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Contraofensiva I

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El testimonio de Adela Segarra fue un recorrido por sus pasos escapando de la represión. Una vuelta por los recuerdos de sus compañeros y, sobre todo, de sus compañeras: “las que no están, y las que sobrevivimos”. En poco más de una hora, cumplió con la expectativa importante que había generado su paso por el juicio. (Por El Diario del Juicio*) ✍️ Textos 👉 Fernando Tebele 💻 Edición 👉 Diana Zermoglio/Martina Noailles💻 Colaboración  👉 Braulio Domínguez📷 Fotos 👉  Gustavo Molfino Ha pasado una hora del testimonio de Adela Segarra. Ha recordado nombres, apodos, alegrías y tristezas. Es evidente que viene el final cuando Pablo Llonto, abogado querellante, le pide si puede leer una carta que Adela tiene sobre la mesa. Es de Ángel Servando Benítez. A sus espaldas, María Sol, la hija de aquel militante al que conocían como Fermín, está por desbordar emoción desde sus ojos gigantes.Estoy aquí, sé que estoy en compañía y que la realidad nos junta más. Juanita, Jorge, Toti y todos sabemos que la victoria llegará. Tenemos fe en ella. Crean ustedes en mí, cuando hay hombres que luchan un día y hay hombres que luchan siempre, cuando más necesitamos la libertad. Luchemos. Fermín El papel amarillento no sólo es señal del paso del tiempo. En la letra desprolija de aquel chapista de autos entregado a la militancia, se adivinan también algunas de las esperanzas que no por amarillentas, son desechables cuarenta años después. *** La mañana está repleta de expectativas. Hay mañanas especiales en este juicio, como en todos los demás. Personas que atraen, que son esperadas, que generan tensión anticipada. Adela Segarra es una de ellas, sin dudas. Lo peor de todo, al menos para las personas ansiosas, es que le tocó declarar el mismo día en el que otros cuatro testigos lo harán por videoconferencia. Entonces, a cada minuto, todo puede cambiar. Internet es un mundo que se abre y comunica, pero también puede ser motivo de inquietudes y corridas de la gente del tribunal si algo saliera mal.Se oye un murmullo casi desaprobatorio cuando el juez Esteban Rodríguez Eggers anuncia que el primer testigo es uno de los gendarmes que se contradirá por el caso de Gervasio Martín Guadix. Allí, la mayoría quiere escuchar a Adela, pero obviamente respetará y se asombrará con las idas y vueltas de los testimonios alrededor de Guadix. Luego del primer gendarme, parece que vendrá un segundo. Sin embargo, algo falla en la conexión. Con mucha habilidad para leer lo que pasa entre el público, Rodríguez Eggers deja esperando por una mejor conexión al gendarme olvidadizo que está en Paso de Los Libres, y convoca a Adela Segarra, que ingresa a la sala y toma asiento. La que abre el juego, como casi siempre, es la fiscal Gabriela Sosti: —Yo tengo presente tu militancia en Montoneros, tengo presente también el tiempo de tu exilio, y en ese contexto te voy a pedir que nos cuentes, nos relates, qué es lo que recordás sobre algunos compañeros puntualmente, más allá de que vos después menciones a otro. Y te voy a preguntar por los dos tiempos, el tiempo de la militancia antes del exilio, y el tiempo del exilio. En el primer caso puntualmente te quiero preguntar por Frías. A partir de eso relatanos todo lo que recuerdes —da pie Sosti.—Bueno, yo empecé mi militancia en la década del ‘70, en un contexto de mucho compromiso militante —dice Segarra mientras nombra como faros guía a Perón, a Evita, a la revolución Cubana y a las luchas en el continente—. En ese contexto, con 14 años yo empiezo a militar en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), que era una agrupación de base de Montoneros. En el año ‘74 yo tenía 15 años y empiezo una relación de pareja con Joaquín Areta, que fue un compañero de vida. La intensidad de aquellos años fue tal que, aunque sólo alcanzaron a compartir sus vidas cuatro años, Segarra y Areta quedaron de algún modo entrelazados para siempre, aun cuando la represión comenzaba a intensificarse. “En el año ‘75, en la ciudad de La Plata, que es donde nosotros militábamos, empieza una escalada de represión y de violencia. Ese año asesinan a un amigo nuestro, (Ricardo) Patulo Rave”, recuerda. “A principios del ‘76 allanan la casa de Joaquín, comienza una escalada de mucha represión hacia nuestros compañeros que eran todos adolescentes, teníamos entre 14 y 17 años, éramos de la UES. Y con Joaquín decidimos formalizar nuestra relación y lo hacemos a través de una ceremonia religiosa, en la ciudad de La Plata”. Va mezclando el amor y la lucha, porque así era en aquellos años, porque así sigue siendo de algún modo, con otras maneras. Cuenta que por ese tiempo decidieron salir de La Plata para salvar sus vidas y entran en la clandestinidad cuando se mudan al oeste del Gran Buenos Aires, de la mano del hermano de Joaquín, Jorge Ignacio Areta (Iñaki). La responsable de toda esa zona era María Antonia Berger, sobreviviente de la Masacre de Trelew que luego sería desaparecida. Pasan por una casa en Libertad, Partido de Merlo, a la que no podrán volver luego de que la ataquen. Frías, el Dandy De allí van para Loma Hermosa, en Tres de Febrero, en lo que sería el primer punto vinculado a este juicio, porque es donde conviven ambos junto a Federico Frías, que sería secuestrado y desaparecido en medio de la Contraofensiva. Su nombre en la organización “era Lucio, pero le decíamos El Dandy”, recuerda Segarra frente al tribunal. Remarca que los tres trabajaban por algo más que ganarse una moneda para sobrevivir: “Nosotros teníamos una concepción de la militancia que era de mucho compromiso con nuestro pueblo, de pensar que todos teníamos que trabajar y vivir de nuestro ingreso y trabajar insertos en el mundo productivo. Joaquín era obrero en una carpintería metalúrgica y Federico Frías también”. De Frías señala especialmente su tristeza por la distancia con su hijo Joaquín, que ya fue testigo en este juicio. “Él venía de atravesar una situación de

En la segunda jornada del año, declararon cinco testigos. Por un lado estuvo Adela Segarra, militante de Montoneros y ex diputada nacional, que narró su historia militante antes del exilio, junto a quien fuera su pareja, Joaquín Areta, desaparecido en 1978. Los otros cuatro testigos estuvieron por videoconferencia desde Paso de los Libres y Dolores, todos por el mismo caso: el suicidio fraguado de Gervasio Martín Guadix, que en realidad fue secuestrado y desaparecido. La falsa muerte, actuada por un integrante de fuerzas de Inteligencia, luego fue utilizada como una fake news del genocidio, para dar cuenta de que, supuestamente, las personas desaparecidas estaban en realidad fuera del país. Entre olvidos y contradicciones, cada vez queda más expuesta la maniobra que contó con condimentos de manipulación, muerte y malas actuaciones.(Por El Diario del Juicio*) 📷 Fotos 👉 Gustavo Molfino📷 Selección de fotos 👉 Martina Noailles ✍️ Textos 👉 Fernando Tebele 👆 Foto de Portada   Dolores Guadix, la hija de Gervasio Martín Guadix, lee viejas declaraciones de los testigos buscando alguna contradicción entre ambos momentos. En realidad, hubo varias en los cuatro testimonios que tuvieron que ver con el caso de su padre. 