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Julieta Colomer


En un contexto inédito por la pandemia, se dictó la sentencia en el juicio de lesa humanidad en Mar del Plata conocido como Subzona 15. De los 40 genocidas imputados por crímenes contra 272 víctimas, 28 fueron condenados a prisión perpetua, hubo 7 que recibieron penas de entre 25 y 7 años y otros 5 fueron absueltos. Entre los condenados está Alfredo Arrillaga, coleccionista de 7 perpetuas que van desde estas causas de Mar del Plata hasta las desapariciones ocurridas en 1989 en el intento de toma del Regimiento de La Tablada por parte del Movimiento Todos por la Patria (MTP). (Por La Retaguardia) ✏ Redacción: Diego Adur🎤 Testimonios: Fernando Tebele 💻 Edición: Fernando Tebele El juicio Subzona 15 comenzó en abril de 2018. Se juzgaron delitos ocurridos en la ciudad de Mar del Plata y sus alrededores. En la causa estuvieron imputados 40 genocidas, 13 de ellos con condenas previas, integrantes del Ejército, la Fuerza Aérea, la Armada, Prefectura Naval Argentina y de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Fueron acusados por privaciones ilegales de libertad, tormentos, asesinatos y desapariciones de 272 víctimas.La sentencia de los jueces Roberto Falcone, Mario Portela y Martín Bava -en remplazo de Alfredo Ruiz Paz que se jubiló- dejó un saldo de 28 represores condenados a prisión perpetua, uno a 25 años de prisión, uno a 22 años de prisión, uno a 12 años de prisión, dos a 10 años de prisión y dos a 7 años de prisión. Además, 5 imputados resultaron absueltos. Cabe destacar que entre los genocidas condenados a prisión perpetua está el ex jefe militar Alfredo Arrillaga, quien ya fue condenado seis veces con anterioridad. La última había sido por ser coautor penalmente responsable del homicidio agravado por alevosía de José Díaz, uno de los cuatro desaparecidos tras la represión en La Tablada. El contexto del juicio, en el medio de la pandemia y con la población en cuarentena, hizo que el día se tornara particularmente extraño. La sala casi sin gente, y con la ausencia defamiliares de las víctimas y organizaciones de Derechos Humanos, dejó un vacío muy grande que, de todos modos, se colmó por la alegría tras la sentencia. A continuación reproducimos testimonios de referentes de los DDHH y familiares de las víctimas que tras 43 años de impunidad y 2 años de juicio encontraron justicia. Ana Pecoraro: “Hoy podemos decir que es un día de justicia” La actual coordinadora del Espacio para la memoria y promoción de los Derechos Humanos El Faro no ocultó su emoción. En diálogo con La Retaguardia, repasó: “Se dictó la sentencia de la megacausa Subzona 15 en un contexto absolutamente distinto y anormal en los que se dan las causas. Causas a las que llegamos por la lucha histórica, constante e inclaudicable de los organismos de Derechos Humanos. Hoy las circunstancias fueron muy distintas. El Tribunal estaba vacío, sin público adentro ni afuera. Éramos unos pocos y pocas que estábamos allí presenciando esta sentencia que duró hora y media. Este juicio tenía 40 imputados de los cuales 28 recibieron perpetua, 5 fueron absueltos y otros recibieron condenas menores de entre 25 y 7 años de prisión. Se siente un poco de alivio ante esta sentencia y también un poco de tristeza de pensar que la justicia llegó después de 43 años. Nuestra tarea en el espacio de memoria es trabajar con los jóvenes del presente, mirando hacia el futuro. Esta sentencia es importante para las generaciones que están, para las generaciones que vienen y para el registro que quedará en la historia con respecto a lo que fue el Terrorismo de Estado; porque fue eso y fue un genocidio. Y que los culpables o una parte de los culpables fueron condenados por la justicia argentina”. Pecoraro dio testimonio este año en el histórico juicio por la represión a la Contraofensiva de Montoneros, por el crimen de su padre, Enrique Quique