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Contraofensiva I

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La cantante Lidia Borda fue testigo en el juicio. Lo hizo porque su madre fue pareja durante un año y medio de un integrante de una de las patotas de Campo de Mayo, en fecha coincidente con una etapa de la Contraofensiva. Borda aportó sus recuerdos de adolescente, entre los que se encuentra haber tenido en su propia casa un cenicero y un medallón que, todo indica, pertenecieron a Ricardo Marcos Zucker y Verónica Cabilla, secuestrados en la Terminal de Ómnibus de Retiro y desaparecidos luego de haber pasado por Campo de Mayo. (Por El Diario del Juicio*)  📝 Texto 👉 Fernando Tebele   💻 Edición  👉 Martina Noailles 📷 Fotos  👉  Julieta ColomerColaboración  👉 Diana Zermoglio  Un rumor poco frecuente recorre la sala mientras Lidia Borda ingresa para dar su testimonio. Tal vez sea por el reconocimiento que tiene como cantante. Quizá tenga que ver con que no se relaciona su figura con haber sufrido un trauma personal durante el genocidio. “No sabía que tenía algún familiar desaparecido”, murmura alguien con poco bagaje informativo acerca del juicio. Borda, en realidad, no está aquí porque sea una figura pública. Ni por lo que el genocidio le llevó. Más bien por lo que le trajo. Y eso queda en evidencia apenas comienzan las preguntas, cuando promete decir la verdad. —¿Dejó sus datos por secretaría? —consulta el presidente del tribunal, Rodríguez Eggers, como cada vez.—Sí.—¿Su nombre? —pregunta, como parte del cuestionario inicial.—Lidia Elba Sciarelo —responde Borda, sorprendiendo a más de una persona. Se produce allí un silencio, porque la secretaria del juzgado la había anunciado por su nombre artístico, por lo que Pablo Llonto, abogado querellante, pide que se tenga en cuenta que se la citó con su nombre artístico, y que se deje constancia de que su nombre real es otro. Nunca se sabe dónde clavarán sus uñas los imputados en alguno de sus intentos desesperados por quedar prendidos al muro alto de la impunidad. Lidia tal vez sienta un nerviosismo incomparable con el de cualquier escenario. Le costó acomodarse en la silla. Acaba de mirar varias veces hacia el público buscando a su hijo, que la acompaña. El joven estaba en la primera fila, pero lejos de su madre. Tras esa búsqueda casi desesperada, no duda en reubicarse y queda exactamente a sus espaldas. Lidia tiene el pelo atado, pero se lo suelta, como si desanudara algo más que su cabello antes de comenzar a contar su historia, que no es de las que habitualmente se hayan podido escuchar en este juicio. Sólo es comparable con el histórico aporte realizado por Pablo Verna, el hijo del genocida Julio Verna, quien aportó datos relevantes sobre el accionar de su padre. Lidia va a hablar de su convivencia con un militar de Campo de Mayo, quien fuera pareja de su madre durante un año y medio, coincidiendo en tiempo y espacio con una de las etapas de la Contraofensiva de Montoneros. “Neri Roberto Madrid, se llamaba”, arranca tras el pie que le da la fiscal Sosti. “Era pareja de mi madre, Nora Lidia Borda. Ellos eran vecinos, porque él se había mudado con su familia al lado de mi casa. Comenzaron una relación sentimental con mi mamá. Al poco tiempo él se vino a vivir a mi casa, en Moine y Bufano, en Bella Vista, muy cerca de la puerta 4 de Campo de Mayo”. Entre los recuerdos que tiene por haber habitado la zona, destaca que “circulaban todo el tiempo camiones. Yo tenía 13 años. Él era Sargento pero lo ascendieron a Sargento Primero de Caballería. Él trabajaba en Campo de Mayo”. Él, dice reiteradamente, y tratará de no nombrarlo salvo que se lo pregunten. A partir de ese instante, comienza a relatar detalles de un calvario que podría ser el de cualquier familia con un hombre violento en el hogar, pero en este caso con el agregado que tuvo, además, que fuera parte integrante de una de las patotas que operaba en Campo de Mayo. “Él contaba distintas escenas referidas a su trabajo. Alardeaba de su machismo. Dormía con un revólver debajo de la almohada. Era golpeador. Golpeaba muchísimo a mi mamá. A mí también”, señala Lidia, probablemente reviviendo el dolor de aquella etapa. Objetos aparecidos Si uno de los objetivos de la desaparición de los cuerpos tal vez haya sido borrar los rastros no sólo corporales de las personas secuestradas, cada objeto que aparece es una manera de fijar sus historias personales en la historia colectiva. En este juicio ya se han vuelto visibles cartas, cintas grabadas, mensajes sonoros, fotografías, dibujos. Y en esos objetos aparecidos probablemente se juegue un contrapeso de la desaparición, que, por supuesto, nunca alcanzará para emparejar la balanza y mucho menos para mitigar el dolor. La importancia del testimonio de Lidia Borda está por surgir de la mano de esos objetos. Un cenicero y un medallón son los vínculos que conectan la sufrida historia familiar de la cantante con la desaparición de militantes de la Contraofensiva. “Un día mi mamá me llamó y me mostró una serie de objetos. Bajó de un estante del placard de su habitación un cenicero. En aquella época había unos ceniceros de madera de unos 10 o 12 centímetros de alto. Era rústico con tallas de estilo indígena, como de artesanías. Ese cenicero tenía un fondo desmontable. Mi mamá lo desmontó y me mostró unos papeles que había ahí adentro. Lo que había era un documento de identidad con el nombre de Zucker. No recuerdo su nombre. Conocí su apodo en aquel momento, le decían Pato“, suelta de entrada, en alusión a Ricardo Pato Zucker. Enseguida aporta más datos: “El relato que mi madre me hizo es que él le contó que lo habían secuestrado en Retiro junto a una chica de 16 años”. Se refiere a Verónica Cabilla; su mamá, Ana María Ávalos, dio testimonio en este juicio. “Había otros objetos en casa. Un medallón oval de plata con un centro oval más pequeño, calado. Lo entregué a las Madres de Plaza de Mayo a través de Elvio Vitali, un

En esta extensa jornada hubo cuatro testimonios. Inició el camino María Sol Benítez, quien tiene desaparecido a su padre Ángel Servando Benítez. En su comparecencia estuvo seguramente el momento más emotivo del día, que fue cuando leyó una de las cartas que le envió su padre. Luego estuvieron Aníbal Ponti y Mora Pared. En el primer caso fue por su hermana Sara Isabel Ponti. Mora estuvo en el juicio por su hermano Jorge Alberto Pared. Ponti y Pared eran pareja y fueron secuestrados y desaparecidos en octubre/noviembre de 1979. También dio su testimonio desde Brasil el periodista y militante de derechos humanos, Jair Krischke, quien aportó datos de investigación sobre los secuestros ocurridos en territorio brasileño, y también en la frontera con ese país, como fue el caso del cura Jorge Adur. (Por El Diario del Juicio*) 📷 Fotos  👉 Guillermo Amarilla Molfino📝 Textos 👉 Fernando Tebele☝ Foto de Portada: María Sol Benítez lee un texto que su padre le escribió en 1975 📷 Guillermo Amarilla Molfino ☝ En esta carta, Ángel Servando Benítez le dejó a su hija María Sol un mensaje claro y sencillo. Con su letra esforzada, Benítez, un obrero metalúrgico, diseñó una suerte de legado de vida que su hija atesoró junto a varios casetes TDK que llevó a la audiencia. 