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Victor Basterra

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El hecho destacado de esta jornada fue que Marcelo Cinto Courtaux, uno de los imputados, decidió quedarse a presenciar toda la audiencia. Entre los testimonios, se destacó el de Víctor Melchor Basterra, de las pocas personas que alcanzó a ver a un con vida a varias de las víctimas de la represión a la Contraofensiva que están desaparecidas. También declararon el sobreviviente Enrique Ghezan; el nieto recuperado Carlos Goya Martínez Aranda; su medio hermano, Juan Manuel Goya; y Daniel Genoud. (Por El Diario del Juicio*) 📷 Fotos  👉  Fabiana Montengro  👉 María Eugenia Otero  👉 Fernando Tebele📝 Textos  👉  Fernando Tebele💻 Edición  👉  Martina Noailles☝ Foto de portada: Cinto Courtaux, el único imputado que está preso en cárcel común porque estuvo prófugo cerca de tres años, decidió quedarse durante toda la audiencia. Si bien la presunción que rondó como rumor en la sala fue que el motivo de la sorpresiva decisión podría ser la presencia de Víctor Basterra, la realidad es que se desconoce por qué lo hizo. Por primera vez en treinta audiencias, un imputado elige no aprovechar el beneficio que les otorga el tribunal: retirarse apenas comienza la audiencia. Esta fotografía fue tomada durante un cuarto intermedio, dentro de la sala. Cuando se reanudó la audiencia, el defensor Lisandro Sevillano, mostró cierta molestia por la fotografía: “es un hecho que me pone incómodo, no por él (por su defendido), sino por mí. En el cuarto intermedio estábamos charlando sobre el proceso y se me acercan y me sacan la foto. Yo me ofrezco a que si alguien desea hacerme una foto, me lo pida. Reconozco que hay un hecho periodístico y el valor que hace a la noble tarea que se realiza, pero siempre con el respeto de una cuestión que puede ser privada”. El presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, luego de pedirle disculpas a Basterra, que permanecía sentado y esperando para dar su testimonio, le dijo: “Más allá de rogarles a los periodistas que se pueda cumplir lo que comparto dice el señor defensor, dentro de los parámetros lógicos del trabajo, pero también tengo que destacar que más allá de esta foto, no ha habido ninguna otra situación que me permita adoptar otro temperamento”. La fiscal Gabriela Sosti, por su parte, opinó: “Si el defensor en todo caso quiere tener un espacio, que lo solicite y se le conceda un espacio privado”.La foto del imputado y su defensor fue tomada en el lugar donde se desarrollan las audiencias. Allí había mucha más gente, incluso partes actuantes en el juicio. A través de sus notas y de sus imágenes, El Diario del Juicio busca difundir y visibilizar las audiencias de este debate oral histórico, acercando toda la información posible a quienes no pueden estar presentes. El carácter del juicio es público. ☝ Fue uno de los jefes de los sectores de inteligencia dependientes del Batallón de Inteligencia 601 del Ejército que participaron de los secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos de los y las militantes que participaron de la Contraofensiva de Montoneros. Cada vez que llega, el personal del Servicio Penitenciario que cuida con recelo que no se le tomen fotografías, le quita las esposas, y se las vuelve a colocar antes de que se retire. En esta jornada, eso ocurrió recién al finalizar la audiencia.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio ☝ Marcelo Cinto Courtaux fue capturado en mayo de 2017 luego de haber permanecido cerca de tres años prófugo. Cuando lo atraparon, le hallaron entre sus pertenencias recortes periodísticos con una reseña de la labor del abogado querellante en este juicio, Pablo Llonto.  📷 Fabiana Montenegro/El Diario del Juicio ☝ El primer turno fue para el nieto recuperado 92, Carlos Goya Martínez Aranda, que declaró por su padre, Francisco Goya. El testigo narró toda su historia de apropiación, y cómo fue recuperando su identidad. Se refirió a “Las abuelitas” durante todo su testimonio. Fue apropiado por un oficial de inteligencia. “Me dijeron que había una lista de espera para anotarnos como hijos propios”.  📷 Fabiana Montenegro/El Diario del Juicio ☝ “A mí me bautizan en España, con el capellán de Montoneros, que también está desaparecido, el Cura Jorge Adur. Y luego, en Mendoza, mis apropiadores me vuelven a bautizar, pero con el capellán del Ejército”, contó Carlos Goya Martínez Aranda. Su madre era mexicana, se llamaba María Lourdes Martínez Aranda. “Cuando me dieron los resultados tenía vergûenza de ser hijo de Montoneros. Me había criado en la vereda de enfrente. Venía de la escuela de que los derechos humanos eran un curro, pero en 2014 quise conocer a mi abuelita y no tenía plata. Entonces escribí a Abuelas y ellas me ayudaron. Cuando eso pasó fui a agradecerles, y no les puedo contar la alegría con la que me recibieron”. 📷 María Eugenia Otero/El Diario del Juicio ☝ Mientras el nieto recuperado relataba su bautismo en España, una foto del cura Adur colgaba de la baranda apenas a pasos de Carlos Goya Martínez Aranda. El cura fue secuestrado cuando viajaba desde Argentina hacia Brasil.  📷 María Eugenia Otero/El Diario del Juicio ☝ El segundo turno fue para Enrique Ghezan. Dos audiencias atrás había declarado su esposa en aquel entonces, Isabel Fernández Blanco. Ambos, cuanda estaban en libertad vigilada (o en prisión morigerada) en Tandil, les llevaron a dos niños que, sabrían después, eran los hijos de dos militantes de la Contraofensiva de Montoneros: Miguel Angel De Lillio y Mirtha Haydeé Milabara. 📷 Fabiana Montenegro/El Diario del Juicio ☝ Luego aportó su testimonio Juan Manuel Goya, hermano del primer testigo e hijo de Francisco Goya. “Les pido como hombre que sean capaces de entregar la información”, dijo en referencia a los imputados. A través de informes de inteligencia sumados a la causa, se enteró de algunas de las torturas a las que fue sometido su padre. “Dice que lo golpearon de pies y manos y lo golpearon hasta la muerte. Esa cobardía de atarlo para pegarle… No la entiendo”, expresó.  📷 Fabiana Montenegro/El Diario del Juicio ☝ El cuarto testimonio fue para Daniel, uno de los hermanos de Julio César Genoud. “Él es convocado a la Contraofensiva a través de (Mario) Montoto. Claudia (otra de

Sobreviviente de la ESMA, su aporte a la memoria histórica es, aún hoy, de un valor incalculable. Durante su cautiverio, engañó a sus captores para obtener alguna libertad de movimientos dentro del campo de concentración, lo que le permitió fotografiar documentos de inteligencia que son fundamentales en esta causa. En sólo cuarenta y cinco minutos, aportó datos únicos, como la chance que tuvo de ver con vida a varios militantes de la Contraofensiva que están desaparecidos/as, entre quienes se cuentan Alcira Machi Durante, Sara Isabel Ponti, Jorge Alberto Pared, Orlando Ruiz y Silvia Dameri. (Por El Diario del Juicio*) 📝 Texto  👉 Fernando Tebele 💻 Colaboración especial  👉 Valentina Maccarone 💻 Edición  👉 Diana Zermoglio 📷 Fotos  👉 Fabiana Montenegro   📹 Video  👉  Fernando Tebele☝ Foto de Portada: Basterra en pleno testimonio ante el TOCF Nº4   Fabiana MontenegroEs una suerte de celebridad de los juicios de lesa humanidad, si cabe esa calificación muchas veces utilizada para personajes demasiado banales. Víctor Basterra es, tal vez corresponda más señalar, una suerte de héroe de nuestro tiempo. No por haber conseguido sobrevivir a cuatro años de torturas de todo tipo en la ESMA; a esta altura ya sabemos -y este