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Olla Popular


Lo dijo Nicolás Caropresi, referente nacional del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y parte del Consejo Directivo de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP). En diálogo con el programa radial “Las Vaquitas son Ajenas”, habló acerca de su historia como militante y analizó las consecuencias de las políticas del Gobierno de Javier Milei. Entrevista: Sergio Zalba / Ari LorenzoRedacción: Nicolás RosalesEdición: Pedro Ramírez OteroFoto: Antú Divito Trejo / La Retaguardia Nicolás Caropresi nació en Salta, se crió en Misiones con padres entrerrianos y finalmente se instaló en Buenos Aires en 2003. Hijo de profesionales, vino a estudiar antropología a Buenos Aires. Comenzó a vivir su despertar militante con formación ideológica, y se acercó a algunos espacios universitarios. Comenzó a dar clases en el Centro Universitario de la Unidad Penitenciaria de Devoto, intentó formar una cooperativa con un bachillerato popular, y después fue docente de otro en la Villa 1-11-14. “En la organización en la que estaba en un momento confluimos en el barrio de Once por unos casos de gatillo fácil con Juan Grabois y otros compañeros que forman parte del movimiento. Ahí empecé a militar. Me cambió la cabeza. Comenzamos a construir algunas definiciones de lo que es hoy la economía popular y lo que después serían los gérmenes de algunas políticas nacionales”, contó Caropresi, ahora referente nacional del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y parte del Consejo Directivo de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP). “Ya llevo 13 años militando desde un sector de los denominados excluidos o descartados del sistema. Si bien la exclusión bajo este sistema existe en cualquier parte del mundo, Argentina es ejemplo en la capacidad de organización de estos sectores”, continuó. El gobierno de Javier Milei“Hoy siento que el gobierno está atacando la capacidad de organización”, analizó el militante del MTE. Además, explicó que la economía popular necesita de un Estado que garantice ciertos derechos: “La derecha ha hecho que nos avergoncemos de subsidiar a esta economía, cuando en realidad en el mundo todos los sectores del mercado privado están subsidiados. Desde el gobierno han instalado la idea de que el Estado deje de existir”, dijo. El hambre y los comedoresCaropresi planteó que durante el macrismo aumentó la cantidad de personas que asisten a comedores comunitarios porque no les alcanza para comer y creció también durante la pandemia. “En Constitución, en estos últimos días, servimos 8 mil raciones de comida de la olla popular. En la pandemia el número más alto había sido 6.500 raciones, esto da una dimensión del problema que estamos teniendo. La gente viene desde La Plata en el tren hasta acá para comer, lo que da cuenta del cierre de muchos comedores”, contó el referente del MTE. “Lo que más duele es ver a las jubiladas y jubilados. Para muchos es un ahorro acercarse y después poder pagar un alquiler o los medicamentos”, cerró.

Lo dijo Lito Borello, secretario de Derechos Humanos de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP). En diálogo con el programa radial Estás muteadx, el dirigente social habló acerca del impacto de la crisis económica y social en los sectores populares. Además, criticó al Gobierno nacional y planteó que “hay una clase política que no toma el toro por las astas y que debería tener posiciones más firmes, con más valentía”.  Entrevista: Pedro Ramírez Otero/Julián BouvierRedacción: Nicolás RosalesEdición: Pedro Ramírez OteroFoto: Antú Divito Trejo / La Retaguardia El dirigente social Lito Borello, secretario de Derechos Humanos de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP), se refirió al contexto actual en medio de la persecución a los movimientos sociales: “Estamos en medio de una crisis civilizatoria a nivel mundial. Un cambio de paradigma que por lo tanto (Javier) Milei, si bien tiene algún hilo conductor con lo que fue el menemismo y el macrismo, hay claramente un objetivo de venir a instalar un nuevo modelo de dominación, una cultura civilizatoria distinta”.  