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Rodolfo Walsh


La hija de Rodolfo Walsh y sobrevivientes, querellantes de la megacausa ESMA, solicitaron a la justicia que el lugar donde se incineraban cuerpos durante la última dictadura no sea cedido por el Estado al Club Atlético River Plate. Testimonios tanto de sobrevivientes como de genocidas corroboran el uso que le dio la Armada. En el pedido calificaron al predio como “un cementerio” en el que podrían estar los cuerpos de Rodolfo Walsh y Raimundo Villafor”, entre otros. Redacción: Paulo Giacobbe Edición: Fernando Tebele El pasado 23 de mayo el Juzgado Criminal y Correccional Federal N°12 de CABA, que instruye la Megacausa ESMA y está a cargo de Ariel Lijo, autorizó a la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) a otorgar al “Club Atlético River Asociación Civil” un permiso de “uso precario y gratuito” del Campo de Deportes de la ESMA, aproximadamente unos 73.362,35 metros cuadrados. Ese lugar cumplió un rol fundamental dentro del exterminio planificado del centro clandestino: era el lugar elegido por los represores para quemar los cuerpos de algunas personas secuestradas. Hoy a la mañana, la diputada Miriam Bregman y Matías Aufieri, ambos del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH), representando a los querellantes de la causa ESMA, Patricia Walsh y Carlos Lordkipanidse, presentó un escrito solicitando al Juez Ariel Lijo que ordene la suspensión de la cesión y mantenga en el predio una medida cautelar de no innovar.  En el escrito presentado señalan que nunca fueron debidamente notificados de la cesión y que se enteraron por la prensa “lo cual resulta fundamento suficiente” para dar marcha atrás con la autorización del 23 de mayo.  Los cuerpos de Rodolfo Walsh, Raimundo Villaflor y Ariel Ferrari podrían haber sido incineradosen ese predio, entre otras víctimas; y son numerosos los testimonios existentes en la causa “acerca de enterramientos e incineraciones en el campo de deportes de ESMA en aquellos días no previstos para los llamados “traslados” consistentes en arrojar los cuerpos al mar desde aviones”. El Campo de deportes se trata de  “un verdadero cementerio de víctimas de la represión y torturas del grupo de tareas estatal que actuó en el marco de la ESMA”, le recuerdan al Juez en el escrito. “No puede perderse de vista que el predio en cuestión, constituye no sólo un sitio de memoria, sino de prueba”. “Vale agregar, que otro de los métodos de eliminación de personas secuestradas en la ESMA, como fueron los llamados “vuelos de la muerte”, se tuvieron por ciertos mediante el testimonio de testigos, ya sean de la propia Marina, como conscriptos, y sobrevivientes, más allá de contar o no con los cuerpos de las víctimas eliminadas de ese modo. Mismo temperamento debe primar en este caso, y ser conservado el predio para agotar todos los trabajos necesarios -si ello fuera posible- sin plazo temporal alguno, así como se ha procedido respecto del resto de las dependencias que formaron parte de la ESMA”. Además dicen no encontrar motivos válidos para la cesión gratuita “a una entidad que genera recursos e ingresos multimillonarios”, como lo es el Club Atlético River Plate.  En el campo de deportes, el Club millonario proyectó la construcción de seis canchas para la práctica de fútbol once, una cancha de agua de hockey, cuatro vestuarios para los equipos locales, visitantes y árbitros, un salón comedor, un salón de actividades múltiples para los encuentros de los distintos equipos; más la conservación y mejora de los espacios verdes y recreativos, la construcción de espacios de estacionamientos y la construcción de tribunas, tanto para las canchas de fútbol como las de hockey. En la primera etapa del proyecto las obras estarían supervisadas por el Equipo Argentino de Antropología Forense, que además aportó una propuesta de trabajo destinada a la realización de excavaciones arqueológicas sistemáticas y exhaustivas sobre el predio.  Una cesión de “uso a un privado que anuncia una construcción masiva y la transformación radical del predio”, calificaron desde la querella. “Es inverosímil, que  semejante plan de obras proyectado, fuera a suspenderse ante cualquier señal o resultado que siquiera sugiera la posibilidad de presencia de restos humanos en el predio”. Sobre las tareas encomendadas al EAAF dicen que “pueden y deben ser dispuestas sin una cesión de uso ya consumada en favor de un tercero”. Por último hacen mención a la ley nacional 26.691, que sobre la preservación de los sitios de memoria, ordena: “a fin de preservar como Sitios todos aquellos inmuebles en que se cometieron actos de tortura, exterminio, reducción a servidumbre, desaparición forzada de personas u otros vejámenes, la autoridad de aplicación deberá […] establecer canales apropiados de consulta permanente con organismos de derechos humanos y organizaciones de la sociedad civil en el diseño de las políticas públicas de memoria”. Señalando que cuando la Dirección Nacional de Asuntos Penales de la Procuración General de la CABA pidió realizar modificaciones en el campo de deportes se dio aviso a la Dirección Nacional de Sitios que objeto lo pedido por, justamente, incumplir con la ley nacional 26.691

