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Marcelo García Berro


Se trata de Horacio Conditi, imputado en el juicio por los Vuelos de la Muerte de Campo de Mayo. Pidió ser apartado porque “sus facultades mentales no se encuentran dentro de la normalidad psicojurídica”. La respuesta del fiscal Marcelo García Berro y del abogado querellante Pablo Llonto. Conditi y cuenta nueva es la insistencia de las defensas. Además, un abogado de genocidas se opone al feriado de carnaval por considerarlo una “fiesta pagana”. Se espera la respuesta del Tribunal en una instancia donde ya debería haber comenzado la etapa de alegatos. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)  ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe 💻 Edición: Diego Adur El 5 de octubre de 2020, Horacio Alberto Conditi, ex subordinado del genocida Santiago Omar Riveros en Campo de Mayo, siguió el comienzo del juicio desde su casa. De elegante musculosa roja, no paraba de hablar con alguien que estaba en la misma habitación pero fuera de pantalla. Ajeno a lo que ocurría, dos veces salió del cuarto. El abogado querellante Pablo Llonto se lo hizo notar al presidente del tribunal, Walter Venditti, quien pidió a los imputados que en la lectura de los requerimientos “estén conectados siempre en todo momento”.  Se había ausentado para cambiarse la musculosa por una remera y colocarse un reloj pulsera. En realidad, no sabemos lo que hizo, pero al menos esas acciones se notaron. Después del llamado de atención no volvió a salir del cuarto. Inquieto, transitó el comienzo de la audiencia apoyando su mano en la frente o la pera, rascándose el cuello o las orejas, murmurando o de brazos cruzados. Llegado su turno, no quiso declarar. Solo dijo que se retiró del Ejército y se dedicó a la docencia; aparentemente era profesor de Educación Física.  El juicio por los Vuelos de la Muerte de Campo de Mayo fue transcurriendo y este 21 de febrero se realizó una audiencia para analizar la presentación realizada por el  defensor oficial, Sergio Moreno, con el objetivo de apartar del proceso a su pupilo Horacio Alberto Conditi, de 83 años.  Informe unilateral “Al momento del examen, Horacio Alberto Conditi, presenta síntomas y signos de alteración  psicopatológicas que configuran un déficit cognitivo, por lo tanto, desde el punto de vista médico legal, sus facultades mentales no se encuentran dentro de la normalidad psicojurídica”, son las conclusiones del informe con fecha 15 de febrero de 2022, elaborado por el doctor Maximiliano Luna  del Cuerpo Médico Forense. El presidente del Tribunal adelantó que “a priori” esa situación impide el comienzo de la etapa de alegatos.    El fiscal García Berro fue tajante: “LLa evaluación practicada sobre el imputado Conditi es pobre”. Y agregó que la entrevista tuvo la “clara desventaja” de haber sido realizada por videoconferencia, sin consultar la historia clínica del evaluado. “Entendemos que debería solicitarse una evaluación neurocognitiva para estudiar el funcionamiento cerebral”, solicitó García Berro. “Deberían evaluarse las causas, permanentes o transitorias, de dicho estado, ya que las mismas podrían ser médicas, neurológicas o psicológicas, para llegar al señalado disfuncionamiento mencionado en el informe médico, lo cual daría una perspectiva diferente con consecuencias diversas”, fueron algunas de las medidas solicitadas por la fiscalía, al tiempo que notó una rareza: “se contó con el consentimiento del evaluado para el examen y luego se dice que no comprende la situación”. Será necesario la realización de una junta médica para ampliar el informe, concluyó García Berro.  Llonto pidió además se le realice un “test sobre simulación”, ya que en una gran cantidad de casos de delitos de Lesa Humanidad en todo el país se “han encontrado características de simulación que han terminado por dar vuelta estos dictámenes unilaterales”. La defensa “Nosotros entendemos, y así lo hemos hecho saber al tribunal, que resulta suficiente el informe, eso en base a las propias palabras de la Corte Suprema de Justicia de la Nación”, dijo el defensor oficial de Conditi, Sergio Moreno, señalando que fue avalado por el Cuerpo Médico Forense. “Esta defensa va a insistir con que el informe sobre Conditi es suficiente”. Además puso el foco en la edad de los otros imputados que defiende, Santiago Riveros y Luis del Valle Arce, de 98 y 92 años, respectivamente. Adelantó que aceptaría una junta médica que analice a Conditi, pero que en tal caso, si no fuera separado del juicio, también la pediría para sus otros pupilos.  El abogado defensor de genocidas, Eduardo San Emeterio, aprovechó la oportunidad para quejarse de los informes realizados por el Centro Dr. Fernando Ulloa, que asiste psicológicamente a las víctimas de  delitos de lesa humanidad y a sus familiares. Antes de que finalizara la audiencia, solicitó al Tribunal que el próximo lunes 28 de febrero -28 de marzo, dijo San Emeterio, confundido- se celebre audiencia a pesar del feriado por carnaval. “Es una fiesta totalmente pagana”, se justificó el defensor de genocidas. La supresión del feriado de carnaval sería otro punto en común entre el defensor y la última dictadura.   Siguiendo esa línea de razonamiento, se quejó de la extensa duración del debate: “El tiempo que fluye, que se nos está escapando”, argumentó para pedir ese día de audiencia. Entre esas otras simulaciones también transcurre este juicio que tiene más de cuarenta años de demora.   Se esperan ahora presentaciones por escrito y la definición del Tribunal, en ambas cuestiones.  *Este diario del juicio por los Vuelos de la Muerte de Campo de Mayo, es una herramienta de difusión llevada adelante por  La Retaguardia,  medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores/as independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://laretaguardia.com.ar/