📷 Guillermo Amarilla Molfino/El Diario del Juicio ☝ Después de la desaparición de su padre, ocurrida el 20 de marzo de 1980, los militares entraron a su casa y fueron directamente a sus pertenencias. “Se llevan una valija y dejan un número de teléfono”, que corroboraron inexistente. Al emprender la búsqueda, se cruzaron con Augusto Conte Mc Donell, un abogado, miembro del CELS y del Partido Demócrata Cristiano: “mi mamá decía que fue el mejor abogado que pudo tener”, contó María Sol. “Crecí con la ausencia, tenía un poco la fantasía de que estaba vivo”, agregó. “De adulta quise entender su pensamiento. Tengo su voz aquí”, dijo mientras mostraba unos casetes TDK que le dejó grabados. Cerró con una de sus tantas cartas. 📷 Guillermo Amarilla Molfino/El Diario del Juicio ☝ El segundo turno de la jornada fue para Aníbal Ponti, que llegó desde Chaco para dar testimonio por su hermana, Sara Isabel Ponti. Actual presidente de la Comisión Provincial por la Memoria de esa provincia, Ponti contó que su hermana lo visitó en la cárcel hasta 1978. Él estaba preso desde 1975. Relató que agentes de inteligencia del Ejército lo sacaron en varias oportunidades de la cárcel. En una de ellas, estaba su hermana, que era cirujana vascular. “Pensé que la habían detenido. Ella me señala su mano y me dice: ‘agarrá esta muñeca. Te estoy viendo gracias a esta muñeca, porque salió bien un militar que tenía pocas probabilidades de vida y me dijo que le pidiera cualquier cosa, y yo le pedí visitarte’. Entonces yo le dije: ‘¿y para qué mierda hiciste esa operación?, ¡hubieras dejado que se vaya!’. ‘No, hermanito -le respondió Sara Isabel-. Éticamente no corresponde’. Eso pintaba lo que era ella, su forma de ser. La ética en un mundo con centros clandestinos, con torturas, donde no existe la ética”. 📷 Guillermo Amarilla Molfino/El Diario del Juicio ☝ Ponti narró sus conversarciones con sobrevivientes de la ESMA que vieron a su hermana y al “Pata” Pared en ese centro clandestino de detención tortura y exterminio. Entre los relatos de José “Rolo” Miño, Ana Testa y Víctor Basterra, fue reconstruyendo su paso por ese lugar. “Basterra me dijo que la vio en diciembre y año nuevo de 1979. A mi cuñado “Pata” también. Y que luego no los vio más”, señaló. 📷 Guillermo Amarilla Molfino/El Diario del Juicio ☝ El tercer testimonio fue por videoconferencia. Desde Porto Alegre, el periodista y militante de derechos humanos, Jair Krischke, dio cuenta de sus investigaciones acerca de los secuestros de militantes argentinos ocurridos en ese país. Entre otros, relató detalles de la caída del padre Jorge Adur, que había regresado a la Argentina, donde se reunió con las Madres de Plaza de Mayo, que le dieron un listado. Estaba yendo a Brasil para entregarle ese listado de personas desaparecidas al Papa Juan Pablo II, que visitaba latinoamérica. Pero no puedo hacerlo, ya que lo secuestraron en Brasil y lo llevaron a Campo de Mayo. 📷 Guillermo Amarilla Molfino/El Diario del Juicio ☝ Kirschke también dio información acerca de los secuestros de Horacio Campiglia y Mónica Pinus. En el centro de la primera fila, el compañero de Pinus, Edy Binstock, observa uno de los monitores a través de los que se pudo seguir el testimonio. Binstock había contado hace algunas semanas que se había entrevistado con Krischke en la búsqueda por saber qué había pasado con Pinus y Campiglia. 📷 Guillermo Amarilla Molfino/El Diario del Juicio ☝ Para el cierre, la silla de quienes dan testimonio estuvo ocupada por otra chaqueña. Mora Pared es hermana de Jorge Alberto “Pata” Pared. La actual dirigente de la CTERA y la CTA en esa provincia, contó que “caminamos mucho tiempo con los torturadores y los secuestradores. Los que pasaban tantas vejaciones a veces se cruzaban con ellos como si fueran un ciudadadano más. Y eso daba mucha impotencia”. Definió a Pared y a su compañera  Ponti como “dos militantes chaqueños que fueron parte de la resistencia y de un compromiso necesario para tener otro país”. 📷 Guillermo Amarilla Molfino/El Diario del Juicio ☝ “Agradezco a todo este equipo, a los jueces que tengo enfrente porque esto hasta acá no lo había visto”, señaló en el cierre de su comparecencia. Respecto a los imputados, sin mencionarlos, dijo: “Sabemos que saben dónde están, lo que hicieron con sus cuerpos”. Luego se abrazó con quienes la habían acompañado desde Chaco, entre ellos con Ponti. 📷 Guillermo Amarilla Molfino/El Diario del Juicio ☝ Trabajadores y trabajadoras del SATSAID (Sindicato de televisión) y de la Intersindical de Derechos Humanos, acompañaron esta audiencia. Antes, habían sido parte de una capacitación por el Centro de Estudios sobre Genocidio de la UNTREF (Universidad de Tres de Febrero). En el centro, con su infaltable pañuelo de las Madres de Plaza de Mayo sobre los hombros, una de las capacitadoras, Adriana

En esta audiencia hubo tres testigos. Primero, Isabel Fernández Blanco. Sobreviviente de El Banco y El Olimpo, dio testimonio porque durante su libertad vigilada, agentes de inteligencia del Batallón 601 le entregaron temporalmente a los dos pequeños hijos de la pareja Miguel Ángel de Lillo y Mirta Haydée Milobara. Luego declaró la cantante Lidia Borda. Su madre fue pareja de un represor de Campo de Mayo durante un año y medio. Borda aportó algunos datos sobre víctimas de la represión a la Contraofensiva. Por último, el ex gendarme Pérez se refirió al hecho en el que se fraguó el suicidio de Gervasio Martín Guadix. (Por El Diario del Juicio*) 📷 Fotos 👇👉 Julieta Colomer👉 Fabiana Montenegro 💻 Edición 👉 Martina Noailles📝 Texto 👉 Fernando Tebele☝ 📷 Foto de portada: el gendarme jubilado, Natividad de Jesús Pérez, dio testimonio por el suicidio fraguado de Gervasio Martín Guadix. Pérez dice haber visto esa noche cómo deambulaba una persona “en actitud sospechosa y durante horas”, sin que los gendarmes hicieran más que mirarlo, hasta que “se desplomó” tras, supuestamente, haber ingerido cianuro de un frasco. Todo indica que inteligencia del Ejército realizó una teatralización del episodio para poder publicarlo luego en los medios como un suicidio, cuando en realidad Guadix, que había sido secuestrado, fue asesinado y enterrado en el Cementerio de Paso de los Libres, Corrientes.  ☝ Isabel Fernández Blanco estuvo secuestrada y desaparecida en los centros clandestinos El Banco y El Olimpo. Luego, durante varios años con libertad vigilada. Su testimonio en este juicio tuvo que ver con que los militares del Batallón de inteligencia 601 del Ejército que la vigiliban, en octubre de 1980, le entregaron por un tiempo a los niños de Miguel Ángel de Lillo y Mirta Haydée Milobara. “Preparen un asado que los vamos a ir a visitar”, les dijo el represor Alfredo Omar “Cacho” Feito. Bajaron de un auto y allí estaban los dos pequeños correteando por el campo. 