Allí vivió el periodista hasta su secuestro, asesinato y desaparición en marzo de 1977, mientras divulgaba clandestinamente su magistral Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar. El inmueble permanece ocupado por una familia de policías. Un proyecto de ley propone declararla de utilidad pública para convertirla en espacio de memoria. Está en la legislatura bonaerense a la espera de ser tratado. María Piovani trabaja con la diputada Florencia Saintout. En diálogo con el programa radial Mis hijos están con el padre, dio todos los detalles.  (Por La Retaguardia) 🎤 Entrevista: Braulio Domínguez/Silvio Florio ✍️ Redacción: Nicolás Rosales 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Foto de portada: Braulio Domínguez/La Retaguardia Allí, en aquella casa de la ciudad de San Vicente que continúa ocupada por una familia policial, el brillante periodista redactó la carta dirigida a las Junta militar, destinada a denunciar el Terrorismo de Estado mientras estaba en pleno desarrollo. Fue precisamente momentos antes de viajar hacia la Ciudad de Buenos Aires, donde fue asesinado a la altura de la estación Entre Ríos de la Línea E del subterráneo, que hoy también lleva su nombre.  “Este proyecto tiene como objetivo poder declarar como un bien de interés histórico cultural la casa de Walsh en San Vicente. Y además declararla de utilidad pública y sujeta a expropiación para poder convertirla como un espacio de memoria y reflexión. Una memoria viva, como aquella que se escapa del olvido, sobre todo para aquellas personas que han  sido perseguidas, torturadas, y asesinadas”, comenzó María Piovani, militante de La Cámpora y asesora de la diputada bonaerense Florencia Santiout, quien presentó el proyecto. Acerca del estado del intento de recuperación, que no es el primero, Piovani señaló: “Este proyecto pasó por instancias parlamentarias anteriores. Porque a nivel nacional se había presentado algo de similares características y nosotras lo retomamos porque lo consideramos central”. “El hecho de poder que esa casa emblemática testigo de aquella carta a las juntas, no solo es un acto reparatorio, sino principalmente un acto de justicia con todos los compañeros y compañeras y la sociedad en su conjunto”, reflexionó. Proyecto encaminado Por otro lado, la militante del Frente de Todos tiene una mirada positiva respecto al avance del proyecto: “En principio creeríamos que no habría ningún impedimento en poder expropiar la casa, este proyecto, en la medida que esté acompañado por una fuerza política, puede ser empujado. Ya está trabajado en su primera comisión, que es la de tierras. Nicolás Mantegazza, el intendente del municipio de San Vicente, respondió positivamente ante las consultas, mostró buena voluntad. Incluso, una vez expropiada la casa, el propio municipio se haría cargo de la conservación de la misma. Después, el proyecto pasará por otras tres comisiones para que se convierta en ley, pero por lo menos vemos que está en movimiento”. Antecedentes en su memoria La Retaguardia también pudo saber que hace muy poco tiempo se realizó una intervención artística en la vieja estación de trenes de San Vicente desde la que Walsh iba y venía a la CABA, denominada “Las ultimas sus huellas”, en homenaje a Walsh y a todas las víctimas del Terrorismo de Estado. Una acción conjunta del municipio y  el Colectivo Memoria, Verdad y Justicia de San Vicente. Las indicaciones intentan mostrar los últimos  pasos del periodista y escritor antes de comenzar su viaje a Buenos Aires, donde lo esperaba una patota de la ESMA para intentar secuestrarlo, a lo que Walsh intentó resistirse. Anteriormente, en cercanías de la casa, se habían colocado algunos carteles indicadores con  crónicas descriptivas y también hay un par de murales realizados por colectivos culturales en el trayecto entre la vieja estación convertida en predio ferial y la casa ocupada. Además, la calle lleva el nombre de Rodolfo Walsh.  Centro provincial de la memoria como algo vivo “Lo que pretendemos es que el espacio funcione como un Centro de la memoria, que esté abierto, y no solo como un lugar de visita de algo que tiene que ser mostrado en los términos que por ahí se piensa un museo, más que sea algo lleno de vida, que se produzcan actividades de índole políticas y culturales en interacción con los vecinos y vecinas de San Vicente. Pero también que pueda ser visitado por las escuelas de la provincia, corriendo los límites de lo que implica solamente un museo”, concluyó Piovani sobre el proyecto de ley.