📷 Gustavo Molfino 👆 El único de los imputados detenidos en cárcel común, Marcelo Cinto Courtaux, es conducido por personal del Servicio Penitenciario Federal. Ciinto presenció un par de audiencias completas a fines del año pasado, pero ahora prefiere regresar al Penal. “Entiendo que les dé bronca que tengan permiso para irse, pero no creo que haya otro tribunal que al menos los haga venir a dar el presente”, dijo un asistente primerizo de este proceso. “No podemos naturalizar estos privilegios, porque además no se van a la cárcel, se van a sus casas, y eso es lo que más molesta”, le respondió una integrante habitual del público.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 De los cinco testimonios de la jornada, cuatro tuvieron que ver con el caso de Gervasio Martín Guadix, secuestrado y desaparecido, de quien se fraguó un supuesto suicidio en el cruce fronterizo de Paso de los Libres para realizar luego una campaña mediática en torno de la idea de que las personas desaparecidas estaban en realidad fuera del país intentado reingresar. El primer turno fue para Darío Genaro Goya, un empleado de la Aduana. En el sumario realizado en aquel momento por el gendarme Olari, que ya fue testigo en este juicio, Goya dijo que vio como “una persona se tomaba la garganta” y luego caía sin vida. Sin embargo, aquí dijo que vio la escena de lejos, cuando ya la persona estaba en el piso. En videoconferencia desde Corrientes, le mostraron un croquis que figura en el expediente, que indica con una cruz el lugar donde el -todo indica- falso Guadix cayó al piso.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 En la espera por el comienzo, en la primera fila y a plena sonrisa. A la derecha María Fernanda Raverta, que es la hija de María Inés Raverta, una de las secuestradas y desaparecidas en Perú, actualmente Ministra de Desarrollo de la Comunidad en la Provincia de Buenos Aires. En el centro, Laura Segarra, hija de Adela y media hermana de Raverta. A la izquierda, Virginia Croatto, asistente habitual al juicio además de querellante y una de las primeras testigos. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 La segunda testigo y a la vez la más esperada de la jornada fue Adela Segarra. La ex diputada nacional recordó a Joaquín Areta, secuestrado y desaparecido en junio de 1978. Antes de salir del país rumbo a España, Segarra y Areta convivieron con Federico Frías. “Le decíamos El Dandy. Nuestra responsable era María Antonia Berger”, relató. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Entre otras cosas de la época previa al exilio, Segarra recordó la militancia durante el mundial de fútbol, con la consigna Argentina campeón, Videla al paredón. Ya en España luego de pasar por Brasil y Francia, se instalaron en una casa de Torrelodones, a unos 30 kilómetros de Madrid. De esa casa recuerda especialmente Magdalena Gagey y sus niños Fernando y Diego, y a Mariana Toti Guangiroli, con su pequeña hija Victoria. Guangiroli fue desaparecida durante la Contraofensiva. Victoria contó en este juicio cómo Segarra la recibió como una hija propia en Mar del Plata, muchos años después. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Al cierre de su testimonio, Adela se abraza con Raverta. Segarra tuvo una actitud muy maternal con varias de las hijas de sus compañeras desaparecidas. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Segarra leyó sobre el cierre, a pedido del abogado Pablo Llonto, una carta que conservó, firmada por Fermin, en realidad Ángel Servando Benítez. “Sabemos que la victoria llegará, creo en ustedes y en mí”, les dice a sus compañeras y compañeros. Desde la primera fila, la hija de Fermín, María Sol Benítez, se seca las lágrimas. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 En esta jornada fue muy relevante el rol del abogado Rafael Flores, aquí realizando una pregunta. El de Guadix es el único caso con querella por fuera de la que representa Pablo Llonto. Flores es cuñado de Guadix. Su trabajo, junto al de la Fiscal Gabriela Sosti, fue indagar en las contradicciones permanentes de quienes participantes de aquel sumario de 1980 y que participaron de esta audiencia. Al lado de Flores, el abogado de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Ciro Anicchiarico.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Luego de Segarra siguieron las videoconferencias. Daniel Esteban Riquelme intentó esquivar las preguntas apelando al tiempo transcurrido. Con titubeos y otras dificultades, el gendarme que trabajó 38 años en el puente recordó que había una ventana con los vidrios polarizados. “Algunas personas que bajaban de los micros entraban ahí con personal de inteligencia”, recordó.  “Tiene la gambeta intacta, Riquelme”, se escuchó por lo bajo en alguna de sus contradicciones. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Las contradicciones de Riquelme resultaron tan evidentes, que el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, le recordó: “está declarando bajo juramento y la pena por el delito de falso testimonio es de 10 años”. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 A través de las cámaras, una de las secretarias del juzgado les hizo reconocer fotos, croquis y

La historia de Ángel Servando Benítez y de su sobrino Jorge Benítez, ambos desaparecidos, es una trama laberíntica dónde se cruzan datos, mitos, verdades y silencios que comienzan a romperse. A través del testimonio de Beatriz López, esposa de Ángel, y el de Oscar Benítez Valdez, hermano de Jorge, puede intentar reconstruirse parte de la historia familiar. Por segunda vez en el juicio, se escuchó la voz de una de las personas que permanecen desaparecidas. En este caso fue la voz de Jorgito, que tenía 16 años cuando lo desaparecieron. Llegó al juicio de la mano de Oscar, que nació después de su secuestro. (Por El Diario del Juicio*)  ✍️ Textos 👉 Fernando Tebele 💻 Edición 👉 Diana Zermoglio💻 Colaboración  👉Braulio Domínguez✏️ Ilustración  👉 Antonella di Vruno ー¿Qué te pasa? —le preguntó Beatriz López a Ángel Servando Benítez, de quien se había separado hacía un año.—Nada, nada —intentó evadirse Ángel.—Dale, que te conozco —insistió ella.—Que tengo miedo —le admitió.—¿Miedo? ¿Pero qué pasa? —quiso saber Beatriz.—No sabés lo que traje… —intentó explicarle, pero Beatriz lo interrumpió.—No me digas nada. No me lo digas —le soltó ella casi tapándole la boca con su mano.—Lo único que te pido —siguió Ángel— es esto: si no vuelvo en el día no te preocupes, pero si falto varios días, esto tiralo a la mierda —le avisó mientras le señalaba una caja y una valija que había traído de su viaje desde Brasil. Era el 15 de marzo de 1980. Unos días después, una patota cayó en la casa de Sarandí donde había sucedido el diálogo. El Falcon casi se mete de trompa en la casa. Uno se quedó afuera y tres ingresaron sin pedir permiso. —¿Dónde está tu cuñado? —le preguntaron al hermano de Beatriz que recién había regresado de trabajar.—No sé, debe haber ido a trabajar —respondió.