La defensa convocó como testigos a militares que fueron pilotos de aviones en Campo de Mayo y podrían quedar imputados en un segundo tramo de esta causa por los Vuelos de la Muerte. Incluso uno de ellos está en juicio actualmente en Neuquén por pilotear vuelos de traslados de prisioneros hasta Bahía Blanca. Las partes acusatorias no formularon preguntas. La opinión del abogado querellante Pablo Llonto. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)  ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe 💻 Edición: Diego Adur 📺 Cobertura del juicio: Fernando Tebele/Diego Adur 📷 Fotos: Capturas Transmisión La Retaguardia El Coronel retirado Juan Carlos De Marco fue el primero de los testigos en declarar, convocado por da defensa. El abogado de genocidas Eduardo San Emeterio llevó adelante la rueda de preguntas. Luego continuaron los otros abogados defensores, hasta que llegó el turno del Ministerio Público Fiscal, en la voz del fiscal Marcelo García Berro.  —Particularmente me interesa dejar constancia de algo, concretamente. De Marco, ¿usted prestó funciones durante el ‘76 y ‘77 en el Batallón de Aviación del Ejército? —quiso corroborar el fiscal.   —Sí, estuve hasta el ‘82 en Aviación del Ejército —contestó De Marco.   —De tal forma y para que quede debida constancia y sin perjuicio del contenido de la declaración del Coronel De Marco, teniendo en cuenta que el testigo dijo haber estado y volado aviones Twin Otter y (Fiat) G-222 durante el periodo que acaba de mencionar, a los fines de no violar el derecho de no autoincriminarse, proclamado a través del artículo 18 de la Constitución Nacional, esta fiscalía no va a hacer ningún tipo de preguntas —fue el cierre de García Berro, y las otras partes acusatorias siguieron esa misma línea.  Cuando llegó el turno del testimonio del Teniente Coronel Juan José Capella y de Carlos Martínez Junor, ocurrió lo mismo que con De Marco: sin preguntas de las partes acusadoras por tratarse de pilotos de los aviones señalados como algunas de las máquinas que llevaron a cabo los Vuelos de la Muerte desde Campo de Mayo durante el periodo que se juzga en este juicio.   Aunque con algunas salvedades, Capella estuvo en Campo de Mayo desde enero de 1978 y venía de Bahía Blanca. Actualmente está siendo juzgando por los crímenes de Lesa Humanidad cometidos en el ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio La Escuelita de Neuquén. “Para el piloto aviador del Ejército Juan José Capella, la fiscalía solicitó la pena de 25 años de prisión por considerarlo penalmente responsable como partícipe necesario de los delitos de privación ilegal de la libertad doblemente agravada por el empleo de violencia y su prolongación en el tiempo en cinco casos; por privación ilegal de la libertad agravada y por aplicación de tormentos en quince oportunidades; y por el abuso sexual cometido en cinco casos (tres con acceso carnal y dos simples)”, informaron desde el sitio Fiscales.  Según se pudo reconstruir en el juicio Escuelita VII, Capella participó en el traslado de veinte víctimas, de las cuales ocho continúan desaparecidas. Fueron tres viajes desde Neuquén a Bahía Blanca, tripulando un Twin Otter matrícula AE-106 junto al mecánico del Ejército, Antonio Florentino Colombo, en “Comisión de servicio aéreo”, como figura en sus legajos.   Martínez Junor fue piloto en Campo de Mayo durante 1976 y “hasta julio o agosto de 1977”, cuando se fue del Ejército para dedicarse a vuelos civiles, según explicó. Pidió que el defensor Eduardo San Emeterio no lo llame Capitán porque se dio de baja del Ejército Argentino. Declaró como testigo en el juicio en el que está imputado Capella, Escuelita VII. En esa oportunidad dijo no saber sobre la existencia de los Vuelos de la Muerte en Campo de Mayo.  De Marco, Martínez Junor y el imputado en esta causa Delsis Malacalza fueron tres de los pilotos que integraron la comisión que viajó a Italia para realizar un curso teórico de vuelo y retirar los primeros aviones Aeritalia Fiat G-222. Con ellos viajó un grupo de mecánicos.  Un diálogo poco inocente Delsis “Malacalza era piloto de avión y desempeñaba las funciones de un segundo jefe” en el Batallón, aseguró el piloto De Marco al abogado San Emeterio, quien le repreguntó por las actividades principales del acusado: ¿piloteaba comúnmente? —Volaba comisiones como cualquier oficial, pero menos porque era el segundo jefe, tiene que colaborar con el Jefe del Batallón, con el Jefe de Unidad. Cuando había algún vuelo, y que él podía porque también volaba el Jet, se iba en comisión. No era normal, pero hacía comisiones.  —¿Pero hacía más de lo común, comúnmente volaba? —insistió el abogado defensor.   —Sí, como todos, a todos nos gustaba volar. Todos queríamos volar —respondió el piloto de los aviones Twin Otter y Fiat G-222 de Campo de Mayo durante los años 1976 y 1982.    —Sí, me imagino —sonrió San Emeterio con su comentario.  Los Twin Otter y las explicaciones que faltan Al cierre de la audiencia, el abogado querellante Pablo Llonto solicitó al Tribunal que el Ministerio de Defensa de la Nación brinde un informe complementario para saber cuántos Twin Otter existían en el Ejército Argentino desde 1976 hasta 1978 y acompañe toda la documentación que corresponda porque los testigos mencionaron varios modelos de esos aviones y la cantidad parecería ser mayor que el número hasta ahora conocido. “Nosotros tenemos un listado de aviones y aparentemente hay más aviones Twin Otter”, dijo luego Llonto a La Retaguardia.  El abogado querellante también explicó los motivos por los que no realizaron preguntas a ninguno de los testigos, actualmente investigados en etapa de Instrucción: “Son situaciones muy particulares que se dan en los juicios cuando testimonia alguien que puede estar imputado o surge del debate que habría una posibilidad de imputarlo, o sea de acusarlo de cometer delitos. Frente a ese panorama uno puede decir que esta persona puede estar imputada en la investigación de hechos delictivos y no puedo obligarla a declarar bajo juramento”, consideró el abogado. “Nadie está obligado a declarar en su contra. Si declaran como testigos bajo juramento y estás declarando por

    El testigo Ricardo Alberto Ojeda, exconscripto en Campo de Mayo, dio cuenta de cómo llegaban colectivos al Batallón con 30 personas aproximadamente y subían a los aviones Fiat: “Los dopaban para que obedecieran. Los tiraban a cangrejales y pirañales. Eran tantas personas, hombres y mujeres, que a veces salían dos aviones porque con uno no alcanzaba”. Ojeda relató que estas “maniobras”, ocurrían después de que los soldados eran relevados de sus funciones por personal de mayor jerarquía y eso sucedía “hasta incluso tres veces por semana”. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)    ✍️ Redacción: Diego Adur 💻 Edición: Fernando Tebele ✍️ Textuales: Noelia Laudisi De Sa/Agustina Sandoval Lerner/Valentina Maccarone 📷 Foto de portada: Captura Transmisión La Retaguardia En esta jornada, y después de muchas audiencias en las que se escucharon testigos propuestos por las partes defensoras que no aportaban datos relevantes, declaró el excolimba Ricardo Alberto Ojeda. Pudo reconstruir toda la siniestra operatoria que se producía con los Vuelos de la Muerte que partieron desde Campo de Mayo. El testigo relató la llegada de colectivos y camiones frigoríficos con personas detenidas al Batallón; el ascenso de estas personas, tanto hombres como mujeres, al Herculito, el avión Fiat G-222; el posterior despegue de la aeronave; e incluso las maniobras aéreas que los pilotos de la muerte hacían para arrojar a las personas a “cangrejales y pirañales”. Además, contó que vio como los bomberos de la Policía Federal manguereaban a los Herculitos cuando regresaban al Batallón: “Era lógico que había que lavarlos para no dejar evidencia”, afirmó Ojeda en un impactante testimonio. “Me lo comentaban los jerárquicos”   Ricardo Alberto Ojeda, al comienzo de su declaración, refiere que todo lo que cuenta respecto a los Vuelos de la Muerte lo sabía por los comentarios que le hacían sus superiores: “Los jerárquicos, Cabo primero, Sargento, o lo que sea, me comentaban en conversaciones que alzaban gente dopada y la largaban a los cangrejales y pirañales”, asevera. Después, casi al final de su testimonio, nos enteraremos de que él mismo pudo ver muchos de los pasos siniestros de esa operatoria desaparecedora. A lo largo de la declaración, nos iremos dando cuenta de que, por el nivel de detalle con el que Ojeda describe lo sucedido, efectivamente tiene que haberlo presenciado. El testigo menciona la cantidad de personas que llegaban al Batallón, discrimina a esas personas por su género y hasta recuerda el color de sus ropas, de tonos que las distinguían claramente del uniforme militar: “No era usual ver eso”, dirá. Cuando uno de los Vuelos de la Muerte estaba por partir, los soldados eran relevados de sus funciones y sus puestos de guardia, y los llevaban a la cuadrilla donde descansaban: “Venía una camioneta, esa guerrillera, verde, las Ford verdes. Venía el personal de jerarquía y hacía el relevado del puesto en la misma camioneta. A mí me alzaban arriba y me llevaban al puesto de guardia a confinarme hasta que la maniobra termine”, cuenta Ojeda. Esa anécdota coincide con varias que relatan lo mismo. Los militares intentaron que su accionar para desaparecer personas quedara impune y sin evidencias. No lo lograron, y por eso este juicio se está celebrando. Lo que sí aporta Ojeda es que estos relevos de soldados que eran reemplazados por oficiales y suboficiales sucedían muy seguido, lo que indica que los Vuelos de la Muerte partían también con mucha frecuencia. —¿Cuántas veces sucedió esto de que los relevaron del puesto de guardia? –pregunta el Fiscal General, Marcelo García Berro.  —Y… una, dos o tres veces por semana. Había semanas en que no se hacía nada, pero  había semanas en que salían tres veces. A veces salían los dos ‘Hérculitos’ porque con uno no alcanzaba -responde el testigo con firmeza.   Como tirar basura al campo Antes de iniciarse estos reemplazos de colimbas por personal del Ejército con mayor jerarquía, “el avión ya estaba como hace dos horas o una hora antes en maniobra, ahí, en prueba de motores, en prueba de todo”. Ojeda cuenta que las personas subían a los aviones de manera voluntaria: “No sé por qué o qué les decían, pero sí subían cada uno como personas… digamos”, y aclara: “Nos decían que los dopaban un poco, para que esas personas obedezcan; pero no mucho, para que se muevan por sus medios”.  En una de las primeras audiencias del juicio, el testigo Raúl Escobar Fernández, había contado el hallazgo de cientos de ampollas de Ketalar, una de las drogas utilizadas para sedar a las personas víctimas de los Vuelos de la Muerte. “Una vez cargado, el avión se iba en vuelo. Se los llevaban. Carreteaba y hacía vuelo. Tomaban vuelo hacia arriba, abrían las compuertas y los largaban. Como tirar basura al campo”, ejemplifica, burdamente, Ojeda el momento en que arrojaban a los y las detenidas vivas al mar o al río. Los comentarios que le llegaron al testigo eran por parte de “los suboficiales que hacían las guardias con nosotros”. Entre ellos, recuerda al Cabo Primero Busto, al Sargento Primero Rodríguez y al Cabo Primero Blanco, quien además era mecánico de aviones. Los aviones regresaban al Batallón al cabo de algunas horas. Algunas veces, cuenta Ojeda, no volvían. Para él, podían quedarse en el Aeropuerto de El Palomar. A la mañana siguiente, incluso después del mediodía, Ojeda menciona que “me parece que los vi a los Bomberos manguereando o lavando los Herculito. Yo suponía que era por limpieza, pero si hacían ese trabajo era lógico que hay que lavarlos para no dejar evidencia ni nada por el estilo”. La ratificación   Es habitual en este juicio que, cuando alguno de los testigos presenta contradicciones durante su declaración respecto a la que brindara años atrás en la etapa de Instrucción,  se le lea un fragmento de lo que dijo en aquella otra oportunidad. En este caso, el fiscal García Berro quiso certificar si los dichos de Ojeda, todo lo que él estuvo contando respecto a cómo se llevaban a cabo los Vuelos de la Muerte, lo había

Los testimonios de los ex conscriptos que realizaron el Servicio Militar Obligatorio en el Batallón de Aviación 601 del Ejército son fundamentales para recopilar la información necesaria para juzgar y condenar a los 5 imputados que tiene esta causa. Raúl Escobar Fernández observó envases de la droga Ketalar en uno de los extremos de la pista de Campo de Mayo. Eduardo Maidana vio como llevaban a ese lugar a las personas secuestradas. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)  ✍️ Redacción: Diego Adur 💻 Edición: Fernando Tebele ✍️ Textuales: Valentina Maccarone/Noelia Laudisi De Sa/Agustina Sandoval Lerner 📷 Foto de portada: Captura Transmisión La Retaguardia Los testimonios de Eduardo Maidana y de Raúl Escobar Fernández, dos excolimbas que realizaron el Servicio Militar Obligatorio cumpliendo funciones en Campo de Mayo, arrojaron datos reveladores para el juicio También regresó, virtualmente, el testigo Félix Martín Obeso, quien declaró en la audiencia anterior. Aportó fotos de aquellos tiempos en el Batallón, que logró recuperar de sus redes sociales. Obeso era fotógrafo e integró la Compañía de Comandos. En la sala de audiencias virtual, se exhibieron fotos que había tomado de los distintos aviones pertenecientes al Batallón. Ante una de ellas, que muestra un desfile militar en uno de los playones de la pista de aviación y en la que se ven dos aviones Fiat G-222, se daba el siguiente diálogo entre el testigo y el fiscal, Marcelo García Berro: —Félix Obeso: Bueno, ahí hay un desfile de la fiesta del juramento a la bandera y ahí estoy en el grupo. El que está atrás es un avión Fiat G-222.  —Fiscal Marcelo García Berro: Seguramente, o a mi me parece, hay dos.  —FO: Sí, creo que eran dos nomas. —GB: ¿Recuerda para qué época es esto? —FO: El juramento creo que se hace para el 20 de junio. El 20 de junio de 1977. Entonces, para mediados de 1977, el Batallón de Aviación 601 del Ejército ya contaba con dos aviones Fiat G-222, conocidos también por los propios ex conscriptos que fueron declarando en esta causa como ‘Hércules chiquito’. Se está comprobando que este avión, junto al Twin Otter, era de los utilizados para llevar a cabo los vuelos de la muerte desde Campo de Mayo. “Si usted va hoy a Campo de Mayo, va a encontrar ampollas de Ketalar, seguro” Con esta seguridad le respondía el testigo Raúl Escobar Fernández a la doctora Verónica Bogliano, querellante por la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires. Escobar realizó la conscripción en Campo de Mayo desde enero de 1976 hasta aproximadamente julio de 1977. Entre sus tareas estaba la del mantenimiento de la pista, lo que incluía responsabilidades tales como