Se trata de Horacio Luis Ferrari, quien había sido liberado en 2019 durante el juicio ESMA IV, en el que además logró evitar que lo condenaran recusando al tribunal. Ahora la Corte Suprema de Justicia ordenó revocar su libertad a partir del pedido de la querella que encabezan el sobreviviente Carlos Lordkipanidse y la hija de Rodolfo Walsh, Patricia, en representación de la querella de Justicia YA! (Por La Retaguardia) ✍️ Redacción: Fernando Tebele 💻 Edición: Diego Adur 📷 Foto de portada: La Retaguardia. El informe que deja en evidencia que Ferrari estuvo destinado en la ESMA desde el 28 de enero de 1977 El camino de Horacio Luis Ferrari, imputado por crímenes de lesa humanidad cometidos en la ESMA y nunca condenado en los tramos anteriores, parece conducir a toda velocidad a la cárcel. Con los votos mayoritarios de Ricardo Lorenzetti, Horacio Maqueda y Elena Highton de Nolasco, la Corte Suprema de Justicia aceptó el Recurso de queja presentado por la querella colectiva de Justicia YA!, y ordenó al Tribunal que dictara un nuevo fallo. Ferrari, conocido con el apodo de Pantera dentro de la ESMA, afrontó el tramo IV del juicio como acusado. Incluso su abogado defensor, el histriónico negacionista Guillermo Fanego, llegó a alegar extensamente a su favor, mientras Casación tramitaba un pedido de recusación de los jueces Daniel Obligado y Adriana Palliotti. Cuando salió la resolución a su favor, a días del veredicto, Ferrari quedó fuera del juicio, a la espera de que otro tribunal lo juzgue. El tribunal de alzada también había rechazado el pedido de revocar su libertad, concedida por Tribunal Oral Federal N°5 en mayo de 2019, en pleno juicio. Entonces la querella encabezada por Carlos “Sueco” Lordkipanidse y Patricia Walsh, que representa al Colectivo Justicia YA! y también reúne a integrantes de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, decidió presentar una queja a la Corte Suprema. Incluso tuvieron que juntar 40 mil pesos para poder acceder al derecho al fallo. Ese pedido también fue acompañado por el Fiscal en la instancia de Casación Raúl Pleé. Para Ariel Noli, abogado de esta querella junto a Adrián Krmpotic “el fallo es lógico, porque además como fundamento del recurso utilizamos un fallo de la misma Corte en un caso análogo de poco tiempo atrás. La implicancia del fallo es muy buena porque necesariamente el TOF tiene que emitir una nueva resolución judicial respecto de la liberación de Ferrari en el medio del juicio, por lo que entendemos que corresponde que vaya a prisión”. Ahora los nuevos jueces del TOF deberán resolver sobre el tema. Si bien Ferrari cuando fue liberado contaba con el beneficio de la prisión domiciliaria, sería esperable que llegue a juicio sin privilegios, y en una cárcel común. Así lo pidió la querella horas después del fallo de la Corte. 

Con esta nota, La Retaguardia lanza una campaña un tanto pretenciosa pero no por eso imposible: cambiarle el nombre a la línea del Ferrocarril que hoy lleva el de Julio Argentino Roca. La propuesta es que lleve el de Rodolfo Walsh. El periodista y militante popular desaparecido el 25 de marzo de 1977, utilizó esa línea como último recorrido para venir a la CABA desde San Vicente, donde está la última casa que habitó, por cierto aún ocupada por la familia de un policía. (Por La Retaguardia) ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe 💻 Edición: Fernando Tebele/Pedro Ramírez Otero Esa parte de la historia es conocida, o bastante conocida. Se fue armando como algunos de sus textos. Reconstruyendo de a gotas, pasos, saltos y tachaduras. Comienzos nuevos sobre otros comienzos, como si él mismo estuviera martillando su propia historia en una máquina de escribir. Ese obsoleto —usual en esos días— elemento de escritura, quedó asociado a su imagen, como sus anteojos. Escritor, periodista militante comprometido con su tiempo. En estas líneas no se va a decir nada nuevo sobre las últimas horas de Rodolfo Walsh.  La línea de Ferrocarril General Roca recorre grandes distancias del Sur de la Provincia de Buenos Aires. En 1977, un ramal de esas vías llegaba hasta San Vicente. Fue ahí donde Lilia Ferreyra y Rodolfo Walsh subieron a un tren rumbo a la otra cabecera: Plaza Constitución, en la Ciudad de Buenos Aires. Ya era más de la una de la tarde. Ahí se despidieron. Walsh tenía tres citas en su rol como integrante de Montoneros, ANCLA (Agencia de Noticias Clandestina) y Cadena Informativa. Fue solo. Ambos jugaban al Go, sabían de territorios cercados. “No te olvides de regar las lechugas”, le dijo Lilia a su compañero. Suponían que Rodolfo volvería antes a San Vicente. Llevaba dos armas consigo. Una pequeña pistola 22, que utilizó con el objetivo de evitar ser acribillado cuando un grupo de tareas de la ESMA intentó secuestrarlo. En San Juan y Entre Ríos, a pocas cuadras de Constitución, no permitió que se lo llevaran con vida. Como meses antes lo había hecho Vicki, su hija, en la calle Corro.  Su otra arma fue la Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar. Walsh se estaba volviendo a llamar a sí mismo escritor. A un año del golpe denunció lo que los grandes medios encubrían y que nunca rectificaron en sus páginas. Por el contrario, leyendo algunos editoriales, aún hoy reivindican. En cambio, Walsh no calló: “Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete”.  