juicio lo ratifica con mucha precisión y certeza- que la supervivencia o no dentro de lo que Pilar Calveiro llamó sistema concentracionario, siempre estuvo en manos de los genocidas, nunca en las de sus víctimas. Es un héroe de nuestro tiempo por la ética con la que se movió en ese camino fangoso del secuestro y la desaparición, por el arrojo con el que se jugó la vida para fotografiar todo tipo de pruebas durante su cautiverio, y por su obsesión posterior dedicada a “perseguir a los ñatos”, como suele llamarles a los genocidas. “Es la persona más valiente que conocí en mi vida”, dijo alguna vez Carlos Lordkipanidse, otro sobreviviente de la ESMA que “convivió” con él “en la misma escuela”, como suelen decirse, pisando una línea risueña sobre aquellos hechos que sólo ellos pueden transitar.Es tal celebridad Basterra, que se le puede atribuir responsabilidad en que, por primera vez en este juicio, un imputado haya solicitado quedarse en la sala. Es Marcelo Cinto Courtaux, el único que está preso en cárcel común por haber estado prófugo varios años. Nadie sabe por qué eligió quedarse esta vez. No es una locura pensar que pudiera ser por su testimonio en particular. Cinto Courtaux es un “peso pesado” de la inteligencia. Y Basterra siempre recuerda, lo hará más tarde, que cuando le anunciaron su libertad, en diciembre de 1983, “Me dijeron: ‘te vas, pero no te hagas el pelotudo porque los gobiernos pasan, pero la comunidad informativa siempre queda’. Cosa que corroboré y se puede corroborar ahora”, dirá. Estamos a punto de certificar, una vez más, a través de su testimonio, cuánta verdad hay en lo que él mismo dijo hace pocos meses en una visita a la ESMA: “No me hice el pelotudo, me hice el re-pelotudo”. *** Basterra llegó con la audiencia ya comenzada. Probablemente por su presencia, el tránsito de público saliendo y entrando de la sala es mayor al habitual. Todos y todas quieren charlar con él. Algunas personas vinieron por primera vez al juicio sólo para poder darle un abrazo, como Liliana Pellegrino, también sobreviviente de la ESMA, que vive en Suecia y, de paso por Buenos Aires, no quiso perderse la ocasión. El testigo está habituado a pasar largas horas ante los jueces. Su declaración en el Juicio a las Juntas duró más de cinco horas. Alguna vez contó que, cuando fueron a declarar a España ante el juez Baltasar Garzón, porque aquí había impunidad, Enrique Cachito Fukman, otro sobreviviente de la ESMA, le dijo: “esta vez no me vas a cagar. Entro yo primero y me vas a tener que esperar vos”. En esta ocasión se sabe que no durará tanto. No es un juicio por la ESMA, donde los documentos aportados por Basterra prácticamente sostienen, por sí mismos, la prueba documental del juicio entero (“Sólo con su testimonio podría condenarse a casi la totalidad de los 60 imputados”, dijo alguna vez Mercedes Soiza Reilly, fiscal del tramo III de esa megacausa, el juicio más importante de la historia argentina). Su presencia en la causa por la represión a la Contraofensiva sorprende a muchas personas. El testimonio será breve , la espera no. Cuando uno de los secretarios del tribunal sale a buscarlo, él camina con seguridad, pero también con esa carga que implica tener que recordar todo otra vez, no olvidarse de ningún nombre, de nada importante. Tiene la columna hecha trizas. Estaba casi imposibilitado de caminar, pero una operación que le realizaron en 2007 le ayudó a enderezar el rumbo, aunque todavía lo agobian esos dolores. Si no fuera consecuencia de las torturas, no estaría mal suponer que ese padecimiento podría obedecer al peso de la responsabilidad de recordar todo con su memoria envidiable. Pero el genocidio cancela todo tipo de metáforas.  Basterra ingresa a la sala y se sienta frente al tribunal. apoya debajo de la mesa una suerte de maletín informal de color negro. Hace un rato nos mostró lo que traía allí: unas publicaciones de aquella época del Peronismo de Base. Se lo ve en ellas treintañero, con su cabello llegando a los hombros. “En la foto estamos El Tordo Mars, José Osvaldo Villaflor, Jorge Di Pasquale y yo. No sé qué fue de El Tordo. Villaflor se suicidó en julio del ‘92, Di Pasquale está desaparecido. Y yo, ya sabéis…”, dice con complicidad, y larga una risotada. A punto de cumplir 75 años el 1 de diciembre, tiene una calvicie prolijamente afeitada. Está igual de petiso que siempre, aunque su accionar le agiganta la figura. Una campera beige tapa casi por completo la camisa blanca, pero no impide que se vea la rosa roja tejida a mano, el sello simbólico de este juicio, que pidió durante la espera y que sobresale de su pecho.  “Tengo interés en que se aclare esta historia. Siempre he apoyado la Memoria ,la Verdad y la Justicia”, dice a modo de presentación. También pide disculpas

Silvia Canal dio testimonio acerca de Carlos Marcón, un militante de las Ligas Agrarias de quien fue pareja durante el exilio. Marcón desapareció al regresar al país para salvar a dos militantes. Susana Machi y Nora Patrich trajeron a la sala la historia de Alcira Machi, hermana de Susana y cuñada de Nora. Desde sus sensibilidades de mujeres, consiguieron que una jornada corta tuviera alta calidad emocional. (Por  Fernando Tebele para El Diario del Juicio*)  Colaboración especial: Valentina MaccaroneEdición: Martina NoaillesFoto de portada: Susana Machi y Nora Patrich al final de una jornada en la que Alcira Machi estuvo presente. (Julieta Colomer/DDJ)“Quiero que se haga justicia por los compañeros muertos o desaparecidos”, dice Silvia Alicia Guadalupe Canal apenas después de prometer decir la verdad. De su cuello se sostiene una foto que cae y se amarra fuerte en su piel. Es el rostro de Carlos Marcón, uno de los militantes que fueron víctimas de la represión a la Contraofensiva.“Yo a Carlos lo conocí a principios del año `80 en España donde circunstancialmente había viajado dos meses antes con mi papá. Yo vivía en México y estaba exiliada desde el año `76. Había estado presa y fui opcionada a México”. Canal cuenta que luego se quedó sola en Madrid y allí conoció a un grupo de compañeros/as, entre ellos algunos que formaban parte de las Ligas Agrarias. “A principio del ‘80, en un partido de fútbol, una mateada, conozco a muchos compañeros que eran de las Ligas Agrarias. Yo militaba en la JUP de Ciencias Económicas de Santa Fe. Lo conocí a Carlos y a dos compañeros más que estaban siempre con él, con los sobrenombres de Pato y Ernesto. Después de muchos años, por otra causa, me enteré porque me hicieron reconocer sus rostros, de que eran Hugo Vocouber y Luis Fleitas. Carlos no tenía pareja en ese momento, Pato y Ernesto sí tenían, pero en ese momento no estaban en España con ellos. Entonces hicimos un grupo donde salíamos siempre juntos. Ellos venían al departamento donde yo vivía”.Marcón es uno de los integrantes de las Ligas que pudieron salir del país luego de estar ocultos por años en el monte. Canal y Marcón se engancharon. “Al poco tiempo yo inicio una relación de pareja con Carlos y él se viene a vivir al departamento donde yo vivía, que estaba cerca de la Puerta del Sol. Estuvimos unos meses viviendo ahí y alrededor del mes de abril él me comenta que tiene que viajar a la Argentina para tratar de darles dinero y documentos a dos compañeras que estaban en una situación muy vulnerable de seguridad, para que pudieran salir del país. Nunca le pregunté quiénes eran”, relata. Silvia tiene el pelo blanco prolijamente recortado. Algunos mechones negros resisten todavía. Un tapado rojo y larguísimo invade sus piernas. Desde