cortar el césped de alrededor: “Nosotros, fuera de la cabecera de pista, encontrábamos unas montañas de ampollas de inyectables. Se llamaban algo así como ketalar, con k. Y bueno, en una oportunidad agarramos una y se la llevamos a un Teniente Primero médico, que no recuerdo el apellido. Y nos sacó carpiendo. Nos dijo que era un poderoso desinfectante, que dejáramos eso y nos sacó. Fue la única vez que lo vi enojado”, contó Escobar. El Ketalar es un clorhidrato de Ketamina, una potente droga que ataca el sistema nervioso central y es utilizada en medicina como sedante, calmante y anestésico. Las ampollas que Escobar encontraba en los alrededores de la pista de vuelo eran inyectadas a las personas antes de ser subidas a los aviones. “¿Eran ampollas utilizadas”, pregunta el fiscal. “Sí, sí, vacías ya”, responde el testigo. Ese médico al que le llevaron las ampollas de Ketalar era un “Teniente Primero, tenía la voz muy finita, bajito, casi tan bajo como (Luis Del Valle) Arce, de pelo morocho y tez blanca”. La relación que hizo Escobar de esas ampollas con los vuelos de la muerte fue casi instantánea. Al Batallón llegaba un Carrier que cargaba personas secuestradas. Se les inyectaba Ketalar, las subían a los aviones y las arrojaban al río o al mar: “Normalmente lo que pasaba era que una vez por semana venía el Carrier y salía de la pista y se llevaba un avión, no sé quien lo llevaba fuera de pista. Nosotros estábamos entre la quinta de Videla y la policía militar. El Carrier estaba siempre en la quinta de Videla, que estaba custodiada por gendarmes. Normalmente, fuera de la pista, había un caserío que ahí iba el Carrier. Esto según dicho por los chicos compañeros de helicópteros, porque ellos eran los que vivían arriba, en la parte de arriba. Nosotros dormíamos abajo. El Carrier hacía algunas operaciones que no estaban permitidas a los soldados fuera de la pista, en la zona donde se ingresaba cuando se salía hacer un vuelo”, contó Escobar. Cuando esos aviones regresaban de cometer los vuelos de la muerte debían ser lavados: “Los soldados de la compañía helicópteros nos transmitían que normalmente tenían que limpiar. Hacían la limpieza tanto de los helicópteros como de los aviones y nos decían que habían encontrado sangre, en el Twin (Otter) sobre todo, después de los vuelos esos nocturnos. L a gente que se cargaba en el Twin había sido torturada. Se cargaba en el Twin y se desaparecía” relató el testigo Fernández. “Yo trataba de darle la vuelta a lo que se comentaba” Eduardo Maidana contó ante el Tribunal que estuvo destinado a la División Instrucción de Vuelos. En el Batallón 601 estuvo desde el 6 de febrero del ’76 al 23 de junio del ’77. En algunas oportunidades, mientras hacía guardia, vio entrar a una camioneta civil que transportaba personas que “no tenían aspecto militar”. Eran personas de “aspecto desaliñado, pelo muy largo y barba…en esa época no era una característica común a los militares”. Una vez que ingresaban, las camionetas esperaban “a cincuenta metros más o menos de donde yo estaba y después ingresaban por el frente de los hangares. La vi dos veces: los miércoles y un sábado. Había comentarios de que esas camionetas iban atrás de una arboleda y ahí esperaban a un avión, pero yo nunca

En el juicio que investiga los vuelos de la muerte que partieron desde Campo de Mayo hubo una nueva sorpresa, esta vez a partir de la declaración de uno de los testigos propuestos por la defensa oficial: Alejandro Héctor Astudiano admitió haber visto cómo subían a una persona a uno de los aviones del Batallón de Aviación 601 del Ejército. Además contó que un soldado lo llamó porque escuchaba gritos que venían “del campo”. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)  ✍️ Cobertura del juicio: Fernando Tebele/ Diego Adur ✍️ Redacción: Diego Adur 💻 Edición: Fernando Tebele Durante lo que aparentaba ser un testimonio acorde a lo pretendido por la defensa de Horacio Conditi, que lo había convocado, Alejandro Héctor Astudiano, un exconscripto, dijo que podía “contar un episodio que a mí me llamó la atención”. Aseguró que se acordaba muy bien del hecho por el nivel de sorpresa que se llevó. Era un día soleado, en septiembre del ’76, entre las 9 y las 10 de la mañana. El testigo volvía de entregar el parte diario y le sorprendió la quietud y soledad que había en el Aeródromo. Un tal Sargento Palacios, le indicó que él no debía estar afuera y lo hizo ingresar a su propia oficina en la Torre de Control, frente a la pista. Desde allí, Astudiano vio cómo subían a una persona civil a uno de los aviones del Batallón: “En un regreso de llevar ese papel, recuerdo que volví y vi un silencio raro en la pista. No se escuchaba ni se veía ningún soldado. Me llamó mucho la atención porque normalmente los soldados caminaban y ayudaban a los oficiales a arreglar los helicópteros. Cuando me dirigía a la oficina, recuerdo que no vi a ninguno y vi las puertas de la cuadra cerradas. En ese momento, me llama un sargento. El apellido era Palacios, era muy amable por eso lo recuerdo. Me pregunta qué hago afuera de la cuadra. Le respondí que venía de traer el parte diario. Me dijo que me metiera en una oficina. Me coloca en la oficina donde él estaba, que era la Torre de Control, donde él veía todos los movimientos de los aviones. Era el controlador en ese momento. ‘Tenés que estar acá adentro’, me dijo. En ese momento, veo que suben a una persona a un avión. ‘Ahora ya está’, me dice, ‘volvé a tu cuadra’. Nadie sabía qué pasaba, lo único que subieron a una persona a un avión. Ese hecho, a mí, me llamó la atención”, relató el testigo ante la atenta y sorprendida escucha del defensor oficial Sergio Moreno, quien después le preguntó si tenía algo más para aportar de esa situación puntual: “Vi que subían a alguien a un avión y nada más. Lo llevaban de los brazos. No sé quién es ni le alcancé a ver la cara. Estaba lejos del avión”, explicó.  