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Juicio Contraofensiva


El TOF N°4 de San Martín condenó a Roberto Álvarez, excomisario de la Policía Federal, en el tercer tramo del juicio por la represión a la Contraofensiva Montonera. Continuará con prisión domiciliaria. El represor había sido convocado como testigo en el primer tramo del juicio en 2020 y fue reconocido por Aixa Bona, sobreviviente del genocidio, a través de la transmisión de La Retaguardia. Al finalizar el juicio que lo terminaría condenando, Álvarez prefirió no hablar.   Transmisión en vivo: Martina Noailles / Camila Cataneo / Fernando TebeleRedacción: Paulo GiacobbeEdición: Pedro Ramírez OteroPlaca gráfica: Eugenia Otero “No voy a hacer uso” dijo a la mañana Roberto Álvarez en relación a sus últimas palabras y así finalizó el debate. No rompió el pacto de silencio ni aceptó el pedido del abogado querellante, Pablo Llonto, que en audiencias anteriores le había dicho: “En los últimos días de su vida no se lleve solamente la condena por los crímenes que ha cometido, tome conciencia de la gravedad de lo que hicieron y hable, Álvarez, hable”. Llonto fundamentó el pedido basándose en el derecho a la verdad que tienen las víctimas, saber qué hicieron con los cuerpos de las personas desaparecidas, entre otras cosas. Pero el excomisario que cumplió funciones en la Departamental de la Policía Federal de San Martín, Provincia de Buenos Aires, prefirió callar. Era el único condenado por este tramo del juicio. Por la tarde, el TOF N°4 de San Martín, conformado por Matías Alejandro Mancini, Esteban Carlos Rodríguez Eggers y María Claudia Morgese Martín, condenó al excomisario a 10 años de prisión que cumplirá en su casa. El tribunal dispuso que se inicie el proceso de baja por exoneración y de suspensión del goce de todo retiro, pensión o jubilación. Además libró oficio a la Secretaria de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación para que actúe en la “preservación, señalización y difusión” como sitio de memoria del terrorismo de estado de la delegación de la Policía Federal en San Martin. En la audiencia del 6 de agosto de 2020 que La Retaguardia trasmitió en directo por YouTube, Álvarez, quien había sido convocado como testigo, fue reconocido por la sobreviviente del genocidio Aixa Bona. El excomisario fue quien la trasladó desde Campo de Mayo hasta la comisaría de San Martín. En ese lugar Aixa estuvo desaparecida. “Estuve una semana en una comisaría. Como se me salían las esposas de las manos, me engrillaron los pies al catre. No podía moverme de la habitación. A mí no me daban de comer, mi familia no sabía dónde estaba”, testimonió Aixa Bona. Al cierre de la transmisión de La Retaguardia, Bona mostró su satisfacción por el fallo del Tribunal.

El tercer tramo del juicio por la represión a la Contraofensiva Montonera se acerca a su desenlace. Alejandro Elorz, abogado defensor del único imputado, en su alegato negó a las y los 30 mil detenidos desaparecidos y pidió la nulidad del reconocimiento a su pupilo, el excomisario de la Policía Federal, Roberto Álvarez. La sobreviviente del genocidio, Aixa Bona, lo había identificado en una transmisión de La Retaguardia. Para colmo de desaciertos, el defensor dijo que nuestro medio no estaba transmitiendo el juicio en vivo, pero resultaba que sí. Mañana desde las 9 serán las últimas palabras y desde las 13 la lectura del veredicto. Redacción: Paulo GiacobbeEdición: Pedro Ramírez OteroFoto de portada: Captura transmisión de La Retaguardia Cuando el abogado defensor Alejandro Elorz escuchó que podía comenzar con su alegato, se acomodó el saco y casi en el mismo movimiento se llevó la mano a la boca para soltar un tosido corto. Dio los buenos días y se frenó, le acercaron un micrófono y pudo continuar. Casi dos horas y quince minutos duró su exposición en este tercer tramo del juicio Contraofensiva donde el único acusado es el excomisario de la Policía Federal, Roberto Álvarez. El 6 de agosto de 2020, el ahora imputado fue llamado a declarar como testigo en el primer tramo de la causa Contraofensiva. Ese día la testimonial no llegó a finalizar. La sobreviviente del genocidio Aixa Bona seguía el juicio desde su casa a través del canal de YouTube de La Retaguardia. Aixa, quien había declarado en ese mismo juicio, entre otras cosas, contó cómo fue su traslado desde Campo de Mayo hasta la Departamental de la Policía Federal en San Martín, donde Álvarez fue jefe. Apenas comenzada la audiencia Bona reconoció a Álvarez como quien la trasladó, y se comunicó con su abogado, Rafael Flores, quien inmediatamente avisó a los integrantes del Tribunal: “Mi representada, querellante en esta causa, ha seguido esta audiencia y manifiesta que reconoce en la figura del señor Álvarez como la persona que la fue a buscar a Campo de Mayo. Lo pongo en consideración del tribunal”. El 19 de abril de este año comenzó el juicio por los crímenes de lesa humanidad que tiene a Álvarez en el banquillo y al abogado Alejandro Elorz defendiéndolo.En su alegato, Elorz sostuvo que durante el genocidio no hubo 30 mil desaparecidos y desaparecidas, y pidió la nulidad del reconocimiento que realizó Aixa Bona. “Esta defensa se va a basar exclusivamente en datos oficiales, documentos oficiales, y no vamos a entrar en sofismas o en creaciones intelectuales que vayan a forzar o torcer la realidad material y objetiva de los distintos sucesos. La verdad nos puede gustar o no pero es irrefutable”, dijo. Para quien escuchaba la audiencia en vivo y en directo desde el canal de La Retaguardia sabía cómo iba a seguir la cosa. Es común ese arranque en abogados defensores antes de realizar algún tipo de expresión negacionista y Elorz fue por ahí: “Se amparan en ejercer la querella en la voz de 30 mil desaparecidos. No quiero entrar en cuestionamientos, solamente referir que conforme datos oficiales en el informe más característico, indiscutible, y que refleja lo acontecido en esa época, Encontramos las cifras