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Lesa Humanidad

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En una jornada tensa, que incluyó gritos del juez Daniel Horacio Obligado a la fiscal María Ángeles Ramos, se escucharon cuatro testimonios crudos. En esta crónica la primera parte de la jornada, con los testimonios de la sobreviviente María del Carmen Cantaro y su hijo Enrique Pastor. Redacción: Carlos RodríguezEdición: Pedro Ramírez OteroFotos: Capturas Transmisión de La Retaguardia En el tercer juicio por los crímenes de lesa humanidad en el centro clandestino de Puente 12, una madre y su hijo relataron los horrores vividos por una familia que ahora demanda “que se juzgue a los culpables de crímenes atroces cometidos durante la dictadura militar”. Enrique Pastor tenía once meses cuando secuestraron a su madre, María del Carmen Cantaro, sobreviviente, y a su padre, Alberto Manuel Pastor, quien sigue desaparecido. Ambos eran militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).Enrique recordó que cuando cumplió 2 años, el “festejo” fue en una cárcel donde estaba su madre. A su padre lo había visto por última vez un año antes, el día en que “festejó” su primer año de vida. Nunca más lo vio porque sigue desaparecido. María del Carmen, por su parte, aseguró que no sufrió “ninguna agresión sexual” explícita durante su cautiverio, pero que deben considerarse “las vejaciones a las que fui sometida” durante sesiones de tortura con picana eléctrica sobre las partes más sensibles de su cuerpo. Alberto Pastor, el padre, estuvo preso en 1972 y fue beneficiado por la amnistía de 1973. Lo secuestraron junto con su esposa días después del golpe del 24 de marzo de 1976, pudo fugarse, pero lo volvieron a secuestrar en mayo de 1977, junto con su nueva pareja, una militante del PRT que estaba embarazada. María del Carmen Cantaro, admitió que le “impactó” saber las circunstancias en que se produjo ese secuestro de su esposo. “No cambió para nada el amor que yo siento por él, porque sigue siendo el padre de mi hijo y la persona que luchó por un mundo más justo”, dijo. Recalcó que “el horror” que les tocó vivir “no puede destruir al amor” de personas que, como ellos, “luchábamos por un mundo mejor”. Los testimonios La segunda audiencia con testigos en el tercer juicio por los crímenes de lesa humanidad en Puente 12 comenzó a los gritos. El presidente del Tribunal Oral 6, Daniel Horacio Obligado, se puso a la defensiva antes de escuchar un planteo preliminar de la fiscal María Ángeles Ramos. “Me está gritando”, dijo la titular del Ministerio Público, mientras Obligado decía que sólo había “levantado la voz”. Cuando volvió la calma, la fiscal pudo al fin solicitar que el Tribunal anuncie con antelación la lista de testigos de cada audiencia, para “tener el tiempo necesario como para organizar las preguntas”. El testigo Enrique Pastor, que presenció el entredicho, dijo que lamentaba que haya ocurrido en el momento previo a su testimonio. Enrique es hijo de Alberto Manuel Pastor, detenido desaparecido, y de María del Carmen Cantaro, sobreviviente del centro clandestino. Enrique Pastor dijo que esperó “mucho tiempo” para hacer el reclamo de justicia “por la desaparición de mi padre y el secuestro y cautiverio de mi madre”. Agregó que quería reconocer “el compromiso de mucha gente que con su lucha hizo posible que pudiéramos llegar a esta instancia”. Señaló que el viernes 14, día en el que se sentó frente al tribunal, se cumplían 28 años de la creación de la agrupación HIJOS, que “luchó también por llegar a esto, desde cuando no teníamos tribunal alguno que nos escuchara”. Sus palabras fueron selladas con el aplauso del público presente. Recordó que desde su infancia supo del calvario de su madre, a quien visitó de la mano de su abuela en los penales de Olmos y de Devoto, luego de que su madre fuera puesta a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). Denunció las requisas vejatorias sufridas por su abuela, en cada visita a las cárceles, y recordó que festejó su segundo cumpleaños “en el patio de un penal”. Así comienzan sus “vivencias” por la “tragedia” de su familia. Su padre y su madre fueron secuestrados el 28 de marzo de 1976. Enrique tenía 11 meses cuando eso ocurrió. Su padre había sido detenido con anterioridad, en 1972, por efectivos de la Superintendencia de Coordinación Federal de la Policía Federal. Fue dejado en libertad en 1973, favorecido por la amnistía decretada por el expresidente Héctor Cámpora. Con posterioridad su padre comenzó a militar en el PRT. El testigo nació en abril de 1975 y a poco de su nacimiento se mudaron de una casa en el barrio porteño de Boedo a Lomas del Mirador, en La Matanza, por “razones de seguridad porque mi padre se dio cuenta de que eran vigilados”. El día del secuestro de sus padres él quedó al cuidado de unos compañeros de militancia, quienes lo entregaron luego a su abuelo materno, Francisco Cantaro y a su tío Luis Cantaro. Una tía de su familia paterna vivía en Buenos Aires, pero no se veían con ella porque estaba casada con un hombre que era personal civil de la Fuerza Aérea y estaba “relacionado ideológicamente” con la dictadura cívico-militar.Sus padres fueron secuestrados en la localidad de Cañuelas, junto con un compañero llamado Osvaldo Carmelo Mollo. Con posterioridad los llevaron a Puente 12, “donde fueron sometidos a tormentos de toda índole”. Tres días después de estar en el centro clandestino de detención su padre “logra fugarse cuando lo trasladaban en vehículos a identificar una casa operativa del PRT en la localidad de Aldo Bonzi”.A su padre lo volvieron a secuestrar, el 12 de mayo de 1977, en San Justo, en una casa ubicada en la calle Lezica al 3800. Lo detuvieron junto con Nora Luisa Maurer, con quien su padre tenía una relación de pareja. Ella estaba embarazada. El posible nacimiento es investigado por las Abuelas de Plaza de Mayo.Pastor se consideró una víctima de lo ocurrido con sus padres. Su madre, luego del secuestro, estuvo cuatro años detenida, en las cárceles mencionadas

