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Ley de Etiquetado Frontal


Andrea Graciano, nutricionista y docente de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Escuela de Nutrición de la UBA, pasó por el programa radial Estás Muteadx. Habló acerca del etiquetado frontal de alimentos y el recorrido de lucha para alcanzar una reglamentación que proteja el consumo alimentario en nuestro país. Entrevista: Pedro Ramírez Otero/Luciano MamoneRedacción: Gabriela Suárez LópezEdición: Pedro Ramírez Otero La Ley de Promoción de la Alimentación Saludable, conocida como “Ley de Etiquetado Frontal de Alimentos”, cumplió un año de su aprobación. Tiene como objetivos “garantizar el derecho a la salud y a una alimentación adecuada”, advertir a los consumidores sobre los nutrientes críticos de los productos, como exceso de sodio, azúcares y otros, y concientizar a la población sobre la importancia de una buena nutrición para la prevención de enfermedades asociadas. La nutricionista Andrea Graciano, docente de la Cátedra Libre de Soberanía de la Universidad de Buenos Aires, explicó: “Esta ley se aprobó en octubre del año 21 y se reglamentó en marzo del año pasado. O sea que vamos a estar transitando el primer año de su reglamentación que estableció una implementación gradual hacia la implementación plena que está prevista para fines de este año”. En la reglamentación está esta información que definió los plazos para su ejecución dividiendo en dos grandes etapas que a su vez se subdividen, según se trate de pequeñas y medianas empresas o grandes empresas. “En la primera etapa estaba prevista la posibilidad de pedir prórrogas y lo que hemos visto es que si bien el primer plazo para las grandes empresas se cumplió, en agosto del año pasado muchas empresas y muchos productos solicitaron prórroga. No sabemos cuáles, porque esa información nunca se compartió. Entonces venimos de una etapa un poco compleja por estos plazos y por esa información que nos falta. Aunque a partir de febrero de este año ya las grandes empresas tienen la obligación todas de incluirlos. Y las pequeñas y medianas empresas que no obtuvieron prórroga también, por lo que vamos a empezar a encontrar cada vez más sellos en los productos envasados que se comercializan en nuestro país”, detalló Graciano. Olores, sabores y colores excitan nuestros sentidos en busca de más diversión a la hora de comer. Hoy la comida se consume cada vez menos de la tierra y se adquiere de los supermercados en brillantes paquetes con letras y dibujos. ¿Los nutrientes y vitaminas? Bien, gracias. Cuando los consumidores y consumidoras desean saber realmente qué están comprando, los ingredientes de estos alimentos modernos se nos presentan como un secreto en letras minúsculas al dorso del envase y si es en el pliegue del paquete mejor. La ley vino a exponer a los jugos de frutas sin frutas, las hamburguesas simil “caseras”, y muchos productos más cargados de colorantes, aromatizantes, azúcares, grasas, etcétera. Comida creada para consumir casi sin límite y como resultado del estudio de nuestros cinco sentidos. Respecto a las prórrogas que se le otorgaron a las empresas, la nutricionista aclaró: “Lo que nos complica es la posibilidad de monitorear y fiscalizar cuáles están incumpliendo con la ley. Y esa ha sido una gran dificultad. Y también otra cosa que ha complejizando el monitoreo es que la ley lo que autorizaba era que los productos que habían sido elaborados con anterioridad a la fecha límite podían seguir siendo comercializados. Con lo cual todavía vamos a encontrar una convivencia entre productos que les correspondan cumplir y otros que tienen prórroga. Incluso un mismo producto de una misma marca. Entonces eso puede generar en esta transición una cierta confusión porque la implementación es gradual”. La especialista indicó que lo que define la ley en Argentina son los valores máximos o puntos de corte, que son los que establece la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que es la Oficina para las Américas de la Organización Mundial de la Salud. Respecto a este tema, Andrea Graciano explicó: “Esta era nuestra ley y lo que tienen en cuenta esos valores máximos son precisamente los valores para poder garantizar la salud. La buena noticia es que eso contempla las situaciones de cada persona, no un producto. Si dice exceso es porque ese producto, cuando lo consumimos más allá de quién lo consuma, si es una niña, si son adolescentes, es una persona adulta, más allá de cuánto se consuma, si es una porción pequeña o si es un montón, cualquier cantidad que consumamos