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Orletti


El abogado querellante en distintas causas de lesa humanidad, señaló que no hay ocultamiento de archivos. Fue luego de que se identificara una ex Centro Clandestino por un desclasificado por EE.UU. Llonto lo contó en el programa Hasta que vuelvan los abrazos por Radio La Retaguardia. (Por La Retaguardia) 🎤 Entrevista: Fernando Tebele/Giselle Ribaloff ✏ Redacción: Diego Adur 💻 Edición: Pedro Ramírez Otero El domicilio de la calle Bacacay 3570, en el barrio porteño de Floresta, fue identificado como un Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio. La casa está ubicada en la misma manzana que otro ex CCDTyE, conocido como Automotores Orletti. Si bien existían indicios que situaban en la calle Bacacay, y cerca de Orletti, la confirmación se produjo a través de un documento desclasificado de Estados Unidos: “El tema de la existencia de ‘algo’ esa calle estaba hace tiempo. En el procesamiento de la causa Orletti, en la lectura de su documentación, había una referencia de una exagente de inteligencia, de apellido Nieto, que había mencionado que un grupo de la SIDE operaba en una base en la calle Bacacay y después se habían trasladado a Automotores Orletti. Después, recientemente, apareció un documento desclasificado de los Estados Unidos que habla con precisión de esa calle. Con la dirección exacta uno puede corroborar si el inmueble existe y buscar si hay algún testimonio que diga haber sido llevado a un inmueble de esas características”, explicó Pablo Llonto, abogado querellante en la causa. A diferencia de otras oportunidades donde son las y los propios sobrevivientes quienes llevan adelante las investigaciones para determinar los sitios utilizados por la dictadura para detener y torturar personas, una vez que la Justicia obtuvo la dirección exacta del domicilio contrastó los testimonios de las víctimas que podrían haber estado allí con las características del lugar: “El juzgado de (Daniel) Rafecas citó, por vía digital, a personas que hablaron de determinadas características que tenía el lugar al que habían sido llevadas. Por ejemplo, un sótano pequeño, pisos de madera, etcétera. Cuando estos testimonios se cotejan con la descripción de la casa de la calle Bacacay, coinciden. Ahí es cuando se le pone nombre y apellido de Centro Clandestino a este lugar. Ha sido un trabajo de unir centenares de datos que llegan con los años. Hay un montón de hipótesis dando vueltas en todo el país. Está buenísimo que ocurra, pero si no hay víctimas no hay centro clandestino. Esto pasó con la calle Bacacay. Hoy, ya se puede afirmar que fue un centro clandestino”, aseguró. Por el momento, el inmueble y las personas que compraron la propiedad están bajo investigación judicial y se dio la orden de no realizar ninguna modificación en la casa. “Todo indica que la familia que está ahora compró de buena fe. Ha habido un acuerdo de no innovar. Mientras, continúa la investigación del recorrido que tuvo el inmueble. Después estará la decisión, en este caso del Gobierno de la Ciudad, de expropiar ese inmueble para convertirlo en un sitio de memoria. En el resto del país, hay un montón de lugares como que no se expropiaron”, contó el abogado. Documentos desclasificadosUn acuerdo entre Argentina y Estados Unidos pactado hace muchos años, permitió la entrega de documentación desclasificada de los archivos secretos del gobierno norteamericano durante el terrorismo de Estado en Argentina. Los documentos, que en casos como el de Bacacay tienen suma importancia para la reconstrucción de la memoria, son seleccionados por organismos de Estados Unidos, quienes deciden qué enviar a nuestro país: “Los distintos gobiernos de Estados Unidos que hubo en los últimos 20 años fueron entregando al gobierno argentino cuatro tandas de documentación. La última entrega fue, paradójicamente, del gobierno de (Donald) Trump al gobierno de (Mauricio) Macri. No por la voluntad de ambos sino porque este es un compromiso asumido estatalmente y los distintos gobiernos lo van cumpliendo. Se van entregando de acuerdo a la desclasificación que se origina en Estados Unidos. Es la voluntad de Estados Unidos, que entrega los documentos que ellos deciden entregar, no todos. Ellos abren, leen, separan, clasifican, tachan —muchos documentos han llegado tachados—, y los entregan en tandas. En la última tanda se entregaron documentos que ya eran desclasificados de la CIA y del FBI, que tienen más información que los que entregaban antes del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Agradecemos y exhortamos a que sigan entregando, pero sabemos que la selección de esos documentos la hace personal de los Estados Unidos”, aclaró Llonto y especificó: “Son los diálogos que mantuvieron personal de la Embajada de Estados Unidos con funcionarios de la dictadura. Del ’76 al ’83, hablaron con policías, militares, ministros, genocidas, con un montón de gente. Lo que contaban estos personajes era enviado a las distintas instituciones de gobierno de Estados Unidos”.