Fue por el pedido que realizaron los condenados Eduardo Emilio Kalinec, Juan Carlos Avena y Luis Donocik para dejar la cárcel común y volver a sus casas. Los tres actuaron en el circuito represivo Club Atlético, Banco, Olimpo (ABO). Los jueces del TOF N°2 de CABA escucharon a las víctimas y ahora deberán tomar una decisión, que podría conocerse mañana. Redacción: Paulo GiacobbeEdición: Pedro Ramírez Otero/Fernando TebeleFoto de portada: Captura transmisión de La Retaguardia y Radio Presente El pasado 4 de abril, el Tribunal Oral Federal (TOF) N°4 subrogando al TOF N°2 de la Ciudad de Buenos Aires escuchó a algunas de las víctimas de Eduardo Emilio Kalinec, Juan Carlos Avena y Luis Donocik, pues estos represores condenados por crímenes de lesa humanidad pidieron que se les otorgue la prisión domiciliaria. A su turno manifestaron su repudio: Cristina Jurkiewicz Artero, Delia Barrera y Ferrando, Ana María Careaga, Miguel Ángel D´Agostino, Silvia Graciela Fontana, María Esther Basualdo, Silvia María Pía Ríos Armelin, Carlos Pisoni y Camilo Daniel Ríos; entre otros y otras víctimas, sobrevivientes y familiares de desaparecidos y desaparecidas. “En los tres casos existen pericias médicas del año pasado que son todas coincidentes en que ni Kalinec, Avena o Donocik presentan problemas médicos que les impidan continuar la ejecución de la pena en prisión con debidos controles”, detalló en la audiencia Alejandro Alagia del Ministerio Público Fiscal. Eduardo Kalinec tiene 71 años y cumple su condena en la Unidad 33 del Servicio Penitenciario Federal; Donocik tiene dos años más; y Avena es el mayor con 75. Estos dos últimos cumplen sus condenas en la Unidad 31. Alagia subrayó que en esa unidad penitenciaria tienen atención “médica los siete días de la semana, las 24 horas. Consultorios, kinesiología, rehabilitación, sala de urgencia, ambulancia las 24 horas”, y en el caso de la unidad 33 cuentan con todas las “instalaciones para tratar enfermedades crónicas”. Además, dijo que los condenados no comprendieron la gravedad de sus delitos y no existe una resocialización. “No hay ninguna constancia de que haya un registro en este sentido, de que hayan comprendido la gravedad, la falta de arrepentimiento, el silencio… no hay sobre ese punto un resultado positivo”, planteó. Citó también al Estatuto de Roma, que no prevé la prisión domiciliaria para estos casos: “Al contrario, tiene un régimen especial para crímenes de lesa humanidad”. Ese tratado también resalta la importancia de aportar información, más allá de nombres de otros represores, algo que sirva como reparación a las víctimas. “La apropiación de niños y niñas, información relativa a qué pasó con la desaparición de personas”, recordó el fiscal, quien pidió al tribunal que rechace los pedidos. Un fragmento de lo manifestado por las víctimas Silvia María Pía Ríos Armelín es hija de Juana María Armelín y José Ríos. Silvia María realizó un recorrido de su vida y su historia: “Yo me entero de la desaparición de mis padres cuando tenía tres años y vivo ese momento, pero no lo tengo como recuerdo”. Desde ahí fue reconstruyendo su historia con relatos y trató de asimilarlo. Sus sentimientos fueron mutando con los años. “Por ejemplo, cuando me explicaron lo que le habían hecho a mis padres yo tenía mucho rencor hacia las personas que le habían hecho tanto daño, que además estaban en libertad. Y entonces pude ir como transformando ese sentimiento en mis años de juventud en resistencia, juntándome con gente que le pasaba lo mismo”, dijo. Reclamó justicia luchando en las calles. Silvia repasó así el juicio a las juntas, las leyes de impunidad y la llegada, nuevamente, de los juicios. Y entonces explicó que, en lo personal, haber logrado la prisión para los genocidas significó que el recorrido no fue en vano. Para Silvia sería un retroceso político muy grande si les otorgan la domiciliaria. “No debería hacerse por una cuestión de responsabilidad”, consideró. “No creo que nada pueda redimir el dolor que sentimos los damnificados. Ya no importa la violencia y crimen que se haya cometido contra mi madre, fueron muchos crímenes en un solo devenir. Pero sí importa que una vez que se ha logrado algo, no se baje de eso que se ha logrado. La justicia argentina pese a haber sido lenta tiene que estar orgullosa de lo que logró y tiene que mantenerlo. Eso significa una decisión diaria y me parece que hay gente que tiene que sostenerlo y tiene cargos de responsabilidad. No sería un acto de justicia, sería sostener una decisión. Y eso es lo que nos da a nosotros tranquilidad para poder transitar el resto de nuestras vidas, que no es una vida común, es el resultado de este terror”, expresó. Delia Barrera y Ferrando estuvo 92 días secuestrada en el centro clandestino de detención tortura y exterminio Club Atlético, donde también llevaron a su esposo Hugo Alberto Scutari. En el Atlético pudieron charlar muy brevemente antes del traslado de Hugo. Delia se opuso “a cualquier libertad o arresto domiciliario”. La sobreviviente contó que no fue fácil para ella la decisión de declarar: “Una de las razones principales es el cansancio que representa para muchos volver a tener que dar explicación de por qué no queremos salidas transitorias ni arrestos domiciliarios de los genocidas. No son pobres ancianos, no están arrepentidos, no rompen un pacto de silencio que nos traería a muchos saber cuál fue el destino de nuestros queridos ausentes. Nuestra lucha de hoy sigue siendo la misma de ayer. Mi lucha, a pesar de los años que voy teniendo, sigue siendo con el mismo compromiso que asumí cuando salí del campo de concentración y después de escuchar las últimas palabras de mi esposo cuando se despedía cuando era trasladado, que me pidió que fuera fuerte y que no lo abandonara. No los abandono. Por eso me tomo el atrevimiento de exigirles que no sigan brindándoles impunidad ni privilegios. Y si creen que no pueden cumplir con el pedido de tantas víctimas, de tantos familiares, de tantos ausentes, los señores jueces deberían renunciar porque su debilidad demuestra