Pecoraro. Ana dio cuenta de la sensación extraña de haber sido una de las pocas que pudo presenciar la lectura del veredicto: “Por otro lado, queda el sabor amargo de no poder festejar, de no poder abrazarnos entre todos y todas las que históricamente luchamos acá, en la ciudad de Mar del Plata. Creo que en el marco de esta pandemia una sentencia como ésta, con un tribunal vacío, crea un precedente. Las emociones están encontradas. Como espacio de memoria conformamos un comité de emergencia barrial y nuestra prioridad hoy también es el hambre que pueda existir por la emergencia que está generando el aislamiento social, preventivo y obligatorio. A los sobrevivientes y las sobrevivientes que siempre ponen el cuerpo les debemos que sean posibles estos juicios de lesa humanidad. Hoy podemos decir que es un día de justicia”. Eduardo Nachman, cineasta: “Hasta la victoria siempre” Cuando La Retaguardia le pidió que nos contara cómo había vivido el final del juicio en el que se trató la desaparición de su padre, el teatrista Gregorio Nachman, Edu primero se negó. No por descortés, sino por la emoción: “No puedo, tengo un nudo en la garganta”. Un rato después, habiendo recuperado algo de su vozarrón radial, se animó a compartirnos sus primeras sensaciones: “El juicio denominado Subzona 15 abarca muchas otras zonas próximas a Mar del Plata: la Base de Madariaga, Mar Chiquita, Balcarce, Necochea, y otros. Entre las víctimas 272 víctimas está mi papá, Gregorio Nachman, un actor y un militante de la cultura detenido-desaparecido; sus compañero Luis Conti y muchos otros compañeros y compañeras. La sentencia estuvo relativamente bien. Celebramos las perpetuas a muchos de los imputados y repudiamos la absolución de 5 de ellos. La lucha sigue y no termina. No termina porque seguimos hasta la victoria siempre”, expresó.Nachman había dado un testimonio muy emotivo durante el juicio. Pasar el cepillo a contrapelo “28 perpetuas, 7 condenas entre 25 y 7 años, 5 absoluciones. Es impresionante. ¡Es increíble! Todavía no caigo. 43 años, pero llegaron”. No puede más de la emoción la fotógrafa Julieta Colomer. Su padre, Enrique

Entre los testimonios de la jornada, dos fueron por Enrique Quique Pecoraro, una de las víctimas de la represión a la Contraofensiva de Montoneros. Su compañera, Alicia Ruszkowski, y su hija mayor, Ana Pecoraro, recuperaron su historia militante y narraron con tristeza la ausencia y su muerte. Las cartas que les escribió a sus dos hijas y a su hijo son un testimonio en sí mismo y cobraron un valor especial en la voz de su hija. (Por Fernando Tebele para El Diario del Juicio*)  Colaboración especial: Valentina Maccarone/Diana ZermoglioFotos: Gustavo MolfinoFoto de Portada: Ana Pecoraro lee una de las cartas de su padre. (Julieta Colomer)—Él nos quiere explicar que él no nos abandona, que él no elige la muerte. “Hijos me gustaría jugar con ustedes eternamente, verlos crecer, aconsejarlos, protegerlos, pero tambien me gustaria que esa posibilidad no sea individualmente  la que yo les podría brindar sino el fruto de las condiciones de vida de nuestro pueblo. Me gustaría conversar con ustedes en vuestra adultez y en mi vejez, me gustaría verlos caminar por la vida y comprobar que eché buenas raíces. (…) La mejor demostración de amor que puedo brindarles, la mayor demostración que puedo entregarles, es una vida con sentido, una vida que luchó por realizarse, no en abstracto sino con ideas ideales y deseos de solidaridad, igualdad y amor a los demás como forma de realización individual”. El que habla ante el tribunal es Enrique Pecoraro. Quique no está aquí. Fue asesinado durante el genocidio. Pero está, de alguna manera, no de la mejor, que sería de cuerpo presente. La voz que se oye es la de su hija mayor, Ana Cristina Pecoraro. Está leyendo fragmentos sueltos de largas cartas que Quique les escribió a ella y sus hermanos, Esteban y Laura. Sostiene las copias de las