contenidas en el informe de la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) resumidas y sintetizadas en el informe Nunca Más, como también recurriendo a la base de datos de la Secretaría de Derechos Humanos de Nación y el Registro Unificados de Víctimas de Terrorismo de Estado nos arroja una cifra distinta a la invocada en esta sala”. Serían entonces, para el abogado defensor, entre “8.631” y “8.961” los 30 mil desaparecidos y desaparecidas. Antes de llegar a la hora de volcar palabras, Alejandro Elorz avanzó sobre el pedido de nulidad del reconocimiento que hizo Aixa Bona. “Este reconocimiento ha sido, en teoría, mediante la visualización por un canal de televisación La Retaguardia, que hoy casualmente no lo tenemos, no contamos con la televisación en forma directa. Como quizás en esa oportunidad, casualmente, cuando hablaba el señor Álvarez sí lo estaba, quizás hay un seguimiento particular o la utilización de un medio particular destinado a… no lo sé, no es momento de conjeturar”, sostuvo el abogado defensor. En ese momento exacto la transmisión en vivo de La Retaguardia marcaba 54 minutos 24 segundos. Luego, Elorz aventuró que existían ciertas características que marcaban un “direccionismo” en cuanto a la identificación de su pupilo, que Aixa Bona no podía reconocer la voz y el rostro de quien fuera el conductor del vehículo que la trasladó desde Campo de Mayo hasta la comisaría. “Adelantamos el planteo de nulidad del reconocimiento impropio del señor Álvarez, no solamente por haber sido obtenido de manera indirecta, no en su persona”, en la transmisión de “un canal de YouTube de secuencia o presencia parcial tal como lo vemos en el presente”. Una hora y un minuto marcaba la transmisión en vivo de nuestro medio de comunicación que, para el abogado defensor, no estaba al aire. En el cuarto intermedio, Fernando Tebele y Martina Noailles que habían estado desde el principio de la transmisión de La Retaguardia, hablaron del error del abogado defensor. “De ninguna manera televisaríamos un juicio y dejaríamos sin televisar al abogado defensor, porque queremos que la gente que nos ve y las nuevas generaciones puedan sacar sus propias conclusiones, sin ningún tipo de direccionamiento de nuestra parte, más allá que expresemos nuestra opinión”, dijo Tebele. En la audiencia del 6 de agosto de 2020, Álvarez declaró que de Campo de Mayo no llegaban personas a la Comisaría pero, una vez, se encontró a una persona que le dijo había estado secuestrada en Campo de Mayo y la llevó a la Comisaría: “Una persona femenina. Yo estaba circulando con el auto no identificable y ella estaba caminando por la ruta, con signos de extravío, y le pregunté como policía. La llevé a la delegación. Ella me dijo que debía haber estado en alguna dependencia de Campo de Mayo”.

Mario Guillermo Ocampo, ex integrante del Destacamento de Inteligencia 201 del Ejército en Campo de Mayo, pidió declarar en una de las dos causas en la que es acusado por crímenes de lesa humanidad. Frente al Tribunal Oral Federal N°4 de San Martín dijo ser “inocente de todos los hechos” de los que se lo acusa en la represión del Ejército a la Contraofensiva montonera. No aceptó contestar preguntas y su exposición fue leída. Llegó a juicio después de haber estado prófugo más de seis años, pero aún así goza del beneficio de la prisión domiciliaria. El jueves continuará el alegato de la Fiscal Gabriela Sosti. (Por El Diario del Juicio*)  ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Foto de portada: Captura de pantalla de la transmisión de La Retaguardia   En la transmisión especial del 24 de marzo realizada desde Plaza de Mayo en conjunto por La Retaguardia, La Colectiva, FM La Tribu y Canal Abierto; la fiscal del juicio por la represión a la Contraofensiva montonera, Gabriela Sosti, dijo que la información salía de los centros clandestinos de detención tortura y exterminio, que pasaba por un “recorrido de análisis de información en los distintos destacamentos de inteligencia de todos los cuerpos de Ejército del país. Iba al Batallón 601 y terminaba en la cabeza madre que era la jefatura II de Inteligencia del Estado Mayor General de Ejército”. Para Sosti esa estructura fue fundamental en el genocidio. Ocampo estaba ahí. Desvinculado Sin estar obligado a decir la verdad y con su firme decisión de no contestar preguntas, Mario Guillermo Ocampo se declaró inocente, “como lo he dicho desde el primer momento” y “no tuve ninguna  participación en los hechos mencionados”, fue el comienzo de su declaración. Ocampo dijo que si bien el 21 de diciembre de 1979 se presentó a prestar servicio en el Destacamento de Inteligencia 201 que todavía hoy funciona dentro de Campo de Mayo, en el mismo acto se fue de vacaciones con su familia, por habérsele otorgado licencia anual. Sus funciones, afirmó, comenzaron en febrero del año siguiente.  Siempre según su versión, al regresar se enteró de su misión: “velar por la seguridad de las unidades orgánicas del Comando de Instituto Militares”. Esa fue su única misión. “Insisto y creo fundamental que entiendan que cuando arribé al Destacamento de Inteligencia 201 estaba recién egresado de la Escuela de Inteligencia y no tenía más que un puñado de conceptos teóricos en mi cabeza”. Dirá no haber participado ni colaborado en la recolección ni el análisis de la información. Se dedicaba a inspeccionar y visitar unidades para garantizar la seguridad, “por entonces los ataques a los cuarteles eran frecuentes”. En pocos minutos, Ocampo, anduvo por todos los lugares comunes que ya recorrieron sin éxito otros acusados, declarados culpables, de crímenes de lesa humanidad.  Academia Contó que se preparó académicamente para rendir el ingreso a la Escuela Superior de Guerra y lo aprobó. Asistía a un curso “que se dictaba en el Círculo Militar, que era preparatorio”, y luego dedicaba el tiempo suficiente para estudiar y recibirse hasta obtener el título de Oficial de Estado Mayor. “Puedo decir que cuando llegué al Destacamento de Inteligencia 201 era una unidad que apenas llevaba poco tiempo desde su creación, contaba con escaso personal, por lo cual, más allá de que nunca haberlo hecho, jamás podría tener la capacidad para llevar adelante acciones de la magnitud que la acusación refiere”,  leyó en su declaración de inocencia Ocampo. Además, jamás tuvo interrogadores ni especialistas en interrogatorios.  El cortinado de la ventana que se veía de fondo y la lámpara de pie del cuarto de su casa de paredes claras, permanecieron impávidos cuando finalizó la audiencia. Después de su descargo, Ocampo se dispone a escuchar los alegatos, que comenzaron la semana pasada, y luego la sentencia, que pondrá en juego no solo una posible condena, si no también si eventualmente la cumpliría en la cómoda calidez de su hogar. *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