de ese producto nos puede generar un desequilibrio en nuestra dieta”. Un paseo por las góndolas del super Si hoy vamos al supermercado nos encontramos con que hay un montón de productos que tienen los sellos de advertencia. Los sellos negros están presentes en bastantes productos. “No en todas las localidades se está viendo la misma cantidad de sellos. Hay ciudades donde se empiezan a ver en mayor cantidad y otras donde todavía no han llegado. La otra es que en nuestro país la lógica de comercialización de los alimentos es mayoritariamente supermercadista. O sea, eso es algo que está bueno poner en tensión y problematizar. La mayor parte de las personas compra sus alimentos en el supermercado y de hecho son muy pocos los supermercados que concentran la mayor cantidad de ventas. Son solamente seis cadenas las que concentran más del 70% de las ventas de productos comestibles y bebibles. Y de hecho, son tres cadenas las que concentran la mitad de las ventas a nivel país”, explicó Graciano. La ley es precisa en cómo debe ser el etiquetado de los productos haciendo especial énfasis en la claridad de la información que debe ser fácil de comprender y de encontrar en el envase. La idea es que los y las consumidoras puedan ejercer su derecho a una alimentación adecuada y, antes de esto, su derecho a la información. En este etiquetado obligatorio, la reglamentación es clara sobre dónde se deben exhibir los sellos, sin embargo algunas empresas tienen dificultades para cumplirlo. “Estamos encontrando que hay algunas irregularidades. Por ejemplo, las compañías que comercializan

La nutricionista Andrea Graciano habló acerca de la implementación de la ley de etiquetado frontal. También remarcó la importancia de que se siga hablando y discutiendo el tema, ya que las empresas buscan estrategias para invisibilizar los octógonos. ¿Cuándo nos encontraremos efectivamente con los sellos negros en los productos de las góndolas? Entrevista: Pedro Ramírez Otero/Fernando TebeleRedacción: Julián BouvierEdición: Fernando Tebele Andrea Graciano es licenciada en nutrición, investigadora y docente de la Universidad de Buenos Aires. En su paso por La Retaguardia habló acerca de la implementación de la ley. De lo que se avanzó hasta ahora y de lo que falta, precisando la fecha en la que la implementación deberá ser plena: “Es lindo recordar cuando salió la ley, pero ahora empezamos a transitar el proceso de la implementación que está previsto recién para el año que viene. Lo complejo de este momento es que estamos en transición. Y hay distintas situaciones que conviven en simultáneo. Por un lado, tenemos la ley que entró en vigencia a partir del 20 de agosto y ya es obligatoria”, señaló, y profundizó en este punto: “La obligatoriedad implica que los productos empiecen a ser envasados con los octágonos, pero no es obligatorio el retiro de stock, o sea que todos los productos que fueron elaborados hasta el 19 de agosto pueden seguir siendo comercializados. Y entre que el producto se elabora y llega al punto de venta, pueden pasar varias semanas o meses. Depende de la distribución, de la capacidad de producción y de stock que tienen las empresas y los puntos de venta”, entonces eso redundara en que “puedan pasar muchos meses hasta que efectivamente los octágonos sean más masivos”.  Graciano también recordó la diferenciación que la ley hace en el caso de las PyME. “Para las pequeñas y medianas empresas, la obligatoriedad recién comienza a partir de febrero del año próximo. Y está previsto que este tipo de empresas puedan solicitar prórroga hasta el mes anterior, con lo que los plazos se seguirán prolongando.  Lo que estamos viviendo es una transición hasta la implementación plena que va a ser a partir del 20 de noviembre del año próximo. A partir de esa fecha, todas las normativas que están contenidas en la ley, tienen que estar vigentes y cumpliéndose”, enfatizó.  Para la nutricionista quedan algunas cosas por conocer: “Hablamos del etiquetado, aunque la ley contiene múltiples regulaciones, que vienen avanzando gradualmente, pero de muchas todavía no tenemos precisiones. Por ejemplo, de qué manera se van a instrumentar los artículos que tienen que ver con la protección de los entornos escolares”, diferenció.  Además comentó su visión sobre la ley que se logró generar en la Argentina, y la velocidad con la que viene avanzando, comparándola con otras de la región. “La ley es muy buena, es una ley modelo a nivel regional y mundial, sobre todo porque es integral. Contiene gran parte de las regulaciones que las agencias de Naciones Unidas vienen recomendando a los Estados”. Además sugirió otras medidas en el mismo sentido: “Hay muchas otras cosas que estaría bueno que se hagan, como el impuesto a las bebidas azucaradas, o impuesto a los productos que contengan sellos de advertencia. Siempre se necesitan normativas reglamentarias para una protección integral de los derechos”.  