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Ciro Annicchiarico


En un alegato pormenorizado de cerca de cuatro horas, el abogado querellante Ciro Annicchiarico sostuvo que en la Masacre de Wilde debe aplicarse la condena a prisión perpetua de los siete policías que llegaron en libertad al juicio oral. Por Colectivo de Medios Populares* Redacción: Carlos Rodríguez (La Retaguardia) “Es tan evidente la mecánica de los hechos, la materialidad ilícita, el dolo de homicidio y la autoría, que entenderlo de otro modo sería cerrar los ojos a la verdad, no hacer justicia”. De ese modo argumentó su pedido para que se aplique la pena máxima a los acusados.  Del mismo modo que la fiscal Viviana Simón, quien alegó en la jornada anterior, Annicchiarico pidió a los jueces del Tribunal Oral 3 de Lomas de Zamora, que luego del veredicto condenatorio ordenen “la inmediata detención” de todos los imputados.  Por otro lado, una vez finalizado el juicio, solicitó que se envíen las constancias del proceso para iniciar “una investigación por los delitos de encubrimiento, incumplimiento de los deberes de funcionario público y adulteración de documento público” contra los policías de la Brigada de Investigaciones de Lanús que ocultaron datos de importancia en el informe inicial del caso elevado a la primera jueza a cargo de la instrucción, Silvia González. Entre el cúmulo de irregularidades que reúne esta causa que lleva casi 29 años, fueron señaladas las relacionadas con “la absurda y consentida fuga” del imputado Marcos Ariel Rodríguez, de la sede de la Brigada de Investigaciones de Lanús, en la noche del 10 de enero de 1994, horas después de la masacre.  A eso se sumó “su situación de prófugo durante 20 años, sin que se procurara su detención, que fue posible por la intervención de mi representada, Raquel Gazzanego, que lo ubicó en Córdoba” porque figuraba en el padrón electoral, con su nombre y su documento verdaderos. El querellante sostuvo que en este punto fue reprochable la actuación de una parte del Poder Judicial y de las autoridades políticas de entonces.  Otro de los argumentos señalados por el querellante respecto del encubrimiento, fue el acta policial del día del hecho, sobre los autos que intervinieron en el supuesto “enfrentamiento”, que en realidad fue una “ejecución sumaria” de cuatro personas y el intento de homicidio de una quinta. “Los policías que confeccionaron el acta sólo citaron los autos de las víctimas, sin hacer mención a ninguno de los cinco autos no identificables en los que se movilizaron los policías”. El dato se consiguió después y así se pudo identificar a  los doce policías que participaron del operativo. Además, los autos fueron vendidos por la policía, desoyendo una orden en contrario de las autoridades judiciales. En su alegato, en coincidencia con la fiscal del juicio, el abogado querellante señaló que no existió “ningún enfrentamiento” como intentan todavía alegar los defensores de los siete policías que llegaron a esta instancia. Annicchiarico definió lo ocurrido como “una encerrona sorpresiva” que tuvo como objetivo “matar a las víctimas”, y eso se materializó en “una cuádruple ejecución extra judicial, más una tentativa de homicidio” de uno de sus defendidos, el vendedor de libros Claudio Díaz, el único sobreviviente de la Masacre de Wilde ocurrida cerca de las 15 horas del 10 de enero de 1994. Annicchiarico también representa a Raquel Gazzanego, viuda de Edgardo Cicutín, quien iba junto con Claudio Díaz en el Dodge 1500, uno de los autos acribillados a balazos por lo que definió como “una patota policial”.  