Comenzó ante el Tribunal Oral Federal N°4 de San Martín un nuevo juicio por delitos de lesa humanidad por la represión a la Contraofensiva Montonera. Tiene un solo imputado, el ex integrante del Destacamento de Inteligencia 201 del Ejército de Campo de Mayo, Mario Guillermo Ocampo, quien estuvo prófugo más de seis años y goza del privilegio de la prisión domiciliaria. (Por El Diario del Juicio*)  ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe 💻 Edición: Martina Noailles/Fernando Tebele 📷 Foto 👉  Captura de pantalla de la transmisión en vivo de La Retaguardia —Buenas tardes, doctor —respondió Ocampo al saludo del presidente del Tribunal, Esteban Rodríguez Eggers.  —Le cuento, le informo —comenzó Eggers— que durante todo el debate usted puede dialogar con su abogado, a través de los medios técnicos que tenga. Si necesita hacer una solicitud en ese momento para poder tener una conversación y estar atento a esa charla, la puede hacer. En cualquier momento del proceso puede pedir la palabra, si usted quiere hacer alguna manifestación, una expresión, lo puede hacer, y por último le digo que preste especial atención a la lectura que va a efectuar la señora secretaria en razón de que ahí se van a circunscribir los hechos por los cuales usted es traído a este tribunal, a esta audiencia oral y pública. ¿Está claro? Una cortina azul tapa la ventana del cuarto pintado de blanco. Afuera se adivina un lugar arbolado. Adentro una lámpara también blanca permanece apagada. Ocampo, de prolija camisa a cuadritos celeste y blanca, pasea sus inquietos ojos por su monitor y sus anteojos de marco fino reflejan una luz celeste. “Está claro, doctor”, responde a Eggers y afirma levemente con su blanca cabeza. En ese acto no se le mueve ni un pelo de su peinado. Quien vemos en pantalla estuvo prófugo desde noviembre de 2012 hasta febrero de 2019. El cuarto que vemos de fondo es su domicilio en Mendoza, donde también está acusado por crímenes de lesa humanidad. “Ocampo había sido indagado en 2011 por la desaparición de Félix Ordenes, y al año siguiente fue requerida su declaración por los hechos que alcanzaron a Marco Antonio Valdez y Lucio Olmedo. En esa oportunidad se solicitó su detención y desde entonces se encontraba prófugo”, explicaron desde el sitio Fiscales al dar la noticia de su arresto.  Sobre su paradero pesaba una magra recompensa de $500.000. Desde el sitio Fiscales contaron que “el Ministerio Público Fiscal constantemente solicitó medidas de pruebas a fin de dar con su paradero”. Se pidió a la Policía Federal Argentina identificar las direcciones de IP de los correos electrónicos de Ocampo y su esposa y se determinó que “se encontraba en el country Bermudas, ubicado en el Partido de Pilar, Provincia de Buenos Aires”. Pero no lo encontraban. En 2017 intervino la Policía de Seguridad Aeroportuaria, “dando resultado positivo, lo que permitió la detención del Coronel retirado”. Estaba en el country.  Imputación   “Tiene una imputación concreta de no todas las víctimas por su periodo de actuación”, explica el abogado querellante Pablo Llonto a La Retaguardia. “Es un caso distinto al de otros imputados. Es un juzgamiento respecto de estos hechos, más parcial”, en comparación con otros represores que están siendo juzgados en otro tramo de la represión a la Contraofensiva Montonera.  “Tenía el cargo de Alberto Daniel Sotomayor y Marcelo Cinto Courtaux, es un represor de la misma jerarquía”, compara Llonto a Ocampo con otros jefes de Destacamento 201 de Inteligencia dependiente del Comando de Instituto Militares de Campo de Mayo.  Ocampo “había sido integrante entre el 21 de diciembre de 1979 y el 31 de noviembre de 1981, a nosotros nos toca imputar la parte de 1980. Era jefe de la II Sección de Ejecución del Destacamento 201 de Inteligencia del Comando de Institutos Militares de Campo de Mayo”, finalizó Pablo Llonto.  Privación ilegal de la libertad, tormentos, homicidios y desapariciones forzadas contra las víctimas de la Contraofensiva Montonera es el juicio que tiene por delante Mario Guillermo Ocampo.  Por consejo del abogado defensor Esteban Rodríguez Eggers realizó algunas preguntas de carácter identificatorio. Ocampo dijo ser argentino, dijo su lugar y fecha de nacimiento, dio el número de su Documento Nacional de Identidad y dijo que sus padres habían fallecido.  —¿Su estado civil? —Casado. —¿Su profesión? —Militar. —Actualmente está detenido cumpliendo prisión domiciliaria. ¿Antes de caer detenido desarrollaba alguna actividad? —Ninguna. —¿Cuántos eran sus ingresos al momento de la detención? —Al momento de la detención ninguno, porque estaban retenidos mis haberes. —¿Y cómo definiría sus condiciones de vida? —Por la ayuda de mi señora y mis hijas. —¿Pero cómo la definiría? ¿Buena, mala, regular? —Regular —fue la respuesta de quien estuvo escondido de la justicia en un country en Pilar. Luego se le preguntó si tenía sobrenombres o apodos, el ex integrante de inteligencia dijo que no. Cuando fue interrogado por sus antecedentes penales tuvo que reconocer una “causa en proceso en Mendoza por el delito de lesa humanidad”.  —Señor Ocampo, ¿va a declarar? —preguntó Eggers.   —No, por consejo de mi defensor no voy a hacer uso de declarar en este momento. Así finalizaba Ocampo su participación frente al tribunal siguiendo los consejos de su abogado, Lisandro Sevillano, que también es defensor oficial de otros represores acusados de crímenes igual de bestiales.  El juicio continuará todos los jueves a las 14 y se puede seguir de manera presencial o por el canal de YouTube de La Retaguardia. *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