¿No hay ocultamiento de archivos? Una consigna habitual de Madres, familiares y organismos de derechos humanos reclama la apertura de archivos. Llonto fue categórico al decir que esos archivos, si existen, no están siendo ocultados. Aseguró que, en Argentina, los archivos que sobrevivieron a la “limpieza” que hicieron los genocidas tras el decreto del último presidente de facto Reynaldo Bignone, están disponibles para ser consultados por cualquier juez que lo disponga. El inconveniente, contó, es el poco personal habilitado para hacerlo en relación con los volúmenes de documentación para revisar: “Si un juez pide una documentación recibe la respuesta. Los archivos de la represión y de la dictadura fueron destruidos. Lo que hay que investigar es el resto de los archivos que colateralmente pueden tener información. Por ejemplo, en los legajos de los militares, que no fueron destruidos, puede hallarse una carta o mensaje de ese militar dando información sobre algo. Hay miles y miles de documentos esperando que se los revise. No alcanza el personal y no alcanza el tiempo. Macri desarmó y desfinanció los equipos de investigación. No hay archivos cerrados en la Argentina”, opinó para cerrar.

El Juez Federal Daniel Rafecas anunció hace algunas semanas la existencia de un nuevo Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio en la Ciudad de Buenos Aires. Compartimos testimonios a través de las voces de la sobreviviente Emma Le Bozec; el abogado de causas de lesa humanidad, Pablo Llonto; y el coordinador del ex centro clandestino Automotores Orletti, el Turco Maggio. (Por La Retaguardia) ✏ Redacción: Paulo Giacobbe 🎤 Entrevista: Paulo Giacobbe/Fernando Tebele/Giselle Ribaloff 💻 Edición: Pedro Ramírez Otero 🖍️ Ilustración: Lorenzo Dibiase El jueves 2 de julio el Juez Federal Daniel Rafecas, mediante un mensaje de Whatsapp, informó a varios medios la existencia de un nuevo Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio en la Ciudad de Buenos Aires. “En el marco de la causa del primer cuerpo del ejército, veníamos desde hace mucho con información y testimonios que existía un centro clandestino que dependía de la SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado) muy cerca de Automotores Orletti”, dijo el juez en un mensaje que también envió a La Retaguardia. Orletti fue el centro clandestino donde se coordinó el Plan Cóndor, la represión en América Latina, y funcionó en una casa ubicada en Venancio Flores 3519 en el Barrio de Floresta. Estaba bajo control de la SIDE y actuaba en conjunto con el Batallón 601. Funcionó pocos meses del año 1976, probablemente desde el 11 de mayo hasta el 3 de noviembre. Este nuevo centro clandestino se encontraba a la vuelta de Orletti, en la misma manzana. “Finalmente, en un trabajo conjunto con el Equipo Argentino de Antropología Forense y víctimas del terrorismo de Estado, logramos identificar esa vivienda con sótano en la calle Bacacay y que funcionaba como una casa orgánica de la SIDE en la época de la dictadura, donde fueron cautivos, torturados y luego desaparecidos víctimas de la dictadura. Estamos haciendo citas testimoniales y de reconocimientos de muchas víctimas que posiblemente hayan pasado por allí”, concluía en su mensaje el Juez Federal. “Era una casa que tenía un patio, nosotros estábamos siempre en una habitación de piso de madera donde estaba el sótano. Al lado estaba el baño donde estaba la gente que torturaban”, contó Emma Le Bozec, sobreviviente del centro clandestino de la calle Bacacay, al programa Rayuela de Radio Presente. “Me parece que adelante estaba un lugar que era una oficina para ellos (los genocidas). Después del patio, al fondo, había otra cocina. A esa cocina también fui, porque a los gritos le decían a otra detenida desaparecida ‘vení a ordeñarla’, para que me sacara la leche de los pechos porque yo le estaba dando a mi hija de tomar el pecho”, agregó. Emma fue secuestrada el 1 de mayo de 1976 y estuvo cuatro días junto a once personas, entró al centro clandestino por una rampa y la tuvieron siempre vendada en los ojos pero podía mirar para abajo. Así fue que vio a