atrás, se adivina un cuello de polera negro. No tarda demasiado en ir al punto dramático, el del regreso al país de Carlos, el de su secuestro y desaparición. “Tenía que venir a traer eso sólo, era una cuestión puntual, no iba a tardar más de un mes, un mes y medio. De hecho yo lo ayudé a esconder en una agenda de cuero unos documentos y plata que él traía. Con eso vino para estas dos mujeres que tenían que salir”. Cuenta que Marcón pasó por San Pablo. Puede precisar las fechas. Las cartas, otra vez las cartas como testimonio certero e inalterable. “El 1 de mayo (estaba en San Pablo), porque tengo acá algo que les quiero mostrar, él me manda un telegrama. Él me iba a avisar qué día iba a entrar al país. Ese mismo día mandó una carta aparte de esto, diciendo que mandaba un telegrama. Me la mandó a mí. Entonces yo sabía que el 4 de mayo, este telegrama yo se los había mostrado a Pato y Ernesto, y era como que las noticias que yo tenía de él se las contaba. Luego él me escribió dos cartas más. Una fue el día 12 de mayo. Me contaba cómo había sido el ingreso al país, pero no me decía por dónde había entrado, yo nunca supe. Me contó que en la frontera no le habían revisado ningún bolso, había pasado tranquilo y que había tomado un micro. Y que todo el viaje se había desarrollado normalmente hasta que llegó a la altura de Campana, como a las 6 am decía, y que había un operativo policial con gente de civil, tres Falcon que estaban deteniendo a los micros que vienen del exterior. Hacían bajar a los de entre 15 y 40 años, los hacían formar en fila, y con las luces de los autos los alumbraban y les revisaban los documentos hoja por hoja. Dijo que se habían presentado como si fueran de migraciones. Gente de civil y policías. No sé si dije que decía que había una fila como con cinco micros”, revisa Canal, con miedo de olvidarse de algo, con la responsabilidad que siente cada testigo de no olvidar ningún dato, mucho menos algún nombre. Silvia Canal frente al tribunal (Foto: Luz Deñisoff/DDJ) La caída Silvia advierte que Carlos siempre trató de darle tranquilidad, pero un día llegó la noticia posible, la más temida. “Él siempre me tranquilizó diciéndome que no iba a pasar nada porque iba a poder volver. El 3 de junio mandó la última carta. Esta carta yo la recibí después de enterarme que a él lo habían detenido y que estaba desaparecido porque él mandó esa carta que también decía Argentina el 3 de junio”. Antes de recibir la carta, Canal supo de su secuestro a través de Vocouber y Fleitas. “Pato y Ernesto me vinieron a decir que él había hecho una cita en Río de Janeiro con las dos compañeras que venía a buscar y que las compañeras estaban a salvo en Río, que habían ido a la cita dos días seguidos (no sé qué días eran) y que Carlos no se había presentado y temían lo

Se están cumpliendo 40 años de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a la Argentina. Como consecuencia de las denuncias que sobrevivientes, familiares y exiliados/as ya habían realizado, la CIDH vino a comprobar los hechos y a tomar denuncias. En la ESMA ocurrió algo especial: la maquillaron para la ocasión. Desaparecieron a un grupo de secuestrados, y al resto los llevaron a la Isla El Silencio, que ayer fue señalizada como ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio. La Retaguardia participó en 2015 de la visita ocular en el marco del juicio más grande de la historia argentina: ESMA III. Aquí la crónica que publicamos en aquel momento. (Texto y fotos: Fernando Tebele y María Eugenia Otero para La Retaguardia) Las imágenes pueden hablar más que mil palabras, es cierto. Pero también lo es que en muchas ocasiones la necesidad de poner en palabras se impone. Sobre todo cuando lo que abunda es El Silencio. Como ya anticipamos a través del informe fotográfico, acompañamos a sobrevivientes de la ESMA durante la visita ocular realizada a la isla del delta del Paraná donde fueron escondidos por la dictadura durante más de un mes.. Allí, ante los integrantes del TOF 5, volvieron a dar testimonio, “exprimiendo la memoria” dice el “Sueco” Carlos Lordkipanidse. Dejamos aquí una crónica acerca del largo viaje hacia un pasado todavía poco conocido: el del traslado de los secuestrados en la ESMA a la Isla El Silencio, durante la visita que realizó en septiembre de 1979 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). “Salimos hacia la derecha. Lo digo para recordarlo, porque yo no conozco exactamente el lugar preciso dónde queda la isla. Estamos saliendo por el río Luján hacia la derecha, vamos a desembocar en algún otro lugar y luego en otro”, dice Víctor Basterra, sobreviviente del Centro de detención, tortura y exterminio que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada, ya subidos al barco de la Prefectura Naval que nos llevará hasta la Isla El Silencio. Basterra no conoce cómo llegar porque su primer viaje lo hizo esposado, encapuchado y tirado en el piso tapado con una lona. Eso fue el 7 de septiembre de 1979. Dicen quienes la recuerdan especialmente, que fue una mañana fría pero cargada de fervor popular. Que buena parte de la población madrugó como nunca para ver la final del Mundial de Fútbol Juvenil, que se jugó en Japón, la otra parte del mundo. El seleccionado dirigido por César Luis Menotti y Roberto Saporiti, contaba con Diego Maradona y Ramón Díaz como principales estrellas. Argentina jugó la final contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Le ganó 3 a 1. Campeones del Mundo, como el año anterior en mayores. Campeones del Mundo. Los mejores, en casi todo… Ese mismo día, algunos secuestrados fueron llevados a la Isla El Silencio, una sucursal del infierno. “Estamos dirigiéndonos en una lancha de la Prefectura Naval hacia la isla El Silencio, que fue donde el grupo de tareas 3.3.2, que funcionaba en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) le compra en una operación fraudulenta, obviamente, a la Iglesia Católica y donde estuvimos secuestrados durante el período en que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) estuvo nuestro país, en septiembre de 1979”, explica detalladamente Enrique Fukman, otro de los sobrevivientes. La dictadura había tenido que ceder ante las presiones generadas por las denuncias internacionales. Debió aceptar que la CIDH visitara el país para tomar testimonios de familiares de los desaparecidos. También pasarían por la ESMA, por eso, la Armada decidió conseguir un terreno alejado de la ciudad, en las cercanías del Río Paraná Miní, parte del delta del Paraná. “Estuvimos un mes. Los que estábamos en trabajo esclavo fuimos a fines de agosto y volvimos a Buenos Aires a fines de septiembre. Y los primeros días de septiembre fueron llevados los compañeros que estaban en Capucha”, dice Fukman, marcando la diferencia entre quienes ya llevaban tiempo en la ESMA y los que llegarían aquel 7 de septiembre. Osvaldo Barros Osvaldo Barros formaba parte de ese último contingente: “Hacía pocos días que había sido secuestrado, entonces estaba en Capucha, con una capucha en la cabeza, grilletes en los pies y esposas en las manos. Estando en esas mismas condiciones, nos subieron en una camioneta y después hasta una lancha de la Prefectura, en las que nos llevaron a la isla. No podíamos ver absolutamente nada”, contó Barros, a quienes algunos de sus compañeros continúan llamando, aún hoy, Anteojito, ese apodo que le pusieron durante el cautiverio porque, aun con la capucha puesta, no se quitó sus anteojos, quizá como un acto reflejo o esperando ansioso y preparado el