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La nutricionista Andrea Graciano habló acerca de la implementación de la ley de etiquetado frontal. También remarcó la importancia de que se siga hablando y discutiendo el tema, ya que las empresas buscan estrategias para invisibilizar los octógonos. ¿Cuándo nos encontraremos efectivamente con los sellos negros en los productos de las góndolas? Entrevista: Pedro Ramírez Otero/Fernando TebeleRedacción: Julián BouvierEdición: Fernando Tebele Andrea Graciano es licenciada en nutrición, investigadora y docente de la Universidad de Buenos Aires. En su paso por La Retaguardia habló acerca de la implementación de la ley. De lo que se avanzó hasta ahora y de lo que falta, precisando la fecha en la que la implementación deberá ser plena: “Es lindo recordar cuando salió la ley, pero ahora empezamos a transitar el proceso de la implementación que está previsto recién para el año que viene. Lo complejo de este momento es que estamos en transición. Y hay distintas situaciones que conviven en simultáneo. Por un lado, tenemos la ley que entró en vigencia a partir del 20 de agosto y ya es obligatoria”, señaló, y profundizó en este punto: “La obligatoriedad implica que los productos empiecen a ser envasados con los octágonos, pero no es obligatorio el retiro de stock, o sea que todos los productos que fueron elaborados hasta el 19 de agosto pueden seguir siendo comercializados. Y entre que el producto se elabora y llega al punto de venta, pueden pasar varias semanas o meses. Depende de la distribución, de la capacidad de producción y de stock que tienen las empresas y los puntos de venta”, entonces eso redundara en que “puedan pasar muchos meses hasta que efectivamente los octágonos sean más masivos”.  Graciano también recordó la diferenciación que la ley hace en el caso de las PyME. “Para las pequeñas y medianas empresas, la obligatoriedad recién comienza a partir de febrero del año próximo. Y está previsto que este tipo de empresas puedan solicitar prórroga hasta el mes anterior, con lo que los plazos se seguirán prolongando.  Lo que estamos viviendo es una transición hasta la implementación plena que va a ser a partir del 20 de noviembre del año próximo. A partir de esa fecha, todas las normativas que están contenidas en la ley, tienen que estar vigentes y cumpliéndose”, enfatizó.  Para la nutricionista quedan algunas cosas por conocer: “Hablamos del etiquetado, aunque la ley contiene múltiples regulaciones, que vienen avanzando gradualmente, pero de muchas todavía no tenemos precisiones. Por ejemplo, de qué manera se van a instrumentar los artículos que tienen que ver con la protección de los entornos escolares”, diferenció.  Además comentó su visión sobre la ley que se logró generar en la Argentina, y la velocidad con la que viene avanzando, comparándola con otras de la región. “La ley es muy buena, es una ley modelo a nivel regional y mundial, sobre todo porque es integral. Contiene gran parte de las regulaciones que las agencias de Naciones Unidas vienen recomendando a los Estados”. Además sugirió otras medidas en el mismo sentido: “Hay muchas otras cosas que estaría bueno que se hagan, como el impuesto a las bebidas azucaradas, o impuesto a los productos que contengan sellos de advertencia. Siempre se necesitan normativas reglamentarias para una protección integral de los derechos”.  Acerca de los tiempos de la aplicación, comparó con la situación regional: “Aunque nos parezca que es muy lento todo, venimos avanzando con mayor velocidad que lo que ha sucedido en la mayoría de los países de la región. Por ejemplo, en Chile, la ley se aprobó en 2012 y la reglamentación recién estuvo en 2015. La ley entró en vigencia en 2016, pero con plazos para la implementación de 4 años. O sea que la implementación plena de la ley duró más de 4 años. En cambio en Argentina, tuvimos una aprobación de la ley en 2021, una reglamentación que se hizo dentro del plazo previsto, que son los noventa días hábiles posteriores, tal como establecía la ley y un proceso de implementación gradual, pero