Acerca de los tiempos de la aplicación, comparó con la situación regional: “Aunque nos parezca que es muy lento todo, venimos avanzando con mayor velocidad que lo que ha sucedido en la mayoría de los países de la región. Por ejemplo, en Chile, la ley se aprobó en 2012 y la reglamentación recién estuvo en 2015. La ley entró en vigencia en 2016, pero con plazos para la implementación de 4 años. O sea que la implementación plena de la ley duró más de 4 años. En cambio en Argentina, tuvimos una aprobación de la ley en 2021, una reglamentación que se hizo dentro del plazo previsto, que son los noventa días hábiles posteriores, tal como establecía la ley y un proceso de implementación gradual, pero previsto para dos años. Así que estamos dentro de lo que dice la ley. El tema es monitorear todo lo que pase ahora, y cómo hacerlo”, advirtió. La docente, integrante de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la UBA, habló acerca de las estrategias que buscan las empresas para hacer oídos sordos a las exigencias de la ley. También marcó la falta de vías institucionales para denunciar estos incumplimientos de las empresas. “Hay regulaciones que tienen que ver con la prohibición de la publicidad, promoción y patrocinio, que no sabíamos cómo se iban a instrumentar, pero ya tenemos la disposición 6.294 de ANMAT, que se publicó el 30 de agosto y que dice que ese día entra en vigencia, y que se va a ir cumpliendo a medida de que salgan los octágonos. Por ejemplo, la empresa Coca Cola hoy estaba en el barrio de Once, entregando productos gratuitos. Y eso está prohibido, porque la ley establece que las actividades de promoción y entrega a título gratuito ya no se pueden ejercer. Y es una actividad que utilizan las empresas habitualmente para promover las ventas de sus productos. Coca Cola es una de las empresas que ya tienen los octágonos en sus empaques, y eso implica que no pueden estar haciendo promoción gratuita de sus productos, y de todos modos lo hacen. Y no sabemos dónde se denuncia esto. Eso es un incumplimiento de la ley”, dijo.  Por último, Graciano comentó las diferencias de los octágonos y los rectángulos y habló de dónde deberían estar colocados para que las personas que compren estos productos, puedan estar eligiendo realmente cómo alimentarse y alimentar a sus hijos e hijas: “La ley prevé la implementación obligatoria de sellos de advertencia, que pueden tener dos formas: una octogonal o rectangular. La forma octogonal aplica a los nutrientes críticos (por ejemplo, grasas totales, grasas saturadas, sodio, azúcares), y la rectangular es para los productos que tienen edulcorantes o cafeínas. Si dice cafeínas, tiene que explicitar ‘evitar

Lo dijo Belén Silva, abogada especializada en derecho ambiental y soberanía alimentaria, en diálogo con el programa radial A mí no me importa. Allí se refirió al puesto que ocupa Argentina en el ranking publicado por Carbon Brief de contribución al calentamiento global. También habló del papel que juega la agroecología en las crisis económicas y de la importancia de la sanción de la ley de Etiquetado Frontal. (Por La Retaguardia) 🎤 Entrevista: Pedro Ramírez Otero/Agustina Sandoval Lerner ✍️ Redacción: Agustina Sandoval Lerner 💻 Edición: Pedro Ramírez Otero 📷 Foto de portada: Archivo Natalia Bernades/La Retaguardia Carbon Brief, organización británica especializada en ciencia y política del cambio climático, publicó un informe donde determina la contribución de cada país al calentamiento global. Allí se analizan las emisiones de gases de efecto invernadero por utilización de combustibles fósiles y cuál es el impacto de la deforestación en el calentamiento global. Argentina se encuentra en el puesto 14 de emisiones por quema de combustibles fósiles y en el puesto seis respecto de tierra cultivada, con 39 millones de hectáreas. Según un informe del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el país está entre los diez países con mayor pérdida de bosques nativos en el período que va del 2000 al 2015. Consultada acerca de esta problemática, Belen Silva, abogada especialista en derecho ambiental y soberanía alimentaria, dijo: “Capaz que quienes son más jóvenes están habituados a que esto sea así. Pero esta forma de producir no siempre