La desaparición del periodista no fue reflejada en los medios comerciales argentinos. El cuerpo pudo haber sido calcinado y enterrado en el campo de deportes del Centro de Detención Tortura y Exterminio que funcionaba en la ESMA, que actualmente se utiliza para actividades recreativas. La casa de San Vicente fue reventada. Un boleto de compraventa permitió que los criminales dieran con el inmueble. Fue saqueado. En la ESMA, el sobreviviente Martín Gras leyó un cuento secuestrado, Juan se iba por el río. La familia nunca pudo recuperar el cuento, ni otros objetos. Ni siquiera la casa, que fue usurpada por un policía.  Pero la vivienda está señalizada y la calle cambió de nombre. Triunvirato se llama ahora Rodolfo Walsh y, todos los años, la Mesa de la Memoria de San Vicente marcha hasta el lugar que tiene destino inevitable de Sitio de Memoria.   En la esquina donde el escritor fue asesinado, la agrupación Vecinos de San Cristóbal Contra la Impunidad colocó una placa recordándolo. Sobre San Juan, donde está el banco.  Prontuario Julio Argentino Roca fue un genocida que buscaba la presidencia y cumplió funciones militares para el poder económico. La última dictadura cívico militar eclesiástica lo homenajeó con fervor al cumplirse cien años de sus crímenes. Osvaldo Bayer, junto a Raúl Fernández, explicaron sin cansarse la importancia de cambiar los nombres que no merecen homenaje. En Desmonumentar a Roca, Marcelo Valko escribió: “Personajes como Roca, ya están muertos: fallecieron cómodamente en sus camas. La Justicia no los puede alcanzar para que paguen por sus crímenes y crueldades, pero nosotros podemos castigarles la memoria. Un acto que constituye la única manera de elaborar los profundos traumas colectivos que arrastramos como Nación”.  En el caso de la línea del Ferrocarril Roca ocurre algo más. Ninguna línea de tren que tenga ese apellido puede tener como cabecera principal una estación con el nombre de Constitución. Si no se le cambia el nombre a la línea, habría que, por lo menos, cambiarle el nombre a la cabecera. “Exterminio” podría ser.  De Walsh, entonces, se conocen y están señalizadas dos puntas de su secuestro: su casa en San Vicente y su asesinato en San Cristóbal; pero el ramal del último recorrido que realizó en tren tiene nombre de genocida. Cambiar “Línea Roca” por “Línea Rodolfo Walsh” para unir la memoria, sería un acto de justicia.    

Lo sostuvo el abogado Ariel Noli en la audiencia de este lunes. La querella de sobrevivientes del Terrorismo de Estado encabezada por Carlos Lordkipanidse y Patricia Walsh, e integrantes de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, hizo uso de su derecho a réplica para contestar algunos de los polémicos planteos del defensor particular Guillermo Fanego en las audiencias pasadas. Noli hizo un repaso histórico sobre el Terrorismo de Estado en nuestro país y corrigió muchos de los términos que utilizó el abogado defensor para agraviar tanto a sobrevivientes como a fiscales, querellas y miembros del Tribunal. Junto a él, replicó también Adrián Krmpotic, quien dejó en claro que el alegato del abogado defensor no sirvió para refutar la prueba nueva que presentó la fiscalía, que sitúa a Horacio Luis Ferrari en la ESMA en el año 1977. (Por La Retaguardia) ✍️ Redacción: Diego Adur 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Foto de portada: transmisión audiovisual en vivo Fernando Tebele/Diego Adur Este cuarto tramo de la Megacausa ESMA, que se estimaba corto, ya lleva más de dos años. Algunas audiencias se suspenden —como fue el caso de la anterior, debido a un problema de salud de Fanego— y otras se atrasan, como la de este lunes, que comenzó por lo menos cuarenta minutos después de su hora estipulada, las 14:30. Las dilaciones en los juicios de lesa humanidad no hacen más que garantizar la impunidad biológica para los genocidas. De hecho, uno de los 10 imputados en este tramo, Néstor Eduardo Tauro, falleció en febrero del año pasado sin la posibilidad de ser condenado por sus crímenes de lesa humanidad. Apenas comenzó la audiencia, una nueva intervención de Fanego devendría en un cuarto intermedio. El abogado defensor quiso impedir la exposición de la querella, aduciendo que ya habían replicado. Diez minutos después, el presidente del Tribunal, Daniel Obligado, comunicó que de manera unánime, junto a las juezas Adriana Pallioti y Gabriela López Iñíguez,  había decidido darle continuidad a la réplica de la querella. Ariel Noli, en representación de la querella que encabezan Carlos Sueco Lordkipanidse y Patricia Walsh e integrantes de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD), respondió algunas de las cuestiones planteadas por Fanego en las audiencias anteriores. Dijo que estos juicios no eran de venganza, sino que eran “juicios de Memoria, Verdad y Justicia, resultado de la lucha inclaudicable del pueblo argentino contra la impunidad, lucha encabezada por los sobrevivientes al horror, por nuestras Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, por los hijos de las víctimas, por los diversos