previsto para dos años. Así que estamos dentro de lo que dice la ley. El tema es monitorear todo lo que pase ahora, y cómo hacerlo”, advirtió. La docente, integrante de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la UBA, habló acerca de las estrategias que buscan las empresas para hacer oídos sordos a las exigencias de la ley. También marcó la falta de vías institucionales para denunciar estos incumplimientos de las empresas. “Hay regulaciones que tienen que ver con la prohibición de la publicidad, promoción y patrocinio, que no sabíamos cómo se iban a instrumentar, pero ya tenemos la disposición 6.294 de ANMAT, que se publicó el 30 de agosto y que dice que ese día entra en vigencia, y que se va a ir cumpliendo a medida de que salgan los octágonos. Por ejemplo, la empresa Coca Cola hoy estaba en el barrio de Once, entregando productos gratuitos. Y eso está prohibido, porque la ley establece que las actividades de promoción y entrega a título gratuito ya no se pueden ejercer. Y es una actividad que utilizan las empresas habitualmente para promover las ventas de sus productos. Coca Cola es una de las empresas que ya tienen los octágonos en sus empaques, y eso implica que no pueden estar haciendo promoción gratuita de sus productos, y de todos modos lo hacen. Y no sabemos dónde se denuncia esto. Eso es un incumplimiento de la ley”, dijo.  Por último, Graciano comentó las diferencias de los octágonos y los rectángulos y habló de dónde deberían estar colocados para que las personas que compren estos productos, puedan estar eligiendo realmente cómo alimentarse y alimentar a sus hijos e hijas: “La ley prevé la implementación obligatoria de sellos de advertencia, que pueden tener dos formas: una octogonal o rectangular. La forma octogonal aplica a los nutrientes críticos (por ejemplo, grasas totales, grasas saturadas, sodio, azúcares), y la rectangular es para los productos que tienen edulcorantes o cafeínas. Si dice cafeínas, tiene que explicitar ‘evitar

Lo dijo Belén Silva, abogada especializada en derecho ambiental y soberanía alimentaria, en diálogo con el programa radial A mí no me importa. Allí se refirió al puesto que ocupa Argentina en el ranking publicado por Carbon Brief de contribución al calentamiento global. También habló del papel que juega la agroecología en las crisis económicas y de la importancia de la sanción de la ley de Etiquetado Frontal. (Por La Retaguardia) 🎤 Entrevista: Pedro Ramírez Otero/Agustina Sandoval Lerner ✍️ Redacción: Agustina Sandoval Lerner 💻 Edición: Pedro Ramírez Otero 📷 Foto de portada: Archivo Natalia Bernades/La Retaguardia Carbon Brief, organización británica especializada en ciencia y política del cambio climático, publicó un informe donde determina la contribución de cada país al calentamiento global. Allí se analizan las emisiones de gases de efecto invernadero por utilización de combustibles fósiles y cuál es el impacto de la deforestación en el calentamiento global. Argentina se encuentra en el puesto 14 de emisiones por quema de combustibles fósiles y en el puesto seis respecto de tierra cultivada, con 39 millones de hectáreas. Según un informe del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el país está entre los diez países con mayor pérdida de bosques nativos en el período que va del 2000 al 2015. Consultada acerca de esta problemática, Belen Silva, abogada especialista en derecho ambiental y soberanía alimentaria, dijo: “Capaz que quienes son más jóvenes están habituados a que esto sea así. Pero esta forma de producir no siempre fue así, desde que la soja transgénica hizo su ingreso en Argentina hasta hace unos años, la forma de producir cambió. Antes teníamos más variedad, había matrices productivas diferentes, más diversidad. La agroecología propone la diversidad también, generar esa riqueza en los pueblos, pero también generar esa riqueza para quien produce. Porque hablar de la forma en que se produce actualmente, también involucra a los seres humanos, ya sea a quienes laburan en la tierra, a quienes dan su fuerza laboral para estar ahí, generando