originales, escritas en máquina de escribir. Hay tanto amor en esa lectura, que es posible oír el golpeteo de las teclas contra la cinta cargada de tinta negra. Ana tiene las palabras elegidas resaltadas en rosa. Aunque a veces su garganta parece a punto de bajar la persiana, increíblemente, no se quiebra mientras lee. Quizá porque no es solo su voz la que está allí. *** Alicia Ruszkowski está sentada para comenzar con su testimonio mientras los imputados todavía permanecen en sus asientos. Como la semana pasada, tienen que volver a pasar al lado de quien está por dar la testimonial. Alicia los mira, ellos bajan la vista; tal cual ocurrió la jornada anterior. Lleva puesta una campera de cuero que no se quitará en todo el día. Viene para hablar del padre de sus hijas, Enrique Pecoraro. En la primera fila, Ana, la mayor, espera su turno para declarar inmediatamente después. Está con su hijo y su hija, dos adolescentes mulatos que contrastan con la blancura polaca de su abuela. “En el ‘68 me recibo apurada —dice la socióloga— porque ya veíamos venir la represión y la derechización de la universidad. Había muchas amenazas, eso es a fines del ‘74. Marzo del ‘75 se produce la matanza en Mar del Plata, 16 de abril nos expulsan a todos”. Ruszkowski repasa así, rápidamente, la secuencia de secuestros, desapariciones y asesinatos desatados por la Concentración Nacional Universitaria (CNU), el brazo estudiantil de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), organizaciones que estiraron la línea de comienzo del genocidio hasta antes del golpe de Estado, como ya ha ratificado la justicia argentina en juicios como el de La Perla (Córdoba), por el Operativo Independencia (en Tucumán), o contra miembros de la CNU en La Plata y Mar del Plata. En ese final “democrático”, ya asomaba el genocidio.  “Vino una patota de la Concentración Nacional Universitaria, quiso entrar en la casa porque aparte venían con apoyo de La Plata, porque la organización estaba radicada en La Plata, Mar del  Plata y Bahía Blanca. Sabíamos que venían, como represalia, a seguir matando gente, entonces por resguardo dormimos en diferentes casas hasta que yo le digo a Quique ‘Tenés que irte sí o sí’. Yo estaba con mi hija que tenía seis meses y recién ahí, después de abril, me voy a Buenos Aires”, cuenta.“Por razones de seguridad, entre fines del ‘75 hasta el ‘79, más precisamente el 13 de noviembre donde lo asesinan a Quique, vivimos en cinco casas diferentes. Nos mudamos de Díaz Vélez y Salguero a Parque Chas, de ahí a Saavedra, después a una primera casa en Castelar y luego a una segunda casa (también en Castelar, lindante con la Base Aérea de Morón)”, detalla Alicia. Alicia Ruszkowski responde a las preguntas de los defensores. (Gustavo Molfino/DDJ) Ser parte de la Contraofensiva “Quique era una persona muy reflexiva, con un pensamiento crítico muy importante. Tenía discusiones muy fuertes dentro de la organización. A su vez una pertenencia también muy importante, se daban las dos cosas”, explica Alicia, que en ese camino dejó su militancia. “Cuando llegamos a Buenos Aires, yo ya no tengo militancia activa. Nació Ana en el año ‘76; en la maternidad Sardá nació Esteban. Era la época en la que llevaban a las mujeres secuestradas a parir. En septiembre del ‘78 nació Laura, en Capital. Yo tenia a esos tres niños pequeños y permanentemente nos movíamos de un lado para el otro. Quique pertenece a la organización Montoneros en el área de documentación y enlace con el exterior, por eso nosotros no nos fuimos del país. Él sí viajaba al exterior por períodos muy cortos. Él tuvo participación en la Contraofensiva. Como yo no estaba encuadrada en ese momento activamente, una forma de resguardo era no tener demasiada información. No sabíamos en qué momento se podía producir una caída, ser torturados, entonces también la idea era preservar la vida de uno y de los compañeros y compañeras”. Menciona que Quique tuvo que ver con la salida del país de Jaime Dri luego de su fuga de la ESMA. Que viajó a Panamá y Perú. Que su último viaje fue a Madrid. También dio cuenta de que Quique confeccionó documentación