momento de volver a ver. “Nos habían dicho que íbamos hacia una isla del Tigre. El temor siempre estaba presente, por supuesto, porque además no teníamos ninguna experiencia, hacía una semana que habíamos sido secuestrados, no sabíamos qué podía pasar. La sensación era de incertidumbre. Recuerdo que era un día con viento, el río estaba bastante picado, había muchas olas, y sobre todo la lancha se movió mucho cuando atravesó el río Paraná (de Las Palmas). Para nosotros, en esas condiciones, era bastante duro”, cuenta Barros. Basterra suma su recuerdo: “Yo particularmente caí el 10 de agosto; a fines de agosto, principios de septiembre nos trasladan a la isla. Ese viaje se hizo en dos tandas: una noche primero llevaron a un grupo y otra noche, a otro grupo; yo estaba en el segundo. Estoy hablando de Capucha. Eran tipos que estaban en pedo, nos cagaron a palos en el camino. Yo pensaba que nos iban a pegar un tiro en la cabeza, pero, bueno… zafamos. Nos trasladaron en una lancha abierta, nos tiraron una lona encima y llegamos a la isla. El valor de la visita ocular Lordkipanidse, Barros, Fukman,Basterra, Martinez, Ayala y Strasseri En este viaje diferente hacia la isla, ahora en el marco de la Megacausa que juzga aquellos crímenes, están algunos de los sobrevivientes: Carlos “Sueco” Lordkipanidse, Osvaldo Barros, Enrique

La primera declaración del día fue la de la abogada Luciana Milberg. Lo hizo por su tío, Raúl Milberg, uno de los militantes de la Contraofensiva que permanecen desaparecidos. Luciana ya participó en juicios de lesa humanidad, pero lo hizo desde otro lugar, como abogada querellante. (Por Fabiana Montenegro para El Diario del Juicio*) Foto de  portada: Luciana Milberg al finalizar su testimonio, con la foto de su tío y la rosa tejida. (Fabiana Montenegro/DDJ) “Raúl Milberg es el número 7 en las caídas de febrero de 1980”, cuenta su sobrina, Luciana, en una de las mañanas más frías de las audiencias que se llevan adelante por la causa Contraofensiva. Es la primera en declarar, y enseguida la sala se caldea cuando el defensor oficial, Lisandro Sevillano, intenta desestimar su testimonio: “Está alegando”, señala. —No le voy a hacer ninguna observación —responde el presidente  del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers—. Lo que le voy a contestar al caso es que usted bien lo sabe que todas las personas tienen una deformación profesional. Los abogados —dice en referencia a la profesión de Luciana Milberg, quien, entre otras causas, participó en el juicio por los crímenes cometidos en El Vesubio, como parte de la querella del CELS— tendemos a la reconstrucción a partir de documentos, y la señora lo primero que dijo fue que es abogada y que hizo una reconstrucción familiar a partir de documentos. No veo motivo alguno para llamar la atención. Usted dice “Yo no sé qué va a decir”. Yo tampoco. Hay que dejarla seguir.—Yo quiero aclarar —dice Milberg— que voy a centrarme en la reconstrucción que hice a través de estos documentos. Lamentablemente todos los integrantes de este grupo están desaparecidos. No tengo información personal. Es gracias a estos documentos que voy a comparecer en el caso de mi tío. Milberg lleva en su pecho la imagen de Raúl y la flor roja tejida a mano, como muchos de los que han testimoniado hasta ahora, aunque a veces le resulta difícil separarse de su rol de abogada. “Es llamativo la forma cómo funcionaba el circuito de la inteligencia –reflexionará más adelante en relación con uno de los documentos que involucra a Raúl en el atentado contra Guillermo Walter Klein, por entonces Secretario de Programación y Coordinación Económica del equipo de Alfredo Martínez de Hoz-.  Esto no lo vamos a saber porque no le ofrecieron un juicio ni a Raúl ni a los compañeros, como el que gozan los imputados. Pero he sabido a través de notas del juicio y demás, que hay una defensa que viene interrogando acerca de lo que los compañeros pudieron o no haber hecho; sé que el tribunal, la fiscalía o la defensa, le han hecho saber que no es algo que tenga que ver con el objeto procesal de esta causa. Pero no es que la defensa lo desconozca, hacen preguntas que no son inocentes, ni inocuas, preguntas que son lanzadas al aire sobre personas que no están acá para defenderse, tratando de reflotar la teoría de los dos demonios para justificar el accionar represivo. Yo no soy quién para juzgar la estrategia de la defensa, pero… —Está alegando —la interrumpe el juez, esta vez dándole la razón a Sevillano.—Como familiar quiero decirle al defensor que ojalá, daría cualquier cosa yo, y el resto de los familiares, porque ellos estuvieran en este momento siendo juzgados. Esto no es posible porque en lugar de ofrecerles un juicio, fueron secuestrados, torturados, asesinados y desaparecidos. No solo están los apodos en los documentos sino que está consignada la vida y obra de estas personas. En el caso de Raúl, la información que obtuve, a partir de comentarios de compañeros, sobre su militancia, en el documento de inteligencia está plasmada a la perfección,  no hay error. Es algo que solo pudieron obtener a partir de un interrogatorio directo a Raúl”, cuenta y solicita leer algunos párrafos: “NG (nombre de guerra) Ricardo y el teniente, NL (nombre legal)  Raúl Milberg. Funcionaba en el grupo TEI a asentarse en la zona 4. Fue detenido el  28 de febrero de 1980, a raíz de un procedimiento en una casa alquilada por miembros de la BDT (banda de delincuentes terroristas). Fue militante de la agrupación territorial de la JUP, zona oeste de Capital Federal. Salió del país en octubre del  ‘77 siendo subteniente. Queda vinculado a la Secretaría de la estructura militar en el exterior. Hace comunicaciones de la misma durante los atentados del Mundial 78 desde España. Es trasladado a México, vinculado a la Secretaría Técnica de la BDT. Pasa a hacer instrucción militar en el Líbano en abril ‘79 hasta mayo ‘79.  Ingresa al país con el grupo 1 TEI (Tropas Especiales de Infantería). Según se consigna acá, habría participado en el atentado contra Klein. Sale del país y regresa con el grado de teniente el 5 febrero del ’80. Fue secuestrado el 28 en una casa alquilada por la BDT Montoneros”. Operación guardamueblesEl 21 de febrero de 1980, tras el secuestro de Ángel Carbajal en el guardamuebles de la calle Malaver al 2800, en Olivos, se sucedieron otras caídas en cadena, como cartas de un naipe que se desploma: Julio César Genoud, Mariana Guangiroli y Verónica Cabilla, el 27; Ernesto Emilio Ferré,  Miriam Antonio y Raúl Milberg, el 28; Ricardo Marcos Zúcker, Marta Libenson y Matilde Rodríguez, el 29.—Estas operaciones en los guardamuebles —pregunta el Juez—, ¿eran habituales o fue en ese caso puntual?—No. La orden de operaciones de inteligencia del ejército explica que, a partir del hallazgo de un guardamuebles donde se encontraron armamentos, se dispuso la inspección de todos los guardamuebles existentes en las distintas jurisdicciones porque suponían que debía haber más. Y, justamente, es en el de Malaver, donde va Carbajal y la Inteligencia ya estaba. Milberg pudo saber más acerca de este episodio gracias a la investigación que realizó Ana María Ávalos, mamá de Verónica Cabilla.  Supo así, por las cartas que Verónica le enviaba a su madre, que Raúl se instaló con ella, Ángel Carbajal y su pareja Matilde Rodríguez, en una