dos personas encerradas en el sótano: “Había dos compañeros secuestrados en el sótano, que les hacían ponerse unas medias negras de mujer, según ellos decían que era porque les habían hecho lavar los pantalones vaqueros. Eso no me voy a olvidar, porque yo veía para abajo y ellos me hacían señas, me saludaban. Pobrecitos, eran jóvenes”, relató Le Bozec. Apenas un fragmento de su testimonio permite vislumbrar lo que era ese lugar. Pablo Llonto, abogado querellante en causas de Lesa Humanidad, explicó en el programa Hasta que vuelvan los abrazos de Radio La Retaguardia que la dirección se supo por un documento desclasificado de Estados Unidos, que menciona la existencia de un centro clandestino en la calle “Bacabay (sic) 3570” utilizado por el grupo de Aníbal Gordon. “Eso permite disparar con precisión la investigación, si uno tiene la dirección exacta lo que puede hacer es corroborar cómo es el inmueble, sobre esa base buscar algún testimonio de alguna persona que dice haber sido llevada a un inmueble de esas características. Eso es lo que se hizo en esta cuarentena”, explicó Llonto, y continuó: “Cuando se coteja estos testimonios con la descripción de la casa de la calle Bacacay coinciden. Y ahí es cuando se le pone nombre y apellido: centro clandestino. Eso es lo que comunicó Rafecas la semana pasada. Ha sido un trabajo de unir piezas”. Así como la casa de la calle Franklin al 900, que fue un centro clandestino en el barrio de Caballito, la casa de la calle Bacacay también está habitada. Otras casas que fueron parte del plan sistemático de exterminio pudieron ser recuperadas como sitios de memoria, automotores Orletti en Venancio Flores y la casa de Virrey Cevallos 630 son dos ejemplos. Sin embargo, otros lugares que fueron denunciados como centros clandestinos hace más de treinta años por sus sobrevivientes, recorrieron un camino distinto. El subsuelo de las Galerías Pacífico o la isla El Silencio, propiedad de la Iglesia, son otros dos ejemplos pero en sentido contrario. Parecen olvidados. Llonto señaló: “En el resto del país hay un montón de lugares que no se expropiaron. La isla El Silencio es de los más conocidos, se utilizó como centro clandestino por la armada, no se expropió. Y es tétricamente conocida”.Para el abogado todo parece indicar que los compradores de la calle Bacacay lo hicieron de buena fe, aunque hay que investigarlo, y eso podría complicar la expropiación del inmueble. Actualmente existe una medida de no innovar sobre el mismo, si quieren hacer una modificación la tienen que comunicar al juzgado. La charla con Pablo Llonto fue mucho más extensa que lo contado acá y en estos días saldrá completa en este mismo sitio. Circuito represivo de la SIDE en Floresta Ricardo “el Turco” Maggio es coordinador del Sitio de Memoria Automotores Orletti y dijo que se enteraron en junio de la existencia del inmueble a través de un escrito del juzgado de Rafecas. “Ya había información con respecto a que sobre la calle Bacacay había operado la banda de Gordon, estaba identificada una casa en Bacacay 4200, con lo cual lo que abre este descubrimiento es poder

Algunos permanecen prácticamente intactos y son Sitios de Memoria, otros no existen más o no están señalizados. Entrevistas a Osvaldo López del Sitio de Memoria Virrey Cevallos y a Emilio y Gabriel, del sitio de Memoria Automotores Orletti. (Por Paulo Giacobbe para La Retaguardia)Foto: Virrey Cevallos “En realidad los tipos ya tuvieron impunidad, pasaron 40 años. Los tipos hicieron su vida, se casaron, tuvieron hijos, los hijos estudiaron, se recibieron. La vivieron. Estamos discutiendo que jubilación van a pasar”, reflexionó Osvaldo López sobre los represores que actuaron en el ex Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio (ex CCDTyE) Virrey Cevallos. Osvaldo estuvo secuestrado en ese lugar y actualmente es coordinador del Sitio de memoria. A fines del año pasado se realizó el juicio por los crímenes de Lesa Humanidad cometidos en ese centro clandestino. Solo tres acusados. Dos condenas y una absolución fue el resultado. “Estamos discutiendo qué jubilación van a pasar. Van a ser procesados, van a estar con arresto domiciliario, van a estar presos, no van a estar presos. Eso se está discutiendo hoy. Cuando la justicia llega tan tarde deja de ser justicia y aparte el poder judicial se mueve en función del poder político. El macrismo hizo varios intentos de frenar los juicios, no pudo por la presión social, el 2×1 es un ejemplo de eso. Buscó otros caminos de impunidad, la entró por la vía judicial, entonces ahora hay fallos con absoluciones