En una extensa jornada, se escucharon testimonios que aportan a abrir nuevas historias en el juicio. Las dos primeras fueron Alicia Ruszkowski y Ana Pecoraro, esposa e hija de Enrique Pecoraro. Ruszkowski relató además su secuestro en la ESMA. Luego testimoniaron Arturo Helman y Dalia Canteloro, una pareja de sobrevivientes que repasaron la convocatoria y la preparación para la Contraofensiva. El cierre estuvo marcado por la interrupción que sufrió la testigo Ana María Lazarini. Especialmente llegada desde Barcelona para declarar, en el medio de su declaración el juez Alejandro de Korvez abandonó la sala para asistir al médico. Luego de estudiar variantes legales, los jueces Rodríguez Eggers y Matías Mancini repararon el desplante y continuaron la audiencia con el acuerdo de todas las partes y el aporte de la cuarta jueza. Cuando pudo, Lazarini se refirió al secuestro de Antonio Luis Tovo, ocurrido el 4 de junio de 1980 en Rosario. (Por Gustavo Molfino/Julieta Colomer/ Fabiana Montenegro/Fernando Tebele para El Diario del Juicio*)  Los imputados se retiran de la sala de audiencia. Como la semana anterior, la primera testigo, Alicia Ruszkowski, los mira.La respuesta es la mirada al suelo. Lo mismo ocurre con las fotografías de las víctimas en esta causa.(Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Ruszkowski dio testimonio por su compañero, Enrique Pecoraro, que fue asesinado, y por su propia situación, ya que fuesecuestrada y llevada a la ESMA.  La sobreviviente narró su secuestro en Mar del Plata, su traslado a la ESMA y la posterior libertad vigilada a la que fuesometida durante dos años. (Gustavo Molfino/DDJ) En primera fila la observan su hija, Ana, junto s sus hijos. La nieta de Ruszkowski lleva la pancarta de su abuelo asesinado,Quique Pecoraro. (Gustavo Molfino/DDJ) Al finalizar, recibió el abrazo de su hija, Ana Pecoraro, que declaró inmediatamente después. Cuando finalizó su testimonio, su mamá le devolvió el abrazo anterior. Ambas estaban muy emocionadas. Quique Pecoraro apretado por la rosa roja tejida (un símbolo que llegó a los juicios lesa humanidad para quedarse).La foto cuelga del cuello de uno de sus nietos. Una de las nietas de Enrique Pecoraro, esbozando la misma sonrisa que su abueloen la foto inmortal. (Fabiana Montenegro/DDJ) Arturo Helman participó de la Contraofensiva. En su testimonio dio cuenta de cómo fue la convocatoria y la preparación.(Gustavo Molfino/DDJ) Aquí Helman responde una de las preguntas de la defensa oficial, mucho menos activa que en las primeras audiencias.  El cuarto turno fue para Dalia Canteloro, también militante de Montoneros. Es la compañera de Helman. Su hermana, GloraCanteloro, ya fue testigo en el juicio. (Gustavo Molfino/DDJ) La familia de Dalia Canteloro en la primera fila, que siempre es ocupada por los afectos de la persona que testifica.(Gustavo Molfino/DDJ) Ellos y ellas, que no han podido, entre otras cosas, ser testigos en este juicio,están presentes en todas las jornadas a través de las fotos, de los testimonios yde cada recuerdo silencioso. (Gustavo Molfino/DDJ) El último testimonio, ya pasando las 15 horas, fue el de Ana María Lazarini, que llegó especialmente desde Barcelona. Elesfuerzo de quienes viajan y no utilizan la videoconferencia, tiene que ver con que claramente no es lo mismo estar allí quea través de la fría imagen de una tv. Pero el testimonio de Lazarini fue interrumpido por un imprevisto insólito: uno de losjueces se tuvo que ir. (Grupo de Familiares/DDJ) El juez Alejandro de Korvez dijo que se tenía que ir al médico, ya que arrasta un problema en la vista: “de hecho renuncié aljuzgado”, anunció para sorpresa de todos y todas allí, mientras caminaba hacia la salida. (Gustavo