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Desaparecidos La Tablada

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“A la noche se cortan los disparos. Me ordenan evacuar a un soldado que había muerto en la guardia de atrás y después me voy a Campo de Mayo a llevar el cuerpo. Eso fue lo que declaré en Morón”. El sargento César Ariel Quiroga lleva apenas 10 minutos declarando. Está parado al lado de los jueces. Allí, frente a un mapa del Regimiento de Infantería Mecanizada 3 de La Tablada, los testigos van marcando dónde estuvieron aquel día. Todo transcurre con normalidad. Es un testigo propuesto por la defensa del genocida Arrillaga y por la fiscalía. “Es lo que declaré en Morón, pero no es lo que firmé en Morón”, indica Quiroga. La sorpresa invade cada rincón de la pequeña sala. Hernán Silva, el abogado defensor del acusado, es quien pregunta. Es su testigo. Pero Quiroga, visiblemente nervioso, está por soltar la verdad desde sus manos temblorosas. Silva le pide que vuelva a tomar asiento. Parece como si le dijera: “piense bien lo que va a decir Quiroga”. Obviamente no se lo dice. Fotos: la declaración falsa que Quiroga tuvo que firmar en 1990 (El Diario del Juicio) La declaración falsa que Quiroga tuvo que firmar en 1990 (Foto: El diario del Juicio) “Me empiezan a leer lo que había declarado. Creo que era el secretario del juez Larrambebere. Había cosas que yo no había dicho”, dice en referencia a su declaración de 1989. Aquel secretario al que cita Quiroga es Alberto Nisman. Su nombre comenzó a sobrevolar la sala en la segunda jornada, durante la declaración del periodista Pablo Waisberg, coautor de la investigación La Tablada – A vencer o morir, incorporada como prueba en el juicio. Quiroga no lo nombra a Nisman, pero su declaración ahora negada lleva la firma del exfiscal y la del juez Larrambebere. También lleva la suya, y aclara que eso sucedió después de un diálogo:—Yo no dije eso —, cuenta que dijo ante el secretario.—Este es un trámite que hay que hacer por si en algún momento alguien reclama algo. Y hay que hacerlo y firmar, por la institución —, le respondió el oficial auditor, Teniente González Roberts, luego de sacarlo de la sala para justificarle la mentira.“Aclaro que actué por mi corta edad y trayectoria en la fuerza, por presión y por miedo. Por eso firmé lo que firmé. Hay cosas que no son reales. Y firmé… Hace 30 años que llevo esta mochila conmigo. Hay cosas que escribieron ahí que yo no viví. Me engancharon a mí porque yo tuve movimientos dentro del cuartel”. Sigue Quiroga. Todavía dura la sorpresa a su alrededor. Está vestido con una remera negra, que aprieta sus brazos trabajados. Llevaba 4 años en el ejército cuando sucedieron los hechos; hace apenas 3 que abandonó la fuerza. Está angustiado, y se le van notando, de a poco, el alivio y la descarga. Hasta la postura corporal cambia, dejando de lado toda la tensión. Desaparece la mochila que nunca vimos; mientras se lo escucha, es posible intuir que el peso fuera capaz de doblarle el cuerpo. Ahora se respalda contra la silla. Su espalda se endereza. “Ahí me hicieron decir que yo me encontré con un tal mayor Varando, cosa que niego. No lo conocí, no lo crucé, no transporté ningún subversivo. No conocí a ningún Sargento Esquivel. Si me hubieran tomado mi declaración real, yo no estaría acá hoy, porque no serviría. No hice nada raro, solo traslados y llevar y traer heridos de la puerta. Nunca tuve contacto con subversivos vivos”. La relevancia de su testimonio salta a la vista, pero conviene repasarla. Durante muchos años, la versión oficial del ejército, sostenida por Varando y Arrillaga, fue que José Díaz (el único caso en este juicio) e Iván Ruiz, fueron entregados a Quiroga por Varando. Que Quiroga se los entregó a Esquivel, que luego apareció muerto, hecho que los militares adjudicaron a Ruiz y Díaz, que después habrían escapado. Como dijo el periodista Waisberg, liberado por la muerte de Nisman para citarlo ahora como fuente reservada en el libro: “Nos resultó absolutamente inveroímil la versión de Nisman. Pensar en que dos personas, después de más de 10 horas de combate, una de ellas heridas, con signos de deshidratación por el calor agobiante, capturados por un comando entrenado especialmente para combate urbano, hayan podido escaparse de un cuartel que a la hora de sus capturas, estaba rodeado de manera impenetrable, es en la práctica insostenible”. Tan insostenible como pensar que el juez Gerardo Larrambebere no conozca la maniobra que se armó desde su juzgado para ocultar las desapariciones. Es notorio que el defensor no sabe cómo seguir. Parece intentar circunscribir los ilícitos a Nisman, o quizá busque certificar su participación para poder decir que el fiscal muerto no puede responder a las acusaciones. Eso lo sabremos durante su alegato.