El Centro de Estudios sobre Genocidio, el Observatorio de Crímenes de Estado y la Fundación Memorias e Identidades del Tucumán realizaron un informe sobre las víctimas del Operativo Independencia. Ana Jemio, socióloga tucumana, codirectora del estudio, dialogó con La Retaguardia y dio significado a los datos del informe. Entrevista: Fernando TebeleRedacción: Paulo GiacobbeEdición: Pedro Ramírez Otero El 5 de febrero de 1975, la presidenta de la Nación Argentina, María Estela Martínez de Perón, en Acuerdo General de Ministros, firmó el decreto secreto y reservado N° 261/75: “El Comando General del Ejército procederá a ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la Provincia de TUCUMÁN”. El 9 de febrero llegaron a la provincia de Tucumán las tropas del Ejército Argentino. No se puede decir que la orden presidencial tomó por sorpresa a los militares que, inicialmente, movilizaron 1.500 soldados. El coronel Acdel Vilas fue el responsable del Comando Táctico y el despliegue de las tropas hasta diciembre de 1975. El general Antonio Domingo Bussi fue su reemplazo. En una escuela sin terminar montaron el primer Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio. En https://escuelitadefamailla.org/historia/ cuentan la historia de ese lugar, “La Escuelita” de Famaillá: “A fines de 1976, el Comando se trasladó al exingenio Nueva Baviera, el edificio de “la Escuelita” se terminó de construir y, en 1978, se inauguró como escuela “Diego de Rojas” donde empezó a funcionar el nivel primario y, con el tiempo, el nivel terciario”. Hoy es un Sitio de Memoria. El Operativo Independencia es el comienzo del plan sistemático de desaparición de personas que a partir del 24 de marzo de 1976 se extendió a todo el país. Los números del operativo independencia El Centro de Estudios sobre Genocidio (UNTREF), el Observatorio de Crímenes de Estado (FSOC UBA) y la Fundación Memorias e Identidades del Tucumán realizaron un informe sobre las víctimas del Operativo Independencia. Construyeron una base de datos teniendo en cuenta fuentes judiciales y documentos de acusación producidos por el Ministerio Público Fiscal en causas de Lesa Humanidad. Partiendo desde ese lugar pudieron establecer que el Operativo Independencia tuvo 812 víctimas entre 1975 y 1976. Es importante aclarar que según el propio diario de campaña de Acdel Vilas, en “La Escuelita” estuvieron secuestradas más de 1.500 personas en el mismo periodo. Por eso es necesario subrayar el modo de trabajo utilizado para el informe: las fuentes judiciales para la creación de la base de datos. De esas 812 víctimas que pudieron ubicar con nombre y apellido, 375 fueron secuestradas en San Martín de Tucumán, Tafí Viejo, Yerba Buena y Cruz Alta; 359 en Lules, Famaillá, Monteros y Leles; 50 en el resto de la provincia; y 5 fuera de ella. De las 23 víctimas restantes no obtuvieron datos sobre el lugar del secuestro. Además pudieron establecer que entre 1974 y 1983 hubo 1692 víctimas en la provincia de Tucumán. El estudio fue dirigido por Ana Jemio y Julia Vitar, junto a 15 estudiantes universitarios y graduados. Jemio dialogó con La Retaguardia y explicó que el Operativo Independencia tuvo carácter de formación para el Ejército Argentino: “Funcionó como una escuela, mandan a cuadros de todo el país a entrenarse”. Al tiempo que se ubica como punto de partida del genocidio. “Si uno le quiere poner un elemento visible al comienzo del genocidio, es la existencia de un sistema de campos de concentración en que el Estado persigue a sus oponentes y opositores, donde secuestran, torturan y desaparecen. Este hecho arranca en 1975 en Tucumán y no con el Golpe de Estado del 76. Esto no significa que el Golpe de Estado no cambie muchas otras cosas. Una dictadura militar no es lo mismo que un gobierno constitucional. Lo que sí cambia es la manera en que el Estado decide resolver su crisis y su problema con las clases populares, y decide resolverlo a través de un genocidio”, dijo. Previo a la llegada de tropas en 1975, en el informe pudieron encontrar la existencia de 55 víctimas en 1974. “La compañía de monte ‘Ramón Rosa Jiménez’ del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) había abierto un frente rural en Tucumán y el Estado había iniciado una serie de operativos antiguerrilleros. Lo que pasa en febrero de 1975 es algo distinto, habían hecho tropelías el año anterior, pero esta vez van, se quedan e instalan campos de concentración”, explicó. Sobrevivir Según el listado elaborado, sobrevivieron el 80% de las personas que pasaron por el Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio “La Escuelita”. Ana Jemio dijo que esos datos sirven para entender la magnitud del genocidio y la figura del sobreviviente: “Nos ayuda a profundizar en esto que decimos que el genocidio no solo es algo que le acontece a quienes han sido víctimas directas de lo que les ha pasado sino que es una manera de transformar a quienes quedan vivos. La ‘Asociación de exdetenidos/as desaparecidos/as’ tiene un escrito que dice ‘¿Por qué sobrevivimos?’ , y ellos mismos piensan qué funcionalidad pensó el aparato represivo para los sobrevivientes. Y entonces decían si ese terror era clandestino, adentro de un lugar secreto, para que produzca terror alguien tenía que enterarse, aunque sea a media voz. Y el que salía de ese lugar y a media voz contaba lo que estaba pasando era la figura del sobreviviente. La figura de la desaparición ha sido la más importante pero transcurridos tantos años de lucha empezamos a pensar otros efectos que ha tenido el genocidio que quizás en su momento no han sido tenidos en cuenta porque se denunciaban situaciones más graves. Y eso lo vemos hoy en las denuncias. Para mucha gente que sobrevivió decía: ‘A mí no me ha pasado nada porque el que no volvió es él, a él le pasó lo grave’. Con el avance de los juicios y la conciencia de la lucha por Memoria, Verdad y Justicia, esas cosas pueden ir saliendo”. La gran mayoría de las víctimas eran