La Cámara Federal de Casación Penal rechazó, por unanimidad, el pedido de prisión domiciliaria que realizó Marcelo Cinto Courteaux, jefe de Inteligencia de la Primera Sección en el Destacamento de Inteligencia 201 de Campo de Mayo imputado por el secuestro, tortura y asesinato de casi un centenar de militantes montoneros que formaron parte de la Contraofensiva entre 1979 y 1980. Cinto Courteaux, de 71 años, es el único de los nueve imputados de la causa que se encuentra detenido en cárcel común. (Por Martina Noailles para El Diario del Juicio*)  (Foto: Gustavo Molfino / DDJ) Marcelo Cinto Courteaux burló a la Justicia durante 37 meses. El ex jefe de Inteligencia de Institutos Militares disfrutó prófugo de su vida en libertad desde que la jueza federal Alicia Vence lo citó a indagatoria en marzo de 2014 hasta que la Policía de Seguridad Aeroportuaria lo detuvo el 6 de mayo de 2017 en pleno Barrio Norte. Ahora, es el único de los 9 imputados en el juicio por la represión a la Contraofensiva Montonera que llega cada martes al Tribunal Oral 4 de San Martín después de haber pasado la noche en una cárcel común. A veces, está esposado. Otras, quién sabe por qué motivo, no. Hace algunos meses, el defensor público oficial de Cinto Courteaux –Lisandro Sevillano- presentó ante el Tribunal Oral un pedido para que le dicten prisión domiciliaria, por su edad y por motivos de salud. Los jueces rechazaron la solicitud y la defensa recurrió ante la Cámara. El 13 de junio, por unanimidad, los tres magistrados que integran la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal -Ángela Ledesma, Alejandro Slokar y Guillermo Yacobucci- volvieron a denegar el beneficio. Coincidieron con el Tribunal Oral: que haber estado prófugo durante más de 3 años “hace presumir que en caso de concedérsele la detención domiciliaria, intentará eludir el accionar de la justicia”. Cinto Courteaux era el jefe de la Sección Primera de Ejecución del Destacamento 201 de Inteligencia del Comando de Institutos Militares cuando, entre 1979 y 1980, un centenar de militantes montoneros fueron secuestrados, torturados, desaparecidos y asesinados por formar parte de la Contraofensiva, acción política contra la dictadura cívico militar. Cuarenta años después de aquellos delitos de lesa humanidad, Cinto se encuentra sentado en el banquillo de los acusados junto a otros 8 miembros del Ejército.     En 2017, la PSA logró detenerlo luego de arduas tareas de inteligencia dispuestas por la jueza Vence que incluyeron seguimientos de Interpol, intervenciones telefónicas, filmaciones y seguimientos. Cuando lo apresaron, Cinto Courtaux tenía dentro de su billetera un recorte de una revista con la foto del abogado querellante, Pablo Llonto, y una indicación del lugar donde trabaja, la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata. Detrás del recorte, un número que nunca se supo su significado. Cuando el fiscal en la indagatoria le consultó sobre la fotografía, respondió: “Es que me gusta estar informado”. “El interno se encuentra tratado como corresponde a sus patologías dentro de la unidad carcelaria en la que se encuentra detenido, sin que se adviertan razones humanitarias, que a pesar de su condición etaria no resultan agravadas su dolencias por la condición de encierro. Se acreditó en autos que existen circunstancias que permiten sostener que en detención domiciliaria, intentará eludir el accionar de la justicia (….) Admitir la pretensión de la defensa sería una consecuencia más de seguir manteniendo criterios formalistas, basados en meros dogmatismos, propios de un sistema burocrático, escrito y de raíces inquisitivas”, sostuvo el fiscal Mario Villar quien también se opuso a que Cinto Courteaux abandone la Unidad 31 de Ezeiza y vuelva a su casa.   *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

En la octava jornada del debate declaró el ex militar Nelson González, quien dio detalles sobre los vuelos de la muerte en Campo de Mayo y del fusilamiento de cuatro secuestrados, entre ellos Federico Frías Alverga. Su hijo, Joaquín Frías, presente en la audiencia, participó luego del programa Oral Y Público de Radio La Retaguardia donde contó sus sensaciones tras escuchar a González. (Por El Diario del Juicio*)Foto de portada: Joaquín Frías el día de su declaración en este juicio. (Julieta Colomer/DDJ) Joaquín Frías es un muchacho que mira todo desde arriba. No por soberbia sino por altura física. Muy lejos está de haber salido indemne de los padecimientos de las familias que sufrieron el genocidio en sus cuerpos. Si nada es gratis en la vida, mucho menos eso. Por fuera tiene una tranquilidad que a veces hasta sorprende. Como en este caso, que acaba de escuchar a un ex militar, Nélson González, dar cuenta del fusilamiento de su papá, Federico Frías, en el polígono de tiro de Campo de Mayo. Apenas unas horas después, participó del programa radial Oral Y Público, de Radio La Retaguardia. Allí explicó que, mientras González declaraba, “no estaba pensando mucho en el fusilamiento de mi padre sino en que se estuviera diciendo en el contexto de un juicio”. Frías conoce a González porque ni bien se enteró de que existía su testimonio, lo ubicó. “Otros pensamientos me pasaron hace diez años cuando hablé por primera vez con él en el café de una estación de ómnibus en Plottier -cerca de la ciudad de Neuquén-. Ahí me estalló la cabeza y no supe qué hacer y lo tuve que procesar durante un par de años hasta hacer algo con eso. El otro día