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juicio brigadas

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La cocina que fue maternidad clandestina, los calabozos y el sótano de los fusilamientos fueron los espacios principales visitados por jueces, hijas nacidas allí, sobrevivientes y familiares. El pedido de cárcel común que impactó a los jueces. La conmoción todavía dura. Invitamos a una recorrida a través de videos y una crónica de esta cobertura especial de La Retaguardia y Pulso Noticias.  Redacción: Paulo Giacobbe (La Retaguardia)Registro Audiovisual: Fernando Tebele (La Retaguardia)Guión y edición audiovisual: Guillermo Contrera (Pulso) / Julia Varela (Pulso)Fotos: Natalia Bernades (La Retaguardia) Existen historias creadas únicamente para atemorizar infancias. Relatos orales que se les cuentan a los niños y niñas para que hagan caso. En ellas se crean personajes y escenarios ficticios, por lo general villanos muy villanos que habitan castillos del mal, o también laberintos de los que no se sale jamás. Esos relatos, incluso, pueden llegar a la pantalla grande y ser muy taquilleros. Así a las niñas y niños luego se les dice: “Si te portas mal… te va a pasar como le pasó a tal en la película”. ”Si no hacés aquello… o no te vas a dormir temprano… o lo que sea… te voy a dejar en el castillo del mal” o en “el laberinto” de no sé qué. Así las cosas con la pedagogía. Esos lugares ficticios, esos castillos del mal, esos laberintos infinitos, rompieron los cuentos y se volvieron reales en la esquina que forman las calles Siciliano y Vernet,  en la localidad de Banfield, partido de Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires. En Banfield, el castillo del mal es un pozo que funcionó como dependencia policial. Es gris por afuera y de cerámicas rojas en su interior, incluso en las escaleras. En los metros que ocupa este edificio ocurrieron las peores cosas que habitan en la naturaleza humana, el lado oscuro de la humanidad.  Apenas una gota del genocidio argentino.  Visto desde la vereda de enfrente, donde está el barrio de edificios, el Pozo de Banfield sobresale por su particular arquitectura. Las columnas cuadradas que sostienen el primer piso le ganaron espacio a la ochava. Arriba quedó todo en ángulo recto. Pero abajo no se ocupó la totalidad de ese espacio y quedó más amplia la vereda con una suerte de galería, quizás estacionamiento techado para un par de autos. Si no fuera por los murales que piden justicia, los dibujos de los pañuelos de las Madres o el rostro de Santiago Maldonado, en las paredes predominaría el color gris cemento.  Martes 9 AM El Tribunal Oral Federal N°1 de La Plata, conformado para este juicio por los jueces Ricardo Basílico, Walter Venditti y Esteban Carlos Rodríguez Eggers, realizó una inspección ocular donde funcionó el Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio Pozo de Banfield, en el marco del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en ese edificio y en los CCDTyE Pozo de Quilmes y El Infierno en Avellaneda. En los tres lugares funcionaron Brigadas de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y hoy son Sitio de Memoria. Los jueces ya recorrieron El Infierno, la Brigada de Lanús con asiento en Avellaneda, y ahora le llegó el turno al Pozo de Banfield. En la recorrida judicial había una expectativa importante por poder ingresar al sótano; otras veces no se había podido, pues estaba inundado.  “SEC CUSTODIA Y TRASLADO INTERPROVINCIAL DE DETENIDOS”, dice el portón vehicular de doble puerta por donde ingresó la comitiva. Al llegar al primer patio interior se escucha cómo cierran el portón de chapa. Ese ruido tan característico es el que escucharon los y las detenidas que ingresaron por ahí antes de sufrir tormentos y violencia sexual. El barrio del Pozo “Este centro clandestino empieza a funcionar en 1974 con el Plan Cóndor  y funcionó hasta el 78”,  cuenta a La Retaguardia y Pulso Juana Eva Campero, integrante de la mesa de trabajo del Sitio de Memoria Ex CCDTyE Pozo de Banfield. Campero detalló cómo era el barrio de casas bajas mientras funcionaba el centro clandestino: “Este era un barrio del Conurbano. Atemorizado. Los vecinos no pasaban por acá, no les permitían”. El lindero del Pozo sobre la calle Vernet era un baldío que no tenía la pared que ahora tiene. Estacionaban los patrulleros y había un camión de combustible, cuenta Campero. En 1978, cuando cierran el CCDTyE, armaron una pila de cosas con frazadas, ropas y libros. “Y estaba el camión de combustible. Los vecinos llamaron a los bomberos que apagaron ese incendio. Y después empezaron a traer presos sociales. En ese lote las familias se paraban a hablar desde las ventanas con las personas que estaban detenidas acá”. El lugar siguió en manos de la policía de la provincia hasta el 30 de agosto de 2006.  Del otro costado, sobre Siciliano, había viviendas. Una tarde, a un chico se le cayó una pelota para el otro lado. Y el chico se trepó para ir a buscarla. “Bajate de ahí”, fue el grito desesperado del padre. “Todos los vecinos sabían lo que ocurría acá; entrada y salida de vehículos a cualquier hora del día, de la noche sobre todo. El barrio sabía lo que sucedía. Pero ellos mismos te dicen: ‘¿adonde íbamos a ir a denunciar?’”  El vecindario estaba bajo amenaza y mantenía las persianas bajas.  Unas casas más allá “vivía un electricista que lo llamaron para hacer un arreglo eléctrico en el sótano. Él volvió  a su casa pálido. No habló hasta el día de hoy. No hizo el trabajo. No sabemos lo que habrá visto en el sótano”.    Otros relatos dan cuenta de la baja tensión de luz en el barrio, producto del uso de la picana eléctrica, y de una radio con música fuerte en la planta baja. “Lo que nos cuentan los vecinos es que acá abajo había una radio que siempre pasaba música y en el momento que alguna compañera iba a parir la subían a todo lo que da”. La cocina del Pozo era el lugar donde llevaban a las embarazadas