organismos de derechos humanos y todas aquellas personas que han hecho una forma de vida la lucha contra la impunidad”. También destacó que estas causas son necesarias para que el Terrorismo de Estado no vuelva a suceder nunca más. Denunció los términos utilizados por el abogado defensor en su alegato de semanas anteriores, y que tuvieron como destinatarios a todas las partes: desde jueces a fiscales, pasando por sobrevivientes y fiscales o abogados querellantes: ”basura humana”, “artista payaso”, “mentirosa e ignorante”, entre muchos otros, que no hacen más que mostrar “la calidad moral del agresor”. Noli también sostuvo que “los imputados no son presos políticos”, como Fanego los describe. El abogado querellante explicó que “la ausencia de motivación personal es el elemento típico de los delitos políticos y su correlato es la reivindicación de los mismos, no su negación”. Y agregó: “Por el contrario, no hemos escuchado en el transcurso de este debate a ninguno de los acusados hacerse cargo de los hechos cometidos y reivindicarlos como un hecho político o colectivo que respondiera a sus ideas o creencias”. Además, el abogado de la querella hizo un repaso histórico en el que enumeró los distintos episodios en los que el Estado, a través de las fuerzas represivas, atacó, secuestró, torturó y asesinó a trabajadores, trabajadoras y estudiantes en todo el país. El punto central de estos hechos aberrantes ocurrió con el genocidio provocado por la última dictadura cívico-militar-eclesiástica y empresaria, lo que Fanego en sus alegatos justificó porque “las Fuerzas Armadas   debieron   tomar   el   poder   para   defender   a   la población civil de estos dementes que venían asolándolos con la lucha armada”, recordó el querellante. También leyó algunos artículos de periódicos de más de 100 años de antigüedad en los que se podía observar una similitud discursiva con la expresada por Fanego durante sus alegatos e intervenciones. Noli llegó a la conclusión que “el lenguaje justificador del Terrorismo de Estado utilizado por la defensa como sus ironías respecto del lenguaje inclusivo atrasan más de 140 años”. La carrera de Ferrari Después fue el turno del doctor Adrián Krmpotic, por la misma querella. Se ocupó de los detalles sobre la prueba nueva que presentó el Ministerio Público Fiscal, un registro de embarcación que sitúa a Horacio Luis Ferrari destinado a la ESMA desde el 28 de enero 1977. Krmpotic indicó que los intentos de Fanego por refutar esa prueba fueron en vano, ya que “de su legajo de servicio no surge ninguna navegación a partir del 26 de enero de 1977”. Los libros de navegación que mostró el abogado defensor situaban al genocida en distintos puertos del país, pero no hay registro de esos viajes entre enero de 1977 y principios del 78. El abogado defensor, en su alegato, presentó “lo que supuestamente sería la foja de concepto de Ferrari durante el año 1977”. Al respecto, Krmpotic explicó que “en el contexto represivo, debe entenderse que el entramado burocrático se encontraba especialmente dispuesto para encubrir los movimientos y destinos del personal afectado de manera directa a las tareas represivas, dando cierta apariencia de legalidad al funcionamiento de la maquinaria genocida”. Además, mencionó testimonios de sobrevivientes que reconocieron a Ferrari en la ESMA: Ricardo Héctor Coquet, secuestrado el 10 de marzo de 1977 y cautivo en la ESMA hasta 1981, declaró en este juicio e identificó al imputado como el Teniente de Fragata Horacio Luis Ferrari; “Resulta verdaderamente absurdo suponer que Coquet, en el año 1987, inventara el nombre y el cargo completo de

El periodista y documentalista australiano, que trabaja ahora en una película sobre Nora Cortiñas, entrevistó a Andrew Graham-Yooll para su último documental, El Mensajero, donde hace foco en Robert Cox y en los años de la dictadura dentro de la redacción del Buenos Aires Herald. A pedido de La Retaguardia, comparte aquí unas líneas acerca de la trayectoria de una de las glorias del periodismo argentino, que murió el 5 de julio pasado. Foto de portada: de izq. a der. Roberto Mario Santucho, Benito Urteaga, AGY, Enrique Haroldo Gorriarián y Jorge Molina).(Por Jayson McNamara* para La Retaguardia) El golpe militar de 1976 marcó un antes y después para el periodismo argentino, una época especial caracterizada por la confluencia de complejas historias personales de periodistas cuya obra -en su conjunto- dio inicio real al periodismo de investigación en este país. Están las de Robert Cox, Rodolfo Walsh, Tomás Eloy Martínez, Paco Urondo, solo por nombrar algunas. Son las historias que también marcan un importante punto de comparación con uno de los más importantes facilitadores de aquella represión que también se llevó las vidas de docenas de periodistas y trabajadores de prensa: el periodismo del establishment argentino, que vale recordar, hasta el día de hoy jamás reconoció su complicidad, por no decir criminalidad, con la dictadura cívico-militar de 1976 a 1983. Estuve solo dos veces con Andrew Graham-Yooll. La primera vez fue en su casa hace ya 5 años, con un equipo de cine, para entrevistarlo. Y la segunda, durante un breve encuentro que tuve con él y su mujer una noche de invierno en Microcentro, antes de que partieran de viaje a Londres. Andrew parecía de otro mundo, “un personaje digno de Graham Greene”, como escribió Guillermo Saccomanno en su reciente columna para Página/12. En su casa en Barracas, trabajaba con y rodeado de máquinas de escribir. En el Microcentro, lo encontré esperándome en la puerta del departamento donde se quedaba esa noche, en una calle oscura, vestido de gabardina y con su reconocida barba. Nacido en 1944 en Argentina, Andrew fue periodista, editor, escritor, traductor y historiador. Un hombre que manejaba, quizás sin igual, tanto el castellano como el inglés. “¿En qué idioma me vas a entrevistar?”