estaba tranquilo porque hasta el momento en que empezó a declarar no sabíamos si iba a ir, qué iba a decir, si iba a ‘olvidar’ todo lo que había dicho antes”, contó. “De golpe, teníamos una persona que en líneas generales, sobre ese hecho puntual, dijo lo mismo y comentó un montón de cosas más sobre cómo el grupo de tareas de Campo de Mayo, en esos años finales de la dictadura, operaba nutriéndose de escuelas militares, de todo lo que es la infraestructura logística de Campo de Mayo que abarca desde un hospital, una pista de aterrizaje, aviones. Dio todos esos detalles y fue muy importante. Va a tener mucho peso como declaración de alguien que estuvo ahí y cuenta lo que vio y escuchó”, aseguró Frías.Recapitulando, Frías explicó: “En 1997 él (Nelson González) contó lo de los fusilamientos en Campo de Mayo en el programa de Mauro Viale. A ese programa iban Maradona, diferentes vedettes, en ese contexto apareció esta persona y contó que había sido testigo de fusilamientos. Eso tuvo muchísimo impacto y fue levantado por medios ‘serios’. Se consideraba que lo que estaba diciendo era o podía ser verdad. En ese primer programa mucho no lo dejan hablar. Lo interrumpen los panelistas, lo descalifican”. Sin embargo, parece que González tuvo otra oportunidad, sobre todo porque podía dar cuenta del fusilamiento del hijo del reconocido comediante Marcos Zucker. “Después, hubo una segunda entrevista en otro programa y entró en contacto con familiares de Marcos Zucker . Puntualmente con la hermana de ‘Marquitos’. En ese segundo programa le preguntaron a González si sabía de otra persona que hubieran fusilado y él mencionó a un tal Frías. En ese momento yo no estaba viendo el programa”, recordó. “Alguien me avisó. Nunca encontré el video y quedó ahí la cosa. Unos años después apareció un libro de Cristina Zucker, El Tren de la Victoria. Lo conseguí y lo leí. En una parte cuenta una charla que tuvo con González que volvió a relatarle el fusilamiento de su hermano junto a otras tres personas y le volvió a decir que una de las cuatro personas era un tal Frías. Ahí se repitió lo que decía unos años antes e intenté, por todos los medios, ubicarlo. Se me hizo muy difícil”.Allí Joaquín hizo un punto y volvió a resumir la historia de su papá.”El de mi papá es un caso que por ahí se conoció porque lo llevaron secuestrado a Lima, Perú, intentó escapar dando una fecha falsa de una cita que tenía. No lo consiguió, al otro día era la cita real. A partir de ahí sucedieron otros secuestros en Lima y el caso tomó estado público y se hizo conocido pero de mi papá no se sabía nada”, señaló Frías. Durante su declaración había sido más puntilloso, por supuesto. “Yo creo que elabora una estrategia de supervivencia -sugirió ante los jueces-. No sé si fue torturado o no, tampoco me interesa o no; si lo pienso dos veces creo que sí. Está claro que despliega esa estrategia que muchos secuestrados hacían en la medida de los posible. Lo concreto es que tenía la cita cerrada pactada meses antes en Perú con la base de Montoneros que estaba armándose en ese lugar.  Perdía mencionó que ‘seguramente le encontraron los papelitos’, dando a entender que no dio la información bajo tortura sino que le encontraron la info del papelito con la cita. No estoy muy contento con eso. Mi padre a esa altura era un militante veterano y no creo que hubiera sido tan descuidado de tener anotado el papel de la cita aunque sea en clave”, remarca. Frías Alverga dio los datos de la cita pautada, pero la adelantó un día. Joaquín supone que la Inteligencia corroboró que la cita existía: “no creo que hubieran ido a Perú solo por un dato entregado por un secuestrado”. Allí menciona el libro de Ricardo Uceda, Muerte en el Pentagonito, que era el edificio de la inteligencia peruana. En el libro aparece el testimonio de uno de los altos oficiales peruanos de inteligencia que fueron parte de la patota: un tal Arnaldo Alvarado, El Negro, un grandote de metro ochenta. Por esa razón contiene tanto detalle informativo. Frías Alverga llega a la cita (como ya

Ana Salamone declaró en el primer turno de la novena jornada. Lo hizo por el caso de su hermana, Ángela Alicia Salamone, La Negra Eva, secuestrada y desaparecida. Ana contó además cómo va reconstruyendo la relación con su sobrino Santiago, que se crío con la familia de su padre. (Por Fernando Tebele para El Diario del Juicio*) Foto de portada: Salamone ingresa a la sala para declarar. (Gustavo Molfino)—Una suerte de aviso parroquial: no se solucionó el tema de la limpieza acá. De hecho el Tribunal Nº5 que debería tener audiencia los lunes no lo hace acá porque esto es una mugre. Por eso les pido, les encarezco, el tema de los papelitos, los chicles, la yerba. No tenemos problemas en que coman y beban, pero por favor les encarezco esta cuestión de la limpieza porque acá hay ratas, todo tipo de cosas que… tratemos de evitar —dice el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers. Son las 9:30 de la mañana, y un murmullo recorre la sala, entre risas, cuando el juez dice que hay ratas en el lugar. —Y sí… hasta que les dan permiso para volver a sus casas, hay ratas en el lugar —es una de las tantas cosas que se escuchan por lo bajo, en referencia a la “dispensa” de la que gozan los imputados para retirarse de la sala apenas comienzan las jornadas de debate. Más allá de la parte risueña del asunto, parece inverosímil que un tribunal tenga que quejarse por la falta limpieza en la justicia… Las metáforas y simbologías en este caso quedan a criterio de quienes lean. Después de ese instante de diálogo casi familiar, comienza la jornada de testimonios, que hoy solo contará con dos. La primera acaba de ingresar. Ana Salamone está vestida con elegancia, como quien espera la cita con ansias. De su saco beige sobresalen las solapas de cuero. Pero más, mucho más, se ve la foto de su hermana. Ángela Alicia Salamone sonríe joven, quizá tocando con sus manos el mundo mejor mientras quien sacó la foto clickeaba.