El dirigente de la UTEP continuó con su análisis y planteó el rol de los medios tradicionales de comunicación: “Está claro también que hay una guerra cognitiva y comunicacional, la guerra de la cuarta generación. Son uno de los instrumentos de esta tiranía de Milei y (Patricia) Bullrich, que muy lejos de analizarse por los personajes, estos muñecos de torta que son los que aparecen, hay que ver claramente los intereses globales que están detrás. Así que, sin ninguna duda estamos viviendo un momento muy fuerte. Una asimetría muy grande con los sectores populares y un ataque a los movimientos populares y a los movimientos del sindicalismo combativo. Porque tienen claro que para aplicar esto en medio de una situación donde ya está roto el contrato social y no hay Estado de derecho, no va a haber ni paz ni democracia”. Borello planteó que “este nivel de hostigamiento, criminalización, y estigmatización”, tanto de dirigentes como de las organizaciones, no tiene antecedentes. “Tenen muy decidido que va a ser una Argentina con una macroeconomía perfecta, impecable y hasta saludable. Pero con una economía local nacional con el 60% de pobreza. Podemos tener como modelo a Perú también con una reluciente economía, pero con el 70% de su población bajo la línea de la pobreza. Acá hay un diseño calculado y previsto. Una decisión de ir al galope hacia una Argentina miserabilizada para poder facilitar el saqueo”, dijo.  En los barrios “Nos están enviando a la desesperación. En los barrios ya no existe posibilidad de hacer reparto autogestivo de alimentos. No se están pudiendo sostener ollas populares que hace un par de meses atrás habían sido una alternativa. Están cortando los alimentos en las escuelas, en aquellas que tienen doble turno”, sostuvo Borello. Además, explicó que hay una situación difícil muy lejos de lo que se ve en la superficie, en el barrio o territorio profundo. “Están habiendo niveles realmente de angustia y desesperación. La verdad que uno no aspira a que explote porque siempre pagamos los platos rotos los sectores populares, pero se está haciendo muy difícil la subsistencia diaria. Y no es que no lo ven. Están dispuestos a seguir profundizando esa situación. A seguir llevando a la miseria a los territorios y a que vaya elevándose el nivel de la violencia social porque está claro que se rompe el tejido social. Realmente ya no sabemos cómo expresarnos. Y hay una sordera, una hipoacusia del gobierno, donde ha cortado todos los canales de comunicación”, agregó.  Acerca de la falta de trabajo, expresó: “Es absoluta la decisión de enviarte a una marginalidad. A una política de descarte en la que no hay ninguna posibilidad de querer trabajar, de querer inventarnos el trabajo, como tantas veces el Papa Francisco nos decía. Te dejan afuera. No hay manera de tratar de encontrar algún espacio en donde llevar adelante un trabajo”. También se refirió puntualmente al caso de las cooperativas de trabajo: “Están en un momento acuciante, porque muchas con el aumento de los servicios también se ven impedidas de sostener los gastos fijos, los gastos habituales de cualquier desenvolvimiento prácticamente la totalidad de las cooperativas. Sin ninguna duda no les interesa generar alguna forma alternativa al capitalismo salvaje que te deja afuera. No dejan ningún resquicio para que el que intente trabajar pueda hacerlo. Por lo tanto, es una decisión marginalizante tener políticas de descarte como estas”.  La política El secretario de Derechos Humanos de la UTEP contó que están haciendo reuniones de intercambio con otros sectores de la sociedad: “No solamente con los partidarios en lo político, sino también algunos sectores de la Iglesia y de algunas religiones que están en los barrios. Se vienen teniendo reuniones con sectores de pymes también. Pero está claro que también hay una clase política que no toma el toro por las astas y que debería tener posiciones más firmes, más tajantes, con más valentía. Sin embargo se ve un coqueteo permanente para seguir en una lógica donde por ahí no se va a conseguir nada”. También planteó que no ven una forma de mejorar o de ponerle algún arreglo a leyes y decisiones de políticas públicas que son “claramente antinacionales y absolutamente antipopulares” en contra de una nación. “Nos están exponiendo al saqueo permanente. Tenemos tropas extranjeras y naves extranjeras en nuestro país como si nada fuera. En los 40 años de democracia jamás se ha tenido el nivel de injerencia extranjera en nuestro territorio donde sabemos que en el marco de una guerra mundial que se está desarrollando en partes vienen al saqueo de nuestros recursos naturales”, agregó. La mirada en la Ciudad de Buenos Aires Borello analizó cómo impacta la crisis en la Ciudad: “Avanza el plan de gentrificación en toda la Ciudad, ya no hacia los sectores populares sino también para expulsar a la clase media de esta ciudad. Aun aquellos que teniendo departamento o casa en algunos barrios típicos de clase media, no están pudiendo sostener