Molfino/DDJ) El presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers y el otro juez, Matías Mancini, intentaron reparar la situación. Luegode buscar otras variantes de días (la testigo regresa el lunes a Barcelona), le ofrecieron a Lazarini y a las partes que continuara con el relato, sumando a la cuarta jueza para la ocasión. Todas las partes estuvieron de acuerdo en continuar deesa manera. (Grupo de Familiares/DDJ) Lazarini continuó con su testimonio, con la particularidad de la silla del juez vacía. Se refirio al secuestro de Antonio Luis Tovo, padre de sus dos hijas, que también viven fuera del país y son querellantes en la causa.(Fernando Tebele/DDJ) Sobre la mesa, los cuerpos del expediente instruido para llegar a este juicio oral. La fiscal Gabriela Sosti le pregunta aAna María Lazarini. (Fernando Tebele/DDJ) Al cierre de la jornada, la primera testigo, Alicia Ruszkowski, y la última, Ana María Lazarini,se dieron un emotivo abrazo. Dar testimonio, además de aportar datos para la causa judicial,implica para quienes han sobrevivido una reparación histórica difícil de explicar, pero queresulta notoria en cada final. (Grupo de Familiares(DDJ) *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

“Yo no conocí a mi papá —dice Joaquín Frías, recién sentado ante el tribunal—. No tengo ningún recuerdo de él, ninguna imagen, ni el sonido de su voz, nada. Nací en junio del ’76 y vivimos juntos hasta junio del ’77. Después se separaron y no nos vimos nunca más”. Apenas está comenzando su testimonio, que va a durar más de dos horas y media. Es la historia de un hijo en la búsqueda permanente de su padre. (Por Fernando Tebele y Fabiana Montenegro para El Diario del Juicio*) Foto: El cumple de un año de Joaquín Frías. La última vez que vio a su padre. Frías declarando el martes pasado. (Foto: Julieta Colomer/DDJ) Al darle la bienvenida, el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, le había explicado que es “una víctima de segundo grado”. Si bien se entendió qué quiso decir, técnicamente, que no fue secuestrado ni torturado, sonó extraño. Todo lo que está por contar Joaquín lo muestra como una víctima del genocidio, que a todos y todas nos ha afectado de alguna manera. Y definitivamente ha marcado algunas vidas más que otras, con una cicatriz tan identificable y personal, tal vez como un tatuaje, pero mucho más metida en la piel que la tinta superficial.Joaquín logró construir un vínculo inicial con Federico Frías Alverga, su papá, a través de las cartas que él le enviaba, escritas a veces detrás de una foto. Como una postal, viajaban hasta México desde donde una amiga, que conocía las direcciones de ambas puntas, oficiaba de enlace y las reenviaba; así llegaban a las manos pequeñas de Joaquín, que aún no sabía leer, tendría unos 3 años. “Me las leía mi mamá como si fueran un libro de cuentos”. Tenían dibujos para captar la atención de un niño, efecto evidentemente conseguido porque Joaquín tiene presentes todavía esas imágenes. “De esa manera, yo sabía que tenía un papá que no estaba, no entendía bien por qué, pero estaba presente. Yo quisiera leer para que tengan una idea del tono de la voz. A veces las escribía detrás de una foto, con letra apretada. Como esta —levanta y muestra una foto escrita por detrás—. Como una postal… me decía cosas como estas: Qué puedo hacer para que entiendas por qué no estoy ahora con vos llevarte a la calesita, montarte a caballito o remontar un barrilete juntos.Quisiera que fueses grande por un ratito para poder explicártelo, y que después vuelvas a ser chiquito.Se que brotaría de tus labios una sonrisa compinche y que me harías con tus deditos la “ve” de la victoria.Pero el tiempo pasa lentamente, más cuando queremos apurarlo y los chicos crecen de a poquito.Mientras, como tantos otros, sigo escribiendo un libro, que es para vos y miles de pibes más.Libro que cuando vos sepas leer las palabras de la vida vas a encontrar con muchos capítulos escritos.Sé que en ese momento vas a entender lo de la calesita, el caballito y el barrilete y tantas cosas más.Va a brotar de tus labios esa misma sonrisa dulce que ahora imagino y vas a dibujar con tus dedos bien alto la “ve” de la victoria.Papá — Junio 1978 El dorso de una foto de su padre. Como una postal, carta de papá. (Foto: El Diario del Juicio) Joaco, como le llaman sus afectos, es altísimo y flaco. Mide 1.90 mts. Tiene todo el aspecto del tipo buenazo, quizás excesivamente tímido, que cuando se abre lo hace sin condiciones.