En pocos días comenzará el juicio por la represión genocida a la Coontraofensiva de Montoneros en 1979 y 1980. La fiscal Gabriela Sosti, quien ha participado en diversas causas por delitos de lesa humanidad como circuito ABO, será parte en este proceso que se iniciará el 9 de abril. Sosti dialogó con Fernando Tebele y con Víctor Basterra en Oral y Público, el programa de los juicios a los genocidas de Radio La Retaguardia. La fiscal Sosti hizo una introducción a lo que será este nuevo juicio que pretende condenar los delitos de lesa humanidad cometidos por el Terrorismo de Estado durante la última dictadura contra la Contraofensiva Montonera y, a la vez, repensar ese momento específico de la historia política de nuestro país: “Los juicios son una posibilidad inmejorable para reclamar la historia, para revalorizar el sentido de la historia. La idea de este juicio es desarmar ese mito construido con versiones aisladas. La posibilidad de este juicio es la de correrse de las respuestas y armar otras preguntas y respuestas. Nadie desconoce el episodio, pero el juicio es una buena oportunidad para reencontrarnos con ese momento político. Las diferentes manifestaciones del poder opresor están pendientes de ser leídas con una dimensión política un poco más amplia. Es un esfuerzo que implica un profundo conocimiento de la historia poder leer esos episodios en el contexto en que sucedieron. La historia siempre se escribe de manera sesgada. El episodio de la Contraofensiva es interesante porque es nada menos que la historia de Montoneros, una de las organizaciones armadas más emblemática del mundo dentro de la coyuntura de los ’70. Es interesante para que produzca lecturas, re lecturas y análisis”, reconoció Sosti. Juzgar, pero no por centro clandestino Para la fiscal, la particularidad de este juicio es que no gira en torno a crímenes de lesa humanidad cometidos en un centro clandestino específico sino que se centra en el aparato de inteligencia responsable de estos delitos incluso los perpetrados fuera del país, llevando la represión estatal por fuera de los límites de la Argentina: “Los agentes del Estado que van a ser juzgados son todos los que intervinieron en la estructura de inteligencia. En general, estamos acostumbrados a los juicios de lesa humanidad anclados en un centro clandestino. En realidad, la represión fue armada por un diseño y una estructura de inteligencia que superó la instancia de ese centro clandestino. En este caso particular, se abre una dimensión mucho más increíble y siniestra -y nos hace pensar en la inteligencia de hoy en día-, porque la inteligencia atravesó la frontera. Invadió la soberanía de Perú, de Bolivia, de Brasil y de España. Insisto en que supera los límites del centro clandestino. Es un desafío el de poder dar cuenta de cómo la planificación estuvo armada desde ese lugar, por los distintos destacamentos de inteligencia. La represión más global fue la del Cóndor. Esta causa lo que va a hacer es abrir esa perspectiva a una más amplia”, vaticinó.Víctor Basterra intervino durante el relato de Sosti y aportó, como siempre, datos valiosos a la hora de reconstruir vivencias y reconocer protagonistas de aquella brutal represión. Si bien no pertenecía a esa organización Basterra dice que cayó porque la represión se intensificó: “Yo era un activista gremial, no pertenecía a Montoneros. Me chuparon en la época de la primera contraofensiva, en el ’79. Viví parte de los ’80 haciendo tareas de mano de obra esclava viendo como los tipos hacían desastres y trasladaban compañeras y compañeros desde Campo de Mayo a la ESMA, y de la ESMA a Campo de Mayo. Con una compañera, Alcira Machi de Duarte, hablamos durante un descuido del guardia. Yo le fui a llevar un vaso de gaseosa. La tenían escondida en una piecita. Me contó que la habían llevado a Campo de Mayo y había visto a 50 compañeros, entre ellos a Petrus. Después me enteré de que Petrus era (Horacio Domingo) Campiglia, el compañero de Pilar Calveiro”, rememoró Basterra.Después de escuchar a Víctor, Sosti se refirió a los y las sobrevivientes como “gente que amó la vida y soñó con un mundo mejor” y sostuvo que su papel a la hora de dar testimonios “es de un valor que no podemos dejar de destacar. Es fundamental la tarea de los sobrevivientes para reclamar la memoria. Sin eso nunca vamos a ser libres”.La fiscal hizo referencia a quiénes serán los imputados de este nuevo juicio y su rol durante el genocidio: “Fueron funcionarios del Estado. El Estado, puesto a disposición de ciertos sectores de poder. Son inconstruibles estos duelos horribles que destruyen y machacan la carne sin ningún reparo. El Estado, hoy en día, está sacando personal policial con un nivel de violencia inusitado. Lo que pasó en los ’70 no pasó solo en los ’70. Es parte de una dinámica histórica que hay que tener muy presente. No para quedarse anclado en el relato de la tortura. La tortura tiene una función. No hay manera más efectiva de dominar que induciendo dolor. En todo esto tenemos que estar muy atentos”, avisó Sosti.Este nuevo proceso que juzgará los delitos de lesa humanidad cometidos durante la Contraofensiva Montonera iba a comenzar el martes 26 de marzo; sin embargo, la justicia lo aplazó hasta el 9 de abril. Las audiencias serán una vez por semana y se estima que podría durar un año. El Tribunal de San Martín será el mismo que actualmente está juzgando el crimen de José Díaz en la represión de La Tablada, aunque con otra composición. La Retaguardia participará de El Diario del Juicio, que se podrá visitar en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com  DESCARGAR *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

En pocos días comenzará el juicio por la represión genocida a la Coontraofensiva de Montoneros en 1979 y 1980. La fiscal Gabriela Sosti, quien ha participado en diversas causas por delitos de lesa humanidad como circuito ABO, será parte en este proceso que se iniciará el 9 de abril. Sosti dialogó en Radio La Retaguardia con Fernando Tebele y con Víctor Basterra en Oral y Público, el programa de los juicios a los genocidas. (Por La Retaguardia) La fiscal Sosti hizo una introducción a lo que será este nuevo juicio que pretende condenar los delitos de lesa humanidad cometidos por el Terrorismo de Estado durante la última dictadura contra la Contraofensiva Montonera y, a la vez, repensar ese momento específico de la historia política de nuestro país: “Los juicios son una posibilidad inmejorable para reclamar la historia, para revalorizar el sentido de la historia. La idea de este juicio es desarmar ese mito construido con versiones aisladas. La posibilidad de este juicio es la de correrse de las respuestas y armar otras preguntas y respuestas. Nadie desconoce el episodio, pero el juicio es una buena oportunidad para reencontrarnos con ese momento político. Las diferentes manifestaciones del poder opresor están pendientes de ser leídas con una dimensión política un poco más amplia. Es un esfuerzo que implica un profundo conocimiento de la historia poder leer esos episodios en el contexto en que sucedieron. La historia siempre se escribe de manera sesgada. El episodio de la Contraofensiva es interesante porque es nada menos que la historia de Montoneros, una de las organizaciones armadas más emblemática del mundo dentro de la coyuntura de los ’70. Es interesante para que produzca lecturas, re lecturas y análisis”, reconoció Sosti. Juzgar, pero no por centro clandestino Para la fiscal, la particularidad de este juicio es que no gira en torno a crímenes de lesa humanidad cometidos en un centro clandestino específico sino que se centra en el aparato de inteligencia responsable de estos delitos incluso los perpetrados fuera del país, llevando