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Rubén Amarilla


El eje de esta audiencia fue, otra vez, la familia Amarilla-Molfino. En este caso declararon Marcela Susana Hedman y los hermanos Mauricio Amarilla y Guillermo Amarilla Molfino. Hedman fue la compañera de Rubén Darío Amarilla, y consiguió huir del operativo en la casa de San Antonio de Padua donde fueron secuestrados Rubén Amarilla, Marcela Molfino y los cinco niños de entre nueve meses y cinco años de edad que se encontraban en la casa. Los niños/as sobrevivieron luego de haber permanecidos secuestrados varias semanas. Uno de ellos, Mauricio, hijo de Guillermo Amarilla y Marcela Molfino, era el mayor y fue testigo presencial del operativo. Guillermo Amarilla Molfino, hermano de Mauricio y nieto recuperado, habló de su historia, la de sus padres desaparecidos y de sus apropiadores del Batallón de Inteligencia 601. Sus testimonios fueron muy emotivos y sirvieron para comprobar lo ocurrido el 17 de octubre de 1979. Guillermo Amarilla, secuestrado un rato antes en la calle, Marcela Molfino y Rubén Amarilla, permanecen desaparecidos. También declaró Haydeé Mabel Quiroga, hermana de Jorge Quiroga. (Por Gustavo Molfino para El Diario del Juicio*)  Foto de portada: Amarilla Molfino se va. En su mano derecha lleva, entre otras cosas, una agenda  telefónica que le robó a su apropiador: “Si me robaron a mí, cómo no voy a poder robar una agenda”, dijo. En su mano izquierda lleva hecha un bollo una foto donde se lo veía de niño junto a sus apropiadores. (Foto Gustavo Molfino/DDJ) La imagen repetida de cada jornada: cuando los genocidas entran y salen de la sala, el poco tiempo que permanecen en ella,son acompañados por las fotos en alto de las personas desaparecidas o asesinadas durante la Contraofensiva de Montoneros.(Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Haydeé Mabel Quiroga es la hermana de Jorge Quiroga, una de las víctimas de la represión a la Contraofensiva en 1979 y 1980.Fue el primer testimonio de la jornada, y también el más corto del juicio hasta aquí. En 15 minutos, contó lo querecordaba sobre la militancia de su hermano. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) El segundo turno fue para Marcela Susana Hedman. Fue la única habitante de la casa de San Antonio de Padua que pudosobrevivir. Lo hizo trepando un muro del fondo de la vivienda con la ayuda de un vecino. Los dos niños de Hedmansecuestrados allí, Mariano y Valeria, fueron luego devueltos a la familia. Susana se exilió y desde allí denunció el genocidio.(Foto: Gustavo Molfino/DDJ) El tercer turno lo ocupó Mauricio Amarilla. El hijo de Guillermo Amarilla y Marcela Molfino (ambos desaparecidos), era uno de los cinco niños/as que fueron secuestrados el 17/10/80 en la casa de San Antonio de Padua. Su padre fue secuestrado  ese mismo día, pero en la calle, tras haberse despedido de él con la promesa de traerle sus obleas favoritas. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Amarilla realizó un croquis de la casa a la que fue llevado. Por la descripción que realizó, podría tratarse de la Brigrada femenina de la Policía bonaeranse en San Martín, a la que fueron conducidos, por lo menos, Martín Mendizábal y Mariana González. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Al finalizar la testimonial de Mauricio, su hermano Guillermo se acercó para darle el primer abraza. Minutos después,  Guillermo estaría ocupando el lugar del testigo, bajo la atenta mirada de Mauricio. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) El cierre fue para el nieto recuperado Guillermo Amarilla Molfino. Casi siempre con una sonrisa en su rostro, relató su apropación tras el nacimiento en la maternidad clandestina de Campo de Mayo. (Foto: Gustavo Molfino) En la primera fila asoma Diego, un amigo que permanece al lado de Guillermo desde aquella infancia robada. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Amarilla Molfino aportó fotos, papeles y agendas de su apropiador. Sobre la foto que seve debajo de su mano, en la que está, pequeño, junto a sus apropiadores, dijo que despuésde mostrarla al tribunal, la rompería, cosa que finalmente hizo.(Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Su testimonio, como el del resto, fueron seguidos con especial atención. Aquí Adriana Taboada, de la Comisión por la Memoria de Zona Norte. Más allá, Pablo Verna, hijo del genocida Julio Verna y que ya declaró en esta causa. En el centro su compañera, la cantautora Mariela Milstein. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Amarilla Molfino mostró fotos de sus apropiadores: “las fotos de nuestros compañeros son conocidas y ya están en la historia. Es hora de ponerles rostro a los malos”, dijo. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Tatiana Sfiligoy (Ruarte Britos), nieta recuperada y Gabriel Eduardo Corvalán Delgado, que busca a su hermandoapropiado, junto a los hijos de Amarilla y Molfino. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Quienes dieron testimonio ayer junto al abogado Pablo Llonto, al cierre de la jornada. Con mochila al frente y celular enmano, Gustavo Molfino, el autor de todas estas fotos, salvo esta, registrada por su compañera.Molfino es el tío de Mauricio y Guillermo. (Foto: Florencia Tajes Albani/DDJ) *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