—Dame la ruleta, ¿dónde está la ruleta? —le gritaron mientras lo golpeaban para ablandarlo.—No sé —respondió asustado y aturdido por los golpes.—¿Dónde está la ruleta? —insistieron, cada vez más golpes, al tiempo que revolvían todo. No dejaron de preguntar hasta que encontraron la caja de madera, la tomaron y se fueron.Cuando Beatriz habló con su hermano, quien le contó lo que había pasado, supo que, aunque apenas hubieran pasado horas del diálogo en el que Ángel le confió que tenía miedo, debía deshacerse del resto del equipaje que no habían encontrado. Antes, lo revisó. Era una suerte de neceser. Había una media docena de juegos de pasaportes de diferentes nacionalidades y cédulas de identidad, más 500 dólares. Salió a la calle y fue hasta el arroyo, que en la actualidad corre entubado por Sarandí desde Mitre hasta la autopista. Apretó la mirada contra el cielo y cuando bajó la cabeza, vio cómo los documentos ondulaban en el vaivén de la corriente leve. No eran simplemente papeles los que se iban. El agua se estaba llevando, también, buena parte de la esperanza de Beatriz. *** La frialdad de la justicia vendrá bien hoy, mientras afuera el sol aplasta los cuerpos. Se retoman las audiencias del juicio y al comienzo parece que habrá menos gente; pero no, los asientos se completan de a poco, salvo las sillas que -ya todo el mundo sabe- van a ocupar los imputados que están en Buenos Aires. A través de las pantallas, se lo ve más claro que nunca antes a Luis Ángel Firpo, que se presenta al juicio en Mar del Plata. A Alberto Daniel Sotomayor se lo ve poco y de lejos desde Tucumán. Y ya no se lo verá más, sabremos unos días después, porque se convertirá en la tercera víctima del Impunevirus en lo que va del juicio. Primero Casuccio, luego Muñoz, ahora Sotomayor. De 9 imputados que comenzaron el juicio, quedan a esta altura sólo 6.Como cada jornada, antes de que comiencen los testimonios, los abogados piden la “dispensa”, eufemismo que esconde el privilegio de evitarles oír, de boca de sus víctimas, todo lo que hicieron. Quedan eximidos de escuchar los testimonios, en general dramáticos, de quienes han sufrido el Terrorismo de Estado. Cuando se van, esas sillas también son ocupadas; lo que incomoda ahora ya no es el sol, es el aire acondicionado que congela a la altura del cuello. Beatriz López saluda mientras camina por el pasillo que la conduce a la silla de quienes testimonian. Parece distendida. Ya se verá que no. Cuenta que se casaron en 1973. “Él ya trabajaba en su oficio de chapista. Yo también trabajaba, así que formamos un hogar”, recuerda con cariño y cierta nostalgia. Va y viene en el tiempo durante su relato sereno y algo desordenado. Salta a 1979, el año en el que Ángel se va del país hacia España, al encuentro de su hermano Oscar y su sobrino Jorge, que por entonces tenía 15 años. Cuando alcanza a nombrar a Jorgito, hace una pausa. —No voy a hablar de él porque me voy a quebrar y no puedo.—Sí puede —le dice el juez Esteban Rodríguez Eggers, que cabecea mirando a una de sus secretarias, quién rápidamente capta la señal y le acerca unos pañuelitos.—No, gracias, no voy a llorar, me lo prometí —la frena Beatriz con tono amable, pero sigue —, fue el ser más luminoso que conocí en mi vida. Una criatura de luz. Un pibito extraordinario, que me parece que tenía más lucidez, conciencia y madurez que el padre y la madre. No quiero ofender a nadie y pido disculpas si lo que digo perturba a alguien. Jorge era lo más. Para mí fue el mejor de todos los Benítez. Le robaron la vida, le robaron la vida —repite—. Tenía mucha conexión con su tío, aunque Ángel también tenía mucha conexión con Dani, su otro sobrino. Daniel está pegado a su silla en la primera fila. Intenta no llorar desconsoladamente, se le nota. La escucha con toda su atención. Puede imaginarse que una película llena de recuerdos se proyecta en su cabeza, rasurada en los costados.Beatriz no puede precisar la fecha, pero sitúa la separación con Ángel en 1979. “Cuando

El virus de la impunidad sigue avanzando. Ayer, terminó con la vida del ex oficial de Inteligencia Alberto Daniel Sotomayor, imputado en la causa por la represión a la Contraofensiva Montonera que se está llevando a cabo actualmente en los Tribunales de San Martín. Desde que comenzó el juicio, en abril del año pasado, es el tercer represor que muere de los nueve  iniciales. Es decir, el 33%. Y al proceso judicial aún le restan varios meses. (Por El Diario del Juicio*)     ✍️ Texto 👉 Martina Noailles y Fernando Tebele  De 72 años, Sotomayor disfrutaba de prisión domiciliaria y sólo aparecía unos minutos en cada audiencia desde Tucumán. Por eso, su rostro es casi desconocido  para las y los familiares de las víctimas que asisten cada jueves a San Martín. El  privilegio de estar en su casa le había sido otorgado en 2019 por los jueces Ángela Ledesma y Guillermo Yacobucci, de la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal, a pesar de que Sotomayor había estado prófugo durante más de tres años, entre abril de 2014 y junio de 2017. La domiciliaria es la regla en este juicio, salvo Marcelo Cinto Courteaux, quien se encuentra detenido en prisión efectiva, el resto de los imputados duermen en sus cómodas camas cada noche. Pero no es sólo un problema de esta causa en particular: casi el 70% de los genocidas tienen domiciliarias, según un informe de la Procuracduría de crímenes contra la Humanidad.Según pudo reconstruir El Diario del Juicio, Sotomayor se descompuso en su casa y luego fue trasladado al hospital, donde murió. “Algunas descompensaciones podrían atenderse mejor si los presos de lesa estuviesen en cárceles con servicios hospitalarios al alcance de la mano. Al mandarlos a domiciliaria en muchos casos empeoran su salud. Los jueces tienen que escuchar más lo que aconsejan los peritos de parte cuando son consultados”, señaló Pablo Llonto, abogado de la querella mayoritaria en la causa. Aviso fúnebre publicado hoy en La Gaceta, el principal medio tradicional tucumano. El ex jefe de la Segunda Sección del Destacamento 201 de Inteligencia del Comando de Institutos Militares de Campo de Mayo, estaba acusado de 40 homicidios agravados, 43 privaciones ilegítimas de la libertad, 37 de ellas agravadas, y 7 allanamientos. Sus compañeros de promoción del Colegio Militar de la Nación tienen muy buenos recuerdos suyos: son los únicos que publicaron un aviso fúnebre en la edición de hoy del diario La Gaceta de Tucumán. “La Promoción 97 del CMN participa el fallecimiento del querido Camarada. Acompaña a sus familiares en este doloroso momento y pide una oración en su memoria”.Los imputados en este juicio, además de Sotomayor y Cinto Courteaux, son Jorge Apa, Roberto Dambrosi, Raúl Guillermo Pascual Muñoz, Jorge Bano, Eduardo Ascheri, Carlos Blas Casuccio y Luis Firpo. Muñoz y Casuccio murieron el año pasado, sin condena. El juicio continuará este jueves desde las 9 con la declaración de Adela Segarra. *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