La organización Proyecto 7, junto con otros colectivos, convocaron a una semana de ollas populares en la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Parque Patricios. Comenzó el pasado miércoles, en reclamo a las medidas incumplidas por el Gobierno porteño, y seguirá durante la semana desde las 11. Mientras tanto, las organizaciones siguen visibilizando la problemática de situación de calle para que salga la ley que se votaría el 26 de octubre. Compartimos un fotoinforme. (Por La Retaguardia) 📷 Fotoinforme: Virginia Chaile/La Retaguardia 

La organización social Proyecto 7 impulsa desde este lunes un acampe para insistir en la urgencia de sancionar una ley que garantice los derechos de las personas que viven en las calles. El tratamiento en el recinto se iba a realizar hace unas semanas, pero la  sesión no se realizó por falta de quorum de parte de la bancada opositora. En estas jornadas habrá debates, ollas populares, juntada de firmas y una consigna: La calle no es un lugar para vivir. Compartimos un fotoinforme. (Por La Retaguardia) 📷 Fotoinforme: Virginia Chaile

Nelson Santacruz integrante de La Garganta Poderosa pasó por el programa radial La Retaguardia. Vive en la porteña Villa 21-24. La Poderosa lanzó una campaña que busca obtener recursos para pasar el invierno y paliar el frío que sufren los vecinos y vecinas ante un Estado que no responde a sus demandas. Sobre sus problemáticas estructurales agregó: “los incendios, los cables quemados, las muertes, son escenarios comunes en nuestros inviernos en los barrios populares y más allá de la Capital Federal”.  Y definió que “los likes en las redes no llenan nuestras ollas”. (Por La Retaguardia) 🎤 Entrevista: Fernando Tebele/Pedro Ramírez Otero ✍️ Redacción: Gabriela Suárez López 💻 Edición: Fernando Tebele   —La Poderosa lanzó una campaña que se llama #ContagiáCalor para poder llevar estufas y caloventores a las asambleas y a los comedores y seguramente mucho más allá. Venimos hablando cotidianamente en cada invierno de la situación, de cómo se sufren el frío las personas que están en situación de calle con lo que, de alguna manera, damos por sobreentendido que todas las personas que vivimos bajo techo no tienen problemas para pasar el invierno. Entonces, La Poderosa lanzó una campaña de esas campañas poderosas de alto impacto que se llama #ContagiáCalor.  —Nosotros tenemos muchas problemáticas históricas, estructurales, que obviamente con la pandemia se vinieron a potenciar, pero ese #ContagiáCalor que creamos desde nuestras asambleas justamente no lo hacemos circular en las redes sociales porque nos dé gusto, sino porque realmente estamos en una situación crítica donde nosotros decimos que cada invierno o cada vez que el frío se potencia estamos en temporadas de incendios en nuestros barrios populares. Particularmente barrios que están en situaciones más críticas como puede ser el Barrio Fátima donde la semana pasada se prendieron fuego seis postes de luz, y ese tipo de cosas son realmente situaciones muy cotidianas en la Villa 31, que para fines de 2019 dijeron que iban a instalar 33 cámaras transformadoras y aproximadamente 24 mil metros lineales de baja tensión, cosas que no fueron cumplidas por el Gobierno de la Ciudad, y no es de ahora. Yo también te hablo de mi barrio, la villa 21-24 donde en sí hace 10 años la Justicia declaró a mi barrio como en emergencia eléctrica y multó de hecho a Horacio Rodríguez Larreta para que se hiciera cargo de eso y no se hizo cargo. De hecho, los incendios, los cables quemados, las muertes, son escenarios comunes en nuestros inviernos en los barrios populares y más allá de la Capital Federal. Acá donde vivo yo, en la última semana, hubo aproximadamente treinta y ocho cortes de luz y así los vecinos no pueden refrigerar medicación, alimentos que se pudren en los espacios populares y comunes de los merenderos. O  calefaccionar, algo tan necesario en este contexto donde sentimos que el frío está mucho más punzante. También tenemos problemas con el agua. Porque en muchos de nuestros barrios donde hay situaciones de hacinamiento, donde en una habitación de 4×4 viven alrededor de 10 personas, tienen que tener agua, aparatos eléctricos, y son cosas que nosotros sentimos y vemos todos los días y cuando no hay luz te quedás también sin agua, sin medicación, sin alimentos, también te quedás sin la posibilidad de calefaccionar. Entonces, estamos