—¿Le suena el nombre Alberto Nisman? —le pregunta Silva.—¿El que mataron? —responde Quiroga, que cuando entiende que le preguntan si reconoce a Nisman como el secretario que le tomó la declaración falsa, dice que no podría reconocerlo, que no se acuerda.—Le pido un esfuerzo de memoria porque para todos es trascendente. Trate de evocar en su memoria el momento en el que estaba frente a esa persona tomándole declaración. Cierre los ojos e intente ver esa imagen. Por lo menos intente —se esfuerza el defensor.—Cierro los ojos pero no me acuerdo quién era el secretario del juez —concluye el testigo, y desata risas entre el público, sobre todo porque el pedido de que cierre los ojos pareció algo así como un “cierre los ojos a ver si despierta y dice lo que tenía que decir, Quiroga”.—¿Se siente mal?, ¿quiere descansar? —consulta Silva.—No me siento mal, siento que descargué algo que traigo conmigo hace 28, 29 años.Allí interviene el juez Rodríguez Eggers, el que más participa en las testimoniales, sobre todo cuando es necesario precisar algo que pudiera dejar espacio para dudas.—En una institución verticalista como el ejército, ¿es viable que un sargento joven al que un superior le

En la tercera audiencia del juicio por la Tablada dos militares avalaron la acusación de que Iván Ruiz y José Díaz fueron capturados con vida, torturados y desaparecidos. César Ariel Quiroga, quien se desempeñó conduciendo una ambulancia dentro del Cuartel, denunció que le hicieron firmar una declaración con hechos que él no vio. Esa testimonial falsa lleva la firma de Alberto Nisman, por entonces Secretario del juzgado de Morón.En lo que representó un giro sorpresivo para la causa que tiene como acusado al ex general Alfredo Arrillaga, Quiroga desmintió la versión oficial acerca de lo sucedido en enero de 1989 durante la represión en la recuperación del cuartel de La Tablada, tras la toma por parte de militantes del MTP . “Siento que me descargué una mochila que hace 30 años llevo encima”, dijo visiblemente emocionado. También declaró José Almada, otro militar que ya había denunciado las torturas y desapariciones en 2004. Foto: De izquierda a derecha: Rodríguez Eggers, Mancini y de Korvez, los jueces del tribunal.Era esperado el testimonio de José Almada, militar que participó del operativo represivo que recuperó el cuartel el 23 y 24 de enero, que ya había denunciado en 2004 violaciones a los derechos humanos por parte de sus compañeros del ejército. Sin embargo, el primer testigo de la jornada de hoy, César Quiroga, que ingresó varias veces a La Tablada a retirar heridos, sorprendió al denunciar que lo obligaron a firmar una declaración que nunca dio.La declaración de Quiroga sorprendió a todos y todas en la sala, sobre todo al abogado defensor de Arrillaga, Hernán Silva, que lo habia llamado a declarar para sostener la versión del Ejército.Ese relato que firmó y hoy desmintió es la versión oficial del ejército que sostiene que José Díaz e Iván Ruiz fueron capturados y subidos a la ambulancia que Quiroga manejaba y que fue él quien se los entregó a Esquivel, que luego apareció muerto. La coartada que sostuvo el militar Jorge Eduardo Varando hasta su muerte, fue que Ruiz y Díaz asesinaron a Esquivel y escaparon del regimiento. Quiroga comenzó su relato con una aparente normalidad hasta que dijo: “Esto que conté es lo que yo viví, porque el resto de las cosas que dice la declaración yo nunca las viví. Me engancharon ahí porque yo  tuve movimientos dentro del cuartel. Ahí dice que yo me encontré con un tal Mayor Varando. No lo conocí. No transporté a ningún subversivo. Yo nunca tuve contacto con un subversivo”, sorprendió Quiroga, que dejó la fuerza hace 3 años.“Hay que hacerlo por la institución”, dijo que le respondió oficial auditor Teniente González Roberts cuando Quiroga le aseveró que él no había declarado lo que veía escrito.Se esperaba que Quiroga ratificara los dichos que figuran en el expediente como su declaración de agosto de 1990, tomada en el juzgado de Morón que dirigía Gerardo Larrambebere, con la secretaría en este caso de Alberto Nisman. Hoy, como testigo en la causa que investiga el asesinato de José Díaz, indicó que fue presionado para firmar una historia que nunca vio. “Me dieron dos hojas dijeron que era un trámite que tenía que hacer por si en algún momento alguien reclamaba algo”, explicó y mostró las copias que le entregaron en aquel momento, que ahora son parte del expediente y serán sometidas a peritaje según anunció el presidente el TOF Nº4 de San Martín, Matías Alejandro Mancini. “Lo