📷 Julieta Colomer/El Diario del Juicio ☝ Fernández Blanco contó que los represores les dijeron que los padres se habían suicidado con las pastillas de cianuro. Que los niños habían estado con un médico militar, que “se estaba empezando a encariñar”, pero que querían devolvérselos a la familia y no la encontraban. Marcos, el mayor de los nenes, que tenía 4 años, “había llegado con pañales porque tenía problemas de control de esfínteres y no los quería usar, por lo que no los usábamos”. La sobreviviente relató que una noche que el niño se despertó llorando, que pedía por su madre y ella le dijo: “Bueno, mamá ya no está, vamos a encontrar a tus abuelos”. A lo que el niño respondió: “¡No, mi mamá no está muerta! Mi mamá está en un lugar donde hay muchas puertitas y mi papá está en un lugar donde le dan electricidad”. Allí Fernández Blanco supo “que en realidad los padres no se habían tomado la pastilla y estaban vivos”. El 23 de diciembre de 1980, los represores vinieron a buscar a los niños y se los devolvieron a sus tíos que vivían en Chivilcoy. Marcos tenía 4 años y “el changuito” Hugo tenía poco más de un año. 📷 Julieta Colomer/El Diario del Juicio ☝ “Unos meses después pudimos ponernos en contacto con la familia. Ahí conocimos a su tío, Marcelo. A partir de ahí estuvimos en contacto”. Todo el tiempo, volvía a las cosas que contaba Marcos: “hablaba de camiones verdes y aviones. Para mí en ese momento todo era confuso, pero después fue tomando sentido. Lo que pensamos es que estaban haciendo tiempo, no entregándoselos a la familia, para que caiga más gente. Si los chicos iban con su familia, iban a dar el alerta”. Isabel Fernández Blanco se desarmó en un llanto estremecedor con las amigas que la acompañaban. Mantuvo con la familia de los niños contacto telefónico. “Con Marcos nos encontramos en el 2005 cuando él fue a tramitar la ‘Ley de hijos’. Habló ahí con la abogada y le dijo que no sabía si habría testimonios o alguna prueba de su verdadera identidad. La abogada le dijo: “aquí en la Secretaría de Derechos Humanos hay una persona que los tuvo a ustedes de chiquitos. Está acá”. Fernández Blanco relató ese reencuentro como sumamente emotivo.  📷 Fabiana Montenegro/El Diario del Juicio ☝ El segundo turno fue para la cantante Lidia Borda, que fue testigo porque su madre vivió durante un año y medio con un represor de Campo de Mayo. “Vivíamos en Bella Vista, muy cerca de la Puerta 4 de Campo de Mayo, con mi madre, Nora, y quien era su pareja, Neri Roberto Madrid. Alardeaba de su machismo. Dormía con un revólver debajo de la almohada. Era golpeador. Golpeaba muchísimo a mi mamá. A mí también”, contó la artista. 📷 Julieta Colomer/El Diario del Juicio ☝ En su testimonio, Borda contó que su madre encontró entre los objetos que guardaba Madrid, algunos que evidentemente eran de militantes secuestradas/os. Entre ellos un cenicero que tenía en un doble fondo el documento del Pato Zucker, el hijo del comediante Marcos Zucker, que permanece desaparecido tras haber sido secuestrado cuando regresó al país para participar de la segunda etapa de la Contraofensiva, en 1980. 📷 Julieta Colomer/El Diario del Juicio ☝ Además del cenicero, Lidia Borda recordó haber recuperado un medallón calado, que dibujó a pedido del abogado querellante Pablo Llonto. Dijo que se lo entregó a las Madres de Plaza de Mayo, a través de una gestión de Elvio Vitali, quien fuera su amigo. Específicamente dijo que se lo dio a Nora Cortiñas. Consultada por El Diario del Juicio, Cortiñas dijo: “recuerdo perfectamente el momento en el que me lo dio. Lo buscamos hace algunos años, pero en la mudanza a la actual casa de Madres, no lo encontramos”. 📷 Julieta Colomer/El Diario del Juicio ☝ El último turno de la jornada fue nuevamente para un ex gendarme. Fue por el caso puntual del secuestro y asesinado de Gervasio Martín Guadix. Como ya se supo en audicencias anteriores, bajo órdenes del 601, Gendarmería Nacional

Dolores Guadix, Aixa Bona y el ex gendarme Oscar Alberto Olari se refirieron, durante esta jornada 26 del juicio, al secuestro y desaparición de Gervasio Martín Guadix, que la dictadura publicitó como un suicidio en la frontera de Paso de los Libres, Corrientes. La hija y la esposa de Guadix recuperaron su historia. El ex gendarme Olari, quien firmó el sumario del supuesto suicidio, se metió en un lío con su concierto de “no recuerdo”. (Por El Diario del Juicio*)  📝 Texto 👉 Fernando Tebele📷 Fotos  👉 Gustavo Molfino/Julieta Colomer💻 Colaboración especial  👉 Valentina Maccarone💻 Edición 👉 Martina Noailles👆 Foto de Portada: Dolores Guadix en plena declaración  📷 👉 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio El ex gendarme Oscar Alberto Olari está transpirando. No se le ven las gotas, es cierto, pero está sudando. Su nerviosismo llega a tal punto que, aun cuando le anuncian que su testimonio terminó, se queda sentado en la silla. “Mire que puede retirarse, eh”, tiene que insistirle el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers. Olari se pone de pie. Con su mano grandota le cuesta abrir la puerta baja de madera que lo lleva al pasillo hacia la salida. Pasa entre la poca gente que queda a esa altura de la larga audiencia. Mira al piso, siempre. Desde la primera fila, sale disparada Dolores Guadix, la hija de Gervasio Martín Guadix. Él no la ve, pero ella corre detrás. Lo alcanza justo antes de que salga de la sala. Con la puerta entreabierta, Olari se enfrenta con la foto de Guadix: “Te acordás de él, ¿no?”. Le pone el rostro de su padre delante de sus ojos. No lo toca. Olari se pone más nervioso aún, pero se controla. Le empuja la imagen para quitársela de encima y sale. Llega hasta la puerta del tribunal y, apenas pisa la primera baldosa de la calle, se va corriendo sin que nadie lo persiga; tal vez sus propios fantasmas corrieran detrás. Si la justicia funciona, debería volver pronto. Dolores queda shockeada. Aguantó lo que pudo. Soportó 40 años de dolor. Con todo el aprendizaje de la lucha de los organismos de derechos humanos encima, con un gesto y unas pocas palabras, descargó algo de su enojo contenido. *** Rafael Flores, además de abogado querellantes sólo por el caso Guadix/Bona, es parte de la familia, porque está casado conuna de las hermanas de Aixa Bona, sobreviviente de la Contraofensiva, que declaró después de su hija.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio “Esta es tu oportunidad para contarle al tribunal las circunstancias que para tu vida sucedieron a partir del secuestro y del asesinato de tu padre. La palabra es tuya”. El que da el pie esta vez es Rafael Flores, abogado querellante sólo por este caso. No es cualquier caso para él. Está casado con una tía de Dolores Guadix, que es quien está ahora sentada y a punto de hablar de sus padres. “Soy la hija de Gervasio Martín Guadix y Aixa Bona. Lo que voy a contar no es que lo recuerde, pero es lo que pude reconstruir en estos años por los relatos, por cosas que me fui enterando e investigando”. Le llaman Luli a Dolores, que se expresa sin apuro y cuida cada palabra. “Yo esperé 40 años, ahora espérenme a mí que voy a relatar a mi ritmo”, parece decir, pero no dice. Repasa la historia de sus abuelos y no tarda en posarse en la figura de su padre. “Tenía mucho sentido del humor, todos lo que lo recuerdan siempre rescatan el sentido del humor que le ponía a la situación. A él lo crió la empleada doméstica que era sordomuda, le