“Soy la hermana menor de un grupo de cinco hermanas mujeres. Ella era la tercera”, comienza Ana. Provenientes de un hogar muy humilde: padre mecánico, madre ama de casa, “fuimos criados con humildad y respeto al trabajo por y para los demás, y mucha solidaridad. Ángela siempre ocupó un lugar de importancia. Por características de su personalidad, con un amplio interés de bregar por el bienestar de los demás, y eso lo manifestaba en su forma de ser: la mayor confidente, la mejor amiga, la mejor compañera, la de mayor entrega. Así transcurrimos toda la vida juntas”, describe Salamone. Luego cuenta que Ángela fue “estudiante de cine primero, de historia después. Con una gran capacidad para transformar todo lo que pasaba por sus manos en belleza. Tomaba un lápiz y hacía un hermoso dibujo o si escribía…, todo pasaba con un gran porcentaje de amor por sus manos”.Toda esa etapa de crecimiento en común transcurrió en Córdoba capital. Allí Ángela se casa y tiene a su único hijo, Santiago, que será parte del entramado familiar destruido por el genocidio. “En 1974 contrae matrimonio con Deodoro Roca, el hijo de Gustavo Roca (reconocido abogado de derechos humanos). Al poco tiempo queda embarazada de su único hijo”.En 1974, la provincia tuvo un anticipo de lo que luego sucedería en el país con el golpe: “En ese momento había un situación particular. Había sido destituido el gobernador (Obregón Cano). Había habido un golpe de Estado provincial antes de la dictadura”. Ángela ya militaba en Montoneros “y la llevan detenida en una pintada callejera, con un estado de embarazo avanzado. A los pocos días de su detención comienza con una amenaza de pérdidas, lo que hace que la lleven al Policlínico policial de Córdoba, y allí su suegro, Gustavo Roca, defensor de presos políticos consigue que la liberen. ‘Vamos Negra, agarrate de mi brazo y vamos’. Ella estaba sin ropas, sin documentos. Inmediatamente que se produce esa liberación hay una orden de captura. Tiene a Santiago el 27 de febrero de 1975 en situación de clandestinidad”, repasa Ana, sentada, pero afirmada en sus zapatos de plataformas altas. El exilio España-Cuba Salamone cuenta que en ese tramo de su vida, “ella decide alejarse de su militancia”. Ubica después del golpe la decisión familiar de exiliarse. “Consiguen la documentación y se radican todos en España. Luego ella, ya separada de su esposo, decide radicarse en Cuba. Desde allí mantenemos una relación fluida con cartas y fotos. Estaba, de alguna manera, siempre presente. El 3 de junio de 1979 nos llega una última carta donde nos dice que había viajado a España para realizarse unos estudios de rutina, y al llegar al domicilio de su suegra se encuentra con que se había retirado del domicilio llevando consigo a su pequeño hijo que en ese momento tenía 4 años, con su documentación. En esa carta ella nos expresa todo su dolor y nos dice que va a salir por el mundo a buscarlo y que no va a parar hasta encontrarlo”. En la voz de Ana relatando aquella carta, puede adivinarse la tristeza de la lectura inicial. Podría incluso imaginarse cuántas veces habrá vuelto a esas líneas, pero eso no lo dice, aunque aclara que fue la última comunicación que tuvieron con ella. “La última imagen que tengo de ella es la de cuando se fueron. Recuerdo haber pasado por la situación de mayor angustia de mi historia personal. En esa última imagen, yo tenía la sensación de que iba a ser la última vez que la vería. Me despedí de ella como quien se despide en situación de muerte”, se sincera con crudeza. Tal vez también maldiga haber tenido razón. “De hecho Ángela fue secuestrada y asesinada por la dictadura dentro del marco de esta operación conocida como de retorno o contraofensiva de Montoneros. Cabe la presunción firme de que haya estado detenida en Campo de Mayo”.Con total tranquilidad, tono seguro e inquebrantable, Ana cuenta que

Todavía dura el temblor ocasionado por la declaración del ex militar Nélson González, que desde Neuquén, a través de una videoconferencia, relató cómo fueron fusiladas 4 personas, entre ellas Marcos Patito Zucker y Federico Frías. También reveló cómo era el mecanismo de los vuelos de la muerte desde Campo de Mayo, y cuantificó en 4000 las personas que pasaron por allí, de la que apenas se pueden contar sobrevivientes. Compartimos una crónica fotográfica de la jornada. (Por Gustavo Molfino y Fabiana Montenegro para El Diario del Juicio) Foto de portada: González, desde Neuquén. Lejos y con un testimonio muy fuerte (Gustavo Molfino) Eulogio Sellares arrancó con las testimoniales. Llegó desdeSanta Fé. Fue parte de las Ligas Agrarias.(Gustavo Molfino/DDJ) Sellares responde mientras la fiscal Gabriela Sosti toma notas. (Gustavo Molfino/DDJ) Con buzo a rayas, Joaquín Frías, el hijo de Federico Frías, observa como el ex militar González relata el fusilamiento desu padre en el polígono de tiro de CAmpo de Mayo. (Gustavo Molfino/DDJ) Sosti le pregunta a González, de fondo en el monitor desde Neuquén.(Gustavo Molfino/DDJ) Marcos, el hijo de Luis Alberto Fleitas, militante de la JP que estuvo escondido en el monte jnnto a integrantes de las Ligas Agrarias. Luego participó de la Contraofensiva y permanece desaparecido.(Fabiana Montenegro/DDJ) Los abrazos apenas terminadas las testimoniales aprietan años, carino, compromiso y resistencia. En primer plano queda lafoto de Luis Alberto Fleitas. (Fabiana Montenegro/DDJ) Marta Bertolino de Dávila dio el cuarto testimonio de una jornada extensa. Es la prima de Raquel Cattáneo. El hijo de Raquel, Martín Molina, fue dejado por la patota en la puerta del edificio de Marta. (Fabiana Montenegro/DDJ) Sosti escucha con atención a César Dávila, el marido de Marta, fue el último testigo de una jornada que quedará en la historia. Lo observan también los integrantes del tribunal: de izq. a der., De Korvez, Rodríguez Eggers y Mancini. (Fabiana Montenegro/DDJ) Ningún lugar queda vacío durante las audiencias. Hay 30 mil gritos que se hacen espacio como pueden.(Fabiana Montenegro/DDJ) *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