firmé por mi poca edad, porque hacía poco tiempo que estaba en la institución, por presión y por miedo”, agregó Quiroga.En la declaración que realizara ante Alberto Nisman este sargento de por entonces 24 años decía haber llevado a dos civiles heridos en su ambulancia (que respondían a las descripciones de José Díaz e Iván Ruíz, quienes hoy continúan desaparecidos) y se los había entregado al Suboficial Raúl Ricardo Esquivel, que murió aquel día en La Tablada. Así, la versión oficial intentaba cerrar los caminos para investigar qué pasó con 2 de los 4 integrantes del Movimiento Todos por la Patria que permanecen desaparecidos. Ruiz y Díaz aparecen en filmaciones y fotografías rindiéndose sin presentar resistencia.“Si me hubieran tomado la declaración de lo que hice ése día no estaría acá, porque no serviría, no hice nada raro”, contó Quiroga al cierre de su testimonio. Sin embargo, al declarar hoy la verdad dejó sin coartada al relato oficial que por tantos años intentaron sostener. Junto con la declaración posterior de José Alberto Almada, desarmaron la hipótesis de la ambulancia que llevaba a un callejón sin salida la investigación. Con el fin del pacto de silencio dentro de las fuerzas, comienza a crecer la esperanza de un fallo que ponga por fín justicia para algunos de los crímenes aberrantes qje cometieron las Fuerzas Armadas en La Tablada.Al final de la jornada declaró José Almada, un ex sargento del ejército que denunció en 2004 a sus compañeros de la fuerza por las torturas y desapariciones de Ruiz y Díaz, a quienes vio cuando fueron capturados, y más tarde cuando fueron torturados. “Yo juré respetar la Declaración Universal de los derechos del hombre y me pareciá que todo esto no guardaba relación con nuestra tarea. Los trasladaron a otro lugar y los trajeron luego muy golpeados -dijo acerca de ambos-, los subieron a un Ford Falcon y los sacaron con rumbo desconocido.Almada denunció que mientras esperaba para declarar ante el TOF4, dos mujeres familiares del militar Jorge Halperín, que declaró un rato antes que él, le preguntaron si era testigo. Cuando les respondió que sí, le dijeron: “¿sos de los zurdos? Usted es un arrepentido, ¿cuánto le pagaron estos hijos de puta?”. El presidente del tribunal le pidió disculpas por los hechos vividos esta tarde, en la que sin dudas, la causa por los desaparecidos de La Tablada dio un vuelco tan inesperado como contundente. Para uno de los abogados querellantes, Ernesto Lombardi, aseguró que “Quiroga acaba de demoler la coartada, el tremendo encubrimiento que se armó para tapar la desaparición no solo del objeto procesal de este juicio,

El miércoles se desarrolló la segunda audiencia del juicio en el que el General Alfredo Arrillaga está acusado del asesinato de José Díaz, uno de los militantes del Movimiento Todos por la Patria que hasta el día de hoy permanece desaparecido junto a Francisco Provenzano, Ivan Ruiz y Carlos Samojedny. Los hechos ocurrieron tras la represión del Ejército al retomar el control del cuartel. La próxima audiencia será este viernes 14 desde las 9, en el TOF 4 de San Martín, Diego Pombo 4183. Foto: Iván Ruiz adelante, José Díaz en el centro. Camino a ser desaparecidos (Télam) La sala donde se realizó la segunda audiencia del primer juicio por los desaparecidos de la Tablada es más pequeña que la del lunes, donde comenzó. Aquella es un espacio conseguido por los organismos de derechos humanos. Allí no hay crucifijos. En la segunda sí. Crucifijo arriba del estrado tapizado de verde con letras doradas. Lo pequeño de la sala hace que estemos todxs más cerca, que veamos mejor las expresiones de quienes allí nos encontramos. Y ahí está Alfredo Arrillaga. Más activo que la primera audiencia, más atento. De sonrisa socarrona cuando algún testigo habla de los desaparecidos de La Tablada. El primer testimonio de la jornada fue el de Marcelo Fabián Aibar, que era conscripto la mañana del  23 de enero de 1989 y se encontraba en la Guardia de Prevención. Su testimonio se sumó a otros de colimbas o desertores que ya declararon en estos dos días de juicio. Pero su relato fue distinto y el más extenso de todos los que nos tocó escuchar hasta el momento. A Aibar se lo notó tranquilo. Contó los hechos con un grado alto de detalle y con una seguridad que se expresó hasta en su disposición corporal. Recuerda aquel día con lujo de detalles. A Aibar le tocaba barrer la mañana del 23 de Enero de 1989, pero su escoba rota le imposibilitó la tarea y, como se acababa de levantar, se fue al baño de la guardia de prevención, que es el lugar del cuartel donde estaban asignados Iván Ruiz y José Díaz, militantes del MTP,  en el copamiento a la Tablada. Luego saldrían