en una situación compleja y es por eso que nació esta campaña de #ContagiáCalor que pretende con la solidaridad de la gente, los oyentes que están en este momento escuchándonos juntar todo lo posible para llegar a 40 mil frazadas y 200 garrafas de 10 kilos, estufas o caloventores más o menos para 75 familias. Estoy hablando a  nivel país, grupos electrógenos y 10000 litros de nafta como para poder también acompañar con estos grupos electrógenos a los espacios comunitarios que sufren más los cortes reiterados de electricidad. Y también algo que muchas veces parece ajeno, la leña que está muy cara. Por ejemplo a medida que uno va al sur donde tenemos asambleas como la  de Río Gallegos, la interbarrial de Ushuaia, en esos lugares van mechando la compra de garrafas con la compra de leña que cuesta también muy cara, entonces la campaña apunta a eso, a empatizar, a decir que el invierno nos está afectando de esa manera en los barrios populares. —Hablábamos hace muy poco tiempo sobre que el Estado tendría que haber previsto acceso a conectividad en todo el tiempo de pandemia para que se pueda acceder a la Internet. En este caso, el Estado también podría haber previsto esta situación… —Sí, tal cual. La verdad es que es un poco agotador, desgastante hoy en día un congelamiento siento… hay un congelamiento insensible de parte del Estado en políticas públicas concretas y estructurales, digo de cosas estructurales para con las villas y los barrios populares. Y hay una costumbre histórica, fría, que solo la podemos traducir para mí en dos cosas, dos acciones dentro de los barrios populares. Yo viviendo acá lo puedo identificar. Por un lado, la triste naturalización de un Estado ausente, es decir, eso sucede… Y por otro, tomar la batuta, como hacemos millones de compañeros y compañeras, millones de empobrecidos y empobrecidas. Salir a la cancha para comunicar lo que nos pasa y resolver autogestivamente lo que deberían resolver los gobiernos como eso que mencionabas sobre lo que hicimos con la campaña #ContagiáConectividad, que fue también una campaña que lanzamos como el #ContagiáCalor, apelando a la solidaridad de la gente, así como lo hicimos con el #ContagiáSolidaridad que fue del año pasado y recaudamos muchas donaciones para poder suplir lo que desde el Estado no estaban garantizando, que es llenar la olla básicamente. Y en esto me voy a detener porque me parece importante que ustedes sepan, también todas las personas que están escuchando, que pese a la colección de reuniones que hemos tenido con el Ministerio de Desarrollo no pudimos resolver las 670 toneladas que nos deben de alimentos desde octubre. Estamos hablando de muchos meses. Es decir, muchos meses donde tocamos las puertas y las ventanas que el Ministro

Lo dijo Fidel Ruiz, uno de los referentes de La Poderosa en la villa 21-24 de la Ciudad de Buenos Aires. En diálogo con el programa radial La Retaguardia, Ruiz habló acerca de la situación de los barrios populares en contexto de pandemia por Covid-19, la ausencia del Estado y la invisibilización de las trabajadoras de comedores populares. También recordó y reivindicó la lucha que llevó a cabo Ramona Medina, quien murió el 17 de mayo de 2020, tras haberse contagiado con Covid-19. (Por La Retaguardia) 🎤 Entrevista: Fernando Tebele/Pedro Ramírez Otero ✍️ Redacción: Agustina Sandoval Lerner 💻 Edición: Pedro Ramírez Otero 📷 Foto de portada: La Garganta Poderosa “Ya va un año y casi dos meses que venimos resistiendo bastante, no solamente en Zavaleta, sino en todos los barrios de la Ciudad de Buenos Aires, de todo el país. La verdad que este último año ha sido muy duro psicológicamente, emocionalmente, laboralmente, económicamente. Todos los problemas estructurales que ya existían en los barrios populares se visibilizaron pero también se agravaron. La Poderosa nació en el 2004 por consecuencias duras y drásticas que trajeron las crisis de los 90, que fue el desenlace del 2001, y la verdad que en este último año todo eso que muchos que arrancamos en La Poderosa a los nueve años, que ya sabíamos lo que era tener nuestras casas inundadas, ya sabíamos lo que era estar haciendo la fila en una olla popular, ya sabíamos lo que era dejar el desayuno para la cena, hoy nuevamente lo estamos viviendo en carne propia”, comenzó relatando Fidel Ruiz, referente de La Poderosa en la villa 21-24. Un golpe bajo Fidel manifestó cómo es la realidad que se vive en los barrios populares: “Hoy, justamente, estaba tomando mate a la mañana en mi casa y pasaron unas vecinas