. Como historiador, conocía en profundidad, también quizás como ningún otro de sus tiempos, la de los ingleses en Argentina. Fue un prolífico escritor; hasta el día de su muerte, este 6 de julio había publicado mas de 30 libros y centenares de ensayos. Como informó el Buenos Aires Times, publicación para el cual fue columnista, tenía dos libros nuevos en marcha. Sin embargo, fueron sus 10 años como jefe de redacción del diario Buenos Aires Herald, de 1966 a 1976, que hicieron que Andrew Graham-Yooll entrara a la historia de este país y de su periodismo, como figura ejemplar del periodismo de investigación y como un ferviente defensor de la libertad de prensa. Con su estrecha red de contactos, Andrew fue de los primeros periodistas en Argentina en reportar sobre los asesinatos de la AAA y otros incidentes de la época cuyo impacto en la vida de un hombre con sólo 30 años en ese entonces fue notorio. No sólo por lo recordaba él mismo en publicaciones como su autobiográfico A State of Fear. Memories of Argentina’s Nightmare (1983), sino por lo que podemos deducir de la esencia de un hombre impulsado por su preocupación con los derechos humanos y la justicia. Cuando lo entrevisté en 2016 junto a mi equipo para el documental El mensajero, vimos cómo tantos años después de los hechos se conmovía todavía al recordar el primer llamado telefónico que recibió en la redacción del Buenos Aires Herald de una vecina del norte de Buenos Aires denunciando el brutal asesinato de su hijo por fuerzas de seguridad. “Colgué el teléfono inmediatamente, no lo podía creer. Tuve que llamarla de nuevo para retomar contacto”, relató. Andrew fue de los pocos periodistas de confianza de la cúpula del ERP y los Montoneros. Como cuenta en su autobiografía, a él lo pasaban a buscar en diferentes puntos de la ciudad de Buenos Aires para asistir conferencias de prensa clandestinas. Andrew y el Buenos Aires Herald eligieron publicar y analizar con seriedad lo que las Fuerzas Armadas querían desaparecer y lo que la prensa en su mayoria optó por relatar acorde a las necesidades de los favores que tenía pactado, explicita o inexplícitamente, con el poder. Estas actividades, sumado a una relación de amistad que su primera mujer tenía con la hermana de Ernesto Guevara, hicieron que en 1976 se viera forzado a exiliarse junto con su familia al Reino Unido. De las frases que más se han recordado estos días de Andrew Graham-Yooll es una que dio al ser consultado por el “estado de miedo” a qué se refería en el título de su autobiografía. Dijo: “Por supuesto teníamos miedo en el Herald. Pero una cosa es tener miedo y otra cosa es ser cobarde”. Sin duda es una frase que revela mucho sobre el hombre y sobre una época de grandes contrastes en cuanto al ejercicio de periodismo al cual Andrew Graham-Yooll marcó, junto a otros colegas, con compromiso y honestidad. *Director de El mensajero: La historia de Robert Cox y el Buenos Aires HeraldLa entrevista completa que concedió Andrew Graham-Yooll para el documental El mensajero se puede consultar en Memoria Abierta junto a una copia del documental.

—¿Dónde está el tortillero de la esquina? ¿No vieron al tortillero de la esquina?—grita, al borde de la desesperación, un adolescente recién salido de la escuela.Su rutina pueblerina seguramente está demasiado alterada. 200 personas juntas, con banderas, en una esquina de San Vicente, es síntoma de que algo raro está pasando. Estamos frente a la vieja estación de trenes, ahora convertida en el predio de exposiciones de la ciudad. Durante el año es sede de la Fiesta de la miel y la de la muzzarella. Ahí sí estalla de gente. Para recordar a Rodolfo Walsh y caminar hasta la que fue su última casa, apenas si somos 200 personas. En la otra punta de la ciudad, está la Quinta de Perón. Ambos sitios, parte de la historia política argentina, empiezan a aparecer como atracciones turísticas de una ciudad hermosa que aún conserva ciertas costumbres de pueblo, pero está despolitizada incluso habiendo sido epicentro de varios momentos cumbre de nuestra historia reciente. (Texto de Fernando Tebele / Fotos de Agustina Salinas para La Retaguardia) Le dijimos al pibe que el tortillero no estaba, pero antes de comenzar la marcha lo vemos. Está detrás de la muchedumbre y del humo. Sonríe por una tarde de laburo como pocas. Solo por hoy está en la esquina de enfrente.