Los testigos que proponen las defensas en el juicio que investiga los Vuelos de la Muerte de Campo de Mayo suelen brindar, por lo general, declaraciones cortas y con poca información relevante a la causa. La  estrategia de quienes defienden a los imputados parece ser convocar a exconscriptos que hayan desempeñado tareas más que nada administrativas en el Batallón de Aviación 601 del Ejército y, sobre todo, que no pasaran allí la noche, el momento en el que según varios relatos, se encendían las luces de la pista para los Vuelos de la Muerte o Vuelos fantasma. La mayoría de estos testigos que son llamados a declarar por las defensas no realizaron guardias y tampoco estuvieron en el Batallón en horas de la noche.. Entonces, solemos escuchar la misma respuesta negativa ante las preguntas de las partes sobre si habían escuchado, visto o presenciado algo raro en la zona del aeródromo, como el ingreso de algún camión civil a la pista, el traslado de personas detenidas hacia las aeronaves y el despegue de los vuelos de la muerte, cuestiones que venimos escuchando reiteradamente en el relato de la mayoría de los testigos.  Diferente fue el caso de uno de los tres testigos de la audiencia de este lunes. La defensa oficial de Sergio Moreno, que representa a Horacio Conditi, citó a declarar a Alejandro Héctor Astudiano, quien realizó el Servicio Militar Obligatorio en Campo de Mayo y era el encargado de controlar que los soldados cumplieran con sus guardias.  Resignificar lo vivido Astudiano tardó en relacionar el episodio que involuntariamente presenció con los Vuelos de la Muerte: “Después, con el tiempo, cuando empiezo a entender lo que ocurría en ese momento, supuse que pudo haber sido una de las personas desaparecidas. Yo vi que llevaban a alguien de los brazos y lo subían a un avión. Recuerdo que la persona estaba de civil. Los otros no estaban de civil. Ahí eran todos verdes, todos estábamos de verde. Por eso, destacamos a alguien que estaba de otro color. Estas personas ingresaron al avión con él. Después, posiblemente el sargento me haya hablado y yo me di vuelta. Cuando volví a mirar, el avión ya se iba”, contó. Si bien no logró precisar qué tipo de avión era, afirmó que pertenecía al Batallón: “Era un avión que los chicos limpiaban y cuidaban. Estaba siempre ahí”, describió. No era un avión grande, “calculo que entrarían 10 personas ahí. Twin Otter me suena, probablemente sea ese el avión”, señaló cuando le pidieron precisiones. Los gritos A continuación, Astudiano relató “otro hecho que me llamó la atención”. Durante su paso por Campo de Mayo, el testigo fue soldado dragoniante, un cargo con algo de jerarquía dentro de los colimbas. “Teníamos el beneficio de no hacer guardias de pie, sino que teníamos el control de las guardias”, dijo. Una noche en la que estaba a cargo de una guardia, “me llama un soldado por radio y me dice que escuchaba gritos en el campo. Le avisé a un teniente y fuimos. Cruzamos la pista. Era una noche cerrada. Fuimos con este soldado, preguntándole qué escuchaba. ‘Yo escuché

Se desarrolló otra impactante audiencia en el juicio por los Vuelos de la Muerte en Campo de Mayo. El testigo Daniel Humberto Tejeda declaró que fue obligado a limpiar helicópteros llenos de sangre Además, contó que vio a detenidos y detenidas en el Ingenio Santa Lucía, cuando estuvo destinado en Tucumán y describió a una de ellas: “Era una señora bastante gorda, encapuchada, y había dos o tres personas más”, dijo. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)  ✍️ Redacción y cobertura del juicio: Diego Adur ✍️ Textuales: Mónica Mexicano  💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Fotos: Capturas de pantalla transmisión de La Retaguardia El juicio que se está desarrollando los lunes a la mañana e investiga los Vuelos de la Muerte realizados desde Campo de Mayo nos ayuda a entender y comprobar cómo se llevaba a cabo esa siniestra operatoria para desaparecer personas. En la audiencia 23 prestaron declaración testimonial Daniel Alberto Ramírez, Mario Armando Ávila y Daniel Humberto Tejeda, todos ellos ex conscriptos destinados al Batallón de Aviación 601 del Ejército en Campo de Mayo. Desde el momento en que el juez Walter Venditti le toma juramento, el testigo Tejeda demostraba que la suya va a ser, sin dudas, una declaración importante. El presidente del TOF N°2 de San Martín nombra a los imputados de la causa, y el ex conscripto los recuerda: “Conditi recuerdo que estaba en el Batallón. Y si mal no recuerdo Omar Riveros era jefe, pero de todo Campo de Mayo, estaba en Comando de Institutos Militares, era General. Luis del Valle Arce era el jefe de Batallón, era Teniente coronel. Malacalza era Mayor, era el segundo jefe del Batallón. Lance creo que era Capitán y Conditi no me acuerdo si era Teniente primero o Capitán, eso no recuerdo bien”, define el testigo, irónicamente recordando bastante bien.  