fue así, desde que la soja transgénica hizo su ingreso en Argentina hasta hace unos años, la forma de producir cambió. Antes teníamos más variedad, había matrices productivas diferentes, más diversidad. La agroecología propone la diversidad también, generar esa riqueza en los pueblos, pero también generar esa riqueza para quien produce. Porque hablar de la forma en que se produce actualmente, también involucra a los seres humanos, ya sea a quienes laburan en la tierra, a quienes dan su fuerza laboral para estar ahí, generando esas ganancias que se concentran en muy pocos bolsillos. Pero también para quienes viven en las cercanías de esas actividades productivas y tienen que padecer las consecuencias del actual modelo de producción, que es un modelo de concentración de riquezas en muy pocas manos y con un alto uso de paquetes tecnológicos, lo que conocemos como agrotóxicos. Entonces toda esa cadena empieza a generar impactos. Y esto de que somos el sexto país de mayor superficie cultivada, también somos el país que mayor cantidad de agrotóxicos aplica. Entonces, esto genera un impacto a nivel tierra, pero también a nivel de los cuerpos”. Y continuó: “Hay un concepto que es el de externalidades, que es el verdadero costo de lo que se está produciendo hoy en día, por ejemplo, en actividades extractivistas. Estas actividades que, cual vampiro, chupan y dejan secos los territorios y dejan secas las matrices productivas. Es complejo comenzar a discutir esto, pero es necesario también para empezar a darle soluciones a esos conflictos. Porque tal vez pensamos que no hay chance de salir, que el agronegocio está instalado y que es un monstruo enorme. Pero también hay pequeñas victorias como la ley de etiquetado frontal en el Congreso, que también está estrechamente vinculada a una forma de producir los alimentos. Entonces, esa manera de vincularnos con los alimentos, de vincularnos con el ambiente, está generando impactos. Por ejemplo, en el área a lo que compete a la ley de etiquetado frontal, en la salud de los cuerpos. ¿Y esto por qué pasa? Porque estamos inmersos en ambientes donde hay un grado de contaminación en diferentes ámbitos hacia la ruralidad, pero también en lo urbano, porque a veces cuando se habla de los agrotóxicos se piensa que el problema es del campo. Y no, porque acá en la ciudad consumimos esos alimentos y también generan impacto en nuestras vidas. Es una charla re incómoda hablar del modelo de producción, del uso de agrotóxicos, pero es necesaria porque está generando muchas consecuencias, pero también hay alternativas y ahí es cuando entra la agroecología y nos trae un poco de aire”. —¿Crees que existe una mayor circulación de información en la juventud sobre este tema, que hay una mayor concientización? —Sí. Para mí lo que está sucediendo ahora, el tema juventud y temas ambientales es como una tormenta perfecta, como una conjunción de eventos que están desencadenando en algo bueno. La crisis ambiental está avanzando, está generando esto que estamos diciendo. Las juventudes lo están notando y las redes sociales bien utilizadas también son un factor de cambio. Entonces, antes para acceder a la información había que ir al territorio, que sigue siendo una práctica muy necesaria conocer los territorios, pero hoy en día las redes nos permiten sociabilizar la información. Entonces creo que estamos atravesando un momento muy tenso pero a la vez muy esperanzador respecto de quienes están activando. Jóvenes que están siendo protagonistas de este nuevo ambientalismo, que a mí me gusta hablar mucho de ambientalismo popular, con conciencia de clase, de entender que cada uno o cada una aporta desde el lugar donde está. Estas movilizaciones de cuestionar el modo en que se está produciendo, en que se consume, también es la idea de generar un cambio. No quejándonos en casa, no haciendo actos aislados. Porque durante mucho tiempo también la responsabilidad de salvarnos de la crisis ambiental se puso en que usemos menos el auto, que usemos menos ropa nueva. Es una de las tantas acciones. Es necesario y yo soy una gran militante de que migremos hacia la economía circular respecto de la ropa, una industria tan contaminante, pero también tenemos que pedirle a quienes están en los puestos de decisión. Y ahí es cuando tenemos que salir a las calles. —Los gobiernos siguen haciendo crecer el agronegocio, van en contramano del pedido de la gente y ofrecen falsas soluciones, ¿no? —Sí, y todo esto que estamos hablando tenemos que ubicarlo a nivel geopolítico. Latinoamérica tiene una vasta cantidad de recursos naturales o, como