desarmados y serían desaparecidos. La guardia es también el lugar donde Aibar se encuentra con Valenti, Gentile (otros conscriptos) y tres “desertores”. Casi que apenas llegó al baño, contó, se inició el tiroteo sobre la guardia de prevención. La estrategia que entonces ensayaban quienes estaban adentro fue irse al fondo, donde estaban los calabozos, y pasarse de uno en otro para protegerse de los tiros infinitos que llegaban desde afuera. El relato de Aibar por momentos se vuelve desesperante. El ejército, con sus tanques a cargo de la “recuperación del cuartel”, nunca dejó de tirar, hasta que el techo de la guardia de prevención se empezó a incendiar. La idea de “exterminio” a la que refería Roberto “el Gato” Felicetti el primer día regresó entonces a las mentes y al cuerpo al escuchar el testimonio de Aibar acerca de cómo fueron los hechos ese 23 de enero de 1989. Contó de nuevo el episodio del banco, el barrote dilatado por el fuego, la salida. Pero sumó datos centrales para desentrañar qué pasó con José Díaz la última vez que se lo vio con vida, cuando salió por la ventana de la guardia de prevención junto con tres soldados, Aibar, Valenti, Gentile, tres desertores, entre los que está Salas -que ya declaró, aunque con menos detalle y menos memoria- e Ivan Ruiz, otro de los desaparecidos. Este juicio tiene la particularidad de contar con mucho registro fotográfico de los últimos momentos de las víctimas con vida. De lo que se trata es de ver si los testigos pueden reconocer a José Díaz e Iván Ruiz en esas fotos y filmaciones, que prueban que los militantes del MTP fueron capturados con vida, en clara actitud de rendición, llevados hacia otro lugar a punta de pistola, ejecutados y desparecidos. En las fotos de Eduardo Longoni, incorporadas como prueba del juicio, Aibar pudo reconocer a Iván y a José. También advirtió con certeza el momento en que fueron separados luego de salir por la ventana. Además, identificó a Naselli, el teniente señalado como el que se acercó a ayudarlos cuando se dio cuenta de que quienes agitaban un trapo blanco desde la ventana eran soldados y desertores. El relato de Marcelo Aibar fue de más de dos intensas horas. Se reconoció en las filmaciones y fotos de ese día. Con su testimonio quedó claro que José e Iván salieron con los soldados y los desertores por la ventana de la guardia de prevención el 23 de enero; que ellos, el grupo de soldados y desertores, le indicaron a Naselli quiénes eran atacantes; que se conformaron entonces dos grupos: el de soldados y desertores, que caminaron hacia camino de cintura; y el de José Díaz e Iván Ruiz, que fueron llevados a punta de pistola hacia otro lugar por un suboficial. A la salida de la audiencia, Pablo Llonto, abogado de la querella, evaluó la jornada “creemos que ha habido testimonios importantes de conscriptos que han ratificado, sobre todo con la señalización de fotos y videos, el momento en que los dos compañeros salen rendidos y se los llevan apuntándolos. Hubo un testigo que dijo que se los llevan para el lado de la tosquera. Paso a paso se va probando los hechos, que es el momento en que se rinden y son capturados vivos y en actitud clara de rendición, hoy ha sido lo más importante de la jornada”. En esta segunda audiencia, además de Marcelo Aibar, declararon Alejandro Gentile (conscripto), que se identificó como quien dio el aviso “el de atrás es de ellos” cuando salieron de la guardia de prevención, Pablo Perrota (conscripto), el cabo Rubén Sosa y el periodista Pablo Waisberg. Fue sin dudas una jornada fundamental en el camino de probar la primer parte de los hechos: Iván Ruiz y José Díaz se rinden el

Está sentado en el banquillo, casi 30 años después de que ocurrieran los hechos. Sonríe ante las fotos y, con sus 85 años a cuestas, goza de una salud envidiable para su edad. En el TOF4 de San Martín arranca el juicio por uno de los desaparecidos de La Tablada, José Díaz, quien se entregó con vida y nunca más se supo de él. Ahora, el ex General Alfredo Arrillaga es juzgado por ser el máximo responsable del operativo militar que torturó, asesinó y desapareció a integrantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP). Corrían los últimos tiempos del debilitado gobierno de Raúl Alfonsín, que dejó cometer los horrores que la Argentina ya había vivido apenas años atrás. Foto: Arrillaga (a la izq.) junto al defensor oficial, Hernán Silva El defensor público que tiene a su lado, es casi tan despreciable como él. Dirá que han caducado los plazos, pedirá la nulidad de algunas pruebas, intentará demorar todo el proceso. Se apoya para eso en la Constitución y las garantías que nos ofrece, así como también en los derechos que nos