Se reanudaron las audiencias con tres testimonios, dos de ellos vinculados a la familia Benítez. Primero declaró Beatriz López, la esposa de Ángel Servando Benítez que fue secuestrado y luego desaparecido. En el segundo turno estuvo Oscar Benítez, hermano de Jorge Benítez, un adolescente de 16 años que también está desaparecido. Ambos testimonios aportaron emoción y data histórica desde diferentes lugares. El cierre fue para un sobreviviente de la Contraofensiva, Ramón Rosales, quien narró su experiencia de entradas y salidas del país, de las que consiguió sobrevivir. El juicio continuará el próximo jueves 13, desde las 9 horas. (Por El Diario del Juicio*) 📷 Fotos 👉 Diego Guiñazú / Virginia Croatto / Daniel Cabezas / Luis Piccoli📷 Selección de fotos 👉 Gustavo Molfino  ✍️ Textos 👉 Fernando Tebele 💻 Edición 👉 Martina Noailles ☝ Foto de portada 👉 Una bandera aparece colgada en la fachada enfrente del tribunal. Tiene todos y cada uno de los nombres de quienes formaron parte de la Contraofensiva y fueron desaparecidos/as. 📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ Beatriz López declaró casi dos horas. Contó cómo fue su relación con Ángel Servando Benítez, un chapista de autos que se integró a Montoneros. Beatriz contó cómo fue la relación entre ambos y se detuvo especialmente en un encuentro familiar que tuvieron en Río de Janeiro poco tiempo antes de que Ángel, de 29 años, y su sobrino Oscar, de 16, fueran secuestrados cuando eran parte de la Contraofensiva. 📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ También relató la preocupación de Ángel Servando Benítez por preservar del alcance de los genocidas unas cajas que había traído en su viaje: “No sabés lo que traje”, le dijo. Ella le pidió que no le contara. Una de las cajas tenía una ruleta que oficiaba de embute. Luego del secuestro, los genocidas regresaron a buscarla y se la llevaron. Beatriz se deshizo de la otra caja, tal cual le había pedido Ángel. La tiró en un arroyo luego de haber visto que contenía documentos de diferentes nacionalidades y dinero.  📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ Desde la primera fila, la había observado atentamente durante su testimonio. Al terminar fue la primera en dirigirse hacia su abrazo. María Sol Benítez hija del matrimonio entre Ángel y Beatriz. Ya declaró en esta causa hace algunas audiencias, en la que leyó y mostró algunas de las cartas que enviaba su padre. 📷Daniel Cabezas/El Diario del Juicio ☝ Oscar Benítez Valdez es hermano de Jorge Benítez, el joven desaparecido a los 16 años. No lo conoció. Nació como parte de una nueva relación de su padre, también Oscar Benítez, que colaboró con Montoneros y murió hace algunos años. En su testimonio, Oscar pidió permiso para pasar un audio. Allí se escucha la voz de Jorgito en un mensaje vía casete que le envió a su padre Oscar. Lo grabo junto a su hermano Daniel, que no podía contener su emoción desde la primera fila.  📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ Oscar Benítez aportó algunas de las fotos de su hermano y su tío junto a otros compañeros y compañeras. Aparecen Mariana Guangiroli, Ricardo Zucker, Marta Libenson, Verónica Cabilla, Miriam Antonio Frerichs, Raúl Milberg, Ernesto Emilio Ferré Cardozo, Ángel Benítez y Jorge Benítez. También está el Padre Jorge Adur, porque están reunidos para bautizar a Ana Victoria, la hija de Marta Libenson 📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ Los jueces Rodríguez Eggers y Mancini observan las fotos aportadas por Oscar Benítez.  📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ Oscar contiene, tras su declaración, a Nelly, la madre de Jorgito, que siguió atenta y emocionada todo el testimonio, y volvió a escuchar la voz de su hijo a través del audio que Oscar compartió en la sala. 📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ En un mismo llanto desconsolado, Daniel y Oscar, los dos hermanos de Jorgito, se aprietan en un abrazo conmovedor. Cada vez que termina un testimonio, se produce una suerte de ronda de abrazos, que en realidad son mucho más que eso. Hay allí complicidad, amor, cariño, orgullo, tristeza, desolación. Todo junto en esos cuerpos apretados. 📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝ En un breve parate del juicio, la familia Benítez en pleno ocupando la primera fila (también se ve, segunda desde el fondo, a Ana María Montoto Raverta). Con anteojos rojos aparece Olga Benítez, que fue testigo del juicio y es la hermana de Ángel y tía de Jorge. 📷 Luis Piccoli/El Diario del Juicio ☝ El último testigo de la jornada fue un sobreviviente. Ramón Rosales. Había estado detenido antes del golpe del 24 de marzo de 1976 en Mendoza, donde pasó por el D2, que sería luego el centro clandestinos de detención tortura y exterminio más grande de la provincia. Salió en libertad con la “opción” de salir a México, y continuó allí su militancia como parte de uno de los grupos TEA (Tropas Especiales de Agitación) que actuó en este caso en el sur del gran Buenos Aires. Rozales consiguió entrar, realizar la tarea, salir y sobrevivir.  📷 Diego Guiñazú/El Diario del Juicio ☝  Ya en las puertas del tribunal y luego del cierre de la primera audiencia, Rosales comparte foto con Pablo Llonto, el abogado de la querella mayoritaria. Además de haber sido parte de los grupos TEA, Rozales entró varias veces al país para “sacar” gente. La operación consistía en regresar con un kit de documentos falsos y dinero que permitía a militantes que estaban en riesgo de ser secuestrados pudieran abandonar el país para salvar sus vidas.  📷 Virginia Croatto/El Diario del Juicio *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

El año 2019 cerró con la extensa declaración de Silvia Tolchinsky, sobreviviente de la Contraofensiva. A la espera del inicio de las audiencias de este año, que será mañana jueves 6 de febrero desde las 9 horas, compartimos la segunda parte de uno de los testimonios que más ayuda a dar cuenta de la complejidad de la causa. Por la poca cantidad de sobrevivientes de la Contraofensiva que hayan estado secuestrados, y a la vez por la extensión de su calvario, el de Tolchinsky es un testimonio que aporta datos que muy pocas personas pueden dar. Por ejemplo, hasta cuándo permanecieron con vida los secuestrados/as que luego serían desaparecidos/as. (Por El Diario del Juicio*)   📝 Texto 👉 Fernando Tebele 💻 Edición 👉 Martina Noailles📷 Foto de Portada 👉 Guillermo Amarilla MolfinoCuando la mayor parte del público que observa la audiencia en la sala de tribunales de San Martín reingresa y se prepara para la segunda parte de su testimonio, Silvia Tolchinsky ya está en el primer plano de los televisores, lista para continuar desde Barcelona. Antes del cuarto intermedio había quedado atrapada en Conesa 101, una de las casas que eran una suerte de sucursales de Campo de Mayo. Desde allí retoma. Ya es un hecho que será, hasta ahora y probablemente en el final, el testimonio más largo del juicio. “Bueno, yo me quedo hasta marzo… me quedo… -se corrige- me tienen secuestrada en la quinta de Conesa 101, y en marzo me trasladan a otra quinta, que es una casa que había comprado cerca el grupo de Hoya (Santiago, un Coronel que murió días después de haber sido condenado). Todas son cerca, aledañas