombardi.—Con varios testimonios. Uno de un tal Galeano,  Galesi, no recuerdo bien, y seguramente le pregunté al Sargento Cruz. Ese intercambio, que podría interpretarse incluso como un intercambio literario, fue central en la jornada de ayer. Julio Ruarte, es un militar retirado, autor del libro La Tablada: Un ataque para recordar.Su testimonio había sido solicitado porque en su informe, más tarde publicado como libro, se describe la muerte del sargento Ricardo Esquivel. Su motivación, según expresó varias veces, fue saber qué pasó con Ricardo Rolón, uno de los militares caídos durante el combate y “rendirle un homenaje a mi amigo y camarada”. El informe Ruarte fue escrito entre 1990/1991, y en 2003 el autor ya contaba con una edición para publicar. Sin embargo, en ese entonces, el ejército rechazó su publicación: “Me mandaron una nota que no era conveniente para la imagen de la fuerza, que podía traer problemas al autor” declaró. La querella solicitó que el testigo aporte esa respuesta oficial de la Secretaría General del Ejército, una prueba más del encubrimiento, que además suena amenazante: “la voy a buscar. Tuve varias mudanzas en el medio”, dijo Ruarte, que publicó el informe finalmente en 2016 luego de retirarse un año antes.Develar los minutos finales del sargento Esquivel es una de las claves de este juicio. Casi sin saberlo, el militar, en su búsqueda personal por saber qué pasó con su amigo Rolón, aportó un dato revelador: cómo fue la muerte de Esquivel. Al ubicar en el lugar a Walter Gualberto Cruz, permitió que se escuchara su relato, por primera vez, luego de 30 años. Otro testimonio que fulminó la versión oficial. La palabra de Cruz Walter Gualberto Cruz tiene todo el aspecto de un laburante común y corriente. Sin embargo, fue militar hasta hace casi 3 años. Morocho y petiso, tiene la palabra simple y segura a mano. Es la primera vez que declarara en la justicia por los hechos de La Tablada. Su aporte es esencial; seguramente por eso, justicia encubridora mediante, nunca estuvo ante un tribunal hasta ayer. Así relató la muerte de Esquivel. “En un momento quedé sólo en medio de una balacera importante, y me di cuenta de que estaba Esquivel cerca, fue entonces que le dije me cubriera mientras avanzaba hacia el Casino de Oficiales”, indicó. “En un momento cruzo para agarrar mi botiquín para seguir avanzando, y sentí un quejido que vino desde atrás. Entonces me di cuenta de que no me estaba cubriendo y me replegué adonde estaba él. Lo vi a Esquivel tirado en el piso, lo ausculté, busqué una herida superficial y no tenía, le giré la cabeza y ahí tenía la entrada de un proyectil 7,62 mm., calibre del FAL, sin orificio de salida”.En el relato oficial de los hechos, las huellas de Ruiz y Díaz llegaban hasta el oficial Esquivel, quien fue señalado como la última persona que vio con vida a los militantes del MTP, apenas antes de su propia muerte. Esquivel obviamente nunca estuvo para dar su versión. De alguna manera era el testigo perfecto para la versión militar/judicial; no había chance de contradicción alguna. Pero la cadena de mentiras se rompió en la 3ª audiencia, cuando el exmilitar César Ariel Quiroga, ambulanciero en La Tablada, que supuestamente les había entregado a Ruiz y Díaz al sargento Esquivel, no solo negó haberlo hecho, sino que aseguró no haber conocido a Esquivel ni haber tenido contacto con guerrilleros del MTP.  En aquella misma jornada ya histórica de diciembre pasado, otro exmilitar, José Almada, se ubicó como testigo ocular de la caída de Esquivel.“Estuve en las inmediaciones de la Compañía B cuando explota parte del primer piso, por lo que tuve que asistir a varios soldados”, relató Cruz. “Luego apareció Esquivel, que bajó de un vehículo en el cual estábamos haciendo las evacuaciones de los heridos”. En su detallado testimonio, Cruz indicó que “a viva voz pedí un vehículo para movilizarlo, como tardaba me puse a arrastrarlo, era un hombre fortachón, me costó mucho y a duras penas pude subirlo al blindado. Esa fue la última vez que lo vi, pero ya sabía que era inevitable su deceso, estaba agonizando”, agregó. Además, sumó un nuevo dato que muestra la complicidad del Ejército para ocultar la verdad y construir un relato que sirviera de coartada. Consultado por la querella sobre si alguna vez había tenido que contar en alguna instancia lo que estaba relatando, luego 30 años, en la sala del TOFC 4, dijo: “Unos meses después me llamaron del Estado Mayor para explicar la muerte de Esquivel. En la parte de legales del Edificio Libertador en Azopardo 250. Les dije que fui el único testigo de la muerte de Esquivel, porque nadie sabía en qué circunstancias había muerto.