haciendo colectas por un vecino que falleció por Covid y esta es una de las realidades que vivimos. Como los comedores estallados de gente, viviendo en hacinamiento sin agua, en viviendas precarias”, dijo. Y continuó: “La verdad es que es muy triste, es un golpe bajo ver al barrio triste, desesperado, ver al barrio viviendo en el día a día como puede, pero también ver al barrio luchando comunitariamente, colectivamente”. Consultado acerca de las severas consecuencias económicas que trae una muerte por Covid-19 dentro de una familia, expresó: “En este último año nos tuvimos que organizar el doble para hacer colectas, para ayudar a las familias, a familias aisladas pero también a las familias que perdieron a un ser querido. Siempre nos mal acostumbraron a convivir con la muerte, a tenerla cerca. Para nosotros no es una dinámica nueva, es una dinámica cotidiana. Lo que pasa es que ahora en el medio de toda la incertidumbre por esta pandemia, por todo lo que sabemos que conlleva este virus, lo que alimenta más la desesperación y el miedo es no saber si mañana le puede tocar a un familiar, a tu mejor amigo, a tu vecina, a esa referenta que no se tomó ni dos minutos de vacaciones y que está todos los días en ese comedor, en ese merendero dándole de comer a todas las familias del barrio entendiendo que hoy la comunidad se tiene que organizar más que nunca”. Ruiz planteó también que las “condiciones indignas” de vida se agravaron en contexto de pandemia.  “Entendemos que cuando salimos de nuestras casas tenemos que seguir luchando por los derechos, por nuestros vecinos y vecinas, y que tenemos que seguir luchando por un futuro mejor y es eso a lo que nos aferramos, eso es lo que agarramos en el día a día para fortalecernos de nuestras convicciones, para fortalecernos de nuestra lucha y de ese codo a codo filosófico que en el barrio termina siendo una realidad”, agregó. Lo que hace el Estado no alcanza “Nosotros nos juntamos varias veces con el Estado. Ha habido respuestas pero todavía falta, falta un montón. Sin ir más lejos, hoy en la Ciudad de Buenos Aires tenemos 27 espacios alimentarios, donde damos 6.900 raciones diarias y que de todo eso el Gobierno de la Ciudad solamente garantiza el 30 por ciento. Todo lo demás lo obtenemos a través de donaciones de la gente, de la autogestión de las asambleas y también de Unicef que nos viene dando una mano enorme con esto que decía antes”, contó. La pandemia por Covid-19 evidenció todas las problemáticas estructurales que se vienen gestando hace décadas en los barrios populares: “Zavaleta tiene 50 años. Un barrio creado por el Estado, y hace 50 años que no tiene agua, que no tiene luz, ni gas y que todo esto claramente se profundiza”, remarcó. “Todavía no podemos entender cómo muchos enfermeros y enfermeras no tienen reconocimiento salarial y ese reconocimiento como profesionales, y esto tampoco es alejado de los barrios, porque todo eso también desencanta en las problemáticas sanitarias en los barrios y la verdad que muchas veces es indignante, muchas veces causa mucho dolor”, indicó Ruiz en referencia al Día Internacional de la Enfermería, que se celebró el 12 de mayo. “También vemos que muchas veces no hay humanización por parte de los que, en teoría, tendrían que escuchar los reclamos. No hay oído ni unos ojos por parte de los que tendrían que acatar las problemáticas y nosotros nos organizamos, básicamente, porque queremos que nuestros barrios salgan adelante, y por eso venimos discutiendo y visibilizando a través de las asambleas, de nuestro medio de comunicación, que verdaderamente reconozcan a las cocineras de los comedores, a las que laburan en los merenderos comunitarios como trabajadoras”, denunció el referente de La Poderosa. Ramona Medina y el nacimiento de la campaña “Somos Esenciales” La campaña surgió a raíz de la muerte de Ramona Medina, una de las integrantes de las asambleas de La Poderosa, y exige al Estado que se les otorguen vacunas a las mujeres que están día a día en los comedores y merenderos de los barrios. “Hoy estamos peleando y venimos reclamando para que esas vecinas, que son esenciales, sean vacunadas