“Acá siempre hay 2º menos que en la capital. Cuando llega el frío eso se nota”, advierte una lugareña que ve mucha gente con sus manos metidas en bolsillos de buzos, camperas o lo que sea que abrigue. San Vicente está por abandonar su tarde de sol entre nubes mientras nos metemos en uno de sus barrios. El recorrido es el que hacía Rodolfo Walsh cuando regresaba a su casa. Desde la estación, pateaba una diez cuadras largas, con el polvo de la tierra levantándose a cada paso. Es difícil imaginar qué habría alrededor suyo en aquel momento. Lo que vemos ahora es la miseria planificada. Es un barrio humilde, con gente que viene asombrada a ver qué está pasando. Los sonidos salen de la murga y de los cantos que suenan desde el parlante, arriba de la camionetita. La gente camina con sus banderas y una antorchas caseras que se van a enfrentar a la noche dentro de poco.Los perros se exaltan. San Vicente debe ser la capital del perro callejero. No falta el Templo Evangélico, que en realidad es una casa como todas las demás, pero con el cartel identificando la puerta. Las iglesias en las barriadas humildes son casi una por manzana. Como los supermercados chinos en los barrios de clase media. Cada uno consume lo que le venden.En la cabecera, Patricia Walsh camina con orgullo. Llegó desde Buenos Aires en uno de los autos que salieron en caravana desde el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBa). Compartieron el viaje con ella Tomás Eliaschev, secretario de derechos humanos del gremio de prensa, y Flora Bagú, que un rato después estaría al lado de la hija de Walsh en la cabecera. Al volante del Clío estuvo la hija de Flora, la periodista Martina Noailles. Flora y Patricia se tienen en Facebook, pero es la primera vez que se ven. Bagú fue parte de una de las células de Montoneros que realizaban ANCLA (Agencia de Noticias Clandestinas). Quien estaba a cargo de esa herramienta de comunicación popular era el Tío Esteban. Bagú lo supo un tiempo después: Esteban era Rodolfo Walsh. En los 50 kilómetros entre la CABA y San Vicente, Patricia no paró de hablar, pero Flora no se le quedó atrás. Tienen muchas cosas en común, sobre todo a Rodolfo, así que las anécdotas sobre él fueron y vinieron. Ahora están ambas, inseparables, en la cabecera. Charlan cada tanto mientras caminan. Cualquiera diría que se conocen desde siempre.Adelante de la marcha, como a unos 100 metros, se nos adelanta un patrullero. Es difícil entender por qué. No hay tránsito que cortar, ni peligro alguno. Quizá quieran custodiar la memoria, que suele ser peligrosa para el poder. Sin embargo la memoria se suelta, y también se adelanta hasta llegar en forma de nutrida marcha a la casa en la que Walsh escribió la Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar. Cuando lo atraparon, aquel trágico 25 de marzo de 1977, el militante estaba en la esquina de Entre Ríos y San Juan, en la CABA. Allí, intentaba distribuir clandestinameante su texto tan mítico como actual. Ya había perdido a su hija Vicky, a tantos amigos… Cabe suponer que tal vez intuyera que su turno estaba cerca, pero que valía más su voluntad de comunicar, de romper el cerco informativo. Walsh es tan actual que asusta. Lo dice su hija Patricia cuando toma el micrófono, lo sabemos todas las personas que lo leímos, incluso quienes recorrimos sus textos con la frustración de saber que nunca podremos escribir así, tan claro, simple y correcto a la vez.La noche y el frío molestan. La oscuridad se interrumpe en cada vela encendida, pero luego retoma su camino. Si el año pasado, desde adentro de la casa, nos recibieron con música a todo lo que da, esta vez todo es silencio y oscuridad. Hay mucha vegetación que impide ver a través del alambre. Las rejas del portón de entrada tienen una doble lona. Patricia se asoma. Corre una, luego la otra, pero no consigue ver. Allí vive la familia de un excomisario. Sí, la casa donde el Tío Esteban escribió su obra cumbre está ocupada y ni siquiera está señalizada; tan solo un cartel en la avenida, lejos. Tan lejos como está la casa de ser un espacio de memoria. Ahí recupera un poco más de sentido la custodia policial; parece una delimitación territorial. Las chicas de la Mesa de la Memoria de San Vicente están contentas. Realizaron una vez más la marcha. Como en cada situación parecida a esta, solo una decisión política puede cambiar el rumbo de este lugar. No hubo interés de ninguna gestión durante todos estos años de democracia. Sin embargo, la

Al cumplirse 42 años del secuestro y desaparición de Rodolfo Walsh, HIJOS y la Mesa de la Memoria de San Vicente y otras organizaciones locales, convocaron a un acto homenaje en la casa del barrio de San Vicente, donde el periodista escribió la Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar. Desde Buenos Aires, se sumó una delegación del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBa) que llegó junto a Patricia Walsh, la hija del genial escritor, periodista y militante.Walsh fue secuestrado y desaparecido tras un tiroteo ocurrido en San Juan y Entre Ríos, en la CABA, cuando intentaba distribuir su hoy célebre escrito.Su hija Patricia encabezó la marcha, que también cerró el homenaje a Rodolfo y pidió la expropiación del lugar para mantener la memoria. La casa permanece ocupada por una familia de policías. (Fotoinforme de Agustina Salinas para La Retaguardia).