la represión estatal por fuera de los límites de la Argentina: “Los agentes del Estado que van a ser juzgados son todos los que intervinieron en la estructura de inteligencia. En general, estamos acostumbrados a los juicios de lesa humanidad anclados en un centro clandestino. En realidad, la represión fue armada por un diseño y una estructura de inteligencia que superó la instancia de ese centro clandestino. En este caso particular, se abre una dimensión mucho más increíble y siniestra -y nos hace pensar en la inteligencia de hoy en día-, porque la inteligencia atravesó la frontera. Invadió la soberanía de Perú, de Bolivia, de Brasil y de España. Insisto en que supera los límites del centro clandestino. Es un desafío el de poder dar cuenta de cómo la planificación estuvo armada desde ese lugar, por los distintos destacamentos de inteligencia. La represión más global fue la del Cóndor. Esta causa lo que va a hacer es abrir esa perspectiva a una más amplia”, vaticinó.Víctor Basterra intervino durante el relato de Sosti y aportó, como siempre, datos valiosos a la hora de reconstruir vivencias y reconocer protagonistas de aquella brutal represión. Si bien no pertenecía a esa organización Basterra dice que cayó porque la represión se intensificó: “Yo era un activista gremial, no pertenecía a Montoneros. Me chuparon en la época de la primera contraofensiva, en el ’79. Viví parte de los ’80 haciendo tareas de mano de obra esclava viendo como los tipos hacían desastres y trasladaban compañeras y compañeros desde Campo de Mayo a la ESMA, y de la ESMA a Campo de Mayo. Con una compañera, Alcira Machi de Duarte, hablamos durante un descuido del guardia. Yo le fui a llevar un vaso de gaseosa. La tenían escondida en una piecita. Me contó que la habían llevado a Campo de Mayo y había visto a 50 compañeros, entre ellos a Petrus. Después me enteré de que Petrus era (Horacio Domingo) Campiglia, el compañero de Pilar Calveiro”, rememoró Basterra.Después de escuchar a Víctor, Sosti se refirió a los y las sobrevivientes como “gente que amó la vida y soñó con un mundo mejor” y sostuvo que su papel a la hora de dar testimonios “es de un valor que no podemos dejar de destacar. Es fundamental la tarea de los sobrevivientes para reclamar la memoria. Sin eso nunca vamos a ser libres”.La fiscal hizo referencia a quiénes serán los imputados de este nuevo juicio y su rol durante el genocidio: “Fueron funcionarios del Estado. El Estado, puesto a disposición de ciertos sectores de poder. Son inconstruibles estos duelos horribles que destruyen y machacan la carne sin ningún reparo. El Estado, hoy en día, está sacando personal policial con un nivel de violencia inusitado. Lo que pasó en los ’70 no pasó solo en los ’70. Es parte de una dinámica histórica que hay que tener muy presente. No para quedarse anclado en el relato de la tortura. La tortura tiene una función. No hay manera más efectiva de dominar que induciendo dolor. En todo esto tenemos que estar muy atentos”, avisó Sosti.Este nuevo proceso que juzgará los delitos de lesa humanidad cometidos durante la Contraofensiva Montonera iba a comenzar el martes 26 de marzo; sin embargo, la justicia lo aplazó hasta el 9 de abril. Las audiencias serán una vez por semana y se estima que podría durar un año. El Tribunal de San Martín será el mismo que actualmente está juzgando el crimen de José Díaz en la represión de La Tablada, aunque con otra composición. La Retaguardia participará de El Diario del Juicio, que se podrá visitar en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com DESCARGAR

En una nueva audiencia del juicio ESMA IV, declararon dos testigos clave. Se trata de Alfredo Ayala y Víctor Basterra, ambos sometidos a trabajo esclavo durante su secuestro en la ESMA. Ayala, restaurando muebles e inmuebles robados a los detenidos-desaparecidos. Basterra, en su labor como fotógrafo y obrero gráfico para la confección de documentos falsos para los genocidas.(Por Fernando Tebele para La Retaguardia)Fotos: Luis Angió (Foto 1: Víctor Basterra, foto 2: Guillermo Fanego) El IV tramo de la ESMA camina a paso lento. Con solo un día de audiencia por semana, los lunes, los testigos pasan de a tres en las jornadas más extensas. Este lunes hubo solo dos, muy esperados por cierto: Alfredo Ayala y Víctor Basterra, el testigo esencial de esta megacausa.Cerca de la 10:30, el TOF 5 de Comodoro Py enciende sus luces. La sala esta vez es pequeña, demasiado para tantos oídos. Abre el juego Alfredo Ayala, “Mantecol”, secuestrado el 7 de septiembre de 1977 por un grupo de tareas a cargo de Jorge “Tigre” Acosta. Como ocurre con casi todos los testimonios de sobrevivientes que ya pasaron varias veces por la tarea de recordar y contar el genocidio, en este tramo solo se amplían las testimoniales vinculadas a los imputados nuevos de este juicio. Los testimonios son más cortos, la crudeza es la misma: “Entre las secuelas que tengo, la primera es haber perdido a mi padre por un tumor, que fue de tristeza, eso me afectó mucho como hijo. Después, secuelas físicas: perdí el oído izquierdo, por la primera trompada que me dieron. También se me agudizó el problema de la voz”. Mantecol habla con un tono sumamente agudo, esforzado, como si estuviera imitando a un niño; sin embargo le alcanza para contar que estuvo obligado a realizar tareas como mano de obra esclava restaurando muebles e inmuebles robados a las personas secuestradas. “No sé si usted sabe que además robaban las propiedades”, le dijo con cierta ironía al abogado defensor de genocidas Guillermo Fanego, que siempre juega un rol central intentando fastidiar a quienes dan testimonio. En realidad, Fanego consigue contrariar a todos y todas en la sala, incluyendo muchas veces al tribunal que preside Daniel Obligado. En su testimonio del lunes, Ayala reconstruyó la ida a una de las casaquintas que los genocidas de la ESMA usaban para trasladar allí prisioneros/as. “Estuvimos dos días en la quinta de Del Viso”, dijo acerca del lugar que todavía no han podido señalar exactamente. Ubicó en el lugar a “Tiburón”, Raúl Armando Cabral, un ex agente de la policía y parte del grupo de tareas 3.3.2. “Ahí un día trajeron a mi compañera Norma Mansilla. A ella la secuestraron conmigo. No tenía nada que ver, pero vivía conmigo. Estuvo un mes y medio secuestrada. La violaban todos los días hasta que se cansaron y la dejaron ir a Santiago del Estero donde estaba su familia. Después se ve que volvió a buscarme. Ellos se enteraron y la llevaron a la quinta para que viera que yo comía y estaba bien”. Mantecol supera la prueba a la que siempre somete Fanego a los y las testigos. Cuando le preguntan si quiere agregar algo más, aporta con seguridad: “Quiero decir que tengo bronca porque pasan los años y no sé dónde están mis compañeros desaparecidos. Yo vengo y presto mi colaboración en cada juicio, trato de aportar mi memoria y no veo que haya mucho avance”. Se va rodeado de aplausos.Después de un cuarto intermedio aparece Víctor Melchor Basterra, sin dudas el testigo esencial de esta megacausa, calificación que no pretende de ningún modo quitarles mérito al resto. “Esta construcción de memoria, verdad y justicia es colectiva”, dice intentando disimular con poca suerte el rol central en el que lo puso la historia, una tarea que aceptó y lleva adelante con una entereza que no le resulta gratuita. Su voz habitualmente gruesa, de cantor afinado, está percudida. Habla con una disfonía que le demanda esfuerzos. Igual que Mantecol, se sobrepone para que cada palabra vuele lejos. Sus