a Campo de Mayo. Me ubican en la primera planta, que era una especie de altillo a dos aguas y estoy ahí de marzo a junio aproximadamente en la condición de secuestrada, encadenada, engrillada y con los ojos vendados”, detalla. Cuenta que la obligaban a realizar tareas como mano de obra esclava. “En ese tiempo me pedían que hiciera cosas varias, como traducir documentos, traducir todas las instrucciones para montar equipos de música del alemán al castellano. Me traían diccionarios y yo lo hacía. Bueno, nunca supe alemán, pero se hacían esas cosas”. Otra vez se evidencia que las personas secuestradas eran, para los genocidas, cuerpos y mentes apropiadas a su servicio. Tolchinsky avisa que no quiere cansar con detalles, pero no puede dejar de contar algunas de las situaciones de torturas psicológicas más dramáticas que sufrió, como cuando le trajeron fotos que, según los captores, eran de sus hijos, pero a los que ella no reconocía como tales. “Me traen una foto de mis hijos. Estaban en Cuba, pero me dicen que los trajo mi suegra. Yo les decía que no eran, pero ellos me insistieron tanto que yo pensé que no los reconocía. Fue una situación de muchísima angustia”, reconoce, y parece revivir aquel instante, mientras recuerda otra situación similar, pero el protagonista esta vez eran su hermano Daniel, y su cuñada Ana Dora Wiesen, secuestrados con anterioridad y luego desaparecidos: “me hablan de los compañeros, que están vivos, que están cerca, que están ahí. Me traen dos cartas, una de mi hermano y una de mi cuñada, donde ellos mismos me dicen y me explican que los que cayeron en el ‘79 y en el ‘80 están todos vivos, que creen que las cosas no serán igual y que, bueno, esperan que pronto puedan… -no culmina la frase-. Me preguntan fundamentalmente mucho por sus hijos, que no sabían nada y que habían estado en una situación tan delicada, y les cuento que están con mi hermana. Pero cuestiono la autoría de las cartas, porque no podía creer lo que estaba pasando”. Tolchinsky recuerda que, ante su duda, los represores salieron y le trajeron otras cartas a modo de prueba de identidad. “Rapidísimo, lo que quería decir que estaban muy cerca. Es decir que me dejaron, fueron a buscar las cartas nuevas y me las trajeron para que yo las leyera. En esas cartas mi hermano escribe: ‘Dicen que no crees que son las mías, pero sí, estamos aquí, queremos saber cómo están los chicos’. Él me cuenta cosas que evidentemente eran absolutamente familiares y lo que me dice uno de los interrogadores es que la letra a lo mejor no me suena porque le habían quebrado las muñecas en la tortura. Esto fue una situación… anímicamente me hizo bastante daño… Esas dos situaciones a mí me quebraron mucho. Las fotos de mis hijos que no eran mis hijos y las cartas de mi hermano”, suelta con total crudeza y sin perder nunca el tono parsimonioso, pero prolongando mucho más las pausas habituales de su decir. Amarilla y Molfino En el juicio ya declaró el nieto recuperado Guillermo Amarilla Molfino, nacido y apropiado en la maternidad clandestina de Campo de Mayo. El hijo de Guillermo Amarilla y Marcela Molfino está en la sala, y toma algunas fotografías para este Diario del Juicio, por la ausencia de su tío Gustavo. Observa con la misma atención que el resto del público. La diferencia en su caso es que sabe que en algún momento de su declaración, Tolchinsky dará un dato que lleva a pensar que quizá sus padres lo concibieron en la oscuridad de sus secuestros. Silvia trae ese recuerdo ahora, aunque en realidad temporalmente pertenezca a su estadía en Campo de Mayo. —No, no podemos hacer que duerman juntos los detenidos porque a ver si nos pasa de nuevo como con los Amarilla —le dijo al Gitano un represor al que reconoce como Sánchez o Santillán.—Pero, ¿qué pasó? —preguntó Tolchinsky, con la avidez de conocer más datos.—No, no. Nada, nada —le respondieron intentando que olvidara lo que acababa de escuchar. “En ese momento no tenía claro si me querían hacer creer que había quedado embarazada, o si se les había escapado que había quedado embarazada -repasa ahora Tolchinsky-. El mismo día me habían dicho que a María Antonia Berger la habían llevado a ser un papanicolaou porque le había salido mal el anterior. O

Era, seguramente, la testigo más esperada de este juicio: por su calidad de sobreviviente, por su memoria prodigiosa, su predisposición al aporte permanente ante la justicia y por haber visto con vida, mientras estaban secuestradas, a varias personas desaparecidas por las que se realiza este juicio. En la última audiencia del año, declaró por videoconferencia desde Barcelona durante tres horas y media. “Navegando los setenta”, definió acerca de su edad, pero también a modo de metáfora perfecta de lo que significa su testimonio: de la militancia a la tortura, del genocidio a la justicia tardía y con privilegios para los culpables. (Por El Diario del Juicio*)  📝 Texto 👉 Fernando Tebele 💻 Edición 👉 Diana Zermoglio👆 Ilustración de portada 👉 Antonella di Vruno 📷 Fotos 👉 Guillermo Amarilla Molfino La complejidad de este juicio hace que no haya un/una testigo clave; eso ocurre en otras causas, por ejemplo en la ESMA en la que Víctor Basterra aportó, con su testimonio, datos insustituibles. Aquí, por tratarse de un juicio atípico, lo que las víctimas tienen en común no sólo es el centro clandestino al que fueron llevadas (salvo puntuales excepciones, todas pasaron por Campo de Mayo), sino su participación en la Contraofensiva, que determinó que las fuerzas genocidas ejecutaran una represión feroz y específica. La causa judicial se apoya en varios ejes y, por lo tanto, hay testimonios fundamentales para cada una de las partes que conforman el todo. Sin embargo, en varias de las treinta y una audiencias anteriores, un nombre se escuchó repetido hasta el cansancio como consecuencia de un relato siempre esclarecedor: “Me lo dijo Silvia Tolchinsky”, “Eso lo pude reconstruir después de reunirme con Tolchinsky”. Varios de los testimonios de familiares de víctimas, e incluso de algunos sobrevivientes, dieron cuenta de cómo pudieron armar el rompecabezas de sus propias historias a partir de algún dato que Silvia pudo tallar en su memoria durante el cautiverio. Su testimonio estaba programado para la semana anterior, como única exponente, pero una indisposición de la jueza Morguese Martín obligó a suspenderlo a último momento. Silvia Tolchinsky recibió esa noticia cuando ya estaba lista para declarar en el Consulado argentino en Barcelona, ciudad en la que vive tras haber huído de Argentina casi al final de la dictadura y, luego de un periplo que la llevó por varias ciudades. “Volví a Argentina una o dos veces nada más”, dirá en algún momento de su declaración. Habrá pensado, quizás, mientras se iba sin declarar, que no le costaba nada esperar una semana más para volver a hacerlo, acostumbrada a explicar una y otra vez lo que vivió y lo que observó. Exactamente una semana después, está sentada en la misma silla que aquella vez, pero ahora sí comienza a declarar. El mediodía pasa inadvertido por San Martín y se convierte en media tarde apenas a una cuadra