(Por La Retaguardia) Flora Bagú declaró por primera vez ante la justicia hace pocos días en la Megacausa ESMA. Formaba parte, junto a su pareja Carlos Bayón (Pablo), que se encuentra desaparecido, de una de las células que llevó adelante la agencia clandestina de noticias ANCLA. Allí también estaba Rodolfo Walsh, a quien ella conocía solo como el Tío Esteban.Bagú dialogó con el programa radial Oral Y Público y dejó retazos de una historia que permite conocer en primera persona cómo vivían -y sobrevivían- los militantes en aquellos años. El tercer tramo de la megacausa por los delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención, tortura y exterminio que funcionó en el predio de la ESMA continúa en etapa de testimoniales. El 23 de octubre pasado fue el turno de Flora Bagú, que testificó por primera vez ante la justicia.“Fui llamada después de un tiempo que testificó Leticia Bayón, hija del desaparecido Enrique Carlos Bayón. Yo era la pareja, la compañera de Carlos durante el año ’76.  Recién ahora, en este tramo, tocaba el turno de Carlos y de su pareja anterior Norma Batsche Valdés, cuyas desapariciones se dieron con una semana de diferencia, ella desapareció el 15 de diciembre de 1976 y Pablo exactamente una semana después, el 22”, explicó Flora Bagú en diálogo con Oral y Público.Pablo era el nombre de militancia de Carlos Bayón: “me sale espontáneamente Pablo”, confió Bagú, y así ocurriría durante toda la charla.“Estaba Leticia, la hija en común que ellos tenían –continuó el relato–, que afortunadamente está con vida y en buen estado de salud física y mental. A la fiscal le pareció interesante que yo pudiera aportar los datos de la desaparición de Pablo porque fui la última persona que lo vio con vida”. Los dos secuestros de una nenaLeticia tenía menos de tres años aquel oscuro diciembre de 1976. Estaba con su mamá Norma Batsche Valdés cuando la secuestraron junto a otra compañera en Avellaneda. Las tres fueron llevadas a la ESMA. La niña fue devuelta a la casa de una tía, adonde la fue a buscar su papá Carlos Bayón para llevarla a vivir al departamento que compartía con Bagú.“Pablo hacía todos los intentos por averiguar qué había pasado con Norma –contó Bagú– y en esa búsqueda de información recibe una cita de un hasta ese momento compañero para el 22 de diciembre de 1976 a las dos de la tarde. Esto lo sé porque por cuestiones de circunstancias del momento y de algunos hechos que de alguna manera no eran correctos que hiciéramos, pero Pablo estaba muy enfrascado en la tarea, él me pidió que bajara a hablar por teléfono a la mensajería para buscar sus mensajes de ese día. Más allá de mi negativa, finalmente lo hice, y como siempre tuve problemas con el tema de memorizar números tuve que anotar el número en un papel, y le pasé el mensaje a Pablo y él se fue con Leticia esa misma tarde. La niña dormía la siesta, la levantó para llevársela, aunque la chiquita estaba en un estado muy alterado por lo que había ocurrido con su mamá, en lo que ella había estado presente. Pablo se fue y me dijo ‘vuelvo pronto porque la cita es muy cerca, así que en una hora, hora y media estoy de vuelta’… nunca más lo volví a ver”.Lo poco que supo de su pareja fue a través de Leticia: “compañeros con los que trabajábamos juntos me pidieron que buscara información en casa de otra tía, que era un familiar de hecho, en la localidad de Quilmes. Allí fui a preguntar y esta persona me cuenta que Leticia había sido llevada allí por segunda vez, afortunadamente en todo caso, y que había hecho algunos pequeños comentarios como que al papá lo habían metido dentro de un auto hombres con armas, que estaba tirado en el piso del auto y que le dolía mucho la panza. Esas fueron las pocas palabras que pudo recordar y repetir esta niña. Pablo fue trasladado a la ESMA también, pero no se sabe ciertamente si llegó vivo o muerto. Este es el seguimiento que pudimos hacer de lo que le ocurrió a través de otros compañeros que estaban en ese momento”. Buscando al Tío EstebanTras la desaparición de Carlos Bayón, Flora Bagú pasó la noche en el departamento donde vivían junto a la pequeña Leticia y también con su hija Martina Noailles, que tenía por entonces un año y dos meses: “pasamos la noche allí de manera imprudente por supuesto, pero yo estaba absolutamente obnubilada, recién a la mañana pude darme cuenta de que estaba cometiendo un error y salí de allí con mi hija e intenté conectarme con mi responsable, para contarle lo que había ocurrido, cosa que no fue posible en dos oportunidades de aquella mañana del día 23. Finalmente recordé que en la mesa del comedor del departamento donde vivíamos había quedado aquel papelito con el número de teléfono del día anterior y recurriendo a las últimas oportunidades que uno tenía de hacer algo, tomé ese papelito y recordé algo que Pablo me había dicho que era que desde la ventana de nuestro departamento se veía el techo del restaurant donde solía almorzar con el Tío Esteban. Ahora todos sabemos que Esteban era Rodolfo Walsh. Así que hablé por teléfono a la mensajería dejando un mensaje lo más cerrado posible pero dando la posibilidad de que si Rodolfo recogía este mensaje pudiera comprenderlo, dije que era de parte de la esposa del señor Pardo y que lo esperaba en el restaurant donde siempre almorzaba con mi marido. A través de este rejunte de datos y memoria que yo tenía pude llegar a ese lugar donde fue el punto donde pude reencontrarme con alguien. Rodolfo estaba en la puerta con su compañera de ese momento Lilia Ferreyra”, detalló Bagú.Flora Bagú conocía al Tío Esteban, lo había visto en varios encuentros y de hecho era el superior de Pablo, pero no