recuerdos son exactos. Tiene una memoria privilegiada, forzada quizá por aquel mandato que el “Gordo” Enrique Ardeti le supo dar en los laberintos inextricables de la ESMA: “Negro, si zafás, que no se la lleven de arriba”. Basterra zafó con una astucia sin igual, y dedicó su vida a cumplir con ese mensaje que Ardeti cargó en su mochila ya pesada por su propio sufrimiento, que entre otras cosas implica convivir con brutales dolores de espalda que suelen inmovilizarlo, y que le recuerdan cada vez a sus verdugos, hoy genocidas condenados o en camino a serlo.La megacausa no sería lo que es sin su aporte. El informe que lleva su nombre es un formidable álbum de fotografías de genocidas que consiguió sacar de a poco del cautiverio y que han servido para que más sobrevivientes reconocieran a sus captores. Hoy volvió a contar cómo era la mecánica que lo llevó a idear el Informe Basterra. Sometido a trabajo esclavo, los genocidas utilizaron su excelencia como obrero gráfico y fotógrafo para falsificar documentos. En ese esquema, les tomaba fotografías. Una para el documento, otra para el pasaporte, una más para el registro de conducir y otra para la cédula de identidad. Cuatro fotos para todo el mundo, menos para él, que clickeaba cinco veces y se guardaba la sobrante. Lejos de sobrar, esa sería en realidad la foto que les costaría a los genocidas ser reconocibles, ni más ni menos. Basterra es un genio de un coraje sin igual, “la persona más valiente que conocí en mi vida”, según la mirada de su hermano Carlos “Sueco” Lordkipanidse, a quien conoció en el planeta del terror que fue la ESMA, y de quien aprendió algunos de los trucos de la falsificación.Esta vez sus esfuerzos de memoria se enfocan en un par de ñatos, como les llama, que están acusados en este juicio, no tienen condenas anteriores y a los que él ayudó a identificar. Uno es Carlos Mario Castelvi, “Lucas” dentro

Lo dijo Patricia Chabat, secuestrada y torturada en La Escuelita de Bahía Blanca, a 20 años de celebrarse aquellos procedimientos judiciales no penales que se desarrollaron en las ciudades de La Plata, Mar del Plata, Mendoza y la propia Bahía Blanca. Fue en el programa Oral y Público que emite Radio La Retaguardia con la conducción de Fernando Tebele y la participación de Víctor Basterra. (Por La Retaguardia)Foto: agenciapacourondo.com.ar En el año 1998 regían las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida que garantizaban impunidad a todos aquellos genocidas que no fueron jefes militares durante el Terrorismo de Estado. Sin embargo, comenzaron a gestarse los denominados Juicios por la Verdad para escuchar los testimonios de las víctimas, sobrevivientes y familiares sobre los crímenes de lesa humanidad que les fueron perpetuados durante la última dictadura. Eran juicios donde se escuchaba la verdad, pero no había justicia, ya que no se podían aplicar penas. Patricia Chabat recordó aquellos procesos y destacó su importancia en ese momento: “Podemos rescatar a las personas y los organismos que se pusieron al hombro los Juicios por la Verdad en ese contexto. Se recabó muchísima información que después sirvió para los juicios, primero en España, y después cuando cayeron las leyes de la impunidad, acá en la Argentina. Además, permitió a los familiares y a los amigos conocer detalles y estar cerca de las personas que habían estado con los suyos. Fue como tenerlos nuevamente cerquita. Si bien no se lograba justicia, sí la memoria de tenerlos junto con nosotros”, expresó Chabat y explicó lo difícil que fue lograrlo: “En la década del ’90 ser sobreviviente era estar estigmatizado. Muchos de los familiares tenían un resquemor de ser identificados por parte de la sociedad que todavía no podía digerir lo que había pasado durante la dictadura. Fuimos todos víctimas, no solo los que estuvimos secuestrados y presos. Fue el pueblo argentino. Creo que los Juicios por la Verdad facilitaron esa otra mirada y no solo para los familiares. Eso costó muchísimo”, admitió.Si bien las leyes de la impunidad no permitían que se condenara a los genocidas, estos juicios fueron el inicio de los que hoy siguen sosteniendo los y las sobrevivientes, familiares y los organismos de derechos humanos. Ayudaron a conocer muchas cuestiones acerca del accionar del Terrorismo de Estado, a obtener información respecto de los desaparecidos, a descubrir centros clandestinos de detención y sirvieron, como dijo Víctor Basterra,  sobreviviente de la ESMA: “para ir liberando a los testigos para comenzar a dar los primeros pasos en esta carrera de testimonios”.Chabat puso como ejemplo los vuelos de la muerte, probados en la justicia recién a fin del año pasado: “En los juicios por la verdad, cuando se hablaba que a los compañeros los tiraron de los aviones, tuvo que decirlo un represor como (Adolfo) Scilingo, que él había participado, para que realmente se lo tuviera en cuenta. Hablar de un centro clandestino en el Interior era como hablar de marcianos. Reivindico a los Juicios por la Verdad más que nunca. Fue un espacio para conocer y tener las bases de datos de los compañeros que estuvieron y no sobrevivieron, un espacio para que los sobrevivientes pudiéramos contar y ser escuchados o leídos de otra manera por los demás y, fundamentalmente, para los familiares”, sostuvo Chabat en La Retaguardia.La sobreviviente también se refirió al rol de los genocidas en estos juicios donde no podían ser penalmente condenados. “Ellos estaban envalentonados. Había que tener muchos recaudos porque lo que hacían era vender información errada. Pasaron los juicios por la verdad, pasaron los juicios penales y nunca dijeron a dónde están los chicos y dónde están nuestros desaparecidos. Lo tienen bien guardadito. Por otro lado, la impunidad instalada los llevó, en muchos casos, hasta irse de boca y dar nombres de otros genocidas que participaban de las torturas”, contó. La utopía de la justiciaChabat destacó el trabajo arduo y militante de los y las sobrevivientes que prestaron su testimonio en aquel entonces y siguieron haciéndolo en los juicios penales contra los genocidas de hoy en día, todas las veces que fuera necesario: “Yo no pensé que iba a vivir lo que vivimos después de la derogación de las leyes. Siempre creí que la revolución cultural es la que sostiene los distintos procesos. Nuestra misión y tarea como sobrevivientes era contribuir para sostener la memoria. Nunca pensé que iban a existir estos juicios. Era un deseo, como una utopía. Con el trabajo de todos los compañeros de 30 años que no solo estuvieron recopilando los datos sino discutiendo muchas cuestiones. Que hoy se hable del genocidio no se debe a la justicia, se debe al trabajo de los compañeros. Fue un trabajo de los organismos y de muchísimos compañeros”, cerró Chabat.Antes de la despedida del programa, Víctor Basterra contó, emocionado, un anécdota que mantuvo con la entrevistada y con Jorge Julio López mientras preparaban alguna de las audiencias de los Juicios por la Verdad: “Teníamos peleas con el viejo Julio López por la tarea de recopilación de datos. Él decía que había 4 campos en Arana, no 1 solo. Le decíamos que se había vuelto loco. Después se descubrió que eran 3, no 4, pero eran 3. Todas esas cosas eran anécdotas valorables”, expresó el sobreviviente para confirmar lo que Chabat decía. El rol de los y de las sobrevivientes en la reconstrucción de los hechos y para enjuiciar a los responsables del Terrorismo de Estado fue, y sigue siendo, el acto más grande de amor y de valentía que cualquiera pueda imaginar.