A medida que va narrando su historia, Tejeda se prende un cigarrillo. Lo seguirá haciendo a lo largo de su declaración testimonial. “No tengo inconveniente en decir la verdad, el único —inconveniente— es que después quedo bastante traumado, paso varios meses con algunas cosas que usted me va a preguntar que vuelven otra vez a mi cabeza. Pero en cuanto a lo que yo sé voy a declarar la verdad”, asegura. Venditti toma nota y ofrece al testigo asistencia psicológica para después de la declaración. La sangre En el Batallón, Tejeda cumplía funciones de artillero y debía preparar los helicópteros para el combate. También había ocasiones en las que le ordenaban retirar los asientos para que el helicóptero realizara tareas sanitarias, de auxilio de tropas. O al menos eso le decían: —Fiscal Marcelo García Berro: Usted manifestó que el hecho de recordar algunos episodios o situaciones le generaban algún tipo de trauma o alguna carga pesada, lamentablemente yo le tengo que pedir que los mencione. —Daniel Humberto Tejeda: Bien. Esto no fue siempre. Me tocó, si mal no recuerdo, dos o tres veces y no el mismo día. Con otro compañero me tocó preparar un helicóptero para que se hiciera un sanitario —larga el aire, Tejeda. Toma fuerza para lo que va a decir—. Bueno, se preparaba el helicóptero de un día para otro y tipo entre las 5 y las 6 de la mañana ese helicóptero se ponía en marcha y por ahí uno escuchaba detonaciones, o sea tiros. El helicóptero salía del playón y llegaba casi hasta el final de la pista. Ahí había un tipo de monte y de ahí salía un Carrier y el helicóptero se ponía de costado. Lo que no puedo asegurar, porque no lo vi, es qué es lo que se cargaba. Vuelta del helicóptero después de un tiempo, había que limpiarlo porque… —vuelve a exhalar y respira profundo— había sangre en el piso. Había sangre en el piso —repite abrumado.   —MGB: ¿Usted cómo lo supo esto?  —DHT: No es que lo supe, eso lo viví yo, porque yo lo preparé con otros compañeros soldados, y a la vuelta lo limpiamos con otros compañeros soldados.  —MGB: ¿Recuerda quiénes eran esos compañeros? —DHT: No. —MGB: Le hago una pregunta, en el lugar que usted describió, ¿de ese lugar salía el Carrier?  —DHT: Sí, de una especie de monte, muchos árboles, y de ahí atrás salía el Carrier. —MGB: Y el Carrier se acercaba a donde estaba el helicóptero, ¿es así? —DHTT: Exactamente. —MGB: ¿Puede recordar aproximadamente cuánto tiempo estaban en vuelo los helicópteros? —DHT: Tres o cuatro horas aproximadamente. —MGB: ¿Tiene idea por algún comentario que haya escuchado, o por algún registro que usted haya podido tener u observar alguna documentación, el destino a donde iban? —DHT: Documentación, no. Hay una sala de vuelo que llevaba toda la hoja de ruta. Ahora, por comentarios de haber escuchado, pero esto no lo puedo asegurar, iban hasta la Bahía de Samborombón. Luego, el fiscal quiso conocer si Tejeda sabía qué llevaba el Carrier que salía de la zona arbolada e iba al encuentro del helicóptero: “Personas detenidas”, fue tajante el testigo y explicó que lo supo a través del comentario de suboficiales. Los escuchó hablando al respecto y “después me tuve que retirar”. Esos comentarios que escuchó hablaban sobre “que en esa parte del monte, una zona de muchos árboles a la que uno no podía ir, había gente detenida”. “Era bastante sangre” De anteojos grandes, nariz prominente, casi calvo y barba desprolija, Tejeda continua su relato sobre el aspecto más escalofriante que había mencionado hasta ahora. Cuando ese helicóptero regresó, después de aquellas tres o cuatro horas de vuelo, le indicaron que lo limpiara. Muy acongojado, el testigo describe: “la sangre estaba en el piso del helicóptero y no era una mancha, eran poco más que manchas. No se había secado y era bastante sangre”. Durante esa tarea, se acercó a los soldados una persona de civil que les preguntó qué era lo que estaban haciendo, a lo que Tejeda respondió que lo estaban limpiando. “¿Y qué es?”, quiso saber el civil. Tejeda se dio cuenta que lo mejor era hacerse el desentendido