“La relación epistolar ni siquiera era ida y vuelta porque yo no sabía escribir, podría dibujar. Le mandaba dibujos. Algunos le llegaron”, cuenta. Las cartas las recibieron en el ‘78/’79, pero en algún momento de esos años se interrumpen. Las leían en una casa de Neuquén, donde vivía con sus abuelos; también recibió algunas cuando ya estaban en un exilio vecinal en Montevideo. “No puedo decir que la pasaba mal, pero si registraba esta ausencia sobre todo cuando en el jardín de infantes el regalo del día del padre se lo daba mi abuelo materno. Era algo raro porque yo sabía que era mi abuelo; nunca me confundí, ni me confundieron”, explica con toda su tranquilidad. Ahora el que parece estar contándonos un cuento es él. Así como su papá les daba un formato que un niño estuviera más cerca de comprender en alguna dimensión, Joaco no quiere perderse en el relato, para que los jueces y quienes estamos allí, comprendamos su historia. Es el primer “hijo de la Contraofensiva” en declarar que no pasó por la guardería de La Habana, esencialmente porque su madre no participó. “Años después, 5 o 6, mi mamá me da las cartas, 10. Yo ya sé leer… estoy en una casa nueva en Neuquén también. Mi madre formó pareja con otra persona y tengo hermanos y hermanas. Yo ya sabía que era hijo de desaparecidos. No sé cómo hicieron para explicármelo porque me di cuenta solo. No era un tema que se hablase permanentemente. Había mucho miedo. Era una democracia tutelar, hacía poco que se habían ido los militares. Ni siquiera me lo tenían que decir, yo sabía que era un tema que no se lo podía contar a los vecinos”, asegura en referencia a 1984.Frías tiene un cuaderno manuscrito de principio a fin al que recurre cada tanto con un vistazo. El espiral tal vez tenga tantas vueltas como su vida. Las diagonales familiaresJoaquín da cuenta de que las dos familias, los Frías y los Ogando (la parte materna), eran de La Plata. A partir de la caída de los compañeros/as de la cercanía militante, se empiezan a mudar. Federico Frías militó en la JUP (Juventud Universitaria Peronista) en la Universidad de Ciencias Económicas de La Plata, de la que llegó a ser responsable. Trabajaba en Vialidad provincial. En el ‘75 se casó con Claudia Ogando. Era la época de la Triple A y la represión paraestatal. La madre militaba de una manera periférica, sin asumir el compromiso político del padre, y esto se iba a transformar en una diferencia

La quinta jornada del juicio por la represión a la Contraofensiva de Montoneros contó con los testimonios de Joaquín Frías, el hijo de Federico Frías, uno de los desaparecidos de esta causa. Luego fue el turno de Ana Testa, sobreviviente de la ESMA, querellante por la desaparición de su compañero JuanCarlos Silva. El cierre fue con Claudia Bellingeri, integrante de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que se refirió a los archivos desclasificados de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA). Te invitamos a repasar la jornada en imágenes a partir de nuestra cobertura colectiva. (Por Gustavo Molfino/Fabiana Montenegro/Julieta Colomer/Luis Angió/Hernán Cardinale para El Diario del Juicio*) Foto de tapa: Joaquín después de dar testimonio, con una foto de su papá Federico Frías (Julieta Colomer/El Diario del Juicio) El frente de los Tribunales de San Martín amaneció con los rostros de los