de la Plaza de Catalunya y de Casa Batlló. La imagen a través de un televisor no puede acortar esas distancias. Silvia se acomoda en la silla y dice qué la mueve a estar allí  “que se haga la justicia correspondiente”. Pide permiso para usar un papel a modo de guía, al que casi no recurrirá. Va directamente al punto. Aunque después seguirá con un enfoque más cronológico, podría decirse que empieza por el centro. “Yo participé en la Contraofensiva. Fui designada para participar de la Segunda Contraofensiva en 1980. Militaba en Montoneros desde hacía muchos años. Por eso digo que fui designada, porque estaba en una función y me designan en otra”, explica. “La función que se me asigna fue insertarme en un territorio y mantener contactos políticos”. Enseguida da unos pasos hacia atrás para seguir una cronología. “Mi compromiso político, como el de toda nuestra generación, comenzó muy joven. Vengo de la izquierda. Comencé militando en un pequeño grupo. Luego empecé a militar en el movimiento de liberación nacional, en los años ‘66/’67, y después formé parte de una corriente de pensamiento de reflexión y práctica que implicaba el peronismo y la lucha armada”. Allí se topó con su compañero Miguel Francisco Chufo Villarreal, “él fue mi marido y el padre de mis tres hijos. Juntos participamos en actividad política y social”, narra.Silvia cuenta que en ese recorrido inicial, llevaba a su hermano Daniel Tolchinsky a reuniones políticas, “yo como hermana mayor. Pero después él se convirtió en mi hermano mayor y me fue marcando el camino dentro del peronismo. Fue Daniel quien entró primero  a las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y luego entramos nosotros”. El nosotros de Silvia ya contiene a su, a esa altura, inseparable Chufo. “Era muy creativo -define a su esposo-. Tenía un gran arraigo con la gente. Era un hombre de mucha sensibilidad social. Siempre listo para el trabajo social, para todo. Así como él se vincula con la JTP, yo me vinculo a la JP, a la Juventud Peronista”, aclara, como si hiciera falta. La zona de acción era Hurllingham. “Uno cuenta la cantidad de años en la que pasó todo, que fueron pocos, pero era tan intenso y creativo todo lo que vivíamos… Éramos tantos amigos, tantos compañeros y hermanos que estábamos enlazados con esa solidaridad, que parece que hubiera sido todo en mucho más tiempo”, aclara con cierta nostalgia. Silvia y el Chufo fueron conformando una familia. Julieta nació en 1972, Juan Manuel en 1974 y en agosto de 1976 llegó Laura. La militancia los cruzó también con Mónica Pinus, prima de Silvia, y con Edgardo Binstock, el marido de Mónica. El golpe En el fondo de la imagen que llega desde Barcelona, se ve el escudo nacional en la pared. La cabeza de Silvia lo tapa en parte. Se ve más al escudo que a ella. Por fortuna el encuadre de su relato es mejor que el de la webcam que nos trae su imagen y sobre todo la del escudo, cuyo gorro frigio parece apoyado sobre su pelo. Tiene una frondosa y prolija cabellera blanca, que no alcanza a tocar sus hombros. Parece tener calor. Se apantalla con los papeles que trajo para apuntarse. Unos anteojos

El martes pasado murió Raúl Guillermo Pascual Muñoz, uno de los dos imputados de este juicio que ya fueron condenados a la pena de prisión perpetua por asesinato de Ana María Martínez. Muñoz gozaba del beneficio de la prisión domiciliaria y había presentado la misma semana pasada un pedido de excarcelación. El imputado fue “homenajeado” por los otros imputados, pero el tribunal decidió quitar el crespón antes de que ingresara la totalidad del público.Las testimoniales fueron tres. Primero declaró un testigo de identidad reservada. Es un ex policía de la bonaerense, que participó de operativos que intentaban identificar militantes para proceder a sus secuestros. El segundo turno fue para Emilio Goya; la semana pasada había declarado su hermano, nieto recuperado. Lo hizo por el secuestro y desaparición de su padre, Francisco Goya. En el cierre de la extensa jornada, fue testigo el sociólogo e historiador Roberto Baschetti, quien reveló cómo accedió a documentos secretos del Ejército.(Por El Diario del Juicio*)  📷 Fotos  👉 Gustavo Molfino📝 Textos  👉 Fabiana Montenegro  👉  Fernando Tebele💻 Edición  👉  Fernando Tebele☝ Foto de Portada: El resto de los imputados decidió “homenajear” a Muñoz con un crespón negro sobre una bandera argentina apoyado en la silla, como puede observarse en la foto. Uno de los imputados lo habría colocado en el lugar antes de comenzar la audiencia. El tribunal pidió que fuera retirado de la sala. Uno de los primeros querellantes en llegar se encontró con la sorpresa y le comentó a otra de las tempraneras: “es muy curioso y simbólico. Nosotros les hacemos los homenajes a nuestros compañeros en las escuelas en las que estudiaron, en las calles que pisaron, frente a las casas en las que vivieron. Colocamos ahí baldosas que hacemos colectivamente, que tienen color, que rescatan sus historias militantes y familiares. Estos tipos realizan sus homenajes en una silla de imputado por delitos de lesa humanidad, porque claramente es el lugar que ocupan en nuestra sociedad hoy”. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ De los 9 imuptados en la causa, 2 están a través de videoconferencias: Sotomayor desde Tucumán y Firpo desde Mar del Plata. De los 7 que venían a la sala de audiencias, ya murieron 2 desde que comenzó el juicio. Blas Casuccio y ahora Muñoz. Sólo quedan en la sala (de izq. a der.) Apa, Dambrosi, Bano y Ascheri. A quienes se sumó más tarde Cinto Courtaux, el único que está en cárcel común. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Tras las rejas de una ventana, puede observarse cómo se retira caminando libremente Norberto Apa, a pesar de que fue condenado a fines del año pasado a prisión perpetua, por el crimen de la militante del PST, Ana María Martínez, ocurrido en 1982. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ El primer testigo figura en el expediente como de “identidad reservada”, por lo que El Diario del Juicio evita publicar su rostro y su nombre. Habló con dificultad debido a que padece un cáncer de mandíbula. Sin embargo, esto no le impidió testimoniar. Integrante de la Policía bonaerense durante 30 años, fue exonerado. “Una sola cosa no me pudieron sacar: mi dignidad”. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Entre marzo y abril de 1980, el testigo participó de operativos dirigidos por El Francés, en el que se detenía a micros que venían de Mendoza, Uruguay o Brasil. Los policías (de uniforme) paraban a los micros. Luego, el resto del personal (de civil, siempre) hacía bajar a las personas jóvenes. La documentación que portaban la llevaban hasta uno de los vehículos, donde había una persona secuestrada que bajo tortura era obligada a identificar a algún compañero o compañera. El testigo aseguró que, sabría más tarde, quien estaba en el vehículo era El Pato Ricardo Marcos Zucker. “¿Sabés quién es este?”, le dijeron al policía. “No”, respondió. “Es el hijo de Marcos Zucker”, le confesó su interlocutor.  📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ El testigo también declaró haber visto a La Negra, una chica de unos 30 años, que estuvo en Monte Chingolo y fue teniente del ERP.  Recuerda que en alguna oportunidad “el Francés” le dijo: “ojo con esta, ¿sabés los bifes que se comió?”. También dijo que otra persona le confió: “Están volviendo de a poquito”, en referencia al ingreso de Montoneros por grupos, para la Contraofensiva. Relató que otro día estaban en la Ruta 9 (en Campana) y admitió haber participado de un control de detención de micros que venían desde Brasil y Uruguay. Esta vez, en el auto, había un tal Viñas (Ismael). “¿Y El Pato?”, preguntó el testigo. “Se fue a mejor vida”. Él no entendió el sentido de la frase y le fueron más preciso: “Se fue para arriba. Se fue para el otro lado”. El testigo declaró que en ese momento “sentí impotencia”. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Emilio Goya declaró por su padre Francisco Goya. Durante su testimonio, recordó su militancia en la organización de extrema derecha católica Tacuara, primero, y luego en Montoneros, en Chaco. Destacó el vínculo de su padre con las Ligas Agrarias y su amistad con el referente de esa organización, Quique Lovey. Él y su hermano mayor –declaró en la audiencia anterior- sabían que su padre había formado una nueva pareja con la que tuvo un hijo, que fue apropiado cuando lo secuestraron junto a su compañera, la mexicana María Lourdes Martínez Aranda. En el 2000, Emilio Goya inició una búsqueda para poder saber más sobre su padre. Recordó, emocionado, su recorrido por las calles de México, guiado por la dirección que figuraba en una de las cartas que recibía desde allí de su padre. Luego de 45 día de búsqueda, dio con la casa y se contactó con Consuelo Martínez, hermana mayor de María Lourdes. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ En 2002, en un viaje a España, consiguió el acta de nacimiento de Jorge Guillermo, su hermano, quien lleva el nombre en honor a dos compañeros de militancia: Guillermo Amarilla y Jorge “Pata” Pared. La búsqueda, cuyo interés era conocer

El hecho destacado de esta jornada fue que Marcelo Cinto Courtaux, uno de los imputados, decidió quedarse a presenciar toda la audiencia. Entre los testimonios, se destacó el de Víctor Melchor Basterra, de las pocas personas que alcanzó a ver a un con vida a varias de las víctimas de la represión a la Contraofensiva que están desaparecidas. También declararon el sobreviviente Enrique Ghezan; el nieto recuperado Carlos Goya Martínez Aranda; su medio hermano, Juan Manuel Goya; y Daniel Genoud. (Por El Diario del Juicio*) 📷 Fotos  👉  Fabiana Montengro  👉 María Eugenia Otero  👉 Fernando Tebele📝 Textos  👉  Fernando Tebele💻 Edición  👉  Martina Noailles☝ Foto de portada: Cinto Courtaux, el único imputado que está preso en cárcel común porque estuvo prófugo cerca de tres años, decidió quedarse durante toda la audiencia. Si bien la presunción que rondó como rumor en la sala fue que el motivo de la sorpresiva decisión podría ser la presencia de Víctor Basterra, la realidad es que se desconoce por qué lo hizo. Por primera vez en treinta audiencias, un imputado elige no aprovechar el beneficio que les otorga el tribunal: retirarse apenas comienza la audiencia. Esta fotografía fue tomada durante un cuarto intermedio, dentro de la sala. Cuando se reanudó la audiencia, el defensor Lisandro Sevillano, mostró cierta molestia por la fotografía: “es un hecho que me pone incómodo, no por él (por su defendido), sino por mí. En el cuarto intermedio estábamos charlando sobre el proceso y se me acercan y me sacan la foto. Yo me ofrezco a que si alguien desea hacerme una foto, me lo pida. Reconozco que hay un hecho periodístico y el valor que hace a la noble tarea que se realiza, pero siempre con el respeto de una cuestión que puede ser privada”. El presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, luego de pedirle disculpas a Basterra, que permanecía sentado y esperando para dar su testimonio, le dijo: “Más allá de rogarles a los periodistas que se pueda cumplir lo que comparto dice el señor defensor, dentro de los parámetros lógicos del trabajo, pero también tengo que destacar que más allá de esta foto, no ha habido ninguna otra situación que me permita adoptar otro temperamento”. La fiscal Gabriela Sosti, por su parte, opinó: “Si el defensor en todo caso quiere tener un espacio, que lo solicite y se le conceda un espacio privado”.La foto del imputado y su defensor fue tomada en el lugar donde se desarrollan las audiencias. Allí había mucha más gente, incluso partes actuantes en el juicio. A través de sus notas y de sus imágenes, El Diario del Juicio busca difundir y visibilizar las audiencias de este debate oral histórico, acercando toda la información posible a quienes no pueden estar presentes. El carácter del juicio es público. ☝ Fue uno de los jefes de los sectores de inteligencia dependientes del Batallón de Inteligencia 601 del Ejército que participaron de los secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos de los y las militantes que participaron de la Contraofensiva de Montoneros. Cada vez que llega, el personal del Servicio Penitenciario que cuida con recelo que no se le tomen fotografías, le quita las esposas, y se las vuelve a colocar antes de que se retire. En esta jornada, eso ocurrió recién al finalizar la audiencia.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio ☝ Marcelo Cinto Courtaux fue capturado en mayo de 2017 luego de haber permanecido cerca de tres años prófugo. Cuando lo atraparon, le hallaron entre sus pertenencias recortes periodísticos con una reseña de la labor del abogado querellante en este juicio, Pablo Llonto.  📷 Fabiana Montenegro/El Diario del Juicio ☝ El primer turno fue para el nieto recuperado 92, Carlos Goya Martínez Aranda, que declaró por su padre, Francisco Goya. El testigo narró toda su historia de apropiación, y cómo fue recuperando su identidad. Se refirió a “Las abuelitas” durante todo su testimonio. Fue apropiado por un oficial de inteligencia. “Me dijeron que había una lista de espera para anotarnos como hijos propios”.  📷 Fabiana Montenegro/El Diario del Juicio ☝ “A mí me bautizan en España, con el capellán de Montoneros, que también está desaparecido, el Cura Jorge Adur. Y luego, en Mendoza, mis apropiadores me vuelven a bautizar, pero con el capellán del Ejército”, contó Carlos Goya Martínez Aranda. Su madre era mexicana, se llamaba María Lourdes Martínez Aranda. “Cuando me dieron los resultados tenía vergûenza de ser hijo de Montoneros. Me había criado en la vereda de enfrente. Venía de la escuela de que los derechos humanos eran un curro, pero en 2014 quise conocer a mi abuelita y no tenía plata. Entonces escribí a Abuelas y ellas me ayudaron. Cuando eso pasó fui a agradecerles, y no les puedo contar la alegría con la que me recibieron”. 📷 María Eugenia Otero/El Diario del Juicio ☝ Mientras el nieto recuperado relataba su bautismo en España, una foto del cura Adur colgaba de la baranda apenas a pasos de Carlos Goya Martínez Aranda. El cura fue secuestrado cuando viajaba desde Argentina hacia Brasil.  