brinda la democracia. Todos aquellos que el imputado vulneró como jefe militar en su accionar los días 23 y 24 de enero de 1989.Algo del horror de aquellos días se vive en las audiencias que tienen lugar en el TOF4, cada vez que un testigo cuenta lo que allí vivió. Estar en esta sala es también sensibilizarse con un relato desgarrado de una vivencia de hace 30 años que aún permanece oculta. Son historias que quizás leímos en algún libro, o en una revista o página compañera, o nos contaron en algún ámbito militante. Pero que el Estado argentino ha decidido mantener en las sombras, en estos 35 años transcurridos de esta todavía débil democracia.Hoy, estar ante este tribunal, significa poder contar tantas atrocidades que serán por primera vez juzgadas. Escucharlas nos hace parte de este colectivo de familiares, amigas/os y militantes que buscan justicia. Nos obliga a contar, a su vez, a todas y todos a quienes conocemos, esta verdad desconocida, tergiversada por un sinfín de rumores y operaciones que han embarrado la cancha cada vez que se intenta hablar del copamiento de La Tablada.Este juicio nos hace volver a ver las imágenes que muestran la rendición de José Díaz e Iván Ruiz, quienes aún se encuentran desaparecidos. Pocas veces el trabajo periodístico resultó tan fundamental en la búsqueda de justicia. Esas imágenes hoy nos siguen interpelando con una crudeza inaudita, ante esas vidas cercenadas por el odio y la impunidad de quienes se creían una vez más dueños de la muerte.A casi 30 años de aquella trágica toma, es hora ya de que el Poder Judicial juzgue con dureza aquellas atrocidades, y permita a familiares, amigues y militantes, comenzar a tener algo parecido a justicia, así como avanzar en la investigación por las violaciones a los derechos humanos y desaparición de los cuatro: Iván Ruíz, Carlos Samojedny, Pancho Provenzano y José Díaz.  Es tiempo también de que como Pueblo no dejemos en el olvido a quienes creyendo realizar un aporte fundamental para nuestra Patria, dieron todo cuanto tenían: sus vidas.

   “¡Ese es Maradona!”, gritó Roberto Felicetti. Luego chasqueó la lengua y se corrigió: “Es José Díaz”, y señaló con su mano derecha el televisor en el que le fueron exhibidas las fotografías de Eduardo Longoni, que hoy son tan valoradas. Allí se ve a Díaz, alias Maradona, arrodillado. Luego aparecerá en la lista de muertos en combate.Así como Maradona en este caso es Díaz, Felicetti es el Gato, uno de los sobrevivientes de la represión posterior al copamiento del RIM 3 de La Tablada por parte de militantes del Movimiento Todos Por la Patria (MTP), el 23 y 24 de enero de 1989. Es el testigo inicial del primer juicio por los 4 desaparecidos tras la represión del Ejército, adentro, y de la Policía Bonaerense, afuera. —¿Por qué le decían Maradona? —preguntó el abogado querellante Pablo Llonto, quizá para facilitar el reconocimiento, tal vez por curiosidad de periodista político/deportivo, o por ambas cosas.—Por como jugaba a la pelota —respondió el Gato. Díaz es el único caso en este debate, que sin dudas aparece como una ventana de justicia que se abre tardíamente. Está latente la idea que si este juicio termina acercándose a la verdad y a la justicia, dejaría asfaltado el camino para que se pueda saber qué sucedió con Iván Ruiz, Carlos Samojedny y Francisco Provenzano, los otros tres desaparecidos.En el banquillo de los acusados, que en realidad es una silla como todas las demás, está el ahora ex General Alfredo Arrillaga. Fue el primero en llegar desde su prisión domiciliaria, condenado por delitos de lesa humanidad en la causa de la Base Naval del Mar del Plata. Es sindicado, además, como uno de los responsables del secuestro de 11 abogados laboralistas de esa ciudad, 6 de ellos desaparecidos, hecho conocido como La noche de las Corbatas. Ahora es él quién lleva una corbata azulgrana con pintas doradas. Cuando lo enfrentamos para tomar la fotografía que ilustra esta nota, alcanza a balbucear algo. No lo oímos. Preferimos hacer la tarea y ya, sin caer en la casi segura provocación que sus palabras habrán despachado inútilmente. Arrillaga a la espera de una nueva condena. Roberto Felicetti dio un contexto inicial general del ingreso al regimiento. Luego, ya conducido por las preguntas, fue al momento de la rendición: “Me sacaron. Me encapucharon con mi remera y me tiraron al piso. Ahí me rompieron los dos brazos”. Más tarde el abogado defensor, Hernán Silva, le pidió que contara “cómo le esguinzaron los brazos”. El relato de Felicetti fue crudo. También contó que en su primera comparecencia ante el juez de Morón Gerardo Larrambebere, si bien denunció las torturas recibidas, todavía no había recibido