Ana Testa es sobreviviente de la ESMA y no participó de la Contraofensiva de Montoneros. Sin embargo, es querellante en la causa por el secuestro y desaparición de su compañero, Juan Carlos Silva. Su testimonio del martes pasado fue emotivo y muy político. (Por Fabiana Montenegro y Fernando Tebele para El Diario del Juicio*) Foto de tapa: Ana Testa y la foto de Juan Carlos Silva sobre la mesa (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ)Colaboración: Diego Adur y Rosaura Barletta.“Disculpen —dice Ana Testa apenas ocupa el asiento destinado a los testigos— pero siempre que tengo que hablar y recordar a Juan… —se interrumpe, y coloca sobre el escritorio que tiene enfrente un portarretrato con la imagen de su compañero, padre de su hija—.  Traje este Juan, porque hoy vine a hablar por él”. Juan Carlos Silva nació en una familia de cuna peronista. “Increíblemente peronista”, precisa Ana. Su papá, Analicio Silva, trabajó en las aceiteras algodoneras desde los 12 años. Llegó a conformar el primer sindicato de aceiteros algodoneros, donde ocupó el cargo de secretario general. En los años ’70 fue secretario general de la CGT en Chaco. “La vida política peronista en esa casa estuvo desde el primer día”, dice Ana. “Para Juan, el juego, la escuela, la familia y la política eran casi una cosa cotidiana. Tenía 5 años cuando a su papá lo secuestraron veinte o treinta días en 1955 en un regimiento del Ejército en la capital chaqueña, el Regimiento La Liguria”.Fue entonces —a partir de que lo conoció en 1972, cuando se fue a estudiar Arquitectura a Resistencia y empezó a frecuentar a la familia, cuando Ana aprendió sobre el peronismo gracias a  las charlas que su suegro fogoneaba en los almuerzos. “Era muy placentero pasar los domingos en su casa por los grandes debates que tenía el padre con sus dos hijos, Antonio (con 18 años, que fue secuestrado en Santa Fe), y Juan”, recuerda.Luego Ana se adentra en los inicios de la militancia: “empecé a militar con un cura, Rubén Dri, y Juan ya estaba en el partido y en el barrio hasta que a principios de 1973 se constituyeron las regionales. Eran los espacios de superficie de la organización Montoneros: JP (Juventud Peronista), de la JUP (Juventud Universitaria Peronista), de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), de la JTP (Juventud Trabajadora Peronista)”, describe.“Juan era una persona que andaba mucho y estaba todo el día haciendo cosas. Trabajaba, estudiaba, militaba, no sé de dónde sacábamos tanto tiempo”, dice, y no puede ocultar su admiración por él y  su generación.Ana conserva tan intactos los recuerdos de aquella época como su pelo largo que, recogido por la mitad, le cae sobre los hombros. La foto de Juan está ubicada de modo que pareciera mirarla mientras ella lee un fragmento de Gabriela Selser: “Éramos tan jóvenes, con esa juventud que no necesitaba apellido, sobraba futuro, porque estábamos llenos de vida (…) Había tanto para hacer y el mundo cabía en una mano”. “Esto –dirá al terminar la lectura— define cómo fuimos en todo sentido y cómo fueron nuestros compañeros. No sé si todos por igual pero, particularmente, yo leo esa frase y mi primera imagen es Juan: Juan y sus decisiones. Juan y su convencimiento. Juan y su manera de entender la realidad, de decir ‘el camino es este’, ‘hay que hacer así’. Me identifica porque lo asocio mucho a su forma de ser y de muchos compañeros, de casi todos los compañeros de esa generación”, grafica sensible y emocionada. Fervor y represión Ana va a estar secuestrada en la Escuela de Mecánica de la Armada desde noviembre de 1979 y parte de 1980. Pero ahora, mientras habla del fervor con que vivieron esos años (de 1972 a 1975) los ojos le brillan. Ni siquiera la oscuridad que se avecina en su relato conseguirá apagarlos.“Resistencia era una ciudad pequeñita, nos conocíamos todos, sabíamos quiénes eran los peronistas, quiénes eran los no peronistas, quiénes eran los de vanguardia. En la cola donde yo me fui a inscribir en 1971 para la carrera de Arquitectura, estaba Marcela Hedman y es con quien decidimos alquilar un departamento enorme que se llamó La Casa de Arquitectura. Éramos todos estudiantes de Arquitectura y militantes. Después nos fuimos a vivir con Juan ahí y era el único que no era de Arquitectura, él había empezado a estudiar ingeniería. Con el tiempo, Marcela se va de esa casa cuando está embarazada de su primer hijito. Marcela se enamoró de Rubén Amarilla, hermano de Guillermo, responsable de la regional 4, la que a nosotros nos correspondía”.Entre el ‘72 y ‘73, Juan se incorporaría a la organización Montoneros, intuye Ana. “De su boca jamás salió”, afirma.Durante ese período –“la mejor etapa de nuestras vidas hasta que llegó 1975”— conoció a Oli Goya.“En el año ’75, cuenta, yo era secretaria de mi centro de estudiantes de Arquitectura. Rápidamente, se viene para julio del ’75 una razzia infernal aplicando la 20.840, la ley antisubversiva. Quedamos en el tendal. Nos tuvimos que ir porque si no nos metían presos. Algunos compañeros estuvieron presos desde ese día hasta el ’83. A otros compañeros los masacraron en Margarita Belén (de los primeros juicios de lesa humanidad que se realizaron al caer las leyes de impunidad) y algunos otros pudimos escaparnos. Algunos fueron detenidos y masacrados en otros lugares. Así empezó la recorrida nuestra con Juan. En ese interín, en Resistencia, yo estuve encerrada en una casa en situación de clandestinidad y me enteré de que estaba embarazada”.Los meses siguientes, militaron –Juan en el área militar y ella en prensa— en Misiones y luego en la ciudad de Santa Fe, donde nació su hija, María Paula.“El ’76 fue un año muy cruento –recuerda—. Nosotros logramos escaparnos por los tapiales de una casa que fue rodeada por fuerzas conjuntas. No los conozco ni nunca les vi la cara, pero en un juicio que yo declaré en Santa Fe había uno de los acusados que le decía a otro y hacía gestos como diciéndole que nosotros