📷 María Eugenia Otero/El Diario del Juicio ☝ El segundo turno fue para Enrique Ghezan. Dos audiencias atrás había declarado su esposa en aquel entonces, Isabel Fernández Blanco. Ambos, cuanda estaban en libertad vigilada (o en prisión morigerada) en Tandil, les llevaron a dos niños que, sabrían después, eran los hijos de dos militantes de la Contraofensiva de Montoneros: Miguel Angel De Lillio y Mirtha Haydeé Milabara. 📷 Fabiana Montenegro/El Diario del Juicio ☝ Luego aportó su testimonio Juan Manuel Goya, hermano del primer testigo e hijo de Francisco Goya. “Les pido como hombre que sean capaces de entregar la información”, dijo en referencia a los imputados. A través de informes de inteligencia sumados a la causa, se enteró de algunas de las torturas a las que fue sometido su padre. “Dice que lo golpearon de pies y manos y lo golpearon hasta la muerte. Esa cobardía de atarlo para pegarle… No la entiendo”, expresó.  📷 Fabiana Montenegro/El Diario del Juicio ☝ El cuarto testimonio fue para Daniel, uno de los hermanos de Julio César Genoud. “Él es convocado a la Contraofensiva a través de (Mario) Montoto. Claudia (otra de

Sobreviviente de la ESMA, su aporte a la memoria histórica es, aún hoy, de un valor incalculable. Durante su cautiverio, engañó a sus captores para obtener alguna libertad de movimientos dentro del campo de concentración, lo que le permitió fotografiar documentos de inteligencia que son fundamentales en esta causa. En sólo cuarenta y cinco minutos, aportó datos únicos, como la chance que tuvo de ver con vida a varios militantes de la Contraofensiva que están desaparecidos/as, entre quienes se cuentan Alcira Machi Durante, Sara Isabel Ponti, Jorge Alberto Pared, Orlando Ruiz y Silvia Dameri. (Por El Diario del Juicio*) 📝 Texto  👉 Fernando Tebele 💻 Colaboración especial  👉 Valentina Maccarone 💻 Edición  👉 Diana Zermoglio 📷 Fotos  👉 Fabiana Montenegro   📹 Video  👉  Fernando Tebele☝ Foto de Portada: Basterra en pleno testimonio ante el TOCF Nº4   Fabiana MontenegroEs una suerte de celebridad de los juicios de lesa humanidad, si cabe esa calificación muchas veces utilizada para personajes demasiado banales. Víctor Basterra es, tal vez corresponda más señalar, una suerte de héroe de nuestro tiempo. No por haber conseguido sobrevivir a cuatro años de torturas de todo tipo en la ESMA; a esta altura ya sabemos -y este juicio lo ratifica con mucha precisión y certeza- que la supervivencia o no dentro de lo que Pilar Calveiro llamó sistema concentracionario, siempre estuvo en manos de los genocidas, nunca en las de sus víctimas. Es un héroe de nuestro tiempo por la ética con la que se movió en ese camino fangoso del secuestro y la desaparición, por el arrojo con el que se jugó la vida para fotografiar todo tipo de pruebas durante su cautiverio, y por su obsesión posterior dedicada a “perseguir a los ñatos”, como suele llamarles a los genocidas. “Es la persona más valiente que conocí en mi vida”, dijo alguna vez Carlos Lordkipanidse, otro sobreviviente de la ESMA que “convivió” con él “en la misma escuela”, como suelen decirse, pisando una línea risueña sobre aquellos hechos que sólo ellos pueden transitar.Es tal celebridad Basterra, que se le puede atribuir responsabilidad en que, por primera vez en este juicio, un imputado haya solicitado quedarse en la sala. Es Marcelo Cinto Courtaux, el único que está preso en cárcel común por haber estado prófugo varios años. Nadie sabe por qué eligió quedarse esta vez. No es una locura pensar que pudiera ser por su testimonio en particular. Cinto Courtaux es un “peso pesado” de la inteligencia. Y Basterra siempre recuerda, lo hará más tarde, que cuando le anunciaron su libertad, en diciembre de 1983, “Me dijeron: ‘te vas, pero no te hagas el pelotudo porque los gobiernos pasan, pero la comunidad informativa siempre queda’. Cosa que corroboré y se puede corroborar ahora”, dirá. Estamos a punto de certificar, una vez más, a través de su testimonio, cuánta verdad hay en lo que él mismo dijo hace pocos meses en una visita a la ESMA: “No me hice el pelotudo, me hice el re-pelotudo”. *** Basterra llegó con la audiencia ya comenzada. Probablemente por su presencia, el tránsito de público saliendo y entrando de la sala es mayor al habitual. Todos y todas quieren charlar con él. Algunas personas vinieron por primera vez al juicio sólo para poder darle un abrazo, como Liliana Pellegrino, también sobreviviente de la ESMA, que vive en Suecia y, de paso por Buenos Aires, no quiso perderse la ocasión. El testigo está habituado a pasar largas horas ante los jueces. Su declaración en el Juicio a las Juntas duró más de cinco horas. Alguna vez contó que, cuando fueron a declarar a España ante el juez Baltasar Garzón, porque aquí había impunidad, Enrique Cachito Fukman, otro sobreviviente de la ESMA, le dijo: “esta vez no me vas a cagar. Entro yo primero y me vas a tener que esperar vos”. En esta ocasión se sabe que no durará tanto. No es un juicio por la ESMA, donde los documentos aportados por Basterra prácticamente sostienen, por sí mismos, la prueba documental del juicio entero (“Sólo con su testimonio podría condenarse a casi la totalidad de los 60 imputados”, dijo alguna vez Mercedes Soiza Reilly, fiscal del tramo III de esa megacausa, el juicio más importante de la historia argentina). Su presencia en la causa por la represión a la Contraofensiva sorprende a muchas personas. El testimonio será breve , la espera no. Cuando uno de los secretarios del tribunal sale a buscarlo, él camina con seguridad, pero también con esa carga que implica tener que recordar todo otra vez, no olvidarse de ningún nombre, de nada importante. Tiene la columna hecha trizas. Estaba casi imposibilitado de caminar, pero una operación que le realizaron en 2007 le ayudó a enderezar el rumbo, aunque todavía lo agobian esos dolores. Si no fuera consecuencia de las torturas, no estaría mal suponer que ese padecimiento podría obedecer al peso de la responsabilidad de recordar todo con su memoria envidiable. Pero el genocidio cancela todo tipo de metáforas.  Basterra ingresa a la sala y se sienta frente al tribunal. apoya debajo de la mesa una suerte de maletín informal de color negro. Hace un rato nos mostró lo que traía allí: unas publicaciones de aquella época del Peronismo de Base. Se lo ve en ellas treintañero, con su cabello llegando a los hombros. “En la foto estamos El Tordo Mars, José Osvaldo Villaflor, Jorge Di Pasquale y yo. No sé qué fue de El Tordo. Villaflor se suicidó en julio del ‘92, Di Pasquale está desaparecido. Y yo, ya sabéis…”, dice con complicidad, y larga una risotada. A punto de cumplir 75 años el 1 de diciembre, tiene una calvicie prolijamente afeitada. Está igual de petiso que siempre, aunque su accionar le agiganta la figura. Una campera beige tapa casi por completo la camisa blanca, pero no impide que se vea la rosa roja tejida a mano, el sello simbólico de este juicio, que pidió durante la espera y que sobresale de su pecho.  “Tengo interés en que se aclare esta historia. Siempre he apoyado la Memoria ,la Verdad y la Justicia”, dice a modo de presentación. También pide disculpas