atención médica. —Me pegaban patadas, sobre todo en la cabeza y el hígado. Yo estaba tirado boca abajo, encapuchado. Preguntaban todo el tiempo “¿Quién es Pancho, quién es Pancho —relató. Pancho es Francisco Provenzano. Los testimonios dicen que fue él quien negoció la rendición. Desde afuera, recordó Felicetti: “se escuchaba una voz desde un megáfono que nos decía que si nos rendíamos se iban a respetar nuestras vidas”. Evidentemente el portador de ese mensaje mentía. En una de las insistentes preguntas por Pancho, uno de los tirados en el piso respondió: “Yo soy Pancho”. Esa fue la última vez que Felicetti supo de Provenzano. Está desaparecido. En su testimonial de hoy, también dijo que les iban preguntando sus nombres. Cuando Carlos Samojedny dio el suyo, la voz del megáfono le dijo, ahora parado por detrás: “Ahhh, a vos te vengo siguiendo la carrera desde hace rato”. Terminada la ronda de presentación, fue el turno del torturador: “Yo soy Dios”, dijo. Felicetti no tiene dudas. Todas esas voces son en realidad una sola: la de Alfredo Arrillaga. Es más, agrega otros dos momentos del torturador a cargo: “Sr. Presidente, estos son los detenidos”, “Sr. Juez, estos son los detenidos”, recordó el Gato. Tiene guardada en su memoria la voz de Raúl Alfonsín. También la de Larrambebere. De izquierda a derecha: Rodríguez Eggers, Mancini y de Korvez. La composición del Tribunal Oral Nº4 de San Martín tiene monotonía varonil. Resalta por lejos la juventud del presidente, Matías Alejandro Mancini, de apenas 35 años. Sumamente atento con los testigos, aceptó el pedido de la querella para que reciban la asistencia psicológica del Centro Ulloa, uno de los tantos espacios de derechos humanos vaciados por el macrismo. A Mancini lo acompañan Alejandro de Korvez y Esteban Rodríguez Eggers, con quien Felicetti mantuvo un diálogo corto pero contundente:—Discúlpeme, en todo ese recorrido que contó, ¿alguien le leyó sus derechos?—No.—¿O le hablaron de las convenciones de Ginebra?—No, tampoco. En cambio, el defensor oficial, Hernán Silva, intentó ser más provocador:—En la preparación de la toma del cuartel, ¿qué servicio de inteligencia les proveyó el plano? —consultó Silva.Allí Mancini le pidió reformular la pregunta y Felicetti tuvo que responer: “Lo hicimos nosotros visitando varias veces el lugar y las inmediaciones”.Felicetti se mostró seguro. La justicia le ha sido hostil durante su vida militante. Estuvo preso 7 años y medio durante la última dictadura, y 14 años por la toma de La Tablada. Sin embargo, cerró pidiendo justicia para saber qué pasó con sus compañeros. Los aplausos lo acompañaron en su salida hacia el sol agobiante de la ciudad. Entre los abrazos y felicitaciones que lo esperaban afuera, estaba Nora Cortiñas, referente de las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. El testimonio del desertor olvidadizo  El segundo y último testigo de esta jornada fue Daniel Oscar Darío Salas. Durante la toma, Salas estaba preso junto a otros dos conscriptos por haber querido desertar. “Estaba en los calabozos de la guardia. Había desertado del ejército. Éramos 3. Nos habían dicho que el 22 se iba a hacer un simulacro de combate. El 23, cuando se hizo la toma, primero pensamos que era el simulacro”, comenzó Salas, visiblemente nervioso. El testigo contó que cuando llegaron dos integrantes del grupo del MTP, uno tenía una herida sangrante en la cabeza, por lo que él se sacó su

Este lunes 10 de diciembre comienza el juicio oral y público por el asesinato de José Díaz. El único imputado es el General Alfredo Arrillaga, máximo responsable del operativo militar que entre el 23 y 24 de enero de 1989 torturó, asesinó y desapareció a integrantes del Movimiento Todos por la Patria(MTP), durante el final del gobierno de Raúl Alfonsín. Foto: José Díaz entregándose. Luego sería fusilado y desaparecido (Eduardo Longoni) ¿Qué pasó?Entre el 23 y el 24 de enero de 1989, el Movimiento Todos por la Patria (MTP), fundado en la Nicaragua de la revolución sandinista, realizó un intento de copamiento del Regimiento de Infantería Mecanizado (RIM) 3 General Belgrano de La Tablada. Los hechos se dieron tras sucesivos alzamientos militares, que tenían como finalidad garantizar la impunidad de los militares acusados por las violaciones a los derechos humanos de la última dictadura genocida. En ese contexto, luego de los levantamientos de Semana Santa, Monte Caseros y Villa Martelli, los integrantes del MTP deciden la acción, en la que unos 70 integrantes del MTP ingresan al Regimiento.Tras más de 40 horas de resistencia, y ya acorralados por los militares, acuerdan rendirse exigiendo condiciones que garantizaran sus vidas. Temían que los mataran; los