esas ganancias que se concentran en muy pocos bolsillos. Pero también para quienes viven en las cercanías de esas actividades productivas y tienen que padecer las consecuencias del actual modelo de producción, que es un modelo de concentración de riquezas en muy pocas manos y con un alto uso de paquetes tecnológicos, lo que conocemos como agrotóxicos. Entonces toda esa cadena empieza a generar impactos. Y esto de que somos el sexto país de mayor superficie cultivada, también somos el país que mayor cantidad de agrotóxicos aplica. Entonces, esto genera un impacto a nivel tierra, pero también a nivel de los cuerpos”. Y continuó: “Hay un concepto que es el de externalidades, que es el verdadero costo de lo que se está produciendo hoy en día, por ejemplo, en actividades extractivistas. Estas actividades que, cual vampiro, chupan y dejan secos los territorios y dejan secas las matrices productivas. Es complejo comenzar a discutir esto, pero es necesario también para empezar a darle soluciones a esos conflictos. Porque tal vez pensamos que no hay chance de salir, que el agronegocio está instalado y que es un monstruo enorme. Pero también hay pequeñas victorias como la ley de etiquetado frontal en el Congreso, que también está estrechamente vinculada a una forma de producir los alimentos. Entonces, esa manera de vincularnos con los alimentos, de vincularnos con el ambiente, está generando impactos. Por ejemplo, en el área a lo que compete a la ley de etiquetado frontal, en la salud de los cuerpos. ¿Y esto por qué pasa? Porque estamos inmersos en ambientes donde hay un grado de contaminación en diferentes ámbitos hacia la ruralidad, pero también en lo urbano, porque a veces cuando se habla de los agrotóxicos se piensa que el problema es del campo. Y no, porque acá en la ciudad consumimos esos alimentos y también generan impacto en nuestras vidas. Es una charla re incómoda hablar del modelo de producción, del uso de agrotóxicos, pero es necesaria porque está generando muchas consecuencias, pero también hay alternativas y ahí es cuando entra la agroecología y nos trae un poco de aire”. —¿Crees que existe una mayor circulación de información en la juventud sobre este tema, que hay una mayor concientización? —Sí. Para mí lo que está sucediendo ahora, el tema juventud y temas ambientales es como una tormenta perfecta, como una conjunción de eventos que están desencadenando en algo bueno. La crisis ambiental está avanzando, está generando esto que estamos diciendo. Las juventudes lo están notando y las redes sociales bien utilizadas también son un factor de cambio. Entonces, antes para acceder a la información había que ir al territorio, que sigue siendo una práctica muy necesaria conocer los territorios, pero hoy en día las redes nos permiten sociabilizar la información. Entonces creo que estamos atravesando un momento muy tenso pero a la vez muy esperanzador respecto de quienes están activando. Jóvenes que están siendo protagonistas de este nuevo ambientalismo, que a mí me gusta hablar mucho de ambientalismo popular, con conciencia de clase, de entender que cada uno o cada una aporta desde el lugar donde está. Estas movilizaciones de cuestionar el modo en que se está produciendo, en que se consume, también es la idea de generar un cambio. No quejándonos en casa, no haciendo actos aislados. Porque durante mucho tiempo también la responsabilidad de salvarnos de la crisis ambiental se puso en que usemos menos el auto, que usemos menos ropa nueva. Es una de las tantas acciones. Es necesario y yo soy una gran militante de que migremos hacia la economía circular respecto de la ropa, una industria tan contaminante, pero también tenemos que pedirle a quienes están en los puestos de decisión. Y ahí es cuando tenemos que salir a las calles. —Los gobiernos siguen haciendo crecer el agronegocio, van en contramano del pedido de la gente y ofrecen falsas soluciones, ¿no? —Sí, y todo esto que estamos hablando tenemos que ubicarlo a nivel geopolítico. Latinoamérica tiene una vasta cantidad de recursos naturales o, como