La apropiación de bebés y niñxs por el Terrorismo de Estado fue de las más perversas violaciones a los derechos humanos. Es de las que mayores secuelas psicosociales ha generado en nuestro país y en el mundo. Las mujeres secuestradas que estaban embarazadas fueron sometidas a formas diferenciales de vigilancia, control y violencia sobre sus cuerpos. Cuerpos que estaban atravesando uno de los mayores desafíos de la naturaleza humana. Quizás por la crudeza, tal vez por la escasez de testimonios, poco se habla de las maternidades en cautiverio, pero lo que no se puede esconder es lo que les negaron a esas mujeres y a sus hijxs. Una gestación cuidada, un parto respetado. Cobertura colaborativa con FeminacidaRedacción: Soledad Gori (Feminacida) Una de las más perversas violaciones a los derechos humanos en nuestro país fue la apropiación de niñxs durante la última brutal y genocida dictadura militar. Muchxs de ellxs comenzaron con su martirio meses antes de ser robados, cuando absorbían los restos de esa picana en los pezones de sus madres. Esa tortura que muchas veces antecedía a los partos, los cuales se daban en condiciones infrahumanas. En los Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE) muchas mujeres embarazadas se vieron sometidas a un repertorio diverso y específico de violencia por su condición de género y por ser consideradas “malas madres”. Las “delincuentes subversivas”, señaladas como “madres abandónicas”, suponían para los militares el punto cúlmine de la degeneración de la institución familiar, según el análisis que hacen lxs historiadores Victoria Álvarez y Fabricio Sanchis.Aunque se estima que faltan aún más de 300 nietxs por encontrar, no existe un registro completo de detenidas gestantes en cautiverio. La razón es lógica y por demás esperable. Por la clandestinidad de la militancia, muchas pueden haber estado embarazadas y que éste fuera un hecho desconocido por sus familiares. Otras pueden haber perdido sus embarazos, deseados o no, en manos de sus represores y sus técnicas de tortura. Muchas pueden haber parido atadas de pies y manos, con vendas en los ojos. Lo cierto es que no han sobrevivido para contarlo.Mucho se desconoce, pero lo que es razonable pensar y lo que se ha podido probar gracias al relato de sobrevivientes, es que esos embarazos y esos partos estuvieron lejos, muy lejos, de ser naturales, respetados. Y de eso, mucho no se habla y, menos aún, se pena.El embarazo es un proceso sumamente complejo; un real desafío de la naturaleza. Tal es así que solo 3 de cada 10 concepciones llegan a ser bebés. La reproducción humana es por demás imperfecta, pero a su vez presenta numerosos y complejos mecanismos que permiten que, una vez atravesados los primeros desafíos, las probabilidades de llegar a un embarazo a término sean muy altas. El camino es arduo; todos estos mecanismos deben estar estrictamente regulados.Diversos estudios han demostrado que el estrés y la depresión crónica materna, antes y durante el embarazo, afectan no solo a la salud de la madre sino también a la del feto y aumentan el riesgo de complicaciones gestacionales como, por ejemplo, el parto pre-término.Estas evidencias seguramente eran desconocidas para Estela de Carlotto cuando buscaba a su hija Laura, aunque estaba en lo cierto al tener miedo. El primer pensamiento que la azotó a Estela cuando se enteró que su hija Laura estaba embarazada de seis meses fue imaginar el destino de ese embarazo en condiciones tan terribles. Probablemente pocos lo sepan, pero Laura había perdido dos embarazos antes. Uno de ellos a los seis meses de gestación. ¿Qué podría esperar? Pensaba en la suerte de ese bebé, Guido, gestándose en un campo de concentración.Sin embargo, cuando décadas después encontró a su nieto, puso punto final a sus elucubraciones. No necesitó de evidencias científicas para convencerse del poder de la naturaleza o, en otras palabras, de la fuerza que debió tener su hija para llevar adelante esa gestación hasta el final. Una gestación rodeada de horror. Rosa Roisinblit, además de madre de Patricia, desaparecida embarazada en la última dictadura y abuela de Guillermo, su nieto restituido, era partera. Probablemente por eso fue por lo que le dio a Mariana Eva, también hija de Paty, el mejor regalo: un parto soberano, como el que su hija no pudo tener. Libre, sin cadenas. Sin más soberanía sobre su cuerpo que la suya propia.Un parto soberano, para Carolina Carrillo, científica del CONICET y doula, es un parto respetado, un derecho. En sus propias palabras: “Es un parto en libertad. En la libertad salvaje de parir, sin interrupciones ni interferencias, donde debe apagarse la zona racional del cerebro, el neocórtex. Parir soberanamente es poder elegir, en cada instante, respondiendo al deseo abismal. Ese deseo desconocido desde la propia conciencia pero que arrastra, desde la sabiduría ancestral del cuerpo que solo necesita llegar al borde de la vida (siendo una) para volver siendo dos”. Mariana Eva lo cuenta en su libro Diario de una Princesa Montonera: 110% verdad. “El primer impulso fue retener, hasta que lo dije en voz alta, siento que estoy reteniendo el pujo, ¿puede ser?, y Vendi me sugirió que me dejara atravesar por el dolor, que lo recorriera. El dolor me hacía pensar en Paty y lo dije, dije que no podía dejar de pensar en mi mamá. No aclaré que, en su parto, en su segundo parto, en la ESMA, pero no hizo falta”.De acuerdo con Vendi, la partera, y desde la contracara de lo que vivieron esas mujeres en cautiverio, Carolina dice: “Parir soberanamente es poder llegar hasta ese punto único, pudiendo fluir sin miedo a través de la dimensión del dolor físico que despierta a todas las señales en cascada, todos los neurotransmisores, las hormonas, para atravesar ese proceso y los que siguen. Un proceso mejorado por millones de años de evolución, intenso como ninguna otra experiencia”. Su aporte termina inmejorable: “Un parto soberano es un camino al límite de la propia vida, donde se puede re-vivir la experiencia vital del nacer, donde se puede reparar”. Quizás eso es lo