Los policías que confeccionaron el acta sólo citaron los autos de las víctimas, sin hacer mención a ninguno de los cinco autos no identificables en los que se movilizaron los policías” El abogado pidió a los jueces que le otorguen “especial importancia” al testimonio de Díaz, como víctima y testigo de los hechos. El querellante sostuvo que lo ocurrido fue planificado por los policías de la Brigada de Investigaciones de Lanús, quienes habrían convocado a una parte de las víctimas, los pasajeros del Peugeot 505, Héctor Enrique Bielsa y Gustavo Mendoza, “a un encuentro para arreglar algo” con integrantes de esa dependencia policial. Ese auto era conducido por el remisero Norberto Corbo, ajeno a la “convocatoria” que los llevó a la trampa mortal en Wilde. A tal convocatoria, también concurrieron Andrés Quintana y Gustavo Leguizamón, en el auto de otro remisero, Guillermo Correa, ajeno al propósito de la convocatoria, igual que Corbo. Estos iban en un Dodge 1500 similar al ocupado por Díaz y Cicutín.  Desde el comienzo de la causa, las fuentes policiales sostuvieron que el asesinato de Cicutín y el intento de homicidio de Díaz fue “un lamentable error”. Annicchiárico rechazó la “excusa” citando abundante argumentación contraria. Eso se puede resumir diciendo que “si van a asesinar a ‘A’ y por alguna razón en lugar de asesinar a ‘A’, asesinan a ‘B’, de todos modos es un homicidio y el homicidio es penado por la ley”.   Annicchiarico refutó la versión de las defensas, en el sentido de que el operativo policial, con autos “no identificables” y doce efectivos de civil, se hizo para “interceptar a sospechosos de algún delito”. De haber sido cierto ese argumento “la obligación policial era hacerlo conforme a las reglas que gobiernan la buena actuación de prevención policial y que emergen de la ley procesal penal”.   La actuación legal incluye darse a conocer como policías, hacer sonar las sirenas de los vehículos “no identicables”, detener a los supuestos sospechosos y ponerlos a disposición de la Justicia.  Por el contrario, “nada se hizo en esos términos legales”, sino que fue “un plan criminal organizado para matar, por eso todos los móviles policiales, que partieron de la Brigada de Investigaciones de Lanús en distintos momentos con diferencia de algunos minutos cada uno, sabían dónde tenían que ir y sabían que el objetivo era una ejecución” de personas que, en algunos casos, como Bielsa y Mendoza, eran conocidos por los policías.  si van a asesinar a ‘A’ y por alguna razón en lugar de asesinar a ‘A’, asesinan a ‘B’, de todos modos es

El Tribunal Oral 3 de Lomas de Zamora desestimó un pedido de la querella para que el policía Juan José Ribelli, quien estuvo acusado en la causa AMIA preste declaración como testigo en el juicio por la Masacre de Wilde. Por Colectivo de Medios Populares*Redacción: Carlos Rodríguez El abogado querellante Ciro Annicchiarico señaló la “manifiesta utilidad” del testimonio de Ribelli, por lo surgido en el debate respecto de su condición de persona influyente en el manejo de la Brigada de Investigaciones de Lanús, a la que pertenecían los 11 policías que protagonizaron el suceso que terminó con un cuádruple homicidio. Pero el tribunal  desestimó el pedido. El planteo se hizo sobre la inteligencia de que Ribelli podría llegar a aclarar los puntos oscuros que subsisten sobre el porqué del salvaje ataque a los dos autos en los que iban las víctimas.  También fue desestimado el pedido de Annicchiarico de citar como testigo al subinspector Daniel Roque Cinquino, que al comienzo de la investigación, en 1994, estuvo en la nómina de imputados. De lo solicitado por la querella, sólo quedó la posibilidad remota de que declare Carlos Alberto Telleldín, señalado en la indagatoria del imputado Marcos Ariel Rodríguez. El cabo dijo que Telleldín le ofreció una fuerte suma de dinero para que se declare culpable de la Masacre de Wilde.  Sólo está confirmado que hoy declarará como testigo el ex árbitro de fútbol Pablo Lunati, dueño de la remisería en la que trabajaba Norberto Corbo, una de las víctimas. En su momento, Lunati declaró que había recibido amenazas luego de ocurrida la masacre.  La sombra de la SIDE La ex SIDE y los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, siempre han estado metiendo la nariz y colocando el velo de la impunidad en los aspectos oscuros de los casos más graves de lesa humanidad, gatillo fácil, corrupción y en atentados como el de la AMIA. La Masacre de Wilde no es la excepción, todo lo contrario.  