En la villa 21-24, ubicada en el corredor sur de la Ciudad de Buenos Aires hay una gran invasión de ratas. María, vecina del barrio e integrante de La Garganta Poderosa, en diálogo con el programa radial Hora Libre, relató este problema con detalles y puso el foco en las demoliciones producto de la reubicación de vecinos y vecinas a viviendas de urbanización. Además, denunció los problemas estructurales del el barrio ante la ausencia del Estado, y el desinterés por visibilizar este hecho por parte de los medios tradicionales. (Por La Retaguardia) 🎤 Entrevista: Rodrigo Ferreiro/Matías Bregante ✍️ Redacción: Nicolás Rosales 💻 Edición: Pedro Ramírez Otero 📷 Foto de portada: Facebook La Garganta Poderosa Hoy, la villa 21-24 se encuentra llena de ratas. Según sus habitantes, las demoliciones de algunas casas para las relocalizaciones a cargo del Instituto de Vivienda de la Ciudad, fueron las que generaron la plaga. Casi un año sin un plan de control de plagas y sin respuestas “Nos encontramos con el problema de las ratas en el barrio. Dentro de la villa no se desratiza desde el 21 de diciembre de 2019, esto está provocando un aumento en la población de ratas y también de plagas. Además, tenemos que vivir hacinados sin servicios básicos ni urbanización. En nuestro posteo de Facebook e Instagram publicamos que una nena de cinco años tiene más mordeduras de ratas que años de edad. Tiene seis mordeduras. Ya no podemos aguantar más esto”, detalló María, integrante de La Garganta Poderosa. También denunció que nadie se hizo cargo: “La respuesta que tenemos del Gobierno de la Ciudad es que no hay presupuesto. Encima con el tema de la pandemia es como que se agravó. Los problemas de salud crecen también porque vivimos con ratas por las demoliciones que está haciendo el Gobierno y porque no hay un plan integral de control de plagas. Ya va a ser un año que venimos así”. Invisibles “Ningún medio de comunicación se acercó a nuestro barrio. Sabemos que cuando pasan cosas, como cuando a alguien le pegan un tiro, ahí sí vienen como si fuera un problema urgente. Pero en realidad también pasan otras problemáticas en los barrios: falta de urbanización, tendido eléctrico en malas condiciones, falta de agua. Si bien la nena tenía un pie sangrando (por las mordeduras de la rata), por suerte la atendieron y está bien. En esa misma casa vive un bebé de seis meses”, relató con crudeza.  María ubicó donde se encuentra el foco de invasión de ratas, y también contó cómo vive con su familia en la parte más olvidada del barrio: “Esto pasó del lado fondo de nuestro barrio, vendría a ser el camino donde hubo relocalizaciones. Yo vivo del lado de Iriarte, donde nuestros pasillos están hechos mierda. Estaban haciendo los arreglos de cloacas, pluviales, y quedó en la nada, porque lo hicieron mal. Tengo una nena que se llama Mía, tiene cinco años y una discapacidad motriz. Vive con las rodillas raspadas porque no puede apoyar el pie, porque lo tiene inclinado 90 grados. No podemos tomar agua porque está contaminada, nos hace mal, vomitamos y nos duele la panza. Mi otra hija de dos años está en la misma situación. Tenemos que vivir cuidándonos, la zanja nos está inundando los pies, y también hay ratas”, precisó.  Además, la vecina mencionó otros problemas estructurales aún no resueltos: “Por el mal tendido eléctrico, en un mes se prendieron fuego cuatro casas. De la noche a la mañana te levantás y perdés todas tus cosas, que cuesta un montón conseguirlas. Laburamos mucho para eso. Como no podemos tomar el agua del barrio tenemos que comprarla. Es un peso más que tenemos que gastar y nos sale cara. Tenemos necesidades básicas no cubiertas y que hoy no podemos garantizarlas”. Más ollas organizadas y solidarias “Tuvimos que aumentar nuestras ollas populares. Veníamos haciéndolas dos veces por semana desde que empezó la pandemia. Pusimos dos días más de ollas. La fila llega casi a las dos cuadras.  Hay muchos vecinos y vecinas que son changarines que salen a buscar el pan y hoy no pueden. Estas son las necesidades que sufrimos en el barrio, que nadie las ve, y no las quieren ver. Somos nosotros los que nos tenemos que organizar para que nuestros vecinos no pasen hambre. Eso es lo que más me toca a mí. Yo estoy en un espacio alimentario, la necesidad hizo que tengamos que abrir un comedor, y no nos pone contentos”, manifestó la integrante de La Garganta Poderosa. Por último, mencionó que el uso de las redes de la organización trajo resultados positivos: “Se pueden contactar con cualquiera de las redes de la Garganta Poderosa. Tuvimos que hacer hashtags creativos, campañas  como #ContagiáConectividad o #ContagiáSolidaridad, para que nos llegue ayuda al barrio. La gente donó. Para cuidarnos con alcohol, tuvimos que organizarnos para garantizarlo nosotros. Al hacer la olla como organización, nos dimos cuenta de que no nos estábamos ocupando de nuestra seguridad en salud”, finalizó.