Julio Ramírez y sus hijos Carlos Alberto y Alejandro Mariano, participaron del cierre de la transmisión en la que se escucharon los alegatos de su querella y de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Desde Suecia, donde viven desde que su padre pudo rescatarlos en 1983 del Hogar de la Iglesia Católica en el que permanecieron durante más de 7 años, aportaron sus voces emocionadas y conmocionantes. Por La Retaguardia/Pulso Noticias El jueves fue un día muy emotivo para quienes participamos del juicio que denominamos “Hogar de Belén”. Al final de la audiencia en la que se escucharon los alegatos de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y de la querella de la familia Ramirez, Julio y sus hijos Carlos y Mariano Ramírez se conectaron con la transmisión de La Retaguardia y Pulso Noticias para expresar su gratitud y alegría de que el mundo haya conocido la terrible historia que protagonizaron tras el asesinato de Vicenta Orrego y la entrega por parte de la Justicia de sus 3 hijos al Hogar Casa de Belén, perteneciente a la Iglesia Católica. Todo indica, habrá justicia 46 años después de que comenzaron los sucesos trágicos en sus vidas. Marzo de 1977. Operativos de 200 efectivos conjuntos en dos casas de militantes. El disparo en la cabeza de su mamá “Chela”, y meses después la llegada al Hogar, donde sufrieron las peores vejaciones que puedan pensarse para niños de 3, 4 y 7 años. El Hogar de Belén fue un centro clandestino para niños y niñas apropiados y allí estuvieron unos 7 años estas tres personas hasta que su padre pudo rescatarlos y llevarlos a su exilio, en Suecia. El jueves, 46 años después, festejaron desde ese país con el dolor que aún representan sus recuerdos y ausencias. Desde allí 2 de de los hermanos y el padre charlaron con nuestros medios. Mirá el conmovedor encuentro.

Esas dos preguntas le realizó Victoria Donda Pérez a su tío Adolfo Donda Tigel, el genocida que está imputado por su participación en la apropiación de su sobrina. El testimonio de Victoria fue duro, conmovedor y de fuerte contenido político. Su relación con el apropiador Juan Azic, con su hermana de sangre y su hermana de crianza, también apropiada por el prefecto ya condenado por este caso. Las respuestas del acusado. Redacción: Camila Cataneo/Fernando TebeleEdición: Pedro Ramírez OteroFotos: Capturas de la transmisión en vivo de La Retaguardia Victoria Analía Donda Pérez nació en la maternidad clandestina de la ESMA durante el cautiverio de su mamá, María Hilda Pérez de Donda, quien continúa desaparecida. La beba fue apropiada por el prefecto Juan Antonio Azic, quien ya fuera condenado por el hecho en 2012, en el marco del juicio por el Plan sistemático de apropiación de niños y niñas durante la última dictadura cívico-militar-eclesiástica. En 2004 Victoria recuperó su identidad. El pasado lunes, Victoria declaró en el juicio donde se analiza la responsabilidad de Adolfo Donda Tigel, su tío, condenado por haber sido parte del grupo de tareas 3.3.2 de la ESMA. “Victoria Analia Donda Perez es el nombre que elegí tener después del 8 de octubre del 2004, cuando me dieron el resultado de ADN y me enteré que mi mamá estaba en la ESMA a punto de parir y ahí me puso Victoria. Analía es mi segundo nombre que me pusieron mis apropiadores”, explicó al comienzo de su testimonio. Mientras movía con sus manos un abanico cerrado, empezó a describir cómo eran sus padres. “Mi mamá se llamaba Hilda Pérez y tenía 23 años. Le decían Cori y era militante de la JP (Juventud Peronista) de la zona Oeste de la Provincia de Buenos Aires. Ingresó a la organización Montoneros y tenía otra hija, mi hermana Daniela. Era una joven solidaria”, expresó. Y continuó: “Mi padre se llama José María Donda, tenía 21 años, era alto y flaco, le decían Pato o Gabo (…) Él fumaba y le gustaba andar en bicicleta. Sabía escuchar, así lo recuerdan todos”. Tanto Hilda como José María fueron secuestrados. “Primero se llevaron a mi mamá en marzo de 1977 cuando estaba embarazada de mí de cinco meses. La subieron a una camioneta. Ella logró escapar, corrió por la calle y se le rompió un zapato, ahí la agarraron. El zapato quedó tirado en el piso”, dijo. En ese momento el papá de Victoria mantenía contacto con sus abuelas y buscaba a Hilda. Al desaparecer Jose María, Daniela quedó a cargo de su abuela materna, Leontina. Victoria contó que en una carta que su padre le escribió a Leontina, y que leería en el cierre de la testimonial, hablaba de su mamá y del embarazo, también pedía que las busquen y las críen juntas. Victoría mencionó una parte de la carta: “Vayan a buscar a Donda, su hermano, que creía que tenía la humanidad para buscarme”. Su relato continuó y se refirió a dónde pasó el cautiverio su mamá. “Se que la llevaron a la tercera de Castelar, ahí funciona una comisaría actualmente. Las políticas de memoria que se llevan a cabo desde el 2004 hicieron que ahora sea considerado un Sitio de la Memoria”, contó la actual funcionaria del Gobierno provincial. “Pude ir a las celdas donde estuvieron los desaparecidos”, recordó Victoria, y manifestó que pudo hablar con una importante cantidad de sobrevivientes que estuvieron con su madre. “Me contaron que mi mamá pedía una escoba para limpiar la celda (…) Mi mamá se la pasaba haciendo chistes, pero un día la llevaron arriba, a la sala de torturas. Todos creen que ahí vio a mi papá, y estuvo un día o