“En ese ataúd se pensaba que estaba Provenzano. Había dos fémur derechos. Uno era de Sánchez. Se pensó por coincidencia genética que era Ruiz. El otro fémur era de Burgos, que era el cuerpo que estaba en el lugar que se creía estaba Provenzano. Los restos estaban en bolsas negras, en algunos casos con vestimentas. Estaban esqueletizados pero no completos. Habían sido sometidos a agentes térmicos”. Son palabras de Luis Fonderbrider, el director ejecutivo del mundialmente reconocido Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Lo relató con la frialdad de aquellas personas que conviven en su tarea cotidiana con el análisis de restos óseos; lo que para todo el planeta puede resultar escabroso, para ellos/as es cotidiano.  En el recorte que antecede, en tan solo cinco líneas de texto que no tardó más de dos minutos en expresar, se entremezclan las historias de 4 militantes del MTP que hoy no están. 2 fueron asesinados (Roberto Gordo Sánchez y Carlos Alberto Quito Burgos). Los otras 2 también, pero sus cuerpos están desaparecidos (Iván Ruiz y Francisco Pancho Provenzano). Pero además de la impunidad con la que actuaron los militares, aquí se suman las “desprolijidades” de los forenses.En ese ataúd, entonces, no estaba Provenzano, por eso se sumó recién en 2010 a la lista de desaparecidos. Coincide con la fecha en la que el EAAF realizó una segunda intervención, pero ya con su técnica que no es sólo genética. En ese año, el equipo asumió el trabajo desde una perspectiva integral, explicó Fonderbrider en su testimonio. Allí se reconocieron a 6 militantes entre los restos que faltaban identificar: Roberto Sanchez, Juan José Tosi, Juan Manuel Murúa, Carlos Burgos, Roberto Gaguine y José Mendoza. Y otros 2 que se creía identificados, pasaron a engrosar la lista de desaparecidos: Iván Ruiz y Francisco Provenzano.Irene Provenzano, hija de Pancho y de Claudia Lareu (que también murió en La Tablada) lo contó desde su lugar de familiar: “En el caso de mi papá, es de los que negocia la rendición con Arrillaga. Todos relatan que luego de las torturas, de los simulacros de fusilamiento, de no saber si efectivamente iban a lograr seguir con vida aun después de la rendición, lo que hacen es escucharse las voces y saber quienes están, además de los que saben que se rindieron con ellos, porque estaban encapuchados. Nosotros como familia siempre supimos que él se había entregado con vida el 24 y que después había sido fusilado”, pero creyeron que su cuerpo estaba sepultado, “hasta el 2009, que interviene el equipo de antropología forense con la hipótesis que el cuerpo estaba mal identificado en su momento. Luego de hacer un análisis de todos los cuerpos que todavía estaban sin reconocer para ese momento llegan a la conclusión antropológica y genética de que hay 4 compañeros que no están”. Uno de ellos es su papá.Otra cuestión que encierra la intervención de ayer de Fonderbrider con la que comienza este texto, es el error en la identificación de los restos de Sánchez y Ruiz, que el EAAF corrigió. “Ruiz tenía 20 años. Estaba emparentado con Sánchez (era su sobrino), que tenía 40. Nos podríamos haber quedado con los análisis genéticos que dieron positivo cuando se cruzaron con las muestras de familiares de Ruiz, pero al realizar un análisis más integral, nos dimos cuenta de que esos restos no pertenecían a una persona de 20 años, sí a una de 40”, por lo que al realizar el análisis genético con las muestras de familiares de Roberto Sánchez, también dio positivo “el famoso 99,999999%”, explicó el antropólogo, que también dio cuenta de la impunidad con la que trataron los cuerpos de los integrantes del MTP, tanto en vida como después de muertos. “2 de los cuerpos estaban completos, otros 2 tenían pérdidas importantes. En un caso creo que faltaba el cráneo. Esto puede ser por dos razones: o producto de la acción (golpes, amputaciones, todo tipo de torturas) o por el mal levantamiento de los cuerpos”.En el video que acompaña esta nota, durante una entrevista que El Diario del Juicio le realizó luego de su testimonial, Fonderbrider también explicitó aquello de que los cuerpos “fueron sometidos a agentes térmicos”; es decir: las altas temperaturas a las que estuvieron sometidos, o bien por el incendio de la Guardia de Prevención, o por efecto de la incineración intencional. Otro palo para la justicia Miguel René Rojas llegó a la Terminal de Ómnibus de Retiro por la madrugada. Se encontró luego con uno de los secretarios del Tribunal Oral en lo Criminal 4 de San Martín, que lo llevó hasta el juzgado. Su declaración mereció la misma atención que todas. En este juicio, puede pasar cualquier cosa. Pero a esta altura lo inesperado se convirtió en esperable. Hay casi una pretensión de que todos los testimonios aporten algo significativo. La de Rojas fue una declaración de una hora. Entró a la sala vestido con un jean gastado, con los bolsillos traseros deformados por el uso, una remera con rayas horizontales grises y una mochila que rápidamente dejó apoyada en un costado del estrado en el que se sentó. Como dijo el exmilitar César Quiroga en la tercera audiencia que torció para siempre el rumbo del juicio: “Vengo a sacarme una mochila que llevo hace 30 años”. Rojas trajo la suya pero decidió también quitársela de encima. El vuelco en su declaración ocurrió exactamente en la mitad, cuando ya parecía que su testimonio no saldría de lo común. —Yo declaré dos veces antes -dijo con su tonada salteña cerrada e inconfundible-. Una en Morón y otra en San Martín. La de San Martín, nada que ver. La de Morón fue la última. —¿Usted recuerda haber declarado en el Regimiento? —le consultó Matías Mancini, presidente del Tribunal, ya dispuesto a escuchar cualquier cosa acerca de la instrucción de esta causa. —No, yo en el regimiento no. —Porque aquí dice que usted declaró en el regimiento el 14 de febrero de 1989 —agregó Mancini. Hasta ahí todo más o

El 10 de diciembre de 2018 comenzó el juicio oral y público por el asesinato de José Díaz, uno de los militantes del Movimiento Todos Por La Patria (MTP) que fue desaparecido junto a Iván Ruiz, Francisco Provenzano y Carlos Samojedny el 23 y 24 de enero de 1989, en el marco del copamiento del cuartel de La Tablada. El único imputado es el General Alfredo Arillaga, el responsable máximo del operativo militar. Como en tiempos de la dictadura, pero ya con 6 años de democracia, hubo torturas, fusilamientos y desapariciones. Las audiencias se reanudan mañana, martes 12 de febrero.Desde el inicio del juicio y a lo largo de las diez audiencias que se realizaron hasta ahora, declararon más de 20 testigos, la mayoría de ellos ex integrantes del MTP y militares. El interés por este juicio histórico fue creciendo con su curso, no sólo porque es la primera vez que quienes sobrevivieron al horror en La Tablada son escuchados cuando denuncian frente a un tribunal las torturas y atrocidades cometidas por los militares, sino porque las declaraciones de los propios integrantes del ejército hicieron caer, en la tercer jornada de juicio, la versión oficial sobre qué pasó con José “Maradona” Díaz. La ruptura del pacto de silencio y el vuelco de la causa  En la tercera audiencia del juicio se esperaba el testimonio de José Almada, un exmilitar que desde 2004 denuncia que José Díaz e Iván Ruiz fueron sacados del Regimiento en un Ford Falcón Blanco, luego de haber sido torturados. Pero antes de su turno, fue la declaración del exsargento Cesar Ariel Quiroga, que en 10 minutos rompió el pacto de silencio que llevaba 30 años. El exsargento, que dejó la fuerza hace apenas 3 años, se desempeñó como ambulanciero en la “recuperación” del cuartel. Reveló que hace tres décadas, en el Juzgado de Morón a cargo del Juez Federal Gerardo Larrambebere, en el que era secretario un joven Alberto Nisman, fue obligado a firmar una declaración falsa: “Hay cosas que no son reales. Y firmé… hace 30 años que llevo esta mochila conmigo. Hay cosas que escribieron ahí que yo no viví. Me engancharon a mí porque yo tuve movimientos dentro del cuartel”, afirmó en una de las audiencias más importantes de esta primera etapa.  La declaración de Quiroga fue reveladora porque durante muchos años la versión oficial del ejército, sostenida especialmente por los militares Jorge Varando y Alfredo Arrillaga, fue que José Díaz e Iván Ruiz habían sido entregados a Quiroga por Varando, y que, luego, Quiroga se los entregó al soldado Ricardo Esquivel. Como Esquivel apareció muerto, les adjudicaron su caída a Ruiz y Díaz, que -siempre de acuerdo a la versión oficial- después habrían escapado. La desmentida de Quiroga, más el aporte de Almada sobre la muerte de Esquivel: “Se cayó a quince o veinte metros de donde estábamos nosotros. Esquivel cayó delante del general Arrillaga, cayó adelante del Estado Mayor de las fuerzas de recuperación”, le dijo al Diario del Juicio en referencia al momento del combate y del intenso fuego de los militares, que disparaban incluso contra colimbas o propia tropa, según varios testimonios.La contundente declaración generó sorpresa, sobre todo porque Quiroga fue un testigo que aportó la defensa del General Arrillaga, a cargo del defensor oficial Hernán Silva. En su relato, Quiroga agregó: “Ahí me hicieron decir que yo me encontré con un tal mayor Varando, cosa que niego. No lo conocí, no lo crucé, no transporté ningún subversivo. No conocí a ningún Sargento Esquivel. Si me hubieran tomado mi declaración real, yo no estaría acá hoy, porque no serviría. No hice nada raro, solo traslados y llevar y traer heridos de la puerta. Nunca tuve contacto con subversivos vivos”. Además, agregó que González Roberts, el auditor del ejército que lo acompañó en aquel entonces, le ordenó firmar porque “había que hacerlo por la institución”, y le dio una copia “por si alguna vez alguien pregunta algo”. Quiroga mostró esas hojas y el tribunal ordenó que fueran sometidas a pericias para saber si el papel tiene la antigüedad que el testigo le atribuye.Luego de la declaración de Quiroga, los sucesivos testimonios de militares, plagados de contradicciones, fueron confirmando a lo largo de las siguientes audiencias las irregularidades del proceso que entre 1989 y 1990 se realizó en el juzgado de Morón a cargo del juez Gerardo Larrambebere. En esos testimonios, entre titubeos y permanentes “no recuerdo”, fue quedando en evidencia lo que Quiroga denunció: el accionar judicial fue clave para el encubrimiento de las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la represión militar. El juicio a 30 años de La Tablada El 23 de enero se cumplieron 30 años del intento de copamiento a La Tablada y no parece haber sido un aniversario más. Que se esté desarrollando el juicio, habilitó a que sean las propias voces de los militantes del MTP las que tengan entidad para contar lo sucedido en los medios tradicionales de comunicación. En los aniversarios anteriores, nunca antes se habían escuchado sus voces que, salvo contadas excepciones, permanecieron silenciadas.El juicio, aún sin tener la confirmación de la condena, está permitiendo que los hechos puedan ser mirados desde la lente de la violación a los derechos humanos y la desaparición forzada de personas, como se denunció en el largo camino de exigencia de justicia. A cada uno/a de quienes están vivos para hablar de esas jornadas y ser testigos en el juicio, como ex militantes del MTP (como subversivos, repetirán algunos mandos militares) se les va la vida en esto, y así se vivió en cada una de las declaraciones en la pequeña sala del TOC 4 de San Martín. El imputado, esta vez,  es el represor Arrillaga, que ya tiene prisión domiciliaria y está condenado por crímenes de lesa humanidad cometidos en Mar del Plata. Los familiares de los asesinados y desaparecidos, y los militantes del MTP que sobrevivieron, así como organismos de derechos humanos que están acompañando el proceso, esperan que la condena