decíamos La muda. Se adoraban al punto que la eligió como mi madrina. Ella sí era muy peronista”, contrapone con el antiperonismo de sus abuelos.Luli le dedica un tiempo importante de su testimonio a la sensibilidad y los saberes de su padre; se codeaba con el arte de todas las maneras que pudiera. “Le gustaba la literatura, el arte, dibujaba y pintaba muy bien. Tenía mucha iniciativa. Traje algunos dibujos de él para que vean que no miento en cuanto a su capacidad analitica, la habilidad tecnica, la complejidad de los espacios que construye. Viendo sus dibujos te das cuenta de la inteligencia que tenía. Recuerdo mucho un dibujo que tenía cuando era chica, un dibujo de una rata disfrazada de rata. Se permite una suerte de ironía. Era muy hábil para transmitir sin palabras lo que quería decir. Tenía mucha sensibilidad social, por eso estudió arquitectura, como para unir sus pasiones. También hizo una película que yo no pude ver pero conocí a los actores y actrices que trabajaron. Hacía afiches con serigrafía”, resalta. Uno de los dibujos de Guadix que su hija Dolores presentó al tribunal de San Martín Cuenta que “empezó a militar en la Juventud Peronista en la facultad de arquitectura. “Ahí conoció a mi mamá y empezaron una relación. Después se unieron a Montoneros. En un momento dibujó una historieta sobre el 17 de octubre que se repartió y gustó mucho”. Dice que a raíz de eso lo convocaron para sumarse al grupo de prensa que se había instalado en México, en el año 1978. Allí “conoce a varios de los compañeros que están incluidos en esta causa. Algunos ya declararon como Ana María Ávalos, Daniel Cabezas, Nora Hilb”. También nombra a “Alfredo Lires, Graciela Álvarez, que están desaparecidos”. Dolores se desliza por el relato como navegando sobre un mar calmo, pero ya llegaría el momento de la tormenta. Reconstruye instancias del comienzo de la Contraofensiva. “Sé que ahí se hizo una reunión donde se evaluó el tema. Para esa época ya se sabía de las aspiraciones que tenía Massera porque de la ESMA liberaba compañeros que mandaba al exterior y ellos contaban. Se desestimó la posibilidad de negociar. Había intentos por parte de Massera para eso”, expresa en torno del proyecto político no exento de perversidad del entonces hombre fuerte de la Armada Argentina. “Se evaluó el desgaste de la dictadura en términos políticos. Se decidió volver para

Luego de ser filmado paseando por la avenida Cabildo el sábado a la noche, el Tribunal Oral de San Martín le ordenó a Eduardo Ascheri que se limite a caminar alrededor de la manzana donde cumple su detención con el beneficio de la domiciliaria. Además, la Justicia estableció que al imputado en la causa por la represión a la Contraofensiva de Montoneros se le coloque una pulsera electrónica. El 10 de septiembre de este año Ascheri ya había sido denunciado, tras ser fotografiado en un bar de las cercanías del Juzgado de San Martín donde se está llevando adelante el juicio. Ante la nueva situación, la fiscalía presentó ayer el video al tribunal, que hoy definió restringir las condiciones de su privilegio. (Por El Diario del Juicio*) 📝Texto 👇👉 Fernando Tebele 👉 Martina Noailles 👉 Foto: Ascheri, de campera verde, en una de las audiencias anteriores (Gustavo Molfino/El Diario del Juicio)📹Video 👉 Fede Sichel En el caso de Ascheri, después del pedido realizado ayer por la fiscal Gabriela Sosti, el tribunal resolvió hoy acotarle las salidas a la manzana de su domicilio y solicitar que se le coloque un dispositivo electrónico de control. En esta cuestión, la respuesta la tiene el Ministerio de Justicia, que suele argumentar que no tiene presupuesto para tal fin. El represor Eduardo Ascheri fue Jefe de la División Planes del Departamento de Inteligencia (G2) del Comando de Institutos Militares desde el 16 de octubre de 1978 hasta el 29 de noviembre de 1979. Es uno de los ocho imputados sometidos a juicio oral y público ante el Tribunal Oral Federal en lo Criminal Nº4 de San Martín, que preside Esteban Rodríguez Eggers. Ascheri fue sorprendido este sábado en las inmediaciones de la Av. Cabildo, caminando con total tranquilidad entre la gente. Quien lo vio es un asistente habitual del juicio del que Ascheri, a pesar de estar imputado, puede irse tras presentarse al comienzo de cada audiencia en el juzgado. Diego Guiñazú acompaña cada semana a adolescentes de escuelas secundarias que participan del Programa La escuela va a los juicios. Se indignó el sábado pasado cuando se cruzó por casualidad con Ascheri y lo filmó con su teléfono celular.El represor vivió una situación parecida hace dos meses, cuando el fotógrafo Gustavo Molfino, que además es sobreviviente y querellante en la causa de la Contraofensiva, lo vio ingresando a un bar de las inmediaciones del juzgado. En aquella ocasión, el abogado querellante Pablo Llonto mostró las fotos al tribunal y solicitó que se le revocara el beneficio, acompañado por todas las querellas y por la fiscal Sosti. Ante este pedido,su defensor oficial, Hernán Silva, argumentó: “Sería inhumano pensar que la persona no se pueda ir a tomar un café antes de venir a esta audiencia de debate. Tomar un café desde la delegación de la policía hasta acá no implica una violación de la domiciliaria. Estas fotografías nada acreditan de la violación de la domiciliaria. Por eso esta defensa rechaza el pedido de revocar la domiciliaria. Entiendo que esta situación se puede volver a dar, porque una persona se puede sentar a tomar a café con estos días de frío”. Ahora que pasó el invierno, parece que Ascheri necesita airearse para mitigar las primeras temperaturas elevadas de la temporada primavera/verano.El interrogante es si Ascheri, además de gozar del beneficio de la prisión domiciliaria, está autorizado por la justicia para salir a la calle. Según lo que pudo saber El Diario del Juicio, el tribunal que realizó la instrucción de la causa lo habilitó a caminar 20 cuadras por día, a raíz de una supuesta afección cardíaca. Gracias a esta decisión, cualquiera puede cruzarse con él, incluso sus propias víctimas o los familiares de ellas. La discusión más profunda es si un condenado o acusado por gravísimas violaciones a los derechos humanos, como Ascheri, debe gozar de esa lista de privilegios. Primero el de no estar en una cárcel común sino en su casa. Y luego, el de salir a la calle cuando quiera y como quiera. Mientras miles de presos comunes no acceden a tales beneficios, aún siendo mayores de 70 años y con afecciones de salud, los privilegios a los presos por delitos de lesa humanidad no deberían ser naturalizados.En el caso de Ascheri, después del pedido realizado ayer por la fiscal Gabriela Sosti, el tribunal resolvió hoy acotarle las salidas a la manzana de su domicilio y solicitar que se le coloque un dispositivo electrónico de control, lo que en realidad ya habia sido solicitado por el juzgado que realizó la instrucción. En esta cuestión, la respuesta la tiene el Ministerio de Justicia, que suele argumentar que no tiene presupuesto para tal fin. *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