y las desaparecidas (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Los imputados se retiran antes de que comiencen los testimonios, con permiso del tribunal, como cada jornada. Aquí se van Raúl Guillermo Pascual Muñoz y detrás aparece Jorge Eligio Bano. (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Roberto Dambrosi y Bano se retiran. No pueden dejar de ver los rostros en las paredes (Foto: Hernán Cardinale/DDJ) Roberto Dambrosi y Bano se retiran. No pueden dejar de ver los rostros en las paredes (Foto: Hernán Cardinale/DDJ) Joaquín Frías ingresa para dar su testimonio (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Frías leyó publicaciones de diarios peruanos que relataron los 4 crímenes. Su padre figura en esa lista por error,ya que fue llevado desde Buenos Aires, lo regresaron secuestrado y lo fusilaron en Campo de Mayo.(Foto:Julieta Colomer/DDJ) El periódico peruano que habla de secuestros el 17/06/80. (Foto: Luis Angió/DDJ) En la primera fila de público, la familia de Frías colocó una foto de Federico, que quedó pegada a la espalda de su hijo.(Foto: Luis Angió/DDJ) El abogado Hernán Corigliano, defensor de Jorge Norberto Apa, observa el pasaporte falso con el que Frías ingreso para laContraofensiva. (Foto: Luis Angió/DDJ) A la izquierda la familia de Frías. A la derecha los abogados de las querellas. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Adriana Taboada, de la Comisión por la Memoria de Zona Norte, observa el testimonio con el pañuelo de las Madrescomo estandarte. (Foto: Julieta Colomer/DDJ) Los defensores oficiales Lisandro Sevillano (izq.) y Hernán Silva a cargo de asistir a la mayoría de los imputados. Aquípreguntándole a Frías. Para Pablo Llonto, abogado querellante, hubo hostigamiento al testigo.(Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Tras más de dos horas y media de testimonio, Joaquín Frías toma sus documentos para retirars. (Foto: Julieta Colomer/DDJ) Frías tras el final. (Foto: Julieta Colomer(DDJ) En segundo turno ingresa Ana Testa. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Testa escucha las preguntas de la fiscal Gabriela Sosti. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) La fiscal Sosti escucha con atención el testimonio de Testa. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Testa colocó sobre la mesa un portarretrato con la foto de Juan Carlos Silva, su compañero, secuestrado en un micro cuandointentaba salir del país vía Paso de los Libres. (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Los defensores privados Corigliano y Botindari (atrás), realizaron preguntas a Testa. (Foto: Julieta Colomer/DDJ) El presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, frena una pregunta del defensor. A su lado Alejandro de Korvez.(Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Al finalizar su testimonio Testa era esperada por saludos y abrazos. Aquí con Florencia Tajes Albani, una de las familiares que empuja la causa. (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Ana Testa sonríe y muestra la foto de Juan. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

Pasó la segunda audiencia del juicio por la represión a la Contraofensiva Estratégica de Montoneros. Fue la primera con declaraciones testimoniales. Antes de eso, la defensa anunció la muerte de Blas Casuccio, uno de los imputados, aunque no lo acreditaron con la partida de defunción. El tribunal “dispensó” a los imputados la posibilidad de no estar en la audiencia. Aportaron sus palabras Roberto Perdía, Daniel Cabezas y Virginia Croatto. Compartimos un fotoinforme. (Por Luis Angió, Fabiana Montenegro y Julieta Colomer para El Diario del Juicio*) Fotos: Luis Angió ↓ Fotos: Fabiana Montenegro ↓ *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores/as y fotógrafos/as independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, pero citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com