Las imágenes en movimiento y las voces ayudan a dimensionar lo que fue la jornada de ayer. Pero las fotos de Natalia Bernades no se quedan atrás. Acá, el registro de lo que fue la inspección ocular al Pozo de Banfield, en el marco del Juicio por las Brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús.En la medida en que editamos, iremos publicando. Es material periodístico, sí, pero antes que eso, es la historia de muchas personas que nacieron y sobrevivieron a la dictadura genocida. Caminar entre el dolor es la manera que elegimos de ir hacia adelante. Seguí la cobertura de Pulso Noticias y La Retaguardia, en unos días te compartimos más.Por más periodismo cooperativo, comunitario y popular. Fotos: Natalia Bernades / La Retaguardia

Declaran Diego Barreda y Fausto Humberto Bucchi.

El segundo aniversario del juicio por crímenes de lesa humanidad en los Pozos de Banfield, Quilmes y Lanús, nos resulta una buena “excusa” para repasar algunos momentos, demasiado pocos, del juicio que continúa todos los martes y se puede ver en vivo a través de la cobertura de La Retaguardia y Pulso Noticias. Redacción: Julia Varela (Pulso Noticias)/Fernando Tebele (La Retaguardia) De los 18 imputados que tiene el juicio, sólo uno está detenido en la cárcel: Jorge Héctor Di Pasquale, en la unidad 34 de Campo de Mayo. El resto, Roberto Armando Balmaceda, Enrique Augusto Barre, Jorge Antonio Bergés, Alberto Julio Candioti, Eduardo Samuel De Lio, Guillermo Alberto Dominguez Matheu, Carlos Gustavo Fontana, Carlos Del Señor Hidalgo Garzón, Federico Antonio Minicucci, Raúl Carlos Rodríguez, Carlos María Romero Pavón, Jaime Lamont Smart, Juan Miguel Wolk tienen prisión domiciliaria en sus casas por otras condenas. Nunca son parte de las audiencias. A veces vemos las camaritas de Barre o Domínguez Matheu desde la virtualidad. Vaya uno a saber qué estarán haciendo mientras escuchan los desgarradores relatos de sus víctimas y familiares. En una época estaba Wolk en las audiencias. Se ve que luego se aburrió. Los imputados eran parte de la Policía de la Provincia de Buenos Aires durante la dictadura, formaban parte del Destacamento 101 de Inteligencia del Ejército o, como en el caso de Smart, fue parte del Ejecutivo de la provincia como Ministro de Gobierno. El 10 de noviembre y después de las audiencias que tomaron indagatorias a los imputados, comenzaron los testimonios. Adriana Calvo y Cristina Gioglio rompieron el hielo. Sus voces fueron las primeras que se escucharon en la tercera audiencia, cuando se exhibieron sus testimonios. Además de sumergirnos de lleno en los pozos, los videos hicieron notar sus ausencias. El testimonio de Adriana fue de cuando declaró en el juicio contra Miguel Etchecolatz en 2006; Calvo murió en 2010. El testimonio de Cristina fue el de su declaración en 2011, en el juicio del Circuito Camps; Cristina falleció el 16 de enero de 2020, ocho meses antes de que comience el juicio. También pudimos volver a ver a Nilda Eloy, a Alcides Chiesa, a Chicha Mariani y a Luis Velazco Blake. El caso de Nilda también es especial: la tarea de reconstrucción acerca de lo que había pasado, que asumió hasta el último día de su vida, la llevó a ser en muchos casos quien buscó a otras personas sobrevivientes. Es la que unió hilos, tejió redes de memoria, y entregó verdad desde su hablar pausado. Brigadas, como decidimos nombrarlo, es un megajuicio: hay 442 víctimas, 468 testigos, tres centros clandestinos de detención, tortura y exterminio y una clara articulación con Uruguay y el resto del país. Recién este año, el 3 de mayo, pudimos volver a la