El testimonio de Victoria del Monte se sumó al de las hijas e hijos que pasaron por la Guardería de La Habana. En su caso, la acción genocida le arrebató a su papá, Raúl del Monte, en 1976; y a su mamá Mariana Guangiroli y a su “segundo padre”, Julio César Genoud, ya en el marco de la represión a la Contraofensiva, en 1980. Victoria vino especialmente desde Brasil junto a su abuelo, Hugo Guangiroli. Ambos participaron del juicio, una instancia que suele ser sanadora. Al día siguiente, dejaron en la Biblioteca Nacional las cartas que su madre le envió a su abuelo, y Victoria dejó su muestra de sangre en el EAAF, a la espera de encontrar el cuerpo de su madre, que permanece desaparecida. En esta crónica, compartimos su testimonio, desgarrador y emocionante a la vez. (Por El Diario del Juicio*)  📝Texto 👉 Fernando Tebele ☝ Foto de Portada  👉 Victoria del Monte abrazada por Estela Ceresetto (en el centro) y Susana Brardinelli. Las dos la tuvieron a cargo cuando Victoria estuvo en la Guardería de La Habana.  📷 Fotos 👉 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio💻 Edición  👉 Martina Noailles A Victoria del Monte se le nota la tensión del momento en la rigidez de su rostro. Entra a la sala de audiencias con sus músculos faciales entumecidos. Se sienta y se quita un chaleco primaveral que apoya en el respaldo de la silla mientras jura que dirá la verdad. -¿Tiene algún interés especial en la causa? -pregunta formalmente el presidente del tribunal, Rodríguez Eggers.-Sí, claro -responde con seguridad-. Que se haga justicia y saber la verdad de lo que pasó con mi mamá.-Buen día, ¿cómo estás? -le consulta para comenzar la fiscal Sosti.-Un poco emocionada -asegura con la voz tambaleante. Enseguida se presenta. Dice que es Victoria del Monte, y que está allí por su mamá, Lía Mariana Ercilia Guangiroli. En la jornada 19 de este juicio ya hubo dos testimonios sobre Mariana: el de su mamá, Lía Martínez, y el de su hermana Solana Guangiroli. Sin embargo, el testimonio de su hija Victoria y el que vendrá luego, en la voz de Hugo, su papá, encarnan una suerte de Lado B del mismo dolor. La desaparición de Mariana en el marco de la Contraofensiva, probablemente haya profundizado las distancias entre las dos partes de la familia: por un lado, la madre y el resto de los hijos e hijas permaneciendo en el país. Por otro, Hugo y la pequeña Victoria reconstruyendo sus vidas en Brasil. Nada diferente a los problemas de otras familias, pero a la vez es sencillo darse cuenta de que el genocidio los profundizó. Son las diez y media cuando Victoria empieza a calmar su ansiedad, apenas rociada minutos antes con un café en el bar de la esquina, que suele ser lugar de previa para asistentes tempraneras/os. “Ella está desaparecida desde el 27 de febrero de 1980 por el accionar de las personas que están imputadas en esta causa. Fue llevada a Campo de Mayo. Eso lo supe por la declaración de Silvia Tolchinsky, en la que menciona que ella sabe que Julio César Genoud y su compañera, mi mamá, estaban secuestrados en Campo de Mayo”, dice de movida y aclara: “Yo era muy chiquita. Nací en febrero de 1976. Pude reconstruir a través del relato de mi abuelo (me crié con él en Brasil) y luego con el relato de los compañeros de mi mamá a los que fui viendo a lo largo de mi vida. Ahí pude ir armando un rompecabezas sobre lo que sucedió. También están las fotos y las cartas de mi mamá. Y mis recuerdos. Con todo eso armé esta historia”. El primer papá “Cuando yo nací ella tenía 17 años recién cumplidos. Mi papá se llamaba Raúl Héctor del Monte. Lo conocían como ‘El Pájaro’. Ellos eran de Mar del Plata, yo nací ahí. Mi papá desaparece en diciembre del ’76. Todos creían que lo habían asesinado porque fue lo que se dio a conocer en el Diario El Atlántico en una nota en la que decían eso. Yo supe, por un compañero que me contó, que mi papá estuvo en La Cueva. En el juicio (en Mar del Plata), un testigo narró haber estado con él ahí…”. Se produce un largo silencio, que se interrumpe sólo por los esfuerzos por manejar la congoja. Le preguntan si quiere parar. “No, no. Todo bien. Voy a llorar, es natural… Muchas gracias”, dice. El momento del ahogo en la angustia es un anticipo de aquello que Victoria tiene como señal solidaria de su padre con ausencia forzada. Si nadie quisiera estar en los zapatos de una persona secuestrada y torturada, siempre puede ver alguna excepción. “Un testigo narró haber estado con él en La Cueva. Yo siempre supe que mi papá era una muy buena persona y solidaria, porque todo el mundo me lo decía. El testigo contó que tenía mucho frío y no tenía zapatos, y mi papá se sacó sus zapatos y se los dio. Él sobrevivió y dice que tiene los zapatos guardados. Ese gesto de solidaridad retrata cómo eran mis padres y por qué hicieron todo lo que hicieron. Querían un mundo mejor para todos”. Victoria tiene sobre la mesa un papel con apuntes manuscritos. Fija su vista allí. Parece que lee, pero en realidad busca seguridad en ese punteo que hizo anoche, cuando entendió definitivamente que le iba a costar dormir. Cuenta que su abuelo se fue a vivir a Brasil, advertido por “Pájaro” del peligro. Ella se quedó con su madre, que también decidió salir del país, pero ya cuando ocurrió el secuestro de del Monte. Se fueron a México. El segundo papá Con cierto desorden, Victoria salta en el tiempo para abrazar la felicidad de su madre cuando se casó con Julio César Genoud en España. “Fue en julio del ’79. Cuenta mi abuelo que mi mamá le escribió avisándole que se iban a casar y él viajó a España. Yo tengo recuerdos, imágenes, de haber estado con mi abuelo en

La querella de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación pidió que se impute por el delito de falso testimonio al testigo Oscar Alberto Olari, gendarme que en 1980 estuvo a cargo de elaborar un sumario por el supuesto suicidio de Gervasio Martín Guadix en Paso de los Libres, Corrientes. Guadix no se suicidó. Había sido secuestrado en Buenos Aires el 26 de agosto de 1980 y, tras pasar por Campo de Mayo, fue llevado a la frontera con Brasil a un puesto donde el Ejército intentaba que prisioneros marcaran a sus compañeros de militancia que entraban o salían del país durante la Contraofensiva montonera. El ex gendarme Olari fue el cuarto testigo en la audiencia de ayer, en la que también brindaron su testimonio Dolores Guadix y Aixa Bona, hija y compañera de la víctima. Además, realizó una corta comparecencia Eduardo Triay, quien compartió casualmente el regreso a la Argentina de Ricardo Marcos Zucker y Marta Libenson, quienes se encuentran desaparecidos. (Por El Diario del Juicio*)  👆 Foto de portada: El ex gendarme Olari, visiblemente nervioso, espera una resolución sobre su controvertido testimonio. Al fondo de la primera fila, sostienen pancartas con la foto de Guadix, su hija Dolores Guadix, y Gabriel Sesar, la actual pareja de quien fuera su compañera, Aixa Bona. 📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio📷 Fotos 👉 Gustavo Molfino/Julieta Colomer/Fernando Tebele📝 Textos 👉 Martina Noailles/Fernando TebeleEdición 👉  Martina Noailles 👆 Algunas intervenciones en la cuadra del juzgado da cuenta de la presencia de un juicio por crímenes de lesa humanidad. Puede ser una pintada en la vereda, o una foto en un árbol. 