El hallazgo de la quinta donde estuvieron secuestrados los curas jesuitas Yorio y Jalics.La casa que se creía demolida acaba de ser identificada en el marco del cuarto juicio por la ESMA. La hija de uno de los represores del GT3.3.2 quedó impactada al reconocerla como la casa a que la llevaban de niña. Una investigación de La Retaguardia y el El Cohete a la Luna. (Por Alejandra Dandan/Fernando Tebele/Diego Adur para La Retaguardia y El Cohete a la Luna) Foto: La casa de Don Torcuato reconocida por el Suedo Lordkipanidse. La dirección coincide con los datos brindados en 1983 por Yorio y Jalics. (La Retaguardia)No tengo ninguna duda. Ninguna: esa es la casa, dice Alejandra Éboli. Y es lo primero que dice apenas ve la imagen. Alguna vez le pregunté a mi papá cómo fue posible que nos hubiese llevado ahí. ¡¿Cómo era posible que fuera tan perverso?! ¿Por qué? Y él, nada. Cara de póker. Alejandra es la hija de Miguel Ángel Rodríguez, alias Castro Cisneros, destinado al Grupo de Tareas de la ESMA. Contador como Jorge Rádice, es posible que haya sido quien lo sucedió desde fines de 1979. En la historia de la ESMA su nombre comenzó a ser conocido a partir del llamado Informe Basterra, el cada vez más extraordinario documento presentado por el sobreviviente, testigo y querellante Víctor Basterra en 1984, con la primera identificación fotográfica de los asesinos del infierno. El lunes 22, el Sueco Carlos Lordkipanidse declaró en el Juicio ESMA IV.  Lordkipanidse es sobreviviente de la ESMA. Ese día aportó la dirección específica de una de las quintas buscadas desde hace más de 40 años: una casa ubicada en la calle General Ricchieri 1325 de la localidad de Don Torcuato, esquina Camacuá. Al parecer allí estuvieron secuestrados los curas jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics en 1976: esa esquina aparece mencionada en la denuncia de Yorio ante la CONADEP en 1984 y luego en la declaración de Emilio Mignone en el Juicio a las Juntas. Yorio escuchó que la nombraban como “Villa Capucha”. Pero hasta ahora nadie la había ubicado. Y durante un tiempo se creyó que había sido demolida. Lordkipanidse ahora dio la dirección, presentó ante el tribunal un sobre papel madera con fotos, pero también brindó la posibilidad de pensar que esa casa estuvo activa desde 1976 hasta 1979 por lo menos: una fecha que conecta a los sacerdotes, su propio paso por el lugar y las visitas de las hijas de uno de los genocidas, una vuelta inesperada de la historia al otro lado del espejo.“Yo era chica, tenía 8 años, pero tengo recuerdos”, dice Alejandra. “Esa casa, esa quinta, es donde íbamos nosotros con mi familia: mis hermanas, mi papá, mi mamá y yo”. Las salidas se hacían en plan de esparcimiento aunque la nombraban como una quinta que pertenecía al trabajo del padre. Un lugar donde alguna vez también vieron a Massera.“La casa tenía una pileta, y me quedó bastante marcada. Al principio con un recuerdo lindo. Solíamos divertirnos, pero me acuerdo que era un lugar raro, por llamarlo de alguna manera. Algunas veces, tal vez dos veces después de estar ahí durante el fin de semana disfrutando en familia, de golpe a las dos de la mañana nos despertaron a los gritos, nos subieron a un auto y tuvimos que volver. Me acuerdo que había una casa a la que no se podía entrar, con las ventanas siempre cerradas. Eran dos casas o una casa de caseros y otra casa. Y esa puerta por la que nunca podíamos entrar. Me acuerdo que una vez entré, estaba muy oscuro. Recuerdo eso. Entrar y que alguien en la puerta, no sé si un guardia, nos saque y nos rete”.Alejandra habla de niños. No porque los haya visto, sino por un reproche que escuchó de parte de su madre hacia su padre en una discusión matrimonial. “Cuando me puse a leer la causa, todo el tiempo aparecen menciones a lugares como quintas: en Pacheco o Del Viso, pero yo estaba convencida que se hablaba de la quinta de Don Torcuato”.   Una búsqueda de 40 años El planeta del terror de la ESMA siempre funcionó con satélites. Las quintas eran uno de esos anexos. Uno de los largos brazos del centro clandestino, como los entendió la fiscal Mercedes Soiza Reilly durante la investigación del tercer tramo del juicio. Y hay varias quintas mencionadas en la causa. Una en Pacheco, cerca de la Ford. Otra en Tortuguitas o Del Viso. Otra en Panamericana y Thames, desde donde operó el Servicio de Inteligencia Naval. Hay menciones a una quinta en La Plata. Y también a la quinta de Don Torcuato, con la presencia de los sacerdotes secuestrados.Orlando Yorio y Francisco Jalics fueron capturados el 23 de mayo de 1976. El 25 de mayo oyeron una celebración oficial por la que supieron que estaban en la ESMA. Pocos días después, bajaron a Yorio y lo introdujeron en un auto. La denuncia ante la CONADEP dice lo siguiente: Luego de un trayecto de diez o quince minutos, el coche entra a un lugar con árboles y nos detenemos muy cerca de la entrada, todavía escuchaba ruidos de la autopista, lo subieron por una escalera y lo metieron en un lugar donde oyó una tos que puede reconocer: era del padre Jalics.La pieza donde permanecieron estaba en un altillo como de techo de tejas, con una ventana amplia y cerrada. Los curas evaluaron el recorrido y entendieron que habían salido de la ESMA por Acceso Norte y estaban a unos veinte minutos, cerca del Acceso o de la General Paz. Durante los días siguientes comieron y fueron viendo a ocho carceleros en el lugar con turnos de cuatro y cuatro, dos veces por semana. Permanecieron allí hasta el 23 de octubre. Entendieron que no había mucho movimiento, pero a veces venía gente y había reuniones, las conversaciones eran propias de oficiales. Las compras las hacía la gente de la casa, pero a veces llegaba