Lo dijo Juan Pablo Della Villa, integrante de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT), en diálogo con el programa radial La Retaguardia. Della Villa habló sobre la inauguración de la Red de Almacenes Sanos en el AMBA, del trabajo que vienen haciendo durante la pandemia, demostrando que el modelo de agroecología es posible en Argentina. (Por La Retaguardia) 🎤 Entrevista: Fernando Tebele/Pedro Ramírez Otero ✍️ Redacción: Agustina Sandoval Lerner 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Fotos: Archivo Natalia Bernades/La Retaguardia —Lanzan desde la UTT una red de alimentos sanos en todo el AMBA, en la Provincia de Buenos Aires y en la Ciudad de Buenos Aires, también, ¿cómo es esta movida?  —Después de muchos años de organización, de lucha, y de proponer y demostrar que nuestro modelo es posible en Argentina, el viernes ocho de julio lanzamos la Red de Almacenes Soberanos que es como una especie de, bueno, valga la redundancia, red entre distintos actores, sean nodos, centros culturales o comerciantes, pequeños pibes, relacionados con el modelo de producción de alimentos que venimos llevando adelante y con más de 80 cooperativas en todo el país, que son las que van a abastecer estos espacios, así que es un paso más en términos de escala en poder seguir llevando más y más vecinos que puedan acceder a los alimentos y que también, esa compra atraccione y motorice todo lo que necesitamos para cambiar el modo de producción de alimentos y distribución. —Uno de los problemas durante muchos años que tenían los emprendimientos de alimentos saludables era la distribución.   —Sí. También está claro que hay un momento de época y ahora es cuando y, digo, hay cierto sector de la sociedad que entendió que el capitalismo no va más. Entonces hay mucha atracción también de las ciudades para que esto suceda y eso permite construir las herramientas necesarias, sea como sea, con mucho ahínco. Sí, la verdad es que, hace muchos años, con mucho laburo y con muchas dificultades, pareciera que hay un Estado y un sector concentrado de la economía empujando para el otro lado. Pero también está muy bueno, en estos momentos de crisis, porque la crisis permite el replanteo de modelo y hay mucha gente poniéndolo en práctica. Eso también, la posibilidad de poner en práctica la discusión y de motorizar, como con la inauguración del viernes en Banfield, va a haber productos de dieciséis provincias de la Argentina, con distintos actores: del trigo, de la leche, de la fruta, de la verdura, de la yerba. Es muy importante motorizar desde la producción de alimentos el desarrollo también y la creación de trabajo de muchas cooperativas y de miles de familias campesinas que todos los días necesitan recuperar un poco de la soberanía que generan incluso, ¿no? El capitalismo no va más —Cuando vos decís que se está poniendo en cuestión el capitalismo, ¿lo decís por las personas que producen o también por quienes se vuelcan a comprar alimentos saludables? —Hay un sistema que crece… Estamos en una lucha muy clara. Parecía que la pandemia permitía profundizar la discusión, después eso se fue apagando y tenemos un gobierno muy… Nosotros todavía no entendemos para dónde patea…, y es necesario construir herramientas concretas y esta es una de ellas y tiene que ver con que miles de productores y productoras van laburando y fortaleciéndose en este proceso de organización y de lograr capacidad y también miles de familias en las ciudades que buscan apoyar eso. —La UTT es un ejemplo muy claro de que pueden constantemente seguir haciendo crecer todos estos lugares de distribución, de comercialización. A la vez, están al frente del Mercado Central, con Nahuel Levaggi y siguen haciendo movidas para visibilizar y seguir alimentando al pueblo. Efectivamente hay pruebas de que la agroecología es un modelo posible, ¿no? —Sí. En Argentina el campo que produce los alimentos no es el que tiene representación ni en la mesa de enlace y hay un campo, éste campo, que produce alimentos todos los días; que son cooperativas yerbateras, lácteas, productores productoras de