dos días sin hablar. Luego se la llevan a ESMA”, dijo. Por otro lado, contó que un compañero de su papá vio a José María sentado en un banco de la plaza de Castelar. Estaba todo golpeado. Victoria cree que estaba ahí para que sus compañeros se acercaran y así los atrapaban. “Era una cacería”, agregó. El aporte de quienes sobrevivieron Luego comentó cómo fue la charla que tuvo con Lydia Vieyra, quien asistió el parto y ya dio testimonio en el juicio. “Cuando empezó con el trabajo de parto, pidió que una compañera la ayudara, la llevaron a la ‘salita de embarazadas’. Sé que fue por parto natural y que nací sobre una mesa de madera”, dijo. Victoria contó que a su madre le habían puesto suero. En el momento que nació, entró el médico militar que asistía los partos, José Luis Magnacco, y cuando se fue Hilda se sacó el suero y corrió a buscar a Victoria para abrazarla. También agregó que Sara Solarz de Osatinsky le contó que su mamá tenía un familiar que participaba en los grupos de tarea de la ESMA, por eso dejaban que camine por el pasillo con los grilletes y orinaba en un balde. También le daban dos mandarinas y una se la guardaba para dársela a una compañera que estaba muy golpeada. “Puedo hablar con casi todos los sobrevivientes que estuvieron con mi mamá. Gracias a ellos pude reconstruir el recuerdo de mi mamá que no pude conocer”, manifestó Donda. En otro pasaje de su conmovedor testimonio, dijo que su abuela paterna se encontró con el papá de Victoria: “Mi abuela iba adonde papá los citara, pero le decía que no le dijera a nadie, ni a Adolfo ni a nadie”. Su otra abuela, Leontina le contó que fue a ver a Adolfo Donda para decirle que la ayude a buscarlos para saber dónde estaban los padres de Victoria y él respondió que “ellos sabían lo que podía pasarles y que él quiso ayudarlos para que se vayan y que ellos decidieron quedarse sabiendo lo que les podía pasar”. El exilio de la abuela Leontina y la relación de Donda Tigel con Yabrán “Cuando se sancionan las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, ellas se van a vivir a Canadá porque

La defensa de Adolfo Donda Tigel pidió enfrentar al imputado con la sobreviviente Alicia Ruzkowski. Fue en el juicio por la apropiación de Victoria Donda. ¿Cómo terminó el insólito intento? Redacción: Fernando Tebele/Camila CataneoEdición: Pedro Ramírez OteroFotos: Transmisión de La Retaguardia En la octava jornada del juicio que investiga la participación del genocida Adolfo Donda Tigel en el secuestro de su sobrina Victoria Donda, el defensor Guillermo Jesús Fanego interrumpió el testimonio de la sobreviviente Alicia Ruszkowski para solicitar que su defendido fuera indagado para luego someter a la víctima a un careo entre ambos. Luego de un cuarto intermedio, el Tribunal Oral Federal (TOF) N°2 compuesto por los jueces Ricardo Basílico, Daniel Obligado y Gabriela López Iñiguez desechó la pretensión. “No observamos contradicciones en la testigo”, aseguraron. De todas maneras, Donda Tiguel tomó la palabra e intentó generar confusión aduciendo que Ruszkowski dijo “que yo maté a mi hermano y a mi cuñada”. Pero ella no había dicho eso hoy. “Me dijo que su hermano que era ‘monto’ (montonero) y que su cuñada fue llevada a la ESMA y trasladada. Esas fueron las palabras que él me dijo”, había asegurado Ruszkowski acerca de lo que Donda Tigel le comentó. “Yo la he visto, pero no sé por qué fue detenida y traída a la ESMA y tampoco de quien dependía. Estaba en un lugar especial, junto con otra señora que se llama Testa (Ana, quien declarará próximamente) y estaba cercano a un lugar que yo visitaba todos los días porque era parte de mi trabajo”, intentó responderle luego Donda Tigel. Al finalizar la audiencia, en diálogo con La Retaguardia, Ruszkowski aseveró: “Ese lugar especial que él dice era el sótano de la ESMA. Ahí estábamos con Testa”. Durante su ampliación de indagatoria, el acusado primero dijo: “Nunca hablé con Alicia Ruszkowski”. Pero minutos más tarde se contradijo: “He hablado con ella en una oportunidad”. Victoria Donda nació clandestinamente en la ESMA durante el cautiverio de Hilda “Cori” Pérez. Fue entregada al prefecto Juan Antonio Azic quien la crio con su identidad cambiada hasta 2004, cuando Victoria certificó su verdadera identidad tras el cruce de ADN. Tanto Cori como su esposo (hermano del acusado), permanecen desaparecidos. Donda Tigel asegura que no sabe quién los secuestró y desapareció, y asegura que él también quiere saberlo. Hoy estuvo a punto de decir que era familiar de desaparecidos, pero se cuidó de no hacerlo: sonaría algo extraño en boca de un condenado por crímenes de lesa humanidad. “Me horrorizó lo que dijo sobre su hermano y su cuñada” Antes de Ruszkowski declaró Adriana Marcus. La sobreviviente también aportó un diálogo con Donda Tigel. En esa conversación el represor le dijo que “él tenía un hermano y su cuñada que eran terroristas y subversivos” como ella. Adriana manifestó que en aquel momento sabía que la pareja tenía una hija y que estaba al cuidado de su tío (Donda). “Muchos años después me enteré de que existía otra niña que había nacido en la ESMA. Y que había sido entregada a personal también del campo de concentración”, expresó Adriana. Respecto a esa charla que tuvieron, Adriana la catalogó como de alto “dramatismo”. Y agregó: “No era una conversación anecdótica, pero fue como de la nada. No había un contexto que invitara a hablar de ese tema. De repente me contó eso y me sorprendió. Bueno, evidentemente sí me horrorizó. Quien pudiera hablar así de su hermano y de su cuñada. Y también me horrorizó el hecho de que dijera que estaba criando a su sobrina”. Donda Tigel crió a Daniela, la hija mayor de su cuñada Hilda y su hermano, José María Laureano Donda. Emanuel Lovelli, abogado de la querella de Abuelas de Plaza de Mayo, anunció al cierre de la audiencia que Victoria Donda “está dispuesta para declarar” el próximo 13 de marzo.