Un ex cabo primero contó cómo funcionaba el mecanismo de secuestros, torturas y desapariciones de Campo de Mayo. Se trata de Nelson Ramón González, quien declaró por videoconferencia desde Neuquén. Dio detalles de cómo fueron fusiladas 4 personas, entre ellas Pato Zucker, el hijo del actor Marcos Zucker, y Federico Frías. También aportó datos acerca de los vuelos de la muerte. (Por Fernando Tebele y Martina Noailles para El Diario del Juicio*)Foto de tapa: Joaquín Frías, de buzo rayado observa uno de los monitores. González contó cómo fusilaron al papá de Joaquín en Campo de Mayo. (Gustavo Molfino/DDJ)Un ex cabo primero que se incorporó al Ejército en 1975 como voluntario, declaró hoy en la octava audiencia de la causa por la represión a la Contraofensiva de Montoneros. Nelson Ramón González dio detalles de lo que vio y escuchó cuando estuvo destinado en la Escuela de Caballería de Campo de Mayo, a los 23 años. Su testimonio, si bien esperado, sorprendió por los datos que incorporó a esta causa, mucho más allá de lo que había declarado en instrucción ante el juez Ariel Lijo y en sus apariciones públicas.Se esperaba esta fecha porque Joaquín Frías, el hijo de Federico Frías, había contado en su testimonio de la cuarta jornada que, después de haber conocido parte del relato de González –quien contó haber visto el fusilamiento de su padre durante un talk show conducido por Mauro Viale en los ‘90- lo buscó y lo entrevistó en Neuquén.Desde el juzgado de esa provincia, sentado ante un escritorio y con la cámara tomándolo de perfil, González recibió, después de su juramento, la advertencia de que si alguna respuesta podría autoincriminarlo, tenía el derecho a negarse a responder.González confirmó que tuvo como destino Campo de Mayo para el momento de la Contraofensiva, en los años 1979 y 1980.En su relato, dio cuenta de que una mañana el Capitán Gervoni le ordenó dirigirse con un caballo hacia la zona del polígono de tiro del predio, y que en el puesto de control lo detuvo el Cabo García, impidiéndole el paso porque “los jefes habían llamado a los segundos jefes y les hicieron apuntar y matar para estar tan sucios como ellos en esta guerra sucia. Ese fue el comentario general”.Según su testimonio, de los fusilamientos participaron algunos jefes del Ejército, entre los que estaba Cristino Nicolaides, quien luego sería parte de la última junta militar antes de la restauración democrática.  El testigo también nombró como participantes de la macabra ceremonia a “Sixto Ibáñez. Al Mayor Surraco (de artillería, oficial de inteligencia). Al sargento primero Taborda, lo había conocido en el Hospital Militar y luego lo volví a ver en Campo de Mayo. Lo vi entrar”.Cuando le consultaron acerca de qué habían hecho después de los fusilamientos, González dijo: “Con todo respeto por los familiares. Los quemaron ahí con cubiertas. Lo reconoció Taborda, que era el encargado de sección”. En la sala, lo escuchaba Joaquín, el hijo de Federico Frías, una de las 4 personas fusiladas en aquel hecho según relató González.“Estoy más tranquilo –dijo Joaquín al finalizar la audiencia-, porque para un familiar es muy impresionante que alguien que estuvo adentro cuente todo lo que pasaba, lo que nosotros imaginamos o fuimos reconstruyendo. Fue un testimonio muy contundente. Estoy contento de que se haya podido hacer en el contexto adecuado como es un tribunal oral y con la esperanza de que ayude a que se haga justicia”.Durante su relato ante los jueces, González también apuntó que el 95% de los militares que pasaron por Campo de Mayo, lo hicieron también por los centros clandestinos que funcionaron allí, conocidos como La Escuelita y Los Tordos. Precisó que funcionaban “con comisiones rotativas de dos meses, bajo el comando de la patota y de los grupos de inteligencia. Sobre todo del 601”.El presidente del tribunal, quien condujo la primera parte de las preguntas, lo interrogó acerca de si él pertenecía a la patota. Su respuesta fue que no; sin embargo, algunas fuentes consultadas por El Diario del Juicio aseguran que no sería posible que tuviera tanta información de no haber sido parte de la patota.Además de dar testimonio durante un programa televisivo de Mauro Viale, para esa misma época González fue entrevistado por Cristina Zucker, hija del recordado actor cómico. Su hermano, Ricardo Marcos Pato Zucker, participó de la Contraofensiva. Cristina reconstruyó parte de la Contraofensiva y en particular de la militancia de Pato en su libro El tren de la victoria.“Su testimonio es de los más importantes, es la voz de los que estuvieron en el lugar de los hechos. En este caso, de un suboficial que ha dado testimonio tanto periodística como judicial sobre lo que vio, lo que escuchó. El valor que tiene es trascendente. Él se ubica en un lugar no activo en la represión.  En su caso no aparece nombrado por ningún sobreviviente ni en ninguna documentación, por lo tanto para nosotros se asimila mucho al testimonio de un conscripto”, opinó el abogado querellante Pablo Llonto al terminar la jornada, en diálogo con El Diario del Juicio. González a través de videoconferencia desde Neuquén. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Los vuelos En otro pasaje de su testimonio, ante preguntas de la fiscal Gabriela Sosti, González detalló que por ese Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio pasaron “4000 personas y los tiraban al mar. Eran comentarios que se hacían. Dónde paraban, de dónde sacaban los vehículos. Se sabía constantemente en cualquier lugar de Campo de Mayo. Cuando el abogado querellante Pablo Llonto le pidió mayores precisiones acerca de los Vuelos de la muerte, respondió que “había un lugar para esa operación, que era la Compañía de aviación. Era sabido en todo Campo de Mayo. Ahí estaban todos los aviones Fiat y los vuelos de la muerte salían de ahí. En todos lados se comentaba”.En otro pasaje de su testimonio de más de dos horas, González mencionó la impunidad con la que actuaban los militares. La atribuyó a que “esta gente se creía que iban a