frutas y verduras, que usan la agroecología como herramienta de transformación del modelo y que también entendemos que es necesario construir la pata gremial y eso venimos haciendo hace muchos años y tiene que ver con poder desconcentrar un poco la producción y la distribución que es uno de los grandes desafíos en Argentina. Estamos atravesando una pandemia histórica, una crisis de salud y en el medio no podemos comprar un kilo de carne porque vale mil pesos. Entonces, necesitamos discutir el modelo y una de las herramientas es la agroecología, otra es el acceso a la tierra, otra es la democratización de los procesos productivos, la ampliación de la cadena de comercialización. Necesitamos diversas políticas públicas o programas que permitan, por un lado, hacer crecer la producción, que ese crecimiento sea planificado y democrático, poder ordenar las exportaciones. Estamos garantizando los alimentos para el mercado interno y necesitamos que esos alimentos sean sanos por una cuestión de salud, por el futuro del medio ambiente de nuestro país que está devastado… Bueno, estamos construyendo muchos ejes y lo del viernes es un paso más en la necesidad de construir todo esto y que hoy se ve reflejado también en producir alimentos desde las cooperativas, desde las pymes, desde los pequeños medianos productores que pueden comercializar en forma directa y eso genera un círculo virtuoso que constantemente nos viene empujando a que esto vaya creciendo y avanzando. —¿Han hecho una evaluación colectiva del paso actual de Nahuel Levaggi como presidente del Mercado Central? —Sí. Nahuel es compañero referente de la UTT, así que sí es la persona que labura en el Mercado Central, pero es nuestro compañero referente en la organización y en el mercado ha estado trabajando mucho, muy fuerte, hay repercusiones para un lado y para el otro. Se está tratando de modificar en términos de claridad, construir consenso y garantizar el abastecimiento de los alimentos para todo el AMBA fuertemente y

La histórica nutricionista, referencia de la lucha por la soberanía alimentaria, pasó por el programa radial Hasta que vuelvan los abrazos, de La Retaguardia y Radio Sur. Habló acerca del crecimiento de la agroecología como alternativa productiva frente al modelo de transgénicos y agrotóxicos y de la necesidad del acceso a la tierra para quienes producen alimentos. También planteó la importancia del derecho a la información “para conocer qué comemos”, en un país donde todavía no hay ley de rotulado frontal de ultraprocesados. Remarcó la urgencia de volver a la cocina y a los alimentos reales, y dejó una reflexión sobre los programas de cocina en la televisión. (Por La Retaguardia) 🎤 Entrevista: Fernando Tebele/Pedro Ramírez Otero ✍️ Redacción: Julián Bouvier 💻 Edición: Pedro Ramírez Otero 🖍️ Ilustración: Archivo Lorenzo Dibiase/La Retaguardia En un país que produce alimentos y tiene una buena parte de su población pasando hambre, el concepto de soberanía alimentaria, según la histórica nutricionista Miryam Kurganoff de Gorban, es “la capacidad de los pueblos de resolver la autosuficiencia alimentaria, de acuerdo a sus condiciones geográficas, económicas, sociales y culturales”. La coordinadora de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Universidad de Buenos Aires (CaLiSA) explicó que la disponibilidad de alimentos de cada una de las regiones determina también su propia cultura. “Pero este concepto está cada vez más universalizado en función de la importancia que tiene la alimentación. Cuando yo digo que la historia de la alimentación es la historia de la humanidad es porque  atraviesa todos los aspectos de nuestra vida. En los momentos gratos celebramos con comida y en los momentos más pesados también nos aferramos a ella. Es como que levantamos una coraza alrededor nuestro para que lo malo no nos afecte demasiado”, dijo. Gorban se refirió  a la situación de crecimiento del agronegocio en Argentina, en contraposición con la cantidad de información que ahora circula acerca de la agroecología y donde el concepto “Soberanía Alimentaria” es