Luis Facundo Guerra, hijo del referente del Partido Comunista Revolucionario (PCR) Manuel Guerra, declaró por primera vez en el juicio por crímenes de lesa humanidad del Circuito ABO. Su opinión después del cruce con el juez Jorge Gorini. La presentación de los primeros Hábeas corpus y el hallazgo de una matriz de impresión en las excavaciones de El Atlético. Redacción: Camila Cataneo (La Retaguardia)/Alejandro Volkind (Radio Presente)Edición: Fernando Tebele (La Retaguardia)Foto de portada: Transmisión conjunta de Radio Presente y La Retaguardia Manuel Guerra desapareció el 1 de noviembre de 1977. Ese día fue interceptado por hombres vestidos de civil en un bar de la Ciudad de Buenos Aires. Tiempo después se supo que estuvo en “El Atlético” cuando Teresita, su esposa, logró contactarse con el sobreviviente Humberto Amaya. Guerra fue el primer secretario de la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR), participó del Cordobazo y fue responsable de la comisión juvenil del SMATA Córdoba, que lideraba René Salamanca. Declarar después de 45 años En diferentes audiencias se dieron detalles de cómo fue su secuestro y el rol que cumplía en el partido. En esas instancias declararon: su esposa, Teresita Castrillejo; y Rosa Nassif, compañera de militancia de Guerra. También el sobreviviente Humberto Amaya y el testigo del secuestro, Federico Westerkamp, quienes lograron aportar datos clave acerca sobre lo qué sucedió. Pero esta audiencia era muy esperada. Su hijo logró declarar luego de 45 años. Allí dio detalles de cómo fueron los primeros años y cómo continuó la lucha de la familia y sus conocidos por saber qué pasó.En medio de su declaración, el presidente del TOF N°2, Jorge Gorini, le pidió que se limitara a responder sobre el “objeto procesal” para “optimizar su testimonio”. Guerra estaba pidiendo que se investigaran los Vuelos de la Muerte que hubieran podido darse en el contexto de este circuito; también solicitó que se abrieran los archivos “Le voy a pedir unos minutos más, nosotros esperamos 45 años para declarar”, le contestó Luis Facundo. El juez Gorini intentó bajarle el tono a la discusión: “Tal vez me expliqué mal, señor. No es que esté cercenando la palabra y entendemos perfectamente las circunstancias que usted relata, pero en todas las líneas de investigación que usted propone, en realidad están en curso”. Rehacer la historia Luis tenía 11 años cuando desapareció su papá. Mencionó en la audiencia que no tiene registro de ese momento pero que gracias a lo que le fue contando su mamá pudo armar su historia. Desde el primer día de la desaparición, su madre se puso al hombro la búsqueda y el pedido de justicia. Mientras tanto, Luis pasó el primer año con la familia materna, que vivía en Mendoza. Teresita se había contactado con Madres y ahí armaron la organización en Mendoza. “Recuerdo reuniones en iglesias, donde se intentaba presentar los Hábeas corpus, o solicitadas en los diarios”, declaró Luis y siguió: “En 2003, con la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, comienzan las causas. En 2006 volvimos a presentarnos en la Justicia con mi madre. Lamentablemente eso no avanzó y hubo un cambio a partir del hallazgo del cliché. Es un juicio importante, nos hubiese gustado que sea presencial, verle la cara a los represores”. El hallazgo de la matriz de impresión de un periódico del Partido Comunista Revolucionario en una de las excavaciones en lo que fue el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio El Atlético terminó de cerrar el círculo. Ese cliché estaba en poder de Guerra. Luis manifestó que “es importante que se investigue el caso con situaciones que pasaron en Córdoba, quiero decir que, actuaron servicios de inteligencia de distintas provincias. También que se investigue al dueño del Taunus. Nosotros pedimos que se investigue su legajo”. Acerca de la presentación de los Hábeas Corpus que presentaron durante la dictadura, Luis contó que lo hacían en lo que antes era la Secretaria N°6. Además contó que al día siguiente del secuestro, en el mismo juzgado, la madre presentó un Hábeas corpus y expresó que “ese juzgado fue cómplice. En esas primeras horas, impidió y trabó la investigación”. Al finalizar pidió que se avance en la investigación de las triangulaciones que hacía el Ejército y la Prefectura, respecto al destino que se le daban a los desaparecidos con los Vuelos de la Muerte. “Seguimos solicitando la apertura de los archivos, donde dice quienes dieron la orden, quienes la ejecutaron, donde está el destino final”, manifestó con gran contundencia. La lucha por saber la verdad Luego de su declaración en la audiencia, Guerra pasó por la transmisión conjunta de La Retaguardia y Radio Presente. Allí se refirió a lo duro que fue que el caso de su padre recién se tomara en este juicio, que es el quinto que se realiza por Circuito ABO. “Hace mucho que venimos peleando este juicio. Era difícil efectivamente. Era una locura que uno tuviera tantas pruebas y que no lograra entrar a una causa que está conformada. Teníamos la prueba de que