Las partes, por decisión del Tribunal Oral 3 de Lomas de Zamora, tienen acceso a los informes de la ex SIDE sobre el caso Wilde, pero no podrán difundir su contenido. Algo similar ocurrió con la Masacre de Avellaneda, la sangrienta represión policial ocurrida el 26 de junio de 2002 en el Puente Pueyrredón, cuando la intromisión de la ex SIDE fue directa dando órdenes que jamás fueron admitidas ni reveladas por ningún gobierno. Allí fueron fusilados Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.  En la Masacre de Wilde hay “informes secretos” de la ex SIDE. Esa información no puede ser revelada, porque está protegida por la Ley de Inteligencia. Por esa razón, la Fiscalía y los abogados de las partes podrán leer los informes de los espías, pero tendrán que hacer silencio obligatorio.  Desde hace meses, los jueces Marcelo Dellature, Claudio Fernández y Luis Miguel Galván, del Tribunal Oral 3, cuentan con los documentos que la SIDE reunió sobre el caso. La prueba había sido solicitada, hace dos años, por el abogado querellante Gustavo Romano Duffau, quien representa a Patricia de Angelis, viuda de Norberto Corbo, uno de los cuatro asesinados por los policías. Los informes fueron enviados por la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), que reemplazó a una SIDE envuelta en una multitud de escándalos. La AFI, durante el gobierno de Mauricio Macri, redobló los escándalos.  Lo que se sabe sobre Wilde es un misterio, y lo seguirá siendo. Muchas veces, la información de los espías tiene aspectos banales y hasta anecdóticos (varios periodistas que fueron “investigados” lo saben), pero cuando están involucrados miembros de las FFAA y de Seguridad, pueden aportar datos puntuales sobre cuestiones claves: cómo, quiénes y lo más importante en este caso, por qué.  Lo de Wilde tuvo “todas las características de una típica ratonera”, como le dijo al Colectivo de Medios Populares el otro abogado querellante, Ciro Annicchiarico, quien representa a Raquel Gazzanego, viuda del vendedor de libros Edgardo Cicutín, y del único sobreviviente, Claudio Díaz.   Las “ratoneras” se producen cuando los policías de las Brigadas tienen conocimiento de una posible “transa” entre delincuentes relacionados con la Policía, que pretenden “independizarse” y quedarse con el botín sin darle nada a sus mentores de uniforme.  Eso ocurrió en la Masacre de Andreani, en 1996, y en muchos otros casos silenciados. La mafia policial tampoco perdona, sigue las normas de Al Capone, y mata a todos los “traidores”.  En el caso Wilde hubo tres detenciones, con un breve intercambio de disparos. Los detenidos iban en un Dodge 1500 color mostaza o amarillo, similar al que ocupaban Cicutín y Díaz que, como se dijo, estaban “en el momento y el lugar equivocados”. No tenían nada que ver con la supuesta “transa”, de la que podrían haber participado los pasajeros del Peugeot 505 conducido por el remisero Corbo, también ajeno a todo lo que tuviera que ver con la “transa”. Dos de los tres autos quedaron como si fueran “coladores”.  Para tratar de aclarar el misterio, en el juicio oral se indaga sobre si uno de los pasajeros del Peugeot 505, Héctor Enrique Bielsa, era o no “informante de la policía”. Su hermana, Patricia Bielsa, dijo que “sea o no sea” informante, su familiar “no merecía algo así”, en referencia al fusilamiento que le quitó la vida.  El salvajismo policial es claro, indudable, por eso la causa llegó a juicio después de casi 29 años con una carátula lapidaria: cuádruple homicidio más un quinto en “grado de tentativa”, con la triple carga de haber sido cometido “en concurso premeditado de dos o más personas, con alevosía y utilizando un medio idóneo para crear un peligro común”. Ocurrió en una zona poblada del Gran Buenos Aires y pudieron haber sido asesinadas muchas otras personas.  El informe de la ex SIDE debe tener datos sobre los motivos que tuvieron los 11 policías, de los cuales sólo 7 llegaron a juicio: Roberto Mantel, Osvaldo Lorenzón, Eduardo Gómez, Pablo Dudek, Marcelo Valenga, Julio Gatto y Marcos Ariel Rodríguez. Ya fallecieron Hugo Reyes, César