📷Julieta Colomer/El Diario del Juicio 👆 El comienzo ya fue fuerte. El testimonio de más de dos horas de Dolores Guadix, la hija de Gervasio Martín Guadix, fue prolijo y tranquilo, pero la historia de la familia estuvo cargada, como la de casi todas las de quienes participaron de la Contraofensiva, de un dramatismo marcado por las ausencias y la reconstrucción de la historia, no siempre sencilla.  📷Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Aixa, Guadalupe y Rafael Flores, primos de Dolores, acompañaron su testimonio y el de su tía Aixa, que vendría después.  📷Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Luli, como le dicen, mostró dibujos de su padre. No sólo por el valor de traer su sensibilidad a la escena del juicio, sino también porque a su madre, mientras estuvo desaparecida en Campo de Mayo, le decían: “qué linda letra tiene su marido, qué bien dibuja”, lo que demuestra que él también estaba secuestrado, aunque luego simularían un suicidio en un supuesto ingreso al país en ómnibus. 📷Julieta Colomer/El Diario del juicio 👆 Ante la mirada del defensor oficial, Lisandro Sevillano, el foco de Luli se mantuvo en el repaso de cómo fueron encontrando pruebas de que el suicidio había estado teatralizado, con una persona que se hizo pasar por su padre, según consta en informes de inteligencia, algunos desclasificados, y otros que fueron dejados hace años en la redacción del diario Página 12 al periodista Carlos Rodríguez, que dará su testimonio la próxima semana. 📷Julieta Colomer/El Diario del Juicio 👆Al cierre de su largo testimonio, Dolores se desarmó en este abrazo con su primas y su primo. La emoción del final dejaba paso al comienzo del testimonio de la madre de Dolores, Aixa Bona, que estuvo primero desaparecida y luego presa hasta el retorno de la democracia. 📷Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆Aixa Bona era parte de un grupo de tres matrimonios que conformaban unas TEA (Tropas Especiales de Agitación). Una de sus tareas fue imprimir un libro de Montoneros y distribuirlo por correo. 📷Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆Cerca del cierre del testimonio, Aixa pidió una foto de su compañero, y su hija le acercó la suya. 📷Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆Alberto Venero, amigo de la infancia de Guadix, asistió a un día especial para el caso específico porque comenzó a develarse la trama de la propaganda mentirosa de la dictadura. No se hablaba entonces de Fake News, pero exactamente de eso se trataba: publicar una noticia falsa en los diarios que en aquel momento contaban con una gran credibilidad social. 📷Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆Observa en primer plano Gabriel Sesar, actual pareja de Aixa Bona, que acompaña a su familia en la reconstrucción histórica que remplaza al pacto de silencio de los genocidas. Más atrás, Magdalena Sesar, la hermana de Dolores. 📷Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆Bona relató cómo estuvo sostenida su esperanza de que si a ella la habían blanqueado, también harían lo mismo con Guadix, cosa que finalmente no sucedió. 📷Julieta Colomer/El Diario del Juicio 👆El único testimonio que no fue por el caso Guadix, fue el de Eduardo Triay, quien había conocido en la universidad a Ricardo Marcos Zucker, uno de los integrantes de Montoneros desaparecidos, del que era amigo. Triay contó muy concretamente, en apenas 15 minutos de testimonio, que compartió viaje desde Río de Janeiro, en ómnibus, con Zucker y la que era entonces su pareja, Marta Libenson. Su testimonio es importante para marcar la fecha del ingreso al país de Zucker y Libenson, antes de ser secuestrados apenas pisaron suelo argentino. 📷Gustavo Molfino/El Diario del Juicio Al finalizar el testimonio de su madre, Dolores posó con dos amigos de su padre, que lo acompañaron desde su infancia: Marcelo Barandiaran (a su derecha) y Alberto Venero. Las sonrisas se iban a escapar de sus rostros rápidamente porque estaba por comenzar su testimonio el ex gendarme Oscar Alberto Olari. 📷Julieta Colomer/El Diario del Juicio 👆Olari comenzó tranquilo y seguro. Llegó al juicio oral como testigo convocado por la querella que encabeza el abogado Rafael Flores, en representación de la familia Guadix/Bona. Durante su extenso testimonio, el ex gendarme, que se encargó de realizar el sumario judicial del supuesto suicidio, se mostró reticente a responder las preguntas sobre las innumerables irregularidades y omisiones de aquel informe. Su frase de cabecera fue: “No recuerdo”. 📷Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 Ante las preguntas de la fiscal Sosti, del abogado de la querella de Rafael Flores (que sólo litiga en este

La audiencia se extendió hasta pasado el mediodía. Declararon Pedro Salvadeo, por su cuñada Graciela Rivero; Antonio Bregant, por su hermana María Luisa Bregant y su cuñado, Arturo Fidel Dean (integrante de las Ligas Agrarias). Luego fue el turno de los testimonios más extensos: Victoria del Monte es la hija de Mariana Guangiroli, desaparecida en la represión a la Contraofensiva. También declaró Hugo Guangiroli, padre de Mariana y abuelo de Victoria. Fue una jornada muy emotiva y rica en imágenes. (Por El Diario del Juicio*) Foto de portada:☝ Marcelo Cinto Courtaux es el único de los 8 imputados que se encuentra preso en cárcel común. En realidad está en esa condición porque estuvo prófugo durante casi tres años. 📷 Fotos 👉 Gustavo Molfino📝Textos 👉 Fernando Tebele💻 Edición 👉 Martina Noailles ☝ La audiencia comenzó bastante más tarde que las 9:00, la hora citada. El juez Matías Mancini (de saco rosa), está junto a Adriana Taboada (de la Comisión por la Memoria de Zona Norte) y Daniel Cabezas, sobreviviente de la Contraofensiva. Dialogan con estudiantes de la carrera de psicología de la Universidad de Morón. Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Después del comienzo de la audiencia, como cada jornada, el tribunal permite que los imputados se puedan ir. Raúl Muñoz (a la izquierda en la foto) y Eduardo Ascheri, parecen felices. Detrás asoma Jorge Bano, apoyando sus manos sobre Ascheri. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Pedro Salvadeo fue el primero en ingresar. Declaró por su cuñada Graciela Rivero, que fue víctima de la represión a los y las militantes de la Contraofensiva de Montoneros. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Antonio Daniel Bregant ocupó el segundo turno. Su declaración estuvo vinculada a las Ligas Agrarias, ya que tanto su hermana, María Luisa Bregant, como su cuñado, Arturo Fidel Dean, fueron parte de ese grupo. Bregant y Dean fueron parte de uno de los grupos que estuvieron escondidos en el monte chaqueño y santafecino. Luego salieron del país y retornaron para la Contraofensiva. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Cerca de las 10:30 ingresó Victoria del Monte. Se crío con su abuelo en Brasil, adonde regresó hace algunos años luego de un retorno a la Argentina en busca de la historia de sus padres. “No sólo me desaparecieron a mi mamá, (Mariana Guangiroli) y a mi papá (Raúl del Monte, secuestrado en 1976 en Mar del Plata), también a mi segundo padre”, dijo en referencia a Julio César Genoud, con quien alcanzó a vivir antes de que la llevaran a la guardería de La Habana.  📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Una amiga de Victoria, en primera fila, sin poder dejar de llorar. “Es la primera vez que escucho completa la historia de su familia”, comentó luego al Diario del Juicio.  📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Victoria llevó una pequeña foto de su niño Tao, que tiene 6 años. Dijo que también estaba allí por él, y compartió con los jueces y el público una foto suya. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Hubo varios pasajes del testimonio de Victoria en los que la emoción fue generalizada. Aquí, de izquierda a derecha, la doctora Morguese Martín; el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers; y Matías Mancini. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Con la foto de su madre colgada en el cuello, y la rosa roja tejida a mano, Victoria buscó apenas terminó su testimonio a dos personas muy queridas con quienes estuvo en la guardería de La Habana. En el centro está Estela Ceresetto, y también la acompaña Susana Brardinelli. Ambas siguen el juicio durante todas las jornadas, pero tienen a mano siempre, todavía, una cierta protección de “tías” para con aquellas niñas y niños a quienes cuidaron como si fueran sus hijas e hijos. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Después de su nieta, ingresó Hugo Guangiroli, recién llegado desde Brasil especialmente para estar en el juicio. Guangiroli, psicólogo de 86 años, trajo una 50 cartas que intercambió con su hija, con quien tenía una fluída relación a pesar de la distancia entre su exilio y la clandestinidad de ella.  📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Guangiroli leyó una de las cartas antes de irse. En el intercambio, Mariana no sólo deslizaba cuestiones de su vida personal, sino que también volcaba algo de sus pensamientos políticos, sin profundizar, debido a la situación de clandestinidad. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ El cierre encontró a Hugo y Victoria entregados a un abrazo después de la tensión de una jornada en la que la presencia de Mariana sobrevoló la audiencia. Ambos regresan a sus vidas en Brasil 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

La figura de Mónica Pinus sobrevoló toda la jornada de esta audiencia. Primero con la extensa declaración de Eduardo Binstock, su compañero al momento del secuestro. Luego, con la declaración de los hijos de ambos: Ana Victoria y Miguel Francisco Binstock. Pinus fue secuestrada junto a Horacio Campiglia en Brasil, en marzo de 1980. Un grupo del Batallón de Inteligencia 601 llegó para capturarlos al pie del avión que los traía de Panamá. El juicio seguirá el próximo jueves desde las 9 horas. (Por El Diario del Juicio*)  👆 Foto de portada: Edy Binstock utilizó un lenguaje muy gestual para testimoniar durante dos horas y media, como lo muestra esta imagen. Estaba contando cómo era la militancia barrial junto a Mónica Pinus, hasta que llegó la Triple A.  📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio📷 Fotos: Gustavo Molfino/Fernando Tebele 📝 Textos: Fernando Tebele 💻 Edición: Martina Noailles 👆 Los imputados, durante el poco tiempo en el que permanecen en la sala, hasta que el tribunal les otorga el permiso para retirarse. El que observa fijo a la cámara, tercero en la fila, en Jorge Eligio Bano, uno de los integrantes del Batallón de Inteligencia 601 del Ejército, acusados en esta causa.  📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Eduardo Binstock respondió preguntas de todas las partes, incluyendo un extenso cuestionario de parte del abogado defensor Lisandro Sevillano. Como Binstock fue uno de los adultos a cargo de la Guardería de La Habana, Sevillano intentó profundizar respecto a los vínculos y el apoyo del gobierno cubano a esa iniciativa.   📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 En la primera fila, como siempre, afectos, compañeras, familiares. En foco está Andrea, la actual compañera de Binstock, que acompañó muy emocionada las tres declaraciones.   📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 El juez Matías Mancini, de 35 años, no tiene en este juicio el rol protagónico que tuvo durante en el primer juicio por los desaparecidos de La Tablada. Allí era el presidente del tribunal, cargo que en este juicio ocupa Esteban Rodríguez Eggers. Sin embargo Mancini consultó esta vez a Binstock respecto de lo que representó para él un reconocimiento que el Estado brasileño realizó acerca de los secuestros de Pinus y Campliglia. En la sentencia de la causa Tablada, el tribunal decidió que la condena al genocida Arrillaga tenía “carácter de reparación simbólica” para con el hijo de la víctima.  📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 La jueza Morguese Martín, recientemente incorporada, también realizó una pregunta esta vez más humana que técnica. Quiso saber cómo habían continuado la vida de Edy Binstock tras la desaparición de su compañera de vida.   📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 La segunda testigo fue Ana Victoria Binstock, hija mayor de la pareja Binstock/Pinus. Fue una exposición muy emotiva, en la que Ana Victoria pasó desde su teléfono celular un audio corto de su madre, extraído de unos de los casetes que enviaban los y las participantes de la Contraofensiva a la Guardería de La Habana. Contenían mensajes tanto para sus hijos e hijas, como para “los tíos”, como denominaban a las personas adultas a cargo.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 Ana Victoria se abrazó con su padre apenas finalizó su testimonio. Fue la primera vez que el aplauso con el que cierran todas las testimoniales se demoró. Fue fácil entender que la pausa tuvo que ver con la emoción y el impacto que causó el testimonio que con mucho esfuerzo emocional llevó adelante.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 Mientras Ana Victoria testimoniaba, detrás suyo, Andres y Edy formaban parte de la emoción general. En los momentos de mayor esfuerzo de su hija para poder continuar con el testimonio, Edy inclinaba su cuerpo hacia adelante como un intento por acercase más, por aportar liviandad sobre las espaldas sobrecargadas de su hija.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 El último turno lo ocupó Miguel Francisco Binstock. En una perfecta complementación entre los tres testimonios, Miguel utilizó su tiempo para contar algunos hechos puntuales que dan cuenta de cómo crecieron sin su madre. También puntualizó en su militancia en la Agrupación HIJOS.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 Miguel le pidió al tribunal que las condenas de los imputados sean cumplidas en cárceles comunes. Más del 60% de los genocidas han obtenido el beneficio de la prisión domiciliaria. Como ha quedado demostrado en este juicio (aunque el tribuna no lo convalidó), no respetan el cumplimiento de la pena y se manejan en las calles con total libertad.