Dos testigos convocados por las defensas, aportaron poco y nada a las partes acusadoras, pero tampoco ayudaron a las defensas de los imputados. Alberto Jue pasó toda la dictadura en Campo de Mayo como bombero, pero asegura que no vio nada “de lo que comentan”. El testigo con Covid-19 que declaró velozmente. El testigo se negó a conectarse. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)  🎤 Entrevista: Fernando Tebele/Diego Adur ✍️ Texto: Paulo Giacobbe 💻 Edición: Fernando Tebele 👆📷 Foto de portada: El testigo Jue no vio nada en Campo de Mayo, aun cuando revistó allí como bombero durante toda la dictadura Alberto Ángel Jue, en su corta declaración, va a prender un cigarrillo atrás de otro. No menos de cinco en alrededor de 45 minutos y no son ni las 11 de la mañana. “Las funciones mías eran netamente profesionales de bomberos y yo fui al Batallón de Aviación 601 cuando se inició, con la jerarquía de cabo, a través de los años, no sé precisar cuántos, mi función en bomberos era encargado en depósito y tenía horario administrativo, entraba a las 8 y me retiraba a las 14”, dijo al comienzo de su declaración el testigo propuesto por la defensa del imputado Luis del Valle Arce. Después de quince o veinte años, Jue se retiró en ese destino, Campo de Mayo. Había ingresado a la Policía Federal en 1967 y al poco tiempo, “debe haber sido por los años 70, 71 o 72”, ingresó a Bomberos. “El servicio que prestaba era, cómo decirle…, hacer la prevención de incendios en todo el Batallón, ya sea de aeronaves que volaban, que salían, que volvían. También teníamos con Policía Federal las vías del ferrocarril. Esa era la función de bomberos”. Dijo que dependían de la Federal y que las órdenes se las daban dos comisarios, nunca personal del Ejército. Puede ser. Pero durante el Terrorismo de Estado la verticalidad no terminaba en la Policía.  Jue pasó toda la dictadura cívica militar eclesiástica en Campo de Mayo, se jubiló ya en democracia. Durante ese tiempo no vio absolutamente nada. Un prodigio clásico de época. “Todo eso que se ha comentado yo no lo he visto”. Dijo que el Ejército tenía personal civil pero que él no tenía contacto. Tampoco nunca vio personas detenidas, ni esposadas, ni encapuchadas, ni nada. No vio ingresar camiones de sustancias alimenticias a la pista, ni vio vehículos particulares, solo del Ejército. No recordó ningún avión de marca Fiat ni ningún avión que se pareciera a un Hércules. “Estaba prácticamente metido en la oficina, todo el día ahí”. Tanto los aviones Fiat G-222 y Twin Otter que fueron utilizados en los vuelos de la muerte que salieron de Campo de Mayo continúan aún en esas instalaciones del Ejército Argentino y este mismo tribunal ordenó su preservación con el fin de obtener pruebas. Pero el bombero Alberto Ángel Jue nunca los vio. Lógicamente, tampoco vio nunca montoncitos de ampollas de Ketalar, droga que posiblemente fuera utilizada para adormecer personas en los vuelos y que a otro testigo de este juicio le llamaron la atención. Es más, ni siquiera quedó claro si podía identificar las cabeceras de pista. Aceptó, eso sí, la existencia de otra pista.  Vio, sí, patrulleros de la Policía Federal porque “periódicamente teníamos inspecciones y directamente ingresaban al cuartel”. En cuanto a la rutina, recordó que desde las ocho de la mañana “había mantenimiento de aeronaves, despegues, vuelos de práctica, hasta el mediodía”. Después de las catorce horas se iba a su casa, no dormía en el cuartel ni hacía guardias de noche. Pero reconoció la existencia de  “vuelos nocturnos” y los consideró de práctica. “Algún compañero me pudo haber dicho que había vuelos nocturnos”, en alguna rueda de mate. Pero no los vio porque, como el testigo se preocupó en subrayar: todas las noches dormía en su casa. En esas mismas charlas pudo haber escuchado sobre “movimientos extraños”. Tampoco recordó si alguna vez recibió la orden de no mirar o guardarse. “Nosotros a las seis de la tarde terminábamos las actividades”, desde ese momento, según Jue, se cerraba el hangar y se preparaban las autobombas para que estuvieran listas para el día siguiente. “Después se apagan las luces, no había pista, no había luces, no había nada. Entonces estábamos en el medio de la nada, en la oscuridad. Teníamos las luces del cuartel nuestro nada más, que nos alumbraba los dormitorios, los baños y todas las instalaciones”, el testigo que se iba todos los días a las 14 horas y nunca se quedaba de noche describió de ese modo al cuartel de Bomberos cuando caían las sombras. Pudiendo concluir entonces que “Bomberos estaba ajeno a todos los movimientos que pudieran haber de noche en el Batallón”.  El cuartel de bomberos tenía una cantina con pool y vendían diferentes provisiones a los conscriptos. Según uno de los testimonios, eso ocurría también de noche. El bombero de la Policía Federal brindó una extraña y contradictoria versión: “La gente se reunía después de que se terminaban las actividades. De Ejército no venía nadie a la cantina. No he visto soldados, yo me iba a las 14 horas, si iban soldados irían a la noche”. Y luego “la cantina era interna de bomberos, era muy difícil que fuera gente extraña o que no fuera de Policía Federal”.  “Las funciones mías eran netamente profesionales de bomberos y yo fui al Batallón de Aviación 601 cuando se inició, con la jerarquía de Cabo”, había dicho al principio, apenas pitado el segundo cigarrillo. Por eso el fiscal Marcelo García Berro le pidió que recordara dónde había cumplido funciones. “No presté servicios en aviación, presté servicios en el cuartel de Policía Federal”, aclaró Jue.  —¿Con el comando de aviación de ejército no tenía nada que ver? -quiso asegurarse García Berro. —Para nada, señor.    Por falta de comida u otro motivo El otro testigo, también propuesto por la defensa de Luis del Valle Arce, fue más breve. Walter Ernesto Negri aclaró que si tosía durante su