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Lautaro Curruhuinca


Después de estar 5 años prófugo, Lautaro Curruhuinca se presentó a la Justicia para dar testimonio en el juicio por Nahuel. La persecución, la clandestinidad y la libertad actual. Su relato minucioso de aquel 25 de noviembre de 2017, al que calificó como “una cacería” en este diálogo con La Retaguardia. Redacción: Fernando Tebele Edición: Agustina Sandoval Lerner Lautaro Curruhuinca tiene 25 años. Estuvo prófugo de la Justicia desde los 19 hasta hace pocas semanas, cuando se presentó para dar testimonio de cómo vio morir a Rafael Nahuel, el joven mapuche asesinado por efectivos de la Prefectura que son juzgados actualmente en General Roca, la ciudad que lleva el nombre del genocida de pueblos originarios. Quiere hablar. Necesita romper el silencio. Aunque pensó que quedaría preso al presentarse, la Justicia lo liberó. Estaba acusado primero por el asesinato de su propio compañero. Cuando el disparate quedó en evidencia, le imputaron haber sido parte de un enfrentamiento con las fuezas federales y hasta le pusieron como cargo “Atentado contra el orden institucional”. El juicio por Rafael está certificando que tampoco fue así. Que fue más bien una cacería, como dirá Lautaro en la charla, como se denunció desde el primer momento. Ante la presentación de la Gremial de Abogados y Abogadas, el juez solo dejó el cargo de “Usurpación”, y lo dejó libre considerando prescripto el delito. Ahora está en Bariloche, a punto de regresar al territorio. Desde el otro lado de la línea, siempre acompañado por su mamá, Mirta Curruhuinca, se dispone a retroceder a aquellos días oscuros de noviembre de 2017. El día que estaban velando los restos de Santiago Maldonado en su pueblo, Rafa Nahuel era asesinado y otras dos personas resultaban heridas con balas de plomo. Allí comenzó el silencio de Lautaro  que ahora se rompe con ese relato minucioso.  —Una semana bastante particular, porque pasaste de estar en la clandestinidad, escapando de la Justicia que te buscaba, a estar en el juicio por el crimen de Rafael Nahuel dando testimonio. ¿Cómo fue ese cambio? Me imagino que es un cambio brusco. —Primeramente sí, obviamente uno se acostumbra a vivir así tantos años, porque yo estuve un poco más de cinco años prófugo, con pedido de captura, y la verdad que no me esperaba que pase así tan de repente, de un día para otro el cambio de la decisión del juez. Cuando yo decido presentarme como testigo, inclusive lo hacía pensando que podía llegar a quedar detenido. Pero igual iba a presentarme como testigo en el juicio, sin importar que esté detenido. Y la verdad es que me sorprendió bastante todo esto, porque todos estos años la defensa presentaba siempre la eximición de prisión y siempre se lo rechazaba la Fiscalía, porque yo no quise aceptar la versión de ella, que fue un enfrentamiento armado y esa fue la excusa para la captura, porque no me quise doblegar ante ellos.  —El día del asesinato de Rafa, vos decías que una de las razones por la que no te quisiste presentar es porque la Justicia presentaba el asunto como un enfrentamiento. ¿Qué fue lo que pasó aquel día? ¿Cómo lo definirías?  —Ese día, esos días, del día de desalojo, del 23 a la madrugada al 25 (de noviembre de 2017), en realidad fue tipo una cacería que hizo la policía mientras nosotros estuvimos en el monte escondidos. Y no fue un enfrentamiento armado, porque nosotros no teníamos armas, teníamos piedras no más. Y nos defendimos solamente con piedras. —Tuvimos hace algunas semanas el juicio contra Jessica Bonnefoi, acusada de un rasguño contra una oficial, el 23; dos días después, el 25, se produce finalmente la represión con Rafa asesinado. ¿Qué recordás de aquel día?  —Bueno, el 23 a la madrugada llegó la policía y resistimos hasta donde pudimos. Y obviamente, con lo que teníamos a mano, que eran piedras no más. Y de ahí la gente que estuvimos ahí, nos replegamos para el monte, salimos corriendo para arriba, para la cordillera, y ahí estuvimos todo ese día, y ahí nos estuvieron cazando a nosotros con helicópteros, drones, con policías y con perros. El helicóptero iba y venía todo el tiempo. A la noche el dron también, y el 24 de la mañana decidimos volver para un lugar que conocían los peñi, donde hacían ceremonias, que fue donde lo mataron a Rafa. Y cuando llegamos ahí, nos encontramos con Fausto (Jones Huala) Rafita, que habían subido a llevarnos comida y abrigo y las noticias de lo que estaba pasando afuera. Ahí estuvimos hablando, descansamos, pudimos comer un poco y el 25 a la tarde seguimos, después de pasado el mediodía, y bajamos a ver qué es lo que estaba pasando en la ruta porque no se escuchaba más ruido, no se sabía nada. Y cuando bajamos a 200 metros de esa planicie donde estábamos, empezamos a escuchar disparos. Primero un grito de alto de Prefectura, pero al instante fue un disparo atrás del otro y empezamos a correr para arriba nuevamente. Nunca se dejaron de escuchar los disparos mientras corríamos esos 200 metros. En el momento, cuando llegamos arriba y veíamos que algunos no llegaban, empezamos a tirar piedras donde venían los disparos, corriéndonos porque la balacera era terrible y ya ahí en ese momento yo alcanzo a ver que lo hieren a (Gonzalo) Coña. Eso fue eterno. Duró poco, pero fue eterno, y de repente veo que a la izquierda mía cae Rafita y al instante empezamos a gritar, y seguía la balacera, y ahí hieren a Johana (Colhuan). Entonces entre toda esa gritería, ahí se van, se vuelven para abajo, con velocidad.  —Entonces ustedes ahí se encontraban con tres personas que habían recibido balazos Coña, Colhuan y Nahuel, y se dieron cuenta rápidamente que la situación de Rafa era peor.  —Sí, cuando lo revisamos, se revolcaba en el piso, no podía hablar mucho, decía algunas palabras, pero se revolcaba por el dolor. Lo empezamos a revisar y encontramos que tenía un poco de sangre en