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 Al cierre de su testimonio, el primer abrazo fue también para su padre, ante la mirada de Andrea. Miguel también se refirió a lo que implica la acción del genocidio en la generación de los hijos de los hijos. Se refirió a cómo su pequeño va creciendo mientras conoce la historia de su abuela desaparecida.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 El abrazo más emotionado de Miguel fue con su compañera. En ese abrazo apretado pareció desinflarse luego de la carga que implica para todas las personas que pasan por la silla de los testigos, aportar datos que ayuden a conseguir Memoria, Verdad y Justicia.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 La familia completa, con la foto de Mónica que no consigue remplazar su ausencia. El parecido físico entre Mónica y Ana Victoria es notorio.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio 👆 Ana Victoria observa junto a un amigo de la familia, una foto registrada en la Guardería de La Habana. Allí se la ve junto a su hermano Miguel. Quien está observando a Ana Victoria es Yamila Collazo, una de las psicólogas del Centro Ulloa, que acompañana a quienes dan testimonio antes y durante ese momento tan especial.  📷 Fernando Tebele/El Diario del Juicio *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta

Edgardo Binstock, su hija Ana Victoria y su hijo Miguel Francisco, fueron los tres testigos de una jornada que contó con la particularidad de que se escuchara, por primera vez, la voz de una de las víctimas, Mónica Pinus de Binstock. El Diario del Juicio comparte, como parte de esta crónica, también ese audio que conmovió a todas la partes del juicio. Mónica Pinus fue secuestrada en Brasil junto a Horacio Campiglía. Edy Binstock, sobreviviente de la Contraofensiva, contó cómo fue el largo camino para saber cómo fue el secuestro, que va desde el relato de un testigo ocular en el Aeropuerto de Río de Janeiro a los documentos desclasificados por Estados Unidos, pasando por el relato de la sobreviviente Silvia Tolchinsky. 📝 Texto: Fernando Tebele📷 Fotos: Gustavo Molfino/Fernando Tebele💻 Edición: Diana Zermoglio👆  Foto de portada: Eduardo Binstock junto a Ana Victoria y Miguel Francisco, luego de una jornada familiar muy intensa (Fernando Tebele/Diario del Juicio) Ana Victoria Binstock no puede más de angustia. Tiene que hacer prolongadas pausas entre palabras para poder respirar. Es todo un esfuerzo para ella estar allí. No quiere ni tiene por qué disimularlo. La angustia es tal, que uno de los jueces, Matías Mancini, le consulta si quiere que algún familiar la acompañe en su testimonial. No la interrumpe, se cuela con cuidado por la hendija de sus silencios. El juez Esteban Rodríguez Eggers lo respalda: “no es muy ortodoxo, pero si las partes no tienen objeciones”. No hace falta, ella quiere seguir. Sentado exactamente en la silla de atrás, su padre, Eduardo Binstock, que acaba de declarar durante dos horas y media, inclina su cuerpo hacia adelante para darle impulso. Estamos a punto de vivir seguramente uno de los hitos de este juicio. Hasta aquí se ha escuchado a hijas e hijos leer cartas de sus padres. Se han visto fotos en colores y en blanco y negro, más o menos desgastadas por el paso de los años. Nos han compartido sus dibujos infantiles. También contaron acerca de la ausencia irreparable, de la reconstrucción cotidiana e interminable de esas historias que debieron conocer directamente y que el genocidio impidió. Pero lo que está por suceder supera todo lo anterior, sin quitarle relevancia a nada de lo vivido en las veintitrés jornadas precedentes. Ana Victoria pide permiso para que escuchemos un audio que está en su teléfono celular. Alguna dificultad para hacerlo funcionar prolonga la ansiedad. Está por aparecer la voz de su madre, Mónica Pinus de Binstock, desaparecida desde el 12 de marzo de 1980. “Esto es para los tíos. Solamente quiero saludarlos… esperar que todo vaya bien. Y… que tengamos confianza, que todo nos va a ir muy bien (largo silencio). Y desde ya, les deseo la mejor de las suertes en la tarea que sé que es difícil (otra pausa), pero es muy muy linda (pausa). Un abrazo montonero para todos”. Ana Victoria tiene un buzo Adidas azul. Sus pies se aprietan enteros contra el piso, bien firmes. “Estábamos en la Guardería de La Habana al cuidado de ‘los tíos’. Así como nos mandaban las fotos y las cartas, nos mandaban casetes”. Apenas 34 segundos de la voz de Mónica alcanzan para generar un impacto que ni el público ni ninguna de las partes puede disimular. Lo más sorprendente de todo quizá sea que las pausas angustiadas de Ana Victoria y su manera de decir, suenan muy parecidas a la de su madre, que está poniendo, por primera vez en este juicio, el sonido de la voz de quienes ya no están, porque no pueden. Los que no están, porque pueden Al comienzo de su testimonio, Ana Victoria había señalado que quería plantear una cuestión. “Antes de empezar a hablar de mi mamá, quería compartir algo que pasó. Cuando tomamos la decisión de venir a testimoniar, participé del primer día, yo estaba del otro lado del pasillo (señala la división invisible, pero notoria, entre familiares de militantes y los imputados), y veía que los familiares de los imputados estaban constantemente con los celulares, chateando, en las redes sociales. La verdad es que los tenía muy cerca y eso me generó en ese momento mucho malestar. Es algo que tenía constantemente en mi cabeza. Estaban como en una charla de café y estábamos hablando de la desaparición, tortura y muerte de nuestros familiares. Cuando me comentaron que no iban a estar presentes los imputados, dije: bueno, no voy a tener que cruzármelos y estar testimoniando con esa sensación de malestar que se me había generado; por unos segundos sentí alivio. Y después, con el pasar de los días, sentía que algo me molestaba. Y pensé: no, yo creo que tendrían que estar acá escuchándonos, a los testigos, a los sobrevivientes, a los hijos de los compañeros, porque es parte de la justicia que todos buscamos, que ellos estén al tanto de las consecuencias de sus actos”. Ana Victoria Binstock muestra fotos de su madre, antes de la última vez que la vio, en la Guardería de La Habana.📷Fernando Tebele/El Diario del Juicio Luego de ese preámbulo, comenzó a hablar de Mónica. Arrancó por sus abuelos, que conformaron la familia Pinus-Tolchinsky, y a quienes no conoció. “Había mucha vinculación de mi familia con los Tolchinsky, que todas las semanas se juntaban los domingos en lo de los abuelos. Allí conocí a Silvia Tolchinsky. Me contó, las veces que pude hablar con ella, que cuando eran chicas el Zeide (abuelo en idish) las llevaba a Agronomía y ellas (las primas Mónica Pinus y Silvia Tolchinsky) jugaban a proteger a alguien y siempre se llevaban a algún gatito y lo protegían y le daban de comer. Sentían que eso era una primera muestra de lo que significaba la militancia”. Silvia Tolchinsky es una presencia permanente en este juicio, a través de los datos que pudo ir acercando, como sobreviviente de Campo de Mayo, a muchas de las familias que perdieron a sus seres queridos, de quienes ella pudo aportar alguna información como una de las