Mario Álvarez era, en septiembre de 1979, mozo de un bar de Munro. Vio el momento en el que una patota del Ejército se llevaba a Horacio Mendizábal, que había ido allí para encontrarse con Armando Croatto, que también cayó minutos después. (Por Fabiana Montenegro para El Diario del Juicio*)Ilustración de tapa: Antonella di Vruno—¿Qué haces, Julio, no trabajás más? –le preguntó Álvarez a su compañero al ver que salía del bar sin el saco.—No, el viejo (como llamaban al dueño) me pidió el saco porque iba a probar un mozo –le contestó Julio.Álvarez, que hacía unos días había renunciado, estaba ahí para cobrar lo que le adeudaban. Entró por el pasillo de atrás del lugar, que lo llevaba al bar. Habrá avanzado unos metros cuando vio, en medio de un tumulto, cómo sacaban a un hombre que estaba sentado en una de las mesas, casi a la salida. Uno de los que intervenía forcejeando para llevárselo era el que supuestamente estaban probando como mozo. Álvarez podría haber pensado que se trataba de un borracho, si no fuera por los gritos de “corransé, Ejército, Argentino, salgan de acá”. Segundos después, se oyó una explosión. Entonces, no tuvo dudas: se trataba de un operativo.El que relata en la séptima audiencia frente al Tribunal es Mario Álvarez, testigo presencial de los hechos ocurridos aquel 17 de septiembre de 1979 cuando cayeron en una emboscada, en el Bar La Barra de Munro, Armado Croatto y Horacio Mendizábal.“A esta persona –continúa Álvarez— se la llevaron de manera violenta por la puerta lateral, por donde iba a intentar ingresar el otro. El ruido de la explosión –supo después por los comentarios— era de una granada. Y se le atribuía a la persona que, luego de estacionar el auto en la precaria cochera de la Ciudad Comercial Canguro, donde se hallaba el bar, intentó ingresar al local. Pero al escuchar la orden de detención, reaccionó lanzando el explosivo y corrió hacia la calle Drago. Estas personas armadas, de civil, lo persiguieron a los tiros”. Todo ocurrió rápido, con la velocidad de las balas. Lo siguiente fue el charco de sangre que quedó en la vereda de la calle Drago.Lo demás fueron comentarios que le hicieron, aclara Álvarez. “Al otro día, o al siguiente, yo tenía la costumbre de leer Clarín. Ahí mencionaban el tema de un muerto, y hablaban de Mendizábal. Años después, rememorando este hecho con un compañero,  me dijo que el otro muerto era Croatto”.—¿Usted vio alguno de los dos muertos? –le pregunta el juez Rodríguez Eggers.—No. Yo vi que sacaron a una persona.—¿Y se acuerda si era alguno de los dos? ¿O asoció después con el tiempo?—Por los relatos, casi no tengo dudas de quién era quién –afirma Álvarez—. Porque además una de las cosas que decían era que el que bajó del auto estaba gordito porque casi no podía correr. Después, cuando conocí a Virginia –la hija de Armando Croatto—, sin que yo le dijera esto, me dijo: “y, mi viejo estaba gordo”.—El que sacaron, ¿quién era? —Rodríguez Eggers insiste para que quede claro.—El que sacaron, a mi entender, era Mendizábal. Un falso enfrentamientoPara Virginia Croatto –que declaró en la segunda audiencia— se trató claramente de una emboscada. “Por el rango que ocupaban dentro de la organización, ellos no tenían contacto directo: el contacto era José María Luján Vich (el Pelado Luján), que había sido secuestrado y llevado a Campo de Mayo (y estaba bajo tortura en ese momento). A Croatto, su padre, y a Mendizábal los juntó el ejército con la idea de fabricar un enfrentamiento para justificar su accionar frente a la Comisión Interamericana de Derechos humanos (CIDH). Para la dictadura era importante encontrar a Croatto, pero más a Mendizábal que, por su jerarquía, era más requerido”, afirmó entonces. Mendizábal era parte de la conducción de Montoneros.El testimonio que ahora brinda Mario Álvarez como testigo del hecho permite reconstruir los detalles de esa cita en el bar de Munro entre los dos referentes de la organización. Una cita sospechosa porque ya la habían cambiado en dos oportunidades. Pero Croatto fue igual porque pensó que algo había que hacer por los amigos de la familia que habían desaparecido días antes: Regino Adolfo González (Gerardo), su mujer María Consuelo Blanco, y sus tres hijas pequeñas. Álvarez aporta además otro dato significativo. Según su relato, ese día, no pudo ver nada más porque las personas armadas de civil impidieron que ingresara. Él y otros compañeros se refugiaron en una parrilla que estaba en la parte de atrás del predio. Y finalmente se fueron sin cobrar. Pero al día siguiente, cuando volvió, Julio le comentó que la noche anterior lo habían citado a declarar. Álvarez no tiene el registro exacto en su memoria, pero entiende que era en la Comisaría de Boulogne. “Me mostraron un muerto con un tiro en la cabeza –recuerda Álvarez que le dijo, sorprendido, Julio— . Y tenía que declarar que esa era la persona que había intentado escapar y tirotearon. Pero no, esa era la persona que estaba tomando café. Julio cuando salió del bar lo había visto sentado”. El dibujo de Álvarez y el índice aclaratorio del juez Rodríguez Eggers. (Foto: Luis Angió/DDJ) El Bar La barraCasi 40 años después, Álvarez dibuja frente al Tribunal y los abogados y abogadas, el lugar elegido por los militares para fraguar el enfrentamiento. Ante la ausencia de una pizarra, en lugar de pararse a dibujar y que lo vemos todos y todas en la sala, las partes se acercan y lo rodean mientras él afina la pluma de su memoria y la vuelca al papel, sentado en su silla de testigo. Entre mediados de agosto y septiembre de 1979, Álvarez trabajó como mozo en el bar La Barra, dentro de lo que se conocía como Ciudad Comercial Canguro, en Munro. El lugar era un antiguo mercado que habían arreglado, con filas de locales comerciales en el centro; hoy podríamos decir una especie de shopping. La zona tenía una urbanización poco relevante: