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Juan Gelman


Con el testimonio de Roberto Cirilo Perdía comenzó la segunda audiencia en el juicio por la represión a la Contraofensiva de Montoneros. Quien fuera el Nº2 de esa organización, en un largo testimonio de casi 3 horas, marcó un contexto histórico y reivindicó a la Contraofensiva como una de las maneras en las que se acortó la extensión de la última dictadura. También contó cómo se organizó el ingreso al país de quienes venían del exilio y estimó la participación en 450 militantes. Dijo que el 80% de las bajas fueron para los grupos con tareas políticas, no militares. (Por Fernando Tebele para El Diario del Juicio*)Foto: Fabiana Montenegro Son exactamente las 11 y se abre la puerta. Todos sabemos quién va a entrar a la sala, pero la expectativa es tal que parece que no supiéramos. Camina lento. Se apoya levemente en un bastón. Entra acompañado por el mismo silencio con el que saldrá casi exactamente tres horas después. Todas las miradas apuntan a Roberto Cirilo Perdía. Tiene una camisa que se adivina por los cuellos, que disputan espacio con un pulóver color ladrillo; por supuesto el escote es en V. Lo recibe el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, con las preguntas de rigor previas al testimonio. Sin que transcurran más de dos minutos, le da la bienvenida también, menos amigablemente aunque sin perder nunca el gesto amable, el defensor oficial Hernán Silva: —¿Estuvo imputado en alguna causa por su accionar durante la Contraofensiva? —intenta amedrentarlo. La pregunta queda sin respuesta, porque el juicio es para ventilar los delitos cometidos por los militares de inteligencia que participaron de la represión a la Contraofensiva Estratégica de Montoneros. Tanto la fiscal Sosti como el juez se lo remarcan. No alcanzará.No lo sabemos, pero es fácil presumir que Perdía sabe que le esperan ese tipo de preguntas de parte de quien fuera el defensor del genocida Alfredo Arrillaga, recientemente condenado por los desaparecidos de La Tablada. No será el único. Hay otros dos defensores privados que esperan su turno para caerle encima.Perdía pregunta si va a poder revisar, mostrar y dejar copias al tribunal de una serie de papeles “que estuve buscando justamente para esta declaración”. Le responden que sí, por lo que apoya sobre la mesa pequeña una carpeta casi del mismo color que su pulóver. De cartulina fina, la carpeta desborda. Contiene documentos, copias de artículos periodísticos de esa época y de otras, originales de la revista Evita Montonera. Las irá citando con el correr de su extenso testimonio.Quien fuera el Nº2 de Montoneros utiliza la primera hora entera para realizar un contexto histórico. “El 67% de los desaparecidos eran trabajadores; de ahí, la mitad eran obreros industriales”, dice para señalar el sujeto social principal al que apuntaban como actores esenciales de la resistencia contra la dictadura. “Parece una clase de Sociedad y Estado de la UBA”, se escucha por allí. De a poco, a preguntas, lo van metiendo en la Contraofensiva. “Buscábamos el retroceso del poder militar con una lucha planificada del campo popular”, asegura antes de reivindicar el objetivo concreto de la acción, que era voltear a la dictadura. Repasa la duración de las largas noches latinoamericanas de aquellos años. “En Uruguay duró 12 años. En Chile, con Pinochet, 17. En Bolivia 18 y en Brasil 24 años”. Remarca Perdía que el promedio de las dictaduras del cono sur fue de 17 años . “No incluyo a Paraguay porque, bueno… con Stroessner el promedio se iría mucho más alto”, aclara. “En Argentina duró 7 años. Eso no fue casualidad. Eso se debe al sacrificio del pueblo argentino y sus organizaciones. Por eso duró 10 años menos. Fueron 10 años más de libertad. Ese es el fruto alcanzado, aunque el objetivo era mayor”, señala quizá en el momento de mayor vehemencia en su discurso.El Pelado -como le dicen quienes integraron Montoneros, lo sigan admirando o no- tira cifras de inflación y de caída del PBI. “Tengo materiales de la época que muestran cuáles eran nuestros programas —dice mientras exhibe un ejemplar de Evita Montonera de septiembre de 1978—. Y aquí está el programa para la pacificación de la Argentina con sus puntos: ‘Destitución del ministro Martínez de Hoz y cambio de las políticas económicas en favor del interés nacional y popular. Restitución de los derechos y garantías constitucionales. Rehabilitación sin excepción de todos los partidos políticos. Liberación de todos los presos políticos. Eliminación de los campos de concentración y publicación de las nóminas completas de los secuestrados. Convocatoria a elecciones’”. Perdía muestra los 10 puntos del Programa de oposición de Montoneros y pide dejar fotocopias al tribunal. “Esta es la prueba de cómo nos movíamos. A qué aspirábamos, Qué queríamos. El programa político abarcaba una lucha general que se estaba dando en ese momento. La respuesta de la dictadura es la que conocemos: a través de sus estructuras de inteligencia del ejército, no sólo operaban sobre la opinión pública para inclinarla a su favor a través del control de los medios de comunicación, sino que también operaban sobre nosotros a los fines de poder conseguir compañeros sobre los cuales operar para ir reproduciendo las caídas cotidianas a través de la tortura y los métodos de opresión harto conocidos”, define con convicción. “Ese es el momento en el que se desata la Contraofensiva”, delimita. “Aquella lucha, además de responder a la necesidad del pueblo, tenía un sentido histórico. Ese mismo año ‘79 se daba la Revolución en Irán y en Nicaragua se imponían los Sandinistas”. La organización de la Contraofensiva Con un pañuelo beige en su mano izquierda se va secando la boca luego de tomar agua. Está por dar detalles de cómo se organizó la operación. Cuenta que estaban divididos en cuatro grupos y pone ejemplos del accionar de cada uno de ellos. El militar: “a través de las TEI, que eran grupos para acciones militares”; agitación y propaganda: “los TEA, de tareas de propaganda que con equipos interferían las pantallas de televisión,  las anulaban y transmitían