hechos demostrarían que lamentablemente sus temores eran razonables. Los ojos de un país entero se posaban entonces sobre La Tablada. El presidente Raúl Alfonsín y el juez federal de Morón, Gerardo Larrambebere, llegaban al regimiento. Irene Provenzano, hija de Pancho Provenzano, uno de los desaparecidos de La Tablada, y de Claudia Lareu, asesinada en el copamiento, relató en el marco de la radio abierta que se realizó el jueves en la 38º Marcha de la Resistencia de las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, que su papá “está vivo hasta el 24 de enero y es uno de los que negocia la rendición de compañeros y compañeras que todavía estaban vivos, y por su trayectoria como militante y por el rol que tenía en el MTP, es particularmente buscado por los militares y separado del grupo de detenidos el día 24, y nunca más vuelven a aparecer” Los 4 desaparecidos de la Tablada Como Pancho, Iván Ruiz, Carlos Samojedny y José Díaz permanecen desaparecidos desde ese 24 de enero de 1989. ➤José Díaz (Maradona) nació en Santiago del Estero. Militante internacionalista, participó de la lucha revolucionaria en Nicaragua desde el año 1982, donde nace su hijo.  Luego fue parte de la guerrilla en Guatemala, en contra de la dictadura de José Efraín Ríos Montt. En 1987, regresa a la Argentina y se suma al MTP. El 23 de Enero de 1989 ingresa a La Tablada, lo detienen junto a Iván Ruiz. La televisión española registra el momento: Iván y José son capturados y caminan hacia el cuarte con los brazos en alto, escoltados por un soldado. Ese es el último registro de ambos. José fue torturado y fusilado. Desde entonces, ambos continúan desaparecidos. ➤Iván Ruiz vivió el exilio en Europa y viajó a la Nicaragua revolucionaria. Con sólo 14 años se alistó como voluntario para integrarse a los batallones de la frontera norte. A fines de 1988 Iván viaja a Buenos Aires para sumarse al grupo del MTP que ingresarían al cuartel. El 23 de Enero es detenido junto a José Díaz. Tenía 20 años, fue torturado y hasta el día de hoy desaparecido. ➤Carlos (el Sordo) Samojedny, luego de militar estudiantil, integró  el PRT-Córdoba y, un poco más tarde, la guerrilla rural del ERP en Tucumán. Estuvo preso durante más de diez años, en la cárcel escribió Psicología y dialéctica del represor y reprimido, sobre la supervivencia de los presos políticos en la dictadura. Quedó en libertad en junio de 1984 y se sumó al proyecto con quienes luego fundarán el MTP en Managua. Fue uno de los principales dirigentes del MTP y daba cursos de filosofía y marxismo a los compañeros más jóvenes en el conurbano bonaerense. El 24 de Enero se entregó junto a otros compañeros, fue apartado del grupo por los militares, y desaparecido hasta hoy. ➤Francisco (Pancho) Provenzano, militó en la secundaria en plena dictadura de Onganía. Luego se sumó al PRT ERP. Distribuía Estrella Roja y los boletines fabriles entre operarios y vecinos. Fue preso político por primera vez en 1975 en la Cárcel de Devoto, luego en Enero de 1976, durante el gobierno de Isabel Perón. A fines de 1982 recupera su libertad. En 1984 nace Irene, hija de Pancho y Claudia Lareu. Por esos años se suma al grupo que funda el MTP. A partir de 1986 el MTP queda encargado de la tarea de pensar un diario de izquierda que atendiera la problemática de Derechos Humanos, y en 1987 sale a la calle como Pagina/12. La mañana del 24 de Enero de 1989, agitando  un trapo blanco, fue el encargado de hablar con el jefe del operativo militar, Arrillaga. Su reclamo de garantías es aceptado. Con las manos en la nuca, y una herida de bala en un brazo, Pancho cierra la fila de compañeros que se entregan. Minutos más tarde los militares lo apartan del resto. Segundos después es fusilado y su cuerpo habría sido quemado. Hoy aún está desaparecido. Irene Provenzano repasa las particularidades de los cuatro casos. “Sobre Iván y José hay mucha documentación fílmica y fotográfica del momento en que ellos se rindieron y fueron puestos a disposición de fuerzas militares, que se los llevaron desarmados hacia el fondo del cuartel. Nunca más se encontraron sus cuerpos. Hubo una versión militar en ese momento, que pretendió hacer creer que Iván y José se habían escapado de una ambulancia. Esa fue la versión que el juez a cargo de la causa, (Gerardo) Larramebebere, y los fiscales creyeron (entre ellos Nisman). En el caso de mi viejo y de Carlos Samojedny, se rindieron el 24 de enero. Los militares los separaron explícitamente a ellos dos. Se los llevaron y no sabemos qué pasó después de eso”, contó Irene en diálogo con La Retaguardia. Algunos

Detrás de cada uno de ellos hay historias, familias, compañeros/as, sueños de un mundo mejor.Francisco Provenzano, Iván Ruiz, Carlos Samojedny y José Díaz permanecen desaparecidos desde el 24 de enero de 1989, cuando se entregaron después de haber ingresado al RIM 3 de La Tablada. Aquí una mínima reseña de cada una de sus historias y trayectorias como militantes políticos. ➤José Díaz (Maradona) nació en Santiago del Estero. Militante internacionalista, participó de la lucha revolucionaria en Nicaragua desde el año 1982, donde nace su hijo.  Luego fue parte de la guerrilla en Guatemala, en contra de la dictadura de José Efraín Ríos Montt. En 1987, regresa a la Argentina y se suma al MTP. El 23 de Enero de 1989 ingresa a La Tablada, lo detienen junto a Iván Ruiz. La televisión española registra el momento: Iván y José son capturados y caminan hacia el cuarte con los brazos en alto, escoltados por un soldado. Ese es el último registro de ambos. José fue torturado y fusilado. Desde entonces, ambos continúan desaparecidos. ➤Iván Ruiz vivió el exilio en Europa y viajó a la Nicaragua revolucionaria. Con sólo 14 años se alistó como voluntario para integrarse a los batallones de la frontera norte. A fines de 1988 Iván viaja a Buenos Aires para sumarse al grupo del MTP que ingresarían al cuartel. Esa mañana del 24 de Enero es detenido junto a José Díaz. Tenía 20 años, fue torturado y hasta el día de hoy desaparecido. ➤Carlos (el Sordo) Samojedny, luego de militar estudiantil, integró  el PRT-Córdoba y, un poco más tarde, la guerrilla rural del ERP en Tucumán. Estuvo preso durante más de diez años, en la cárcel escribió Psicología y dialéctica del represor y reprimido, sobre la supervivencia de los presos políticos en la dictadura. Quedó en libertad en junio de 1984 y se sumó al proyecto con quienes luego fundarán el MTP en Managua. Fue uno de los principales dirigentes del MTP y daba cursos de filosofía y marxismo a los compañeros más jóvenes en el conurbano bonaerense. El 24 de Enero se entregó junto a otros compañeros, fue apartado del grupo por los militares, y desaparecido hasta hoy. ➤Francisco (Pancho) Provenzano, militó en la secundaria en plena dictadura de Onganía. Luego se sumó al PRT ERP. Distribuía Estrella Roja y los boletines fabriles entre operarios y vecinos. Fue preso político por primera vez en 1975 en la Cárcel de Devoto, luego en Enero de 1976, durante el gobierno de Isabel Perón. A fines de 1982 recupera su libertad. En 1986 nace Irene, hija de Pancho y Claudia Lareu. Por esos años se suma al grupo que funda el MTP. A partir de 1986 el MTP queda encargado de la tarea de pensar un diario de izquierda que atendiera la problemática de Derechos Humanos, y en 1987 sale a la calle como Pagina/12. La mañana del 24 de Enero de 1989, agitando  un trapo blanco, fue el encargado de hablar con el jefe del operativo militar, Arrillaga. Su reclamo de garantías es aceptado. Con las manos en la nuca, y una herida de bala en un brazo, Pancho cierra la fila de compañeros que se entregan. Minutos más tarde los militares lo apartan del resto. Segundos después es fusilado y su cuerpo habría sido quemado. Hoy aún está desaparecido.

Entre el 23 y el 24 de enero de 1989, el Movimiento Todos por la Patria (MTP), fundado en la Nicaragua de la revolución sandinista, realizó un intento de copamiento del Regimiento de Infantería Mecanizado (RIM) 3 General Belgrano de La Tablada. Los hechos se dieron tras sucesivos alzamientos militares, que tenían como finalidad garantizar la impunidad de los militares acusados por las violaciones a los derechos humanos de la última dictadura genocida. En ese contexto, luego de los levantamientos de Semana Santa, Monte Caseros y Villa Martelli, los integrantes del MTP deciden la acción, en la que unos 70 integrantes del MTP ingresan al Regimiento.Tras más de 40 horas de resistencia, y ya acorralados por los militares, acuerdan rendirse exigiendo condiciones que garantizaran sus vidas. Temían que los mataran; los hechos demostrarían que lamentablemente sus temores eran razonables. Los ojos de un país entero se posaban entonces sobre La Tablada. El presidente Raúl Alfonsín y el juez federal de Morón, Gerardo Larrambebere, llegaban al regimiento. Mientras tanto, Iván Ruiz, Carlos Samojedny, José Díaz y Francisco Provenzano, era fusilados en diferentes circunstancias. El resto de los sobrevivientes fueron llevados a juicio y purgaron largas condenas hasta que recibieron un indulto en 2002, tras una larga lucha que incluyó una larga huelga de hambre en el penal de Caseros. El entonces presidente Eduardo Duhalde, firmó el indulto al mismo  tiempo que también perdonó la pena a Mohamed Alí Seindeldín, el militar que comandó varias sublevaciones. Otra vez se enarbolaba la teoría de los dos demonios.