y hay más arrestos domiciliarios que antes. Es un camino de impunidad con el compromiso que tiene el macrismo, esa clase social, con los militares que hicieron el trabajo sucio para ellos. El  fallo de Cevallos está atado a eso. Hay una absolución, una condena y un arresto domiciliario”.Osvaldo López rescató otras connotaciones que van más allá de la sentencia: “lo que se conoce durante ese proceso en cuanto a la verdad, la difusión que tiene el espacio, la difusión social y con los chicos de la escuela sobre lo que fue el Terrorismo de estado, la reparación de muchos de los secuestrados que pasaron por acá y dejan de ser los demonizados, los condenados, un montón de efectos que suman, pero estamos a cuarenta años, es una pincelada de manteca”.La vida engaña dos veces Virrey Cevallos tiene la particularidad de haber sido un centro clandestino de la Fuerza Aérea que funcionó en una casa, en el barrio de Monserrat. Durante el juicio se mencionó otro centro clandestino de la Fuerza Aérea que también funcionó en una casa, pero en el barrio de Caballito. “Fuerza Aérea actuó en zona oeste fundamentalmente, fuera de eso aparecen Virrey Cevallos y Franklin (en Caballito, a la altura del 900 de esa calle), sospechamos que hay más. Sabemos que hubo gente secuestrada en SIFA (Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea) en Riobamba y Viamonte, yo fui a hacer un reconocimiento del lugar y hay celdas en el sótano. Sabemos que RIBA (Regional de Inteligencia de Buenos Aires) y la patota de acá tenían un lugar de tortura en la ESMA, incluso estaban un tiempo secuestrados en la ESMA y después se los llevaba Fuerza Aérea de nuevo”, relató Osvaldo, marcando las conexiones operativas entre las distintas fuerzas represivas y la diferencia con otros centros clandestinos: “son casas, están enclavadas urbanamente. No son como las unidades militares”.La historia de Cevallos es intrincada. Andrés Visca la había donado al Estado, junto con otras propiedades, para construir una maternidad. Se crea la“Comisión Legado Andrés Visca” de la Policía Federal y el inmueble es rematado. Los hermanos Río compran la propiedad y se la alquilan a alguien de la Fuerza Área que lo utiliza como centro clandestino. La agrupación barrial independiente Vecinos de San Cristóbal contra la Impunidad será clave para denunciar el lugar y recuperarlo como Sitio de Memoria. Organizando escraches y marchas al lugar, que estaba en venta y seguramente sería demolido, es que en 2004 se logra su recuperación.Osvaldo razonó que los vecinos linderos sabían lo que pasaba: “Los vecinos sabían, imposible que los vecinos pared de por medio no supieran. Si los que estaban secuestrados acá escuchaban las voces de los vecinos. Cuando vinimos nosotros también había miedo. Con el tiempo recién empezaron a hablar los vecinos, ellos vieron los vehículos que usaban, vieron las patentes.”Hasta que un día, uno de esos vecinos le dijo a Osvaldo: “si quiere saber más de esto, vaya a la casa de Viamonte y Riobamba”.Y así llegan a SIFA. Que “fue el archivo, la misma función del 601 del ejército que está en la otra cuadra, pero de Fuerza Aérea. Tenían celdas abajo, sospechamos que tenían gente de paso, y que llevaban a ver los archivos. Estos hechos hacen que el Terrorismo de estado no sea un hecho del pasado, todavía tiene consecuencias que llegan hasta hoy, no hablemos de las económicas, sociales y demás. Consecuencias en particular que están ahí. En la piel de hoy”, analizó Osvaldo López.Algunos de los vecinos, entonces, tenían bastantes datos. No todos declararon en sede judicial, aunque se acercaron al espacio y dieron información importante. Para muchos vecinos, los más cercanos, todavía sigue siendo La Casa del terror.“Entonces tiene una distancia por el significado que ellos le dieron a esto, les cuesta venir. Pero es imposible que no supieran el funcionamiento, el movimiento. A medida que te alejas, la otra cuadra ya se sabe menos, se sospecha. Después se va diluyendo en la distancia el conocimiento sobre esta casa”.Osvaldo calculó que el centro clandestino de la calle Franklin funcionó poco tiempo: “Calculamos que seis meses, porque la pareja que secuestran y el que se escapa fue al poco tiempo que alquilaron la casa. La abandonaron por esa fuga y fue seis meses después que alquilaron la casa y funcionó al mismo tiempo que Cevallos. Yo creo que eran casas operativas, ellos necesitaban una distribución de lugares, si vos hacías un secuestro en la Ciudad no podías ir a Morón, torturarlo allá y sacarle información para después hacer de nuevo un secuestro en la