 Antonella Álvarez, periodista popular y vecina del barrio de Boedo, pasó por el programa Hora Libre de Radio La Retaguardia. Relató las actividades que se desarrollan todos los domingos en la olla popular de la Casa Cultural Gran Sur, espacio ubicado en los límites de Boedo y Parque Patricios. Además, puso el acento en otra lógica solidaria, que escapa de la caridad y construye lazos comunitarios. (Por La Retaguardia) 🎤 Entrevista: Rodrigo Ferreiro/Matías Bregante ✍️ Redacción: Nicolás Rosales 💻 Edición: Fernando Tebele —La Retaguardia: ¿De qué se trata la experiencia? —Antonella Álvarez: En una Casa Cultural que se llama Gran Sur, en Boedo Sur, en el límite con Parque Patricios. Se organizó a mes y medio de arrancado el aislamiento social, preventivo y obligatorio una olla popular coordinada, articulada entre tres bachilleratos populares de jóvenes y adultos que ya venían de una coordinación: El Bachillerato Popular Independencia, El Fuentealba y el Parque Patricios, y por una organización que es la que organiza el espacio cultural que funcionaba que en la Casa Cultural Gran Sur. Pandemia mediante, esta casa que era un antiguo bar de Boedo, en una esquina muy hermosa y grande con cocina y otras cosas para hacer, devino en un punto de encuentro de varios espacios que no son solo los tres bachis, también la Organización Siembra, Espacio Cultural Gran Sur. Además, se sumaron estudiantes de la Escuela de Psicología Social (fundada por Pichon Riviere). La olla que arrancó sirviendo entre cien y ciento veinte porciones por domingo, ahora se están sirviendo cerca de doscientas. Y lejos de menguar la cantidad de gente que se acerca, aumenta. Se hizo una red muy grande con otros espacios, con la UTT (Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra), con los nodos que se organizan en casas de vecinos y vecinas de otros barrios, adonde van otros y retiran esos bolsones de verduras y frutas que compran. Lo que se hace también es que con lo que se compra se está donando, y la UTT a su vez después de nuevo dona frutas y verduras para las ollas que se hacen en espacios comunitarios. La gente no solo va a retirar las porciones de comida que son por lo general para familias, cada persona que viene se lleva cinco o seis porciones o las que necesite llevarse. Nosotras nos acercamos como vecinas, con la propuesta de armar un ropero comunitario que en épocas de Covid era medio complejo, pero nos parecía importante. Porque mucha gente en situación de calle había acercado la necesidad de vestirse, y se acercaba el frío, eso fue en mayo. Con una vecina, arrancamos con una mesita con unas donaciones que conseguimos. El ropero hoy se sostiene y devino en un lugar donde se concentran un montón de cosas, de lazos comunitarios. Porque la gente no solo te acerca ropa, también donan juguetes, carteras, etc. Entendimos también que la necesidad de vestirse era primordial. De poder abrigarse. Hicimos campañas específicas para donación de frazadas y de zapatillas, que capaz era lo que más se necesitaba. Tratamos de construir lazos comunitarios que se alejen de la lógica de la caridad, y no siempre es sencillo. En el ropero hay un montón de ropa y vamos creando acuerdos de quienes tiene prioridad. Se hacen filas largas, pero tienen prioridad las personas que están en situación de calle para llevarse lo que necesitan. Si ya te llevaste una vez zapatillas, no podés volver a llevarte. Todos y todas también estamos atravesadas por lógicas capitalistas y consumistas y buscamos romper con eso, organizándonos. La Escuela de Psicología Social se sumó con espacio de expresión. En una mesa, la gente escribe cómo se siente, qué le pasa, y demás. Y otro lugar que es una mesa de libros libres, de donde se pueden llevar libros y si tienen, dejarlos. Muchas veces pasa que se llevan un libro un domingo, lo leen y lo devuelven. Ahí también fuimos inventando en esta época formas de cuidarnos: los alcoholes, las distancias, el piso marcado. También se reparte una especie de boletín que se llama “El diario de la olla”, donde se van contando distintas historias, se comparte un poema. —LR: ¿Cómo están de ánimo las personas que se acercan generalmente? —AA: Hay de todo. La gente tiene mucha necesidad de hablar, de contarte. De compartir situaciones de este momento pandémico y de encierro. De cómo surgió la necesidad de acercarse a un espacio así y de cómo eso los marca en términos de su subjetividad, como: “Yo nunca tuve que hacer esto”. La olla se volvió más un punto de encuentro, que meramente satisfacción de una necesidad. Hay una preocupación latente de la gente de sí vamos a seguir sosteniendo esto cuando termine la pandemia. Nos encontramos en Rondeau y Boedo Los domingos desde las 11:30 hasta las 14 funcionan la olla y el ropero. Estamos necesitando frazadas y sobre todo ropa de varón, que son quienes más están en situación de calle. 