sala de audiencias de manera presencial, en el TOF 1 de La Plata, en 8 y 50. Ahora, las audiencias alternan entre presencialidad y virtualidad, dependiendo del pedido de quienes dan testimonio, la disponibilidad del tribunal y las subrogancias. Durante estos dos años de audiencias casi ininterrumpidas durante todas las mañanas de los martes, pasaron muchas cosas. Hijos e Hijas La generación de hijos e hijas vienen construyendo espacio propio en el movimiento de derechos humanos desde los impunes noventa. De aquella primera organización a esta etapa etaria que los tiene en muchos casos criando a sus propios hijos e hijas, sus testimonios se han ido modificando. Lo que antes se construía con papá y mamá como sujetos, en tanto desaparecidos/as, ahora también se edifica desde los propios padecimientos. Como un mazazo, Raquel Camps recorrió su historia en 30 minutos de un testimonio demoledor. Teresa, Martina y Santiago Laborde, hijas e hijo de Adriana Calvo, dejaron una audiencia conmovedora y tan contundente como aquel primer testimonio de sobreviviente que Calvo supo dar en el Juicio a las Juntas, y que el recorte cinematográfico ha puesto en escena masiva. Y así, en un debate oral que lleva 85 audiencias es más lo que invitamos a ver, que lo que podamos destacar en estas líneas. 12 mil personas todavía no encontraron a sus familiares Fernando García estuvo detenido en el Pozo de Quilmes desde mayo de 1977 y declaró en la audiencia 55. Mientras fumaba sin parar, entre su relato apareció el nombre de una persona que nunca había sido escuchado con anterioridad en este juicio. García contó que compartió cautiverio Carlos Eduardo Garak, a quien le decían El Largo. Y que se enteró de que la esposa de El Largo estaba ahí y era hija de un coronel. En reconstrucción con el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), supo que la compañera de El Largo se llamaba Beatriz Alicia Lenain y estaba embarazada. La declaración de García aportó un dato sustancial para que la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) cruce perfiles genéticos con los de la familia de Beatriz y empezar así una nueva búsqueda de un nieto o nieta apropiado por la dictadura, que no estaba denunciado ante Abuelas de Plaza de Mayo. Emanuel Lovelli, abogado de Abuelas, solicitó al tribunal que se informe a la CONADI para que se certifique si la familia de Lenain dejó muestras en el Banco Nacional de Datos Genéticos. Lovelli explicó que hay 12 mil personas que se acercaron en algún momento a cotejar su muestras de ADN y no encontraron a sus familiares. El nieto o nieta que nació en el cautiverio podría ser una de las 12 mil personas que se acercaron a cotejar su muestra de ADN y cuyo resultado ha sido negativo. Beatriz tenía una hija de poco más de un año cuando la secuestraron junto a su compañero, y ya se acercó al EAAF a dejar su muestra genética para poder identificar a una posible hermana o hermano. Beatriz era trabajadora del estado, militante peronista y vivía en Lanús. Cuando la secuestraron tenía 27 años. El sobrino de Santucho busca a su hermana/oA Miguel Santucho le dicen «Tano». Declaró en un juicio

Declaran María Teresa Serantes Lede, Lucila Edelman y Raúl Olivera.

Declaran Olga Beatriz Miranda, Estela Orfilia González, Guillermo José Luis Cometti y un testigo que pidió que no haya difusión.

Declaran Luis María Armesto y Walter Washington Pernas Pereira.

Declaran María Cecilia Della Flora y Sergio Szanjbaum

Declaran Luis Alberto Ortiz y María Verónica Morales.

Declaran Darío Machado, Ricardo Wejchenberg, Luis Taub y Julio Ernesto Cabrera.