lo habían visto en El Atlético, del cliché, y teníamos el dato de cómo lo habían secuestrado. Había un conjunto de elementos, que por ahí comparándolo con otras desapariciones, parecía una montaña de datos y sin embargo, siempre el sabor agridulce de los juicios parecía que no era suficiente”, expresó. También hizo hincapié en la lucha que llevaron adelante para llegar al juicio. “Haber llegado después de todo este tiempo de la lucha con Habeas corpus de mi mamá, de haber tenido que soportar esas leyes de impunidad, de haber vuelto a los juicios después del nuevo milenio y llegar, es primero una sensación de no sé si es de reparación. Siempre hay discusión con esta palabra, pero es una sensación de haber logrado una pelea de tanto tiempo y tiene un grado de conquista que definitivamente los represores que hayan actuado vayan a la cárcel y sean condenados”, señaló. También se refirió a la realización de este juicio de manera totalmente virtual: “Después está el otro aspecto

La sobreviviente de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) dio testimonio en el juicio en el que se investiga la responsabilidad de Adolfo Donda Tigel en la apropiación de su sobrina de sangre, Victoria Donda, ocurrido en el cautiverio de su mamá, Hilda Pérez, en ese centro clandestino.

Lo dijo el documentalista Gustavo Marangoni, quien realizó una investigación sobre el caso de Julio César Schwartz. El pasado miércoles declaró en la 15° audiencia del juicio por crímenes de lesa humanidad del circuito de los ex Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio “Club Atlético”, “Banco” y “Olimpo”. Redacción: Camila Cataneo (La Retaguardia)/Alejandro Volkind (Radio Presente)Edición: Pedro Ramírez Otero (La Retaguardia)Foto de portada: Transmisión conjunta de Radio Presente y La Retaguardia Julio César Schwartz era trabajador del Banco Nación y militaba en el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) “22 de Agosto”. Fue uno de los fundadores de la Cámara de Turismo de El Bolsón. El 1 de abril de 1978 fue secuestrado cuando se estaba mudando a una casa en esa localidad. Un grupo de personas vestidas de civil se identificaron como Policía Federal y lo subieron a un auto. Años más tarde se supo que estuvo en el Centro Clandestino de Detención “El Banco”. En la 15° audiencia del juicio por crímenes de lesa humanidad del circuito de los ex Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio “Club Atlético”, “Banco” y “Olimpo” declaró Gustavo Marangoni, quien manifestó que el documental que realizó “trata de la desaparición de Julio Cesar Schawartz ocurrida en El Bolsón, del silencio de todo un pueblo y el costo de una familia”. El documentalista se refirió a cómo fue la vida de Julio cuando llegó al sur del país. “Ellos en 1975 se van de Buenos Aires por razones de seguridad, luego de que le allanaran la casa. Él trabajaba en el Banco Nacional y cuando se instalaron en Bariloche pidió el traslado”, dijo. Y continuó: “En 1977 llega a El Bolsón, deja su trabajo en el banco y pasa a ser gerente durante un año en un hotel importante de la localidad. Allí vivió junto a su familia”. Gustavo contó: “Después de un año, Julio rompió el acuerdo con los dueños del hotel. Ahí compraron una casa en un barrio llamado ‘Villa Turismo’ en El Bolsón. El día que se estaban mudando, un grupo de personas vestidas de civil se identificaron como Policía Federal, y lo secuestraron. Esa noche, los hijos se fueron a la casa de unos amigos. Hubo un solo testigo de la situación, que ya murió, Jorge Gogna, quien relató lo sucedido”. También informó como la esposa de Julio se enteró de la desaparición. “Fueron a la casa donde estaba Ana, identificándose nuevamente como Policía Federal. Allí le dijeron que se lo llevan a Buenos Aires y que lo busquen ahí”, relató. Gustavo aseguró que “en El Bolsón hubo detenidos ilegales pero aparecieron. Julio fue el único caso de secuestro y desaparecido en la localidad”. En la audiencia se le consultó si hubo otros desaparecidos en las localidades cercanas a El Bolson. Gustavo comentó que no lo tomaron en la película pero que está el caso de Carlos Surraco, quien fue secuestrado el 4 de abril de 1978 en el taller mecánico de Sartor, en Jacobacci. Llegando al final de la audiencia se reprodujeron fragmentos de un cassette que contenían audios de Julio. Esos cassette formaban parte de la familia, quienes tenían la costumbre de grabarse y enviarselos a los padres de Julio y Ana para mantener contacto. Gustavo contó que en una de las grabaciones se escucha una conversación con Eduardo Guasco, quien formaba parte de la sociedad. Allí se escucha los proyectos de turismo que tenían. También recordó que, cuando estaban realizando el documental, le mostró estos audios a la esposa y se conmocionó mucho. A Julio no lo escuchaba desde que fue secuestrado. La próxima audiencia será el miércoles 8 de febrero de manera virtual, como vienen desarrollándose desde el primer día. Podés seguir la transmisión conjunta de La Retaguardia y Radio Presente en el canal de YouTube de La Retaguardia.