Desde que se decretó la cuarentena obligatoria por la pandemia de COVID-19, en los barrios periféricos de todo el país se profundiza la crisis y la desigualdad. Al mismo ritmo, aumenta la solidaridad entre vecinos y vecinas, crecen los comedores, las ollas populares y los merenderos. De esta manera llenan un vacío que deja el Estado y resuelven situaciones urgentes y necesarias: dan de comer a los pibes y pibas del barrio, quienes muchas veces sólo tienen alimento gracias a esas personas. (Por La Retaguardia)✏ Redacción: Agustina Salinas 💻 Edición: Pedro Ramírez Otero 📷 Fotos: Agustina Salinas En Lomas de Zamora, a pocos minutos de la estación y en la intersección de las avenidas Oliden y Frías del Municipio que conduce Martín Insaurralde, desde hace más 30 años que se levantó el Barrio la Chatarra, bautizado así por ocupar los alrededores de un local abandonado de compra y venta. Entre las calles Sirito y Richieri, lindante con el arroyo del Rey que atraviesa la avenida Oliden, los y las vecinas organizan la cena y merienda para repartir en el barrio. Comenzaron a fines de abril cuando se alertaron por la necesidad de las familias sin ingresos, en particular por una pareja con 7 hijos e hijas que vivían en un colectivo. Fue así que Claribel, su marido Maxi, sus cuñadas y suegra, y su vecino Elías levantaron la olla que sostienen desde hace más de 3 meses los lunes, miércoles y viernes. Los días martes y jueves preparan la merienda para repartir en el barrio. “El hambre no espera”, dice Claribel al remarcar la importancia de darles un plato de comida a más de 40 familias y la copa de leche a más de 30 pibes y pibas. La olla se sostiene con aportes solidarios, donaciones, o con plata que juntan entre ellas para comprar lo necesario, ya que no reciben partidas de alimentos ni desde el Municipio que conduce, ni desde el Ministerio de Desarrollo Social. A través de las redes solidarias y del boca en boca, también lograron conseguir una casilla para ayudar a la familia de Maxi y Ximena, que desde esta semana habitarán su nuevo hogar, que recibieron gracias a la difusión de su problemática habitacional. Además de padecer la pandemia de coronavirus, los vecinos y vecinas de La Chatarra denuncian la contaminación del arroyo en el que varias empresas cercanas desechan sus residuos químicos y contaminan el agua.  Esto genera erupciones y problemas respiratorios, y perjudica principalmente a los niños y niñas.. Desde el Municipio y la Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR) dan por finalizada la obra que nunca llegó a ese barrio, a pesar de la evidente falta de canalización y limpieza del arroyo.  No hay respuestas a pesar de la insistencia y denuncias que realizan desde hace varios años. De lunes a viernes, Claribel y sus vecinas se preparan para llevar algo que a esta altura es esencial pero parece un privilegio: un plato de comida a sus vecinos y vecinas.

El viernes pasado acompañamos la primera olla popular del club Sol de Mayo para ayudar a los vecinos y vecinas más necesitadas del barrio de Mataderos. Daniel Calabrese, fotógrafo, fue parte de la movida y se presentó desde temprano para registrar esta tarea colectiva en medio del aislamiento social preventivo que solo considera a un sector de la sociedad y relega a los sectores más empobrecidos. (Por La Retaguardia) ✏ Redacción: Matías Bregante 💻 Edición: Rodrigo Ferreiro 📷 Fotos: Daniel Calabrese Desde el lunes 20 el barrio de Mataderos se ve atravesado por una acción solidaria y colectiva. Clubes sociales, organizaciones, unidades básicas, ONGs, todos con la premisa de recolectar alimentos no perecederos, artículos de limpieza, elementos de aseo personal, leche y pañales. Desde “Hora Libre” pudimos hablar con Flavio Prieto, miembro de la Comisión Directiva del club.  “El problema que está acarreando el COVID 19 no solo es sanitario, sino que se está complicando mucho la cuestión social y económica para mucha gente, para muchas familias”. El Estado nacional propone un aislamiento diseñado para la clase media alta y los sectores de mayor poder adquisitivo, lo que produce que para muchos trabajadores informales, monotributistas, comerciantes, se haya paralizado la entrada de dinero. En un contexto económico que viene en baja desde hace más de 5 años la pandemia profundizó las carencias de muchos hogares. “Por eso decidimos desde el club la semana que paso pedir donaciones para poder asistir a las familias del barrio que más lo estén necesitando. La semana que hemos salido a hacer recorrida por las viviendas llevando la mercadería a los domicilios, con todas las condiciones de salubridad y de cuidado necesario no solo para nosotros sino también para el vecino y la vecina a la cual le arrimamos la mercadería y se asistió alrededor de 35, 40 familias en la semana” relata Prieto sobre el trabajo que viene realizando. El viernes, para cerrar la primera semana de esta acción solidaria, se preparó una olla popular que desde las siete de la tarde comenzó a repartir comida a quienes se acercaban. Decidieron comenzar con una olla semanal en virtud de la colaboración de les vecines, que rápidamente superó las expectativas. Flavio cuenta con orgullo: “Estimamos hoy entregar 50 porciones de guiso, es la manera que tenemos desde el club para ayudar a nuestro barrio. Es un club que no solo se encarga de lo deportivo y lo cultural, sino que está muy insertado en lo que es el barrio, con la identidad del barrio y con la cuestión social”. Esta gesta solidaria que tuvo como motor al Sol de Mayo se vio acompañada en el barrio por el Club Cárdenas, la Unidad Básica Sebastián Borro y por la ONG El Toldo. Estos espacios también están recolectando productos de primera necesidad para ayudar a las vecinas más necesitadas. Mientras dure el aislamiento el club Sol de Mayo estará recibiendo donaciones de lunes a viernes de 10 a 17 y se realizará la olla popular los días viernes a las 19. El club queda en la calle Oliden 1935, a 20 metros de Avenida Directorio.