cada vez más conocido por la sociedad. “No solo en nuestro país, el mundo está atravesando una crisis económica y sanitaria que además afecta a los otros aspectos. Y esta crisis tiene un origen: el modelo productivo. En especial el de alimentos que se han convertido en una mercancía y no en un bien que la naturaleza ha puesto a nuestra disposición para crecer y desarrollarnos como seres humanos, omnívoros, además. Somos los únicos animales que producen y elaboran sus alimentos y, a su vez, somos quienes deformamos esa realidad y transformamos todo en un negocio, de especulación y de acumulación de riqueza de unos pocos, en contra de los muchos. Y generando esta desigualdad que hoy vemos. La crisis ha puesto sobre la mesa todo esto”, planteó la nutricionista. “Esto viene desde la colonización. (Cristóbal) Colón vino desde tan lejos, en búsqueda de alimentos. Marco Polo hizo lo mismo. Y si quedaron con la riqueza alimentaria que tiene América”, historizó.  “Desde hace 25 años, de la mano de la Vía Campesina, empezamos a recorrer el camino soberano y fuimos descubriendo que había otra forma de producir a la que hoy tenemos, que es causante de esta situación crítica. En el camino fuimos aprendiendo lo que es la agricultura familiar, quiénes son los productores de los alimentos, cómo lo hacen. Y así nos encontramos con la agroecología, que en realidad es lo que dio origen a la producción en el mundo entero, durante miles y miles de años. Contrario a lo que venimos viendo en las últimas décadas”, continuó la coordinadora de CaLiSA. Además, se refirió a las necesidades básicas de las personas:  “Estamos violando el derecho a la alimentación. La inflación hace que la parte más vulnerable de la sociedad no acceda a alimentos. No tener acceso a alimentos sanos es un problema grande de falta de derechos. Por otro lado, no sabemos lo que comemos, así que también violamos el derecho a la información. Y además, este modelo no tiene en cuenta que somos parte de la naturaleza y tenemos que cuidar el medioambiente. Hace un tiempo eramos ‘los raros’ los que hablábamos de ecología, unos locos que estaban divagando. Y hoy nos damos cuenta que todos los problemas que tenemos se relacionan con el daño a la naturaleza”, dijo.   La industria de los ultraprocesados y sus nutricionistas   La especialista habló acerca del rol de muchos y muchas nutricionistas que pasean por los medios de comunicación recomendando los productos que la industria provee, los ultraprocesados. “Cuando hablamos del modelo productivo también tenemos que hablar de la publicidad, de la propaganda. Tiene que haber un Estado fuerte regulando. Porque nosotros creemos que elegimos lo que está en la góndola y no nos damos cuenta que estamos condicionados por la publicidad, que nos indica qué comer. Sabemos que a la industria lo que le interesa es obtener mayores ganancias, no beneficios para la salud. Ellos piensan en el dinero, nosotros pensamos en la vida y la salud.  Esa es la confrontación que hoy tenemos”, denunció. También hizo hincapié en la relevancia de saber y conocer lo que comemos: “La industria ha logrado los cuasi-alimentos, estos ultraprocesados que pueden llegar a tener olor, sabor, color y forma de lo que dicen ser. Pueden tener olor, sabor, color y forma de frutilla, pero no es una frutilla. Para eso apelan a la industria química, a lo que se llama ‘disruptores endocrinos’, que alteran nuestro metabolismo y que hacen a nuestra problemática sanitaria”, explicó.   La nutricionista festejó la existencia de los movimientos ambientales y agroecológicos que cada día crecen más y toman visibilidad. “Estamos en camino a un cambio de conciencia. Y es fundamental para avanzar en el acceso a la tierra. Esto lo visibiliza cada día la UTT (Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra), verdaderos productores de la tierra, con los verdurazos, los yerbazos. Quienes producen alimentos son ellos, no esos que se hacen llamar ‘los del campo’. Esos producen commodities para la exportación. Eso es negocio, otro tema. No son alimentos”, planteó.  “Hay más de